sábado, 5 de junio de 2021

“El chasquido”, 1979. Conway y Siegelman

   A finales de la década de 1970, particularmente en los Estados Unidos, el fenómeno de las sectas, muy potenciado por los medios de comunicación, acabó creando alarma y aparecieron varios libros al respecto. “Snapping” –“El chasquido”- fue uno de los más notables. El filósofo Jim Siegelman y la periodista Flo Conway trataron de precisar el origen profundo de este tipo de alteraciones en el comportamiento humano y su significado para el conjunto de la sociedad.

En este libro investigamos el fenómeno que llamamos “Snapping” [chasquido], un término que designa la alteración rápida, drástica, de la personalidad en todas sus muchas formas (Capítulo 1)

   “Alteración rápida, drástica” equivale a algunos modismos como “cambiar el chip” o “cruzarse los cables”. El “chasquido” se produce, aparentemente, de forma repentina dentro de la mente humana –aunque puede ser un cambio repentino al cabo de un largo proceso previo- y conlleva una transformación total del comportamiento que rara vez es para mejor. Como enloquecer.

La experiencia misma puede producir alucinaciones o convertir al individuo en extremadamente vulnerable a la sugestión. Puede llevar a cambios que alteren hábitos de toda la vida, valores y creencias, acabar amistades, matrimonios y relaciones familiares, y, en circunstancias extremas, desencadenar comportamiento autodestructivo, violento o criminal (Capítulo 1)

  Estos casos siempre se han dado, y el libro recuerda que, particularmente en los Estados Unidos, existe una tradición de conversiones religiosas radicales y exaltadas que, durante algunos periodos de la joven historia de este país –tradicionalmente defensor de la libertad de pensamiento y estilos de vida- llegaron a agitar por oleadas a regiones enteras. Pero se detecta una variedad inquietante de tal tipo de cambios a partir de cierta época.

Desde los primeros setenta, América ha sido tomada por una epidemia de repentinos cambios de personalidad. Sobre la superficie, parece que una nueva era de esclarecimiento quedaba a nuestro alcance. La gente de todas las edades estaba descubriendo nuevas fes, creencias y prácticas que los cambiarían de formas que nunca soñaron. (Capítulo 1)

    No por casualidad, esta época coincide con la de la popularización de las terapias psicológicas.

Apareció un conglomerado de técnicas terapéuticas radicales –algunas viejas, otras nuevas- (…) Entre ellas estaba el psicodrama, una terapia de juego de rol desarrollada en los años veinte por un médico vienés llamado Jacob Moreno; la psicosíntesis, una combinación de terapia de grupo e individual desarrollada por un psicoanalista italiano; la fantasía guiada, una técnica de soñar despierto sistemática diseñada en los cuarenta por un psicoterapeuta francés; la bioenergética, una terapia del cuerpo de los años cincuenta desarrollada por el psiquiatra americano Alexander Lowen, un antiguo alumno de Wilhelm Reich; y el Rolfing, una forma de manipulación muscular profunda de la que fue pionera la doctora Ida Rolf, una bióloga que se convirtió en terapeuta. Cada técnica era capaz de producir experiencias emocionales extremadas, “experiencias cumbre” y otras dramáticas rupturas personales. A lo largo de los sesenta se entremezclaba todo esto junto con drogas y prácticas orientales de zen, yoga y otras formas de meditación para llevar a cabo profundas aventuras de autoapercibimiento humano. En esta popular experimentación libre para todos, estas poderosas técnicas carecían incluso de la más general guía para tal extenso uso no profesional. (Capítulo 5)

Muchas de las técnicas que se usaban para crear intensas experiencias personales y espirituales suponían una amenaza oculta a procesos fundamentales de la mente. (Capítulo 1)

  Junto a las técnicas, las estrategias…

En lugar de coerción o hipnosis, los líderes de sectas y grupos [de terapias de masa] usan conjuntamente diferentes clases de estrategias: pueden falsear sus identidades e intenciones; pueden mentir sobre sus propias relaciones con sus organizaciones; pueden mostrar un falso afecto para el miembro potencial; pueden irradiar una felicidad y plenitud espirituales hasta el punto que tenga un profundo impacto en el individuo que están confrontando; o pueden provocar discusión y debate, creando (…) conflictos emocionalmente cargados que requieren una resolución urgente (Capítulo 9)

  Y técnicas y estrategias acabarían dando lugar a un fenómeno cognitivo específico…

Consideramos la enfermedad de la información como una alteración de las capacidades fundamentales del procesamiento informativo de una persona. Cuando estas capacidades vitales se ven alteradas o dañadas, el cambio resultante no es simplemente de comportamiento. Cuando el “chasquido” da lugar a la enfermedad de la información, ello representa una alteración duradera de la consciencia humana al nivel más básico de la personalidad individual. (Capítulo 13)

  Los autores se centran, pues, en los procesos de cambio mental intencionados que llevan al “chasquido” y que en ocasiones se originarían a partir de un mal uso de estrategias modernas de psicoterapia. Es curioso que el libro, pocos meses después de ser lanzado al mercado, hubo de incluir, en nuevas ediciones, un necesario añadido referente al probablemente más horroroso episodio de “secta destructiva” conocido hasta hoy: la tragedia del “Templo del Pueblo” en Guayana. En su pormenorizado estudio llevado a cabo en los meses anteriores, ellos no habían abordado este grupo –liderado por el predicador Jim Jones- por el carácter hasta cierto punto “primitivo” de su sistema de control mental.

No encontramos nada en el esquema de [Jim] Jones que produjese la clase de cimentación de alteraciones de la personalidad que hemos denominado “enfermedad de la información”. Jones no tenía un ritual específico o una técnica tal como aquellas usadas por otras sectas que hemos estudiado que pudieran, a lo largo del tiempo, alterar o destruir los caminos fundamentales del procesamiento de información en el cerebro (Postscript: Jonestown) 

  Jones “se limitaba” a utilizar la violencia, la coacción, la mentira, la demagogia política y supercherías de ilusionismo (hacía creer a sus seguidores que contaba con poderes sobrenaturales). Uno de sus antiguos discípulos haría una reveladora descripción acerca de cómo los más avisados reaccionaban ante las arbitrariedades y falsedades del líder:

No podíamos criticarlo o cuestionarlo porque hacerlo sería debilitar la efectividad del grupo (Postscript: Jonestown)

  Un planteamiento que es acorde con el pensamiento político práctico. Se podía aplicar tanto a Jim Jones como a Joseph Stalin: si la causa es lo más importante –y Jones era un prominente activista social- el líder es necesario y la crítica al líder resulta contraproducente.

   En cualquier caso, a los autores les preocupaba más la conexión existente entre el “lavado de cerebro” y las técnicas psicológicas modernas así como con el lado más siniestro de la efervescencia espiritual de la década de 1960…

¿Ha cruzado la humanidad el umbral de una nueva era de plenitud humana? Mucha gente lo cree. Gran número de individuos que han experimentado estos profundos cambios y sus vidas hablan de “grandes rupturas”, momentos de “renacimiento” espiritual y “revelación” y de “alcanzarlo”, “encontrarlo” o de repente “verlo todo claro”. O ellos describen cómo se elevan a “experiencias cumbre”, “éxtasis” y a niveles de apercibimiento que llaman “trascendencia”, “dicha” y “conciencia cósmica” (Capítulo 1)

  Todas estas concepciones llegaron a contar con cierto aval por parte de profesionales de prestigio en la psicología.

Abraham Maslow (…) determinó el ámbito de la “experiencia cumbre”. La identificó como la experiencia del “núcleo religioso” o trascendente, el núcleo de todo lo elevado conocido o de una religión revelada, el momento estático, místico al que se dotaba universalmente con significado sobrenatural. La intención de Maslow, sin embargo, era ver esta cumbre de forma objetiva. Proponía que esta nueva categoría de experiencia humana se examinara por sus propios méritos, aparte [del punto de vista] de la religión. Citaba la promesa de las drogas psicodélicas como solo una forma en la cual todos los seres humanos podían explorar momentos de experiencias cumbre por ellos mismos. El respaldo de Maslow a las experiencias cumbre daba la nota de los años sesenta. Era la olla de oro al final de la búsqueda, la ruptura por la cual toda la vaga desesperanza de los cincuenta había estado anhelando. (Capítulo 5)

  Sin embargo, el “chasquido” puede producirse por muchos mecanismos, quizá no tan exclusivos ni relacionados con la marea de espiritualidad libertaria de esa famosa época. Entre los ejemplos famosos que se estudian en el libro no solo están los “Moonies”, los “Hare Krishna”, la “Cienciología”, los “Niños de Dios” y hasta la secta homicida de Manson, sino que también se incluye el caso célebre de Patty Hearst (en el cual se vio implicada una ideología no religiosa sino política) y hasta el del asesino en serie David Berkowitz, que nunca perteneció a ningún grupo sectario… pero cuyo comportamiento pudo ser bruscamente alterado durante su estancia en las Fuerzas Armadas como consecuencia del adiestramiento militar recibido.

Se había transformado (…) no mediante un extraordinario ritual sectario o una terapia sino como resultado de una secuencia de intensas experiencias de su pasado reciente (Capítulo 15)

  Es posible que algo parecido sucediese en otro caso posterior también trágicamente famoso, el del superdotado intelectual Ted Kaczynski, “Unabomber”, pero todo ello, ¿no demostraría que el fenómeno del cambio radical de personalidad es más diverso que lo referido a las sectas y “terapias de masa”?

En el momento del “chasquido” podemos presumir que patrones de personalidad de larga duración que se han desarrollado desde la infancia –constituyendo un todo resistente y bien establecido- pueden de repente dar lugar a una nueva personalidad. Esta personalidad está compuesta por la masa de nueva información que el individuo ha recibido en el asalto de intensas y ajenas experiencias que se ejercen sobre él con una fuerza inmediata y abrumadora. Los viejos senderos del cerebro pueden quedar desconectados y destruidos o pueden formarse nuevos senderos que de repente reemplacen a los antiguos.  (Capítulo 12)

   Los autores refieren, sin embargo, la gran objeción en contra del concepto de “lavado de cerebro”: el derecho de cada uno a creer en lo que quiera y a vivir como quiera. 

En su extrema defensa de la Constitución de los Estados Unidos, [un líder antisectas] desafió la confusión de los Derechos de la Primera Enmienda en torno a la controversia de las sectas y logró una importante distinción entre nuestras libertades nacionalmente garantizadas de expresión y religión, y nuestro Derecho Humano más fundamental a la libertad de pensamiento. (…) Mediante medios engañosos y artificiosos, las sectas de hecho están robando a la gente su capacidad natural para pensar y elegir (Capítulo 6)

    Algunos argumentos expuestos despiertan la sospecha. En su alarde de tolerancia, los autores parecen incluso mostrarse comprensivos con los supuestos fenómenos paranormales y al mismo tiempo hacen una crítica a la técnica “espiritual” generalmente aceptada de la Meditación Transcendental.

Muy pronto tu mente llega a un lugar donde ya no se asocia el significado con nada (…) Solo tienes ese sonido [mantra] que va por tu mente y llega a un lugar donde ya no hay un significado concreto. Estás experimentando abstractamente la nada. Se podría pensar que una persona se asusta en este vacío, pero esto también sucede a tus sentimientos. Alcanzas un estado donde tampoco tienes ningún sentimiento (Capítulo 13)

  Por otra parte, los autores dan una visión positiva de las acciones pioneras de Ted Patrick, inventor del concepto de “desprogramación”. Patrick narra personalmente la intensidad de sus intervenciones con aquellos a los que pretende salvar.

Los fuerzas a pensar. La única cosa a hacer es plantearles preguntas clave. Los golpeo con cosas para las que no han sido programados a responder (…) Empujo y empujo. No le dejo salirse con las mentiras que le han contado. Entonces habrá un minuto, un segundo, cuando la mente da un chasquido, cuando la persona se da cuenta de que se le ha mentido en la secta y simplemente logra salir de ello (Capítulo 6)

  Pero Patrick fue denunciado en numerosas ocasiones y conoció la cárcel por cargos de secuestro, coacciones e incluso tortura. Con todo, sus estrategias de “desprogramación” han sido objeto de seguimiento por parte de psicólogos académicos. Otro ejemplo, junto con “Alcohólicos Anónimos”, de cómo iniciativas psicológicas “no profesionales” intuitivas y “chapuceras” resultan innovadoras al abordar, bajo una fuerte motivación, cuestiones prácticas de importancia vital.

    Queda la duda de si estos cambios repentinos de personalidad –los “chasquidos”- se trata de un fenómeno tan concreto como los autores lo describen pero, en todo caso, nos encontramos ante un conjunto de observaciones muy valiosas acerca tanto del poder de la conversión como de la fragilidad de la personalidad humana

El “chasquido”, tal como hemos llegado a entenderlo, puede ser resumido en una definición muy simple: es un fenómeno que sucede cuando un individuo deja de pensar y sentir por sí mismo, cuando rompe los vínculos de la conciencia y las relaciones sociales que atan su personalidad al mundo exterior y literalmente pierde su mente ante alguna forma de control externo o automático (Capítulo 16)

  Se exige, por tanto, una concreción de cuál es el estado mental óptimo del sujeto a la hora de juzgar la realidad. Ha de tenerse en cuenta que aún nos esperan cambios culturales y que coexistimos hoy con prejuicios y sesgos que desde cierto punto de vista objetivo pueden ser considerados también como “lavado de cerebro”. Por no hablar de culturas nacionales y ámbitos sub-culturales que cohíben deliberadamente el pensamiento crítico.

¿Puede una religión, una terapia de masas o cualquier otra institución atacar sistemáticamente el pensamiento y sentimiento humanos en el nombre de la felicidad y la plenitud? (Capítulo 6)

Posteriores investigaciones científicas deberían ser llevadas a cabo con el fin de proporcionar (…) a la gente criterios detallados (…) para distinguir entre una religión valida y una secta y entre una sólida terapia mental y una forma potencialmente peligrosa de abuso físico y emocional (Capítulo 16)

  El fenómeno de las sectas produciría aún escándalos de gran repercusión social en los años que siguieron a la publicación de este libro. Por otra parte, en tiempos más recientes el fenómeno del terrorismo islamista sin duda está relacionado con este tipo de cambios repentinos de personalidad. La cuestión es demasiado compleja y abarca demasiados ámbitos de actividad humana como para que este libro, testimonio de una época, pueda considerarse una obra concluyente.

  ¿Podrían estos poderes sobre la mente humana tener también una lectura positiva? En teoría, alterar la conciencia humana hacia la racionalidad, la imaginación, la prosocialidad y la plena vida afectiva parece todo lo contrario de las presiones que llevan a algunas personas a ser alteradas tras un “chasquido” en su interior. Pero tampoco somos tan libres, racionales y dueños de nosotros mismos en la sociedad convencional. Probablemente no seremos juzgados así por las generaciones venideras. Lo que está claro es que nos conviene reflexionar acerca de la fragilidad de nuestras propias mentes. 

Lectura de “Snapping” en Dell Publishing Co., Inc. 1979; traducción de idea21    

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