sábado, 25 de diciembre de 2021

“El desencantamiento del mundo”, 1985. Marcel Gauchet

   El libro del erudito Marcel Gauchet está escrito en un difícil estilo filosófico que lo aleja un tanto de sus contenidos que hacen constante referencia a la antropología y la sociología. Por otra parte, la especulación filosófica se hace inevitable desde el momento en que no contamos con suficientes datos contrastados para establecer perspectivas inequívocas en el ámbito de la ciencia social acerca del proceso de “desencantamiento del mundo” –abandono de la religión- que aquí se presenta, y que equivale, sin duda, a una explicación general de la condición social humana en su etapa histórica y una indicación probable de cuál será en su futuro.

  El tema central, el paradigma explicativo, es la evolución de la religiosidad.

¿Existe algo así como una función religiosa, subdivisión de la función simbólica, que organice junto a la palabra y al utensilio nuestra relación con la realidad y que constituya al rodeo por lo invisible en eje de la acción humana? ¿Hay un vínculo consustancial entre dimensión religiosa y hecho social tal que la alteridad sagrada proporcione al grupo el medio de fundarse, o bien que exprese e instituya a la vez la superioridad esencial del ser-conjunto frente a sus componentes individuales? Así puede ser formulada, reducida a lo esencial, la cuestión de las relaciones entre religión y sociedad. (p. 31)

  La evolución de la sociedad humana es la evolución de la cultura y más concretamente, del rasgo cultural más decisivo en sociedad, la moralidad, siendo la religión el marcador histórico más revelador de esta evolución.

La religión fue primero una economía general del hecho humano que estructuraba indisolublemente la vida material, la vida social y la vida mental. (p. 145)

  La religión, auténtico conglomerado de símbolos, es, en el principio de la sociedad tradicional, evocada en mitos, rituales y conjuros mágicos. El mundo sobrenatural al que se hace referencia es el equivalente social de los sueños, deseos y represiones inconscientes del individuo. La religión es el “alma” de la sociedad.

Por alguna razón [la religión] ha sido el asunto principal de nuestros antepasados, y no ha dominado por azar la casi totalidad de la historia. Esta actitud expresa una opción fundamental cuyo eco, por alejados que estemos, sentimos en el trasfondo de nosotros mismos, (p. 13)

Encontramos algo de los esquemas religiosos fundamentales en procesos sociales que creeríamos en las antípodas (p. 32)

So pretexto de arácneas especulaciones sobre el cielo, se trataba de las formas más profundas y consistentes del vínculo terrestre. (p. 182)

La religión(…) [es] una manera de institucionalizar al hombre contra sí mismo, (p. 32)

  Sabemos bastante sobre las religiones primitivas, las religiones del “hombre en estado de naturaleza”, pero la cosa cambia cuando entramos en el periodo histórico, cuando surge el Estado y entran en juego otro tipo de religiones.

Tres discontinuidades [son] consideradas particularmente decisivas: la que corresponde a la emergencia del Estado; la constituida por la aparición de una divinidad ultramundana y de un rechazo religioso de este mundo en el curso de lo que se ha convenido en llamar, después de Karl Jaspers, la «época axial»; y la representada, en fin, por el movimiento interno del cristianismo occidental. (p. 51)

  La idea de más impacto que defiende Gauchet es que el proceso de evolución de la religiosidad apunta nada menos que al fin de todas las religiones. En esto coincide con el psicólogo social Ara Norenzayan, que afirma que "las sociedades con mayorías ateas –algunas de las más cooperativas, pacíficas y prósperas en el mundo- subieron por la escala de la religión y entonces la tiraron fuera".

Hay un más allá posible de la era religiosa, (p. 13)

Las grandes religiones son grandes momentos de cuestionamiento de lo religioso, cuando no grandes impulsos en dirección a una salida de la religión. (p. 50)

Lo que acostumbramos a llamar «grandes religiones », o «religiones universales», lejos de encarnar el perfeccionamiento quintaesenciado del fenómeno, representan en realidad otras tantas etapas de su relajamiento y disolución, (p. 17)

La religión racional del dios único, [es] aquella a través de la cual pudo operarse la salida de la religión. (p. 18)

  Este proceso no es tan difícil de comprender.

Cuanto más grandes sean los dioses, más considerable será su poder, más se los hará sostener directamente la invención del mundo y más tendrán los hombres, por su lado, acceso a la necesidad razonable del origen. Es la paradoja fundamental de la historia de las religiones: el aumento de poder de los dioses, al que no sería absurdo reducirla, no se ha hecho en detrimento de los hombres, acentuando su sujeción, sino en su provecho. Ese aumento ha sido el instrumento mismo de la ocultación de la razón que los causa. La pálida figura de las divinidades que pueblan los panteones salvajes, para hablar con propiedad, nada instauradoras y de ningún modo dueñas del curso del mundo en que se inscriben, corresponde a la desposesión de los vivos y es función de la cesura que los separa del tiempo original y, consecuentemente, de los motivos de la ley imperante: no hay otro modo de relación con la operación instituyente que su retorno ritual y su repetición de manera idéntica. (p. 45)

  Los dioses poderosos, únicos, omniscientes, “causa general” de toda naturaleza y toda realidad humana se encuentran más próximos a las especulaciones filosóficas –teología- que a la cotidianidad de lo sobrenatural de los espíritus, fantasmas y hechizos. Si Dios es el Logos –razón-, entonces conocer a Dios nos lleva a desarrollar el racionalismo, y por el racionalismo conocemos la naturaleza… y acabamos rechazando lo sobrenatural.

   En lo que al desarrollo social se refiere, el Dios único –y la muy significativa doctrina del amor mutuo entre todos los portadores de alma inmortal- aparece en pleno auge del Imperio romano, pero evolucionará lentamente a lo largo de los siglos hasta dar lugar a la Ilustración y el racionalismo ateo. ¿Cómo se produce esta evolución? Tras la caída de Roma tienen lugar transformaciones en la Edad media europea que abrirán las puertas al humanismo del Renacimiento e, inmediatamente después, a la decisiva Reforma protestante.

Se produce un viraje que la historia ulterior de la expansión occidental no hará más que ejemplificar y radicalizar: la ampliación y profundización de la explotación de la naturaleza no a través del agravamiento de la dominación o del estrechamiento de las servidumbres, sino, a la inversa, por la autonomización de los agentes sociales. La densificación de los seres, la intensificación de su actividad, la acumulación de los bienes llevan consigo desde entonces liberación. (p. 130)

  Hay un incremento de la producción agrícola que permite la expansión de la población campesina y, con ella, la de la población de las ciudades; se fomenta el comercio y también el pensamiento y el perfeccionismo moral religioso –monasticismo y herejías-. ¿Es la maduración del individualismo una consecuencia directa del cristianismo, la religión del Dios hecho hombre?

Lo que Cristo desveló fue el abismo entre lo humano y lo divino, de modo que la voluntad de Dios no nos alcanza más que por mediación del hacerse carne del Verbo, y deviniendo, en consecuencia, un hecho que hay [que] meditar, profundizar e interpretar indefinidamente en virtud de la diferencia inconmensurable entre las palabras de hombre en las que la recibimos y la infinita sabiduría que yace detrás. (p. 193)

Cuanto más subjetivo se haga el compromiso con el más allá, excluyendo toda mediación institucionalizada, más exigirá este mundo hacerse cargo de él en su autonomía objetiva, más efectiva llegará a ser la movilización a su respecto. Esto es, el opuesto exacto de lo que fue la lógica religiosa de siempre y de su principio central de subordinación: cuanto mayor es el cuidado de lo invisible, menor es el interés, pues, por lo visible, o inversamente, uno jugando necesariamente contra o en detrimento del otro. Pero aquí no solamente uno gana con el otro, sino por y a través del otro, deviniendo la recuperación sistemática de lo visible la respuesta por excelencia a las solicitudes de lo invisible. Por otra parte, al final del proceso no hay ya más sitio para especialistas de la ascesis y virtuosos de la salvación que para especialistas de la mediación sacramental o dogmática.  (p. 126)

  Consideremos que ”a Dios nadie lo ha visto” -es la sorprendente sentencia del mismo Jesús del Evangelio (Juan 1: 18)-. Por lo tanto, el hombre cristiano solo puede ver la divinidad en la virtud compasiva, benevolente y racionalista de Cristo, ya no tanto en los prodigios de lo sobrenatural. Dios parece más próximo pero solo se puede llegar a él por caminos humanos: los ritos, las liturgias, la mística quedan relegados a un segundo plano y lo que imperan ahora son los modelos morales. Es un cambio psicológico de primer orden: la religión ahora es moralidad y juicio individual ante los dilemas de la vida diaria. Esto exige una mayor autonomía psicológica; una autonomía que no se da, por otra parte, en insoportable soledad, pues todos los cristianos son hermanos y se les incita a actuar benévolamente los unos con los otros.

La ruptura moderna de los siglos XVI y XV es fundamentalmente una ruptura religiosa. Se reduce a una operación muy precisa: una inversión de lógica de la articulación de los dos órdenes de realidad. De esta inversión de la comprensión jerárquica del vínculo entre lo humano y lo divino proceden directamente las tres grandes transformaciones típicas de la Modernidad: transformación del modo de pensar, transformación del vínculo social y transformación del marco de actividad. (p. 230)

La perspectiva adoptada conduce a reconocer la especificidad cristiana como un factor matricial y determinante en la génesis de las articulaciones que singularizan fundamentalmente nuestro universo, ya se trate de la relación con la naturaleza, de las formas del pensamiento, del modo de coexistencia de los seres, o de la organización política. Si pudo desarrollarse un orden humano en ruptura hasta ese punto con los precedentes, y en ruptura a causa de la inversión radical en todos los planos de la antigua heteronomía, es en las potencialidades dinámicas excepcionales del espíritu del cristianismo donde conviene situar su raíz primera. Éstas proporcionan un foco de coherencia que permite captar la duradera solidaridad esencial de fenómenos tan evidentemente poco ligados como el surgimiento de la técnica y la marcha de la democracia. Así, el cristianismo habrá sido la religión de la salida de la religión (p. 10)

  ¿Y qué hay a la salida de la religión?

Apenas sabemos aún realmente lo que es la forma sujeto completamente desarrollada. (…) Si se trata de comprender las condiciones de funcionamiento de un ser por él mismo —dotado de reflexión—, que simultáneamente sólo existe por sí mismo —cuya organización contiene enteramente en ella misma su propio principio—, nos queda camino por recorrer. (…) Para el pensamiento, el hombre posterior a la religión no ha nacido todavía.  (p. 244)

  Al cabo de este intento de explicación del proceso civilizatorio, de la dimensión política y religiosa de la sociedad histórica, podría encontrarse la promesa de una nueva etapa, de otro cambio significativo, equivalente al surgimiento del Estado, la Era Axial, el apogeo clásico de la Antigüedad que da lugar al cristianismo, el proceso de consolidación cristiana de la Edad Media y después, en rápida sucesión, el humanismo renacentista, la Reforma protestante y la Ilustración. La nueva etapa –una religiosidad más allá de la religión- no podrá ser menos trascendente.

Lectura de “El desencantamiento del mundo” en Editorial Trotta S. A. 2005;  traducción de Esteban Molina    

miércoles, 15 de diciembre de 2021

“Viaje al centro de la mente”, 2017. Daniel J. Siegel

  El libro del médico, psiquiatra y psicoterapeuta Daniel J. Siegel más que divulgar información científica actualizada acerca de la mente, contiene bastantes elementos propios de libro de autoayuda, pero la preparación científica del autor llena de contenidos objetivamente relevantes su exposición acerca de cómo debemos actuar con respecto a nuestra mente en tanto que seres sociales que aspiran a una armonía inédita entre otros seres vivos. Hemos de cultivar una especial “visión de la mente”.

El mindsight, o «visión de la mente», se basa en la capacidad de cultivar la intuición, la empatía y la integración. Puede que todos tengamos esta capacidad, pero la podemos desarrollar más. La intuición es ser conscientes de nuestra vida mental interior. La empatía es sentir la vida interior de otra persona. Y (…) la integración significa conectar elementos diferenciados en un todo coherente. Para la mente, la integración significa bondad y compasión (Capítulo 4)

  Así pues, la naturaleza de la mente humana está en directa relación con el alcance de metas morales. No carece de sentido que la mente humana tienda a la armonía social ya que, al fin y al cabo, no hay animal social que pueda beneficiarse tanto de la mutua cooperación como el ser humano.

  Por supuesto, hay una definición de “mente”

Entiendo por «mente» todo lo relacionado con la experiencia sentida subjetivamente de estar vivos, desde los sentimientos a los pensamientos, desde las ideas intelectuales a las inmersiones sensoriales interiores antes de las palabras y por debajo de ellas, hasta las conexiones que sentimos con otras personas y con nuestro planeta. Y la palabra «mente» también se refiere a nuestra conciencia, a la experiencia que tenemos de ser conscientes de esta sensación sentida de la vida, a la experiencia de conocer dentro de la conciencia. (Capítulo 1)

  Cómo funciona la mente y cómo hemos de actuar para alcanzar la plenitud y felicidad buscadas depende de una determinada concepción de nuestras cogniciones conscientes.

Ser un ser humano no es fácil; encontrar una manera de aceptar la tensión entre opuestos —anhelar la certeza, pero aceptar la incertidumbre; anhelar la permanencia, pero aceptar la fugacidad; anhelar la inmortalidad, pero aceptar la mortalidad— es la esencia de la integración. Reflexionar sobre estos retos puede ayudar a crear integración aprendiendo a aceptar el poder y la importancia de mantener y respetar estas paradojas de la existencia humana. (Capítulo 3)

Por debajo de la conciencia ocurre algo que también solemos llamar mente. Son procesos mentales no conscientes como pensamientos, recuerdos, emociones, creencias, esperanzas, sueños, anhelos, actitudes e intenciones. A veces somos conscientes de ellos y en otras ocasiones no. (Capítulo 1)

[Podemos ver] la mente como pautas de flujo de energía experimentadas subjetivamente que a veces contienen información. (Capítulo 2)

La integración es la forma emergente autoorganizada con la que un sistema complejo conecta partes diferenciadas de una manera innata.  (Capítulo 3)

  El objetivo es integrarnos tanto en nuestras funciones mentales subjetivas como en nuestras relaciones sociales interpersonales. Siegel ha desarrollado, en particular, una técnica terapéutica a la que hace reiterada referencia: la "rueda de la consciencia" (Wheel of Awareness).

  En general, estas prácticas, sumadas a una visión benévola y lúcida de las relaciones humanas nos llevarían a una vida más satisfactoria, todo ello en la línea de la psicología positiva y de las terapias de mindfulness.

Cuando sintonizamos con la experiencia subjetiva de otra persona, fomentamos la unión de dos entidades diferenciadas en un todo coherente e integrado, lo cual nos permite unirnos al otro; es decir, sentimos que pertenecemos a algo y surge una vibrante sensación de armonía. Así es como el todo es mayor que la suma de sus partes, porque es el resultado de la integración. (Capítulo 6)

Ser amables con los demás, respetar las diferencias y cultivar conexiones compasivas es vivir una vida integrada. (Capítulo 10)

  La descripción que hace de mindfulness es bastante asequible y parece útil.

Cuando viajamos a otro país, la percepción de abajo arriba o ascendente puede teñir el viaje de una profunda sensación de estar vivos. El tiempo parece alargarse, los días están llenos a rebosar y en unas horas vemos más detalles de los que podamos ver en una semana en un entorno conocido. Para la percepción de abajo arriba este «ver» significa prestar más atención a la novedad, percibir los aspectos singulares de lo que está, literalmente, delante de nuestros ojos. Ellen Langer llama a esto mindfulness y ha llevado a cabo muchos estudios que revelan los beneficios que tiene para la salud abrirnos a la novedad y la frescura del momento presente. (Capítulo 5)

  Ver las cosas como si fuese la primera vez que las vemos…

  Con todo, Siegel es lo suficientemente lúcido él mismo como para mostrarse cauto en muchas de sus afirmaciones con respecto a la expresión de tales propuestas de mejora humana en la ciencia neurológica (de la cual tampoco es en absoluto ignorante). Aunque se menciona nada menos que la aplicación de la mecánica cuántica a la comprensión de la naturaleza de la mente, hoy por hoy no se pueden sacar muchas conclusiones de esto que sean útiles para el gran público.

La noción de la energía basada en la probabilidad cuántica nos puede ayudar a comprender a fondo la naturaleza de la mente (capítulo 2)

   Y

Recuerdo otra vez al lector que esta perspectiva no es más que una hipótesis. Cuando en una ocasión se la comenté a un neurocientífico su respuesta fue: «El cerebro no funciona así».(Capítulo 5)

Algunos científicos dicen que no deberíamos mencionar la física cuántica al hablar de la mente. También defienden que no deberíamos recurrir a conceptos relacionados con la energía y aplicarlos a la exploración de la mente. (Capítulo 6)

  Hay, por lo tanto, grandes distancias entre los planteamientos de Siegel y los de casos de pseudociencias al estilo de, por ejemplo, la “cienciología”:  en Siegel encontramos una formación consistente y un contacto estrecho con la ciencia académica y la práctica psiquiátrica. Pero, por otra parte, nunca debemos olvidar que se trata de un autor que, como muchos psicólogos positivos, lo que busca sobre todo es generar optimismo, confianza y esperanza.

Otros podrían creer que después de que el cuerpo muera pervive el alma, la esencia de la persona. Estoy abierto a esta creencia  (Capítulo 9)

  Este libro nos aporta conocimientos con un sentido crítico suficiente cuyo cuestionamiento puede dar lugar a muchas más obras derivadas, de apoyo o de menoscabo, siempre en el sentido de considerar que el conocimiento acerca de nuestras mentes no debería estar desligado del deseo de hacer mejores nuestras vidas, lo que a veces exigirá llegar a conclusiones tal vez de forma prematura, pero siempre urgidos por la necesidad de que ante el sufrimiento humano debemos hallar soluciones de aplicación inmediata.

Lectura de “Viaje al centro de la mente” en Paidós-Espasa Libros SLU, 2017; traducción de Genís Sánchez Barberán

domingo, 5 de diciembre de 2021

“El animal literario”, 2005. Gottschall y Wilson (Editores)

Este libro intenta comprender la naturaleza de la literatura desde una perspectiva evolutiva (p. xvii)

    La tarea es ambiciosa y este libro, que es un compendio de breves ensayos, cuando menos es capaz de profundizar en el tema. El erudito Jonathan Gottschall y el biólogo evolutivo David Sloan Wilson son los editores de una compilación que suma un total de dieciséis trabajos. Entre los autores figuran el creador de la sociobiología E. O. Wilson, el famoso novelista Ian McEwan y el también biólogo evolutivo Daniel Nettle.

  La función literaria como determinante de la condición humana –del Homo sapiens que ha devenido por la evolución de las especies- puede servir para que aprendamos a explotar nuestras potencialidades propiamente humanas en nuestro beneficio. Pero primero hay que tomar en consideración los elementos artísticos y simbólicos que dan lugar a la literatura. El arte y el símbolo son también producto de la evolución. Tanto lo son que evocan algunos comportamientos que sí se dan en otros seres vivos.

[El arte tiene] próximas afinidades con dos categorías de actividades biológicas (de “hacer algo especial”, como si dijéramos) comunes a otras especies tanto como a la nuestra: el juego y el ritual (p. 162)

   Aparte del juego y el ritual es probable, que los animales también conozcan los sueños, y todos estos elementos de la vida animal, en apariencia no relacionados con la supervivencia, darán lugar a nuevos fenómenos sociales al desarrollarse en el Homo sapiens, con su gran inteligencia y su complejísimo lenguaje.

  El símbolo parece la gran innovación que hace posible el arte. Y la literatura sería el arte aplicado al lenguaje y la vida social.

El pensamiento simbólico es como una cumbre majestuosa en un paisaje adaptativo que puede ser escalada solo al cruzar primero un valle de baja adaptabilidad. Lo que convierte a los humanos en únicos es un entorno natural contextual que hace al pensamiento simbólico adaptativo en sus fases iniciales, permitiéndonos, a nosotros solo, cruzar hasta el nuevo pico adaptativo. El pensamiento simbólico es por encima de todo un sistema para la generación y selección de representaciones mentales, permitiéndonos una forma de evolución virtual que tiene lugar dentro de nuestras cabezas (p. 31)

El arte es el intento de captar la atención mediante la transformación de objetos o acciones a fin de atraer las preferencias cognitivas de la especie por la misma respuesta que ello evoca  (p. 148)

    Podemos entender que se trata de utilizar las capacidades cognitivas para un placer derivado de meramente ejercer tales capacidades, como sucede con el deporte –juego- con respecto a las funciones motoras.

[Algunas de] las principales teorías acerca del arte (…): el arte no es una adaptación sino un subproducto de nuestros cerebros humanos por la evolución de la selección natural; el arte es un producto no de la selección natural sino de la selección sexual; el arte es una adaptación cuya principal función social es la cohesión o la organización mental individual (p. 150)

    Aunque existen dudas acerca de si los Homo sapiens somos los únicos seres vivos que conocemos el arte y la abstracción, no puede tenerla acerca de que somos los únicos que conocemos la literatura y que, sencillamente, no podemos vivir sin ella: todas las sociedades humanas cuentan historias, y nada es más valioso para caracterizarlas que su conocimiento. ¿Qué nos cuentan todas las historias, en su conjunto, acerca de nosotros mismos, como especie?

Construir historias es un proceso humano natural que ayuda a los individuos a comprender sus experiencias y a ellos mismos. Este proceso permite organizar y recordar sucesos de una forma coherente al integrar pensamientos y sentimientos. En esencia, da a los individuos un sentido de predictibilidad y control sobre sus vidas  (p. 30)

La narrativa ofrece un medio barato y fácilmente disponible de amplificar nuestra experiencia social capacitándonos para conocer acciones adaptativas trascendentales (por ejemplo violación, adulterio, incesto, conspiración, homicidio, ostracismo) desde múltiples perspectivas (por ejemplo, víctima, perpetrador, amigo, enemigo, pariente, cómplice) (p. 188)

  La narración, por tanto, implicaría un mecanismo de mejora de la vida social sistematizando las expectativas y alternando las perspectivas de los individuos que interactúan.  Una herramienta mental para vivir en común. Si hay lenguaje y hay vida social, tiene que haber literatura.

Lo que la ciencia social darwiniana puede hacer ahora por el criticismo literario es darnos un acceso teórico consciente a las fuerzas elementales que han impulsado a todos los seres humanos a lo largo del tiempo y que nos han informado fundamentalmente de las observaciones y reflexiones de todos los escritores y todos los lectores (p. 103)

    De la literatura surge el mito y del mito la religión. ¿O más bien debemos cuestionarnos qué surgió primero? Si la religión surge de una forma de ritual como mecanismo de cohesión social, entonces es probable que primero surgiera alguna especie de “religión” a la que el desarrollo del lenguaje hablado añadiría el mito, potenciando esta expresión social.

  En el principio está el “hombre en estado de naturaleza” (el cazador-recolector, el salvaje), aquel cuya constitución genética hemos heredado (casi en su integridad), y la literatura supone un marcador crítico de la evolución cultural humana, de la civilización, de modo que existen formas primitivas de civilización igual que existen formas primitivas de literatura. 

La gente de las sociedades orales piensa en gran medida en términos de proverbios que proporcionan guías a la acción. El discurso consiste en gran medida en recitar los proverbios que se consideran apropiados para las situaciones dadas. Los proverbios son intrigantemente modulares y proporcionan un sistema de reglas tipo SI-ENTONCES…  (p. 32)

  Los proverbios y los mitos, por lo tanto, destacan por su conservadurismo: siempre se hace referencia a descubrimientos cognitivos del pasado. Pero el uso de la ficción como mera narración imaginativa –sin la autoridad del mito e incluso de los proverbios- supone una utilización práctica de tipo diferente: el juego de las expectativas acerca de nuevas opciones

La ficción [según cierta teoría] (…) ayuda a desarrollar una capacidad clave de la mente para razonar de forma contrafactual  (p. 169)

   En la literatura se expresan los primeros arquetipos de innovación social. Uno de los más importantes es el que aparece en el “Gilgamesh”, la más antigua narración literaria registrada, que incluye una historia de amistad entre dos hombres que en principio son desconocidos e incluso rivales.

En una sociedad guerrera estas emociones [de vinculaciones entre hombres] serán particularmente favorecidas y reforzadas por la crucial necesidad que tiene el guerrero del apoyo masculino (p. 142)

  El desarrollo social exigía la creación de alianzas entre guerreros, sin las cuales no se hubieran podido formar ejércitos.

   Más allá de los mitos, de los proverbios y de la épica, aparecerá otra importante innovación literaria: el drama.

El modo dramático de la literatura es obviamente una invención cultural mientras que la producción de la narrativa, la poesía y el folklore son universales humanos, [que] no están hechos de modo dramático a nivel universal. En Occidente, al menos, el drama parte de los desarrollos específicos e históricamente contingentes de la poesía épica griega en los siglos 4 y 5 ac  (p. 58)

  El drama es una gran innovación en la literatura porque supone que los personajes se resisten a su destino, lo que los lleva al conflicto moral y plantea la exigencia de innovación.

El drama ha de ser una versión intensificada de las preocupaciones de las conversaciones ordinarias. Esto nos recuerda el efecto del estímulo supernormal en el comportamiento animal (…) El drama funciona como una conversación supernormal. La acción prototípicamente implica un deseo de adaptación que lleva al conflicto junto con otros deseos de adaptación o bien en el mismo individuo o en otros miembros del grupo (p. 66)

  El “estímulo supernormal” aparece, pues, como una herramienta cognitiva de primer orden para permitir el cambio cultural: la “exageración” de un rasgo lleva a deformaciones que son evoluciones –“copia con modificación”-  y que a veces son vividas como revoluciones. El sabio Sócrates vive su propio drama –escrito después por Platón, su discípulo- al enfrentar la sabiduría a los convencionalismos, y el escandaloso Eurípides cuestiona a los mismos dioses.

    Algunos consideran que la misma existencia humana tiene una naturaleza “biográfica “ -¿de dónde surge la conciencia subjetiva, equivalente a la de ser el “protagonista” de nuestra propia historia?- de modo que el desarrollo de las formas literarias tendría mucho que ver con el desarrollo de la participación del individuo subjetivo en sociedad. El “drama”, que pone la subjetividad del personaje en primer plano, parece entonces un avance fundamental en esta línea.

No se afirma aquí que exista un módulo dramático de alguna forma innato, que espera solo ser evocado por los apropiados disparadores del entorno. Se trata indudablemente de una construcción social, y la mayor parte de su evolución particular en Occidente puede ser comprendida con referencia a lo histórico y particular  (p. 72)

  Sin embargo, el hecho es que el drama de Occidente cuenta hoy con una aceptación general en todas las culturas.

  Otra importante innovación es el amor romántico

El amor romántico (…) [es] definido como cualquier atracción intensa que implica la idealización del otro, dentro de un contexto erótico, con la expectativa de que dure durante algún tiempo en el futuro (p. 114)

La tradición del amor cortés asumía que el amor sexual entre hombres y mujeres era algo maravilloso en sí mismo, un ideal por el que valía la pena luchar, que ennoblecía tanto al amante como al amado; siendo un logro ético y estético el amor sexual no podía reducirse a un mero impulso libidinal (…) Lo que la tradición del amor cortés afirmaba era que el amor sexual es tan auténtico como valioso y que tiene un valor estético e incluso religioso  (p. 110)

  Y la explicación evolutiva:

La historia del amor cortés es la historia de un conflicto entre necesidades evolutivas y limitaciones culturales que al cabo produjeron un ideal que ha sido armonizado con un sistema cultural oficial de creencias (p. 111)

La visión “funcionalmente independiente” de la sexualidad y el apego/dación de cuidados es prometedora. Puede explicar por qué la gente a veces se enamora de miembros de su propio sexo a pesar de tener una orientación sexual estrictamente heterosexual. Podría también explicarnos por qué los niños son capaces de intensos enamoramientos mucho antes de que alcancen la pubertad y la maduración sexual (…) La teoría podría también explicar porqué la gente en algunas culturas ha investido la amistad entre el mismo sexo de la misma intensidad emocional que otras culturas reservan para la relaciones sexuales  (p. 113)

  Queda por cuestionar cuál es el origen de los cambios culturales que la literatura refleja y cuál es el papel de la literatura en tales cambios. Los cambios de costumbres siempre son conflictivos: el recelo ante el extranjero se convierte en amistad entre extranjeros (Gilgamesh) y la visión de los peligros de la pasión sexual se transmuta en las delicias paradisiacas del vínculo sexual duradero (amor cortés). Es de suponer que los autores literarios no pudieron ser los primeros propagadores de tales cambios, pues un público hostil no les hubiera permitido prosperar. 

   Aparentemente, la literatura ha servido para potenciar un discurso innovador surgido en otra parte. ¿Están aún por venir nuevas formas literarias?

Lectura de “The Literary Animal” en Northwestern University Press  2005; traducción de idea21