jueves, 25 de marzo de 2021

“El aprendiz evolucionado”, 2012. Kim Sterelny

Pretendo desarrollar un modelo plausible, próximo, de un chocante fenómeno natural: la evolución de los rasgos distintivos de la cognición humana y de la vida social humana (Prefacio)

   Otros muchos autores se han dedicado a este empeño: determinar aquello que es propio solo del género “Homo” y que nos ha permitido alcanzar el estado civilizado. Porque a medida que se ha estudiado a nuestros parientes biológicos más próximos (los “grandes simios”) se ha descubierto que cuentan con muchas capacidades similares a las nuestras, solo que desarrolladas en menor grado. Entonces, ¿no hay una diferencia “esencial” entre ellos y nosotros que nos caracterice propiamente como “no animales”?

Por ejemplo, en los últimos años, Wrangham ha argumentado que cocinar fue la innovación clave que llevó a las crecientes diferencias con respecto a los otros grandes simios; Hrdy argumentó que esta divergencia fue impulsada por la cooperación reproductiva, especialmente entre hembras (Prefacio)

    El filósofo Kim Sterelny, por su parte, no cree mucho en que haya habido modelos de “innovación clave” de ese tipo. A su parecer, el modelo del “aprendiz evolucionado” se limitó a desarrollar cuantitativamente diversas cualidades psicológicas propias de los precedentes del “Homo sapiens” ("Homo habilis" y "Homo erectus"). Sin embargo, la forma en que esto se hizo sí parece solo al alcance de seres con capacidades cognitivas peculiares.

La modernidad conductual es la capacidad colectiva de retener y aumentar ricos sistemas de técnica e información. Esa capacidad depende de la interacción de las mentes individuales, el entorno de aprendizaje organizado y la estructura de la población (Capítulo 3.1)

  Los rasgos que sí parecen diferentes, y que son importantes también a la hora de transmitir conocimientos prácticos (la tecnología) tienen que ver con las habilidades sociales.

Mientras que los niños pequeños encuentran las actividades colaborativas intrínsecamente gratificantes, los chimpancés jóvenes no. Los chimpancés están dispuestos a emprender acciones conjuntas, pero solo con fines instrumentales  (Capítulo 8.1)

Una significativa diferencia entre la especie de los chimpancés y los humanos es que desde una edad muy temprana, los niños señalan demostrativamente para indicar a su audiencia un asunto de interés mutuo. Los chimpancés señalan adquisitivamente para indicar algo que quieren. Pero no señalan demostrativamente y encuentran difícil aprender a aprovechar el señalamiento humano demostrativo.  (Capítulo 8.1)

    Esto va en un sentido parecido a las investigaciones de Tomasello o Dunbar, y revelaría quizá un complejo de peculiaridades cognitivas innatas de los Homo Sapiens cuya función básica en origen sería mejorar la cooperación dentro del grupo pero que tendría consecuencias en muchos otros aspectos.

  La teoría de Sterelny en cierto modo da por supuesto que estas peculiaridades, junto con el mayor tamaño del cerebro (particularmente el neocortex, con su capacidad para imaginar, la teoría de la mente y la previsión del futuro), son las que permiten el desarrollo de una cultura tecnológica.

A mi parecer, la expansión del aprendizaje cultural a lo largo de generaciones en el linaje humano es una causa nuclear del incremento de las diferencias fenotípicas entre los humanos (antiguos y modernos) y los grandes simios (Prefacio)

  El aprendizaje cultural habría llegado a existir gracias a lo que se califica aquí de “entorno organizado”, a modo de estímulo para la aparición del que se denomina aquí el “aprendiz evolucionado” –evolved apprentice.

El papel central de un aprendizaje del entorno organizado [explica] nuestras competencias cognitivas (Prefacio)

Las instituciones educacionales formales y la enseñanza explícita no son partes prominentes de la sociedad tradicional. Pero muchas sociedades de recolectores organizan y amplían la participación de los niños en la actividad económica y esta actitud apoya la transmisión de habilidades artesanales individuales (Capítulo 2.3)

  Por supuesto, en el principio no existió la enseñanza. La enseñanza es un paso evolutivo de gran importancia, pero necesariamente tardío, por el estilo del descubrimiento de la agricultura, la rueda o la escritura. Requiere una gran capacidad de abstracción. 

Una demostración con propósito de enseñanza raramente es idéntica a un desempeño utilitario. Las demostraciones se ralentizan y exageran, a veces se repiten elementos cruciales  (Capítulo 6.3)

   En el origen, todo parece indicar, pues, que los jóvenes Homo sapiens “aprendían solos”… pero ciertas características del grupo humano les facilitaban las cosas. Solos… pero no tanto.

Una transmisión fiable de habilidades puede comenzar como un efecto colateral de la actividad adulta, sin enseñanza del adulto y sin adaptaciones para el aprendizaje social del joven. Una vez establecida, entonces conlleva la selección para los cambios sociales y cognitivos que incrementan la fiabilidad o reducen los costes del aprendizaje  (Capítulo 2.3)

  El aprendiz puede comenzar sus actividades productivas como un juego, o como un proceso de imitación. En cualquier caso, hace falta una activa tolerancia por parte de los adultos.

El sistema del aprendiz depende de adaptaciones cognitivas individuales para el aprendizaje social pero depende también de unos entornos de aprendizaje adaptativamente estructurados  (Capítulo 2.3)

La imagen general es que mucho del aprendizaje de habilidades en la sociedad de recolectores se lleva a cabo por prueba y error, pero una prueba y error supervisados y organizados  (Capítulo 2.3)

  Produce un cierto vértigo pensar en cómo los primeros Homo, por sí mismos, por “prueba y error” a lo largo de cientos de generaciones, fueron capaces de idear y construir sus primeras armas de piedra que les dieron una extraordinaria supremacía sobre todos los demás animales de su entorno, incluida la impresionante megafauna del Pleistoceno. Cada pequeña modificación fue transmitida culturalmente y preservada generación tras generación, acumulándose junto con otros comportamientos innovadores.

La evolución de un aprendizaje social acumulativo fue un factor causal central en la evolución de lo que hace único a los humanos  (Capítulo 2.1)

Las características culturales de aprendizaje de la transición del Alto Paleolítico y periodos posteriores de la cultura humana –transmisión social con una gran amplitud y suficiente exactitud para el incremento de mejoras- requiere adaptaciones cognitivas individuales para el aprendizaje cultural, entornos de aprendizaje altamente estructurados y estructuras de población que puedan apoyar de forma efectiva los recursos y apoyar una especialización suficiente para generar un suministro de innovación  (Capítulo 3.4)

   Desde el momento en que podían producirse innovaciones que eran almacenadas y transmitidas, el avance del Homo Sapiens fue imparable, como demuestra la evidencia arqueológica de la desaparición de la megafauna y, más importante aún, de todas las demás subespecies de homininos que “se quedaron atrás”. El salto evolutivo se especula que lo dieron los “Homo Habilis” y más adelante los “Homo erectus”, que habrían realizado el logro extraordinario de dominar el fuego y cocinar la carne. Con todo, fue la elaboración de las herramientas de caza y su utilización por grupos humanos organizados lo que nos hizo más poderosos que los mamuts o los dientes de sable.

  Ahora bien, no parece que el desarrollo tecnológico fuese el origen del desarrollo propiamente humano. Todo hace pensar que fue el desarrollo social lo que incrementó la capacidad cognitiva y que el desarrollo tecnológico fue una consecuencia colateral que, por sus espectaculares consecuencias, acabaría cambiando todo el entorno humano… lo que a su vez llevaría también a más cambios en la cognición y el comportamiento.

Los homininos comenzaron a parecerse a los humanos con la evolución, hace 1.8 millones de años del Homo erectus (…) Era con estos homininos que la cooperación reproductiva y la cooperación en general se hizo central en nuestra estirpe  (Capítulo 4.1)

  La cooperación reproductiva es la crianza de los frágiles bebés humanos por todo el grupo, no solo por los padres. Un factor de cambio de comportamiento –innato- de enorme importancia y que tendría consecuencias mucho más allá de la crianza de los bebés.

  Esta cooperación no solo fue crucial, sino que está relacionada con un comportamiento cooperativo general.

Los humanos son cooperativos en parte porque encontramos gratificante la actividad colectiva (Capítulo 5.5)

  Así nos vemos en el escenario de una especie cooperativa, que desarrolla el lenguaje, la imaginación y la capacidad de previsión. La interactuación entre los miembros del grupo supone el señalamiento de pautas de confianza que facilitan la cooperación efectiva. Y estas pautas de confianza, de tan gran utilidad práctica, para que se desarrollen, exigen un incentivo emocional inmediato (lo gratificante).

[Disponemos de] capacidades comunicativas complejas. Para chismorrear de una forma efectiva, tengo que ser capaz de contar una historia, de representar lo que otros dicen y hacen en otros lugares, momento y circunstancia. (Capítulo 6.3)

    Ahí tendríamos el origen, si no el hecho distintivo esencial: una especie de primates que desarrollaron al máximo sus capacidades de interacción social acabaron desarrollando capacidades cognitivas únicas –comparar, imaginar, relatar-. Unos primates precarios, en un principio carroñeros y forrajeros, se convierten en temibles cazadores, en imbatibles depredadores, dominando el planeta rapidísimamente.

  Y aquí llegamos al punto crucial: una característica psicológica propiamente humana –básica también en el “sistema del aprendiz”- es el “reconocimiento de patrones”. Es propiamente humana porque a veces se contradice con la lógica (tal como sucede, por ejemplo, en las supersticiones y los prejuicios), lo que la diferencia de la inteligencia artificial que hoy conocemos (pero que también está progresando hacia tal “reconocimiento de patrones”). Esta cualidad puede estar especialmente relacionada con los sistemas de aprendizaje previos al descubrimiento de la enseñanza.

La información explícita, articulada, separable coexiste e interactúa con las capacidades de reconocimiento de patrones; las costumbres bien afinadas; la información que puede hacerse explícita, pero solo con los estímulos correctos; el cómo hacerlo. Con frecuencia los principios explícitos lleva tiempo que se integren fácilmente con la práctica fluida; con frecuencia pueden solo ser parcialmente extraídos de esa práctica; la distinción entre lo explícito y lo tácito no es nítida. (Capítulo 7.6)

  El autor pone un buen ejemplo que no tiene que ver con el mero desarrollo de la tecnología, sino con las capacidades sociales que están, precisamente y aunque a primera vista no lo parezca, muy directamente implicadas en el desarrollo tecnológico

Cuando formé parte de una secta política de ultraizquierda, aprendí los modismos, gestos, actitudes, rituales y marcadores públicos de mi tribu trotskista por inmersión, no por instrucción de un mentor individualizado (Capítulo 6.3)

  Algo parecido puede decirse también, por ejemplo, de los sacerdotes católicos (“habla como un cura, camina como un cura, tiene cara de cura…”) y entra bastante dentro de las peculiaridades sociales del mundo de la delincuencia, donde, viviéndose en un entorno de extrema desconfianza, el reconocimiento de los marcadores públicos es una capacidad muy cultivada. Este tipo de características cognitivas son probablemente las que están en el origen de la capacidad del “aprendiz evolucionado” para asimilar las habilidades desempeñadas por otros sin que sea necesario recurrir al sistema de enseñanza explícita y sin que se trate tampoco de una mera conducta de imitación.

   El mundo primitivo -cazadores-recolectores- que todavía subsiste hoy y que los etnógrafos y antropólogos registran funciona bastante de esta forma, de manera que el aprendizaje, la asimilación y la integración del individuo en el grupo se desarrolla mediante un reconocimiento de patrones complejo donde se entremezcla lo explícito y lo tácito.

     Podemos concluir que, partiendo de los avances llevados a cabo por el “aprendiz evolucionado”, el desarrollo posterior de la civilización hasta hoy ha consistido en irnos gradualmente separando de la inteligencia intuitiva o inconsciente del “reconocimiento de patrones” hasta mayores grados de conocimiento explícito y abstracto; lo que incluye la enseñanza, el adoctrinamiento, la ciencia, la literatura, la sabiduría. Y aún no hemos racionalizado lo suficiente estas peculiaridades. La psicología, precisamente, busca el esclarecimiento de tales patrones que, demasiadas veces, escapan a nuestro propio control. 

Lectura de “The Evolved Apprentice” en The MIT Press 2012; traducción de idea21

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