viernes, 15 de diciembre de 2023

“El animal social”, 2017. Elliot Aronson

   El libro del psicólogo Elliot Aronson es ya un clásico de la divulgación cultural que comprende la mayor parte de las teorías de la psicología social, con jugosos ejemplos que han sido contrastados y a veces corregidos a lo largo de los años.

El propósito de este libro fue y sigue siendo aclarar la relevancia que la investigación psicosocial puede tener para ayudarnos a comprender y tal vez comenzar a resolver algunos de los problemas más importantes que aquejan a la sociedad contemporánea. (La historia de este libro, 2017)

Psicología Social [es] el estudio científico de las formas en que los pensamientos, sentimientos y comportamientos de las personas son influenciados por la presencia real o implícita de otros (Capítulo 1)

  Básicamente, lo que la psicología social nos enseña es que en las relaciones humanas las cosas no son siempre lo que parecen y que no siempre obedecen a la lógica más deseable para alcanzar los fines sociales a los que la mayoría aspiramos. Este libro está lleno de ejemplos de ello.

Un método que supuestamente detecta sesgos que la gente no sabe que tiene ha atraído la atención mundial. El Test de asociación implícita (TAI), (…)Mide la velocidad de las asociaciones positivas y negativas de las personas con un grupo objetivo (Capítulo 7)

  El bombazo que supuso la aparición del Test de Asociación Implícita es comparable al que produjo el Test de Coeficiente Intelectual. Ambos son ejemplos empíricos de nuestras capacidades intelectuales y sociales, quizá por eso son tan odiados y se trata de buscarles la vuelta centrándose en detalles insignificantes que probarían su inexactitud. Pero eso nunca ocultará que el ser humano social es una realidad empírica, y que esto puede aplicarse a todo tipo de fenómenos del comportamiento.

  Por ejemplo, a la división arbitraria en grupos enfrentados, tan contraria a la armonía.

Los seres humanos tienen una inclinación tan natural a dividir el mundo en nosotros y ellos que el prejuicio dentro del grupo surge incluso cuando la pertenencia al grupo se basa en diferencias que son triviales, incluso sin sentido. (Capítulo 2)

   O la tacañería cognitiva, que nos frena en el avance hacia nuevos logros.

La tendencia hacia la tacañería cognitiva significa que las primeras impresiones se forman rápidamente y perduran. (Capítulo 2)

  La heurística muchas veces sostiene los prejuicios, pero, al menos, tiene un fundamento de utilidad.

Si algo es caro, inferimos que es mejor que algo más barato. (Capítulo 2)

   Otras tendencias sociales ni siquiera tienen esa utilidad.

Si una persona pasa por una experiencia difícil o dolorosa para alcanzar alguna meta u objeto, esa meta u objeto se vuelve más atractivo, un proceso llamado Justificación del esfuerzo. (Capítulo 3)

  Fenómenos como la “reducción de la disonancia cognitiva”, la “teoría del mundo justo” o la ilógica del razonamiento social que demuestra la tarea de Wason, son más ejemplos de los problemas sociales a los que nos enfrentamos.

  ¿Por qué el ser humano social está mal hecho, albergando tales tendencias contraproducentes y aun antisociales? Pues porque no hemos sido biológicamente diseñados para vivir en civilización. Hemos sido evolutivamente diseñados para ser hombres prehistóricos, cazadores-recolectores en la sabana, viviendo en grupos de menos de ciento cincuenta individuos –número de Dunbar- y en un estado de permanente hostilidad contra los grupos extraños.

Tratar a los extraños como atacantes potenciales es una mejor manera de sobrevivir en un mundo peligroso que tratarlos como amigos. (Capítulo 7)

  Para vivir en civilización hemos necesitado de progreso moral, experiencia, sabiduría, ciencia y, finalmente, necesitamos de la psicología. Nos hace mucha falta porque los hallazgos de estos sabios profesores acaban siempre influyendo en las costumbres.

   Como dijo William James en 1890:

"No hay nada tan absurdo que no se pueda creer que es verdad si se repite con suficiente frecuencia". (Capítulo 2)

  Pongamos como ejemplo de la necesidad de la psicología social incluso más allá de la primera psicología –centrada en el individuo- a uno de los varios errores cometidos por el genial doctor Freud. El buen doctor pensaba que los impulsos instintivos operan como un sistema hidráulico. Si uno siente agresividad, debe desahogarla derivando tal flujo a otra canalización que tenga consecuencias inocuas. Por ejemplo, el deporte de competición o el agresivo ajedrez.

   Pero la psicología social, a diferencia de las ideas que Freud sacaba de sus propias experiencias o las de sus pacientes, trabaja de forma experimental, con método científico, con tablas de datos, modificaciones y variables, siempre tratando de alcanzar certezas conformes a la lógica. Y los resultados en el caso de la agresividad no son los mismos que obtenía Freud. No parece existir tal “sistema hidráulico”.

Si la actividad física intensa y el comportamiento agresivo que es parte del fútbol reduce la tensión causada por la agresión reprimida, esperaríamos que los jugadores mostraran una disminución en la hostilidad durante la temporada. En cambio, hubo un aumento significativo en la hostilidad entre los jugadores a medida que avanzaba la temporada de fútbol. (…) La actividad física, como golpear un saco de boxeo o practicar un deporte agresivo, no disipa la ira ni reduce la agresión posterior hacia la persona que la provocó. De hecho, los datos nos llevan exactamente en la dirección opuesta: cuantas más personas expresan enojo comportándose agresivamente, más enojadas permanecen y más agresivas se vuelven. Dar rienda suelta a la ira, directa o indirectamente, verbal o físicamente, no reduce la hostilidad; aumenta (Capítulo 6)

La mera presencia de un objeto asociado con la agresión (escopeta, rifle u otra arma) sirve como señal para una respuesta agresiva. (…) Evidencia que contradice el eslogan que a menudo se ve en las calcomanías de los parachoques: "Las armas no matan a la gente, la gente sí". (Capítulo 6)

   Igualmente hay muchos otros tópicos que la psicología social nos desmiente.

Cientos de experimentos (…) han demostrado que cuanto más similar te parece una persona en actitudes, opiniones e intereses, más te gusta. Los opuestos pueden atraerse, pero no pegan. (Capítulo 8)

  Pero todos estos descubrimientos que parecen negativos nos abren por otra parte formidables caminos a la esperanza. Si sabemos lo que hacemos mal, también podemos llegar a averiguar lo que hacemos bien… o lo que podríamos llegar a hacer bien.

De todos los motivos que rigen la vida social, el más importante es la pertenencia: nuestro deseo de conexiones estables y significativas con otras personas (Capítulo 2)

   Esto nos dificulta alcanzar la lógica de la abstracción a la hora de juzgar y evaluar todos los fenómenos que no son asociados a la vida social cotidiana. No es un problema en absoluto que la armonía entre individuos interrelacionados suponga nuestra más alta aspiración, todo lo contrario… pero sí es un problema las reacciones ilógicas que con frecuencia derivan de tal meta común.

Cuando se nos pregunta qué sucedió, inventamos historias fácil y automáticamente. Vamos más allá de la información proporcionada para atribuir intenciones, motivos y personalidades humanas, incluso a figuras geométricas, objetos inanimados y, cada vez más en el mundo actual, robots. (…) Pensar en "términos personales" mejora la memoria porque cuando una tarea se estructura en torno a personas, la red de modo predeterminado está involucrada, lo que a su vez ayuda a almacenar recuerdos. (Capítulo 2)

  Debemos separar, por tanto, la lógica de las relaciones personales de la lógica abstracta que necesitamos para procesar otras situaciones.

  Igualmente, la psicología social nos enseña otro error por el estilo del de Freud y la agresividad: la inadecuación de una mera actuación represiva –estilo “Ley del Talión”- cuando se producen actos antisociales.

Cuanto menos grave es la amenaza, menos justificación externa; a menor justificación externa, mayor necesidad de justificación interna. Permitir que las personas tengan la oportunidad de construir su propia justificación interna puede ayudarlos a desarrollar un conjunto duradero de valores. (Capítulo 3)

  El auténtico objetivo de la prosocialidad es despertar la propia capacidad para controlar la agresión y fomentar la cooperación. Las justificaciones internas –a diferencia de la mera coacción punitiva- arraigan en la actitud y dan una oportunidad a los impulsos prosociales.

Una opinión que incluye tanto un componente emocional como evaluativo se llama actitud. En comparación con las opiniones, las actitudes son extremadamente difíciles de cambiar (Capítulo 5)

   Los cambios de actitud son el auténtico objetivo y estos no se obtienen de la forma en que la mayoría podríamos pensar. 

Asustar a los fumadores sobre los peligros de la nicotina aumentaba su intención de dejar de fumar. Pero a menos que ese mensaje estuviera acompañado de consejos sobre cómo dejar de fumar, no cambió el comportamiento de los fumadores. (…)La combinación de estimulación del miedo e instrucciones específicas produjo los mejores resultados (Capítulo 5)

   Otras veces se obtienen evidencias de los factores que llevan a la agresión. Por ejemplo, el soportar sufrimiento.

Los estudiantes que sufrieron el dolor de tener las manos sumergidas en agua muy fría mostraron un marcado aumento en los actos agresivos hacia otros estudiantes. (Capítulo 6)

   O erróneas formas de comunicación.

Formas de comunicación destructivas (…) Críticas hostiles (…) Actitud defensiva (…) El desprecio (…) Obstrucción, donde el oyente simplemente se retira, negándose a hablar o incluso a estar en la misma habitación (Capítulo 8)

  O por no poderse superar el conformismo, que nos incapacita para juzgar en base a las evidencias.

La conformidad prevalece más en sociedades colectivistas, que valoran explícitamente la armonía grupal (como Japón y China), que en sociedades individualistas (como Estados Unidos y Francia). (Capítulo 4)

   Nuestros propios juicios a la hora de evaluar actos antisociales son muchas veces contraproducentes al estar sometidos a impulsos –actitudes- que no contribuyen a la mejora de los demás.

Error fundamental de atribución: La tendencia a sobreestimar la importancia general de la personalidad o los factores de disposición sobre las influencias situacionales o ambientales al describir o explicar la causa del comportamiento social. (Capítulo 2)

  En el error fundamental de atribución se suele hacer uso de actitudes agresivas y mal instrumentadas para evaluar las conductas ajenas. Por ejemplo: si fulano tuvo un accidente de automóvil sin duda es porque conduce como un loco.

  Todos estos descubrimientos de la psicología social y muchos más han tenido éxito a pequeña escala y podrían tenerlos a gran escala si se encauzaran en movimientos sociales cuyo fin fuese generar mejores actitudes. El caso es que sabemos cómo hemos de comportarnos, otras cosa es que podamos resistir las presiones en contra de la mejor conducta posible o que no estemos estimulados por el entorno para seguir el camino menos fácil (por ejemplo, resistir al conformismo) o dejarnos llevar por un sesgo de negatividad y agresividad.

Cuando las personas aprenden a expresar sus sentimientos sin juzgar a la otra persona como equivocada, insensible o indiferente, rara vez se produce una escalada [de agresividad]. (Capítulo 8)

Teoría del aprendizaje cognitivo social: La teoría de que las personas aprenden a comportarse a través de sus procesos cognitivos, como sus percepciones de los eventos y observando e imitando a otros (…) La teoría del aprendizaje cognitivo social nos recuerda que entre la provocación y la respuesta se encuentra el cerebro humano: nuestra capacidad para considerar las intenciones de los demás (Capítulo 6)

Conversación directa: Una declaración clara de los sentimientos y preocupaciones de una persona sin acusar, culpar, juzgar o ridiculizar a la otra persona. (Capítulo 8)

Si los niños forman vínculos seguros y de confianza con sus padres, confían más en los demás, con la esperanza de formar vínculos más seguros con amigos y amantes en la edad adulta (Capítulo 8)

Las personas que actúan de una manera que beneficia a los demás luego se sienten más favorables hacia ellos: "Si estoy ayudando, debe ser porque se lo merecen". (Capítulo 7)

Solo se necesita una disidencia para disminuir seriamente el poder del grupo para inducir la conformidad (Capítulo 4)

El comportamiento altruista produce mayores sentimientos de felicidad. (Capítulo 6)

Hacer que los participantes se comprometieran a tomar perspectiva, contemplando activamente las experiencias de los demás, también conocida como empatía, redujo en gran medida las expresiones automáticas de prejuicio racial. (Capítulo 7)

  Este breve catálogo tendría que ser convincente para quienes se cuestionan qué cosas pueden hacerse para mejorar nuestra sociedad. Hay mucho que se puede hacer, solo hay que ordenarlo y organizarlo como una pauta moral con capacidad para influir socialmente. Y, sobre todo, debemos tener en cuenta que lo que de verdad importa para mejorar una sociedad son este tipo de “pequeños detalles” pues son los que conforman una actitud. Una actitud puede generalizarse y formar una cultura, y a estas alturas no podemos dudar de que hay culturas mucho más avanzadas socialmente que otras, y que las más avanzadas son las más capaces de generar mayor confianza mutua, lo que da lugar a la más eficiente cooperación. No parece que haya límites para la mejora social en este sentido.

Lectura de “El animal social” en Alianza Editorial 2018; traducción de Victoria Tomaselli

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