miércoles, 25 de mayo de 2022

“Ritual racional”, 2001. Michael Suk-Young Chwe

    El ritual siempre ha sido considerado un mecanismo social con un gran poder para unir a las personas por el bien común; para algunos, incluso, es la base de toda religión. El ritual en sí no es nada: tan solo unos comportamientos públicos estereotipados con ciertas referencias simbólicas, pero siempre se les ha atribuido una gran capacidad para influirnos psicológicamente.

Leer el periodico cada mañana es una ceremonia de masas que se lleva a cabo en una silenciosa privacidad. Cada comunicante es consciente de que esta ceremonia es replicada simultáneamente por miles o millones de otros (…) Aquí el contenido, lo que exactamente está leyendo cada uno, no importa mucho, lo que importa es que cada lector sabe que otros lectores leen lo mismo. (p. 92)

  Otro ejemplo sería el peregrinaje a La Meca: tú vas a La Meca y rezas allí al igual que millones de otras personas que vienen de naciones muy alejadas. En este caso, el ritual y el simbolismo están rodeados de un gran prestigio, lo que no es el caso de leer el periódico en el desayuno. Pero en ambos casos, el autor evalúa el ritual no tanto por el contenido simbólico mismo, sino por los comportamientos derivados de quienes nos rodean. En ambos casos, el resultado psicológicamente impactante es el “conocimiento común”. 

El conocimiento común depende no solo de que yo sepa que tú recibes un mensaje sino también de la existencia de un sistema simbólico compartido que me permite saber cómo lo comprendes (p. 7)

Una comunicación exitosa a veces no es simplemente un asunto de si un mensaje dado es recibido o no. Depende también de si la gente es consciente de que otra gente también lo recibe (p. 9)

Resolver problemas de coordinación (…) no requiere cambiar las motivaciones de la gente: cuando todo el mundo coopera, todo el mundo quiere hacerlo porque los demás lo hacen (p. 12)

El placer que nos produce un bien es mayor cuando muchas personas quieren consumirlo, porque una persona no quiere quedarse fuera de lo que es popular  (p. 37)

  Conformidad con la mayoría solo puede producirse a partir del momento en que conoces cuál es el contenido del comportamiento de la mayoría. La mayoría no es nada si no se ve reflejada en rasgos reconocibles.

El conocimiento común es en cierto sentido, lo opuesto a un secreto  (p. 15)

  Todo esto resulta muy útil para las estrategias de la publicidad comercial, pero también sirve para los cambios culturales

Cuando un movimiento revolucionario desafía la legitimidad del gobierno tradicional, también debe necesariamente desafiar las trampas tradicionales del dominio político. Debe inventar nuevos símbolos que expresen exactamente los ideales y principios del nuevo orden (p. 22)

Un mensaje central de este libro es que la publicidad –más precisamente, la generación de conocimiento común- así como su contenido deben ser considerados dentro de la comprensión de las prácticas culturales como rituales (p. 79)

  Lo que llamamos el “sentido común” solo puede surgir del “conocimiento común”: la convicción de que los otros creen lo que nosotros creemos. Lo que dificulta el cambio también consolida la sociedad.

Si la historia puede crear el conocimiento común, entonces quizá el conocimiento común puede crear historia. Lo que una sociedad considera su historia no es solo la suma de las pasadas experiencias de sus miembros; la recolección, interpretación y la colectiva re-remembranza de los sucesos pasados tiene lugar dentro de las instituciones sociales (…) Puede no ser el suceso mismo lo más significante para este aspecto ceremonial (…) La reacción compartida al suceso puede ser más importante (p. 90)

  Es así como se crean los mitos. El asesinato del presidente Kennedy en Estados Unidos, por ejemplo, tiene su valor como trauma nacional que se consolida a lo largo del tiempo como paradigma alarmista. 

Al asociar el conocimiento común con las prácticas culturales, este libro sugiere una próxima y recíproca relación entre las perspectivas de racionalidad y cultura, que con frecuencia se piensa que están separadas e incluso son antagónicas. (p.  98)

  Si lo que buscamos es un cambio social que nos lleve a un mundo más igualitario, benevolente y cooperativo tendremos que crear primero el conocimiento común de que tal cambio es posible y aceptar que la racionalidad de la conveniencia y posibilidad de tal cambio habrá de tomar formas simbólicas a nivel de masas. No basta con un planteamiento lógico y correcto, no basta con hacer visible lo que es deseable y cómo llegar a ello: si no aceptamos nuestra irracionalidad, nuestra emocionalidad y susceptibilidad al error, y reparamos tan humanísimas limitaciones con estrategias culturales equiparables a las prácticas rituales, entonces no podremos desarrollar estilos de vida alternativos.

Aquí consideramos los problemas de coordinación en los cuales cada persona quiere participar en una acción de grupo pero solo si los otros también participan (…) El conocimiento del mensaje no es suficiente; lo que se requiere también es el conocimiento de otros, el conocimiento de otros del conocimiento de otros y así sucesivamente –esto es, el conocimiento común-. Para comprender cómo la gente soluciona los problemas de coordinación, deberíamos mirar así a los procesos sociales que generan el conocimiento común. Los mejores ejemplos resultan ser los “rituales públicos”, tales como ceremonias públicas, reuniones, y eventos mediáticos. Los rituales públicos pueden así ser comprendidos como prácticas sociales que generan conocimiento común  (p. 3)

  El ritual puede llegar a ser, por tanto, un elemento tan racional como la educación o el trabajo especializado. Aunque el origen del ritual sea irracional, ancestral, muy probablemente relacionado con conductas animales, su uso puede ser racionalizado como un medio para alcanzar un fin social. Algunos críticos relacionan esto con la teoría de juegos, donde la interactuación entre factores independientes (motivaciones individuales) lleva al desarrollo de certidumbres que aparentan ser de interés común. 

  El gran riesgo de este tipo de desarrollos es que minimizan la capacidad individual para sacar adelante sus propias motivaciones, relativizando estas en la medida en que, como seres sociales, nuestra principal motivación habría de ser amoldarnos de forma conformista a las tendencias colectivas. Ahora bien, estos estudios también nos señalan los mecanismos por los cuales los cambios sociales pueden salir adelante pese a la tendencia a la conformidad.

Lectura de “Rational Ritual” en Princeton University Press 2001; traducción de idea21   

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