Este libro es básicamente un manual actualizado para estudiantes que se inician en la antropología. Está bastante centrado en una de las sociedades liberales más avanzadas, como es Canadá, caracterizada también por la convivencia entre diferentes culturas. Y parece bastante representativo de la concepción convencional de la antropología. Sus autores, William Haviland, Liam Kilmurray, Shirley Fedorak y Richard B. Lee son prestigiosos docentes, y Lee, en particular, ganó cierta celebridad por sus estudios sobre el pueblo kung.
La antropología estudia las culturas.
Cultura (…) consiste en los valores, creencias y percepciones abstractas del mundo que están detrás de la conducta de la gente que se refleja en ese comportamiento (p. 29)
Y aquí tenemos ya una observación que merece ser destacada: en lugar de una heterónoma definición de la antropología como amalgama de peculiaridades sociales –sobre todo, las tradicionales- se enfoca la antropología cultural como la percepción abstracta del mundo. Es decir, la cultura implica que la vivencia de tal percepción compone el ethos de cada individuo y esto tiene, a su vez, implicaciones directas para el intento de desarrollar relaciones sociales en armonía.
Los controles sociales pueden ser interiorizados –construidos dentro de los individuos- o externalizados en forma de sanciones. Los controles construidos dentro del individuo descansan en disuasores como la vergüenza personal y el miedo al castigo sobrenatural (p. 243)
Una sociedad en la cual el control social quede por completo interiorizado sería una sociedad ideal, no conflictiva. Y, al fin y al cabo, no todo es “vergüenza” y “miedo” en los controles sociales que se interiorizan: todos contamos con una conciencia de lo que es bueno o malo en base a nuestras afinidades que no siempre nos hacen sentir violentados. Considerando estas posibilidades, la esperanza en el futuro es razonable.
¿Qué pueden decirnos los antropólogos sobre el futuro de las culturas?(…) Con su perspectiva holística los antropólogos son especialistas en ver cómo las partes encajan en un conjunto mayor. Con su perspectiva evolutiva, pueden ver tendencias a corto plazo en expectativas a largo plazo (p. 363)
Naturalmente, un manual de enseñanza de antropología no puede apostar por una posibilidad futura en concreto.
Si la humanidad tiene un futuro, las culturas humanas tendrán que hallar soluciones a los problemas que plantean la creciente disparidad global de riqueza y poder, el agotamiento de suministros de combustibles fósiles, la contaminación y el calentamiento global, y una creciente cultura de la insatisfacción (p. 351)
La idea del futuro, por tanto, la vemos aquí en relación con la concepción actual de las problemáticas y no tanto en referencia abstracta a la condición humana. No se menciona la posibilidad del control de la agresión ni del sentido de la civilización.
El mayor peligro al que nos enfrentamos es la apatía –una tendencia humana a pretender que nada está mal, que alguien acabará arreglándolo todo o, incluso peor, que no hay nada que podamos hacer. Tanto si nos centramos en cuestiones del medio ambiente, los derechos humanos o la correcta distribución de los recursos económicos, cada uno de nosotros puede marcar la diferencia (p. 374)
Lo convencional no tiene por qué tener sentido desde un punto de vista antropológico. Para quienes son conscientes de los cambios espectaculares en la forma de vida del ser humano en diferentes épocas y en diferentes territorios, está claro que cualquier cosa puede esperarnos en el futuro.
La cultura es el medio por el cual la especie humana resuelve los problemas de la existencia (p. 352)
¿Cuál es el principal problema de la existencia humana? Desde luego no lo son los combustibles fósiles ni tampoco los derechos humanos, que forman parte del “derecho negativo”, algo muy diferente a los mecanismos de interiorización que hemos visto.
Para Freud estaba claro: la civilización es el control del instinto. Lo que era bueno para el ser humano prehistórico, cuyo comportamiento se basaba en su instinto, no parece bueno para el hombre civilizado. Si tenemos conceptos como “derechos humanos” estamos presuponiendo un valor del individuo que va más allá de la supervivencia de la especie y la competencia entre intereses particulares. La antropología, tal como nos la retrata este libro al tanto de los últimos descubrimientos, no encuentra reglas fijas para la familia (incesto, homosexualidad), ni para la economía, ni tampoco racionalidad en el nacionalismo, la confusión lingüística o las supersticiones mágicas o religiosas.
Una antropóloga ha hallado que, en una muestra de 129 sociedades, solo 57 tienen reglas específicas contra el incesto padre-hijo o entre hermanos (no hay nada, pues, en cuanto a la [supuesta] universalidad del tabú del incesto). Dos veces ese número, 114, tienen reglas explícitas para controlar la actividad entre primos, cuñados o ambos. (p. 158)
Los etero de Nueva Guinea prefieren las relaciones homosexuales porque creen que el sexo entre varones y mujeres debilita al varón y debería suceder solo por razones reproductivas (p. 151)
Siempre existe el riesgo de que las creencias actuales en la diversidad supongan un sesgo a la hora de observar las diversas culturas del mundo. En la cuestión del incesto, por ejemplo, sorprende que en este libro no se mencione a Westermarck (ni siquiera para refutarlo) y, en general, no se mencionan las sorprendentes coincidencias entre las civilizaciones precolombinas y las del resto del mundo que se desarrollaron sin conexión mutua entre ellas.
Por otra parte, se realizan observaciones sociales críticas. ¿Existió alguna vez una sociedad urbanizada igualitaria?
Es notable que en Çatal Huyuk no hay obvios edificios públicos y no hay casas con rasgos distintivos (p. 199)
Y no se olvida la descripción de la violencia estructural o “sistémica”, algo desconocido para el hombre prehistórico… y prácticamente inevitable para el hombre civilizado.
Violencia estructural [es] la difundida práctica en muchas sociedades de infligir daño a sectores subordinados de la sociedad por medios indirectos –tales como peores viviendas, escolarización o cuidados médicos- más que mediante el ejercicio directo de fuerza y coerción (p. 266)
¿Algo fue mal en el desarrollo de las civilizaciones? ¿Se perdió el sentido de comunidad? ¿O tal vez la “violencia estructural” no es otra cosa que la agresividad propia de los mamíferos sociales, adaptada a la realidad humana de las primeras civilizaciones?
A la violencia sistémica se suman otras concepciones agresivas en las relaciones humanas.
Reciprocidad negativa [es] una forma de intercambio en la que cada uno trata de conseguir lo mejor del intercambio (…) La forma más extrema de reciprocidad negativa es tomar algo por la fuerza (p. 132)
Y, finalmente, la concepción de la religión ya no se construye en base a su posible funcionalidad social, sino que se centra en la manifestación de la presencia de lo sobrenatural. A diferencia de los esfuerzos de los antropólogos clásicos, aquí no se hace distinción entre “magia” y “religión”.
La religión implica varios rituales –oraciones, canciones, danzas, ofrecimientos y sacrificios- que la gente usa en la esperanza de ganar la asistencia de seres y poderes sobrenaturales (p. 271)
Los antropólogos ya no distinguen entre magia y religión. Lejos de estar separadas, las prácticas mágicas con frecuencia son parte de los rituales religiosos, y ambos, magia y religión, tratan directamente con lo sobrenatural (p. 288)
No se contempla el caso de las religiones ateas como el budismo ni tampoco el uso que una humanidad más desarrollada pueda hacer de los elementos positivos de la religión a nivel sociológico (¿interiorización de principios morales mediante estrategias simbólicas de gran efecto emocional?).
En general, tenemos una concepción de la antropología muy vinculada a las creencias actuales de libertad, diversidad, justicia social y respeto al medio ambiente. Se manifiestan dudas acerca del progreso de la civilización y aparece cierta vaga esperanza de que la sencillez de las sociedades más armoniosas del pasado encuentre eco en las tendencias sociales actuales más tolerantes.
Lectura de “Cultural Anthropology” en “Nelson Education” 2013 (versión digital); traducción de idea21
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