domingo, 5 de septiembre de 2021

“La conversión religiosa”, 1993. Lewis R. Rambo

  El libro del profesor de psicología Lewis R. Rambo sobre las conversiones religiosas puede estar un tanto limitado al contexto social anglosajón –con las múltiples congregaciones cristianas y algo de sectas orientales- pero es una aproximación valiosa del fenómeno implicado por mucho que éste sea más amplio.

Mediante la conversión un individuo puede ganar un sentido de los valores últimos y puede participar en una comunidad de fe que lo conecte tanto a un rico pasado como a un ordenado y emocionante presente que genera una visión del futuro capaz de mover energías e inspirar confianza. Afiliarse a un grupo y suscribir una filosofía puede ofrecer sostén, guía, un núcleo para la lealtad y un marco para la acción. Lleva a implicarse en sistemas míticos, rituales y simbólicos que dan a la vida orden y significado. Compartir estos sistemas con personas de la misma opinión hace posible conectar con otros seres humanos a niveles intelectuales y emocionales más profundos (p. 2)

  En realidad, la conversión religiosa podría verse como el fenómeno capital en cuanto al progreso humano, y no tan solo un aspecto aislado de la vida social: una conversión religiosa implica un cambio de afiliación al grupo y, puesto que el ser humano no puede existir fuera de un grupo, la conversión religiosa implica una comprensión racional del individuo acerca del significado y fin de la comunidad humana dentro de la que vive, lo que implica a su vez -al producirse el cambio voluntario- una particular visión innovadora de la sociedad. Una conversión religiosa, por tanto, puede verse como una potencialidad para el perfeccionamiento social, sobre todo porque las religiones modernas –las que aparecen a partir de la “Era Axial”- implican transformaciones morales siempre en el sentido de alcanzar una mayor prosocialidad –una sociedad más próspera, benévola e intelectualmente desarrollada.

Cuando el converso potencial descubre la relevancia de un sermón o historia para su propia vida, se alcanza una integración de modo que el sistema teológico tiene sentido en un nivel humano, individualmente peculiar. El simbolismo religioso parece entonces interpretar de forma paralela la experiencia vital del converso  (p. 83)

  Sin embargo, pese a su imprescindible contenido trascendente, el fenómeno de la conversión religiosa podemos verlo también desde la cotidianidad. Aunque las implicaciones son de largo alcance, muchas veces las motivaciones de los primeros conversos pueden parecer triviales y esto es vital que se tenga en cuenta.

Las principales cuestiones que motivaban a los (…) conversos (en comparación con el grupo de control [en un estudio de psicología social]) eran emocionales, implicando relaciones problemáticas con los padres, infancias infelices y una historia pasada de relaciones personales frustradas  (p. 53)

  Los movimientos religiosos evolucionan y a medida que lo hacen puede cambiar el carácter de los conversos. Los primeros pueden ser unos pobres infelices con problemas familiares, pero una vez el movimiento cobra fuerza, los elementos más sólidos de la sociedad pueden también sentirse atraídos. El cambio social es crítico en la evolución humana, pero precisamente porque el ser humano no puede vivir fuera de su marco social, el individuo siempre se resiste a salir de él. Por ello tienen que darse circunstancias muy especiales para que se produzcan los primeros “desplazamientos”. Ahí entra el fenómeno de la conversión, un fenómeno muy específico y psicológicamente complejo, y que, al principio, solo puede ser efectivo en casos muy particulares.

   Es probable que el cristianismo surgiera un poco así –dependiendo de individuos en situaciones de precariedad social por diversos motivos-, sobre todo si tenemos en cuenta los comentarios despectivos de los paganos romanos de su época acerca del bajo nivel social de los primeros creyentes. Ciertamente, una persona estable y cabal no suele necesitar cambiar.

  Por otra parte, el profesor Rambo es muy consciente de que las religiones han idealizado mucho el poder de la conversión como manifestación del poder sobrenatural. En ello es paradigmática la leyenda sobre la conversión de San Pablo. Los hechos, sin embargo, desmienten estos fenómenos de conversiones de apariencia milagrosa.

En contra de la mitología popular, la conversión es muy raramente una transformación de la noche a la mañana, completa e instantánea que se da ahora y por siempre. (p.  1)

      La conversión repentina puede darse de la misma forma excepcional en que pueden darse muchos otros cambios excepcionales del comportamiento, pero lo sorprendente es que no se aborde en este libro –y, por lo que parece, en ninguno hasta ahora- los fenómenos de transformación moral que no demasiado infrecuentemente se dan en individuos antisociales –durante la estancia en prisión, por ejemplo- una vez son captados por “agentes” proselitistas de alguna religión (y también de algunas causas políticas). Debería estudiarse a fondo este fenómeno porque las autoridades gastan muchos recursos tratando de mejorar la trayectoria cívica de los delincuentes habituales obteniendo pocos resultados… cuando los charlatanes religiosos consiguen, con sus métodos “artesanales”, resultados espectaculares a bajísimo costo.

  Entre los factores psicológicos que podrían estar detrás de estos y otros fenómenos de cambio se mencionan en este libro algunos bastante obvios:

Una opción religiosa puede (…) ofrecer un amplio ámbito de gratificaciones emocionales, como el sentido de pertenecer a una comunidad, alivio de la culpa y desarrollo de nuevas relaciones   (p. 83)

  Pero es fundamental señalar que ninguno de estos factores tiene nada que ver con los prodigios sobrenaturales que, supuestamente, son el núcleo de las doctrinas religiosas. Como señalaba agudamente Unamuno, lo importante de las creencias teístas no tiene que ver tanto con la Teología como con la “Religión”(fenómenos psicológicos de tipo emocional). Y una prueba de que esto es así y de los tortuosos caminos para el cambio de comportamiento que la religión puede llevar a cabo es que muchas conversiones “religiosas” se han dado también al adscribirse un sujeto a una ideología política, especialmente cuando esta ideología política tiene un contenido moral, tal como sucedía con el marxismo. Y si cada religión de contenido sobrenatural tiene sus propias características, ¿no sería el carecer de contenido de ese tipo una característica particular de una “religión” marxista?

  En conjunto, la conversión religiosa parece más bien tratarse de una especie de “adopción” del individuo dentro de un nuevo colectivo social generador de confianza que contiene un simbolismo cultural de alto valor emocional. Un individuo desarraigado de su colectivo originario es el mejor candidato para tal tipo de adopción. El momento clave viene bien definido por la crisis.

[Entendemos la] crisis como una discrepancia sentida entre un estado imaginario ideal de los asuntos y las circunstancias en las cuales estas personas se ven atrapadas  (p. 47)

  La religión es, por tanto, un fenómeno que implica la pertenencia a una comunidad

Pocas conversiones tienen lugar en áreas con religiones bien organizadas y con escrituras, sostenidas por los poderes económico, político y cultural de la región. El cristianismo ha ganado pocos conversos al islam  (p. 47)

  Y se podría añadir que, en tiempos recientes, el islam sí ha ganado algunos conversos al cristianismo. ¿Por qué? Evidentemente porque se trata de que la comunidad musulmana –como en otros tiempos la de los partidos de la Internacional Comunista- es, hoy por hoy, una comunidad más cerrada e intensa. Aquí entra el concepto de “encapsulamiento”

Cuando una esfera de influencia ha sido creada por encapsulamiento, se despliegan cuatro dimensiones de interacción: relaciones que crean y consolidan vínculos emocionales con el grupo y establecen la realidad cotidiana de la nueva perspectiva; rituales que proporcionan modos integrativos de identificación y conexión con la nueva forma de vida; una retórica que proporciona un sistema interpretativo, ofreciendo guía y significado al converso; y unos roles que consolidan la implicación de una persona al darle una misión especial a cumplir.  (p. 108)

  En cambio, las religiones primitivas (las que fueron propias de la muy prolongada prehistoria… la religión, por tanto, “natural”) carecen de rasgos semejantes y por tanto su capacidad para la conversión era muy inferior.

Las religiones populares [animistas] son menos resistentes frente a las religiones mundiales, especialmente cristianismo e islam. Los animistas raramente tienen organizaciones extensas e ideología vinculadas con nadie de fuera de su pueblo. Careciendo de estas estructuras internas y recursos externos, se desconectan más fácilmente de los modos indígenas de pensamiento y acción  (p. 47)

   Por otra parte, una religión consolidada, con gran poder social, ya no requiere una situación de crisis tan extrema para la conversión. El individuo puede entrar en la comunidad religiosa de forma incluso superficial… pero una vez dentro tal vez le cueste después salir.

[Algún autor] no acepta la interpretación psicológica tradicional de importantes cambios de personalidad implicados en la conversión, al menos no en las primeras etapas. La gente adopta el rol del converso y se comporta de acuerdo con éste, y los cambios internos pueden seguir después (p. 122)

Desde la primera experiencia de crisis y búsqueda o, en otros casos, desde el primer encuentro con una nueva opción, el converso está explorando, experimentando y en algún sentido negociando la nueva posibilidad. Después de un tiempo, ciertas consecuencias son más obvias que otras. Para alguna gente, la consecuencia es una vida radicalmente transformada. Sus acciones y patrones de creencia son significativamente diferentes de lo que lo eran antes. (p. 170)

  Supongamos, finalmente, que queremos “convertir” a individuos antisociales –e incluso a comunidades relativamente antisociales en su conjunto- a una conducta prosocial –lo más perfecta posible. La mejor forma de conseguirlo es sumando pacientemente a individuos “en crisis” a una comunidad “de tipo religioso” en la medida en que proporcione una comunidad humana de confianza con contenido afectivo y una ideología altamente prosocial. Un entorno “religioso” –recordemos el caso de la ideología comunista en el pasado- puede aportar tanto el sentimiento de comunidad, como el marco ideológico como el sentido simbólico trascendente que permiten un cambio cultural y moral sólido partiendo de unas circunstancias históricas dadas –que nunca serán las mismas del pasado-.

  Si este movimiento tiene éxito, aunque sea solo comenzando con la recolección de individuos en crisis –es decir, situaciones excepcionales-, ello puede dar lugar a una comunidad más consolidada y a partir de ahí las conversiones serían ya de otro carácter.

La conversión es, de forma habitual, fenomenológicamente diferente dependiendo de si se trata [de incorporarse a] un movimiento innovador o [a] un poderoso movimiento ya en marcha (p. 12)

  Un uso inteligente de estos mecanismos psicológicos podría utilizarse en un futuro próximo para llevar a cabo un cambio no político que nos lleve a un entorno mucho más prosocial.

Lectura de “Understanding Religious Conversion” en Yale University Press 1993; traducción de idea21

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