domingo, 15 de octubre de 2023

“Hacia un paradigma no violento“, 2009. Joám Evans Pim (Editor)

  El profesor de antropología Joám Evans Pim edita esta recopilación de breves ensayos inspirados principalmente por la obra de Glenn Paige (“Center for Global Nonkilling”). Los autores aquí reunidos (más de veinte, en su mayoría profesores universitarios) abordan la cuestión del desarrollo de un “Nonkilling Paradigm” (no matar), equivalente a una visión universal y coherente de la no violencia. Con todo, no encontramos aquí una fórmula social basada en el comportamiento no violento sino, propiamente, elementos de juicio que pudieran llevarnos a ella.

Cada ensayo de este libro ofrece una perspectiva única, pero todas están unidas en su visión de que una sociedad no homicida es posible y que puede alcanzarse paso a paso, sin milagros y a un coste que puede ser menos que el de mantener una organización masiva de defensa (p. 12)

Los ensayos que se ofrecen en este libro, si bien breves y exploratorios, proporcionan fundamento para la confianza en las posibilidades para un importante cambio de la ciencia que acepte el pasar de la letalidad a un paradigma de no matar éticamente orientado que empodere transiciones sociales y culturales hacia sociedades no violentas. (p. 30)

   “Paso a paso” pero, aparentemente, no siguiendo una ruta precisa. Se trata de pasos dispersos, que parten de un similar planteamiento pero que habrán de encaminarse en una ruta aún por diseñar. La necesidad de tal diseño se expresa en ocasiones con una simplicidad muy efectista.

Lo que se necesita más que nunca es un proyecto colaborativo de investigación sobre la paz y la no violencia tanto en teoría y como en práctica, con un compromiso, personal experto y recursos adecuados a una escala equivalente al proyecto Manhattan de la segunda guerra mundial  (p. 44)

  De momento no hay tal proyecto. Pero este libro sí contiene muchas reflexiones e ideas valiosas.

Una sociedad no violenta se caracteriza porque no haya violencia ni amenazas de violencia contra las personas, ni tecnologías ni justificaciones de violencia, y que no se den condiciones sociales que dependan de la amenaza o uso de fuerza letal  (p. 219)

  Por lo tanto, aunque el concepto “Nonkilling” puede parecer limitado, nos estamos refiriendo a un fenómeno mucho más amplio, la no violencia o el control de la agresión humana en general.

La violencia viene del miedo, el miedo viene de la incomprensión, la incomprensión viene de la ignorancia… eliminamos la ignorancia con la educación. Reconocer, respetar y no temer valores diferentes es la forma de eliminar la violencia (…) Los mayores fines de la educación son aportar a las nuevas generaciones el conocimiento compartido, y el comportamiento y los valores de sostén del grupo y, al mismo tiempo, estimular y ampliar la creatividad y el progreso (p. 242)

Comprender la naturaleza de la violencia humana y reducir su ocurrencia son las cuestiones más apremiantes de nuestra época (p. 9)

  Aquí no encontramos una teoría general sobre el control de la agresión –ni aquí ni en ninguna parte- pero en los apuntes al respecto encontramos aciertos y ausencias que equivalen a errores.

En el extenso ámbito de todas las relaciones sociales la paz se logra promoviendo un nuevo tipo de ética social que descansa en la corresponsabilidad, igualitarismo, el compartir, la justicia y la comunidad (p. 299)

  Buscando un eco inmediato, los promotores de la no violencia siempre intentan hacerla compatible con el convencionalismo de la paz civil: igualitarismo y justicia. Pero esto es ignorar las consecuencias inmediatas de las actitudes morales a nivel emocional; la justicia no puede existir sin la coerción y la penalización.

El no matar abarca los conceptos de paz (ausencia de guerra y condiciones que conducen a la guerra), no violencia (psicológica, física y estructural) y ahimsa (no herir en pensamiento, palabra y obra) (p. 15)

A fin de transformar los conflictos exitosamente sin violencia la mejor actitud es la empatía, el comportamiento más apropiado la no violencia y la forma más efectiva de afrontar las contradicciones la creatividad (p. 86)

   La concepción de ahimsa, incluye, al menos, el control de los pensamientos agresivos. En la ahimsa no hay lugar para la justicia ni para el muy medido igualitarismo. Por otra parte,  esta concepción amplia de la no violencia choca con la idea de que la violencia es un elemento extraño introducido en el comportamiento humano por una serie de accidentes de la civilización

No matar a otros seres humanos es de momento la estrategia más conveniente para la supervivencia, además de ser la adoptada por los seres humanos desde su inicio (hace cien mil años). Hace 8.000 años sucedió un puro accidente cultural (p.120)

Matar a un semejante habría supuesto una interrupción de 90.000 años de una bien establecida tradición de no matar. (p. 121)

  Esta visión optimista de una prehistoria pacífica, basada en pruebas arqueológicas muy discutidas, tiene una justificación didáctica. Al bienintencionado Darwin se atribuyó el haber causado un duro perjuicio social a mediados del siglo XIX cuando sus descubrimientos sobre la evolución humana mostraron –en la interpretación de muchos- una imagen despiadada de la lucha por la “supervivencia del más apto”. Qué duda cabe que una visión optimista proporciona mayor esperanza y, en principio, ayudaría a emprender tendencias más amables.

Las creencias culturales con respecto a la inevitabilidad de la violencia, el homicidio y la guerra trastornan nuestras interpretaciones y afectan nuestra visión de la naturaleza humana hasta tal punto que nos ciegan con respecto a las posibilidades de desarrollar alternativas a la violencia y la guerra. La creencia de que la agresión y el homicidio son inevitables en los seres humanos, según la evidencia empírica, es errónea. (p. 284)

  Pero la realidad es que, históricamente, las creencias en que la violencia y la guerra son consecuencia de un “accidente” acabaron teniendo consecuencias nefastas. Surgieron teorías acerca de que bastaba con eliminar algunos obstáculos de tipo político para retornar al paraíso perdido de la prehistoria. Por ejemplo, eliminar la aristocracia, o la propiedad privada de los medios de producción, o el capitalismo, o el Estado o la religión. Todos esos intentos –en los cuales con frecuencia se invocaba el principio inapelable de que “el fin justifica los medios”- no demostraron en absoluto que contemos con una naturaleza benévola, sino más bien lo opuesto.

  Y si estudiamos el comportamiento de nuestros primos los chimpancés descubrimos otra dimensión de las relaciones interpersonales, nada compatible con la idea de que el homínido Homo sapiens haya vivido sin violencia hasta hace unos pocos miles de años. Pero sí encontramos también algunas diferencias importantes en el comportamiento social de los chimpancés y el nuestro.

  Por ejemplo, los chimpancés han sido sometidos a diversas versiones de los dilemas del “ultimátum” y el “dictador”.

Los chimpancés no mostraron ni altruismo ni desprecio, proporcionando evidencia de que tanto el altruismo como el desprecio podrían ser características específicas solo de los humanos  (p. 362)

  Esto hace ver que su concepción del “semejante” es diferente a la nuestra. Los humanos tendríamos una tendencia natural a empatizar con el bien ajeno. Amamos o despreciamos porque concebimos la existencia ajena (sus emociones, principalmente) como directamente relacionadas con la nuestra. No somos diferentes a la vida interior que presumimos que en otros no es muy diferente a la que experimentamos día a día.

   Una circunstancia afortunada que habríamos de aprovechar.

   La conclusión queda incompleta.

Los estudios sobre no violencia en nuestro caso, pertenecen (…) al marco teórico de la paz positiva –esto es, el conjunto de proposiciones cuyo fin es la prevención de toda forma de violencia, no solo su reducción-. Este campo de estudios es raro en los programas de enseñanza e investigación, probablemente porque implica dos premisas impopulares: definir la naturaleza humana y cambiar estilos de vida y modelos sociopolíticos bien establecidos (p.96)

  Cambiar el modelo sociopolítico puede y debe implicar también cambiar la concepción social misma. Hoy por hoy, se intenta predicar relaciones sociales democráticas y de economía competitiva que sean compatibles con la paz. Pero la agresión se encuentra no solo en la raíz de los actos sociales violentos, sino también en nuestra concepción precavida de las relaciones sociales (bajo control democrático) y en nuestra concepción del progreso económico competitivo en pos del estatus social.

  Una sociedad realmente no violenta y no agresiva tiene que estar poblada por santos. Y es ahí donde debe ponerse el esfuerzo del cambio social, en el ámbito psicológico, emocional y simbólico de las relaciones sociales de proximidad extendidas universalmente.

Lectura de “Toward a Nonkilling Paradigm” en Center for Global Nonkilling, 2009; traducción de idea21

1 comentario:

  1. Una publicación interesante que busca enseñar cómo vivir en paz y en armonía entre todas las personas.

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