sábado, 5 de septiembre de 2020

“La historia olvidada del liberalismo”, 2018. Helena Rosenblatt

  La profesora Helena Rosenblatt ha escrito un libro de historia sobre el “liberalismo” que contiene reflexiones críticas sobre la evolución social y moral de nuestra civilización. En general, hoy concebimos el liberalismo como la formulación política de los ideales humanitarios de la Ilustración. Incluso si no creemos mucho en las soluciones políticas, no cabe duda de que ésta refleja la visión de las relaciones humanas en una época determinada.

Todo el mundo convendrá en que el liberalismo tiene que ver principalmente con la protección de los derechos y los intereses individuales, y que los gobiernos están ahí para protegerlos. Los individuos deberían disponer de la máxima libertad para poder tomar sus propias decisiones en la vida y obrar como deseen. (Capítulo 1)

  En el caso del concepto de “liberalismo”, su origen se encuentra en el pensamiento de los primeros filósofos de la Antigüedad

Cicerón (106-43 a.C.) (…) escribió con elocuencia sobre la importancia de ser liberal. La palabra deriva del término latino liber, que significa tanto «libre» como «generoso», y liberalis, «propio de una persona nacida libre». (…) En la antigua Roma ser libre significaba ser un ciudadano y no un esclavo. Quería decir estar libre de la voluntad arbitraria de un amo o de la dominación de cualquier hombre. (…) Los antiguos romanos pensaban que para ser libre se requería (…) que los ciudadanos practicaran la liberalitas, esto es, que tuvieran una manera noble y generosa de pensar y tratar a los conciudadanos. Lo contrario era el egoísmo, o lo que los romanos llamaban «servilismo», un modo de pensar o actuar que solo se tiene en cuenta a uno mismo, sus beneficios y sus placeres.  (Capítulo 1)

  Fijémonos bien: “liberal” es la cualidad moral propia del hombre libre, del que no es esclavo. Porque el esclavo es egoísta, rapaz, ruin e infame (“servilismo”). Por eso es esclavo; porque se lo merece por sus defectos morales.

   O, visto desde otra perspectiva: la condición de esclavo incapacita psicológicamente a la persona para comportarse según la virtud, dado el embrutecimiento traumático del que es víctima en tanto que esclavo. Solo debe ser libre aquel que moralmente está cualificado para serlo.

Esclarezco lo que considero un hecho crucial que la historia ha olvidado. En el fondo, la mayoría de los liberales eran moralistas. (…) Nunca hablaban de los derechos sin hacer hincapié en los deberes. La mayoría de los liberales creía que las personas tenían derechos porque tenían deberes, y la mayoría de ellos estaban profundamente interesados en las cuestiones relacionadas con la justicia social. (…) Los liberales defendían sin cesar la generosidad, la rectitud moral y los valores cívicos. Naturalmente, esto no significa que siempre practicaran lo que predicaban o actuaran conforme a sus valores. (Introducción)

  Por lo tanto, lo que hoy concebimos como una ideología política individualista y más bien egoísta tiene su origen en el autocontrol moral.

La liberalitas era el «vínculo de la sociedad humana». El egoísmo no solo era repugnante moralmente, sino también destructivo socialmente. (…) Los hombres libres tenían el deber moral de comportarse con liberalidad los unos con otros. (Capítulo 1)

   ¿Qué sucede al estallar las revoluciones sociales y políticas inspiradas por la Ilustración a finales del siglo XVIII, en Estados Unidos y Francia?

Al principio, algunos revolucionarios habían creído ingenuamente que el derrocamiento del antiguo régimen desencadenaría espontáneamente una regeneración moral. Según su razonamiento, la humanidad, una vez liberada de los grilletes de la monarquía, la aristocracia y la Iglesia católica, volvería a su estado de bondad natural. Sin embargo, y para su consternación, parecía haber ocurrido lo contrario. La revolución había desatado pasiones terribles, de modo que la moral pública parecía ser peor, no mejor. (Capítulo 2)

  El “liberalismo” político contemporáneo es en cierto modo una contestación a los excesos de la Revolución Francesa. Mientras que los anglosajones habían logrado preparar el terreno para la convivencia en libertad, ¿por qué habían tenido menos éxito los ilustrados de Francia? Quizá porque los primeros se habían anticipado en la formación “liberal”; en la formación moral y ciudadana.

El Oxford English Dictionary documenta que en 1772 la palabra «liberal» había pasado a significar «libre de sesgos, prejuicios o intolerancia; de mente abierta, tolerante». (Capítulo 1)

Locke convertía la tolerancia en un deber cristiano. (…) Locke amplió mucho el mandato de ser liberal, al menos para su época. Incluía a todas las sectas protestantes e incluso a los paganos, los musulmanes y los judíos. (Capítulo 1)

Las biblias protestantes ayudaron a difundir la idea de que la liberalidad no era solo un valor principesco o aristocrático, sino también un imperativo cristiano universal. (Capítulo 1)

   Los excesos del Terror llevaron a que los ilustrados franceses se plantearan la reforma moral previa de los ciudadanos que habrían de vivir en libertad.

Los ciudadanos no nacían, se hacían. Cicerón afirmaba con frecuencia que las artes liberales debían enseñar humanitas, una actitud humana hacia los conciudadanos. El historiador griego y ciudadano romano Plutarco (46-120) escribió que una educación liberal daba sustento a una mente noble y conducía al perfeccionamiento moral, la actitud desinteresada y el civismo de los gobernantes. En otras palabras, era esencial para inculcar la liberalidad. (Capítulo 1)

   De modo que a primeros del siglo XIX se hacían públicas opiniones acerca de cómo alcanzar la mejora moral para sacar adelante los proyectos políticos avanzados. No bastaba solo con darse leyes más justas.

La promoción de la moral estaba vinculada a la religión; todo el mundo lo sabía (Capítulo 2)

Lo que Francia necesitaba no era el catolicismo (…) sino una religión ilustrada que fomentara las cualidades de espíritu y el carácter necesarios para ser un buen ciudadano. (Capítulo 2)

  Entonces, algunas piezas encajan: la libertad -sin duda el mayor bien para el individuo- no puede existir sin una formación moral que impida que tal individuo se comporte de forma egoísta. Ése es el motivo por el que muchos liberales, en un principio, no eran demócratas.

El talante liberal se combinaba a menudo con la condescendencia, cuando no con el menosprecio absoluto, hacia los pobres. (…) Las clases más bajas eran incapaces de practicar la liberalidad, mientras que la generosidad, los sentimientos elevados y la sensibilidad hacia los infortunados eran rasgos de la nobleza.[siglo XVIII] (Capítulo 1)

  Es una actitud similar a la del desprecio del ciudadano romano por los esclavos. En buena parte por esto el sufragio censitario se mantendría hasta primeros del siglo XX. No se trataba solo de beneficiar a los privilegiados por miedo a que un reparto de la riqueza los privara de su ostentoso estilo de vida: existía también el razonable temor de que las masas embrutecidas desataran su resentimiento en venganzas.

Para la mayoría de las personas de la época, la «democracia» era sinónimo de anarquía o gobierno de la muchedumbre (Capítulo 1)

Ser liberal no era lo mismo que ser demócrata. Estamos tan acostumbrados a oír hablar de la «democracia liberal», que es fácil mezclar estos dos términos. Sin embargo, durante este período inicial en que el liberalismo aún estaba naciendo, los principios liberales y los democráticos solían oponerse entre sí. (…)Se defendía así «el gobierno de los mejores», que no debía confundirse con la democracia.  (Capítulo 2)

Para que la democracia fuera segura, era necesario educar y moralizar a la población. (Capítulo 5)

  Preciso es puntualizar que los auténticos liberales no eran hipócritas. Por eso, la idea del liberalismo del “laissez-faire” aparece mucho más tarde y siempre encontrará resistencia entre los mismos liberales

Los primeros liberales no eran inflexibles con respecto al laissez-faire. No hacían hincapié en los derechos de propiedad ni celebraban las virtudes del interés personal sin restricciones. No existía lo que actualmente se denomina liberalismo «clásico» u «ortodoxo». (Capítulo 2)

Para los liberales del siglo XIX, ser liberal significaba sobre todo creer en un proyecto ético. Implicaba suscribir un ideal moral que se remontaba a siglos. (Capítulo 3)

La mayoría de las personas comprendía ahora que el Estado estaba obligado moralmente a intervenir en favor de los desamparados y los oprimidos. Tenía fines más nobles que perseguir que la mera creación de riqueza material. La mejora de la «inteligencia y felicidad» de los ciudadanos era mucho más importante. Esto era lo que diferenciaba a la civilización de la barbarie. (Capítulo 7)

A finales del siglo XIX, las ideas alemanas en materia de economía política hicieron que el liberalismo se dividiera en dos corrientes, una a favor del laissez-faire y otra de la intervención estatal. Ambas se llamaban a sí mismas liberales. (Capítulo 7)

  Estos criterios humanitarios son los mismos que rigen la moralidad universal actual (los Derechos Humanos según las Naciones Unidas). Les llevó tiempo triunfar, pero a finales del siglo XIX ya estaban consolidados. Los liberales defendían el intervencionismo estatal en la economía para beneficiar a los menos privilegiados… y los socialistas eran comprensivos con las dificultades para alcanzar el ideal igualitario.

Los socialistas de finales del siglo XIX no abogaban necesariamente por la revolución o la abolición del capitalismo. El primer partido socialista de Francia, la Federación de Trabajadores Socialistas de Francia, fundado en 1879, defendía las reformas graduales aprobadas por el Parlamento. En Alemania, el éxito electoral de su partido también hizo que muchos socialdemócratas creyeran que se podía alcanzar el socialismo con la legislación y las reformas pacíficas. (Capítulo 7)

  Lo que lleva a mucha gente a pensar que, tal vez, sin la catástrofe de la primera guerra mundial en 1914 (causada, sobre todo, por el nacionalismo), la sociedad hubiera continuado el progreso económico, tecnológico, social y moral, sin necesidad de pasar por las terribles experiencias totalitarias de los fascismos y marxismos. Nunca sabremos si hubiera podido ser así.

   Como conclusión de la lectura de este libro de historia y pensamiento, tenemos que lo “liberal”-liberalismo- o lo “social” –socialismo- son manifestaciones políticas del cambio humanista que quizá supongan una mera consecuencia de la evolución moral previa. Sin embargo, tampoco podemos olvidar que en tiempos de Cicerón la tecnología no permitía tanta producción de riqueza como en el siglo XVIII –primera revolución industrial-; con menos riqueza a compartir se hace difícil mejorar la condición de los más humildes.

Creían que la posesión de propiedades era necesaria para que uno dispusiera de independencia y tiempo, indispensables para adquirir los conocimientos y el carácter que se requerían para tomar decisiones políticas fundamentadas. [Benjamin Constant, siglo XIX] (Capítulo 2)

  Cicerón o Plutarco implícitamente consideran que la formación humanista –un auténtico adiestramiento moral de la conducta- requiere medios de los que un esclavo no puede disponer. El esclavo no es digno de la libertad porque no puede formarse como “liberal”. Y en los tiempos de la Ilustración este punto de vista no había cambiado mucho.

Desde un principio, a los liberales les preocupaba la «incapacidad» de las masas, a las que consideraban irracionales, proclives al comportamiento violento e inconscientes de sus propios intereses. (Capítulo 1)

   Quizá el éxito del cristianismo fue crear una doctrina moral accesible a las masas, incluso para los esclavos, que, gradualmente, las preparó para gobernarse a sí mismas. Eso, y el incremento de la riqueza, permitirían, paso a paso, que el ideal de la libertad individualista y a la vez autorresponsable, fuera abriéndose camino hasta hoy.

Lectura de “La historia olvidada del liberalismo” en Editorial Planeta S.A., 2020; traducción de Yolanda Fontal Rueda

2 comentarios:

  1. Hola Idea21, esta reseña me ha servido mucho como lección de historia, y me deja tareas pendientes. Cada movimiento social, económico, político, y hasta religioso, debería buscar y luchar para que todos los individuos dispongan de una digna libertad para que puedan tomar sus propias decisiones, y vivir más allá de los prejuicios, y de las intolerancias. Una libertad digna basada en la moralidad, en los derechos y en los deberes: y sobre en la que sea posible una justicia social y equitativa. Gracias nuevamente por esta reseña. L.

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    1. Hola, Leandro.

      A mí elaborar esta reseña me ha hecho reflexionar sobre la contradicción entre libertad individual y bien común, algo que es precisamente la razón de ser de la moralidad.

      Para los rousseaunianos, el ser humano integral desea verse libre de la tiranía para vivir espontáneamente y armoniosamente en comunidad. Pero ya los clásicos señalan que solo las personas moralmente elevadas son dignas -y capaces- de ser libres.

      Lo que se me ocurre es que, si admitimos que en efecto existe el "desarrollo moral" y que es éste el que nos permite vivir en libertad sin que esto lleve al conflicto de intereses egoístas, la conclusión no es que nuestro objetivo ha de ser alcanzar gobiernos democráticos, sino que debemos persistir en el desarrollo moral que puede llevarnos más allá incluso de la coerción política de los gobiernos (democráticos o no).

      Es realista considerar que, si admitimos tal maleabilidad de la psicología humana, ése es nuestro auténtico camino a seguir, y no simplemente tener gobiernos menos tiránicos. Mejor que los "derechos y deberes" es la capacidad humana para vivir en armonía sin coerción.

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