miércoles, 25 de septiembre de 2024

“Un simio mejor”, 2022. Kumar y Campbell

    Cada tanto se publican libros muy bien documentados con información procedente de las ciencias sociales (psicología evolutiva, antropología, sociología, ética…) acerca de la naturaleza humana. Aunque no todos son igual de buenos, todos son útiles para ayudarnos a cuestionar cómo afrontamos la fastidiosa contradicción entre nuestra necesidad de cooperar eficientemente y nuestras individualistas tendencias agresivas y egoístas.

  Este libro, obra de los filósofos Victor Kumar y Richmond Campbell, empieza, como es habitual, por las peculiaridades conductuales de tipo social del simio (o hominino) Homo sapiens con respecto a los otros animales similares (similares hasta cierto punto, pero de especies diferentes) que, sin embargo, no lograron salir de las selvas que aún habitan.

La sociabilidad compleja fue posible solo porque los humanos tenían sentimientos y pensamientos morales que estabilizaron las relaciones sociales dentro de sus comunidades (Introducción)

Emociones, normas y razonamiento son tres núcleos diferenciados de moralidad. Cada núcleo, complejo en sí mismo, proporciona capacidades para el pensamiento y motivación para el comportamiento moral (Introducción)

El conocimiento basado en el razonamiento parece único a los humanos (Capítulo 5)

  Sociabilidad compleja que nos ha permitido construir grandes núcleos de población económicamente eficientes que han superado con mucho los de las hormigas, las abejas y otros insectos sociales.

La autodomesticación favoreció cerebros preparados para sentir emociones morales y adaptados para aprender a interiorizar normas heredadas culturalmente (…) Mediante la larga evolución gen-cultura, cambiamos nuestra propia biología moral (Introducción)

  Autodomesticación y coevolución gen-cultura parecen haber sido los dos mecanismos utilizados por nuestra especie para salir adelante del difícil reto de desarrollar una eficiente cooperación social pese al incremento de la subjetividad individual propia de una mayor inteligencia. En la autodomesticación, los miembros del grupo social van eliminando –por presiones culturales- a los individuos conflictivos –egoístas, violentos- de modo que los rasgos de comportamiento hereditario –genética- se van pareciendo cada vez más al ideal armonioso que la cultura diseña. 

  Por ejemplo: la cultura puede implicar una mitología acerca de que en tiempos de los dioses los individuos vivían en armonía. El que contradice ese ideal con su conducta, va contra los intereses de todos. Los cambios culturales van corrigiendo la herencia genética.

  En coevolución gen-cultura, un hábito cultural -por ejemplo, criar ganado para tener carne- acaba favoreciendo un cambio genético, como se ve en el efecto Baldwin aplicado al caso de la tolerancia a la lactosa. El comportamiento moral también se ve seleccionado de esta forma, pues los individuos más afines a la sociabilidad compleja cuentan con ventajas para sobrevivir y propagar sus genes.

   El resultado favorece, en conjunto, la prosocialidad: más cooperación como resultado de una mayor confianza y una menor agresión dentro del grupo social.  El grupo se hace inclusivo -mejor integrado- y más igualitario -disminuye la lucha constante por la supremacía, propia de los chimpancés, por ejemplo-.

Cuando la gente forma creencias exactas sobre el mundo que los rodea y aquellos que lo habitan, tienden a reevaluar sus sentimientos y normas morales de forma que los lleva racionalmente hacia una mayor inclusividad e igualdad (Capítulo 8)

  Pero esto habría tenido éxito solo hasta cierto punto, claro está.

A pesar de la importancia de la reciprocidad y la igualdad en la moralidad, los humanos nunca perdieron sus relaciones de tipo simio de dominio físico y sumisión (Capítulo 7)

  Es decir, el proceso evolutivo gen-cultura, con su función de autodomesticación, ha tenido límites. Los ideales de reciprocidad e igualdad nunca se han realizado del todo ¿por qué? Bueno, primero de todo, porque llevar a cabo lo difícil nunca ha sido fácil, pero también porque la agresividad y la ambición personal cuentan con aspectos positivos para el desarrollo económico que acaban beneficiando a todos.

  Es el caso de las jerarquías y sus inevitables clases sociales.

La gente en roles de tomar decisiones dentro de varias instituciones sociales están segregadas de los pobres, tanto en el espacio físico como en los roles sociales. En consecuencia, tienden a modificar las instituciones de forma que continúe la desventaja sistemática de los pobres. Esto a su vez refuerza la segregación en todas sus formas, lo cual refuerza la ideología clasista, lo que lleva a la evolución de las instituciones que son todavía menos igualitarias. Un bucle irracional se desarrolla debido a la coevolución entre la ignorancia, las actitudes inmorales y la estructura social segregacionista. Es lo inverso del bucle racional que es responsable del progreso moral (Capítulo 10)

  Esta parece la conclusión de los autores, pero se parece bastante a la teoría de la lucha de clases (llámesele marxista, socialista o rousseauniana): cambiemos el instrumento político de la toma de decisiones y éstas serán acordes con los ideales de igualdad y reciprocidad.

  Hay que considerar, sin embargo, que ese instrumento político –la sociedad clasista- no ha surgido de la nada, sino que tuvo como origen una necesidad social a partir del neolítico, cuando el aumento de población requirió una nueva organización del trabajo en común más allá de los ¿felices? tiempos de la caza y recolección en pequeñas bandas –no muy diferente del estilo de vida actual de los chimpancés-. Había que conseguir más comida y había que defender la cosecha del saqueo por parte de otros grupos de Homo.

Tras la aparición de la agricultura y la urbanización, los humanos emprendieron un retorno a una jerarquía social persistente, familiar entre la especie de los grandes simios (Capítulo 8)

  ¿Por qué el retorno a la jerarquía, después de que precisamente los Homo sapiens se diferenciasen de los chimpancés por ser más igualitarios y no vivir dependiendo de las luchas por la supremacía entre los aspirantes a macho alfa?

Las instituciones sociales dependían de elaboradas divisiones del trabajo coordinadas por estructuras de autoridad jerárquicas. En el pasado estas estructuras aumentaron nuestra capacidad colectiva para sobrevivir. Por desgracia, aquellos que estaban en posiciones de poder utilizaron estas estructuras también para su propia ventaja, creando divisiones sociales injustas que persisten hasta este día y ponen una amenaza a la supervivencia colectiva (Conclusión)

  La jerarquía era útil para coordinar el trabajo en común, sobre todo una vez que la necesidad económica enseñó la importancia de la división del trabajo –braceros, capataces, ganaderos, herreros, queseros, constructores…-. De ahí la necesidad de las instituciones.

Las instituciones familiares amplificaron los sentimientos de lealtad y las normas de parentesco e introdujeron una nueva categoría de normas de autoridad entre hombres y mujeres. Las instituciones religiosas promovieron aplicaciones más inclusivas de emociones y normas morales mientras que también ayudaron a construir normas de pureza que designaron algunas actividades e individuos como impuros. Las instituciones militares regimentaron antiguas normas de reciprocidad y nuevas normas de autoridad para una violencia intergrupal más efectiva (Capítulo 7)

  En el neolítico surgieron sociedades civilizadas complejas organizadas por instituciones que dieron cauce a las emociones morales ya existentes. La población siguió aumentando y la humanidad consolidó su poder absoluto sobre el planeta. Pero desde nuestro punto de vista actual todo parece acabar en un fracaso.

  Para los autores, el previsible desastre medioambiental representa este fracaso de forma evidente, pero otros podrían verlo aún más evidente en la enorme desigualdad  económica que persiste: mientras que se han creado cantidades enormes de riqueza –por el gran aumento de la productividad del trabajo-, cientos de millones de seres humanos siguen viviendo en la precariedad. ¿Cómo es que no se ha logrado perfeccionar la moralidad cuando se han alcanzado tales hitos en la erudición y la tecnología?

  Quizá el desarrollo cultural, del que depende el desarrollo moral, requiere de condiciones especiales aún no alcanzadas.

El núcleo de las emociones morales permitía [en la prehistoria] el antagonismo entre grupos y la subordinación de las mujeres ya que la moralidad era hasta cierto grado exclusiva y desigual (…) Las emociones morales eran favorecidas por la selección natural porque capacitaban la cooperación –pero solo entre un número limitado de individuos- (…) Sin embargo (…) las emociones morales son plásticas (Capítulo 2)

   La necesidad del antagonismo entre grupos está determinada por la escasez de recursos económicos. Nadie podía haber previsto la abundancia de recursos que surge con el gran desarrollo de las civilizaciones. ¿Qué sentido tiene entonces una moralidad exclusiva y desigual?  Si de verdad la moralidad es plástica, éste sería el momento de desarrollarla hasta sus últimas consecuencias en un sentido igualitario e inclusivo. 

   La realidad es que la plasticidad moral requiere de estrategias especiales. Algunas han sido efectivas en algunos campos, mientras otras no se han intentado aún siquiera. A día de hoy, las culturas más avanzadas –las que han derivado del cristianismo reformado y la Ilustración- parecen apostar por la educación académica y el reformismo político de tipo democrático. Para muchos, este proceso lleva ya demasiados decenios estancado, a pesar de que el desarrollo económico –consecuencia de la tecnología- sigue produciéndose.

  Si bien los autores del libro parecen un tanto conservadores en cuanto a nuevas estrategias morales, al mismo tiempo nos documentan bien acerca de cómo funcionan éstas. Por ejemplo, cuando mencionan la “empatía profunda”.

Los humanos son los únicos que poseen empatía profunda. Esto es, están preparados para emprender un proyecto conjunto porque otros comparten la misma meta. La empatía profunda es una adaptación afectiva y cognitiva vital (…) La empatía profunda y el razonamiento social capacitaban la cooperación para el momento y el aprendizaje social acumulativo para el futuro (Capítulo 5)

  Tales capacidades siguen siendo útiles, pero la visión del futuro y la elaboración de proyectos no pueden sino depender de los datos reales del entorno, ¿y son los mismos hoy que cuando se elaboraron las concepciones aún vigentes sobre respeto a las tradiciones, individualismo competitivo o nacionalismo?

Típicamente, el progreso moral a gran escala comienza con experimentos de vida a pequeña escala. En lugar de intentar rediseñar la cultura de una sociedad en su conjunto, los pequeños grupos de gente usan el razonamiento moral para rediseñar la subcultura de sus tribus locales (Capítulo 9)

  ¿Y por qué no hacer entonces un uso moderno y acorde con el racionalismo ilustrado de la antigua y efectiva estrategia del monasticismo -experimentos de vida a pequeña escala-, es decir, el “cultivo” controlado de nuevas fórmulas morales de vida social?  

  Las vías al progreso moral se basan en el desarrollo de pautas como el razonamiento moral (que incluye el adoptar las perspectivas de otros y reflexionar sobre causas y consecuencias), la empatía, el cultivo del conocimiento y la interiorización de las normas morales (como sucede en el ámbito de lo “sagrado”, en el que las normas culturalmente elaboradas funcionan como instintos, sin necesidad de imponerse por coacción legal).

La clave para el progreso moral futuro es promover el pensamiento moral racional y también cultivar las condiciones culturales bajo las cuales tal pensamiento puede promover más evolución cultural: el cambio moral racional se alimenta a sí mismo (Capítulo 8)

Para expandir de forma fiable y durable los círculos morales, los humanos deben cultivar la simpatía por las víctimas de la exclusión y comprometerse en razonamientos que señalen una similitud fundamental entre los de dentro y los de fuera (Capítulo 9)

  Hay, por lo tanto, un gran campo libre para el progreso moral, pero quizá sea una buena idea intentar sacarlo adelante en experimentos de vida a pequeña escala a la vista de que siempre nos vamos a ver enfrentados al mundo de lo convencional. Propiamente, una moral más prosocial, plenamente altruista, ya no requerirá mucho de las instituciones.  

Lectura de “A Better Ape” en Oxford University Press 2022; traducción de idea21

No hay comentarios:

Publicar un comentario