lunes, 25 de diciembre de 2017

“Lo limpio y lo sucio”, 1985. Georges Vigarello

  El estudio del historiador y sociólogo Georges Vigarello acerca de los hábitos higiénicos que precedieron a los que hoy son tan generalmente aceptados se enmarca dentro de una línea de investigaciones de ciencias sociales en las que se relacionan las valoraciones inconscientes con los equívocos criterios convencionales de cada momento. Estamos, más o menos, en el campo de los “paradigmas”.

La limpieza es aquí el reflejo del proceso de civilización que va moldeando gradualmente las sensaciones corporales, agudizando su afinamiento, aligerando su sutilidad. Esta historia es la del perfeccionamiento de la conducta y la de un aumento del espacio privado o del autodominio: esmero en el cuidado de sí mismo, trabajo cada vez más preciso entre lo íntimo y lo social.

  La limpieza no es una invención reciente. En realidad, los animales también tienen sus hábitos en los cuales se despojan de determinadas adherencias a sus cuerpos. Por otra parte, la sensación de asco, asociada sobre todo a los malos olores, es innata en alguna medida. Lo que varía notablemente es el tipo de hábitos de limpieza. Ya sabemos que a los gatos no les gusta el agua y que a los perros no les va tan mal en ese medio. Pero Homo Sapiens, como siempre, resulta mucho más complicado.

Hay actos de limpieza en ciertas conductas hoy olvidadas. Por ejemplo, el aseo «seco» del cortesano, que frota su rostro con un trapo blanco, en vez de lavarlo, responde a una norma de limpieza totalmente «razonada» del siglo XVII. Se trata de una limpieza pensada, legitimada, aunque casi no tendría sentido hoy en día, puesto que han cambiado las sensaciones y los razonamientos. Lo que pretendemos hallar es esta sensibilidad perdida.

  Tal como lo ve Vigarello  -que examina casi exclusivamente a las clases altas francesas entre los siglos XIV y XIX-, la idea de la limpieza ha dependido sobre todo de la relación entre Homo Sapiens y el agua. Los Homo Sapiens somos animales de secano y el agua dulce no siempre ha estado fácilmente disponible.
 
El agua se percibe en los siglos XVI y XVII como algo capaz de infiltrarse en el cuerpo, por lo que el baño, en el mismo momento, adquiere un estatuto muy específico. Parece que el agua caliente, en particular, fragiliza los órganos, dejando abiertos los poros a los aires malsanos. (…) Se trata de denunciar la porosidad de la piel, como si fuera posible la aparición de innumerables troneras, puesto que las superficies desaparecen y las fronteras se vuelven dudosas. Más allá del simple rechazo de ciertas contigüidades, se impone una imagen muy específica del cuerpo en el que el calor y el agua sólo engendran fisuras y la peste, finalmente, puede deslizarse por ellas.
 
  El agua calentita, ese supuesto recuerdo del líquido amniótico, representa una amenaza. Se supone que por esos motivos médicos mencionados. Pero probablemente no.

El baño está vinculado con una sociabilidad festiva, con sus diversiones, sus disipaciones y quizá sus excesos. Lo que demuestran muy bien las denuncias que se hacen contra tales establecimientos.(…) Los baños públicos (…) a principios del siglo XV se prohíben en la ciudad de Londres y cercanías
 

  La lasciva Cleopatra en su bañera y las orgías de la Antigüedad grecorromana. Los cristianos, herederos de los estoicos, rechazan tal exaltación de la sensualidad. Y esto no requiere mucha explicación: el deseo sexual siembra el conflicto, y el proceso civilizatorio exige control de la agresión. Pero hay algo más.

Hombres y mujeres sueñan con vestidos lisos y herméticos, totalmente cerrados

  Esta actitud comienza a cambiar en el fascinante (y más bien pacífico) siglo XVIII europeo. ¿A qué obedece este hermetismo previo a la Ilustración? Una exigencia de la castidad, quizá…

La historia de la limpieza depende, en definitiva, de una polaridad dominante: la constitución, en la sociedad occidental, de una esfera física que pertenece al individuo, la ampliación de esta esfera, pero también el refuerzo de sus fronteras hasta conseguir alejarse de la mirada de los demás.
 

  El individuo encerrado en su propia esfera privada. Su cuerpo, encerrado en la ropa, preservado del líquido que puede disolverlo. Armaduras, castillos, complejas reglas canónicas y cortesanas. Defensa. 

  Defensa ante la agresión extraña y preservación del alma interna. El cristianismo nos señala como pecadores, como agresores en un mundo ya de por sí peligroso. Pero dentro de nosotros está el alma pura, vinculada a Dios… ¿que ha de ser preservada del mundo?

Los Livres de Courtoisie, que dictan durante la Edad Media el comportamiento de los niños nobles, no dicen nada más: tener limpias las manos y el rostro, llevar una indumentaria decente, no rascarse los piojos demasiado ostentosamente. No hay referencia alguna al «interior» del vestido o a las sensaciones que provienen de la piel. No hay alusión alguna a ningún sentimiento íntimo. En la Edad Media hay una limpieza corporal, pero ante todo se orienta a los demás, a los testigos. Y se refiere sólo a lo inmediatamente visible. 

  Lo poco que podemos conceder al extraño, que siempre nos amenaza. ¿Puede ser esto?

  Vigarello no está muy seguro de nada, y es lógico. Lo que sí señala muy hábilmente es cómo poco a poco va asomando la intimidad corporal al mundo exterior. Y cómo se acaba permitiendo que el agua haga su trabajo higiénico, en un principio sin que se le pueda acusar de favorecer la peligrosa sensualidad: ¡lávese con agua fría!

El frío contrae el cuerpo. Pero luego llega la especulación sobre las consecuencias; estas contracciones podrían tener efectos terapéuticos al actuar sobre los humores y tener efectos casi morales al actuar sobre las energías. Una vez más se entremezcla la higiene con ciertas preocupaciones que la sobrepasan. (…) Para muchos, el baño y la utilización del agua van a quedar dominados en la segunda mitad del siglo XVIII por esta exigencia del frío: «¿No hará a los hombres más fuertes y más robustos?»

El agua fría es, sobre todo, materia austera. La práctica del baño frío es una práctica ascética. El endurecimiento es tanto moral como físico

  
   Poco a poco la sociedad permitirá ciertas concesiones…

Muy lentamente, la novedad y magnífica costumbre del baño se va instalando en las clases superiores de la sociedad del siglo XVIII. Sin embargo, esta novedad no trastoca de una sola vez la tradición. Es fácil mostrar que a mediados de siglo el baño sigue siendo aún muy limitado (…)Durante mucho tiempo van a correr parejas este nuevo interés por el baño y la insistencia sobre la variedad de sus efectos. La temperatura del líquido, en particular, va a mostrarse determinante. 

  Pero, en esto de los paradigmas, los razonamientos siempre suponen simples pretextos. Lo que sucede es que primero ha ido asomando el cuerpo de la armadura propia de la Edad Media, y al asomar el cuerpo la higiene va siendo exigida y el agua se hace más necesaria. Pero que el baño sea con agua fría.

  Intermedia entre la desnudez y la armadura exterior de la ropa es la ropa interior…

El cambio de ropa blanca hace que desaparezca la mugre, consiguiendo una intimidad del cuerpo. El efecto es comparable al del agua e incluso es más seguro y, sobre todo, menos «peligroso».

Fines del siglo XVII [en un manual de buenas costumbres]: «Hay que cambiarse de zapatos todos los días, de ropa interior dos veces por semana, jueves y domingo corrientemente, y de medias con la mayor frecuencia posible» (…) La limpieza de las personas equivale a la limpieza de su ropa


   La progresión se va dando a lo largo del tiempo

Hay una evidente distancia entre las recomendaciones del padre Maggio al provincial parisino, en 1585: «Es conveniente cambiar de camisa cada mes», y los ciclos semanales de diversos colegios de fines del siglo XVII
 
  Vigarello no abunda en la consideración de que la limpieza de uno supusiera una menor molestia para el otro. Pero toca la cuestión de los perfumes.

El perfume (…) está directamente asociado a un objeto de limpieza, seduce al olfato, pero es al mismo tiempo purificador. Es exactamente lo contrario de lo «sucio» a lo que corrige. Todos los valores de la apariencia han ido a situarse en los de lo operacional. El perfume limpia, rechaza y borra. La ilusión ha llegado a convertirse en realidad.

  La ilusión y la realidad forman parte de todo paradigma. La ilusión de que el agua es nociva, o de que lo es el agua caliente y no el agua fría. De forma parecida, puesto que estamos “programados” para rechazar el mal olor, el perfume puede remediar este problema… y automáticamente le atribuimos al perfume ilusorios efectos higiénicos.

  ¿Y qué significa todo esto? Ante todo, que la supuesta racionalidad de nuestras creencias (el agua destruye, la piel debe preservarse del contacto) encubre prejuicios inconscientes que tienen que ver con una simbología profunda, y aunque creamos que no, seguimos todavía hoy cargados de prejuicios que nos impiden obrar en base a criterios racionales. 

La limpieza se alía necesariamente con las imágenes del cuerpo; con aquellas imágenes más o menos oscuras de las envolturas corporales
 
Una limpieza definida por medio de la ablución regular del cuerpo supone, sencillamente, una mayor diferenciación perceptiva y un mayor autodominio, y no sólo una limpieza que se define sobre todo por el cambio y la blancura de la ropa interior.

 
    La Ilustración fue una gran ayuda, al centrarse en la experiencia objetiva observable, pero la misma Ilustración no hubiera podido llegar a darse si no hubiera cambiado previamente el paradigma.

Ya no hay masa pasiva: el cuerpo posee desde el primer día una fuerza particular, la única que conviene solicitar. (…)La energía surge del «fondo» mismo del organismo. La imagen puede ser intuitiva y privilegiar los vigores ocultos, haciendo soñar con resistencias romanas.

Ser limpio va a consistir pronto en librarse de lo que paraliza y mantiene la apariencia en provecho de lo que «libera».


  Muy probablemente el cambio tuvo que ver con la evolución espiritual propia del Humanismo renacentista: el hombre mejor informado, más económicamente dotado, más desenvuelto (más en paz con su propia alma), puede atreverse a dejar de mortificar su pobre cuerpo –encerrado en sus sucias ropas- y a tratarlo con unos cuidados que ya no implican necesariamente una sensualidad peligrosa y culpable. Un cuerpo aseado es una forma de aprecio al semejante –que ya no tiene que soportar nuestra suciedad- pero sobre todo es una reacción consecuente con un alma más espiritualmente vigorosa, capaz de doblegar al cuerpo. Liberada el alma, la sensualidad supone un peligro menor y la bondad nos impulsa a acoger cordialmente, sin tanta prevención, el escrúpulo de nuestro semejante… que agradece la mejora que visiblemente se ha obrado en nosotros. Lo demás correrá a cargo de los descubrimientos científicos: el microscopio que revela los microbios, las experiencias clínicas (Pasteur…), el urbanismo y todo lo que conlleva el avance tecnológico y el aumento de la riqueza. 

viernes, 15 de diciembre de 2017

“Superinteligencia”, 2014. Nick Bostrom

  Hablar de “superinteligencia” no es ninguna broma. Si la humanidad tiene algún futuro, este pasa por la superinteligencia.

Por inteligencia queremos decir aquí algo como habilidad en la predicción, planificación y razonamiento con un fin en general. (…) Superinteligencia (…) [sería] cualquier intelecto que en gran medida excede el desempeño cognitivo de los humanos en virtualmente cualquier ámbito de interés

  Y todo indica que en los siglos y quizá incluso en las décadas por venir van a llegar nuevos agentes intelectuales que alcanzarán este nivel. Su origen será nuestra propia inteligencia, evolucionada y acrecentada. El filósofo Nick Bostrom aborda el peligro de que esto suceda (un peligro para el que ya nos han prevenido algunas historias de ciencia-ficción, más o menos ingeniosas) y al hacerlo nos señala también la trascendencia de estos cambios que quizá no sean para mañana ni para pasado mañana, pero que son sin duda nuestro futuro inevitable.

En este libro intento comprender el reto que presenta la prospectiva de la superinteligencia, y cómo podría responderse a ella. Éste es muy posiblemente el desafío más importante y aterrador que la humanidad ha enfrentado. Y -tanto si tenemos éxito como si fracasamos- es probablemente el último reto que enfrentaremos

El problema del control –el problema de cómo controlar lo que hiciera una superinteligencia- parece bastante difícil. También parece que solo tendríamos una oportunidad. Una vez existiera una superinteligencia hostil nos impediría reemplazarla o cambiar sus preferencias. Nuestro destino quedaría sellado

  La superinteligencia será sin duda el fruto del avance tecnológico, pero existen diversas opciones en cuanto al tipo de tecnología. La más conocida y obvia es la inteligencia artificial a partir de los computadores, pero no es la única.

Otro camino concebible a la superinteligencia [aparte del desarrollo de los computadores] es a través de la gradual ampliación de redes y organizaciones que vinculen mentes humanas individuales unas con otras y con varios artefactos y dispositivos. No es que esto ampliaría la capacidad intelectual de los individuos lo bastante para hacerlos superinteligentes, sino más bien que algún sistema compuesto de individuos así conectados y organizados podría alcanzar una forma de superinteligencia

    En cuanto a conseguir individuos superinteligentes, aparte de los computadores, también puede tratarse de las consecuencias del uso de formas evolucionadas de eugenesia, tratamientos médicos para la mejora de las funciones cognitivas o una combinación de avances biológicos y tecnológicos.

  Hacia la década de 1960 se consideraba que la superinteligencia estaba cerca a medida que se mejoraba la capacidad de los computadores. Poco después se descubrió que la cuestión no es tanto el mero incremento de la memoria.

Las dificultades técnicas para construir máquinas inteligentes han resultado ser mayores de lo que los pioneros previeron

  Ahora no resulta tan difícil comprender por qué resultó así:

Para probar un teorema que tiene una prueba de 5 líneas de largo en un sistema de deducción con una regla de inferencia y cinco axiomas, uno podría simplemente enumerar las 3125 combinaciones posibles y probar cada una de ellas para ver si da lugar a la conclusión buscada. La investigación exhaustiva también funcionaría con pruebas de 6 a 7 líneas. Pero cuando la tarea se hace más difícil, el método de búsqueda exhaustiva pronto se ve en problemas. Probar un teorema con una prueba de 50 líneas no es diez veces más largo que probar un teorema con una prueba de 5 líneas: más bien, si uno recurre a la búsqueda exhaustiva, se requiere combinar 550 ˜ 8.9 × 1034  posibles secuencias –lo cual es computacionalmente inviable incluso con  el supercomputador más rápido (…) Para superar la explosión combinatoria uno necesita algoritmos que exploten la estructura en el ámbito del objetivo y que se aprovechen de previos conocimientos mediante el uso de búsqueda heurística [reglas o patrones], planificación y representaciones abstractas flexibles –capacidades que se desarrollaron poco en los primeros sistemas de inteligencia artificial

  Esto en cierto modo supone un alivio: aún nos queda tiempo, pero la superinteligencia llegará de todas formas. ¿Qué haremos entonces?, ¿cómo afrontaremos ese futuro que nos aparece incluso bastante aterrador? Una superinteligencia puede hacer prácticamente cualquier cosa. Desde nuestra limitada capacidad puede parecer omnipotente y omnisciente, de modo que está claro que, si bien Dios no creó al ser humano, sí que parece inevitable que el ser humano cree a cierto tipo de dioses.

  ¿Cómo podríamos asegurarnos de que las motivaciones de esta… entidad… no fuera en contra de los intereses humanos? Bostrom especula con algunas posibilidades.

Predictibilidad por el diseño. Podemos suponer que los diseñadores de un agente superinteligente pueden crear de forma exitosa el sistema de fines del agente de modo que siga un conjunto de metas establecido por los programadores (…) Predictibilidad por la herencia. Si una inteligencia digital es creada directamente a partir de un patrón humano (como sería el caso de una fiel emulación del cerebro), entonces la inteligencia digital podría heredar las motivaciones humanas (…) Predictibilidad por razones instrumentales convergentes. Incluso sin el detallado conocimiento de los fines de un agente, podríamos ser capaces de inferir algo sobre sus objetivos más inmediatos al considerar las razones instrumentales que aparecerían en cualquiera de los fines posibles en un amplio espectro de situaciones

    En el caso de las razones instrumentales convergentes, contaríamos con la ayuda de que nos sería más fácil comprender las metas intermedias y deducir a partir de ellas la meta final. Podemos comparar la situación a la de una inteligencia extraterrestre que quisiera averiguar cuáles son las motivaciones humanas a partir del estudio de las motivaciones de los animales más simples de los que hemos evolucionado… lo que viene a ser lo mismo que hace hoy la psicología evolutiva.

  Por otra parte, nos encontramos ante un problema filosófico de calado. ¿Sabemos siquiera cuáles son nuestras verdaderas motivaciones? ¿Y si la superinteligencia se encargara de averiguarlo?

Supongamos que pudiéramos instalar cualquier valor final arbitrario en una Inteligencia Artificial. La decisión sobre cuál valor instalar podría tener entonces las consecuencias más importantes a largo plazo (…) Estúpidos, ignorantes y de mente estrecha como somos, ¿cómo podríamos confiar en tomar buenas decisiones de diseño? ¿Cómo podríamos elegir sin con ello encerrarnos para siempre en los prejuicios y preconcepciones de la presente generación? (…) Podríamos estar equivocados en cuanto a moralidad; equivocados en cuanto a qué es bueno para nosotros; equivocados incluso sobre lo que realmente queremos

La normatividad indirecta es una forma de responder al desafío presentado por el hecho de que podemos no saber realmente lo que queremos, lo que es en nuestro interés o lo que es moralmente correcto o ideal. En lugar de hacer una conjetura basada en nuestra comprensión actual (que probablemente estará profundamente errada) delegaríamos parte del trabajo cognitivo que requiere la selección de valores a la superinteligencia. Ya que la superinteligencia es mejor en el trabajo cognitivo de lo que somos nosotros, podría ver más allá de los errores y confusiones que nublan nuestro pensamiento

  Sería, además, una forma de resolver muchos de los problemas que trata esa disciplina filosófica llamada ética.

En ética, las teorías del observador ideal buscan analizar conceptos normativos como “bueno” o “correcto” en términos de los juicios que un observador ideal hipotético haría (donde un “observador ideal” se define como aquel que es omnisciente sobre hechos no-morales, es lógicamente de visión clara, es imparcial de forma relevante y libre de varias clases de sesgos, etcétera)

  Por otra parte, para los lectores de buenas historias de ciencia-ficción, resultará familiar que las motivaciones y metas humanas podrían dar lugar a terribles equívocos cuando pretendan trasladarse a una mente no humana, lo que en este libro se llama la “instanciación perversa”

Meta final: “haznos sonreír”. Instanciación perversa: “paraliza la musculatura facial humana en la mueca de una sonrisa constante” (…) Meta final: “haznos felices”. Instanciación perversa: “Implanta electrodos en los centros de placer del cerebro”

  Conservadoramente, lo mejor sería que la superinteligencia fuese meramente informativa. Una especie de “oráculo”: nos da verbalmente la respuesta a los problemas que le planteamos y eso es todo.

Si bien hacer que un oráculo sea seguro mediante el uso de la selección de motivación podría no ser nada trivial, puede sin embargo ser más fácil que hacer lo mismo con una Inteligencia Artificial que deambula por el mundo en busca de alguna meta complicada. Este es un argumento para preferir que la primera superinteligencia sea un oráculo.

  Queda añadir la sugerencia de que quizá hoy ya poseamos suficientes elementos de juicio que nos permitan definir una motivación humana deseable total y racional, el tipo de motivación dirigida a una finalidad coherente.  Estas motivaciones pueden también sugerirnos soluciones al problema humano mejores incluso que las de la superinteligencia, y al servicio de las cuales podría quedar la misma superinteligencia: los medios que lleven al desarrollo de comunidades humanas de extrema confianza.

    Puesto que la esencia de la peculiaridad humana es el desarrollo de relaciones sociales que permitan llevar a cabo proyectos de cooperación de alcance y flexibilidad muy superiores a los de los demás animales (sociedades complejas, empresas económicas, expresión del lenguaje, desarrollo tecnológico), la meta propiamente humana habría de ser refinar esta peculiaridad hasta sus mayores consecuencias de sociabilidad: una comunidad planetaria plenamente cooperativa.  Pero la plena cooperación solo es posible si los individuos actúan de forma tan altruista como inteligente a fin de evitar el constante conflicto entre intereses particulares. Y el desarrollo del altruismo solo es posible si se desarrollan estrategias individuales interiorizadas de modo que operen de forma parecida a un “instinto artificial” (el deseo de ser altruista por la satisfacción moral de serlo).  El gran inconveniente de un comportamiento altruista es que éste sea autodestructivo por tolerarse el abuso de los altruistas por parte de quienes no lo son, y el mejor recurso social para defendernos de ese problema es el desarrollo correspondiente de la habilidad para reconocer en otros y expresar en uno mismo una predisposición convincente de actuación altruista de forma que los altruistas pudieran actuar de forma coordinada y prevenirse de los abusos.

   El desarrollo moral y por tanto civilizatorio debe consistir en desarrollar tales técnicas para fomentar el altruismo y la capacidad para detectar y promover las actitudes altruistas (prosociales) tanto como detectar y desalentar las actitudes egoístas (antisociales). Y esto podría comprenderlo y ejecutarlo una superinteligencia –inevitablemente bondadosa, por tanto- mucho mejor que una inteligencia humana convencional, siempre lastrada por prejuicios de rancia tradición en los cuales el altruismo se concibe como una actuación excepcional, tradicional e instintivamente circunscrita a las relaciones entre parientes. Romper con la tradición del altruismo limitado al entorno familiar y en lugar de eso expandirlo al ámbito universal exige la elaboración de complejas estrategias de psicología social… que han sido siempre el núcleo central de la evolución cultural en el sentido civilizatorio y moral (por ejemplo, en la creación de “valores” y en diversas mitologías religiosas).

    Una superinteligencia también puede promover estas reglas de promoción del altruismo en un sentido universal y salvaguardar las estrategias de promoción del altruismo utilizando los conocimientos y la tecnología aplicados a la psicología. Y a la vez, una humanidad altruista puede hacer uso de la superinteligencia de forma mucho menos peligrosa de lo que lo haría una humanidad convencional.

  Aunque, naturalmente, si dejamos el asunto de la promoción del altruismo en manos de la Inteligencia Artificial siempre correríamos el riesgo de una “instanciación perversa”, pero parece probable que un oráculo superinteligente también podría darnos buenos consejos al respecto…

martes, 5 de diciembre de 2017

“La evolución de la cooperación”, 1984. Robert Axelrod

  La cooperación es el gran problema de la humanidad. Nuestras dotes intelectuales nos permitirían alcanzar enormes logros si contáramos con una cooperación eficiente entre todos. Evidentemente es difícil alcanzar la plena cooperación, pero a lo largo del proceso civilizatorio se han hecho avances: de vivir en pequeñas comunidades hemos pasado a naciones políticamente organizadas hasta el punto de ser posible crear recursos tecnológicos de enorme poder económico.

   El profesor de Ciencias Políticas Robert Axelrod trata de profundizar en las claves de la cooperación humana, pero no desde la psicología individual, sino desde la mera mecánica de los intereses particulares en conflicto.

Este proyecto comenzó con una pregunta sencilla: ¿cuándo debería cooperar una persona, y cuándo debería una persona ser egoísta en una interacción constante con otra persona? ¿Debería un amigo seguir haciendo favores a otro amigo que nunca le corresponde? ¿Debería un negocio proporcionar un servicio eficiente a otro negocio que está al borde de la bancarrota?

  En las relaciones humanas reales intervienen muchos factores psicológicos propiamente humanos, instintos morales incluidos, pero la investigación de Axelrod es necesariamente conservadora –está, por tanto, “limitada” al planteamiento del “Dilema del prisionero", la situación esquemática por excelencia del conflicto entre intereses individuales- y por ello se encuentra en sintonía con los principios evolutivos propios de toda consideración ecológica: principios de supervivencia y reproducción de la estirpe más apta.

  Si la cooperación apareciera justificada incluso desde un posicionamiento del todo egoísta (el beneficio de cada uno a partir de los beneficios comunes que son consecuencia de la cooperación) ¡tanto más estaría justificada la cooperación si a estos beneficios individuales evidentes le sumamos una posible predisposición psicológica al altruismo en los seres humanos!

¿Cómo puede una estrategia potencialmente cooperativa ponerse en marcha en un entorno que es predominantemente no cooperativo?

  El egoísmo propio de los individuos que anteponen todo a su propio beneficio no es nada cooperativo. Normalmente, en la sociedad contamos con una autoridad central que impone orden y disciplina para evitar que los momentáneamente más afortunados avasallen y exploten a los menos afortunados. Pero supongamos que no existe esa autoridad central, que estamos tan libres como lo están los animales en su entorno ecológico.

Una perspectiva evolutiva: la consideración de cómo la cooperación puede emerger entre los egoístas sin una autoridad central (…) ¿Bajo qué condiciones emergerá la cooperación en un mundo de egoístas sin una autoridad central? Esta cuestión ha intrigado a la gente durante largo tiempo

La teoría de la cooperación que se presenta en este libro se basa en una investigación sobre individuos que persiguen sus propios intereses sin la ayuda de una autoridad central que los fuerce a cooperar los unos con los otros

    El cálculo lógico da que, en el dilema del prisionero, la vía más segura, menos arriesgada, es “desertar” (o “traicionar”). Parecido al náufrago que “tiene que” matar a otro para apoderarse del único salvavidas con el que solo una persona puede sobrevivir.

  Pero la vida real, y mucho menos la vida en sociedad, donde no somos solo dos individuos en una misma situación crítica, no funciona como el dilema del prisionero “a una sola jugada”. En sociedad, las interacciones entre los individuos son constantes a lo largo del tiempo y en diversas situaciones, de modo que el obrar egoístamente en una situación dada puede suponer un grave problema si, en otra situación posterior, necesitamos la ayuda de aquel al que previamente se la hemos negado…

   Empecemos por considerar que un juego se caracteriza por las condiciones estrictamente controladas de las circunstancias de actuación.  Y que hay muchas clases de juegos.

El dilema del prisionero continuado es completamente diferente de un juego como el ajedrez. Un gran jugador de ajedrez puede con seguridad usar la asunción de que el otro jugador hará el movimiento más temido. Esta asunción le proporciona una base para planificar en un juego donde el interés de los jugadores es por completo antagonista. Pero las situaciones que representa el juego del dilema del prisionero son bastante diferentes. Los intereses de los jugadores no están en total conflicto. Ambos jugadores pueden llevarse bien al conseguir la recompensa (…) por cooperación mutua o ambos pueden hacerlo mal al dar lugar al castigo (…) por mutua defección. Usando la asunción de que el otro jugador siempre hará el movimiento más temible la mayor parte tenderá a esperar que el otro nunca cooperará, lo cual a su vez te llevará a desertar, causando un bucle de castigo infinito. Así que, a diferencia del ajedrez, en el dilema del prisionero no es seguro asumir que el otro jugador está ahí para aniquilarte.

   El dilema del prisionero “continuado” da lugar a una serie de posibilidades prometedoras. En su investigación, Axelrod y su equipo organizaron una especie de “torneo” de estrategias posibles que básicamente desarrollaban patrones de conducta a partir del reconocimiento mutuo de la reputación de unos y otros: yo, por ejemplo, actúo en beneficio mutuo, pero “el otro”, en lugar de mantener la pauta de cooperación, obra en su propio beneficio egoísta. ¿Cómo he de reaccionar? ¿Debo tomar siempre una represalia? ¿Debo ofrecer a veces un nuevo trato? ¿Debo insistir en mi actitud cooperativa con la expectativa de que “el otro” reconsidere su actitud?

    Se probaron docenas de estrategias… Pero siempre ganaba la de reciprocidad directa, en inglés “Tit for tat”, “Toma y daca” (yo te doy si tú me das…). Ahora bien, esta estrategia exitosa de “Toma y daca” también incluye un espacio para la “amabilidad”, es decir: no siempre hemos de represaliar una falta de cooperación, podemos enviar una “señal” –una segunda oportunidad- para que “el otro” reconsidere su actitud.

Las normas de decisión amables son aquellas en las que nunca se es el primero en desertar

El resultado de la primera ronda del torneo computacional del dilema del prisionero concluyó que valía la pena no solo ser amable, sino también el perdonar (…) La lección uno [en la primera ronda del torneo] fue: sé amable y perdona. La lección dos [en la segunda ronda] fue: si otros van a ser amables y a perdonar, vale la pena intentar aprovecharse de ellos. (…) Pero a la gente que aprendió la lección dos tampoco le fue muy bien. La razón es que al intentar explotar las reglas de otros, solían ser castigados lo suficiente como para hacer que todo el juego fuera menos rentable para ambos jugadores de lo que la pura cooperación mutua lo habría sido.

Los individuos no tienen por qué ser racionales: el proceso evolutivo permite que prosperen estrategias exitosas, incluso si los jugadores no saben ni por qué ni cómo (…) No se necesita el altruismo: las estrategias exitosas pueden dar lugar a la cooperación incluso de un egoísta. Finalmente, no se necesita ninguna autoridad central: la cooperación basada en la reciprocidad puede cuidarse de sí misma. La emergencia, crecimiento y mantenimiento de la cooperación sí requieren algunas asunciones sobre los individuos y el marco social. Se requiere que un individuo sea capaz de reconocer a otro jugador con el que se ha tratado antes. También se requiere que la previa historia de interacciones propias con este jugador sean recordadas, de modo que el otro jugador sea consecuente

  Estamos de enhorabuena: incluso basándonos en principios totalmente egoístas, conviene ser generoso, amable y perdonar. Claro que el que esto sea conveniente no quiere decir que sea evidente para todos. Motivo por el cual la cooperación siempre ha sido –y sigue siendo- difícil.

Si los hechos de la teoría de cooperación son conocidos por los participantes por anticipado, la evolución de la cooperación puede ser acelerada

El núcleo del problema de cómo conseguir beneficios de la cooperación es que el sistema de aprendizaje mediante prueba y error es lento y penoso. Las condiciones pueden ser favorables para desarrollos a largo plazo, pero podemos no tener disponible el tiempo necesario para esperar que los procesos ciegos nos muevan lentamente hasta estrategias mutuamente fructíferas basadas en la reciprocidad. Quizá si comprendemos mejor el proceso podemos usar nuestra capacidad para la anticipación a fin de acelerar la evolución de la cooperación

  Buena parte de la sabiduría de la Antigüedad consiste más o menos en eso mismo: enseñar las consecuencias lógicas y evidentes de la cooperación, que en numerosas ocasiones se contradicen con la apariencia de que el egoísmo es rentable como norma universal. Al fin y al cabo, sí es cierto que el egoísmo es rentable en las ocasiones esporádicas en las que las circunstancias son lo suficientemente afortunadas para el abusador. Y todo abusador suele esperar tener buena fortuna. Pero ¿es razonable mantener expectativas a largo plazo en base a la esperanza de tener buena fortuna?

  Por otra parte, las evidencias de los experimentos lógicos en torno al “Dilema del prisionero” continuado, muestran asimismo que la estrategia más rentable para todos, la reciprocidad generosa (“Tit for tat”), es siempre un poquito más beneficiosa para el abusador al que se da una segunda oportunidad y un poquito menos para el que lleva la iniciativa cooperativa, generosa.

[El que lleva la iniciativa en] TIT FOR TAT ni una sola vez consigue un beneficio mejor en un juego que el otro jugador. De hecho, es imposible. El primer jugador deja que el otro jugador deserte primero, y nunca deserta más veces que el otro jugador. Por ello, TIT FOR TAT consigue o bien el mismo resultado que el otro jugador o un poco menos. TIT FOR TAT ganó el torneo [de todas las estrategias posibles al dilema del prisionero] no porque ganase al otro jugador, sino por hacer surgir el comportamiento del otro jugador que les permitía obtener beneficio a ambos. (…) De modo que en un mundo de suma no cero no tienes que hacerlo mejor que el otro jugador si quieres hacer lo mejor para ti mismo (…) No tiene sentido ser envidioso

  Detrás de la frialdad funcional de la teoría de juegos encontramos el origen evolutivo de muchas emociones éticas: generosidad, perdón, rechazo de la envidia… Es cierto que las emociones éticas se interiorizan, se viven como episodios gratificantes o mortificantes (son recompensa o castigo en sí mismas, no solo dan lugar a beneficios o perjuicios materiales correspondientes), pero en un sentido evolutivo tenemos que considerar que somos meros organismos biológicos que tratan de medrar en un entorno hostil.

El proceso evolutivo necesita más que un crecimiento diferencial de los que tienen éxito. Para ir muy lejos también necesita una fuente de variedad –de cosas nuevas, cosas que sean intentadas y puestas a prueba. En la genética de la biología, esta variedad es conseguida por mutación y por una renovación de los genes con cada generación. En los procesos sociales, la variedad puede introducirse por el proceso de aprendizaje mediante prueba y error.

  Axelrod ha desarrollado sus teorías sin perder nunca de vista el comportamiento animal, la interacción de los agentes biológicos (bacterias, insectos…) en su incansable búsqueda del propio beneficio gracias o a pesar de los otros. De lo que se trata es de evidenciar esquemáticamente, incluso simbólicamente, las funciones motivadoras de los individuos emplazados a elegir entre egoísmo y cooperación.

Para dar cuenta de la existencia manifiesta de la cooperación y el correspondiente comportamiento de grupo, tales como altruismo y restricción de la competición, la teoría evolutiva ha adquirido recientemente dos tipos de extensiones. Estas extensiones son, dicho a grandes rasgos, la teoría del parentesco genético y la teoría de la reciprocidad

  Sin duda, el factor del “parentesco genético” (padres que se sacrifican por sus hijos, en quienes pervive la herencia genética de los progenitores) excede la funcionalidad lógica del “Dilema del prisionero”… pero el elemento de la reciprocidad persiste. ¿Y qué reciprocidad? ¿A corto plazo?  ¿A largo plazo? ¿Calculada hasta qué punto?, ¿controlada mediante qué medios?

Ninguna forma de cooperación es estable cuando el futuro no es lo bastante importante con respecto al presente. (…) Primer método para promover la cooperación: alargar la sombra del futuro. Hay dos formas básicas de hacer esto: al hacer las interacciones más duraderas y al hacerlas más frecuentes

  Los planes de éxito social a largo plazo, las recompensas inmediatas de tipo moral, la obtención de estatus o los amaños de las instituciones bancarias, todos son mecanismos psicológicos que permiten mantener, en realidad o ficción, las interacciones a lo largo del tiempo con valor similar al que tendrían si se dieran en el presente. Yo no obtengo, en apariencia, recompensa alguna de suprimir gastos a lo largo de un plan de ahorro… pero psicológicamente sí que me hallo lo suficientemente satisfecho de estar obrando de forma correcta en base a mis expectativas. Estos planteamientos a largo plazo –esta “gratificación aplazada”- son los que hacen funcionar una sociedad compleja y progresista. Los delincuentes, en cambio, se caracterizan particularmente por no demorar nunca la gratificación, por practicar el… “Carpe diem”.

  El objetivo será siempre mantener la estrategia de cooperación a pesar de las tendencias egoístas y de la ilusión de que el egoísmo es rentable.

   ¿Y cuándo uno se apercibe de que la cooperación es rentable? En un universo de egoístas, como en el “Dilema del prisionero”, todos y cada uno creerán que el egoísmo siempre es rentable. Si aparece alguien generoso, predispuesto a una reciprocidad con capacidad para perdonar las conductas egoístas… ¿cómo va a convencer a los otros, que abusarán de él, de que su actitud es la correcta?

El problema [para que surja la cooperación] es que en un mundo de deserción incondicional, un solo individuo que ofrece cooperación no puede prosperar a menos que otros estén cerca de él y le correspondan. Por otra parte, la cooperación puede emerger a partir de pequeños núcleos de individuos discriminativos en tanto que estos individuos tengan aunque sea una pequeña proporción de interacciones los unos con los otros. De modo que debe de haber un núcleo de individuos que usen estrategias con dos propiedades: la estrategia será primero cooperar, y después se discriminará entre quienes responden a la cooperación y quienes no

  Cabe preguntarse cuándo los “Homo” comenzaron a desarrollar generosidad y perdón. Tuvieron que surgir, en alguna parte, de alguna forma, pequeños núcleos de individuos generosos y dados a la reciprocidad. Más adelante, pequeñas comunidades de este tipo pudieron desarrollarse y prosperar gracias a la “selección de grupo” que el mismo Darwin visionara en el principio de la teoría evolutiva.

  Y a este respecto, no conviene olvidar que la interactuación no es la única forma de que se expandan las estrategias prosociales. A veces basta con la vecindad, de modo que se hagan presentes el ejemplo o el mero “aprendizaje observacional”

Un vecino puede proporcionar un modelo de rol. Si al vecino le va bien, el comportamiento del vecino puede ser imitado. De esta forma, estrategias exitosas pueden expandirse a lo largo y ancho de una población, de vecino a vecino

  Conocer la conveniencia de la cooperación siempre será una gran ayuda. Pero tampoco debemos fiarnos mucho de que estas evidencias convenzan a todo el mundo. Al fin y al cabo, muchos creen que, de entre todos los abusadores, ellos precisamente jamás serán descubiertos y podrán así aprovechar los beneficios a su alcance.

  Por otra parte, no somos, en general, meros agentes amorales en busca del propio beneficio (los que sí lo son, son los llamados “psicópatas”). En nuestra naturaleza contamos con sentimientos innatos de generosidad y altruismo… y en nuestro entorno social se inculcan, mediante complejas estrategias simbólicas (educación, religión…), otros muchos principios morales que nos hacen sentir aversión o atracción por determinadas actuaciones hacia otras personas… con relativa independencia de los beneficios materiales que obtengamos de ellas.

sábado, 25 de noviembre de 2017

“Mundos estructurados”, 2011. Aubrey Cannon (Editor)

   “Mundos estructurados” es una colección de trabajos sobre antropología y arqueología cognitiva que giran en torno a una cuestión vital en el desarrollo humano. Partamos ante todo de la realidad de que la especie “Homo”, esa especie de grandes simios bípedos, ha existido en el planeta durante cientos de miles y aún millones de años, que su comportamiento ha quedado codificado genéticamente y que esta herencia aún nos determina a nosotros; sin duda supuso un gran cambio que “Homo erectus” dominara el fuego, cocinara su comida, utilizase toscas herramientas de piedra y, muy probablemente, empezara a hablar, pero al cabo de cientos de miles de años aparecerá “Homo sapiens” y, de repente, el entorno dejó de ser el mero marco ecológico en la vida de un animal con ciertas características cognitivas peculiares.

Este volumen examina las acciones social e ideológicamente estructuradas y las historias a largo plazo de los cazadores-recolectores creadas con la mediación de objetos, animales, plantas y lugares en el entorno. Se contempla el imaginario de creencia, percepción y valor como la matriz esencial que hace posible la acción en el mundo. Desde esta perspectiva, las actividades diarias, estacionarias y anuales de los cazadores-recolectores se ven motivadas y capacitadas por la cosmología, las relaciones sociales, percepciones y valores.

  Lo que sucede es que “Homo sapiens” integra el entorno en su propia vida interior a través del “significado”; y ese entorno con “significado” supone una “estructura”. La peculiaridad de “Homo sapiens”, en buena parte como era la de “Homo erectus”, es su capacidad para la vida social, para desarrollar las posibilidades de las relaciones cooperativas entre sus semejantes, pero para eso “Homo sapiens” hace uso del lenguaje y resto de símbolos que se transmiten culturalmente, condición única que ahora se expande más allá de las meras relaciones sociales entre individuos. Las relaciones sociales resulta que abarcan también el entorno material no-humano y, en cierto modo, incorporan esto “no-humano” a la propia condición íntima. De las relaciones sociales entre los individuos “cazadores-recolectores” es muy poco rastro el que nos queda, pero el entorno permanece: el paisaje, la dimensión física del territorio, las viviendas, los enterramientos… la economía.

La práctica humana está en todos los tiempos y lugares dirigida por estructuras. Las estructuras podrían ser descritas como cualquier “construcción superindividual” que encierra, o encuadra, las acciones de los individuos prehistóricos. Las estructuras pueden ser materiales y no-materiales (…) Una estructura material y no-material es el paisaje, con todos sus seres vivos y no vivos. El paisaje como estructura implica la percepción del paisaje.

   Por ejemplo, conocemos, de la cultura general e incluso de algunas obras dramáticas, que para ciertos pueblos el paisaje formaba parte de su vida privada de forma parecida a como para nosotros lo son nuestros recuerdos íntimos del hogar…

En el mundo estructurado de los Niitsitapi [nativoamericanos], el paisaje es una serie de topónimos relacionados con caminos, movimientos y narrativas. Los lugares son con frecuencia accidentes geográficos destacables, cruces de ríos o áreas de recursos que se perciben como puntos focales de energía espiritual (…) Los paisajes no son solo los rasgos naturales de una región sino también los nombres, tradiciones orales y ceremonias que establecen la continuidad entre los seres ancestrales, grupos sociales, recursos y la tierra. Este paisaje cultural se convierte en el archivo del grupo, que incluye no solo mitos sino también códigos de conducta ética con respecto a la tierra, la gente y los recursos (…) El movimiento por el paisaje se convierte en un peregrinaje ritual diseñado para renovar vínculos con los espíritus, los antepasados y las comunidades vivientes tanto como para asegurar la generación de los recursos y la tierra (…) Esta organización estructural del paisaje representa una estrategia diseñada para perpetuar las tradiciones del grupo y para facilitar la transmisión exacta del conocimiento oral de una generación a la otra. En el mundo occidental, nuestra historia y nuestra memoria colectiva se recogen en libros o medios similares y se almacenan en archivos para el beneficio de las futuras generaciones [pero,] para los Niitsitapi, que confían en la historia oral y en las tradiciones orales, la memoria colectiva se almacena en el paisaje. Esto es, narrativas específicas, canciones, ceremonias y rituales que se fijan en lugares distintivos dispersos a lo largo del país Niitsitapi. Estos lugares tienen nombres descriptivos que son evocados cuando se ven desde un punto determinado del paisaje

El paisaje cuenta –o más bien es- una historia. abarca las vidas y los tiempos de los predecesores que, a lo largo de las generaciones, se han movido en torno y han tomado parte en su formación (…) Es un entorno que está él mismo lleno de pasado

  De esto tenemos constancia más que nada por la interpretación poética –bastante justa, por cierto- que hoy le damos. Pero hay cuestiones incluso más significativas.

La población [de las ricas comunidades prehistóricas del Noroeste americano] pudo haberse expandido mucho antes, pero no sucedió así.  (…) Se requiere una explicación sobre los valores y creencias culturales para la estabilidad a largo plazo de densidades de población tan bajas.

   Las explicaciones materialistas, económicas, tecnológicas, no explican el surgimiento de la civilización. Los autores del libro hacen referencia en el párrafo anterior a los pueblos de la costa noroeste de Norteamérica, uno de los casos más significativos de la arqueología cognitiva. Estos pueblos eran ricos: disponían de grandes excedentes de alimento gracias, sobre todo, a la abundancia de pesca, así como disponían de madera –energía- en cantidad infinita. Pudieron ser el origen de un gran imperio y jamás fueron nada de eso (y buena muestra de ello es el haber mantenido “densidades de población tan bajas”). No hubo aquí determinismo económico porque casi nunca lo hay. Hubo una determinación estructural.

Sugiero que la tendencia a largo plazo en la costa noroeste, como quizá en el caso de los cazadores-recolectores en otras partes del mundo, era que las gentes se vieran a sí mismos menos como parte del paisaje y sujetos al control sobrenatural, y más en control del paisaje y de sus recursos (…) La relajación de la constricción a largo plazo de la reproducción parece haber ido de la mano con la aserción del control humano sobre los recursos de producción, directamente mediante la construcción tecnológica y la modificación del paisaje, e indirectamente mediante el control sobre el trabajo

  Pudiendo haberse expandido, su propio modelo social se imponía sobre las consideraciones materiales, económicas, digamos “darwinianas”. Una especie animal nunca “pierde una oportunidad” para afirmar su supremacía, y son las otras especies las que limitan su éxito, pero eso no sucede con el “Homo sapiens”, pues no hay especie que pueda hacerle frente; tampoco otras sociedades “Homo sapiens” pueden hacerle frente si, como sucedía con estos pueblos tan ricos, disponen de una inusitada abundancia de recursos. Los “mundos estructurados”, sin embargo, no funcionan como el entorno natural de los seres irracionales. Hasta cierto punto, estos pueblos de la costa noroeste “eligieron” su destino por la naturaleza de sus estructuras culturales.

El análisis de los paisajes arqueológicos se está apartando ahora del énfasis en la adaptación [a los recursos del entorno] para adoptar la visión de que el paisaje no es algo que existe meramente por sí mismo, esperando impactar en el éxito o el fracaso de las poblaciones humanas que llegan a ocuparlo. Más bien, los paisajes son vistos cada vez más como constructos humanos que existen por virtud de ser percibidos, experimentados y contextualizados por la gente que se compromete con ellos (…) Mientras que es más fácil comprender cómo la gente se siente sobre un antiguo templo o monumento cuando se expresa al escribir o se preserva en la mente de los descendientes directos históricos que los construyeron, no es imposible inferir cómo los pueblos prehistóricos a pequeña escala pueden haberse sentido de forma similar sobre un rio o una montaña o una específica estación del año

   Explicar cómo se llega a este punto es mucho más difícil que evidenciar el fenómeno en sí. Todavía no sabemos por qué se eligió el camino de la civilización: el sedentarismo, la religión, la agricultura, las ciudades, el comercio, la escritura… Tampoco estamos seguros del orden en que sucedieron estos cambios. Lo importante, sin embargo, es que rechacemos las explicaciones fáciles de la mera expansión económica. En realidad, para el Homo Sapiens, el éxito económico es lo más fácil de todo. El éxito cultural –simbólico- supone el auténtico problema.

Los estudios de este volumen pueden parecer que representan otra etapa en [una] escalada inferencial, proponiendo ir más allá de la tecnología y economía, la organización social y la práctica y creencia religiosas para capturar la esencial de algo incluso menos tangible –las estructuras de percepción y pensamiento

  Uno de los trabajos de este volumen en particular aporta una distinción que podría ser igualmente significativa: la evolución del chamanismo al totemismo en las sociedades prehistóricas.

A diferencia del animismo, [en el totemismo] el mundo natural no está inmediatamente incluido en el mundo social. Así, el totemismo implica un sistema en el cual una oposición naturaleza-cultura es implícitamente tenida en cuenta. La naturaleza como un modelo para el pensamiento está relacionada con cuestiones de origen y coherencia. Los conceptos humanos de origen en la naturaleza y la cohesión de los grupos sociales estructuran una ideología donde la gente y su paisaje habitual comparten la misma sustancia. Un punto de vista totémico implica la creencia de que los humanos han literalmente nacido del paisaje. De esta forma, los miembros de los grupos sociales o totémicos pueden verse a sí mismos y a su territorio como compartiendo el mismo origen material. Los mitos de origen encajan bien con los sistemas totémicos

  Tales fenómenos no se han dado siempre, pero hay en ellos un poco de la psicología íntima de todo ser humano.

  En general, podemos considerar el animismo como una expresión espiritual propia de las primeras sociedades y el totemismo, con su tendencia a dar cuerpo a los primeros mitos, sería un segundo paso hacia la civilización

La forma anímica de comunicación con las fuerzas personales de la naturaleza está más abierta a dejar que uno mismo sea moldeado por el entorno. Podemos decir que esta vida y práctica está más organizada por “estructuras abiertas”, lo cual se ajusta bien con el arte rupestre animista/naturalista abierto y de inexistente diseño interior. En conclusión, el animismo se dirige hacia el intercambio de cuerpos animales y la transformación de cuerpos y estados que implica tanto a los cuerpos humanos como animales. En contraste, el totemismo se dirige hacia la reproducción de esencias y la creación de recuerdos estableciendo metáforas. Ambos conjuntos de acciones apuntan a la reproducción de fuerzas vitales de vida.

  Otro de los trabajos señala los indicios que marcan la categorización de “persona” (o “semejante”) dentro de una comunidad. En este caso, la estructuración es interna dentro de la misma sociedad.

“Personeidad” en su más amplia definición se refiere a la condición o estado de ser una persona, tal como es comprendida en un contexto específico. Las personas son constituidas, deconstituidas, mantenidas y alteradas en las prácticas sociales a través de la vida y tras la muerte. Este proceso puede ser descrito como la consecución progresiva de la personeidad. (…) [En los restos de un pueblo prehistórico del Báltico] los no adultos enterrados no estaban acompañados por bienes mortuorios, solo lo estaban cuando se les enterraba junto a los adultos. Sugiero que estas costumbres diferentes eran indicativas de la categorización de los miembros de la comunidad en aquellos que tenían su propia identidad reconocida y distintiva y aquellos cuyas identidades eran definidas por su relación con los otros

  Existir no es un asunto meramente íntimo. Existir es, ante todo, un asunto social. Es precisamente la transformación social la que dará lugar a que la privacidad pueda ser comunicada.

  Personas, mitos y creencias espirituales son estructuras simbólicas que se han reflejado en el entorno material del ser humano. La pulsión que les dio lugar, y que en ocasiones dejó su rastro hasta el mundo de hoy, tiene un origen que hoy llamaríamos “inconsciente” que es universal y pervive en nosotros. El todopoderoso “Homo Sapiens”, aun limitado por su agresividad y su superstición, tiene dentro de sí una capacidad única para construir su entorno material, una capacidad que tal vez hoy podamos reconducir para nuestro provecho.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

“Fuera de carácter”, 2011. DeSteno y Valdesolo

   El libro de los psicólogos David DeSteno y Piercarlo Valdesolo “Out of character” parte de la extrañeza que muchas personas experimentan cuando un individuo al que caracterizamos por un determinado temperamento o posicionamiento ético se nos muestra como alguien en apariencia muy diferente, cuando nos sorprende lo que hasta entonces supuestamente permanecía oculto en su personalidad.

Cuando la gente actúa en una forma que viola nuestras expectativas y creencias acerca de su carácter, nosotros -como individuos y como sociedad- nos vemos con frecuencia fuertemente impresionados.

   Y esto es importante porque la sociedad funciona sobre todo a partir de las relaciones de confianza entre los individuos. Y de repente parece que ya no te puedes fiar de nadie…

El carácter –lo que [el diccionario] Webster define como “el conjunto de rasgos éticos y mentales que con frecuencia individualizan a una persona”- desde hace tiempo se ha considerado casi universalmente que es una estructura estable.(…) [Supuestamente] los rasgos del carácter son fijos y profundamente arraigados en la personalidad

  Sin embargo, mucha sabiduría ancestral trata de prevenirnos de las sorpresas que derivan de los cambios en los rasgos de carácter. El cristianismo, por ejemplo, no olvida que todos somos pecadores y que el mayor auxilio que puede prestarnos la divinidad es el perdón y la comprensión ante nuestras debilidades. Tal vez esta agudeza psicológica haya hecho bien a la sociedad, pero el caso es que seguimos sorprendiéndonos…

Si usted cree que el carácter es fijo, tiene que aceptar que un instante de comportarse “fuera de carácter” es una de estas dos cosas: un suceso aberrante (como el acto heroico de [un despreciado vagabundo]) o una ventana a la verdadera pero aún oculta naturaleza de una persona (como la indiscreción [sexual de un político muy estimado]). 

Cambios sutiles en el entorno o en el contexto pueden llevarnos a cualquiera de nosotros a ser tanto santos como pecadores

  Partimos de un estereotipo para juzgar el carácter, y lo damos por fijo y estable.  Lo que suceda a partir de ahí va a ser siempre influenciado por nuestra visión inicial, por nuestra tendencia a caracterizar a todo individuo desde el primer momento. Y no es que nuestra constitución psicológica sea estúpida al confiarnos a lo que se podría llamar “la primera impresión”: en realidad, la determinación de un carácter o de un estereotipo obedece a una finalidad lógica.

Estereotipos y prejuicios parecen ser tan viejos como la misma civilización. Para haber soportado esta prueba del tiempo, debe haber algo en ellos que en ocasiones pueda ser adaptativo (…) Una razón fundamental para esta categorización instantánea es el deseo de la mente de predecir lo que es probable que suceda de forma inmediata

  Los prejuicios ahorran tiempo que puede ser vital… Aunque en nuestra refinada civilización hoy luchemos contra ellos, no deja de ser estadísticamente verdadero que cierto tipo de maleantes, por ejemplo, son fácilmente reconocibles por su aspecto…

  Más allá del prejuicio, sin embargo, encontramos las grandes verdades…

El carácter puede ser mejor comprendido no como un conjunto de rasgos fijos, sino más bien como un estado temporal –como un juego de tira y afloja, con intereses a corto plazo en un extremo e intereses a largo plazo en el otro

  DeSteno y Valdesolo atribuyen los cambios de carácter a una pugna constante entre los impulsos hedonistas y de autocontrol que se dan dentro de todo individuo (un poco como en la vieja fábula de la hormiga y la cigarra). El autocontrol exige un gran esfuerzo y no siempre está claro cuales son las compensaciones por éste.

  Para esclarecer cómo funciona este constante conflicto se nos ilustra con diversos experimentos de psicología social, y todo apunta en el mismo sentido: somos fácilmente influenciables, manipulables y nuestra capacidad de resistencia es limitada. Por ejemplo, se puede predisponer a un individuo para ser más o menos favorable a un determinado juicio moral simplemente deprimiéndolo al hacerlo ver un documental sobre temas desagradables o, en el sentido contrario, contándole un buen chiste.

Si algo tan aparentemente trivial como ver un breve video clip u oír un chiste puede alterar nuestros juicios morales, imagínense cómo de vulnerables somos a la manipulación deliberada por políticos o abogados

Sentarse junto a un pañuelo usado afecta tus juicios morales acerca de cuestiones que no tienen nada que ver, como el matrimonio gay o no ser activo en el reciclado [el sujeto dio juicios acerca de tales asuntos que eran poco acordes con los que son públicamente bien aceptados]. ¿Por qué? Porque ese sentimiento de asco puede afectar en la forma de moldear tus juicios (…) Los sentimientos de asco que genera el desorden priman el sistema intuitivo para sentirse asqueado por cualquier cosa que suceda después

  Sin embargo, no debemos equivocarnos tampoco en lo que se refiere al autocontrol del comportamiento. En muchas ocasiones el uso de la razón está también al servicio de intereses sesgados…

Cuando [en un experimento psicológico] impedimos la racionalización [del sujeto, al forzarlo a mantener la mente ocupada en otra cosa] (…), la hipocresía que observamos antes desapareció por completo. En un giro fascinante, esta vez la gente juzgó al acto de [obtener ventaja propia mediante hacer trampas](…) como moralmente objetable tanto cuando ellos lo cometían como cuando otros lo hacían.

  En este experimento en particular se había incitado a un sujeto a hacer trampas durante una prueba escrita. La tendencia natural sería después ocultar la falta cometida, ser hipócrita, pero al forzar la distracción, la verdad salió a la luz porque falló el autocontrol que exige dar una excusa hipócrita, de forma parecida a como en el experimento anterior  (poner al sujeto junto a un pañuelo sucio) la distracción llevó a que fallara el autocontrol necesario para dar una respuesta “políticamente correcta” (o simplemente amable o considerada). En un caso, se trataba de un fallo en el autocontrol para llevar a cabo una buena acción (pública: emitir una opinión bien aceptada en la que a lo mejor no se cree mucho personalmente), en el otro caso, se trataba de un fallo en el autocontrol para llevar a cabo una mala acción (en secreto: ocultar hipócritamente que se ha cometido una falta).

   Hay muchas otras lecciones que podemos aprender de la experiencia de la psicología en todo este asunto. Por ejemplo, el sesgo en base al cual construimos nuestras simpatías.   En un experimento en el que se mostraban los rostros de supuestos candidatos políticos, se pedía a los sujetos que señalaran despreocupadamente cuáles tenían un aspecto que les parecía más agradable. Aquí se recurrió a una cuidadosa manipulación de la imagen.

La gente clasificaba como más honesto, moral, amable y demás, al candidato [electoral] cuya imagen había sido modificada con la suya propia –e indicaban que sería más probable que votaran por él

   Es decir, que la gente tiende a manifestar simpatía por rasgos o cualquier tipo de indicador que los confirme ante sí mismos.

  Un caso notable es el llamado “efecto Macbeth”

A participantes [en un experimento] se les solicitó evocar un hecho no ético o escribir sobre un acto no ético, y más tarde adquirían más productos de limpieza que los participantes que no se sentían culpables –sus mentes intuitivamente exigían sentirse “limpias”

  (Esto podría estar relacionado con el origen evolutivo del asco: la repugnancia a los alimentos en mal estado que a lo largo de generaciones iría siendo seleccionada genéticamente pero asociada también con un sentido moral.)

  Otro sesgo grave no es tanto la afinidad externa, sino, simplemente, la peligrosa autoestima.

Tener un desmesurado sentido de superioridad moral con frecuencia da a la gente licencia para actuar menos moralmente en el futuro

    Todas estas tendencias pueden sorprendernos en un momento determinado y apartarnos de nuestro ideal de comportamiento. Un ideal marcado por quienes nos rodean. A este respecto, una de las manipulaciones más peligrosas y antisociales es la deshumanización. Y aquí se ha recurrido no a los experimentos de psicología social, sino incluso a la observación directa de la actividad cerebral.

Cuando la gente [en un experimento] vio imágenes de aquellos que pertenecían a lo que los sociólogos consideran grupos marginados extremos (tales como drogadictos y homeless, los que pensamos que son más diferentes a nosotros), las zonas [del cerebro] de categorización (las que están implicadas en hacer juicios sobre seres humanos) estaban tranquilas, mientras que se encendían las zonas que procesan objetos

    Encontramos, pues, que no se trata de una mera forma de hablar: la deshumanización parece incluso un hecho neurológico.

  Y, finalmente, la parte positiva. También podemos comprobar que la gratitud que experimentamos, e incluso la gratitud que manifestamos, tienen efectos prosociales en general.

[En un experimento] era precisamente la gente que se sentía agradecida a [alguien en particular que le había ayudado en una tarea] la que estaba mucho más dispuesta a ayudar a un extraño [no a la persona en concreto que le había ayudado]. Cuanto más agradecida informaba la gente sentirse, más tiempo pasaba ayudando a la petición del extraño (…) Si recibimos un favor, nos sentimos agradecidos. Si nos sentimos agradecidos, correspondemos

  E incluso aquí cabe cierta preocupación en cuanto a que el optimismo y la felicidad a veces tienen sus desventajas

Sentirse feliz hace que la gente más probablemente sobreestime la posibilidad de sucesos positivos

  Pero también es cierto que la ingenuidad de las personas felices y bondadosas es algo que bien podemos permitirnos el lujo de consentir. Al fin y al cabo, si no fuera por la ocasional buena voluntad de los otros no podríamos confiar en nadie. Un entorno de personas optimistas y benévolas sería el más apropiado para que fueran poco a poco dejando de producirse esas dobleces, esas manifestaciones chocantes de personas que actúan “fuera de carácter” para perjuicio de todos.

domingo, 5 de noviembre de 2017

“Religión y antropología”, 2006. Brian Morris

  Brian Morris es un antropólogo de prestigio, interesado en el anarquismo y con experiencia en el trabajo de campo. Perfectamente preparado para abordar una de las cuestiones humanas más cruciales.

Este estudio se [centra] específicamente en la antropología social de la religión (…) combinando (…) la interpretación de las creencias y prácticas religiosas, con un enfoque sociológico que sitúa la religión en su contexto sociohistórico

Este estudio [intenta] describir la diversidad de formas religiosas que se dan en todo el mundo como instituciones sociales (…)[situando] estas instituciones, ya [sean] tradiciones culturales, iglesias o movimientos, en su contexto sociohistórico específico,y (…) [centrándose] principalmente no en los textos religiosos, sino en los estudios etnográficos

La religión es (…) esencialmente, un fenómeno social. La religión es una institución social, un sistema sociológico; y, por tanto, es mal comprendida cuando simplemente se la considera como una ideología o como un sistema de creencias

   Normalmente, a la hora de abordar una cuestión tan compleja, profunda y equívoca como la religión, al científico social no le queda más remedio que elegir una de las dos opciones generales: la religión como causa o la religión como consecuencia.

    La consideración del “contexto sociohistórico” sugiere que es una consecuencia. Está claro que las culturas evolucionan por las circunstancias del entorno, sobre todo las económicas. Pero, al mismo tiempo, de todas las instituciones sociales afectadas por los cambios del entorno, es siempre la religión la más significativa. De hecho, sabemos que un cambio ha sido profundo y que tendrá consecuencias por cómo cambia la religión en una cultura determinada. La caracterización más marcada en una comunidad extensa de individuos –una nación, un pueblo- suele ser su religión, y la mayor resistencia a los cambios derivados del cambio en el entorno, la mayor capacidad de supervivencia de una cultura como tal cultura específica ante los nuevos desafíos, la encontramos siempre en su religión.  Sabemos que una cultura ha cambiado verdaderamente sobre todo porque su religión ha cambiado, y muchas veces es el cambio que mueve todos los demás cambios, porque una vez vencida la resistencia que presenta la religión los demás factores se mostrarán cada vez más dóciles. Por lo menos, en las civilizaciones históricas…

[Hay] dos funciones básicas de la religión, la trascendental (preocupada del bienestar a largo plazo y los fines últimos de la salvación) y la pragmática (centrada en asuntos terrenales y problemas personales o locales)

    Las religiones “pragmáticas” (la que recurre a sacrificios al dios para tener una buena cosecha, por ejemplo) son las propias de las culturas más tradicionales –o primitivas-. Esas culturas se hayan de alguna forma estancadas en procesos de cambios rápidos pero no decisivos que van y vienen por caminos ya trillados… y de los cuales sus participantes no son conscientes porque no suelen tener memoria exacta del pasado. No conocen la historia. Son prehistóricos.

La mejor manera de describir el chamanismo es como un complejo de diversas creencias y prácticas dentro de una religión y no como una religión en sí mismo

   Muchos estudiosos han considerado que el chamanismo es el origen de la religión. ¿Es posible que antes de que el chamanismo complementara la religión no hubiese religión? Está claro que la brujería y la creencia en los seres sobrenaturales está en el origen cognitivo del ser humano, puesto que tales fenómenos se dan en todas las culturas conocidas. Se trata de una consecuencia social de la superstición, que puede definirse en general como la atribución sistemática de falsas causas a muchos de los efectos que se producen entre la totalidad de sucesos que se dan en el medio humano (para el individuo rara vez es tolerable que queden fenómenos sin ser explicados). Y es fácil hacer creer a un individuo supersticioso que ciertas personas son capaces de utilizar en su provecho egoísta las fuerzas de lo sobrenatural –de lo inexplicado-.  

El brujo (…) es la encarnación del mal en África

Los melanesios no establecen una distinción radical entre religión y magia –el empleo de poderes ocultos con propósitos instrumentales-

 
En circunstancias normales la detección de la brujería y las contramedidas son la principal ocupación de los adivinos

  Así que, a la vista de este panorama de las creencias a partir de la etnografía, podríamos hacernos a la idea de que algo parecido a la religión habría comenzado a surgir de la urgencia de crear contramedidas para la brujería. 

  Incluso en una religión moderna como el Islam persiste la idea de los espíritus malignos

Los espíritus [jinn] tienen una justificación espiritual y son mencionados en el Corán. Estos espíritus, de carácter antropomórfico, son considerados como esencialmente malignos. El hecho de que en último término se los considere como bajo el control de Dios lleva (…) a pensar que indican el carácter ambiguo de la divinidad

    Frente al caos tenebroso y peligroso de la magia y la brujería, las primeras religiones habrían ofrecido cierto amparo y seguridad. Y las cosas ya no quedan ahí.

El término vudú (…) significa espíritu, deidad o “fuerza mística”: esto claramente significa que el culto vudú ha de verse positivamente como una forma de religión, más que como un sistema de magia

  Estas religiones primitivas pero ya más desarrolladas pueden documentarse en la etnografía mediante el estudio de las religiones sincréticas de los antiguos esclavos africanos en América… un buen ejemplo de la persistencia de la cultura propia mediante la religión.

La participación en el candomblé  procura a sus devotos (…) una sensación de orden, significado, esperanza y control en lo que de otro modo constituye un modelo de persistente adversidad y marginalidad socioeconómica y política.

  Una vez la sociedad cuenta con una institución tan simbólicamente poderosa como es la religión, su utilidad pronto va mucho más allá de combatir la brujería. La religión sirve para cohesionar la sociedad a fin de alcanzar fines comunes. La religión sirve para asentar principios éticos cada vez más avanzados que garanticen la seguridad de los individuos y promuevan la cooperación eficiente.
 
Como entre [algunos pueblos tradicionales] no hay autoridades diferenciadas investidas de poder (…) la conformidad con las convenciones culturales está asegurada, o al menos estimulada, por su santificación mediante el ritual. De manera que la santidad es (…) una alternativa funcional al poder político.

  Aunque Brian Morris tiene claro que el origen de la religión está en un determinado contexto social, al mismo tiempo acepta que estos fenómenos locales dan lugar a invenciones culturales que los trascienden.

En un sentido no desdeñable los sistemas religiosos más importantes –el islam, el budismo, el hinduismo, el africano, el melanesio- son fenómenos regionales, por más que puedan tener tendencias universalizadoras. 

 La religión se convierte en una especie de escuela del comportamiento ético. Las primeras religiones podían proporcionar cohesión social al enfrentarse a la malignidad (igual que se obtiene cohesión social de la lucha contra cualquier enemigo común o para alcanzar cualquier objetivo económico común), pero las religiones más evolucionadas proporcionan algo más: la posibilidad de superar los impulsos antisociales dentro del grupo… y finalmente dentro de la misma psique individual.

  Observemos cómo coexisten dentro de la religión hindú actitudes religiosas diferentes: por una parte, la menos evolucionada del sacrificio al dios como forma de pedirle amparo, por la otra, la que implica el autocontrol de la agresividad mediante los sacrificios incruentos y los rituales éticos, antiagresivos (no violencia y vegetarianismo).

La tradición brahmánica insiste mucho en la no violencia, el vegetarianismo y la puja o los rituales devocionales. (…) Sin embargo (…) a pesar de la oposición a este tipo de ritual, el sacrificio de animales sigue practicándose profusamente en la India y constituye un aspecto importante del hinduismo popular.  (…) Los dioses mismos reflejan en sus relaciones la estructura del sistema de castas (…) El [dios] Aiyanar (…) es un dios vegetariano puro, mientras que su sirviente Karuppan, el dios negro, es consumidor de carne y se le propicia mediante sacrificios sangrientos.
 
   Hasta hoy, la mejor invención cultural a partir de la religión han sido las llamadas “religiones compasivas” que enseñan las difíciles estrategias del comportamiento antiagresivo y gratificantemente cooperativo. Primero el budismo, y después el cristianismo

La pobreza, el celibato y la no violencia constituyen (…) los tres rasgos esenciales de la vida monástica [budista], pero significativamente, a diferencia de lo que sucede con la mayoría de monjes cristianos, no se hace ningún hincapié en el trabajo manual ni en la obediencia. 

  Sin compartir estas ideas, Brian Morris refleja opiniones que apoyan la idea de trascendencia cultural de la religión

[Según Rappaport] es la religión, y no las relaciones empíricas de las personas con el mundo natural, la que ha constituido la base sobre la que la vida humana se ha erigido desde que los humanos son humanos
 
Rappaport define lo sagrado como un concepto discursivo que implica certeza absoluta

 
  Y, por otra parte, la influencia de la religión en la vida cotidiana no debe exagerarse

Yo me inclino (…) a pensar, como Clifford Geertz, que nadie, ni siquiera los místicos o santos ni los sacerdotes católicos, vive en el “mundo” que los símbolos religiosos operan durante todo el tiempo, y que la mayoría de los humanos lo viven solo en determinados momentos, o en ninguno en absoluto

    Quizá la religión pueda avanzar más allá de las religiones compasivas. Dado que contamos con precedentes de religiones ya más o menos ajenas al mundo de lo sobrenatural –budismo, taoísmo, confucionismo-, podrían también elaborarse otras religiones más allá del mundo de lo tradicional que sean más completas en tanto que compendio coherente y actual de estrategias psicológicas de la prosocialidad.

  De lo que este trabajo de base etnográfica nos informa es, sobre todo, de la evolución de las religiones como fenómenos con utilidades muy diferentes, pero de su omnipresencia, cuando menos, como manifestación cultural trascendente que motiva a una sociedad y cuya cohesión fomenta y que, por lo general, reverencia el mundo de lo asombroso y sobrenatural. Asombrarse primero, porque sin el asombro inicial no pueden surgir las respuestas emocionalmente pujantes posteriores.

miércoles, 25 de octubre de 2017

“El enigma de la razón”, 2017. Mercier y Sperber

  Los autores de este libro tratan de desmitificar la razón y lo logran en buena medida. Pero con ello lo que consiguen también es que tengamos una visión mucho más lógica de lo que es la razón.

Mientras que comúnmente se considera la razón como el uso de la lógica, o al menos algún sistema de normas que expande y mejora nuestro conocimiento y decisiones, nosotros sostenemos que la razón es mucho más oportunista y ecléctica y que no se atiene a normas formales. Sugerimos que el principal papel de la lógica en el razonamiento puede ser retórico: la lógica ayuda a simplificar y esquematizar los argumentos intuitivos, subrayando y con frecuencia exagerando su fuerza. 

  La gran importancia que damos a la razón proviene de que de ella esperamos orden, justicia y progreso. A la razón atribuimos el desarrollo humanista, es decir, el cambio social que ha permitido incrementar la eficiencia de la cooperación entre los seres humanos, pero…

rechazamos la visión intelectualista de que la razón ha evolucionado para ayudar a los individuos a obtener mejores inferencias, adquirir mayor conocimiento y tomar mejores decisiones.(…) La razón (…) evolucionó como una respuesta a los problemas que se encuentran en la interacción social más que en el pensamiento solitario. La razón cumple dos funciones principales. Una función es ayudar a resolver un problema importante de coordinación al producir justificaciones. La otra función ayuda a resolver un importante problema de comunicación al producir argumentos.

  En suma, la razón es un fenómeno que procede de la que es la característica más específica de la condición humana: nuestra capacidad para las relaciones sociales. Al argumentar mediante la razón, tratamos de apelar a la lógica a fin de convencer a la otra parte.

  Esto implica que razón y lógica no son la misma cosa

Lógica y razón se han disociado, y la misma razón ahora parece estar rota en pedazos

  Examinemos las debilidades de la lógica del razonamiento:

No sería del todo equivocado (…) decir que la psicología del razonamiento se ha convertido en buena parte en la psicología del experimento de Wason (…) Solo el 10 % de los participantes [en el experimento] hace la elección correcta

  Lo que nos dice el experimento de Wason es que nuestra capacidad de razonar no está basada del todo en la lógica. Un computador sencillo nunca falla esta prueba y el 90% de las personas sí.

  ¿En qué falla la razón para ser lógica?

Las respuestas de la gente al experimento de Wason están basadas no en el razonamiento lógico sino en intuiciones de relevancia: le dan la vuelta a las cartas que parecen intuitivamente relevantes

  A primavera vista, las intuiciones parecen ineficientes, pero en realidad suelen basarse en heurísticas –reglas superficiales y simples para la toma de decisiones- que son muy prácticas, mientras que la lógica no lo es tanto, y no lo es porque exige demasiado tiempo y esfuerzo el que no queden cabos sueltos.

La cognición, en sentido amplio, consiste en obtener inferencias sobre la forma en que son las cosas, qué esperar y qué hacer 

Las inferencias (…) son posibles por la existencia de regularidades en el mundo

  Detectar mediante la lógica las regularidades y determinar lo que son las cosas, qué esperar y qué hacer es tremendamente complejo. Los problemas habituales del Homo Sapiens no se dan con el esquematismo de experimentos como el de Wason, y es por eso que el cerebro humano está diseñado para recurrir a la intuición.

Los procesos [intuitivos] son atajos heurísticos que, en las circunstancias ordinarias, llevan al juicio correcto. En las situaciones que no son estándar, sin embargo, producen respuestas erróneas y sesgadas.

   El juicio intuitivo es más rápido, más práctico, más adaptado a nuestra experiencia y situación convencional. En el estilo de vida del Homo Sapiens originario (el cazador-recolector que hemos sido durante la evolución que nos diseñó genéticamente) eran casos excepcionales aquellos en los que la intuición o la heurística resultaban ineficientes. En esos casos excepcionales es cuando tenemos que usar la lógica… y se dan con mucha más frecuencia en nuestra forma de vida civilizada de lo que se daban en la prehistoria.

  Para colmo, cuando pretendemos utilizar la lógica lo que usamos es el razonamiento, que solo formalmente obedece a la lógica, y que, como se expondrá más adelante, puede ver viciados sus argumentos por el sesgo del individuo. Así de complicado es.

   Pero, por otra parte, si no fuera tan complicado el uso lógico del razonamiento… ¿no habría tardado mucho menos la civilización en alcanzar los niveles de avance actuales?

No todo razonamiento es bueno  (…) pero todo razonamiento debería ser y pretende ser lógico. El mal razonamiento es el razonamiento que intenta ser lógico pero no lo logra. 

Evaluar las razones de otros es únicamente relevante para decidir en quién confiar y cómo conseguir coordinación.

   Desarrollar la lógica mediante el razonamiento es difícil. Estamos predispuestos, por el contrario, a defender nuestros intereses, es decir, a emitir juicios sesgados. Para contrarrestar este fenómeno conflictivo –el sesgo, el prejuicio que dificulta la lógica de la razón- la mejor solución suele ser facilitar razonamientos enfrentados lo mejor arbitrados posible…

No negamos que la razón puede traer grandes beneficios intelectuales, como ilustra el caso de la ciencia; al contrario, explicamos cómo lo hace: mediante la interacción con otros.

  La interacción es la que permite desarrollar un razonamiento lógico porque corrige el inevitable sesgo del razonador solitario, es decir, la tendencia a manipular la lógica para favorecer el prejuicio, por muy inteligente que uno sea y muy habituado a usar la lógica que uno esté. Para ilustrar esto, Mercier y Sperber nos dan un magnífico ejemplo. Thomas Jefferson fue uno de los grandes teóricos ilustrados a favor de las libertades individuales. Pero era al mismo tiempo propietario de esclavos… La esclavitud era rechazada intuitivamente por todos los individuos que estaban comprometidos con la libertad. Sin embargo, la actitud de Jefferson al respecto, la actitud de uno de los ilustrados más intelectualmente capacitados, fue la de encontrar justificaciones lógicas (pero sesgadas, afectadas por el prejuicio) a la esclavitud.

Algunos de los contemporáneos de Jefferson encontraron que estaba más allá de su habilidad encontrar una justificación para poseer personas. Washington liberó a sus esclavos y los dotó en su testamento. Franklin los liberó en vida. Parece que uno “no puede encontrar una razón para todo lo que uno quiere hacer” –a menos, quizá, que uno sea tan inteligente como Thomas Jefferson

  Es decir, la capacidad de usar la lógica permitió a Jefferson encontrar argumentos a favor del prejuicio racial. Hoy calificaríamos de “falaz” ese tipo de lógica, pero en el siglo XVIII no era tan fácil como hoy refutar los argumentos raciales (que fueron los que utilizó Jefferson para apoyar sus intereses más egoístas). En cambio, la intuición humanista, de raíz cristiana, lograba mejores resultados que la razón.

  De ahí que los autores de este libro desconfíen de la racionalidad solitaria, al viejo estilo de los filósofos griegos. En su lugar, defienden la confrontación de argumentos y contraargumentos. El mejor razonador solitario, en cualquier caso, sería el que es capaz de adoptar puntos de vista opuestos.

A diferencia de los razonadores típicos, los abogados con frecuencia argumentan posiciones que personalmente no defienden. Su “bando” es el del cliente que los emplea. Encontrar argumentos para una posición que no apoyamos, o incluso con la cual estamos en desacuerdo, es difícil. Exige habilidad y entrenamiento

  El que la razón haya acabado obteniendo los relativos triunfos que a este respecto observamos en la civilización actual se debe principalmente a que se han combinado diversas estrategias de razonamiento lógico.

Cuando el razonador no tiene una clara preconcepción [de las cosas que juzga] el sesgo particular se mantiene al margen y la razón puede ser la guía de la elección del razonador, presumiblemente para mejor. Quizá es a partir de tales casos que han nacido las creencias sobre la eficiencia de la razón en la mente de los filósofos. 

Aprender a razonar es, en buena medida, aprender a anticipar contraargumentos(…) La mejor solución [para aprender a razonar mejor] podría ser exponer a la gente a más contraargumentos –para hacer que la gente argumente más.
 
Los científicos –en el mejor de los casos- parecen estar esforzándose por la verdad, no por la aprobación de una audiencia en particular. Sugerimos que de hecho su razonamiento aún busca argumentos que tratan de convencer, pero que la audiencia que es su objetivo es grande y particularmente exigente. Si alguien halla un contraargumento que convence a la comunidad científica, el argumento del científico es desechado. El científico no puede permitirse apelar a las inclinaciones de un juez o jugar con la ignorancia de la ley de un jurado [como un abogado]. Sus argumentos deben tener por objeto la validez universal –en un universo compuesto por sus pares.

  Y hay otro elemento a tener en cuenta: con independencia de la necesidad que tenemos de convencer a los otros de nuestros puntos de vista, la razón existe porque aparentemente encontramos cierto estímulo psicológico para razonar.

¿Por qué debería ser, para algunas personas al menos, una deseable experiencia el resolver acertijos, pensar sobre paradojas o mirar cómo otras personas argumentan? Aquí, una vez más, son relevantes las consideraciones evolutivas. La operación de muchos mecanismos evolutivos requiere energía, tiempo y esfuerzo para que cumplan su función, pero el beneficio que se alcanza puede no ser percibido por el organismo, o al menos no lo suficiente como para motivar el esfuerzo. El principal beneficio biológico del sexo es la reproducción, pero los animales (incluyendo los seres humanos, durante la mayor parte de su historia) no son conscientes de que el sexo produce descendencia. Los fuertes deseos sexuales y el placer consecuente han evolucionado para motivar a los animales a copular.

  De forma parecida, encontramos placer en argumentar y razonar. Y en salirnos con la nuestra, claro.

  Finalmente, como tantas veces sucede en la evolución, se llega a los grandes descubrimientos haciendo uso de mecanismos evolutivos que surgieron con otro fin. Ya hemos visto que razonamos no para hallar la verdad, sino para convencer a otros… pero esto nos ha permitido, por evolución, desarrollar un creciente racionalismo cada vez más objetivo, más apegado a una lógica imparcial, en el sentido de la buena ciencia moderna. De forma parecida, nuestra capacidad para la cognición nos permite explotar y modificar información para operar con ella en “ámbitos impropios”

Los módulos cognitivos evolucionados están típicamente adaptados para procesar información que pertenece a un ámbito dado y para extraer inferencias específicas de ello. Llamamos a tal ámbito el “ámbito propio” de un módulo cognitivo. En el ámbito propio de un módulo de evitación de las serpientes, por ejemplo, están presentes las serpientes. En el ámbito propio de un módulo de lectura de la mente están los estados mentales de la gente con la cual el individuo está o puede estar interactuando. (…) [Pero en ocasiones] no hay forma de que el entorno actual corresponda exactamente al ámbito propio. Los errores en la detección son inevitables. (…) La no correspondencia entre los ámbitos reales y propios de los módulos son una abundante fuente para el desarrollo de ideas, prácticas y artefactos culturales

    Por ejemplo: instituciones básicas en el desarrollo civilizatorio como la religión y la moralidad han surgido de forzar diversos esquemas cognitivos a ámbitos impropios. La superstición surge de la necesidad de determinar cualquier tipo de relaciones de causa y efecto que tranquilicen nuestra angustia ante lo desconocido. La acumulación de supersticiones fuera de su ámbito propio (los fenómenos inexplicables en el momento que suceden sería el ámbito propio, pero la especulación infinita acerca de causas y efectos imaginarios llevaría la superstición a ámbitos impropios) dio lugar al desarrollo de la magia y más tarde de la religión. El cambio constante del entorno devino en que las religiones se convirtiesen, muy probablemente, en un factor esencial en el desarrollo moral y social. Igualmente, el instinto de vinculación por parentesco llevado a ámbitos impropios ha dado lugar a los sentimientos de hermandad y amor al prójimo entre personas no emparentadas.

  En suma, al desmitificar la razón, comprendemos mejor las posibilidades futuras de esta capacidad…

sábado, 14 de octubre de 2017

“Cultiva la felicidad”, 2013. Rick Hanson

  El psicólogo y terapeuta Rick Hanson ha escrito un libro acerca de ciertas estrategias para promover una vida feliz y armoniosa en el mundo de hoy. Cualquier hallazgo en esta línea siempre será bienvenido.

Este libro es sobre una cosa simple: el poder oculto de las experiencias positivas de cada día para cambiar tu cerebro –y en consecuencia tu vida- para mejor (…) Trata acerca de transformar experiencias en mejoras duraderas en tu red neural

  La antigua sabiduría ya tenía en cuenta algunas de estas estrategias, y ahora se profundiza en ellas gracias, en buena parte, a los descubrimientos de la psicología.

La actividad neuromental repetida deja cambios duraderos en la estructura neural: es lo que se llama la neuroplasticidad dependiente de la experiencia

  “Actividad neuromental” es lo que hacemos simplemente pensando, observando, juzgando, recordando. Pero solemos hacerlo con determinados “estilos de pensamiento”: con pesimismo u optimismo, con desconfianza o benevolencia, con despreocupación, con irritabilidad…   Estos estilos de pensamiento pueden renovarse, innovarse y finalmente perderse por desuso, como sucede con los ejercicios musculares. La experiencia de la repetición frecuente es la que asienta un estilo determinado, mientras que

las conexiones [neurales] menos activas se marchitan en un proceso llamado a veces darwinismo neural: la supervivencia del más atareado

  Uno puede tomar buenas costumbres a partir de experiencias positivas. Pero no siempre tenemos a mano suficientes experiencias positivas, así que lo inteligente es sacar el mayor partido posible a las que tengamos. A veces estarán alejadas en el tiempo y tendremos que recordarlas. Incluso a veces tendremos que recurrir a la imaginación si hemos de inventarlas para disponer de ellas. Pero siempre valdrá la pena.

En esencia lo que harás con las prácticas de este libro es simple: convertir las buenas experiencias de cada día en una buena estructura neural. Más técnicamente: activarás estados mentales y después los instalarás como rasgos neurológicos (…) Al hacer esto, estarás superando el sesgo de negatividad: el cerebro es bueno en aprender de las malas experiencias, pero malo en aprender de las buenas

  Es muy importante tener en cuenta el “sesgo de negatividad”: por instinto de supervivencia tendemos siempre a ponernos en el peor de los casos, a desconfiar y a ponernos a la defensiva… Para conseguir que los demás hagan lo que se les pide o exige, se suele decir que les pueden hacer marchar a palos u ofreciéndoles zanahorias. Ése es el trato que solemos recibir del entorno, social o no (amenaza o incentivo), y se suele opinar que lo primero es lo que más nos afecta…

Desde un punto de vista de la supervivencia, los palos tienen más urgencia e impacto que las zanahorias. Si fallas en conseguir una zanahoria hoy, tendrás otra oportunidad de conseguir otra mañana, pero si fallas en evitar el palo hoy, entonces no habrá nunca más zanahorias (…) [Por eso] reconocemos los rostros furiosos más rápidamente que los felices (…) El sesgo de negatividad se inclina hacia la supervivencia inmediata, pero contra la calidad de vida, las relaciones pacíficas y plenas, y la salud mental y física duraderas. Éste es el sistema por defecto propio del cerebro de la Edad de Piedra

  Pero ya no estamos en la Edad de Piedra. Vivimos en una época de abundancia material gracias a la tecnología. Hay para todos… si nos ponemos de acuerdo en distribuir lo mucho de lo que se dispone, y por eso, hoy en día, el principal obstáculo a la felicidad es nuestro propio comportamiento egoísta, agresivo y desconfiado. Por ello, si nos acostumbráramos a comportarnos de forma benevolente, amable e inteligente, todos nos beneficiaríamos, mientras que en la escasez de la Edad de Piedra el egoísmo y la rapacidad valían mucho más la pena.

  Debido a este sesgo de negatividad con el que hemos nacido, que está en nuestros genes, resulta que “acostumbrarse” a nivel neuromental a la cooperación, la benevolencia, la generosidad y el afecto requiere cierta ejercitación. Puede conseguirse.

La ciencia de la neuroplasticidad dependiente de la experiencia muestra que cada persona tiene el poder de cambiar su cerebro para mejor

  Hay formas sencillas... y también podemos acumularlas y complicarlas para hacerlas más efectivas.

Este libro trata acerca de hacer crecer tus fuerzas internas mediante experiencias positivas, lo que viene a ser “instalar” la felicidad [en nuestras mentes]

Tomando el lado bueno de las cosas, te haces más capaz de afrontar lo malo

Cuando introduces las buenas experiencias en tu cerebro –cuando construyes el sentido de ser apacible, satisfecho y amado- tu bienestar se hace cada vez más incondicional

  Entrenar el cerebro para la felicidad y la bondad. Magnífica idea, no especialmente nueva, pero que ahora queda demostrada mediante experimentos de psicología social. Y si se añaden técnicas organizadas podríamos obtener un mayor rendimiento de tales estrategias.

Con habilidad y esfuerzo, creamos estados mentales benéficos. Cada vez que esto sucede, es bueno en el momento. Sin embargo, en la mayor parte de los casos, no tomamos consistente y sistemáticamente los segundos extra para instalar estas experiencias en el cerebro. 

  Porque el cerebro tiene sus reglas: vivir una experiencia es una cosa, pero almacenarla adecuadamente para que nos sirva a efectos de la “neuroplasticidad” es una cosa diferente.

Para comprender estas ideas (…) las he destilado en cuatro simples pasos (…): tenga una experiencia positiva. Enriquézcala. Absórbala. Enlace el material positivo y negativo de modo que lo positivo alivie,  y entonces reemplace lo negativo 

  Mientras más experiencias positivas tengamos, obviamente mejor. Y cuando las tengamos, sean pocas o muchas, hemos de sacarles el mayor partido.

Enriquecer [una experiencia positiva es] estar con la experiencia positiva de cinco a diez segundos, o más tiempo.(…) Alentar suavemente la experiencia para que sea más intensa. Hallar algo fresco o nuevo sobre ello. Reconocer cómo es de personalmente relevante

  Pequeños trucos que todos podemos relacionar con nuestras vivencias sentimentales…

Recogía un pequeño objeto del jardín y lo ponía en mi bolsillo. Cuando comenzaba a sentir la incómoda ansiedad, sostenía el objeto, recordando cómo me sentía en el jardín.

Puedes también usar tu “cine” interior para imaginar hechos buenos que nunca han sido reales. En el fondo del centro de memoria emocional de tu cerebro, las experiencias imaginadas construyen estructuras neurales mediante mecanismos similares a los que usan las experiencias vividas verdaderas (…) Tú sabes qué es verdad. Tú solo lo sufres menos.

  Los trucos pueden llegar más lejos. Particularmente en el caso de lo que se propone de “enlazar” lo negativo con lo positivo. Veamos un ejemplo:

[Cuando era niño] mi abuela era cruel y [una vez] me había expulsado fuera de la casa y me dijo que las vacas del vecino me iban a comer y otras historias absurdas que me aterrorizaban. Yo mantuve en la mente de forma repetida la experiencia adorable de mis perros saltando sobre mí y lamiéndome con amor incondicional, mientras también recordaba ese momento doloroso con mi abuela. ¡Funcionó! Ahora no puedo pensar en mi abuela sin pensar en mis perros. El viejo recuerdo se difumina reemplazado por alegría y amor. Éste es el cuarto paso de tomar el lado bueno de las cosas: al enlazar lo negativo y lo positivo están inyectando directamente “medicina” a lo que anda mal en tu mente, en la red neural donde están arraigados el dolor y el desasosiego. Este enlace puede parecer exótico o arriesgado pero en realidad es natural (…) Primero, tienes que ser capaz de retener en la mente dos cosas a la vez. Segundo, no te puedes permitir a ti mismo ser dominado por el material negativo. En consecuencia, recomiendo que no uses este método para el agujero negro central del trauma (…). Tercero, necesitas mantener el material positivo como más prominente. De lo contrario podrías ser sometido por la negatividad.

  Alguien podrá preguntarse si estas estrategias son tan efectivas como el autor –un terapeuta- presume. Bueno, tal vez no funcionen siempre, ni de la misma manera ni a todo el mundo por igual, pero nos aportan ideas y parecen prometedoras. El que tenga una idea mejor, que la proponga… La propuesta de Hanson, de “cultivar lo bueno” o “la felicidad” resulta comprensible, da mucho de sí…y no olvidemos que va en el mismo sentido que la conocida terapia cognitivo-conductual.

Muchos estudios demuestran los beneficios de la terapia cognitiva centrada en el cambio de pensamientos para mejor.

  De lo que se trata, en suma, es de asumir que podemos participar en nuestra propia transformación de la personalidad. Siempre existirán pautas innatas insuperables, pero haciendo uso de buenas estrategias, de un entorno que podamos modificar y del apoyo de nuestros semejantes es razonable esperar que obtengamos buenos resultados.

Cada uno de los sistemas operativos de tu cerebro tiene esencialmente dos modos: de respuesta y reactivo (…) Cuando te sientes satisfecho, tu sistema de recompensas por aproximación cambia a su modo de respuesta, con sentimientos tales como gratitud, alegría, satisfacción y contento.  (…) En el modo de respuesta, te enfrentas a los desafíos sin que causen estrés. (…) [Por el contrario] el modo reactivo asume que hay exigencias urgentes, así que no se preocupa por tus necesidades a largo plazo. (…) Los recursos del cuerpo [se lanzan mediante] la adrenalina y el cortisol a través de la sangre, y el miedo, la frustración y la ira inundan tu cerebro (…)  Estas dos maneras en las cuales opera el cerebro, de respuesta y reactivo (…) son el fundamento de la naturaleza humana

  Conocer estas pautas generales de la conducta –ya vimos antes el sesgo de negatividad- nos ayuda a prevenir actuaciones propias que más adelante habríamos de ver como inadecuadas. El modo de respuesta en general supone una buena actitud a cultivar, tanto como la construcción de “cultivar lo bueno” o como el tener en cuenta la existencia muy prosocial de la alegría altruista

Alegría altruista, la felicidad por la buena fortuna de otros

  O la distinción importante entre deseos y pulsiones

La gente puede (…) querer desear algo sin que le guste, como los que he visto manejando la máquina tragaperras una y otra vez en el casino sin que parezca que se preocupen si da resultado o no. 

  Es posible, por tanto, utilizar la razón para cultivar los mejores sentimientos y la mejor conducta. Lo mejor para uno mismo y para otros. Que se quede esto en la terapia psicológica de consumo o podamos hacer uso de ello más allá, un poco al estilo de las viejas religiones moralistas, dependerá de muchos factores en el futuro. Y el principal de esos factores es el conocimiento objetivo.