jueves, 5 de mayo de 2022

“Evolución cultural”, 2018. Ronald Inglehart

      La mejora de la civilización solo puede llegar de la evolución cultural (e incluso más propiamente aún, de la evolución moral). 

  En términos evolutivos, la civilización es un fenómeno reciente. Ningún animal social tiene civilizaciones excepto Homo sapiens en los últimos milenios; estas han ido cambiando, evolucionando y, aparentemente, al cabo de diez mil años de civilización y cinco mil años de historia, estamos llegando a niveles de desarrollo próximos a la meta de alcanzar el mayor potencial de la vida social: máximo poder económico gracias a la tecnología y recursos culturales de tipo psicológico –psicología social- para contrarrestar las tendencias antisociales heredadas de nuestra condición biológica –al fin y al cabo, no estamos genéticamente diseñados para la civilización, sino para una vida de cazadores-recolectores por el estilo de la de los chimpancés-.

   El politólogo Ronald Inglehart describe lo que considera que es un mecanismo fundamental de esta evolución: la teoría de la modernización.

Este libro presenta una versión revisada de la teoría de la modernización –teoría de la modernización evolutiva- que argumenta que la inseguridad física y económica conducen a la xenofobia, creciente solidaridad de grupo, política autoritaria y rígida adherencia a normas culturales de grupo tradicionales- y al mismo tiempo que las condiciones de seguridad llevan a una mayor tolerancia de los extragrupos, apertura a nuevas ideas y normas sociales más igualitarias  (p. 8)

  La modernización no supone la única opción cultural para combatir la precariedad humana

A lo largo de la historia ha habido dos estrategias para reducir la infelicidad: la primera es bajar las expectativas y aceptar la inevitabilidad del sufrimiento –una estrategia apoyada por virtualmente todas las religiones importantes del mundo-. La segunda es expandir un amplio ámbito de elecciones materiales, políticas y sociales, una estrategia llamada modernización (p. 159)

  Al ampliarse el ámbito de elecciones humanas individuales dentro del grupo aparecen realidades sociales de nuevo tipo.

La modernización no solo trae un creciente énfasis en valores de autoexpresión –también lleva a una movilización cognitiva y social- (p. 51)

El flujo causal se mueve principalmente de los valores de autoexpresión a la democracia  (p. 123)

Ya que la humanidad vivía al borde del hambre a lo largo de la mayor parte de su existencia, evolucionó un reflejo autoritario de tal modo que la inseguridad disparó el apoyo a líderes fuertes, a la estrecha solidaridad entre intragrupos, al rechazo a los extraños y a la conformidad rígida con las normas de grupo. De forma equivalente, altos niveles de seguridad dan más espacio a la libre elección del individuo y más apertura a los extranjeros y a las nuevas ideas (p. 10)

  Conviene aquí hacer la reserva de que hay estudiosos que consideran que, en principio, la humanidad no vivió originalmente en una constante precariedad y que la prehistoria fue más bien una era de abundancia… Si esto fuera cierto, el proceso de modernización no sería otra cosa que el retorno al paraíso originario, pero, en cualquier caso, las civilizaciones más antiguas sí vivían bajo la creencia de que se hallaban amenazados constantemente por la precariedad.

  La autoexpresión no es otra cosa que la aparición, a la vista de todos, de rasgos de conducta individuales que rompen la uniformidad del grupo: puede tratarse de la ambición erudita, el inconformismo ideológico, la expresividad artística, las tendencias sexuales minoritarias… En una sociedad bajo amenaza –fuertemente materialista por necesidad-, cualquier división dentro de la comunidad tiende, en cambio, a ser reprimida. En una sociedad próspera esto sucedería mucho menos.

  Para la modernización, pues, el primer elemento a tener en cuenta es la mejora económica. En teoría, sería posible que la modernización precediera a la mejora económica –y la modernización casi siempre tiene efectos beneficiosos para la economía- pero la triste realidad es que un requisito imprescindible para los primeros avances sociales es la riqueza económica previa.

Altos niveles sin precedentes de seguridad física y económica llevaron a persistentes cambios culturales intergeneracionales que remodelaron los valores y visiones del mundo que dieron lugar a un cambio de los valores materialistas a los posmaterialistas –lo cual fue parte de un cambio incluso más amplio de valores de supervivencia a valores de autoexpresión-. Este amplio cambio cultural pasa de dar la máxima prioridad a la seguridad física y económica y conformidad a las normas de grupo, a un creciente énfasis a la libertad individual para elegir la propia vida. (p. 143)

   La autoexpresión es, por lo tanto, algo mucho más probable en el posmaterialismo.

Las condiciones que llevan a los valores posmaterialistas son también conducentes a los valores de autoexpresión (p. 37)

  Lo que hoy nos parece tan evidente –la libertad y la solidaridad mutuas- no lo era tanto en el pasado. Ni siquiera lo es hoy en la totalidad del mundo actual. Aún existen, por ejemplo, sociedades teocráticas. 

El cambio cultural refleja estrategias cambiantes para maximizar la felicidad humana. En las sociedades agrarias con poco o sin desarrollo económico o movilidad social, la religión hace a la gente más feliz bajando sus aspiraciones en la vida y prometiendo que serán recompensados en la ultratumba (p. 140)

  No todas las civilizaciones antiguas prometían recompensas en la ultratumba, pero sí es cierto que todas propagaban el conformismo. Y también es cierto que la religión pierde valor a medida que las sociedades se hacen más seguras.

Cuando la gente siente que la supervivencia es tan segura que puede darse por sentada, la religión se hace menos importante (p. 62)

  Visto así, parece un sistema de determinismo bastante simple. Pero, naturalmente, hay otros valiosos factores a tener en cuenta.

El cambio social no es determinista pero algunas trayectorias son más probables que otras. A largo plazo, una vez el desarrollo económico está en marcha, ciertos cambios es probable que sucedan (p. 125)

  Porque, en realidad, la precariedad nunca ha tenido razón de ser. Por lo menos desde que se descubrió la agricultura, que permite incrementar enormemente la producción de alimentos. Sin embargo, la humanidad cuenta con una herencia cultural y somos herederos de la precariedad, y hasta cierto punto estamos programados para la precariedad.

El cambio cultural es dependiente de su trayectoria: los valores de una sociedad se ven modelados por su herencia histórica completa, y no solo por su nivel de seguridad existencial (p. 24)

  Solo lentamente, las nuevas generaciones que viven en un entorno mejorado irán sustituyendo a las anteriores

La hipótesis de socialización implica que el cambio de valores sociales avanzará gradualmente en gran medida a lo largo del reemplazo intergeneracional de población (p. 15)

   Hasta cierto punto, cabe considerar que estamos dotados de instintos antisociales que se materializan en emociones que pueden ser conflictivas: nosotros somos muchas veces la causa de nuestra propia precariedad quizá porque estamos programados para temerla siempre.

Hallazgos recientes en neurociencia cognitiva y psicología sugieren que las creencias morales y motivaciones vienen de intuiciones y emociones que la evolución ha preparado para su desarrollo  (p. 20)

Las emociones capacitan a la gente para tomar decisiones rápidas en situaciones en las que un análisis racional de las opciones podría ser casi interminable (p. 21)

   La civilización ha tenido que ir superando estos obstáculos: primero hemos de rechazar una cierta predisposición de la sociedad humana a reprimir el individualismo por temor a que esto crearía indefensión ante las amenazas –sesgo de negatividad- y después hemos de dar pasos en el sentido de desarrollar la autoexpresión en un entorno de mayor seguridad, lo que conllevaría a establecer, cuando menos, regímenes políticos de tipo democrático.

  Un ejemplo de predominio de la autoexpresión es el respeto a las inclinaciones homosexuales que en sociedades autoritarias -valores materialistas- se interpretan como perversiones egoístas que atacan la institución familiar.

Educación y comunicaciones de masas pueden jugar papeles importantes en transformar las actitudes hacia la igualdad de géneros y la tolerancia de los gays pero su impacto ha sido en gran parte limitado a las sociedades con relativamente altos niveles de seguridad existencial (p. 23)

  Lo mismo puede decirse de los malos tratos recibidos por otras minorías, como los extranjeros, los enfermos mentales o las mujeres que rechazan los roles de sumisión.

La globalización y la emergencia de sociedades de conocimiento está vinculada con una tendencia hacia normas morales universales en las cuales los grupos anteriormente excluidos, tales como los extranjeros, las mujeres y los gays, se considera que tienen derechos humanos (p. 63)

Los valores de autoexpresión hacen que la democracia sea el resultado más probable en los niveles avanzados de modernización  (p. 44)

  Las formas en que estas situaciones pueden ser superadas, más allá de que se alcancen “altos niveles de seguridad existencial”, son variadas, y todas merecen cuidadoso estudio:

El desarrollo socioeconómico trae la especialización ocupacional, subiendo los niveles educativos y elevando los niveles de ingreso, diversifica la interacción humana, cambia el énfasis de las relaciones orden-obediencia por relaciones negociadas; a largo plazo esto lleva al cambio cultural, incluyendo los cambios de género, los cambios de actitud hacia la autoridad, cambio de normas sexuales, descenso de la tasa de fertilidad, una participación política más amplia y crítica menos fácilmente manipulable (p. 42)

  El factor educativo siempre se ha señalado como fundamental:

Si bien la educación formal es solo un componente de la movilización cognitiva, es el indicador más disponible (si bien tener un trabajo que requiere pensar por uno mismo es igualmente importante) (p. 131)

  Luego vienen las decisiones directas referidas al cambio social:

No hay duda de que las elecciones conscientes de las élites políticas pueden tener un impacto importante e inmediato. Por ejemplo, cuando el Tribunal Supremo de Estados Unidos legalizó los matrimonios del mismo sexo en 2015, esto fue seguido inmediatamente por un incremento de tales matrimonios [que ya antes podían realizarse en muchos lugares de acuerdo con leyes estatales] (p. 3)

  El proceso habitual es que, una vez se producen los primeros cambios, minoritarios, va produciéndose el fenómeno del cambio generacional y las resistencias se van venciendo.

  De todas formas, los elementos a considerar son muchos y este libro solo puede apuntar el sentido general del cambio social.

  La precariedad no es lo mismo que la desigualdad, por lo que en una sociedad tan próspera, donde casi no existe la pobreza, no hay causa objetiva para la inseguridad solo porque algunos tengan más bienes que otros.

La extendida inseguridad en las sociedades de altos ingresos no parte de recursos inadecuados –refleja el hecho de que las ganancias económicas están yendo casi enteramente a los que están arriba y los empleos seguros y bien pagados están desapareciendo-.  (p. 215)

  Es decir, la sensación de inseguridad no viene tanto de la precariedad real –el gran desarrollo de la productividad del trabajo supone que la abundancia está siempre al alcance de la mano- sino de sensaciones subjetivas de desigualdad.

A diferencia del autoritarismo que emergió durante la Gran Depresión [el populismo autoritario del siglo XXI] no es resultado de una escasez objetiva (p. 5)

  Cabe incluso decir que durante la Gran Depresión de la década de 1930 tampoco se daba tal escasez: era la injusticia social –desigualdad- la que forzaba a una minoría a vivir en precariedad (y a que la mayoría se sintiera constantemente amenazada por ésta), pero la precariedad objetiva o subjetiva es un mal social que solo podrá ser superado por un cambio cultural en el sentido de una mayor prosocialidad, lo que abarca desde el respeto a las minorías hasta la desaparición de los prejuicios agresivos, pasando por una generalización de los comportamientos benevolentes y compasivos.

  También es posible que la precariedad no tenga otro origen que la ancestral amenaza de guerras que exigía mantener élites militares

Una cultura es un conjunto de comportamientos aprendidos que constituye una estrategia de supervivencia de la sociedad (p. 21)

   Queda una pregunta clave: si la abundancia de hoy no logra satisfacer las aspiraciones materiales, ¿no habrá que buscar alguna forma de crear ideologías no tanto para aceptar o combatir la escasez, sino para redirigir el aprovechamiento de la abundancia?

Lectura de “Cultural Evolution” en Cambridge University Press 2018; traducción de idea21

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