jueves, 25 de abril de 2019

“Sociedad sin Dios”, 2008. Phil Zuckerman

   Phil Zuckerman es un sociólogo norteamericano que, por supuesto, antes de ponerse a escribir este libro ya había tenido noticias de que algunas naciones del norte de Europa, a diferencia de su país, eran mayoritariamente ateas, pero no es lo mismo contar con ese dato que dedicar un año completo de la vida a investigar de cerca lo que supone una sociedad de este tipo. Al fin y al cabo, es un hecho cierto, fuera de toda duda, que todas las culturas del mundo (hasta la modernidad) han desarrollado diversos tipos de religión. No existen casos de “hombre en estado de naturaleza” (cazador-recolector) que no crea en dioses, espíritus y otras percepciones sobrenaturales, y, por lo tanto, las sociedades mayoritariamente ateas, como la de Dinamarca, el país donde Zuckerman pasó una larga temporada, son una novedad absoluta en el desarrollo de las civilizaciones.

   En Dinamarca, solo un 20% de las personas creía en un Dios personal a principios de la década del 2000. Y todo hace pensar que esta tendencia hacia la total secularización habrá seguido aumentando desde entonces.

Este libro es (…) una reflexión personal y un análisis sociológico de lo que encontré, experimenté y aprendí mientras vivía en una de las sociedades menos religiosas de la tierra      

Un (…) fin de este libro es explorar e intentar explicar cómo y por qué ciertas sociedades son no-religiosas en un mundo por lo demás extremadamente religioso

Argumento que la sociedad sin Dios no es solo posible, sino también bastante cívica y agradable

   No se trata de que estas naciones sean paraísos fuera de esta condición espiritual única. Tienen sus problemas, como todas las sociedades del mundo, pero sí es cierto que se trata de naciones prósperas y con muy buenos datos estadísticos de “desarrollo humano” en el contexto de la comunidad internacional en su conjunto.

Las naciones menos religiosas de la tierra también tienden a ser las más sanas y exitosas de la tierra

   Aunque el libro resulta un poco decepcionante en lo que se refiere al análisis del notable fenómeno, se aportan valiosas ideas y sugerencias.

Muchos estudiosos de la religión argumentan que ser religioso simplemente es parte de lo que quiere decir ser humano (…) [Pero] yo he llegado seriamente a cuestionarme lo innato o natural de la creencia religiosa

   Ese cuestionamiento es relativo. Por supuesto, los suecos y daneses de hoy pueden vivir muy bien sin religión… pero se trata de sociedades muy elaboradas culturalmente. No son sociedades “naturales”. Al fin y al cabo, nadie nace tampoco sabiendo leer y escribir, nadie nace sin agresividad y tampoco nadie nace sin una propensión a creer en seres sobrenaturales y otras supersticiones. De hecho, Zuckerman resalta que incluso en estas naciones

A pesar de que no son creyentes, [algunos ateos escandinavos] parecen abiertos a la posibilidad de fenómenos sobrenaturales o paranormales

   Lo que está claro es que la religión tal como se conoce hoy en la inmensa mayoría del planeta (organizaciones de culto en relación con supuestos seres sobrenaturales, con implicaciones moralizantes y sociales) puede erradicarse, puesto que en estas naciones ya se ha hecho en el sentido de que ser creyente es la excepción y no la regla.

   Ahora bien, correlación no es causación: podría ser que el ateísmo no sea una consecuencia directa del desarrollo cultural y educativo, así como de su avanzado sistema de protección social. El fenómeno podría deberse a otras circunstancias. Un error de este libro es que no se analiza quiénes son los más ateos y los menos ateos dentro de esta nación mayoritariamente atea, pero sigue dando la impresión de que tiene que ver con el nivel educativo. Al fin y al cabo, Zuckerman, judío norteamericano, subraya que son los judíos la minoría más atea de todos los Estados Unidos. Y también son los más cultos.

Los estudios sociológicos han mostrado consistentemente que mientras más educada es una persona, menos probable es que acepte creencias religiosas sobrenaturales

  Pero, aun siendo así ¿qué aspectos de la educación son los más determinantes del ateísmo, al tiempo que coincidentes con el avance de la prosocialidad, la capacidad para mejorar las relaciones sociales haciendo posible una cooperación más eficiente (algo solo posible gracias al avance moral… que hace viable la mutua confianza)? Zuckerman no aborda esta cuestión, pero enumera diversas teorías sobre esta evolución espiritual de la sociedad escandinava.

Creo que cuando son tomadas juntas [las teorías sobre la secularización de] un monopolio eclesiástico holgazán, sociedades seguras y mujeres que trabajan, mucho del enigma de la secularidad en Escandinavia queda explicado

   El monopolio eclesiástico holgazán” se refiere al carácter nacional –de monopolio- de las iglesias luteranas escandinavas: al no haber rivalidad entre múltiples iglesias –como sí sucede en el competitivo “melting pot” norteamericano- no se habría incentivado el fervor religioso de la misma forma; lo de las “sociedades seguras” se refiere a que la prosperidad económica aleja la inquietud existencial propia de quienes viven en precariedad y el que las mujeres trabajen se refiere a que el fervor religioso suele ser mayoritariamente femenino, pero que la incorporación de la mujer al trabajo crea para ésta una gran diversidad de metas existenciales, con lo cual ya no se requiere tanto la religión como refugio.

  Sin embargo, Zuckerman no da una importancia relevante al hecho de que en los siglos XVIII y XIX las sociedades escandinavas sí fueron profundamente religiosas.

Por la época en que llegamos a los últimos años de los 1700 y los 1800 no hay duda de que una cristiandad sentida y fiel estaba presente en varias partes de Dinamarca y Suecia (…)Pero (…) este periodo de revitalización religiosa y piedad evangélica en Escandinavia realmente representa lo que podría ser un estallido bastante contenido de fe y fervor cristiano enmarcado en una relativa falta de entusiasmo religioso durante los muchos siglos previos y un marcado declive en religiosidad en el siglo siguiente, llevándonos a la relativa sociedad secular de hoy.

   La “relativa falta de entusiasmo religioso durante los muchos siglos previos” se refiere más bien a que la cristianización de Escandinavia fue lenta, ya que los escandinavos fueron fieles durante mucho tiempo a sus tradiciones espirituales propias –“paganas”- las cuales no coincidían mucho con nuestro concepto actual de religión, ya que la religión nórdica tradicional, de origen indoeuropeo, guardaba más bien similitudes con la que estaba vinculada a la mitología grecorromana. Sin embargo, esta resistencia a la cristianización no parece implicar un escepticismo racionalista latente.

   Por otra parte, tal vez no sea casualidad que se produjera en Escandinavia un fervor cristiano previo a la marea incesante de secularización. El cristianismo pietista era profundamente introspectivo, trascendental y moralizante. Todos conocemos, por ejemplo, la muy original obsesión trascendente de creadores como los cineastas Bergman (hijo de un clérigo) y Dreyer, o el filósofo Kierkegaard. ¿No pudo haber sido precisamente de tipo religioso la base del cambio que se dio inmediatamente después, en un sentido humanista secular? Conviene que consideremos la teoría de Ara Norenzayan, que afirma que mientras más religión moralista y espiritual, más evolución humanista y, a la larga, menos religión: Las sociedades con mayorías ateas –algunas de las más cooperativas, pacíficas y prósperas en el mundo- subieron por la escala de la religión y entonces la tiraron fuera.

Históricamente, una proliferación de devoción religiosa, fe en Dios y confianza en la Biblia ha sido a veces un factor determinante en establecer escuelas para niños, crear universidades, construir hospitales para los enfermos y hogar para los sin techo, cuidar de huérfanos y ancianos, resistir a la opresión, establecer ley y orden, y desarrollar la democracia.

  Y, por tanto…

[La prosperidad de Suecia y Dinamarca] también podría estar bastante posiblemente  relacionada con la influencia de siglos de luteranismo promovido por el Estado

  Sabemos demasiado poco de cómo llegan a desencadenarse las revoluciones morales, pero tenemos que averiguar cuanto sea posible a este respecto porque aún necesitamos revoluciones morales por venir. Las inquietudes espirituales del cristianismo reformado, siempre en búsqueda de la verdad última acerca de la salvación del alma humana, fueron, casi con seguridad, las impulsoras fundamentales de los cambios profundos que luego llevaron -¿como secuela?- al humanismo compasivo. Humanismo implica ilustración e implica también compromiso espiritual acerca del “significado de las cosas”. Quizá Zuckerman se equivoca al trivializar las “sociedades sin Dios”

No creo que preguntarse acerca del significado definitivo de la vida sea una constante humana o universal (…) Las notablemente irreligiosas sociedades de Dinamarca y Suecia se caracterizan por una ciudadanía admirablemente comprometida e implicada [socialmente]. Claramente, las vidas con significado pueden ser vividas incluso dentro de sociedades donde la preocupación por un significado último es relativamente mínimo

   Pero estas naciones, aunque, por supuesto –igual que las naciones religiosas-, están pobladas por ciudadanos preocupados por su existencia cotidiana, también cuentan con un altísimo nivel intelectual, porcentajes de lectura muy elevados, inquietud artística y, en suma, precisamente por tratarse de una ciudadanía admirablemente comprometida e implicada [socialmente] no puede descartarse que esto implique manifestaciones claras de “búsqueda del significado” (trascendencia…). No tiene mucho sentido decir que se puede vivir con significado sin preocuparse por cuál es éste… El “significado último” no hemos de relacionarlo necesariamente con entelequias bizantinas, sino con una búsqueda de la unidad moral de la humanidad.

  Finalmente, no hay que olvidar que el ateísmo es bueno solo si éste surge de la opción libre de los ciudadanos. El ateísmo impuesto en las naciones comunistas es un buen ejemplo de lo contrario.

En todos los casos [de dictaduras ateas] la religión no fue abandonada por la misma gente en un proceso natural a lo largo de varias generaciones. Más bien, el abandono de la religión fue decretado por crueles dictadores

   Y no solo eso: el ateísmo de las naciones escandinavas no es de tipo agresivo, anticlerical, como pudiera serlo en ciertas naciones que han pasado por procesos revolucionarios antirreligiosos.

La gente [secular de los países escandinavos] no es especialmente antirreligiosa. De hecho, piensan realmente que la religión está bien. Que es algo encantador, bello, bueno. Sus sentimientos sobre la religión son, si acaso, ligeramente positivos.

  Por lo tanto, el camino al humanismo no pasa por el enfrentamiento contra la religión, sino por superar ésta con una visión más proporcionada del debate por el significado y también por el valor de consuelo “espiritual” que la religión significa. Es probable que un fuerte desarrollo del civismo y el altruismo a nivel de ideal social y su interiorización en los hábitos cotidianos hayan compensado la gradual desaparición del consuelo religioso, pero ¿hubiera podido llegar a darse esto sin las implicaciones psicológicas propias de un fuerte arraigo, en el pasado inmediato de estas sociedades, de un cristianismo compasivo e introspectivo, de un vigoroso compromiso con lo trascendente?

lunes, 15 de abril de 2019

“Decisiones instintivas”, 2007. Gerd Gigerenzer

Consideramos que la inteligencia es una actividad deliberada, consciente, guiada por las leyes de la lógica. Sin embargo, buena parte de nuestra vida mental es inconsciente, se basa en procesos ajenos a la lógica: reacciones, o intuiciones, instintivas.

Las leyes del mundo real son desconcertantemente distintas de las del idealizado mundo lógico. 

   El psicólogo Gerd Gigerenzer nos informa de ciertos valiosos descubrimientos en el campo de la psicología cognitiva que cuestionan la importancia que se le da al pensamiento lógico. Algunos autores, como David Kahneman, han escrito buenos libros acerca de las deficiencias de la inteligencia humana en el campo de la lógica: por ejemplo, la llamada heuristica del reconocimiento se produce cuando un dato nos parece más relevante simplemente porque es más conocido; en un caso particular se pregunta qué ciudad es más poblada, Heildelberg o Bielefeld

Es probable que los turistas japoneses deduzcan erróneamente que Heidelberg es más grande que Bielefeld al no haber oído hablar de la segunda

    Ni que decir tiene qué este es el gran negocio de la publicidad, pero también implica ciertas características de la inteligencia humana que tienen que ver con su eficacia... y no solo con su torpeza.

La inteligencia funciona a menudo sin pensamiento consciente. (…) Sería un error presuponer que la inteligencia es necesariamente consciente y reflexiva

  O lógica…

Generaciones de estudiantes de ciencias sociales han asistido a entretenidas clases donde han oído decir lo bobos que somos todos, desviándonos continuamente del camino de la lógica y perdiéndonos en la niebla de la intuición. Sin embargo, las normas lógicas son ciegas al contenido y la cultura, y pasan por alto las capacidades evolucionadas y la estructura ambiental. Lo que suele parecer un error de razonamiento a partir de una perspectiva estrictamente lógica resulta ser una muy inteligente evaluación social del mundo real.

Las leyes del pensamiento lógico (…) son aplicables sólo a una pequeña parte de los procesos del pensamiento.

   Se nos dan ejemplos de eficiencia del pensamiento intuitivo:

Por lo común, los sexadores de pollos, los maestros de ajedrez, los jugadores profesionales de baloncesto, los escritores premiados y los compositores no son capaces de explicar del todo cómo hacen lo que hacen. Muchas destrezas carecen de lenguaje descriptivo.

   Esto más o menos lo aceptamos todos –solemos hablar del “don” o “arte” que poseen ciertas personas- pero es que también parece demostrado que diversas habilidades que atribuimos al pensamiento razonado les deben más a la intuición:

Cada año, la «industria de la predicción» —el Banco Mundial, las agencias de corredores de bolsa, los asesores tecnológicos y las consultorías financieras, entre otros— ganan unos doscientos billones de dólares como adivinos pese a su historial generalmente pobre.

Manchester United contra Shrewsbury Town ¿Quién ganará? En un estudio, (…) los participantes turcos sabían muy poco o tenían escaso interés en los equipos ingleses de fútbol, y durante la prueba muchos declararon formalmente su ignorancia. No obstante, los vaticinadores turcos estuvieron casi tan acertados como los ingleses (63 % frente al 66 %). La explicación de esta buena ejecución estaba en que los turcos profanos en la materia siguieron la heurística del reconocimiento de manera intuitiva y sistemática (…) Un experto que ha oído hablar de todos los equipos no puede valerse de la heurística del reconocimiento (…) Puede surgir sabiduría colectiva de la ignorancia individual (…) Existe un grado beneficioso de ignorancia, en el que menos conocimiento es más.

  Esto funciona de la siguiente manera:

Utilizo los términos reacción instintiva, sentimiento visceral, intuición o corazonada de manera intercambiable, para aludir a una evaluación
1. que aparece rápidamente en la consciencia,
2. de cuyas razones subyacentes no somos plenamente conscientes, y
3. que es lo bastante fuerte para que actuemos en función de la misma.

  Las reacciones instintivas son, por encima de todo, muy prácticas. Porque son muy rápidas. La reflexión razonada no cuenta con esa ventaja.

En un entorno incierto, las buenas intuiciones deben pasar por alto información (…) [mientras que] una estrategia compleja puede fracasar precisamente porque explica demasiadas cosas en retrospectiva. Sólo parte de la información es valiosa para el futuro, y el arte de la intuición consiste en centrarse en esa parte y hacer caso omiso del resto. Una regla simple que se base sólo en la mejor indicación tiene grandes posibilidades de dar con esta información útil.

Las intuiciones basadas en una buena razón, no sólo son eficaces, sino que también pueden ser muy precisas.(…)  En un mundo incierto, una estrategia compleja puede fallar precisamente porque explique demasiado en retrospectiva.

   No resulta difícil de comprender. Pero hemos de tener en cuenta varias consecuencias.

Las intuiciones basadas en una sola buena razón suelen ser precisas cuando hemos de predecir el futuro (o alguna situación actual desconocida), cuando es difícil prever el futuro o cuando disponemos de información limitada. También son más eficaces en el uso del tiempo y la información. En cambio, el análisis complejo conviene cuando hemos de explicar el pasado, cuando el futuro es muy previsible o cuando hay grandes cantidades de información

   Es decir, que una revalorización –razonada- de la intuición no desacredita el razonamiento lógico. Y esto se aplica también a cuestiones fundamentales de la convivencia humana, como la moralidad

Muchos psicólogos oponen los sentimientos a las razones. No obstante (…) las propias reacciones instintivas tienen una lógica basada en las razones. La diferencia entre intuición y reflexión moral radica en que, normalmente, las razones que subyacen tras las intuiciones morales son inconscientes. 

   Quizá lo que falta por explicar es que la intuición se cultiva a partir del entorno que nos da los primeros datos que causan nuestro comportamiento. Visto así, el instinto no es muy diferente del prejuicio. Pero si educamos el prejuicio de forma razonada quizá obtengamos mejor resultado que si confiamos engañosamente en una razón lógica todopoderosa que sabemos que no existe.

  La reflexión psicológica consiste en considerar no solo la importancia de las reacciones inconscientes –también instintivas- sino también en considerar cómo podemos prevenir las reacciones de nuestro inconsciente “programando” éste mediante una preparación previa –por ejemplo, la educación… pero no solo la educación. Esta preparación previa de nuestro inconsciente sí conviene que sea organizada de la forma más lógica posible. Y eso realmente no se está haciendo aún: no aprendemos a condicionar nuestro inconsciente de forma deliberada porque vivimos en la fantasía de que nuestro pensamiento consciente puede hacerse cargo de todo a medida que los sucesos tengan lugar. Infravalorar el instinto es lo mismo que evadirnos de la realidad.

viernes, 5 de abril de 2019

“El código de honor”, 2010. Kwame A Appiah

  El filósofo Kwame Appiah nos presenta un ameno libro acerca de cómo, a lo largo de la historia, el sentido del honor ha sido útil para promover las “revoluciones morales” en el sentido humanitario que hoy es tan estimado por la mayor parte de la comunidad mundial.

¿Qué podemos aprender sobre moralidad al explorar las revoluciones morales? (…) Una revolución moral ha de implicar una rápida transformación en comportamiento, no solo en sentimientos morales

   Porque parece ser que los sentimientos que llevan a los cambios en juicios morales aparecen mucho antes de que aparezcan las conductas acordes con ellos. El sentido del honor habría contribuido poderosamente a este cambio de conducta social. Y eso a pesar de que el honor –calderoniano o no- ha sido siempre un concepto sospechoso por sus vinculaciones con la civilización del pasado –“prehumanitaria”.

En un mundo de honor, alguna gente es definida como tus iguales en honor, porque los códigos hacen las mismas exigencias a ti como a ellos

Se puede perder [el honor] si fallas en cumplir el código

  A lo largo de los siglos siempre ha habido “honor”, y el honor, entre otras cosas, es lo que determina cuáles son tus iguales y por lo tanto te asigna un espacio de seguridad en un mundo social siempre conflictivo. Si sigues tu código de honor puedes tener asegurado tu puesto. Estamos, pues, en una sociedad jerarquizada, de clases, de castas.

Un código de honor dice cómo la gente de ciertas identidades puede ganarse el derecho al respeto, cómo pueden perderlo, y cómo tener y perder honor cambia la forma en que deberían ser tratados.

   Así que el deseo de ser honrado es bien egoísta. ¿Qué tiene esto que ver con la moralidad humanitaria?

[El honor] puede ayudarnos a hacer un mundo mejor

   Aparentemente, bajo ciertas condiciones, recibimos más honor cuando actuamos moralmente. ¿Cómo funciona esto? Si cuando obramos en público somos juzgados con la consecuencia de que se nos asigna a un grupo de iguales, vemos que resulta similar a lo que sucede cuando nos ganamos una reputación, pero –atención-  “reputación” y “honor” no son lo mismo, como señala inteligentemente Appiah.

El honor requiere que me conforme al estándar por sí mismo, no meramente por la reputación y sus recompensas. (…) Alguien que se preocupa de la reputación por sí misma está tomando un atajo deshonroso

Una persona de honor se preocupa primero no de ser respetado sino sobre todo de ser digno de respeto. Alguien que solo quiere ser respetado no se preocupa si está viviendo según el código; él querrá solo que se piense que está viviendo según él. Él estará controlando su reputación, pero no su honor

   Es decir, el honor es una especie de interiorización de nuestra reputación en un sentido moral. El honor es un sentimiento moral y emocional. Tradicionalmente, este sentido del honor solo es percibido así por las personas más distinguidas en las civilizaciones más socialmente avanzadas.

   Appiah examina tres casos de “revoluciones morales” registrados históricamente: la prohibición de los duelos (mediados del siglo XIX) y la esclavitud (primeros del siglo XIX) en Gran Bretaña, y la abolición del vendaje de los pies de las mujeres en China (primeros del siglo XX). Así, se nos muestra cómo en estos casos el sentido del honor llevó a la implementación de altas concepciones morales. Es importante subrayar de nuevo que el código de honor no creó el rechazo moral y que solo fue el instrumento para ello.

El colapso del duelo, el abandono del vendaje de pies y el fin de la esclavitud en el Atlántico tenían algunos rasgos en común inesperados. Uno era que los argumentos contra cada una de esas prácticas eran bien conocidos y claramente aceptados antes de que finalizasen. No solo estaban ya allí los argumentos, existían en términos que nosotros –en otras culturas y en otros tiempos- podemos reconocer y comprender. Lo que sea que sucedió cuando cesaron esas prácticas inmorales no era, me parece, que la gente fuera inflamada por nuevos argumentos morales

   Los argumentos morales los crearon otros, y hay buenos libros que abordan esta cuestión. Aquí de lo que se trata es de cómo un valor hasta cierto punto egoísta y elitista como el honor fue un mecanismo efectivo para el triunfo de la revolución moral.

¿Cómo fue que el duelo finalmente cayera en el desprecio? (…) [Entre otros motivos,] la aparición del estado administrativo, con su preocupación por la legalidad ordenada (…) [También] una prensa popular que volvió una institución de un grupo cerrado en un espectáculo del que se burlaban los extraños. (…)[Y finalmente] el cada vez menor arraigo del credo de los caballeros de la igualdad-dentro-de-la-superioridad.

   Appiah menciona que en la Inglaterra de principios del siglo XIX la práctica de los duelos era algo propio de las clases altas. Pero sucedía que la liberalización de la sociedad llevó al desprecio por tales hábitos arcaicos. La clase alta no pudo soportar este desprecio. Si quería mantener su posición, había de renunciar a los duelos.

   Es más: el honor jerarquizado estaba desapareciendo en la sociedad cada vez más democratizada. De la reputación pasábamos al honor y del honor a una nueva variedad: la dignidad, una especie de “honor de reconocimiento” universal.

Cuando respetamos a la gente poderosa, digamos un juez (…) nuestro respeto reconoce el hecho de ese poder. Pero podemos también respetar a una persona sensible al hablarle con amabilidad, o a una persona incapacitada, asistiéndole cuando nos pide ayuda. Respetar a la gente en este sentido, en otras palabras, no requiere que usted lo clasifique especialmente alto 

  Ahora bien, en cierto sentido, la dignidad tampoco es meramente regalada. Es otorgada a todos para que cada individuo la defienda.

Cualquier cosa que sea la dignidad hoy, en estos tiempos más democráticos, ha de ser algo diferente de lo que era en el pasado (…) La dignidad (…) ha llegado a referirse a un derecho al respeto que la gente tiene simplemente en virtud de su humanidad

La dignidad es una forma de honor también, y su código es parte de la moralidad

No has de ganar tu dignidad humana, no tienes que hacer nada especial para conseguirla, pero si fallas en dar vida a tu humanidad, puedes perderla (…) Si pierdes tu dignidad, así como sucedía con tu honor, lo que debes sentir es vergüenza

  El caso de la abolición de la esclavitud, que también tuvo lugar en Inglaterra, fue parecido al del duelo: existía una pujante corriente de opinión humanitaria –en buena parte procedente de los cuáqueros, cristianos reformados- que acabó influyendo no solo a las clases altas que se beneficiaban de la esclavitud, sino también a las clases trabajadoras que pugnaban por ganar también su propia dignidad. El desprecio a la esclavitud iba unido al desprecio general a la desigualdad.

   Un caso muy diferente es el de la lucha de los intelectuales chinos contra el vendaje de pies a las mujeres. Aunque los argumentos humanitarios en contra existían en China desde hacía mucho, el sentido del honor que influyó en este caso fue el honor nacional.

A pesar de [algunas] críticas tempranas, la Resistencia organizada [al vendaje de los pies de las mujeres chinas] comenzó solo tras las intrusiones de los misioneros [siglo XIX]

Al atacar el vendaje de pies, [los intelectuales chinos] señalaban que era una práctica desconocida en la época de Confucio y, de hecho, hasta mucho más de un milenio tras su muerte. Pero algunos también dijeron que los argumentos y publicaciones de los misioneros y [la liga contra el vendaje de pies fundada por estos] habían tenido un profundo impacto en su pensamiento, no poco debido a revelarles cómo el vendaje de pies había incurrido en el desprecio para China y su civilización

¿Por qué debería estar mi valor atado al valor de las cosas que se hacen en nombre de mi nación? Es un hecho que la gente nos estima si pertenecemos a grupos sociales estimables y nos desprecia cuando pertenecemos a grupos sin reputación

    Y así llegamos al último caso que relata el autor. Una revolución moral que, por desgracia, aún no ha tenido lugar: lo que se refiere a los crímenes de honor, los asesinatos de mujeres por honor que se siguen produciendo en muchas naciones islámicas, como por ejemplo en Pakistán.

[En el caso de la violencia contra las mujeres en el Islam] se puede producir una reacción defensiva nacionalista, en la cual la práctica bajo criticismo es asumida y defendida con renovado vigor porque precisamente los extranjeros incomprensivos se han declarado contra ella. 

   Observemos que la reacción es contraria a la de los intelectuales chinos de hace un siglo: precisamente porque los extranjeros nos llaman bárbaros, el orgullo nacional nos lleva a defender nuestras costumbres.

El honor debe volverse contra los asesinatos por honor como se volvió contra los duelos, el vendaje de pies y contra la esclavitud

   “Debe”, sin duda, pero parece que aún no es así, en pleno siglo XXI.

    Este fracaso del código del honor en promover la moralidad nos debería llevar a reflexionar que quizá Appiah se pasa de pragmático y que Kant tenía razón cuando no daba mucho valor al honor…

[Según Kant, la moralidad basada en el honor] es objetable porque, incluso cuando nos guía a hacer lo que es correcto, lo haremos por razones equivocadas

  Se trata de hacer el bien porque la sociedad nos premia por ello. Pero la sociedad también podría premiarnos por hacer el mal… si su código de honor es diferente al que concebimos nosotros. Los abolicionistas británicos de la esclavitud, inspirados en buena medida por los cuáqueros, ya pensaban en esta cuestión.

Considerando que todos acordarían que el honor debe estar subordinado a la moralidad, los [abolicionistas evangélicos] podría parecer que habían abandonado el sistema del honor en su conjunto. Pero Wilberforce [abolicionista político] tenía una respuesta a esta cuestión acerca de cómo combinaban moralidad y honor (…) Argumentaba que las Escrituras enseñan a los cristianos a desconfiar del deseo de estimación humana, y de la distinción y el honor. Cuando, sin embargo, la estimación y el honor mundanos son concedidos sin haber sido solicitados por acciones intrínsecamente buenas, hemos de aceptarlos como concedidos por la Providencia como un regalo de solaz y una recompensa a la virtud

  Ciertamente, las “recompensas a la virtud” son bastante tentadoras, pero no nos sacan del dilema.

   Quizá la visión correcta sería no tanto recibir la estimación de la sociedad convencional, sino de una sociedad ideal de alta moralidad. Quizá por eso era tan valiosa la idea de un Reino de los Cielos: el reino que no es de este mundo puede no referirse tanto a lo sobrenatural como al ideal moral. El individuo moral no puede ni ser un moralista autosuficiente, ni vivir sometido a las recompensas de la sociedad que desea cambiar: su “comunidad moral” puede estar en otro ámbito.

   Por otra parte, Appiah tiene razón en el sentido de que podemos utilizar el honor para ayudar al avance moral, pero el fracaso del humanitarismo cuando se trata del honor islámico, por ejemplo, demuestra las limitaciones de este planteamiento.

  Y, finalmente, hemos de ser pragmáticos en que muchas inmoralidades forman también parte de una evolución hacia la moralidad. Por ejemplo, en la misma cuestión de los duelos expuesta en el libro.

Los códigos de duelos fueron ellos mismos un avance moral: reemplazaron una cultura del renacimiento italiano en la cual los jóvenes encontraban su honor en reyertas sin regulación

   Por lo tanto, si prácticas hoy consideradas inmorales fueron un paso en el sentido correcto, no debemos ser muy críticos con que se considere lo mismo del sentido del honor. Ni tampoco dejar de considerar que si el honor fue un concepto más avanzado que la reputación, y la dignidad un concepto más avanzado que el honor, también puede ser que en el futuro se den creaciones morales más avanzadas todavía, más allá de la misma dignidad.