La comunidad amish fue popularizada en todo el mundo por los medios de comunicación sobre todo a partir de un famoso film de entretenimiento del año 1985, aunque en Norteamérica ya eran muy conocidos por entonces. Los amish son el grupo más numeroso (¡cuatrocientas mil personas ya!) de las comunidades de “vida simple” (Plain people) de puritanos tradicionales de origen anabaptista. En apariencia, son gente anticuada que vive en la simplicidad agraria de los viejos tiempos por el bien de sus valiosas almas supuestamente inmortales.
Pero desde el punto de vista de la organización social, los amish son absolutamente asombrosos: viven en un perfecto anarquismo que ya hubieran querido para su militancia los revolucionarios Kropotkin y Bakunin. Entre ellos no hay gobierno, no hay tribunales, no hay litigios, no hay policía, ni prisiones, ni multas, ni sanciones penales de ningún tipo; todas las decisiones comunes se toman por consenso y nunca hay conflicto.
No hay oficinas amish regionales o nacionales, ni sínodos, ni conferencias o siquiera constituciones escritas que confieran autoridad eclesiástica o determinen la uniformidad (Capítulo 1)
Tampoco existe la pobreza. Aunque sí existe la propiedad privada y cierta desigualdad económica…
Los amish nunca han abogado por una absoluta igualdad socioeconómica (Capítulo 16)
Aún más difícil entonces si entre ellos hay desigualdad. A pesar de su vida simple, algunos prosperan con pequeños negocios y pueden darse lujos que no están al alcance de otros. Pero que se dediquen a los negocios o que trabajen para la gente del mundo convencional no ha cambiado lo esencial de su estilo de vida (localización rural, incomunicación, vida familiar, rechazo a la tecnología, pacifismo, indumentaria).
Algunos negocios amish fracasan porque son víctimas de compañías sin escrúpulos que los subcontratan para producir bienes y después no les pagan, contando con que los amish no los demandarán [puesto que rechazan litigar] (Capítulo 16)
Pero obsérvese que, si bien desde el punto de vista de la “reciprocidad directa” los amish pueden fracasar por los abusos de la gente de conducta convencional… desde el punto de vista de la “reciprocidad indirecta” (la reputación que se ganan por su honestidad y benevolencia) tienen un éxito enorme que les compensa sobradamente a nivel económico.
¿Cómo lo hacen? ¿Se trata de su religión cristiana? Difícilmente puede ser eso, ya que sus textos sagrados son los mismos que los de los católicos, luteranos o calvinistas que llevan una vida perfectamente convencional.
¿Es su pacifismo? Pero todos los cristianos presumen de pacíficos (y, además, en las familias amish se azota a los niños pequeños).
Los autores de este libro (Donald Kraybill, Karen Johnson-Weiner y Steven Nolt) son científicos sociales expertos en la cultura amish que, lógicamente, intriga bastante a los estadounidenses (la gran mayoría de los amish viven en zonas rurales de Pensilvania, Ohio e Indiana). No ocultan cierta simpatía por los objetos de su estudio (Donald B. Kraybill ha sido pastor menonita) y ponen bastante empeño en demostrar que su estilo de vida sencillo tiene poco que ver con los orígenes de la cultura estadounidense (son fuertemente comunalistas, carecen de ambición personal y rechazan el individualismo).
La armonía [Gelassenheit, en el dialecto alemán hablado por la comunidad] guía a una persona sumisa que descubre la plenitud en el servicio de la comunidad (Capítulo 6)
“Gelassenheit” es un concepto que se refiere a “mansedumbre, humildad y servicio”. Podríamos relacionarlo con otros conceptos religiosos que engloban conjuntos coherentes de conductas prosociales, como “Gracia” o “Espíritu Santo” (budistas, hinduistas y taoístas cuentan también con conceptos parecidos… así como las escuelas éticas helenísticas). Alcanzar la “Gelassenheit” implica ser un verdadero cristiano (¿o un verdadero amish?). Y es precisamente aquí cuando uno echa en falta en este libro una profundización del tipo de estudio psicológico acerca de la capacidad amish para autogobernarse de forma “anárquica” (el anarquismo es la más alta expresión del orden).
La identidad cultural es construida socialmente mediante la interacción, y su significado es fluido y siempre cambiante (Capítulo 1)
Si la “identidad cultural” es “siempre cambiante”… es probable que hacia 1900 los amish no fueran conductualmente como son hoy.
La defección [abandono del estilo de vida tradicional] en un condado pasó del 30% de aquellos nacidos en 1920 a solo el 5% de los nacidos en torno 1960 (Capítulo 9)
Es decir, los amish que eran adultos en tiempos de la segunda guerra mundial abandonaban el estilo de vida tradicional seis veces más que los nacidos en tiempos de la revolución hippy. ¿No es esto incoherente? Al fin y al cabo, la vida campesina parecía una mejor opción en una época de nivel de vida menos avanzado que hoy. En término medio, el 85% de los jóvenes amish siguen hoy eligiendo seguir el estilo de vida de sus padres (lo que implica vivir en zona rural, no acceder a una educación superior y limitar el uso de tecnología: ni automóvil, ni televisión ni Internet). Esto hace pensar que es probable que los amish evolucionaran sus estrategias conductuales: hacia 1950, los sociólogos estadounidenses daban por seguro que acabarían optando por los beneficios de una sociedad mucho más libre y próspera... y ahora son más numerosos que nunca.
Hay otros hechos que mueven a la sospecha en este sentido de una evolución conductual.
Los amish tienen sentimientos encontrados sobre [Jakob] Ammann (…) Algunos que han leído sus cartas de 1693 quedaron turbados por su tono rencoroso y su estilo combativo (Capítulo 2)
Amman fue el fundador de la secta amish, desgajada de la tradición anabaptista anterior. Evidentemente, sus cartas de 1693 debían de tratar de la polémica religiosa con aquellos otros predicadores anabaptistas con los que disentía... Y es de suponer que estarían escritas en el estilo imprecativo típico de los polemistas religiosos… Es decir, un estilo conductual diferente al que tienen hoy.
Y es que los amish no son típicos “fanáticos religiosos”.
Si bien los amish rechazan aspectos de la cultura contemporánea, ciertamente esperan encontrar a muchos no amish en el cielo. Cuando se les pregunta sobre la salvación de otros, ellos repiten las palabras de Jesús de “no juzguéis si no queréis ser juzgados” (Capítulo 4)
(Ésta no es, desde luego, la actitud de los "Testigos de Jehová”, por ejemplo)
Las Escrituras se discuten en planteamientos informales, especialmente dentro de las familias, pero no en grupos organizados de estudios bíblicos porque, como un miembro dice, los grupos de estudio de la Biblia tienden a dividir más que a edificar o a unificar. El análisis crítico, especialmente por los individuos, es desalentado por miedo a que esto dé lugar a facciones, desafíe la autoridad tradicional o siembre discordia (Capítulo 4)
Solo se leen en voz alta los textos del Nuevo Testamento en el servicio eclesial (Capítulo 4)
Es decir, los amish, que dedican su vida a ganarse el cielo llevando una vida acorde con el Evangelio, no experimentan el menor amor propio con ello. De hecho, están divididos en numerosas “afiliaciones” con pequeñas variedades en sus costumbres (por ejemplo, en el uso de la tecnología o la actividad económica) pero eso no les impide relacionarse entre sí. Son una secta herética y, sin embargo, no dan importancia a la herejía entre ellos.
Así que es probable que los amish, aparte de por el discurso religioso y su organización económica, estén también condicionados por pautas conductuales bien definidas, un aspecto del desarrollo civilizatorio al que no se presta siempre la atención debida.
Cómo uno sonríe, ríe, da la mano, se quita el sombrero y conduce un caballo señala la Gelassenheit o su ausencia. Una risa bulliciosa y una rápida respuesta traicionan un espíritu altanero. Los rasgos personales mostrados públicamente –un vestido que es demasiado brillante o demasiado corto, un sombrero o medias especiales (…)- puede señalar la celebración de un espíritu individual más que someterse a la comunidad. Un apretón de manos agresivo y un saludo parco revelan un comportamiento asertivo que no se ajusta con la Gelassenheit. Más bien un amable titubeo ante una respuesta encarna un espíritu de humildad (Capítulo 6)
Esto son pautas conductuales no muy diferentes a las que se pueden encontrar en un manual moderno de "coaching". Que, aparentemente, se transmiten de forma tradicional –no doctrinal- y que probablemente están en el origen de la baja conflictividad y la relativa facilidad con la que logran el consenso. Esto es lo que ni a Bakunin ni a Kropotkin se les ocurrió… pero que tiene claros precedentes en estrategias religiosas del pasado.
Los amish hubieran estado de acuerdo con el personaje de Unamuno en “San Manuel Bueno, mártir” que recomendaba con vehemencia a un joven sacerdote: “¡Poca Teología, eh!: ¡religión, religión!”
Esto no es menos sorprendente que el énfasis en la responsabilidad personal que se da en esta comunidad de sentimientos fuertemente colectivistas.
Si bien los amish enfatizan la responsabilidad personal, cada individuo también sabe que, al unirse a la iglesia, ha aceptado la responsabilidad de compartir las cargas de los otros miembros e la comunidad (Capítulo 18)
Pese a que cuentan con la seguridad del apoyo de la comunidad (jamás se consiente que el fracaso económico lleve a una familia a la indigencia), eso no afecta al sentimiento de responsabilidad personal. Y esto supone un claro ejemplo contrario a la resolución habitual del dilema de los “bienes comunes”.
Con todo, no es probable que exista el “paraíso amish” (hacen muy pocos conversos) y a veces parece que los autores de este libro son demasiado indulgentes y poco críticos. Ellos aseguran, por ejemplo, que la excomunión amish no es psicológicamente opresiva (no sería cierto que los padres se nieguen a volver a hablar con sus hijos si estos abandonan el estilo de vida tradicional) pero otros observadores no están de acuerdo en eso. Y recientemente se han dado a conocer terribles sospechas de que se producen abusos sexuales entre los amish que son ocultados por la comunidad haciendo un uso interesado de las estrategias de perdón y reconciliación (para beneficio de los abusadores). También hay informes de que entre los amish se dan muchos casos de depresión e incluso suicidios. Estos autores mismos sí reconocen que hay casos de violencia doméstica (aunque no serían muchos… y no existen divorcios).
De todas formas, lo fundamental es que las estrategias conductuales amish, que sin duda están relacionadas con la versión más pacifista y benévola de la doctrina cristiana, dan resultados sorprendentes e innegables, y merecen ser tenidas en cuenta.
Lectura de “The Amish” en The Johns Hopkins University Press 2013; traducción de idea21
https://www.religionenlibertad.com/eeuu/210914/amish-dominaran-tierra-codigos-comunitarios-crecimiento-asombroso_65840.html
ResponderEliminarhttps://en.wikipedia.org/wiki/Haredi_Judaism