viernes, 5 de marzo de 2021

“Motivación, altruismo, personalidad y psicología social”, 2013. Michael Babula

   El doctor Michael Babula (psicólogo y economista) es un experto en estadística social y, por lo tanto, sabe lo que dice cuando afirma que -cuando menos en Occidente- en los últimos años han mejorado mucho las inclinaciones prosociales (altruismo, empatía e idealismo compasivo).

La valoración del altruismo exocéntrico puede predecirse a partir de la valoración postmaterialista (p. 127)

  Lo postmaterialista es lo que se refiere a la búsqueda de metas personales no vinculadas con el prestigio social ni con la acumulación de bienes materiales sino con la realización personal individual –autorrealización-. Valores postmaterialistas son, por ejemplo, libertad personal, autoexpresión y calidad de vida. El término “altruismo exocéntrico”, por otra parte, equivale a “altruismo puro”, en el sentido de que se obra por el bien ajeno sin segundas intenciones.

Aproximadamente el 51% de la muestra [estadística entre estudiantes universitarios estadounidenses del año 2004] refirieron valores postmaterialistas (…) Es más del doble que el porcentaje de participantes que seleccionaron valores postmaterialistas en el estudio de 1972  (p. 124)

  Un mundo postmaterialista se ve mucho más inclinado al altruismo pues se da por sentado que la actuación por el bienestar ajeno va aparejada de compensaciones emocionales de alto nivel (calidad de vida).

La motivación altruista puede identificarse como la fuente interna más importante para el desarrollo de la personalidad, lo que no solo nos ha llevado al avance de nuestra especie en este planeta, sino también a equiparnos con la capacidad de ir más allá de nuestros propios significantes más elevados (p. 14)

Que la gente ayude a otros da un resultado positivo tanto para el que ayuda como para el que es ayudado. Cuando se ayuda a otro, incluso durante un breve periodo, nos vemos liberados de los pensamientos autointeresados y las cogniciones fallidas que contribuyen a la depresión y la ansiedad  (p. 175)

   Ahora bien, la cuestión es que tales cambios personales no parecen necesariamente conectados con los equivalentes cambios sociales.  La población habría evolucionado moralmente en el sentido “postmaterial” pero esto no se daría en la misma proporción en el caso de las instituciones y estructuras socio-políticas.

Nunca antes en la historia ha habido tantos autorrealizados y altruistas exocéntricos entre las poblaciones occidentales, y sin embargo la gente se malogra en la gratificación de necesidades de alto y medio nivel con sistemas de gobierno que buscan satisfacer preocupaciones de seguridad, promover recompensas extrínsecas y abogan por un brutal individualismo.  (p. 143)

[Hay una] incompatibilidad entre los sistemas de gobierno con los avances psicológicos [de la población occidental] (p. 144)

    Quizá entonces necesitamos gobiernos mejores. En los estados democráticos, los gobiernos los elige el pueblo, ¿se votará cada vez más a alternativas políticas más favorables al altruismo exocéntrico?

Se argumenta en este libro que estamos intrínsecamente motivados para hacer el bien y, actualmente, ha emergido una apreciable minoría de personas que han progresado más allá de la búsqueda de sus necesidades del propio interés, que han negado el interés propio y que muestran una actitud puramente altruista. Intenten imaginar qué sucedería si tal fenómeno comienza a hacer bola de nieve a lo largo de los próximos 10-30 años. Imagínese un nuevo orden económico y gubernamental establecido sobre el autocontrol y la cooperación, donde los recursos son ilimitados y las necesidades de la humanidad no solo están cubiertas, sino que incluso se exceden. Más que “querer más”, estamos a punto de enfrentarnos a “convertirnos en más” cuando impulsamos un desarrollo motivacional de la mente humana que aún no se ha descrito (p. xii)

   Por una parte se señala que el altruismo sigue siendo minoritario –aunque “apreciable”- y, por otra, que vale la pena imaginar un nuevo orden económico y gubernamental por venir. Pero también se ven implicados otros cambios por venir, no exclusivamente desde el ámbito político de los gobiernos y que, por lógica, habrían de preceder a los cambios políticos.

Dejemos formar sistemas intencionales que promuevan nuestra motivación intrínseca para cooperar. Esto se haría desarrollando propósitos prosociales claros y concisos para tales sistemas que usen el método científico para asegurar que están cumpliendo su propósito (p. 68)

  Puede parecer esta última una afirmación vaga, pero se agradece el que se resalte el valor de señalar cambios psicológicos prosociales y su expresión científica como motor de cambios sociales reales.

El objetivo de la revolución ha de ser definido exactamente según nuestro conocimiento del desarrollo psicológico humano acerca de cómo promover nuestro desarrollo intrínseco para ser altruistas (p. 68)

  El altruismo es un rasgo de conducta muy excepcional en los seres vivos. En los mamíferos superiores se da especialmente durante la maternidad y todo parece indicar que su desarrollo extensivo es paralelo al incremento de capacidad para enfrentarse al medio (más altruismo, más éxito reproductivo). Es una afirmación lúcida la de que desarrollando el altruismo, centrando el desarrollo socio-cultural en el altruismo, estamos poniendo los medios para el máximo desarrollo humano.

   Aquí, Babula hace otra mención digna de mérito: si bien el postmaterialismo supone un gran avance hacia la prosocialidad en comparación con el materialismo, el en su momento muy innovador criterio de Maslow, hoy tan popular, de la autorrealización humana como meta en lugar de la mera consecución de bienes materiales y logros sociales convencionales, también tiene sus inconvenientes.

Mi desvío de Maslow se encuentra en que las preocupaciones por la autoestima y la autorrealización pueden convertirse en frustrantes de una forma diferente a como sucede con las necesidades de bajo orden. La frustración de las necesidades de bajo orden es probable que cause patología en forma de violencia contra otros, mientras que la frustración que viene directamente de la persecución de altos significados y propósitos, y la autogratificación pueden llevar al aburrimiento, apatía y autodestrucción. (p. 113)

  El fomento de la autoestima y la experimentación de logros individuales (incluso los postmateriales) puede llevar a una especie de narcisismo o sobregratificación (una concepción hedonista de la “calidad de vida”, por ejemplo). Ese “mimarse a uno mismo” (quiero autorrealizarme, quiero calidad de vida…) acaba llevando al egoísmo e incluso al supremacismo si degenera en una sociedad consumista que nos impulsa a la sobregratificación elitista.

Necesitamos asistir a los autorrealizadores para construir su uso de la imaginación mucho antes de que sus habilidades comiencen a declinar en caso de que queden encallados en la sobregratificación (p. 128)

La evidencia de la investigación experimental muestra (…) [que] el puro altruismo supone una negación de la autorrealización  (p. 162)

  Porque la benevolencia desprendida del altruismo es contraria al interés extremo en el propio individuo que caracteriza al que busca “autorrealizarse”. Autorrealizarnos sí, pero en un sentido altruista.

  Por otra parte, Babula también se opone a la visión pesimista del situacionismo, según la cual uno puede obrar bien o mal dependiendo de la circunstancia personal en la que uno se encuentra (y no siempre por voluntad propia). Así se dieron los famosos casos de criminales de guerra que se limitaron a “obedecer órdenes”, pero esto sería solo un caso extremo: el condicionamiento situacional se daría de forma menos espectacular en la vida cotidiana. O tal vez no.

Lleva largo tiempo de inhibición y amenaza a la gratificación de las necesidades de la gente hasta que esta se vea afectada negativamente por las influencias del entorno (p. 77)

  Siempre será discutible hasta qué punto las influencias malignas del entorno resultan efectivas, pero de todas formas, el situacionismo no es incompatible con una visión positiva del altruismo a gran escala, porque, al fin y al cabo, crear condiciones alternativas para el altruismo sería la respuesta adecuada a que se creen condiciones para el comportamiento antisocial. No es fácil formar una voluntad altruista con independencia del entorno y por lo tanto es una buena actitud la de fomentar entornos que ayuden a los individuos –por instigación, imitación o inspiración- a obrar de una forma altruista y empática que sea poco habitual en el mundo convencional de hoy. Los marcos situacionales pueden ayudar tanto a lo antisocial como a lo prosocial.

  Tiene sentido, entonces, desarrollar, por encima de la cúspide de la autorrealización más o menos egoísta (sobregratificación), una cultura del altruismo como forma de lograr el desarrollo más elevado tanto del individuo como de la sociedad en su conjunto.

La meta de los psicólogos motivacionales no es llevar a la gente a la sobregratificación de las necesidades humanas sino crear sistemas intencionales que ayuden a nuestra motivación intrínseca para ser altruistas (p. 83)

  Lo importante es no caer en el pesimismo de que un marco situacional de tipo antisocial crea una condición irremediable. Hay datos que demuestran que la constitución psíquica humana no responde exactamente al mito del “hombre lobo para el hombre”.

  Por otra parte, por el estilo de cómo los marxistas dividían la sociedad en clases, Michael Babula la divide en pautas de comportamiento individual: pautas materialistas, postmaterialistas (autorrealizadoras), altruistas… y el nada anecdótico caso de la psicopatía.

Existe una minoría de individuos psicopáticos, individuos que, debido a la estructura de su cerebro, podrían ser clasificados como malignos y que a lo largo de la historia (…) han operado para impedir que la mayoría de la gente logre el desarrollo del altruismo exocéntrico (…) Los psicópatas no se transforman en malignos a partir de factores ambientales. Son malignos desde el principio (p. 93)

   Los psicópatas podrán ser una minoría –un uno por ciento- pero es muy verosímil que hagan un daño a la sociedad desproporcionado a su número. Y esto tiene una explicación simple:

Los psicópatas pueden sentirse atraídos por posiciones de autoridad (p. 55)

  Es una innovación no señalar tanto a los “sistemas” o estructuras sociales –las clases sociales, por ejemplo- como a pautas psicológicas de comportamiento individual. En lugar de lucha de clases tendríamos la alternativa de la terapia y la prevención. Impulsar el comportamiento prosocial identificando los factores de progreso social con los rasgos psicológicos podría suponer un cambio revolucionario del desarrollo social.

Lo que requerimos es conseguir que nuestros sistemas institucionales sirvan al avance psicológico de la población (p. 128)

  Tenemos ya un conocimiento cierto de que, igual que existe la psicopatía y resto de disfunciones antisociales, también existe una base humana para promover los comportamientos prosociales. Podemos seleccionar individuos prosociales, podemos definir metas comunitarias prosociales –sistemas institucionales-… lo que nos falta es una fórmula de acción prosocial a gran escala que permita a los individuos motivados hacer todo lo posible para alcanzar las metas definidas para beneficio de todos.

   El problema con la propuesta del profesor Babula es que no se plantea una ruptura con lo convencional pues parece que por “sistemas institucionales” se está aludiendo a sistemas políticos; es decir, a mejores gobiernos -¿gobiernos socialistas?-.

Al reconocer nuestra auténtica motivación intrínseca para ser buenos, y revolucionar nuestros sistemas en base a tal concepto podremos poner en marcha un orden nuevo –una era de altruismo-  (p. xv)

[Existen] sistemas de gobierno, educativos y terapéuticos que podrían ser usados por los científicos sociales para recrear una nueva cultura de cooperación que resulte en gratificación de las necesidades y progreso hasta el altruismo exocéntrico  (p. 81)

  Pero todo gobierno se basa en fórmulas de coerción –por muy bienintencionadas que éstas sean- y la coerción no es compatible con un fomento directo de la empatía, el altruismo y la bondad (que, en su versión más coherente implican no-violencia, pacifismo y comunidad no autoritaria). Por otra parte, está demostrado que un sistema social embrionario –una familia, una comunidad de extrema confianza- puede organizarse sin coerción. ¿No sería entonces el empeño de la ciencia social el ayudar a organizar ese tipo de sociedades… hoy inexistentes pero extremadamente necesarias? ¿No sería ese el objetivo coherente del cambio social revolucionario en el sentido del altruismo?

La visión adoptada a lo largo de este libro es que el bien último es vivir por el bien de los otros sin esperar nada a cambio. (p. 10)

  Bueno, algo sí recibiremos a cambio: los beneficios afectivos de un estilo de vida basado en el altruismo, la empatía y la benevolencia.

Lectura de “Motivation, Altruism, Personality, and Social Psychology” en Palgrave MacMillan  2013; traducción de idea21

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