jueves, 15 de febrero de 2024

“Ignorancia”, 2023. Peter Burke

   El historiador cultural Peter Burke analiza la ignorancia desde diferentes puntos de vista. Por una parte, la admisión de la ignorancia es la base del conocimiento (¡el gran Sócrates!); por otra parte, son muchos los intereses en mantener a la población en la ignorancia.

Una ignorancia consciente es el preludio de cualquier progreso verdadero en la ciencia (Capítulo 7)

Hay una larga tradición que viene desde San Agustín y que critica la «curiosidad vana», dando a entender que ostentar cierto tipo de ignorancia es la opción más inteligente. El clero moderno, tanto el católico como el protestante, solía ser enemigo de la curiosidad y la trataba «como un pecado, generalmente venial, pero a veces mortal». Se presenta como mortal en la leyenda de Fausto, que ha inspirado obras de teatro, óperas y novelas. Cuando Kant utilizó el «atrévete a saber» (Sapere Aude) como lema de la Ilustración, se trató de una reacción contra la recomendación bíblica de «no queráis saber lo que está por encima de vosotros» (capítulo 1)

  Sea por presión de agentes interesados o por las deficiencias cognitivas naturales, hoy tenemos el ejemplo de la ignorancia voluntaria de hechos de relevancia global, como el cambio climático

Los debates recientes sobre el calentamiento global —incluido el debate sobre su negación— han sacado a la luz una nueva ignorancia sobre la tierra, además de situar a todos sus habitantes ante nuevos desafíos. (Capítulo 8)

  En realidad, la ignorancia llega más lejos. A pesar de las irrefutables evidencias, el conocimiento general no admite que instituciones como la religión o el nacionalismo son hoy esencialmente antisociales y que, como tales, tendrían que ser objeto de rechazo generalizado en todos los ámbitos relacionados con la mejora cultural como, por ejemplo, la educación o los medios de comunicación. Igualmente, Kant, con su ética racional supuestamente universal, fue incapaz de condenar la esclavitud, la desigualdad social o la opresión de las mujeres; estos razonamientos estaban cognitivamente a su alcance, pero una ignorancia sistémica le impedía ir más allá de los prejuicios de su tiempo. Y lo mismo sucede aún hoy en muchos otros aspectos de la vida social.

   Hay muchas teorías sobre las limitaciones del conocimiento.

En el pasado, una de las principales razones de la ignorancia en los individuos era que circulaba muy poca información en la sociedad. Parte del conocimiento era «precario» (…): solo se había plasmado en manuscritos y se conservaba escondido porque las autoridades de la Iglesia y el Estado lo rechazaban. Hoy en día, la paradoja es que el problema estriba en la abundancia, en la «sobrecarga de información». Los individuos experimentan un «aluvión» de información, y a menudo son incapaces de elegir lo que quieren o lo que necesitan, una situación también conocida como «fallo del filtrado». Por lo tanto, nuestra autodenominada era de la información «permite la difusión de la ignorancia tanto como la difusión del conocimiento»(capítulo 1)

   La sobrecarga de mala información no puede ser solo consecuencia de la abundancia de medios de comunicación. La información improbable, prejuiciosa o irracional es seleccionada en base a criterios de ignorancia asumida.

Es difícil tener la mente abierta en un sistema cerrado. Es difícil, por no decir imposible, poner en duda los sistemas si no existe aunque sea una cierta conciencia de las alternativas, conciencia que suele adquirirse gracias al encuentro con individuos de otras culturas. Estos encuentros expanden el horizonte de expectativas para ambas partes (capítulo 1)

   El encuentro con individuos de otras culturas fue bastante importante en la Ilustración del siglo XVIII, por ejemplo, pero cuando esas otras culturas aún no existen, el salto que va de la ignorancia al conocimiento requiere otro tipo de condiciones.

La historia de la ignorancia surge de la historia del conocimiento, que a su vez surge de la historia de la ciencia. (Capítulo 7)

Todo paradigma se concentra en unos rasgos de la realidad y descuida los otros (Capítulo 4)

   La ignorancia no se sostiene por sí misma. En muchos casos, numerosas instituciones sociales tienen sus propias razones para impedir que el conocimiento se abra paso y dé lugar a ideas nuevas.

En el fondo, la Iglesia prefería que la gente creyera en la doctrina más que entenderla, ya que cualquier intento de entenderla podría llevar a los fieles a la herejía (Capítulo 6)

Los gremios a los que pertenecían los artesanos insistían en mantener en secreto sus conocimientos particulares, igual que hacían los alquimistas, para evitar la competencia (Capítulo 7)

Hay formas de ignorancia que se exigen a grupos concretos en una cultura determinada. Al principio de la Edad Moderna europea, por ejemplo, se esperaba que los caballeros no supieran nada o supieran muy poco sobre dinero, o sobre las habilidades relacionadas con los oficios, ya que las clases altas despreciaban el trabajo manual. Las damas, por su parte, no debían saber nada de muchos temas, entre ellos la cultura clásica o el sexo (al menos antes del matrimonio). (Capítulo 5)

Hay un caso muy bien documentado de grandes empresas que se niegan a aceptar las conclusiones de los científicos: la industria del tabaco, que ya en 1950 tuvo pruebas de la relación entre fumar y el cáncer de pulmón (Capítulo 13)

  Ante tanta resistencia, vencer la ignorancia fue una tarea lenta y ardua.

Los miembros de clase alta de muchas asociaciones agrícolas que se fundaron en Europa durante la Ilustración calificaron a menudo de ignorantes a los campesinos; fue el caso de la Sociedad de Mejora del Conocimiento de la Agricultura, que se creó en Edimburgo en 1723. Fue precisamente en el contexto agrícola en el que se asentó el uso de la palabra «mejora», un concepto clave de la Ilustración. Se refería a la rotación de cultivos, a la utilización de una nueva forma de arado y a otros aspectos de lo que se conoce como la «Segunda Revolución Agrícola», promovida por los terratenientes. En el siglo XVIII se fundaron muchas entidades de este tipo (Capítulo 10)

[El político John] Roebuck planteó ante el Parlamento británico un proyecto de ampliación de la educación a nivel nacional, acusando al gobierno de «fomentar y perpetuar la ignorancia entre la gente».(Capítulo 11)

  Aparte de la presión de las fuerzas interesadas en mantener la ignorancia, existen ciertos mecanismos sociales autónomos que la promueven. Por ejemplo, la falta de conocimiento riguroso deja paso libre a conocimientos con muy poca base que obstaculizan el avance del conocimiento más sólido.

La naturaleza humana aborrece el vacío. La imaginación colectiva, espoleada por la curiosidad, la esperanza y los temores, rellena los huecos, al principio con rumores, y a largo plazo con leyendas y mitos(Capítulo 8)

Un vacío de conocimientos fidedignos se llena muy deprisa con rumores, que circulan de manera oral y luego se difunden gracias a la imprenta y otros medios. (Capítulo 10)

Los rumores son efectivos porque juegan con dos emociones muy poderosas: la esperanza y el miedo. (Capítulo 10)

   Lo que se opone a la ignorancia no es cualquier saber, si no uno que obedezca en alguna medida a las leyes de la lógica, la razón y la experimentación. En este sentido, parece fácil salir de la ignorancia ya que la evidencia del conocimiento fiable es fácil de constatar. Pero el nuevo conocimiento implica novedad, implica cambios, y por tanto implica riesgos.

Una educación generalizada haría que creciera el número de personas «capaces de generar dudas» con respecto al número de personas capaces de resolverlas. En otras palabras, aunque no lo dijera así, Richelieu pensaba que la educación para todos haría que demasiadas personas fueran capaces de cuestionar el gobierno y a la Iglesia. (Capítulo 11)

  El pasado de la ignorancia parece más o menos claro. Pero no tanto la ignorancia del presente. ¿Por qué, por ejemplo, se siguen produciendo crisis económicas catastróficas?

La ignorancia de los inversores, como la de los consumidores, nunca se ha estudiado de manera sistemática. Pero las rápidas fluctuaciones del mercado de valores a lo largo de los siglos, sus auges y caídas, serían muy difíciles de explicar sin la existencia de «inversores inexpertos» (Capítulo 10)

  Por otra parte, encontramos en el mundo de hoy conocimientos tan complejos que hacen imposible esperar que la ignorancia del conocimiento desaparezca.

La paradoja observada por el economista Friedrich von Hayek de que cuanto mayor es el aumento del conocimiento colectivo, gracias a las investigaciones de científicos y eruditos, «menor es la proporción de todo ese conocimiento [...] que una mente puede absorber» (Conclusión)

  ¿Podemos defendernos de esta situación en un mundo como el de hoy?

Si leemos las predicciones de los futurólogos décadas después de que se hagan, los fracasos saltan a la vista. (Capítulo 14)

La historia en términos de progreso inevitable, que imperaba en los siglos XVIII y XIX e incluso más tarde, hablaba de una historia simplista de la derrota de la ignorancia por el conocimiento. Por el contrario, (…) el surgimiento de nuevos conocimientos(s) a lo largo de los siglos ha implicado necesariamente el surgimiento de nueva(s) ignorancia(s).  (Conclusión)

  El autor no nos ofrece ninguna solución, aparte de reiterarnos que siguen existiendo fuerzas sociales que nos empujan deliberadamente a la ignorancia. Pero resulta desalentador constatar que la acumulación de conocimientos nos aleja de poder abarcarlos aunque sea a un nivel general y práctico.

  Quizá la solución esté en hallar un conocimiento social que nos dé una pauta básica de comprensión de los fenómenos humanos relacionados con el conocimiento y la ignorancia. Los eruditos que estudian los mercados, el cambio climático o la ciencia más compleja también se hallarán sometidos a tal pauta. Si entendemos cómo se originan sus errores, podemos aceptar el conocimiento válido dentro de sus limitaciones humanas.

Lectura de “Ignorancia” en Alianza Editorial 2023; traducción de Cristina Macía Orio

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