domingo, 5 de diciembre de 2021

“El animal literario”, 2005. Gottschall y Wilson (Editores)

Este libro intenta comprender la naturaleza de la literatura desde una perspectiva evolutiva (p. xvii)

    La tarea es ambiciosa y este libro, que es un compendio de breves ensayos, cuando menos es capaz de profundizar en el tema. El erudito Jonathan Gottschall y el biólogo evolutivo David Sloan Wilson son los editores de una compilación que suma un total de dieciséis trabajos. Entre los autores figuran el creador de la sociobiología E. O. Wilson, el famoso novelista Ian McEwan y el también biólogo evolutivo Daniel Nettle.

  La función literaria como determinante de la condición humana –del Homo sapiens que ha devenido por la evolución de las especies- puede servir para que aprendamos a explotar nuestras potencialidades propiamente humanas en nuestro beneficio. Pero primero hay que tomar en consideración los elementos artísticos y simbólicos que dan lugar a la literatura. El arte y el símbolo son también producto de la evolución. Tanto lo son que evocan algunos comportamientos que sí se dan en otros seres vivos.

[El arte tiene] próximas afinidades con dos categorías de actividades biológicas (de “hacer algo especial”, como si dijéramos) comunes a otras especies tanto como a la nuestra: el juego y el ritual (p. 162)

   Aparte del juego y el ritual es probable, que los animales también conozcan los sueños, y todos estos elementos de la vida animal, en apariencia no relacionados con la supervivencia, darán lugar a nuevos fenómenos sociales al desarrollarse en el Homo sapiens, con su gran inteligencia y su complejísimo lenguaje.

  El símbolo parece la gran innovación que hace posible el arte. Y la literatura sería el arte aplicado al lenguaje y la vida social.

El pensamiento simbólico es como una cumbre majestuosa en un paisaje adaptativo que puede ser escalada solo al cruzar primero un valle de baja adaptabilidad. Lo que convierte a los humanos en únicos es un entorno natural contextual que hace al pensamiento simbólico adaptativo en sus fases iniciales, permitiéndonos, a nosotros solo, cruzar hasta el nuevo pico adaptativo. El pensamiento simbólico es por encima de todo un sistema para la generación y selección de representaciones mentales, permitiéndonos una forma de evolución virtual que tiene lugar dentro de nuestras cabezas (p. 31)

El arte es el intento de captar la atención mediante la transformación de objetos o acciones a fin de atraer las preferencias cognitivas de la especie por la misma respuesta que ello evoca  (p. 148)

    Podemos entender que se trata de utilizar las capacidades cognitivas para un placer derivado de meramente ejercer tales capacidades, como sucede con el deporte –juego- con respecto a las funciones motoras.

[Algunas de] las principales teorías acerca del arte (…): el arte no es una adaptación sino un subproducto de nuestros cerebros humanos por la evolución de la selección natural; el arte es un producto no de la selección natural sino de la selección sexual; el arte es una adaptación cuya principal función social es la cohesión o la organización mental individual (p. 150)

    Aunque existen dudas acerca de si los Homo sapiens somos los únicos seres vivos que conocemos el arte y la abstracción, no puede tenerla acerca de que somos los únicos que conocemos la literatura y que, sencillamente, no podemos vivir sin ella: todas las sociedades humanas cuentan historias, y nada es más valioso para caracterizarlas que su conocimiento. ¿Qué nos cuentan todas las historias, en su conjunto, acerca de nosotros mismos, como especie?

Construir historias es un proceso humano natural que ayuda a los individuos a comprender sus experiencias y a ellos mismos. Este proceso permite organizar y recordar sucesos de una forma coherente al integrar pensamientos y sentimientos. En esencia, da a los individuos un sentido de predictibilidad y control sobre sus vidas  (p. 30)

La narrativa ofrece un medio barato y fácilmente disponible de amplificar nuestra experiencia social capacitándonos para conocer acciones adaptativas trascendentales (por ejemplo violación, adulterio, incesto, conspiración, homicidio, ostracismo) desde múltiples perspectivas (por ejemplo, víctima, perpetrador, amigo, enemigo, pariente, cómplice) (p. 188)

  La narración, por tanto, implicaría un mecanismo de mejora de la vida social sistematizando las expectativas y alternando las perspectivas de los individuos que interactúan.  Una herramienta mental para vivir en común. Si hay lenguaje y hay vida social, tiene que haber literatura.

Lo que la ciencia social darwiniana puede hacer ahora por el criticismo literario es darnos un acceso teórico consciente a las fuerzas elementales que han impulsado a todos los seres humanos a lo largo del tiempo y que nos han informado fundamentalmente de las observaciones y reflexiones de todos los escritores y todos los lectores (p. 103)

    De la literatura surge el mito y del mito la religión. ¿O más bien debemos cuestionarnos qué surgió primero? Si la religión surge de una forma de ritual como mecanismo de cohesión social, entonces es probable que primero surgiera alguna especie de “religión” a la que el desarrollo del lenguaje hablado añadiría el mito, potenciando esta expresión social.

  En el principio está el “hombre en estado de naturaleza” (el cazador-recolector, el salvaje), aquel cuya constitución genética hemos heredado (casi en su integridad), y la literatura supone un marcador crítico de la evolución cultural humana, de la civilización, de modo que existen formas primitivas de civilización igual que existen formas primitivas de literatura. 

La gente de las sociedades orales piensa en gran medida en términos de proverbios que proporcionan guías a la acción. El discurso consiste en gran medida en recitar los proverbios que se consideran apropiados para las situaciones dadas. Los proverbios son intrigantemente modulares y proporcionan un sistema de reglas tipo SI-ENTONCES…  (p. 32)

  Los proverbios y los mitos, por lo tanto, destacan por su conservadurismo: siempre se hace referencia a descubrimientos cognitivos del pasado. Pero el uso de la ficción como mera narración imaginativa –sin la autoridad del mito e incluso de los proverbios- supone una utilización práctica de tipo diferente: el juego de las expectativas acerca de nuevas opciones

La ficción [según cierta teoría] (…) ayuda a desarrollar una capacidad clave de la mente para razonar de forma contrafactual  (p. 169)

   En la literatura se expresan los primeros arquetipos de innovación social. Uno de los más importantes es el que aparece en el “Gilgamesh”, la más antigua narración literaria registrada, que incluye una historia de amistad entre dos hombres que en principio son desconocidos e incluso rivales.

En una sociedad guerrera estas emociones [de vinculaciones entre hombres] serán particularmente favorecidas y reforzadas por la crucial necesidad que tiene el guerrero del apoyo masculino (p. 142)

  El desarrollo social exigía la creación de alianzas entre guerreros, sin las cuales no se hubieran podido formar ejércitos.

   Más allá de los mitos, de los proverbios y de la épica, aparecerá otra importante innovación literaria: el drama.

El modo dramático de la literatura es obviamente una invención cultural mientras que la producción de la narrativa, la poesía y el folklore son universales humanos, [que] no están hechos de modo dramático a nivel universal. En Occidente, al menos, el drama parte de los desarrollos específicos e históricamente contingentes de la poesía épica griega en los siglos 4 y 5 ac  (p. 58)

  El drama es una gran innovación en la literatura porque supone que los personajes se resisten a su destino, lo que los lleva al conflicto moral y plantea la exigencia de innovación.

El drama ha de ser una versión intensificada de las preocupaciones de las conversaciones ordinarias. Esto nos recuerda el efecto del estímulo supernormal en el comportamiento animal (…) El drama funciona como una conversación supernormal. La acción prototípicamente implica un deseo de adaptación que lleva al conflicto junto con otros deseos de adaptación o bien en el mismo individuo o en otros miembros del grupo (p. 66)

  El “estímulo supernormal” aparece, pues, como una herramienta cognitiva de primer orden para permitir el cambio cultural: la “exageración” de un rasgo lleva a deformaciones que son evoluciones –“copia con modificación”-  y que a veces son vividas como revoluciones. El sabio Sócrates vive su propio drama –escrito después por Platón, su discípulo- al enfrentar la sabiduría a los convencionalismos, y el escandaloso Eurípides cuestiona a los mismos dioses.

    Algunos consideran que la misma existencia humana tiene una naturaleza “biográfica “ -¿de dónde surge la conciencia subjetiva, equivalente a la de ser el “protagonista” de nuestra propia historia?- de modo que el desarrollo de las formas literarias tendría mucho que ver con el desarrollo de la participación del individuo subjetivo en sociedad. El “drama”, que pone la subjetividad del personaje en primer plano, parece entonces un avance fundamental en esta línea.

No se afirma aquí que exista un módulo dramático de alguna forma innato, que espera solo ser evocado por los apropiados disparadores del entorno. Se trata indudablemente de una construcción social, y la mayor parte de su evolución particular en Occidente puede ser comprendida con referencia a lo histórico y particular  (p. 72)

  Sin embargo, el hecho es que el drama de Occidente cuenta hoy con una aceptación general en todas las culturas.

  Otra importante innovación es el amor romántico

El amor romántico (…) [es] definido como cualquier atracción intensa que implica la idealización del otro, dentro de un contexto erótico, con la expectativa de que dure durante algún tiempo en el futuro (p. 114)

La tradición del amor cortés asumía que el amor sexual entre hombres y mujeres era algo maravilloso en sí mismo, un ideal por el que valía la pena luchar, que ennoblecía tanto al amante como al amado; siendo un logro ético y estético el amor sexual no podía reducirse a un mero impulso libidinal (…) Lo que la tradición del amor cortés afirmaba era que el amor sexual es tan auténtico como valioso y que tiene un valor estético e incluso religioso  (p. 110)

  Y la explicación evolutiva:

La historia del amor cortés es la historia de un conflicto entre necesidades evolutivas y limitaciones culturales que al cabo produjeron un ideal que ha sido armonizado con un sistema cultural oficial de creencias (p. 111)

La visión “funcionalmente independiente” de la sexualidad y el apego/dación de cuidados es prometedora. Puede explicar por qué la gente a veces se enamora de miembros de su propio sexo a pesar de tener una orientación sexual estrictamente heterosexual. Podría también explicarnos por qué los niños son capaces de intensos enamoramientos mucho antes de que alcancen la pubertad y la maduración sexual (…) La teoría podría también explicar porqué la gente en algunas culturas ha investido la amistad entre el mismo sexo de la misma intensidad emocional que otras culturas reservan para la relaciones sexuales  (p. 113)

  Queda por cuestionar cuál es el origen de los cambios culturales que la literatura refleja y cuál es el papel de la literatura en tales cambios. Los cambios de costumbres siempre son conflictivos: el recelo ante el extranjero se convierte en amistad entre extranjeros (Gilgamesh) y la visión de los peligros de la pasión sexual se transmuta en las delicias paradisiacas del vínculo sexual duradero (amor cortés). Es de suponer que los autores literarios no pudieron ser los primeros propagadores de tales cambios, pues un público hostil no les hubiera permitido prosperar. 

   Aparentemente, la literatura ha servido para potenciar un discurso innovador surgido en otra parte. ¿Están aún por venir nuevas formas literarias?

Lectura de “The Literary Animal” en Northwestern University Press  2005; traducción de idea21   

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