miércoles, 15 de julio de 2020

“Soledad”, 2008. Cacioppo y Patrick

    El fenómeno de la soledad suele considerarse como una circunstancia particular de la vida privada que por lo tanto se valora subjetivamente: a algunos la soledad les gusta; los hombres poderosos son necesariamente solitarios; la soledad exalta la individualidad.

 Pero desde el punto de vista psicológico, la soledad tiene un peso objetivo y puede convertirse en un problema de salud, y es desde este punto de vista que es objeto de estudio en este libro del psicólogo John Cacioppo y el divulgador científico William Patrick.

La soledad se convierte en una cuestión preocupante (…) cuando dura lo suficiente para crear una espiral persistente y autoalimentada de pensamientos, sensaciones y comportamientos negativos (p. 7)

El aislamiento social tiene un impacto en la salud comparable al efecto de la tensión alta, falta de ejercicio, obesidad o fumar (p. 93)

  Y siendo Homo sapiens un animal profundamente social, la soledad es imposible que no suponga también un grave problema para la comunidad

La soledad se desarrolló como un estímulo para hacer que los humanos prestaran más atención a sus conexiones sociales. (p. 7)

  Por otra parte, es importante señalar que no existe propiamente el deseo de soledad en persona alguna. Más bien existe una propensión a la soledad por cierta incapacidad para las habilidades sociales.

Sentirse solo incrementa la atención de la persona a los marcadores sociales de la misma manera que estar hambriento incrementa la atención de una persona a los marcadores de comida  (p. 161)

Mientras más alto el nivel de soledad de un participante [en un experimento para detectar expresiones faciales], menos acertada su interpretación de las expresiones faciales (p. 161)

   Es decir, la soledad suele derivar hasta cierto punto de una incapacidad o minusvalía del individuo. Remediarlo ha de ser tarea de toda la sociedad en su conjunto; no es tanto el problema particular de las personas que están solas, sino de las deficiencias en las relaciones sociales de una cultura determinada que posibilitan demasiados casos de soledad. Una sociedad mejor desarrollada elude los problemas de soledad porque cuenta con concepciones culturales más eficientes para evitar tal estado. Estas concepciones son recursos que podemos utilizar.

La forma en que encuadramos la realidad mediante el filtro de nuestros propios pensamientos es algo que, con esfuerzo, podemos aprender a modificar  (p. 17)

  Nuestros pensamientos no podemos generarlos del todo por nosotros mismos: es la cultura la que nos da un marco de pensamiento; y es la cultura la que nos da opciones para organizar nuestra visión de las relaciones sociales. El sentimiento de soledad nos induce –amargamente- a mejorar nuestras habilidades sociales.

  Por otra parte, si los Homo sapiens se complacieran en la vida solitaria, entonces poco futuro habría tenido la especie…

Somos mamíferos sociales, y (…) congregarnos entre nuestros semejantes nos sienta bien, y ese buen sentimiento sin duda amplifica los beneficios de otras experiencias positivas  (p. 261)

    En estado de naturaleza, Homo sapiens desconocía la soledad, pues los primitivos cazadores-recolectores vivían en pequeños poblados, familias extensas de poco más de cien individuos, todos juntos, casi sin vida privada. Sin embargo, en la civilización moderna, con sus enormes ciudades de masas anónimas formadas por individuos que se guarecen dentro de sus pequeñas y aisladas viviendas, la situación es por completo diferente. La soledad merece hoy una atención que antes no tenía… pues antes apenas si se daba.

  En la civilización, los daños psicológicos de la soledad han sido combatidos mediante recursos sociales nuevos muy peculiares. Por ejemplo: la vida religiosa, los animales domésticos… e Internet.

No hay asociación entre la profundidad del sentimiento espiritual y la salud. En lugar de eso, lo que se ha encontrado es una fuerte, consistente, prospectiva y con frecuencia graduada reducción de mortalidad vinculada a los individuos que atienden los servicios religiosos (p. 261)

[Las personas con animales domésticos] visitan con menos frecuencia a sus médicos que las personas de la misma edad que no los tienen. Los individuos diagnosticados con SIDA es menos probable que se depriman si tienen un animal doméstico  (p. 257)

Los tipos de conexiones –animales domésticos, computadores- con las que sustituimos el contacto humano son llamadas “relaciones parasociales” (p. 256)

  Combatir la soledad es entonces una cuestión práctica que tiene que ver con los recursos que ofrece la cultura. ¿Es el objetivo aliviar este sentimiento antinatural en los individuos, o combatir la soledad debe obedecer a fines más generales?

Los humanos estamos a la cabeza de la cadena alimentaria porque somos la especie más adaptada a comportarnos generosamente al tiempo que también contamos con los beneficios de la competición  (p. 62)

   Que la vida en soledad sea “antinatural” no debería preocuparnos en la medida en que no genere un estilo de vida conflictivo, pero, por una parte, parece inevitable considerar la soledad uno de los mayores males para el individuo y, por otra parte, las peculiaridades de la vida social indican que lo que mejora el estilo de vida para todos son precisamente las actividades menos solitarias: la industria, el comercio, los centros de desarrollo intelectual y espiritual, la política asamblearia…

  Un comportamiento amable y digno de confianza es el que más favorece la cooperación y a la vez es el que implica la mayor sociabilidad. No puedes promover el bienestar ajeno sin interesarte previamente por la vida de la persona que quieres favorecer. Por lo tanto, una cultura humanista debe dar lugar a relaciones altruistas.

Usted no recibirá necesariamente alabanza y gratitud por sus buenas obras –no es eso lo que se busca- pero es también improbable que reciba un castigo social (…) Se puede comenzar por experimentar las sensaciones positivas que puedan reforzar su deseo de cambio mientras construye su autoconfianza y mejora su habilidad para autorregularse  (p. 238)

  Una sociedad que no aliente el comportamiento altruista será siempre más conflictiva que la que siga un curso opuesto. Y he aquí otra dificultad, pues, como se ha considerado previamente, nos interesan tanto la ayuda mutua como “los beneficios de la competición”. Al menos, en nuestra civilización actual… pues no podemos descartar cambios culturales futuros tan paradigmáticos como los acontecidos en el pasado. Recordemos que en la prehistoria la soledad era materialmente desconocida y quizá los beneficios de la competición resulten menos relevantes en una sociedad futura en la cual el objetivo de eliminar la soledad implique mejoras en la predisposición a la benevolencia.

   En unas sociedades de masas tan complejas como las actuales del mundo desarrollado, el problema de la soledad equivale al problema humano mismo.

Lectura de “Loneliness” en  W. W. Norton & Company  2008; traducción de idea21

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