domingo, 25 de julio de 2021

“La chispa creativa”, 2017. Agustín Fuentes

    La creatividad siempre se ha considerado una de las más valiosas cualidades del Homo sapiens. Se presupone que es la consecuencia más destacada de la inteligencia superior.

La creatividad está hecha de interconexiones de ideas, experiencias e imaginación. (Propuesta)

La creatividad se halla en la raíz misma de cómo evolucionamos y por qué somos de la manera que somos. Es nuestra capacidad de movernos hacia delante y hacia atrás entre los ámbitos de «lo que es» y «lo que podría ser» lo que nos ha permitido ir más allá de ser una especie exitosa para convertirnos en una especie excepcional. (Propuesta)

La capacidad de innumerables individuos para pensar de manera creativa es lo que nos condujo a tener éxito como especie. Al mismo tiempo, la condición inicial de cualquier acto creativo es la colaboración. (Propuesta)

  El primatólogo y antropólogo Agustín Fuentes es una de las personas mejor preparadas para informarnos de que el desarrollo de la creatividad es relativamente reciente incluso en nuestra especie.

Tuvo que haber un aumento enorme en la nutrición hace entre 500.000 y 2 millones de años para proporcionar energía al aumento masivo del tamaño cerebral que vemos en los fósiles (Capítulo 3)

Hace unos 500.000 años, nuestros antepasados elaboraban nuevos utensilios que requerían previsión, comunicación matizada, algo de enseñanza y mucha destreza manual. (Capítulo 3)

  En esta última afirmación, Fuentes se refiere a la radical diferencia entre los llamados "utensilios achelenses" y los muchos más simples "olduvayenses" que predominaron durante mucho más tiempo en el pasado lejano del género "Homo". Esta diferenciación coincide, más o menos en la misma época, con el uso del fuego y la aparición de nuevas armas destinadas a la caza.

No vemos pruebas frecuentes de uso del fuego en los yacimientos de homininos (como hogares o residuos de humo en huesos y dientes) hasta hace entre 350.000 y 450.000 años (Capítulo 4)

Desde hace al menos 500.000 años tenemos pruebas de que miembros del género Homo utilizaron lanzas recias y quizá incluso las arrojaban hace unos 300.000 años. (Capítulo 4)

  Sin embargo, la importancia de estos cambios no debe hacernos ver la creatividad como la mera capacidad para invenciones prácticas (obtención de alimentos y el tratamiento de estos). El ser humano se caracteriza por su complejidad social y de ahí la aparición de características únicas que no están necesariamente relacionadas con la construcción de herramientas sino más bien con la funcionalidad compleja de las relaciones personales de los individuos dentro de un grupo. 

   En lugar de fuertes jerarquías como los lobos o ciervos, y en lugar de reforzar el parentesco como las hormigas, los “Homo” desarrollaron –gracias a sus mayores cerebros- posibilidades cognitivas de sociabilidad que permitían una mayor flexibilidad en las relaciones personales -igualitarismo, reglas de parentesco complejas, adopciones, monogamia, amistad entre extraños... Un ejemplo del desarrollo de las capacidades sociales es el lenguaje, que probablemente comenzó a aparecer en el “Homo erectus” –aunque aún no en la forma vocal actual.

Mucho antes de la primera aparición de los humanos modernos hay amplia evidencia de que nuestros antepasados desarrollaban respuestas sustanciales cognitivas y conductuales cada vez más complejas a los desafíos ecológicos y sociales. Todo lo que sabemos acerca del pasado humano sugiere que fue esta agilidad conductual y cognitiva, combinada con una cooperación y coordinación social creciente, y el desarrollo del pensamiento simbólico y la experimentación con el mismo, lo que permitió a los humanos crear nuestra capacidad moderna para la intencionalidad compartida extensiva, la metacoordinación y el lenguaje. En el meollo de estas innovaciones está la capacidad de crear significado de maneras que son distintivas. (Capítulo 9)

  Con la explosión cognitiva del Homo Sapiens aparecen numerosas características únicas. Una de ellas está especialmente relacionada con la creatividad: el simbolismo.

La herencia simbólica es exclusiva de los humanos y es la transmisión de ideas, símbolos y percepciones que influyen sobre la manera en que vivimos y usamos nuestro cuerpo, que potencialmente puede afectar a la transmisión de información biológica de una generación a la siguiente. (Propuesta)

   En apariencia, el simbolismo y otras características cognitivas más, como el sentido estético o la religión, no parecen de mucha utilidad práctica. Pero forman parte del desarrollo propio del Homo sapiens y acabarán generando nuevas posibilidades económicas… como efecto secundario.

  Algunas de las características cognitivas especiales pueden tener un precedente en el comportamiento animal. Es el caso del comportamiento ritual que precede a la religión. Muchos animales tienen rituales de apareamiento o de intimidación.

El comportamiento ritual se hace común y básico en la experiencia humana y (…) precede a la aparición de la religión (Capítulo 9)

  El ritual, unido al simbolismo y a las fuertes necesidades de la complejidad social de los “Homo” generan el fenómeno religioso.

Las religiones marcan y transforman la manera en que los humanos experimentan las emociones y otros aspectos de la vida (Capítulo 9)

  Las religiones permiten el fortalecimiento del comportamiento grupal y más adelante permitirán grandes innovaciones en el ámbito moral.

  Las peculiaridades de tipo creativo incluyen muchos otros comportamientos con consecuencias prácticas que para nosotros son habituales, pero que resultan notablemente innovadoras.

Otros grupos de humanos que no contribuyeron de forma extensa al linaje humano moderno (como los neandertales) nunca se hicieron amigos de los perros (Capítulo 6)

  La creatividad –y la curiosidad- están presentes en todas estas tendencias originales. Por encima de todo, la creatividad se desarrolla mediante la cooperación y ésta solo puede surgir de la complejidad social.

Los humanos poseemos un tipo denso de intencionalidad compartida (la capacidad de ponerse de acuerdo conscientemente en la misma interpretación cognitiva y en los mismos objetivos); esto nos permite centrarnos conjuntamente en los retos y las soluciones. Nuestra capacidad para transmitir información, ideas e innovaciones es más sustancial que la de otros animales, y ello incluso en la historia temprana de nuestro género (Capítulo 11)

  El recorrido por los comportamientos creativos nos descubre una vida social diferente de la de los otros mamíferos superiores.

El gusto estético tuvo un impacto en la elaboración de utensilios. Esto lo vemos también en otra evidencia. Por esta época surgen claramente estilos regionales y locales de utensilios líticos, y algunas localidades tienen incluso formas y estilos idiosincrásicos (Capítulo 10)

  Los avances tecnológicos, que convertirían al Homo sapiens (y antes también a algunos de sus antepasados) en el animal más poderoso de la prehistoria surgen a partir de estas peculiaridades en la vida social.

Ningún otro animal en la naturaleza, ni siquiera los chimpancés, puede contemplar una piedra, comprender que dentro de aquella piedra hay otra forma más útil y utilizar otras piedras o madera o hueso para modificar aquella piedra... y después compartir dicha información con los miembros del grupo. Esto es exactamente lo que comenzó a suceder hace de 2 a 3 millones de años, en el inicio mismo de nuestro linaje. Elaborar y emplear utensilios líticos implica mucha más información, colaboración y creatividad que seleccionar una piedra o un palo, tal como son, para usarlos. (Capítulo 3)

  Algunos han puesto en cuestión que toda la creatividad humana haya sido para bien. El descubrimiento de que en las primeras sociedades agrarias la gente trabajara más y se alimentara peor que los cazadores-recolectores ha llevado a dudar acerca de la conveniencia de tal creatividad. Pero también hay argumentos que la justifican.

Hay tres razones clave que explican por qué los humanos siguieron con la agricultura, por dura que fuera:

• estabilidad de los recursos alimentarios,

• incremento de las poblaciones, y

• estar inmovilizados en la tierra (Capítulo 6)

   Y la agricultura no solo era más fatigosa. La vida sedentaria llevaría a la desigualdad ("violencia sistémica", para algunos). También el Homo sapiens del neolítico hubo de ser creativo para hacer tolerable la desigualdad social, desconocida en la Prehistoria.

¿Cómo puede una comunidad mantener un sentido de cohesión con la aparición de esta estratificación y desigualdad? Un mecanismo es desarrollar símbolos y rituales que refuercen la identidad del grupo. (Capítulo 7)

  Creatividad no debe interpretarse como progreso económico. Es una forma de vida. Surge de estos factores peculiares: cooperación extrema, lenguaje simbólico, curiosidad, sentido estético… No es solo tener un cerebro más grande, es una predisposición a utilizarlo en una comprensión de nuestro entorno más flexible, basada en el diseño de patrones, causalidades y expectativas de futuro. 

  Tarde o temprano –si lo pensamos bien, llevó bastante tiempo- tales peculiaridades, aplicadas a la vida cotidiana de subsistencia, llevarían al desarrollo de las herramientas y estrategias económicas complejas. Pero esto no fue la prioridad. Recordemos que, de todas maneras, los “Homo”, con sus piedras afiladas, el uso del fuego y sus estrategias de caza en común –trampas, emboscadas, acecho, rastreo…- ya tenían asegurada la subsistencia. Sin lanzas, ni arcos y flechas, ni mucho menos agricultura, ya dominaban el entorno natural.

  La creatividad no surgió por motivos prácticos. La creatividad es lo que somos.

Lectura de “La chispa creativa” en Editorial Planeta S.A. 2018; traducción de  Joandomènec Ros

jueves, 15 de julio de 2021

“La supervivencia del más amable”, 2020. Hare y Woods

     La idea de la “supervivencia del más apto”  se popularizó enormemente tras los hallazgos de Darwin y acabó teniendo consecuencias muy graves en el pensamiento humano, originando el fatalismo del “Homo economicus” y limitando para muchos la condición humana a la competitividad mutua y las relaciones de fuerza –la “supervivencia del más apto”, en un entorno imaginario primitivo, equivalía bastante a la “supervivencia del más fuerte”.

  En este caso, el antropólogo Brian Hare y la divulgadora científica Vanessa Woods parten reflexivamente de un planteamiento opuesto: es la confianza que surge a partir de la amabilidad lo que más favorece la cooperación mutua -y es la cooperación mutua lo que permite el progreso humano.        

Hemos prosperado no porque éramos más inteligentes, sino porque éramos más amistosos  (Capítulo 4)

  El fenómeno de la amabilidad no es algo extraño en los animales, especialmente entre mamíferos. Con independencia de la amabilidad que pueda darse en la crianza o en el cortejo nupcial, también entre iguales, dentro de la misma especie, hay individuos que son menos agresivos que otros e incluso los que sobresalen por mostrarse afectuosos o altruistas (es decir, individuos en los cuales las tendencias amables son más destacadas).

   Como el comportamiento amable y afectuoso suele darse más en las crías de mamífero -ya que, lógicamente, son dependientes del buen trato que les den sus progenitores- parece que algunos individuos más amables ya adultos también muestran rasgos relativamente infantiles. Y resulta que tales rasgos pueden propagarse mediante selección –cruzando individuos amables entre sí. Esta infantilización –neotenia- se hace evidente en la domesticación, por ejemplo, de perros y caballos. 

  Esto se da asimismo entre seres humanos, pero sin que medie la actuación del criador que selecciona los especímenes a cruzarse para generar las nuevas variedades. En el caso humano se trata de la autodomesticación.

A lo largo de generaciones, los individuos con perfiles de desarrollo y hormonas que favorecen la amabilidad y con ello la comunicación cooperativa fueron más exitosos (…) La hipótesis de la autodomesticación humana predice que una tolerancia expandida incrementa la recompensa por las interacciones sociales, como en los bonobos y perros. Pero también predice que [los humanos] somos únicos en que podemos inhibir de forma fiable nuestras reacciones emocionales e intencionadamente calcular los beneficios de la tolerancia. (Capítulo 4)

  La autodomesticación parece un fenómeno casi exclusivamente humano –aunque tal vez se haya dado también en los singulares chimpancés bonobos- y podría haber surgido por selección intergrupal: las estirpes humanas menos agresivas, más amistosas y cooperativas resultaron las más exitosas socialmente y habrían desplazado a las que no lo eran; de modo que, a posteriori, el cruce entre individuos más amables llevaría al éxito social de las subsiguientes generaciones. Esto coincide bastante con la “selección de grupo” que ya describió Darwin –una concepción bastante más optimista que la de la “supervivencia del más apto”.

  Las características seleccionadas acabarían dando lugar a peculiaridades morfológicas y de comportamiento, porque la amabilidad va unida a otras peculiaridades.

El simple gesto de extender un brazo y el dedo índice que comenzamos a usar a los 9 meses de edad, o nuestra capacidad para seguir la pista cuando nuestras madres señalan a un juguete perdido o un pájaro que vuela por encima de nosotros, es algo que los chimpancés no hacen y no comprenden (Capítulo 1)

  Qué relación pueda existir entre las diferencias cognitivas del Homo Sapiens con respecto a nuestros parientes más próximos y las características “amistosas” puede ser objeto de debate. Los chimpancés bonobos, desde luego, son más amistosos pero no parecen cognitivamente diferentes a los otros chimpancés. Lo que sí es cierto es que se dan características propias, físicas –y probablemente también cognitivas- conectadas con la diferencia en la agresividad, la cooperación y la afectividad.

[Hay un] vínculo entre un incremento en amabilidad en los humanos y los cambios accidentales que creemos que ello ha causado –incluyendo nuestros rostros afeminados [e infantiles], blanco del ojo y habilidades cognitivas como la comunicación cooperativa (Capítulo 5)

  El “blanco del ojo” es una característica que, al permitir seguir la mirada de otros, facilita la comunicación emocional y afectiva.

  Estas características de amabilidad, de empatía y de altruismo van más allá del ámbito de las relaciones interpersonales: dan también lugar a una predisposición a relaciones sociales menos agresivas y más cooperativas.

En el Paleolítico medio, nosotros, y solo nosotros, fuimos objeto de una intensa selección para la amigabilidad. Esta selección para la amigabilidad nos dio una nueva categoría social, una que ningún otro animal tiene –el extraño del intragrupo (Capítulo 5)

  Entre los mamíferos, todo individuo desconocido genera desconfianza y agresión en tanto que potencial amenaza. Pero, entre los humanos, la evolución cultural –y tal vez biológica por autodomesticación- dio lugar a una situación nueva.

El concepto del extraño del intragrupo nos ha permitido extender nuestro amor hacia aquellos que nunca hemos conocido personalmente. Esta noción de una familia extendida nos ha ayudado a tener éxito en el pasado y es la gran esperanza para nuestro futuro (Capítulo 5)

  Familia extendida o “nepotismo desplazado” o “círculo expansivo”. Lo esencial es que, determinados marcadores nos señalan a un extraño en particular como alguien de alguna forma próximo: es nuestro paisano, compañero de congregación, fan de nuestro mismo equipo de fútbol… Y eso da lugar a la confianza. La confianza tiene como consecuencia la amabilidad: premiamos a quien nos proporciona confianza. Nuestra amabilidad nos predispone a confiar y la confianza asegurada refuerza nuestra amabilidad.

La amabilidad, vagamente definida como algún tipo de cooperación intencional o no intencional, o comportamiento positivo hacia los demás, es tan común en la naturaleza porque es muy poderosa.(Introducción)

  La pregunta es por qué nos conformamos con nuestro actual nivel de amabilidad, por qué no somos más amables aún. Si a la vista está que ser amables los unos con los otros es tan beneficioso, tal pauta de comportamiento no habría de tener excepciones. La realidad es que muchos creen que el egoísmo y la agresión están generalizados –aunque eso no es lo que demuestra el estudio riguroso del comportamiento humano.

   El pensamiento popular  ante una persona amable suele ser algo así como “si todos fueran como él, yo también lo sería…” Si bien los resultados de la amabilidad están a la vista, puesto que implican cooperación inteligente, el desarrollo de la amabilidad no es tan fácil. No basta con haber heredado una determinada disposición a la amabilidad, sino que ha de desarrollarse ésta en un contexto que muchas veces no parece favorecedor la confianza.

 Ahora bien, la evidencia muestra que es mucho lo que se puede hacer para predisponer a una actuación amable unilateral.

Un estudio encontró que solo imaginar un contacto positivo con uno de los grupos más deshumanizados de personas –los vagabundos- ayuda a la gente a empatizar con ellos. Incluso usar palabras humanizadoras para describir personas en un grupo ajeno puede llevar a la gente a querer aproximarse y tomar contacto (Capítulo 8)

  Si el desarrollo de la empatía exige, en ocasiones, un esfuerzo de imaginación y una selección de palabras para crear un incremento de nuestra disposición amable, esto implica un trabajo cultural, de cultivo de actitudes amables. Tal desarrollo cultural, educativo, de estilo de vida forma parte sin duda del contenido de la evolución moral y el proceso civilizatorio. 

   Una tarea inmensa que, de hecho, ni siquiera ha sido abordada aún de forma directa por los factores sociales, ya que los gobiernos no establecen “Ministerios de la Empatía” ni han surgido organizaciones internacionales para el fomento de la amabilidad mundial...

 Lectura de “Survival of the Friendliest” en Random House 2020; traducción de idea21

lunes, 5 de julio de 2021

“La ética de la mejora humana”, 2016. Clarke, Savulescu, Coady, Giubilini y Sanyal (Editores)

  Este libro es una cuidadosa edición de las conclusiones de dos eventos organizados por la Universidad de Melbourne acerca de los problemas éticos del “human enhancement” –que podemos traducir como “mejora o perfeccionamiento humanos”… en cierto modo equivalente a la mejora, por ejemplo, del ganado selecto-. Participaron casi una veintena de autores (entre ellos los editores mismos, y también otros muy conocidos como Allen Buchanan). 

  Algunas de las posibilidades de la mejora humana –mediante la genética o la intervención directa en el cerebro humano- parecen bastante remotas de acuerdo con la tecnología disponible y muchos las considerarán como más propias de las fantasías de ciencia-ficción del estilo de Gattaca o Black Mirror. Otros procesos biotecnológicos en cambio son ya habituales, como las donaciones de órganos o la fecundación in vitro. En cualquier caso, existe la posibilidad de muchos más cambios en el futuro próximo y es razonable tratar de prevenir sus repercusiones sociales.

Seleccionar embriones antes de la implantación durante los procedimientos de fertilización en vitro, insertar o borrar secuencias de genes, tomar drogas para la mejora física o mental, buscar la extensión de la vida mediante aplicaciones de células madre y la medicina regenerativa son todos ejemplos de intervenciones que son, o pronto serán, técnicamente posibles. (p. 1)

Podemos mejorar algunas de nuestras capacidades mentales y físicas por encima de los límites superiores para nuestra especie con el uso de terapias con medicamentos y procedimientos médicos. Es muy probable que pronto seremos capaces de mejorar muchas más de nuestras capacidades (…). La expectativa de mejorar las capacidades mentales y físicas por encima de sus límites superiores ha sido recibida entusiásticamente por varios bioeticistas y filósofos de vanguardia. Sin embargo, un número de intelectuales muy prominentes (…) han objetado una serie de cuestiones sobre la mejora humana. (…) Se ha afirmado que es moralmente erróneo alterar la naturaleza humana, que intentar hacer esto equivale a jugar a Dios y es un síntoma de nuestra condición nefasta, y que no deberíamos buscar controlarnos a nosotros mismos y a otros. También se argumenta que deberíamos están pendientes de nuestras respuestas emocionales a las nuevas tecnologías, ya que algunas emociones, como la repugnancia, pueden suponer una fuente de sabiduría moral. (p. v)

   El abordar estos temas lleva a abordar otras cuestiones fundamentales que tienen que ver con los cambios éticos y la tolerancia, permisividad y fomento que tales posibilidades merecen por parte de los factores culturales de la sociedad convencional.

El modelo de desarrollo moral evolutivo que proponemos sugiere un número de estrategias culturales completas para abordar los problemas morales más graves. Aparte de una educación moral básica, tal como enseñar a los individuos a resistir su proclividad natural hacia clasificaciones esenciales de los grupos humanos [lo que implica en muchos casos supremacismo], deben hacerse esfuerzos concertados para mejorar las condiciones del entorno que equivalen a las condiciones [económicas] peligrosas propias de la evolución moral más temprana. Porque es solo en circunstancias “lujosas” que la moralidad inclusivista puede arraigar y expandirse (p. 253)

  Moralidad “inclusivista” equivale al ideal moral de las naciones democráticas y liberales, en las que ninguna minoría desfavorecida es ignorada por la voluntad general de hallar el bien común. Este mundo prosocial, benévolo y próspero, difícilmente puede surgir en condiciones [económicas] peligrosas, es decir, en condiciones de pobreza, precariedad y violencia, lo que nos refiere a algunos de los condicionantes básicos que siempre se señalan a la hora de especular con la posibilidad de un futuro moralmente mejor: es preciso garantizar tanto la educación como una cierta prosperidad económica.

  En conjunto, el punto de vista escéptico sobre las posibilidades de la mejora moral biomédica suele coincidir con el que considera que más bien son la educación y el progreso económico los elementos básicos y difícilmente mejorables del avance moral. Se basan en la evidencia presente. 

   Desde otro punto de vista, abordar los nuevos desafíos éticos de los avances biomédicos implica cuestionar cómo elegir en qué sentido han de promoverse los cambios morales, ¿los cambios morales deben basarse en nuestras emotivas intuiciones o en el juicio racional? 

El agente racional tenderá a confiar en la razón en los casos en los que las intuiciones no son adecuadas a la tarea o en los casos en los que las intuiciones no han sido aún bien entrenadas (p. 67)

  Obsérvese la importancia de “entrenar” las intuiciones. Toda intuición moral se basa en los usos culturales o costumbres: en el pasado europeo –y en el triste presente de algunas otras sociedades actuales- preservar la castidad de las doncellas era un bien moral en sí mismo; ¿cómo pasamos de esta intuición a la de respetar la libertad de toda mujer para disponer de su propio cuerpo? En un principio, solo un discurso racional de tipo liberal puede defender lo intuitivamente rechazable –despreciar la castidad de las doncellas- y con el paso del tiempo aquel discurso racional dio lugar a una intuición moral opuesta –rechazar la falta de libertad de las mujeres-. Pero pasar de una “intuición” a la otra no es nada fácil.

El conocimiento crucial para las buenas decisiones morales es el producto de prácticas sociales, y (…) el potencial para el progreso moral con frecuencia hace referencia a las virtudes epistémicas de estas prácticas sociales (p. 254)

  El avance de la razón acabará, tal vez, con el tiempo, llevando a que la cultura genere nuevas intuiciones (sobre moral sexual, sobre principios democráticos o sobre avances tecnológicos).  

  Podemos defender la libertad sexual igual que podemos defender el derecho de unos padres a mejorar por selección genética las posibilidades de éxito social de su futuro hijo –hijos “prodigio” por selección genética-. Lo que nos falta es la intuición del bien o del mal.

Las intuiciones cambian con el tiempo. La fuerte oposición inicial contra la fecundación in vitro se ha desvanecido en gran parte, por ejemplo (p. 9)

  Y lo mismo puede decirse del derecho al aborto… y tal vez en un próximo futuro de la despenalización de las drogas “para uso lúdico”.

  En el caso de la mejora por selección genética –no muy diferente a lo ya se hace, con la hibridación, en el caso de los animales domésticos- un problema –como en la película “Gattaca”- sería la desigualdad que apareciera entre los niños mejorados y los no mejorados. Pero también podemos argumentar sobre ello:

La mejora humana, lejos de ser opuesta a la igualdad, puede usarse para compensar la injusticia de la lotería genética (abrazando así una forma de igualitarismo en la suerte) al acercar a los menos afortunados a una asignación mínimamente decente de capacidades y bienestar  (p. 14)

  Los argumentos y contraargumentos son infinitos. La conclusión es que esta cuestión de la mejora posible implica por encima de todo precisar qué es lo que queremos mejorar y en qué sentido queremos mejorar. Por ejemplo ¿queremos ser todos iguales? ¿o es preferible beneficiarse todos de la excelencia de algunos?

La razón y, en particular, lo que llamamos “normatividad de fin abierto” –la capacidad para sujetar nuestras normas e incluso nuestra concepción de quien tiene la posición moral al escrutinio racional- (…) es una parte importante de cualquier explicación del progreso moral inclusivista (p. 245)

  La normatividad “de fin abierto” centrada en la moral inclusivista parece la principal candidata como pauta de prosocialidad. Esto equivale en cierto modo a la autonomía moral: no se trata de recetarios de metas morales a alcanzar  -felicidad, inteligencia, prosperidad-, sino de una disposición moral honesta, racional y sin prejuicios –de fin abierto- que, dadas las circunstancias, nos ofrecerá opciones funcionales. El objetivo es alcanzar una moral inclusivista –altruista, empática, benevolente-, que beneficie a todos, pero los pasos decisorios que haya que dar dependerán siempre tanto de la virtud autónoma honesta y racional del que actúa como de las circunstancias reales.

  Esto no es incompatible con una visión objetiva de la mejora moral, siempre y cuando esta objetividad se base en la ciencia –y no en prejuicios previos-. Y a falta de resultados evidentes de la tecnología de mejora moral -porque, en teoría, también la propia disposición moral podría ser "mejorada" por los avances biotecnológicos-, hoy por hoy son los avances morales a través de los cambios culturales nuestra mejor esperanza. El avance moral integrado en la expresión cultural toma su forma epistémica y didáctica en la sabiduría.

Las innovaciones culturales que hacen uso de nuestra mejor comprensión del desarrollo evolutivo de la moralidad humana se mantienen como nuestra mejor oportunidad de alcanzar las (…) metas éticas  (p. 240)

[Hay] cuatro componentes clave en el concepto popular de sabiduría: la comprensión profunda, las capacidades reflexivas, las capacidades para resolver problemas y la motivación para vivir bien y ayudar a los otros a vivir bien  (p. 68)

  Por otra parte, el “error general” está en el conservadurismo, una tendencia inevitable pero que nunca vale la pena.

[El] conservadurismo [se puede describir] como “un sesgo en favor de retener lo que es de valor, incluso frente a que esto sea reemplazado por algo de mayor valor” (p. 101)

[Los conservadores] necesitan mostrar que tenemos un conjunto de capacidades cognitivas razonablemente poderosas para capacitarnos para saber cuáles son nuestras capacidades cognitivas y afectivas, y para discernir de forma fiable sus limitaciones. Sin embargo, necesitan también demostrar que nuestras capacidades cognitivas son insuficientes para capacitarnos a superar esas limitaciones. (p. 213)

   No parece que estemos preparados para los desafíos éticos que puedan aparecer. Los avances biomédicos es difícil que lleguen, a medio plazo, a los niveles de las historias de ciencia-ficción, pero sigue habiendo aún posibilidades de cambio cultural que muy bien podrían poner asimismo en cuestión la ética convencional. Una moralidad “de fin abierto” puede implicar cambios no convencionales que, tanto hoy como ayer, inevitablemente darán lugar a reacciones conservadoras. Y el conservadurismo también cambia con el tiempo. Nuestra idea de lo conservador hoy puede no corresponder a la del futuro. Muchos que hoy se ven a sí mismos como progresistas quizá pronto se revelen como conservadores.

Lectura de “The Ethics of Human Enhancement” en Oxford University Press 2016; traducción de idea21