lunes, 25 de diciembre de 2023

“Pensando sobre las emociones”, 2017. Cohen y Stern (Editores)

    Los filósofos Alix Cohen y Robert Stern reúnen a diversos autores que analizan con profunda erudición la obra de famosos autores clásicos de diversas épocas acerca del valor de las emociones. Hoy las emociones son estudiadas por la psicología e incluso la neurología, pero en el pasado se abría todo tipo de cuestionamientos desde el punto de vista filosófico. Las emociones son la expresión humana más notable en nuestra vida cotidiana… aunque es verdad que los filósofos, ávidos de la sabiduría surgida de la razón, no simpatizaban siempre con la naturaleza emocional humana, demasiado próxima a la de las bestias irracionales.

Este volumen propone investigar la historia filosófica de las emociones reuniendo a importantes historiadores de filosofía y cubriendo un amplio espectro de escuelas de pensamiento y época, desde la antigua filosofía hasta el siglo veinte (p. 1)

  Un buen inicio de la exploración sería Kant, el gran racionalista.

Kant parece sugerir que el sentimiento de simpatía es una notable excepción a su supuesto ideal sin emociones (p. 172)

    Kant, racional y moralista, tiene que enfrentarse a la realidad de que hay emociones benévolas que incluso marcan un ideal. Los antiguos (Aristóteles o Aquino) pensaban que las emociones eran consecuencias perturbadoras de nuestra naturaleza que afectaban la actitud filosófica propia del hombre sabio. 

Las emociones están sujetas al mando de la razón y voluntad. No siempre serían controlables, ya que con frecuencia resisten el mando, pero en principio obedecen a la razón y pueden ser reguladas. Es por eso que somos responsables de ellas (p. 61)

  Éste era Aquino. La emoción, claramente, es enemiga de la virtud racional (y del orden supremo que Dios ofrece al hombre). Pero el hombre no debe perder la esperanza de ejercer un control suficiente sobre ellas.

  La emoción tiene tal poder perturbador porque no solo la experimenta el sujeto sino que además es intencional y por tanto agente directo en la sociedad humana. La perturbación, por tanto, llega a nivel comunitario.

Las emociones son característicamente intencionales en el sentido de que tienen un objeto (p. 12)

  Cuando, para el filósofo, todo lo intencional tendría que depender de la razón. La intención emocional fuera de control puede llevar al arrebato pasional y a otras muchas flaquezas humanas. En la lucha por la virtud, el hombre debe enfrentarse a las pasiones y a todo estímulo externo sensorial.

Los seres humanos (a diferencia de los animales) son en algunos casos incluso responsables de las emociones  sensoriales (p. 72)

  Según Ockham, yo no puedo evitar sentir placer al cometer sexo adúltero, pero puedo evitar cometer adulterio y con ello evito el placer que es una emoción puramente sensorial.

  La lucha contra la pasión es un principio de intentar racionalizar la fuente de toda emoción.

Somos incapaces de eliminar las causas de una pasión, digamos de la tristeza, afectada por fuerzas que sobrepasan las nuestras, sin embargo podemos cambiar de un estado pasivo de confusión a una emoción activa de alegría meramente comprendiendo sus causas. Esto despierta cuestiones sobre la identidad tanto de la mente que lucha para liberarse de las pasiones  como de en particular de las pasiones mismas que son definidas como confusas e inadecuadas, ideas parciales, y cuya misma forma parece depender de su confusión y inadecuación si se les considera como ideas. (p. 83)

  Todo esto empieza a cambiar en la época moderna:

Las emociones son estados complejos con rico contenido intencional, y el comportamiento emocional mantiene cierta relación inteligible con este contenido (…) Estas razones pueden, de hecho, ser centrales para la moralidad, y (…) debido a que estas razones son específicas para el ámbito de las emociones, las emociones serían nuestro medio para descubrir tales razones. (p. 185)

  Por lo tanto, no parece existir tanta contradicción entre razón y emoción. Más adelante la psicología cognitivo-conductual hará evidentes muchos mecanismos mediante los cuales el pensamiento razonado puede no solo controlar las emociones sino hasta cierto punto programarlas. Pero eso lo descubrirán los psicólogos, no los filósofos, por mucho que algunos ya lo presintieran.

Para Kant, desde el punto de vista práctico, el ejercicio de nuestras capacidades racionales y morales se experimenta como “encarnado empíricamente” (…) más que sucediendo en un mundo inaccesible atemporal. Ya que debemos vernos a nosotros mismos como seres empíricos que actúan libremente, nuestras capacidades emocionales pueden ser moralmente relevantes sin amenazar nuestra autonomía o nuestra capacidad para la agencia. (p. 180)

[Debemos] usar los sentimientos de simpatía como un medio para promover la benevolencia racional (p. 173)

Lo que parece dar la preeminencia emocional al mundo, es que la situación presenta al agente con exigencias que no puede cumplir –y su respuesta emocional (sea alegre, airada o triste) consiste en un patrón de cambios cognitivos y fisiológicos que reducen la urgencia, baja la intensidad o neutraliza la fuerza de estas exigencias-. Esta es, básicamente, el borrador de Sartre de su teoría de las emociones (p. 274)

  La naturaleza empírica del ser humano nos aleja no solo de la espiritualidad religiosa, sino también de los planteamientos esquemáticos acerca de la dicotomía racionalidad/emotividad.

El deber es cultivar la capacidad para tener sentimientos de simpatía y fortalecer los sentimientos que uno ya tiene. Este deber puede tomar un número de formas que son relativas a nuestra naturaleza y nuestras circunstancias. Algunas de ellas son negativas (refrenarse) y otros son positivos (cultivar). Por ejemplo, algunas actividades están prohibías porque dañan nuestra capacidad para la simpatía –en particular el maltrato de animales- (p. 174)

   Cultivar las emociones, educarlas, ha de ser nuestra principal tarea. Misión en buena parte cumplida en los últimos siglos por la educación religiosa, hoy ya no recibe la atención debida. El ser humano libre en la sociedad competitiva y materialista no se haya de forma alguna instigado a cultivar la simpatía y racionalizar las emociones prosociales (altruismo, amabilidad, benevolencia). Ésta es una tarea que queda para el futuro.

Lectura de “Thinking about the Emotions” en Oxford University Press 2017; traducción de idea21

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