viernes, 25 de agosto de 2023

“Construyendo la moralidad británica”, 2004. M J D Roberts

   El libro del profesor Roberts parte del estudio de un fenómeno de cambio cultural en Gran Bretaña muy específico: el desarrollo de la filantropía basada en el voluntariado civil en torno a la época victoriana. Si nos fijamos bien, se trata de un periodo crítico en una sociedad cuya búsqueda y hallazgo de soluciones morales influyó enormemente al resto del mundo.

Una historia del cambio moral es, en cierto sentido, una historia de todo. [Pero] este libro es de ámbito más limitado. Pretende explorar la historia de la reforma moral inglesa. Esto es, los esfuerzos organizados y autoconscientes de grupos de ciudadanos preocupados por cambiar los valores morales y por modificar los patrones de comportamiento asociados con ellos. Se ha sostenido que la “reforma moral” como categoría de acción social fue una preocupación particular del periodo entre la Revolución de 1689 y el cambio del siglo XX, y aún más definidamente, de los cien años entre 1780 y 1880. (p. 1)

Este es un libro impulsado a la existencia por la curiosidad acerca del cambio moral. ¿Quién decide que los valores morales contemporáneos, los estándares actuales de comportamiento, son repugnantes? ¿Qué experiencia promueve esta sensibilidad? ¿Qué experiencias y procesos mentales disparan los intentos de promover el cambio moral –intentos con frecuencia recibidos con indiferencia, hostilidad, ridículo y fracaso-? ¿Y bajo qué circunstancias, por qué métodos, la sensibilidad moral consigue persuadir al indiferente y superar al hostil, cuando finalmente sí alcanzan reconocimiento?  (p. vii)

   El punto de partida de estos movimientos de reforma moral británicos fue la gloriosa empresa de la abolición de la esclavitud. Algo que no obedecía a conveniencia política ni económica alguna. Algo que surgió sobre todo de la convicción moral de los activistas religiosos disidentes pero que sin duda estuvo asociado a otros condicionamientos de este período histórico específico.

La abolición del tráfico de esclavos proporcionó una meta nacional mediante la cual un sentido de propósito moral podía asentarse tras la vergonzosa experiencia de una guerra en la que hermanos habían combatido a hermanos, y protestantes contra protestantes (p. 36)

  Esta es una especulación que merece ser considerada: en 1783 Gran Bretaña vivió una de sus muy escasas derrotas militares y políticas al tener que reconocer la independencia de los Estados Unidos. Esta crisis pudo indirectamente ayudar al desenvolvimiento de un movimiento de reforma moral. De forma parecida, las guerras contra la Francia revolucionaria y napoleónica, que duraron casi veinte años (de 1794 a 1815, con ciertos intervalos), originarían trastornos económicos y sociales a los que la ciudadanía hubo de responder, y que también dieron lugar al emprendimiento de acciones altruistas impulsadas por asociaciones independientes por el estilo de las que promovieron con éxito la abolición de la esclavitud.

  Sin embargo, el trasfondo fue siempre menos coyuntural: se trataba del arraigo en Gran Bretaña de la Ilustración y de la rica y diversa disidencia religiosa de las congregaciones protestantes, todo lo cual tenía orígenes más alejados en el tiempo.  Y todo ello en el marco de una economía comercial e industrial de pujante libre mercado.

Las asociaciones voluntarias para la reforma moral se convirtieron en una importante red de organizaciones para alcanzar soluciones experimentales en las relaciones entre propietarios y desposeídos, dentro de una sociedad fundamentada en el mercado (…) Por primera vez, la agenda de reforma moral que se emprendió en 1780 dio lugar a organizaciones especializadas, cada una generando un tipo particular de actuación. En términos ideológicos el impacto de la reforma moral en las cuestiones relacionadas con la inestabilidad social fue igualmente impresionante (p. 141)

  El impulso de reforma moral iba unido a la evolución social de una entidad política –la monarquía parlamentaria británica- que, como todas las entidades políticas, no tenía un especial interés en hacer el bien o el mal, sino que trataba de mantener el éxito de una sociedad cohesionada y poderosa.

  Dada la experiencia de los conflictos religiosos de la época y dada la gran libertad que el parlamentarismo británico toleraba ¿cómo evitar que la pluralidad de congregaciones religiosas lleve a la violencia?, ¿qué puede unir a las diversas disidencias del cristianismo reformado por encima de las diferencias de doctrina?  

Una de las razones por las que la reforma moral y la evangelización cristiana se hicieron indistinguibles (…) durante este periodo fue que la reforma moral tenía el potencial de evitar disputas sectarias sobre el tipo o extensión de creencia en una particular forma de cristianismo (p. 2)

  Con lo cual se contesta a otra buena pregunta:

¿Por qué [los reformadores religiosos ingleses] eligieron un camino de salvación que llevaba al compromiso público en lugar de a la retirada de lo mundano?  (p. 46)

  A diferencia de otras creencias religiosas, el cristianismo reformado, sobre todo en su versión británica, se centraba en la realización práctica de la ética cristiana, en el cultivo de los valores de humildad, caridad y misericordia. Esto alejaba la posibilidad de conflicto por cuestiones teológicas, sacramentales o doctrinales…

La mayor seguridad que el individuo podía esperar conseguir en este mundo era una vida santificada, la evidencia de la cual se hallaba en la perseverancia en las buenas obras hasta el punto de que el compromiso se hiciera habitual y, en consecuencia, hasta cierto grado, arraigado (p. 47)

  Coincidiendo con la Ilustración, las diversas corrientes puritanas impulsan la virtud de acuerdo con el mensaje evangélico. Pero esta promoción de la virtud no solo recibe un apreciable respaldo social, sino que también influye directamente en la acción de las autoridades.

La esperanza era que, habiéndose ganado la confianza de las clases gobernantes, la sociedad podría esperar el cultivo de conexiones a una escala nacional usando la magistratura, el clero y otras redes menos formalizadas para alcanzar sus metas  (p. 34)

  Las autoridades no podían estar más interesadas en la promoción de ideales que favorecieran la paz social.

Los movimientos de reforma moral hicieron una significativa contribución a la emergencia de una sociedad capaz de debatir cuestiones de una forma que no llevaba ni a confrontaciones violentas ni a coerción y por métodos que permanecieron relativamente independientes del estado o de las fuerzas del mercado. (p. 295)

  El ideal de la filantropía como acción social no política definitiva no ha llegado a consolidarse, pero ha creado en todo caso un modelo que puede en el futuro dar lugar a movimientos sociales aún más ambiciosos –y coherentes- que superen los inconvenientes del marco político.

  Hasta que llegue ese momento, este estudio nos ofrece posibilidades de reflexionar acerca de una ideología del humanitarismo. Al converger todo tipo de creencias en la actividad humanitaria se da lugar a la posibilidad de una ideología altruista más allá del cliché conservadurismo-progresismo. Por una parte, los humanitarios de la Inglaterra victoriana procedían en su mayoría de las muy diversas confesiones religiosas, pero tenían su principal apoyo político en el Partido Liberal.

  El humanitarismo actual conserva muchos puntos de contacto con este reformismo moral victoriano: no se trata de una mera compasión condescendiente, sino de una interiorización ecuánime y sensible de la injusticia que otros padecen.

[El asociacionismo por la reforma moral] era un claro intento de restaurar la disciplina social. Sin embargo, era más que esto, ya que su definición de metas muestra que había un elemento modernizador en sus métodos y fines (…) Los reformadores pretendían adquirir dominio sobre la mente de los delincuentes lo suficiente para asegurar una reforma del carácter que, cuando se veía reforzado por un proceso de instrucción y adiestramiento, permitiría la eventual reintegración social del transgresor garantizando la paz y felicidad futura para todos (p. 104)

Era la visión convencional de las autoridades públicas durante generaciones el que los mayores delitos se nutrían de forma natural de los excesos menores incontrolados. Las leyes reguladoras de las costumbres y moralidad en consecuencia contaban por tanto con un propósito social ampliamente valorado   (p. 52)

 Se alcanzaron tales logros a partir de concepciones que hoy veríamos más anticuadas, como la prédica contra la lujuria, el respeto al descanso dominical o la exigencia de más educación religiosa, pero así es como funciona toda evolución: algunos antiguos elementos se conservan, otros nuevos se incorporan, la interacción entre todos a lo largo del tiempo hace la selección…

Temperancia, organización de la caridad, reforma de las prisiones, abolición de la pena capital, reclamación de las mujeres caídas, promoción de la pureza social, todo esto caía dentro de la categoría [de reforma moral] para algunos o todos los periodos explorados aquí  (p. 2)

  La temperancia y el rescate de las mujeres caídas no serían enfoques actuales, pero nos resultan muy ilustrativos de la evolución a la que nos referimos.

Los movimientos de reforma moral eran siempre el resultado de la tensión creativa entre asociaciones de [activistas] comprometidos y la sociedad más amplia  (p. 281)

La reforma moral fue reconocida como precursora de la reforma social y en consecuencia reconocida como un campo legítimo de actividad, pero fue evaluada negativamente por ser una conceptualización de cuestiones que eran acientíficas y premodernas (p. 5)

   Las ideas de “caridad” y “buenas costumbres” siempre han tenido que enfrentarse a un duro criticismo… si bien el voluntariado humanitario ha acabado contando con más crédito. Por otra parte, Marx ya escribió despectivamente sobre el humanitarismo en su Manifiesto Comunista de 1848

La primera meta-función de la reforma moral, según va el argumento [crítico], era actuar sobre la población preindustrial para [adaptarlo a] la forma metódica de la vida del capitalismo industrial (p. 4)

Las clases más bajas deben  sentirse seguras de que los privilegiados van a cuidar de ellos. Una vez suceda esto quedará abierto el camino para el desarrollo de un estilo de orden social modernizado y menos conflictivo  (p. 122)

 Para los socialistas, lo que los reformistas morales buscan en realidad solo es sacar mejor partido del trabajo de los obreros, y evitar que se emborrachen o se vuelvan inoperantes.

Siguiendo los pasos de Adam Smith (e incluso de Malthus en sus últimas versiones) [los agentes sociales] esperaban ver la salvación cultural emergiendo de un proceso de domesticación de los deseos de la clase trabajadora –el despilfarro y lujos inabarcables desplazados por un confort sobrio y asequible-  (p. 291)

  Claro que los mismos capitalistas no veían bien que los moralistas estuvieran en contra de que, según el mandato cristiano, no se trabajara ni consumiera los domingos y, desde luego, desaprobaran los gastos insanos de los obreros, tan productivos para muchos empresarios e industriales.

  El resultado, con todo, logró tener éxito en términos generales.

Generalmente se acepta que la cultura inglesa, incluyendo la cultura de la clase obrera, se hizo menos violenta y más autodisciplinada, como una sociedad madura organizada por el mercado que surgió durante el periodo entre finales del siglo XVIII y el final del XIX –el periodo durante el cual [también] floreció el voluntarismo de reforma moral  (p. 293)

La discusión entre las clases educadas sobre la capacidad de las clases obreras urbanas para sobrevivir a un periodo de incremento de salarios sin gastar el excedente en la bebida también parecen haber alcanzado su cima en la década de 1870  (p. 279)

En 1891 (…) la fundación de una liga humanitaria para la prevención de la crueldad con los presos, niños y animales por igual demostró que podía haber una base más “moderna” sobre la cual reclutar para las campañas de alivio del sufrimiento innecesario (p. 277)

Hacia la década de 1880, el voluntarismo de la reforma moral se había mostrado con éxito como un rasgo distintivo –quizá definitorio- de la imagen que el público inglés daba de sí mismo (p. 246)

  La sociedad anglosajona –británica y norteamericana- difundió una concepción plural, diversa, tolerante y práctica del humanitarismo y el servicio altruista al semejante. Con todos sus defectos, este impulso moral ha persistido asumiendo diversos cambios. Lo que sigue faltando es construir este tipo de iniciativas como una alternativa autosuficiente a la acción estatal de las naciones democráticas y a las fórmulas más bien desesperadas del socialismo residual. Aprender cómo evolucionó el humanitarismo a partir de las vaguedades de la caridad religiosa puede enseñarnos cómo pueden darse en el futuro nuevas y necesarias evoluciones morales.

Lectura de “Making English Morals” en Cambridge University Press 2004; traducción de idea21

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