La hipocresía socava la imparcialidad (p. 215)
Aspiramos a relaciones personales de confianza. Eso exige que actuemos y nos expresemos con veracidad (evaluación o juicio imparcial demostrable). Pero, de momento, la confianza escasea porque no constatamos mucha veracidad en lo que los demás nos cuentan. Hipócrita es el que pretende hacer creer que su comportamiento es opuesto al que realmente lleva a cabo. Y todos dicen que hipócritas son todos los demás, pero nunca ellos mismos.
El diseño modular de la mente humana garantiza la hipocresía (p. 205)
¿Qué es esto de los “módulos”? Pues según el psicólogo Robert Kurzban y otros autores que le han precedido, resulta que, por muy buena voluntad que tengamos, no podemos ejercer total control sobre nuestros actos, pues pensamiento, deliberación y manifestación se desarrollan en apartados diferentes de la misma mente llamados “módulos”. Y así no podemos ni fiarnos siquiera de nosotros mismos. Poca veracidad.
Un modulo es un mecanismo de procesado de información que está especializado en llevar a cabo alguna función (p. 24)
La mente humana (…) es modular (…) Consiste en un gran número de partes especializadas, y esto tiene profundas implicaciones para comprender la naturaleza humana y el comportamiento humano (p. 21)
La razón para la inconsistencia moral humana (…) [la encontramos en que] diferentes partes de la mente, con diferentes funciones, generan diferentes juicios morales (p. 205)
La teoría modular de la mente humana lleva un tiempo funcionando, y los neurocientíficos más o menos la admiten. Algunos experimentos demostrarían que tomamos decisiones ANTES de construir el razonamiento que supuestamente las justifica. Es decir, que la justificación parece producirse siempre a posteriori, no como debería ser.
No sabemos las razones por las que moralmente condenamos algunas acciones. Solo pensamos que están mal, y decimos que están mal, y [después] tratamos de justificar esta visión (p. 204)
Nunca vamos a reconocer fácilmente que nuestros juicios morales nos son impuestos por el entorno y no por nuestro libre albedrío. Tratamos de convencernos a nosotros mismos de que no somos conformistas.
Los módulos moralistas constriñen el comportamiento de los demás (…) Al mismo tiempo, otros módulos avanzan nuestros propios intereses adaptativos, con frecuencia gracias a llevar a cabo los mismos actos que condenan nuestros módulos morales. En este sentido, la explicación de la hipocresía subyace en la bastante cotidiana noción de competición. (p. 214)
Nosotros no tenemos esta sensación de que competimos contra nosotros mismos. Pensamos que somos uno solo, que tenemos una visión completa sobre nuestra propia voluntad. Que podemos garantizar nuestra veracidad y ser merecedores de confianza.
“Tú” –la parte de tu cerebro que experimenta el mundo y siente que está en control- es mejor considerarlo como un secretario de prensa que como el Presidente (p. 22)
La evidencia tiene a veces un valor escaso para nosotros.
Un estudio muestra que las personas implicadas en accidentes [de tráfico] lo suficientemente serios como para enviar a algún otro al hospital se califican a sí mismos casi de forma idéntica al grupo de control en cuanto a que tomen medidas en habilidades de conducción y seguridad (p. 103)
Esto tiene que ver con el conocido fenómeno de la “reducción de la disonancia cognitiva”: la evitación de la realidad lleva a distorsionar la visión que tenemos de ella. Nunca queremos reconocer que nos hemos equivocado. O, más bien, algunos módulos no quieren reconocerlo.
Sin embargo, no todo está perdido: la mera comprensión del fenómeno del sesgo puede ayudarnos a desenvolvernos a pesar de lo negativo que pueda parecer en un principio. Conozcámonos mejor a nosotros mismos… módulo a módulo.
Junto con el deseado control de la agresividad, el avance de la civilización siempre se ha considerado en el sentido de avanzar hacia una evaluación más exacta y productiva del entorno: las enfermedades no son consecuencia de la brujería, sino de accidentes de la naturaleza en buena parte previsibles y reparables; y sacrificar una res a los dioses no nos ayudará a tener una buena cosecha.
Ahora bien: sucede que ese mundo de ilustración, imparcialidad y honestidad de juicio aún no es aquel en el que vivimos. Podemos tener que admitir que buena parte de nuestro sistema social está adaptado a la tradición, el conformismo y la hipocresía…
Ser ignorante, equivocarse, ser irracional e hipócrita puede darte mucho mejor resultado que ser razonable, correcto, consistente y con conocimiento. En tanto que tú seas ignorante, irracional, hipócrita y te equivoques de forma correcta. (p. 3)
Ello es contrario, en el ideal de una sociedad “moderna”, a nuestros buenos propósitos de una vida social en armonía, que suelen consistir en equiparar el juicio imparcial y equilibrado con el consenso social. Es más: “equivocarnos de forma correcta” puede ser bueno para nosotros a corto plazo porque nos evita el conflicto social… pero a la larga, la evaluación incorrecta de la realidad nos perjudicará a todos.
Aparte del conformismo (que muchas veces sentimos como forzoso) hay otros sesgos que nos llevan al comportamiento generador de poca confianza (hipocresía… entre otros).Nuestra misma voluntad de velar por nuestros propios intereses nos impulsa a autoafirmarnos. E incluso reivindicando el autocontrol opuesto al conformismo, acabamos cayendo en el error.
El autocontrol [es discutido aquí] de una forma equivalente a la discusión sobre el autoengaño: ¿quién controla a quién? (p. 151)
La confianza en el autocontrol, en el libre albedrío y en la autonomía moral se estrella ante la evidencia del autoengaño. Podemos creer que nos autocontrolamos cuando nos autoengañamos. Y podemos pretender que nos autocontrolamos tan solo para generar en los otros una confianza inmerecida pero conveniente.
De todas formas, si realmente nos interesa conocer la verdad, tenemos medios para ello. Al fin y al cabo, si ha acabado habiendo progreso ilustrado, progreso científico y progreso moral es porque, paso a paso, se han creado las condiciones culturales –sociales- para acercarnos más a un juicio objetivo acerca de nuestra propia capacidad para juzgar.
El autor, por ejemplo, recurre a descubrimientos de la psicología social, como el Test de Asociación Implícita. Haciendo uso de esta ingeniosa invención de la psicología social podemos descubrir nuestro propio descontrol. En un caso muy conocido por las circunstancias sociales de los Estados Unidos, se descubre que muchas personas son racistas contra la minoría afroamericana sin ser conscientes de ello.
La gente que tiene módulos que contienen una fuerte asociación implícita entre afroamericanos y negatividad no están mintiendo necesariamente cuando informan de que no es así. Lo que sucede es que esta asociación no está disponible en los módulos del habla (p. 70)
Hay más módulos. Podemos acceder a ellos, entender cómo funcionan e interactúan. Pero lo principal es que tenemos que saber que existen, que esta limitación –nuestra propia hipocresía interiorizada- puede ser superada como otras muchas. Curiosamente, alcanzamos una verdad cristiana: todos somos pecadores… aunque todos podemos salvarnos.
Lectura de “Why everyone (else) is a hypocrite en Princeton University Press 2010 ; traducción de idea21
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