sábado, 15 de febrero de 2020

“Re-razonando la ética”, 2018. Hoffmaster y Hooker

   Las cuestiones planteadas por los filósofos Barry Hoffmaster y Cliff Hooker son de profundo significado, pero a la vez prácticas: los angustiosos dilemas de la bioética como la eutanasia, la asignación de órganos para trasplante o el nacimiento evitable de niños con taras genéticas. En medio de una sociedad altamente sofisticada, de repente nuestra lógica racional se encuentra en terribles atolladeros. Se pone a prueba nuestro juicio ético.

Las teorías morales se componen de principios, y el razonamiento moral consiste en aplicar esos principios a los hechos problemáticos para deducir respuestas correctas (p. x)

  En realidad, toda nuestra sociedad se basa en dilemas éticos mal resueltos, pero es en estos casos graves cuando nos encontramos con situaciones que no dan opción al aplazamiento. La ética racional convencional es insuficiente. Hay que re-razonar nuestros criterios.

  Los padres de un hijo enfermo comparecen ante el juez: los médicos han ofrecido una intervención quirúrgica con muy escasas posibilidades de cura y muchas de prolongar el sufrimiento.

El juez (…) apreció que una decisión sobre un trasplante “no puede reducirse a meras probabilidades matemáticas” [100% de muerte si no se opera, 70% supervivencia el primer año siguiente a la operación, pero con mala calidad de vida] (p. 41)

  ¿Quién decide? ¿El juez? ¿Por qué criterios?

La cuestión debería ser (…) no qué debe ser hecho, sino quién debería decidirlo, y esta determinación es central para el proceso de toma de decisiones (…) La cuestión moral clave es quién debe decidir sobre los cuidados del paciente (…) Los miembros de la familia bien intencionados, preocupados e informados están en la mejor posición para decidir lo que es mejor para el paciente (p. 45)

  Pero esto es una convención. ¿Bien intencionados, preocupados, informados…?

  En otros tiempos era mucho más fácil: el enfermo quedaba al amparo de los médicos y ellos ejercían sobre él todo el poder “de la vida y de la muerte”.

Un médico que simplemente expone ante el paciente una serie de “artículos para compra y venta”, y dice “adelante y elija, se trata de su vida”, es culpable de rehuir su deber, si no de mala práctica (…) Un médico debe tomar la responsabilidad de recomendar un curso de acción al paciente que sea moralmente comprensivo y satisfactorio (p. 123)

  Normalmente los hospitales cuentan ahora con servicios psicológicos y jurídicos específicos para tales cuestiones. Y no lo tienen fácil.

La pieza central de la bioética contemporánea es un principio de autonomía que autoriza a los pacientes a tomar decisiones sobre su salud en términos de sus propias creencias y valores (…) Hay cuatro componentes en la autonomía: autonomía como acción libre, autenticidad, deliberación efectiva y reflexión moral (…) [La decisión] auténtica (…) es consistente con las actitudes de la persona, valores y metas, esto es, el “carácter” de esa persona (p. 32)

  Se trata de “sustituir” a la persona. Incluso de “reconstruirla” cuando se puede deducir que, en una situación crítica, la persona ya no está capacitada para manifestar que sigue o no siendo fiel a su probada trayectoria vital previa.

El punto de vista estándar para decidir qué se debe hacer por pacientes que ya no son competentes, tanto en derecho como en bioética, invoca dos principios sustantivos: un principio de juicio sustitutivo y un principio del mejor interés (…) El principio del juicio sustitutivo debe aplicarse primero (p. 43)

Una persona que decide acerca del cuidado que pediría un paciente que ya no es competente, lo primero de todo que debe preguntarse es lo que pediría si fuera capaz de comunicar su voluntad. Con frecuencia, sin embargo, un paciente no habrá expresado ni valores ni creencias aplicables a la precisa cuestión que necesita ser contestada, y tratar de extrapolar una respuesta de los valores o visiones de vida generales del paciente o de los rasgos de personalidad o carácter puede llevar solo a conclusiones equívocas y especulativas  (p. 43)

  Y eso no siempre es lógico, no según la “razón formal”

Si la racionalidad fuera toda y solamente razón formal, entonces nada más que la lógica y la matemática sería racional. Habría poca racionalidad en nuestras vidas (…) Un juicio es racional cuando emana de un proceso racional de deliberación. Llamaremos esta clase de racionalidad razón no formal (p. 5)

Re-razonar la ética es acerca de desarrollar y defender una concepción de racionalidad para la ética que es expansiva, flexible y efectiva. (p. 4)

La integridad moral no es la mera preservación de consistencia. La integridad moral es un ideal que ha de perseguirse, la virtud  (p. 156)

Re-razonar la ética es acerca de formar procesos racionales de deliberación que producen juicios racionales (p. 246)

   Hace ya tiempo que el experimento de Wason demostró que la razón humana no es lógica, sino que está adaptada a los comportamientos sociales. Y este descubrimiento ya es hora de incorporarlo a nuestra cultura y estilo de vida.

La idea de que la razón también debería (…) mejorarse a sí misma debe sonar extraña si la razón se piensa que es absoluta y conocida a priori, y aún puede sonar más extraña si se piensa que es unitaria. Pero una vez que se acepta la razón como una habilidad procedimental falible, organizada de forma compleja, interna, que puede ser aprendida y cuyos componentes pueden contribuir a mejorar a los otros, entonces la idea de automejora parece natural y encaja bien con la naturaleza social de la racionalidad (p. 99)

  Por ejemplo, el planteamiento de los dilemas resulta que pasa del planteamiento para resolver problemas a problema en sí mismo: concebir las elecciones morales como resolución de dilemas puede ser contraproducente

Más que aceptar lo ineluctable del problema de escasez de recursos y la búsqueda de una forma de resolverlo, [ha de alentarse] la posibilidad de disolver el problema haciendo desaparecer su causa (p. 136)

   Esto se da en muchas ocasiones: la situación es dramática, debemos resignarnos a elegir el procedimiento menos malo… Pero esta actitud de resignación con frecuencia genera inacción en todos los campos excepto en el que se refiere al angustioso dilema a resolver (resolver el dilema en sí, como dramático algoritmo, no resolver el problema que ha generado tal dilema). La resolución del dilema planteado -en términos muy precisos- absorbe en exceso nuestra atención. Muchas veces existen opciones creativas de respuesta que no tomamos en cuenta porque estamos demasiado centrados en resolver el dilema, y a lo mejor resulta que hay más opciones...

    En general, ¿cuál es el problema de la razón?

La razón es la capacidad organizativa para seguir el desarrollo de mejora y de reducción de imperfección. La racionalidad está localizada en el carácter del proceso de mejora mismo. El concepto formalista de racionalidad, en contraste, establece la racionalidad en el carácter del producto final producido (una verdad cierta). En nuestra condición adaptable, pero finita y falible, sin embargo, no tenemos ideales previos como metas y no estamos equipados para reconocer condiciones trascendentales como una verdad cierta, de modo que tal concepción de razón es inaccesible para nosotros. (p. xii)

  Es decir, la razón re-razonada, no formal, se considera como un proceso de mejora; mientras que la razón formal, que solo se desarrolla en el marco limitado del problema que se plantea, nos predetermina el fin –el fin nos lo da el encuadre previo del dilema-, algo más simple pero muchas veces contraproducente, pues la determinación de los fines suele ser arbitraria, una imposición del entorno que no es cuestionada por ese tipo de razonamiento insuficiente. ¿Prolongar la vida en condiciones indignas?, ¿imponer el sufrimiento y la muerte a otros por prejuicios culturales o religiosos? El “proceso de mejora”, en cambio, se basa en actitudes psicológicas que exploran y cuestionan todas las circunstancias: los medios dan forma a los fines (¿de verdad lo mejor para el enfermo irrecuperable es prolongar su sufrimiento para conseguir unos días más?, ¿de verdad merece la pena respetar supersticiones dañinas?). En eso es también en lo que consisten los comportamientos compasivos y altruistas complejos y trascendentes.

  En el caso de los terribles dilemas de bioética esto tiene su aplicación

[Una paciente que tiene que elegir un procedimiento de eutanasia] no creó sus ideales y valores de novo. Sus ideales y valores han emergido dentro de contextos históricos y sociales múltiples, la mayor parte de ellos influenciados por su familia y su religión, y han sido ya puestos de prueba en incontables interacciones sociales y adaptados a multitud de circunstancias sociales a lo largo de su vida. (…) Es razonable que (…) explore los límites sociales dentro de los cuales puede decidir. Esta búsqueda no debería ser malinterpretada como un abandono de su autonomía, más bien se trata de construir una estrategia realista para encuadrar y manejar sus propios problemas, lo que debería ser considerado como una expresión de tal autonomía.  (p. 127)

  En este terreno inseguro no solo abordamos cuestiones de gran importancia que implican el sufrimiento ajeno, también nos preparamos para afrontar circunstancias futuras en que puedan surgir nuevas estructuras sociales no convencionales. Entonces también tendremos que elegir y nos convendrá ser creativos, no resignarnos a los marcos preestablecidos y aplicar una razón basada realmente en la lógica, y no tanto, por ejemplo, en los condicionamientos culturales previos.

Lectura de “Re-Reasoning Ethics” en The MIT Press, 2018; traducción de idea21

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