martes, 25 de julio de 2023

“La personalidad altruista”, 1988. Samuel Oliner y Pearl Oliner

   El terrible episodio histórico del Holocausto dio una oportunidad a los psicólogos sociales: ¿podría determinarse qué rasgos de personalidad influyen en que una persona se comporte de forma altruista e incluso heroica para salvar a otros, incluso siendo estos otros por completo desconocidos?

[Este libro aborda la cuestión de] los no judíos que se comprometieron a salvar a los judíos a pesar de los terribles riesgos personales. Este grupo, a quienes llamaremos “rescatadores”, se negaron a renunciar a sus responsabilidades respecto a los judíos incluso cuando la mayoría de sus vecinos los abandonaron. Emprendieron la tarea sin compensación económica y con completo conocimiento de que si eran descubiertos ello podía significar su muerte y la de sus familias. Si los perpetradores y colaboradores constituyen la tragedia de la experiencia humana, los rescatadores constituyen su esperanza. ¿Qué  permitió que este grupo eligiera un camino tan diferente? Parece que desafiaron lo que creemos saber acerca de la naturaleza humana (Prefacio)

  El profesor Samuel P. Oliner, aparte de sociólogo, fue también él mismo superviviente del Holocausto (como otro destacado científico social, Viktor Frankl) y era lógico que se planteara la cuestión. En la época en que él y su esposa y colaboradora, Pearl M Oliner se documentaron (década de 1980), aún se contaba con cientos de testimonios bastante bien detallados sobre aquellos hechos. No les pasaron desapercibidos los múltiples factores de los acontecimientos históricos que tuvieron lugar, en plena guerra.

Si bien los rescatadores eran en gran medida dependientes de otros para su sostenimiento, menos de la mitad de ellos (44%) pertenecían a grupos de resistencia organizados (Capítulo 4)

Solo el 11% de rescatadores fueron impulsados a actuar solo por principios (Capítulo 8)

  Se añade que, mientras el 11% actuó “por principios”, el 52 % serían “normocéntricos” y el 37% “hiperempáticos”. Estas clasificaciones, cuando menos, muestran la diversidad de la propia evaluación de los actores. 

  Por supuesto, una reconstrucción histórica no es lo mismo que un estudio de psicología social realizado en una universidad. Hay muchísimos factores implicados en lo que pudiera haber determinado el comportamiento altruista de los “rescatadores”. Pero parece razonable extraer algunas conclusiones.

A causa de las experiencias benevolentes [recibidas en la infancia], los niños aprenden a confiar en quienes los rodean. Arraigados de forma segura en sus relaciones familiares, se arriesgan a formar relaciones íntimas fuera de ella. Persuadidos de que el apego es la fuente de las gratificaciones básicas de la vida, a medida que maduran eligen amigos sobre la base del afecto más que la clase social, la religión o la etnicidad. En el contexto de tales relaciones diversas, desarrollan nuevas habilidades cognitivas y sociales así como sensibilidades. Se sienten más cómodos tratando con gente diferente de ellos mismos y están más dispuestos a enfatizar la posibilidad de que los vinculen a otros más que los diferencien. Más abiertos a nuevas experiencias, son más exitosos en afrontar desafíos. Cada riesgo que superan fortalece sus habilidades para otros desafíos y les confirma su sentido de potencialidad para afectar sucesos externos. Debido a estas sólidas relaciones familiares, tales niños tienden a interiorizar los valores de sus padres, incorporando cada vez más estándares de integridad personal y caridad dentro de su propio sistema de valores. Al articular tales estándares como principios cognitivos, los experimentan visceralmente. Ellos proporcionan un marco organizado para sus actividades de la vida y afirmaciones de lo bueno y lo malo. Incluso infracciones menores los inquietan y las violaciones fundamentales los amenazan con un sentido del caos. (Capítulo 10)

  La benevolencia en la infancia abarca diversos aspectos, pero todos nos resultan familiares.

Su padre en particular enfatizaba la necesidad de cuidar de los semejantes y el deber de ser un ejemplo para otros (Capítulo 8)

Menos rescatadores que no rescatadores informaban de ser abofeteados, pateados o golpeados o tirones de pelo de sus padres (Capítulo 7)

  Una buena educación en la infancia. Sí, llevamos bastante tiempo sospechando esto, especialmente desde los descubrimientos del señor Bowlby.

Para algunos rescatadores, ayudar a los judíos fue un asunto de una empatía elevada por personas que sufren. Para otros, se debió a normas interiorizadas de grupos sociales a los cuales estaban fuertemente vinculados [normocentrismo]. Y para una pequeña minoría, fue una cuestión de lealtad a principios autónomos supremos arraigados en la justicia o la caridad (Capítulo 10)

  Ahora bien, ¿qué actuaciones podemos emprender hoy a partir de este conocimiento? Se trata, sin duda, de comportamientos heroicos. Tras los estudios –también partiendo de los horrores del Holocausto- que demostraron que las personas normales y corrientes, bajo circunstancias determinantes, pueden convertirse fácilmente en verdugos y asesinos, encontramos que la única solución para evitar tales horrores es “construir psicológicamente” más personas extraordinarias: educar héroes y santos… ya que las personas corrientes no son de fiar.

Si podemos comprender algunos de los atributos que diferenciaron a los rescatadores de otras personas, quizá podamos cultivarlos de forma deliberada (Prefacio)

  Nacer en buenos hogares, tener buenos padres, recibir buenos ejemplos y un adiestramiento cognitivo en el sentido de la crítica y la empatía, parece fundamental. Pero ¿cómo promover la existencia de hogares felices?

Los padres cuyas técnicas disciplinarias son benevolentes, particularmente aquellos que confían en el razonamiento es más probable que tengan niños amables y generosos, niños que se comporten generosamente con los demás (…) El razonamiento inductivo es particularmente conducente al altruismo. La inducción centra la atención de los niños en las consecuencias de sus comportamientos para los demás, poniendo atención en los sentimientos, pensamientos y bienestar de los otros. Los niños son así llevados a comprender a los demás cognitivamente –una habilidad conocida como perspectiva o toma de roles- y son así más inclinados también a desarrollar empatía hacia los demás (Capítulo 7)

Palabras y frases caracterizando la atención del cuidado –la necesidad de ayudar, ser hospitalario, atento y caritativo- aparecen más en los rescatadores cuando recuerdan los valores que aprendieron de sus padres u otras personas influyentes (…) La generosidad y expansión, más que la justicia y la reciprocidad, eran significativamente más importantes para los padres de rescatadores que en los padres de los no rescatadores (Capítulo 6)

  Como, de momento, no hay forma de controlar el entorno familiar hasta ese punto, los autores se fijan más en aquello que sí entra dentro del ámbito del control público.

Sugerimos que la escuela –la única institución social que exige asistencia durante un sostenido periodo de tiempo- puede jugar un papel particularmente importante. Las escuelas necesitan convertirse en instituciones que no solo preparen a los estudiantes para la competencia académica sino que también los ayuden a adquirir una extensa orientación hacia los demás (Capítulo 10)

  La educación en el civismo equivale un poco a poner altas expectativas en el “sermoneo”, pero está comprobado que sermonear da algunos resultados positivos. ¿Suficiente para producir héroes y santos potenciales? Probablemente no.

Lo que se necesita es nada menos que estructuras institucionalizadas que promuevan relaciones de apoyo con la misma seriedad con que actualmente se dedica al logro académico (Capítulo 10)

  ¿Qué es lo que cambia la actitud moral del individuo? ¿Qué hace que una persona descubra por sí misma la virtud, incluso yendo contra corriente, enfrentándose a la opinión convencional de la mayoría?

Asumimos que a pesar de algunos cambios, hay una continuidad básica en la personalidad que se extiende durante toda la vida- que la persona que encontramos hoy es en lo esencial muy parecida a la persona de hace cuarenta años- (Capítulo 1)

  Semejante cambio no puede producirse solo por efecto de la educación pública.  Asumamos que, para que una actitud moral pueda imponerse de forma ejemplar (en este caso, el heroísmo de los “rescatadores”), ésta debe, en primer lugar, afirmarse públicamente, sus rasgos propios han de alcanzar cierta notoriedad. En segundo lugar, la actitud moral novedosa debe ser fácilmente comprendida, su mecánica debe ser simple y evidente para todos. En tercer lugar, debe implicar esperanza. Y en cuarto lugar, debe incluir una motivación inmediata para el individuo. La “personalidad altruista” puede existir privadamente y solo manifestarse en situaciones excepcionales, pero los factores que pueden contribuir a su surgimiento tienen que ser mucho más perceptibles.

Podría existir algo llamado una “personalidad altruista”, esto es, una predisposición relativamente duradera para actuar generosamente a favor de los demás, que se desarrolla pronto en la vida. Por esta razón estamos interesados no solo en lo que los investigados hicieron durante la guerra y las circunstancias de sus vidas durante la guerra, sino también en sus padres y en las características y comportamientos de su juventud tanto como sus comportamientos actuales (Capítulo 1)

  Las pocas conclusiones provisionales obtenidas se refieren a condicionantes del entorno tanto como a ciertas aptitudes innatas.

Un porcentaje mayor de rescatadores que no rescatadores habían completado su educación universitaria antes de la guerra (Capítulo 9)

Los rescatadores (…) se diferenciaban de otros en su interpretación de la enseñanza religiosa y el compromiso religioso, enfatizando la humanidad común de todas las personas (Capítulo 6)

  (Pero ni el compromiso político ni religioso eran determinantes: lo determinante sería la actitud personal a la hora de asumir tales compromisos, muy diferente a la de los “no rescatadores” que podían también participar en los mismos movimientos políticos y religiosos que ellos… pero no ver afectada su conducta en el mismo sentido)

Los rescatadores y sus padres era más probable que pertenecieran a grupos políticos democráticos (Capítulo 6)

  (Aquí sí tendríamos un indicio de tipo ideológico: las creencias en el humanitarismo progresista)

Hogares parentales próximos y que daban apoyo impulsaron a muchos rescatadores hacia relaciones extensivas con otros, relaciones en las cuales los límites del ego eran suficientemente ampliados de modo que otras personas eran sentidas como parte del “yo”. La relación familiar se convertía en el prototipo de una visión inclusiva de obligaciones hacia la humanidad en general. Pero sugerir que todos los rescatadores desarrollaron inclinaciones altruistas e inclusivas debido a las buenas relaciones familiares sobresimplifica la compleja realidad (Capítulo 7)

  Y no solo lo sobresimplifica, también resulta poco útil, porque no es fácil controlar las sutilezas del entorno familiar en la infancia. 

   Por otra parte, los Oliner encuentran ciertas pautas a través de la escala de responsabilidad social, un medidor de marcadores de la propensión al comportamiento cívico.

La escala de responsabilidad social (…) determina las actitudes de una persona sobre ayudar a otros incluso cuando no hay nada que ganar.  Fuertes apoyos a declaraciones como “todo el mundo debería tomarse algo de tiempo por el bien de su ciudad o el país” y “es el deber de cada persona hacer lo mejor que puede” contribuyen a un dato alto de responsabilidad social, tanto como sucede con un fuerte desacuerdo con temas como “cuando trabajo en un comité, normalmente dejo que la otra gente haga el trabajo”. Los rescatadores marcaron significativamente más alto en la escala que los no rescatadores (Capítulo 7)

  No podemos controlar el importantísimo entorno familiar, pero podemos promover la educación superior, la ideología liberal y la educación cívica en la enseñanza primaria en el sentido que indican los marcadores de “responsabilidad social”. Esto no es mucho, pero es algo.

  ¿Cómo obtener mejores resultados? Sin duda, esto podría lograrse realizando intervenciones más profundas en las relaciones humanas de extrema confianza –que es en mucho equivalente a las relaciones familiares-. La experiencia muestra –por ejemplo, en los casos de conversiones religiosas en las prisiones de delincuentes endurecidos- que existen mecanismos psicológicos que pueden transformar rápidamente el comportamiento moral al llevar las creencias éticas al ámbito de “lo sagrado” (donde las reacciones emocionales funcionan de forma parecida a como sucede en el instinto). Sería necesario trabajar en este sentido, buscando soluciones asequibles del mayor alcance que a la vez sean accesibles para la ciudadanía en su conjunto.

  Hasta entonces, debe seguir el proceso de “lluvia fina” para promover el civismo, la ideología liberal y el nivel educativo. De momento, no tenemos más.

Lectura de “Altruistic Personality” en The Free Press 1992; traducción de idea21

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