lunes, 28 de julio de 2014

“La expansión del cristianismo”, 1996. Rodney Stark.

  El profesor Rodney Stark es el autor de uno de los mejores análisis sociológicos del origen del cristianismo. En su libro "The Rise of Christianity" se ponderan datos referidos a la población, doctrina, entorno y redes sociales relacionados con el sorprendente triunfo de la religión cristiana en el Imperio Romano que se produjo al cabo de los tres o cuatro primeros siglos de nuestra era. Pero, pese a tener en cuenta tan diversos elementos, no se pierde de vista el factor decisivo de por qué esta religión, que surgió sin ser promovida por poder político alguno, se difundió hasta el punto de acabar gozando del reconocimiento del poder estatal: queda claro que este factor esencial fue el ideológico.

La pretensión del marxismo de que las ideas son un mero epifenómeno son anticuadas y absurdas.(…) Las doctrinas fueron frecuentemente de inmensa importancia.

Lo que es verdad acerca de la nueva tecnología, modas y actitudes debería ser también verdad en lo que concierne a la fe. Porque las nuevas religiones implican nuevas ideas.

  Aunque tampoco debemos confundir esta realidad con el poder de la ideología en sí, y la versión interesada que dan los mismos cristianos (¡o los militantes marxistas!) acerca del poder de conversión por la mera enseñanza de doctrina. Porque no es así como funciona, a pesar de lo que los creyentes pretenden:

Cuando la gente describe sus conversiones retrospectivamente, tiende a poner el énfasis en la teología.

  En realidad, las conversiones se realizan a través de la vida social. Las personas se convierten a una creencia en tanto que ésta puede encarnarse en una actitud ética ante la vida que es compartida en común. Ése es el truco: no convence la exposición doctrinal de la ideología, sino la actitud ética de la red social…  y eso no contradice lo que acabamos de decir de que el factor ideológico fue esencial en el triunfo del cristianismo: la actitud ética deriva, en última instancia, de una forma ideológica, y son la actitud ética y las compensaciones prácticas que derivan de ésta las que actúan en el individuo a la hora de hacerle elegir una opción.

 Descubrir cuál es la relación exacta entre la doctrina o ideología de una parte, y la actitud ética de la red social de la otra supondría descubrir el elemento nuclear de toda evolución cultural. En el caso del cristianismo podemos aventurar que personas de un nivel cultural relativamente elevado (el cristianismo no fue un movimiento proletario, sino que estuvo basado en las clases más privilegiadas) desarrollaron, a través de la asimilación de la doctrina (ideología), pautas de comportamiento ético que resultaron atractivas para círculos sociales más amplios.

La conversión no es acerca de abrazar una ideología, sino de amoldar el comportamiento religioso en alineamiento con el de nuestros amigos y familiares. (…) Los vínculos personales son el núcleo de la conversión y en consecuencia la conversión tiende a proceder a lo largo de redes sociales formadas por vínculos interpersonales.

  Por lo tanto…

El factor definitivo en el triunfo del cristianismo fue que sus doctrinas centrales impulsaron y sostuvieron organizaciones y relaciones sociales atractivas, liberadoras y efectivas.

  El cristianismo llegó a consolidarse como alternativa cultural tras más de dos siglos de lenta difusión a través de vínculos familiares y redes sociales urbanas. Lo hizo en una atmósfera de relativa libertad religiosa (más tarde se exageraron mucho las persecuciones) y utilizando sobre todo los cauces del judaísmo de la diáspora (en el Imperio Romano de Oriente, los judíos eran una fuerte minoría urbana, y el número de judíos que vivían fuera de Palestina triplicaba el de los que permanecían en la “Madre Patria” ya en tiempos de Jesús), de modo que durante bastante tiempo la gran mayoría de los cristianos en el Imperio no fueron otra cosa que judíos de la diáspora convertidos a una particular herejía... pero la herejía cristiana contaba con una gran ventaja sobre el judaísmo ortodoxo a la hora de expandirse:

El judaísmo no podía ser fácilmente separado de una etnicidad intrínseca de acuerdo con la Ley.

El cristianismo eludió y sobrepasó la barrera étnica que había impedido que el judaísmo sirviera de base para la revitalización de Roma 

  Si bien es importante reconocer que ya existían tendencias en el judaísmo  previas al cristianismo que presagiaban el derribo de la mencionada “barrera étnica”:

El judaísmo del siglo primero podía haber sido más inclusivo de lo que se ha reconocido. La existencia de los llamados “Temerosos de Dios” (simpatizantes paganos del judaísmo) demuestra esta inclusión, pero también parece claro que estos “Temerosos de Dios” estaban limitados a los bordes sociales de la diáspora judía. (…) Muchos judíos helenizados de la diáspora encontraron el cristianismo tan atrayente precisamente porque los liberaba de la identidad étnica.

  Más allá de esta cuestión, el triunfo de la herejía cristiana se basaba en haber asimilado, aparte del universalismo, una versión efectiva de la ética compasiva que en este momento de la Antigüedad iba extendiéndose por muchos entornos diferentes, judíos o no.

Una congregación Cristiana era desde el principio una comunidad en un sentido más completo que el correspondiente a un grupo de devotos de Isis o Mitra. Sus miembros estaban unidos no solo por ritos comunes sino también por una forma de vida común. El amor al semejante no es una virtud exclusiva de los cristianos, pero en este periodo parece que los cristianos la han practicado mucho más efectivamente que cualquier otro grupo.

El corolario de que a causa de que Dios ama la humanidad, los cristianos pueden no complacer a Dios a menos que se amen unos a otros era algo enteramente nuevo. (…) Incluso más revolucionario era el principio de que el amor cristiano y la caridad deben extenderse más allá de los límites de la familia y la tribu.

No es que los romanos no conocieran nada de la caridad, sino que ésta no estaba basada en el servicio a los dioses.

  Además, Rodney Stark nos demuestra que las redes sociales de ayuda de los cristianos tuvieron una influencia decisiva para difundir la ética cristiana. La prueba de que estas redes en verdad existieron no está tanto en lo que los  historiadores cristianos lo refieran… ¡sino en que sus mismos enemigos dejaron testimonio de ello!

El emperador Juliano lanzó una campaña para instituir asistencia caritativa pagana en un esfuerzo de igualar a los cristianos

  Stark incluso comenta que las epidemias catastróficas pudieron favorecer el crecimiento de los cristianos

Los valores cristianos de amor y caridad habían sido convertidos, desde el principio, en normas de servicio social y solidaridad comunitaria. Cuando golpeó el desastre, los cristianos fueron más capaces de enfrentarse a él

Nuestras fuentes testifican que algunos paganos fueron cuidados por los cristianos

   El descenso de natalidad fue dramático durante el periodo imperial tardío. El infanticidio, el aborto, la escasez de mujeres y la falta de mutua ayuda perjudicaban la natalidad. Los cristianos, contrarios al infanticidio, al aborto, relativamente protectores de la libertad de las mujeres y con hábitos religiosos de ayuda mutua experimentaron por todo ello un sensible aumento demográfico. Incluso se apunta un momento concreto en el que se habría producido el cambio más significativo:

Muchos estudiosos piensan que algo realmente extraordinario, en términos de crecimiento del cristianismo, sucedió en la segunda mitad del siglo III.

    Aunque al Imperio Romano aún le quedaban buenos tiempos por venir, durante la segunda mitad del siglo III tuvo lugar una terrible crisis que a punto estuvo de descomponer la unidad política y territorial. Coincide con una expansión notable del cristianismo.

  Por otra parte, sin discutir que el éxito de los cristianos se hallaba en su altruismo, se puede reprochar a Stark el que no se extienda acerca del hecho de que ciertos elementos básicos de la ideología compasiva ya eran conocidos por los paganos. Es preciso resaltar que éticas como las del estoicismo y el orfismo (quizá influenciadas por las noticias que llegaban del budismo en la India) probablemente contribuyeron en mucho a la aparición de la herejía cristiana dentro del judaísmo ortodoxo. Pero las éticas compasivas paganas resultaban ser creencias elitistas, quizá no muy diferentes al humanitarismo laico actual, y lo que les faltaba era el componente teológico y emocional que permitiera su amplia difusión y aceptación por las masas. Como escribió Ernest Renan:  La filosofía no basta para la mayoría; la mayoría necesita la santidad. 

  Una religión tradicional sin contenido ético, como el paganismo romano, estaba condenada a desaparecer, pues en ella todo se limitaba a hacer sacrificios a los dioses para que estos favorecieran a los devotos. Lo que faltaba por saber era qué nuevo culto ético de masas iba a sustituir a las viejas tradiciones. El triunfo del cristianismo se produjo tras competir y ganar contra otros pretendientes a la supremacía. Por ejemplo, el culto egipcio a Isis:

Existió una significativa correlación del 67% entre la expansión del culto a Isis y la expansión del cristianismo. Adonde fue Isis, el cristianismo lo siguió.

  Quizá también falta en el libro un análisis más profundo de las otras religiones que compitieron y perdieron contra el cristianismo. Sabiendo en qué "fallaron", es probable que podamos tener una idea más definida de cuáles fueron los factores que determinaron el éxito del cristianismo. Aparte de Isis, Mitra y el judaísmo ortodoxo también el culto solar estuvo cerca de ser reconocido como religión oficial. Todas estas religiones procedían de las regiones orientales del Imperio (Egipto, Persia, Judea, Siria...).

  A otro nivel, no parece muy exacto que en el libro se señale la desventaja del paganismo por no creer en la inmortalidad. Platónicos y neoplatónicos eran paganos que sí creían en la inmortalidad, y el judaísmo ortodoxo pasó del escepticismo inicial a una aceptación posterior de la vida de ultratumba. Sin embargo, esta transformación no se dio en la religión pagana tradicional a pesar del platonismo de las élites. Stark no analiza por qué la creencia cristiana en la inmortalidad podía ser efectiva y la creencia en lo mismo por parte de sus contemporáneos neoplatónicos no llegó a serlo, como demuestra el que no llegara a pasar a las masas paganas. La religión egipcia, desde luego, sí creía en la inmortalidad, ya más de mil años antes de Cristo.

  Finalmente, siendo el factor ético y social el más importante de los que contribuyeron al triunfo cristiano, no debemos tampoco idealizar en exceso el carácter humanista del primer cristianismo.

El cristianismo no predicó que todo el mundo podía o debía ser igual en términos de riqueza y poder en esta vida. Pero sí predicó que todos eran iguales a los ojos de Dios y que los más afortunados tenían una responsabilidad ante Dios para ayudar a los necesitados.

  La evolución cultural se realiza mediante cambios fundamentales desde la perspectiva histórica, pero que desde nuestro punto de vista actual quizá no nos parecerían tan espectaculares (evolución es "copía más modificación"). Si bien los primeros cristianos podían no haber sido los santos que la hagiografía católica nos ha pretendido mostrar, el hecho es que para la Roma del Imperio supusieron un avance moral inmenso. Y es acertado, por tanto, el que se hable de una “Era cristiana” que comienza a partir de este punto.

lunes, 21 de julio de 2014

“Superficiales”, 2010. Nicholas Carr

  Nicholas Carr en su libro “Superficiales” aborda la cuestión de si el uso de Internet perjudica el desarrollo del intelecto humano.

Cuando nos conectamos a la Red, entramos en un entorno que fomenta una lectura somera, un pensamiento apresurado y distraído, un pensamiento superficial. 

La división de la atención que exige lo multimedia sobrecarga aún más nuestras capacidades cognitivas, lo cual disminuye nuestro aprendizaje y debilita nuestro entendimiento. 

Los usuarios multitarea habituales se dejan distraer mucho más fácilmente por «estímulos irrelevantes del entorno», tienen un control significativamente menor sobre el contenido de su memoria de trabajo y, en general, son mucho menos capaces de mantener su concentración en una tarea concreta. 

Nunca antes existió un medio como la Red, programado para dispersar nuestra atención de modo tan exhaustivo como insistente.

  Todo esto suena un poco catastrofista y el mismo autor acepta que en el pasado ya se dieron actitudes tan negativas con respecto a otras innovaciones en los sistemas de transmisión del conocimiento, como fue el caso de Sócrates pronunciándose contra el mismo lenguaje escrito

“Sólo un simple”, le dice Sócrates a Fedro, pensaría que un relato escrito “es mejor en absoluto que el conocimiento y recuerdo de las mismas cuestiones”.

 Y en su momento, también surgiría la oposición a la imprenta, a los periódicos y, por supuesto, al cine, radio y televisión. En todos los casos, sin embargo, los nuevos medios multiplicaron tanto la cantidad del conocimiento a disposición de la persona como la riqueza de perspectivas para su asimilación.

Los términos de la discusión han sido prácticamente iguales para cada medio informativo nuevo, retrotrayéndose al menos hasta los libros salidos de la imprenta de Gutenberg. Los entusiastas, con motivo, alaban el torrente de contenido nuevo que libera la tecnología, y lo ven como una señal de «democratización» de la cultura. Los escépticos, con motivos igualmente válidos, condenan la pobreza del contenido, observándolo como una señal de "decadencia» de la cultura"

  Pero en lo que se refiere a Internet, hemos de admitir que impresionan algunos datos que Nicholas Carr nos aporta en su libro:

Las calificaciones en los exámenes PSAT, a los que se someten los estudiantes de secundaria en Estados Unidos, no aumentaron en absoluto entre los años 1999 y 2008, una época en que el uso de la Red en hogares y escuelas se estaba expandiendo exponencialmente. De hecho, mientras que el promedio de calificaciones en matemáticas se mantuvo bastante estable durante ese periodo —cayendo casi medio punto, de 49,2 a 48,8—, las puntuaciones en las partes verbales de la prueba se redujeron de manera significativa. El puntaje promedio de lectura crítica cayó un 3,3 por ciento, de 48,3 a 46,7; y el de aptitudes para la escritura se redujo un 6,9 por ciento: de 49,2 a 45,8. Los resultados obtenidos en las secciones verbales de exámenes SAT para estudiantes universitarios también han ido disminuyendo. Un informe de 2007 del Departamento de Educación estadounidense mostró que las puntuaciones de alumnos de duodécimo grado en pruebas de tres tipos diferentes de lectura (para realizar una tarea, para recopilar información y para adquirir experiencia literaria) se redujeron entre 1992 y 2005. La aptitud para la lectura literaria sufrió el mayor descenso, con una bajada de doce puntos porcentuales

   Tal vez haya que esperar a que se confirmen estas noticias alarmantes. Podría ocurrir (por ejemplo) que los descensos no fueran significativos y que se trate solo de algo por el estilo de que ha aumentado el universo de alumnos sobre los que se llevan a cabo las evaluaciones (es lógico que si hay muchos más estudiantes, y si entre estos hay más de ciencias que de humanidades, la “lectura crítica” o la “aptitud para la escritura” disminuyan moderadamente…)

  La advertencia queda ahí, y más adelante se desmentirá o no la gravedad de la situación, y se hallará o no remedio a sus aspectos más negativos. No dejemos de tener en cuenta que todo lo que se refiere a las nuevas tecnologías de la información está cambiando constantemente y que este libro puede quedar anticuado muy pronto.

  Lo más importante de “Superficiales”, sin embargo, es lo que aprendemos acerca de cómo influyen en el desarrollo humano los diversos medios de transmisión del conocimiento.

A largo plazo, el contenido de un medio importa menos que el medio en sí mismo a la hora de influir en nuestros actos y pensamientos. (…)Los medios proyectan su magia, o su mal, en el propio sistema nervioso. 

McLuhan (…) era un maestro en el arte de acuñar frases, y una de ellas (…) pervive en forma de refrán popular: «El medio es el mensaje».

Parece no haber duda de que la invención de la escritura fue un felicísimo hallazgo, a pesar de las objeciones que se le pusieron en la Antigüedad, pero la escritura fue solo una innovación entre varias.

El mapa es un medio que no sólo almacena y transmite información, sino que también incorpora un modo particular de ver y pensar. (…)Lo que hizo el mapa con el espacio —traducir un fenómeno natural a una concepción artificial e intelectual de dicho fenómeno— lo hizo otra tecnología, el reloj mecánico, con el tiempo. (…) El mapa y el reloj pertenecen a la categoría que podríamos llamar «tecnologías intelectuales».

  Las invenciones relacionadas con la organización de la acción y percepción humana en la vida social tendrían una capacidad propia para alterar el comportamiento. Es decir, que lo que aparecen como herramientas al servicio del ser humano acaban poniendo el cerebro humano a su propio servicio, a condicionarlo. Esto es lo que se llama “determinismo tecnológico”, y no tiene solo que ver con la organización de la vida intelectual. Puede aplicarse también a los cambios en la economía, desde el descubrimiento de la agricultura al “taylorismo” o uso industrial de la capacidad de trabajo humano (“trabajo en cadena” sometido a cronometraje).

El progreso tecnológico, que se veía como fuerza autónoma externa al control del hombre, ha sido el principal factor que determina el curso de la historia humana.

Las herramientas que el hombre ha utilizado para apoyar o ampliar su sistema nervioso han conformado la estructura física y el funcionamiento de la mente humana. Su uso ha fortalecido algunos circuitos neuronales y debilitado otros, ha reforzado ciertos rasgos mentales, dejando que otros se desvanezcan

  Donde el uso de la tecnología se hace más peligroso es en la sistematización del trabajo intelectual. Así llegamos a un impresionante descubrimiento que, en el fondo, no hace más que confirmar algunas intuiciones de la práctica social: hoy le llamamos la “plasticidad neurológica”

Una actividad puramente mental puede alterar nuestros circuitos neuronales, a veces de forma profunda. A finales de la década de 1990, un grupo de investigadores británicos escaneó los cerebros de dieciséis taxistas de Londres que tenían entre dos y cuarenta y dos años de experiencia detrás del volante. Cuando compararon sus escáneres con los de un grupo de control, encontraron que la parte posterior del hipocampo de los taxistas, una parte del cerebro que desempeña un papel clave en el almacenamiento y la manipulación de representaciones espaciales en el entorno de una persona, era mucho más grande de lo normal.

La plasticidad del cerebro (…) es universal. Prácticamente todos nuestros circuitos neuronales, ya se ocupen de sentir, ver, oír, moverse, pensar, aprender, percibir o recordar, están sometidos a cambios. (…)Esta plasticidad de nuestras sinapsis armoniza dos filosofías de la mente que hace siglos estaban en conflicto: el empirismo y el racionalismo. Según los empiristas, como John Locke, la mente con la que nacemos es una pizarra en blanco, una tábula rasa.(…) Según los racionalistas, como Immanuel Kant, nacemos con una «plantilla» mental incorporada que determina la forma en que percibimos e interpretamos el mundo. Todas nuestras experiencias se filtran a través de estas plantillas innatas. 

  Está claro que, de todas las alteraciones de origen cultural a las que pueden someterse los cerebros humanos a la hora de afrontar la realidad de su entorno, la favorita para la mayoría es la “lectura profunda

A medida que el cerebro se vuelve más hábil para descifrar el texto, convirtiendo lo que había sido un exigente ejercicio de resolución de problemas en un proceso que es esencialmente automático, puede dedicar más recursos a la interpretación del significado. Lo que hoy llamamos lectura profunda se hace así posible (…)Leer un libro largo en silencio requiere una capacidad de concentrarse intensamente durante un largo periodo de tiempo, «perderse» en las páginas de un libro, como decimos ahora. Desarrollar esta disciplina mental no fue fácil (…)Leer un libro significaba practicar un proceso antinatural de pensamiento que exigía atención sostenida, ininterrumpida, a un solo objeto estático. 

  La capacidad para la “lectura profunda” se relaciona con el desarrollo intelectual y con la capacidad prosocial para la empatía.

La lectura de una secuencia de páginas impresas era valiosa no sólo por el conocimiento que los lectores adquirían a través de las palabras del autor, sino por la forma en que esas palabras activaban vibraciones intelectuales dentro de sus propias mentes. 

El desarrollo del conocimiento se convirtió en un acto cada vez más privado, con la creación por cada lector, en su propia mente, de una síntesis personal de las ideas y la información que recibía a través de los escritos de otros pensadores. El sentido de individualismo se reforzaba. 

Las regiones del cerebro que se activan a menudo son similares a las que se activan cuando la gente realiza, imagina u observa actividades similares en el mundo real. La lectura profunda (…) no es un ejercicio pasivo. El lector se hace libro.

   En este caso, el “determinismo tecnológico” habría resultado en un gran avance para las cualidades más propiamente humanas.

Se había puesto en marcha un círculo virtuoso: la creciente disponibilidad de libros disparó el deseo de alfabetización, y la expansión de la alfabetización estimuló aún más la demanda de libros. 

  Retomemos a partir de esto la cuestión del peligro de las nuevas tecnologías de la información y recordemos:

La mente lineal está siendo desplazada por una nueva clase de mente que quiere y necesita recibir y diseminar información en estallidos cortos, descoordinados, frecuentemente solapados —cuanto más rápido, mejor—.

Cuando un libro impreso se transfiere a un dispositivo electrónico conectado a Internet, se convierte en algo muy parecido a una página web. Su texto queda preso de todas las distracciones que ofrece un ordenador conectado a Internet. (…) La linealidad del libro impreso se quiebra en pedazos; y con ella, la calmada atención que induce en el lector.

  Los temores de Nicholas Carr a que la dispersión de atención que conlleva el uso de Internet pudiera causar efectos irreversibles en el desarrollo intelectual pueden parecer exagerados si se comparan con el beneficio de la enormidad de recursos que quedan ahora a disposición inmediata de casi todo el mundo, y tampoco hemos de olvidar que los perjuicios podrían repararse tomando buenos hábitos compensatorios, como en el caso del ejercicio físico que se hace para contrarrestar la vida sedentaria propia de la actividad económica urbana. En cualquier caso, toda precaución es poca, y si queremos desarrollar hábitos compensatorios de los efectos secundarios perniciosos, primero tenemos que admitir la existencia del problema y estudiarlo a fondo.

   Una actitud despreocupada ante un problema real nos pondría en grave riesgo. Eso justifica la crítica al punto de vista “instrumentalista”:

Los instrumentalistas minimizan el poder de la tecnología, en la creencia de que las herramientas son artefactos neutrales, totalmente subordinados a los deseos conscientes de sus usuarios. (…) El instrumentalismo es la opinión más extendida sobre la tecnología, entre otras cosas porque es la opinión que preferiríamos ver confirmada

  Según Nicholas Carr, Internet supondría un peligro mayor que cualquier otra innovación de la era industrial que hayamos conocido.

La radio, el cine, el fonógrafo, la televisión (…) se vieron siempre limitadas por su incapacidad para transmitir la palabra escrita. Podían desplazar, pero no reemplazar, el libro

Con la excepción de los alfabetos y los sistemas numéricos, la Red muy bien podría ser la más potente tecnología de alteración de la mente humana que jamás se haya usado de forma generalizada. 

lunes, 14 de julio de 2014

“El hombre en busca de sentido”, 1962. Viktor Frankl

  Viktor Frankl fue un caso excepcional de psicoterapeuta. Supervivente del Holocausto, utilizó los hallazgos de su experiencia en los campos de concentración para elaborar una terapia extensa y compleja que puede ser comprendida al mismo tiempo como lo que habitualmente llamamos “una filosofía”

Algunas de las personas que en la actualidad visitan al psiquiatra hubieran acudido en tiempos pasados a un pastor, un sacerdote o un rabino, pero hoy, por lo general, se resisten a ponerse en manos de un eclesiástico, de forma que el médico tiene que hacer frente a cuestiones filosóficas más que a conflictos emocionales.

  Que se resistieran a ponerse en manos de un eclesiástico es explicable, puesto que en la segunda mitad del siglo XX la humanidad ya vivía en un mundo regido por la ciencia, donde el método científico ya era el que gozaba del merecido prestigio de la honestidad y la certeza.

  La propuesta de Viktor Frankl se llamó “logoterapia” y en el libro “El hombre en busca de sentido”, y a solicitud del editor, ésta se expone junto con el dramático testimonio del superviviente de la barbarie nazi; de esa forma se muestra cómo, incluso en las circunstancias más terribles, el ser humano dispone de recursos psicológicos para no ceder a la desesperanza. Lo que tendría que hacer el terapeuta sería guiar a la persona que sufre a la superación de su situación angustiosa afrontando una realidad que no puede evadirse y que por tanto requiere ser interpretada.

La logoterapia considera que es su cometido ayudar al paciente a encontrar el sentido de su vida.

La función del logoterapeuta consiste en ampliar y ensanchar el campo visual del paciente de forma que sea consciente y visible para él todo el espectro de las significaciones y los principios. 

Lo que importa no es el sentido de la vida en términos generales, sino el significado concreto de la vida de cada individuo en un momento dado. (…) No deberíamos buscar un sentido abstracto a la vida, pues cada uno tiene en ella su propia misión que cumplir; cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto. (…) La logoterapia considera que la esencia íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser responsable.

   La actuación del logoterapeuta viene a ser algo así:

En el psicoanálisis, el paciente se tiende en un diván y le dice a usted cosas que, a veces, son muy desagradables de decir. (…) Pues bien, en la logoterapia, el paciente permanece sentado, bien derecho, pero tiene que oír cosas que, a veces, son muy desagradables de escuchar. (…) Comparada con el psicoanálisis, la logoterapia es un método menos retrospectivo y menos introspectivo. La logoterapia mira más bien al futuro, es decir, a los cometidos y sentidos que el paciente tiene que realizar en el futuro.

Podemos descubrir este sentido de la vida de tres modos distintos: (1) realizando una acción; (2) teniendo algún principio; y (3) por el sufrimiento. En el primer caso el medio para el logro o cumplimiento es obvio. El segundo y tercer medio precisan ser explicados.

  Así que, como ya hemos visto, se nos presenta al terapeuta a modo de filósofo o predicador laico (de ahí que parezca ocupar para muchos el lugar del eclesiástico) que nos anima a que hallemos un objetivo en nuestra vida. ¿Cualquier cosa que pueda atraer nuestra atención? Frankl hace algunas importantes salvedades:

El verdadero sentido de la vida debe encontrarse en el mundo y no dentro del ser humano o de su propia psique, como si se tratara de un sistema cerrado.

A veces la frustración de la voluntad de sentido se compensa mediante una voluntad de poder, en la que cabe su expresión más primitiva: la voluntad de tener dinero. 

  Por lo tanto, encontrar un sentido a nuestra existencia excluye aquellos intereses que no inciden en lo propiamente humano, en lo que favorece una existencia social plena. Por eso se plantea como una filosofía y no como un mero truco para seguir adelante de cualquier manera.

La logoterapia considera en términos espirituales temas asimismo espirituales, como pueden ser la aspiración humana por una existencia significativa y la frustración de este anhelo. 

La logoterapia ha acuñado el término "neurosis noógena", en contraste con la neurosis en sentido estricto; es decir, la neurosis psicógena. Las neurosis noógenas tienen su origen no en lo psicológico, sino más bien en la dimensión noológica (del griego noos, que significa mente), de la existencia humana. (…) Las neurosis noógenas no nacen de los conflictos entre impulsos e instintos, sino más bien de los conflictos entre principios morales distintos

  Esto entra en el ámbito de la “psicología humanista”, y alcanza las antiguas y polémicas ideas de “libre albedrío”, libertad de elección y responsabilidad.

Si yo digo que el hombre se ve arrastrado por los principios morales, lo que implícitamente se infiere es el hecho de que la voluntad interviene siempre: la libertad del hombre para elegir entre aceptar o rechazar una oferta; es decir, para cumplir un sentido potencial o bien para perderlo.

Existe un riesgo inherente al enseñar la teoría de la "nada" del hombre, es decir, la teoría de que el hombre no es sino el resultado de sus condiciones biológicas, sociológicas y psicológicas o el producto de la herencia y el medio ambiente. Esta concepción del hombre hace de él un robot, no un ser humano. 

El hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las terribles circunstancias de tensión psíquica y física.(…) Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito.

  Es inevitable que surja la discusión con el existencialismo. Una corriente de pensamiento contemporánea de la logoterapia de Viktor Frankl… pero que no generó escuela de terapia alguna.

Los pensadores existencialistas no ven en los ideales humanos otra cosa que invenciones. Según J.P. Sartre, el hombre se inventa a sí mismo, concibe su propia "esencia", es decir, lo que él es esencialmente, incluso lo que debería o tendría que ser. Pero yo no considero que nosotros inventemos el sentido de nuestra existencia, sino que lo descubrimos.

Lo que se le pide al hombre no es, como predican muchos filósofos existenciales, que soporte la insensatez de la vida, sino más bien que asuma racionalmente su propia capacidad para aprehender toda la sensatez incondicional de esa vida. Logos (sentido) es más profundo que lógica.

  Frankl parece que propone creer en algo en particular, y no solo en cualquier cosa a la que podamos asignarle un sentido (inventado o descubierto): para Frankl, el amor es algo muy concreto.

La verdad es que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre

El amor constituye la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. 

Cuando el hombre se encuentra en una situación de total desolación, sin poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente —con dignidad— ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la imagen del ser querido

El hombre que se hace consciente de su responsabilidad ante el ser humano que le espera con todo su afecto o ante una obra inconclusa no podrá nunca tirar su vida por la borda.

  Claro que el amor aparece como una excepción en un mundo donde la mayor parte del sufrimiento humano lo genera la mala convivencia entre semejantes. Contemporizar con la civilización que crea la neurosis es la gran contradicción del terapeuta que aspira, muy justificadamente, por lo demás, a ser filósofo…

  El amor que podría compensar el sufrimiento, aunque fuese siquiera como objeto de contemplación, podría muy bien escasear. ¿Cómo afrontar la desdicha entonces?, ¿cómo puede ayudar el terapeuta en este aspecto?

Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptar dicho sufrimiento, pues ésa es su sola y única tarea. (…) Su única oportunidad reside en la actitud que adopte al soportar su carga.

El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarse el destino o la muerte. Sin todos ellos la vida no es completa.

  Cabe preguntarse si es adecuado que Frankl extrapole su atroz experiencia como superviviente en los campos de concentración con la del ciudadano burgués que tiene que vérselas con las neurosis de la vida cotidiana. Podríamos pensar que cualquier “sentido” que hallemos sirve para distraer al sufriente de la horrible realidad que vive en un entorno como el del campo de concentración, pero que esa circunstancia cuenta con pocos equivalentes en tiempos de paz. Al fin y al cabo, en el campo de concentración no había muchas opciones y las elecciones eran inequívocas.

No había ninguna necesidad de avergonzarse de las lágrimas, pues ellas testificaban que el hombre era verdaderamente valiente; que tenía el valor de sufrir. 

Conseguí distanciarme de la situación, pasar por encima de los sufrimientos del momento y observarlos como si ya hubieran transcurrido

Sólo unos pocos son capaces de alcanzar cimas espirituales elevadas. Pero esos pocos tuvieron una oportunidad de llegar a la grandeza humana aun cuando fuera a través de su aparente fracaso y de su muerte, hazaña que en circunstancias ordinarias nunca hubieran alcanzado.

El hombre elige constantemente de entre la gran masa de las posibilidades presentes, ¿a cuál de ellas hay que condenar a no ser y cuál de ellas debe realizarse? ¿Qué elección será una realización imperecedera, una "huella inmortal en la arena del tiempo"? En todo momento el hombre debe decidir, para bien o para mal, cuál será el monumento de su existencia.

¿Qué dice Spinoza en su Ética? La emoción, que constituye sufrimiento, deja de serlo tan pronto como nos formamos una idea clara y precisa del mismo.

  En alguna ocasión, los ejemplos que pone Frankl de su práctica como terapeuta nos hacen desconfiar, al presentarse como meros ardides que ayudan al individuo a superar momentáneamente un punto crítico.

No podía sobreponerse a la pérdida de su esposa, que había muerto hacía dos años y a quien él había amado por encima de todas las cosas. ¿De qué forma podía ayudarle? ¿Qué decirle? Pues bien, me abstuve de decirle nada y en vez de ello le espeté la siguiente pregunta: "¿Qué hubiera sucedido si usted hubiera muerto primero y su esposa le hubiera sobrevivido?" "¡Oh!", dijo, "¡para ella hubiera sido terrible, habría sufrido muchísimo!" A lo que le repliqué: "Lo ve, usted le ha ahorrado a ella todo ese sufrimiento; pero ahora tiene que pagar por ello sobreviviendo y llorando su muerte."

Les aseguré que en las horas difíciles siempre había alguien que nos observaba —un amigo, una esposa, alguien que estuviera vivo o muerto, o un Dios— y que sin duda no querría que le decepcionáramos

  Quizá Frankl acierte más que otros al reconocer no solo que está asumiendo el papel de “confortador de almas” de un clérigo o predicador, sino también que

La influencia inmediata de una determinada forma de conducta es siempre más efectiva que las palabras. Pero, a veces, una palabra también resulta efectiva cuando la receptividad mental se intensifica con motivo de las circunstancias externas.

  Y que

la salud se basa en un cierto grado de tensión, la tensión existente entre lo que ya se ha logrado y lo que todavía no se ha conseguido (…) Considero un concepto falso y peligroso para la higiene mental dar por supuesto que lo que el hombre necesita ante todo es equilibrio

  Esta última observación es importante, porque al menos sirve para predisponernos contra una especie de curanderismo psicoterapéutico. Aceptar que no tenemos por qué curarnos del sufrimiento, sino aceptarlo, implica alejarnos de una idea despreocupada de que “todo tiene arreglo” y al mismo tiempo nos permite insertar al individuo en un compromiso realista. Así, el paciente no acude al terapeuta para que le resuelvan su problema, sino para, supuestamente, comprometerse en una determinada forma de ver la vida.

  Con todo, el reconocimiento de que el individuo acude a la terapia buscando un apoyo moral que rompa su soledad nos avanza que lo que se necesita por encima de todo es un entorno que nos respalde emocionalmente. Si no podemos contar con "la influencia inmediata de una determinada forma de conducta" y ni siquiera con el apoyo familiar, o con la creencia en Dios aunque sea, todo lo que queda es que nos inventemos un punto de vista objetivo que nos permita probarnos a nosotros mismos: el sentido de la vida sería, como hemos visto, afrontar con dignidad nuestro sufrimiento ante un observador imaginario (o inalcanzable). Se parece mucho, entonces, a lo que predicaban los literatos existencialistas por mucho que se diga que no nos inventamos el sentido, sino que lo descubrimos… Queda, pues, la duda de si puede hacerse o no esa distinción.

  El psicoterapeuta no puede ser solo un filósofo, como Sartre. Desde luego, no puede decirle al neurótico “que se invente el sentido de su existencia” porque eso equivale a confirmar su soledad y su desorientación, ni tampoco “que lo halle por sí mismo”, pues tampoco es tarea fácil, así que es el psicoterapeuta humanista el que asume parte de la responsabilidad de determinar cuál es ese sentido de la existencia (por eso se convierte también en un predicador moral).

   Pero el terapeuta no puede ofrecer un modelo cultural acorde con el valor supremo del amor que predica. Recordemos que "la influencia inmediata de una determinada forma de conducta es siempre más efectiva que las palabras"… y que el terapeuta se halla precisamente en la situación del que no puede ofrecer más que palabras, su apoyo moral y su erudición (si la tiene).

  Una Iglesia puede ofrecer más, ya que dispone de predicador a todas horas (es una predicación continua, y no solo excepcional, como en el caso del terapeuta), ofrece un entorno (Dios y/o la ideología) donde al comportamiento se le asigna explícitamente ese sentido buscado, y, además, cuenta (si se trata de una de las llamadas "religiones compasivas") con una versión concreta y universal del preciado amor (figura efectiva del consuelo emocional por parte de la comunidad de creyentes) que Frankl reconoce que, en el fondo, sería el sentido más propio para todos y cada uno de los seres humanos.

   Pero no hay Iglesias basadas exclusivamente en la función propia de las religiones. La solución teórica sería sin duda una iglesia de terapeutas-predicadores que, como en toda religión, diese un sentido explícito a la vida humana con una determinada forma de conducta (…) siempre más efectiva que las palabras; ese sentido explícito sería la vida construida en torno al amor mutuo como realidad racional que colmase las necesidades emocionales.

La verdad es que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre

  Como cosa semejante no existe y puede que nunca llegue a existir, cualquier terapia cuidadosa puede servir de paliativo a los problemas reales que en cada caso hayan de afrontarse. Y los resultados inmediatos serían la única justificación de tal terapia.

lunes, 7 de julio de 2014

“Romper el hechizo”, 2007. Daniel Dennett

  “Romper el hechizo” es un libro beligerante contra el teísmo y las creencias en lo sobrenatural. Como otros que han sido también publicados a comienzos del siglo XXI y alcanzado éxito de ventas (“El espejismo de Dios” de Richard Dawkins o “El fin de la fe” de Sam Harris, por ejemplo) trata de conseguir dos objetivos: uno, que se acabe con el excesivo respeto que la sociedad civil manifiesta por las creencias teístas (la pretensión de que a ese respecto la ciencia no debe pronunciarse), y el otro, examinar atentamente la naturaleza del fenómeno religioso, uno de los más decisivos en la evolución cultural del ser humano. Compaginar ambos objetivos entraña cierto riesgo: si nos oponemos a la religión y queremos rechazar el indebido prestigio social con el que cuenta, puede resultar inevitable que nuestro análisis de la realidad del fenómeno sea un tanto tendencioso.

El hechizo que debe ser roto es el del tabú en contra de una investigación científica franca y sin barreras acerca de la religión como un fenómeno natural, entre muchos

  Daniel Dennett ha escrito un buen libro, lleno de mucha buena información en lenguaje accesible y que contribuye sin duda a difundir el pensamiento racional, pero no pasa la prueba en lo que se refiere a llevar a cabo "una investigación científica franca y sin barreras acerca de la religión como un fenómeno natural". Para empezar, Dennett establece una barrera por completo arbitraria y poco científica:

En las religiones, la postulación de efectos invisibles e indetectables que  son sistemáticamente inmunes a la confirmación o a la refutación es tan común que en ocasiones tales efectos se toman como si fueran definitivos. Ninguna religión carece de ellos, y cualquier cosa que carezca de ellos no es realmente una religión, a pesar de lo mucho que pueda parecerse a una religión en otros aspectos.

Propongo definir las religiones como sistemas sociales cuyos participantes manifiestan creencias en agentes sobrenaturales o en agentes cuya aprobación ha de buscarse.  (…) Esta definición está sujeta a revisión

  Eso no es una forma seria de describir un fenómeno: los fenómenos no pueden describirse por unas condiciones previas puestas por el observador. Yo no puedo decir: las aves son aquellos animales que vuelan y tienen plumas, y si algún animal no vuela entonces no es realmente un ave, "a pesar de lo mucho que pueda parecerse a" un ave en otros aspectos. Los fenómenos sociales deben ser descritos en base a sus efectos sociales y no por sus contenidos, y aquí podemos poner también el ejemplo de que un arma es aquello que puede matar, independientemente de que sea arma de fuego, un cuchillo o una piedra. Si un fenómeno social causa los efectos propios de una religión, entonces es religión, tenga o no que ver con los supuestos seres sobrenaturales que aparecen en la mayoría de las religiones que conocemos.

 Pueden darse muchas definiciones de religión (la de “Wikipedia”, basada en Durkheim y Geertz, no es mala) y cualquier persona bien informada puede inventarse otra por el estilo de “Una religión es un conjunto de creencias con contenido ético simbólicamente expresadas que mediante determinadas estrategias psicológicas tiene capacidad para actuar emocionalmente sobre el comportamiento de los individuos que integran una sociedad.” Las creencias en dioses o la postulación de efectos invisibles e indetectables son indiferentes en tanto que el conjunto de creencias sean capaces de influir en los individuos que componen esa sociedad dando lugar al mismo fenómeno.  Por orden, entonces: expresión simbólica, estrategias psicológicas, efecto emocional, creencias y comportamiento ético. El comportamiento ético es el resultado de la religión. Es para lo que la religión sirve: para impulsar fórmulas de comportamiento ético a nivel social que faciliten la convivencia. Por eso no hay sociedad sin religión (excepto, quizá, en tiempos muy recientes).

A lo largo de la historia, las acciones diarias de las personas religiosas han resultado en innumerables obras de bien, aliviando el sufrimiento, alimentando al hambriento y cuidando al enfermo. Las religiones han brindado el consuelo de la pertenencia a un grupo y compañía a muchas personas que, de otro modo, habrían pasado a través de esta vida totalmente solos, sin gloria ni aventura

Comúnmente se acepta que todas las religiones suministran infraestructuras sociales para crear y mantener el trabajo moral en equipo.

  La evidencia…

Las organizaciones seculares no han logrado competir con la religión para ganar la lealtad de la gente corriente.

La religión es la única fuente plausible de ciertas recompensas para las que existe una demanda general e inextinguible

  Para ejemplo, las conversiones religiosas de los delincuentes presos, que pasan asombrosamente del comportamiento antisocial al prosocial gracias a las aparentemente chapuceras estrategias psicológicas de cualquier charlatán. Todos los esfuerzos de psiquiatras, educadores, legisladores y administradores, con sus altos presupuestos, no logran ese efecto…

  Veamos ahora lo que pasa con el ingrediente sobrenatural de la mayoría de las religiones:

De acuerdo con Stark y Finke: «Hay religiones «sin dios», pero sus seguidores están restringidos a pequeñas élites —como es el caso de las formas elitistas de budismo, taoísmo y confucianismo—»

   Que las religiones sin dios estén restringidas a pequeñas élites no quita que sean religiones, del mismo modo que la vivencia religiosa de los eclesiásticos católicos (una pequeña élite) en apenas nada se parece a la de la gran masa “social” de los católicos y sin embargo tan religiosos son los unos como los otros. La participación del individuo en una religión se da en muy diferentes grados y, desde luego, el protagonismo de las pequeñas élites en la fundamentación cultural de las civilizaciones más avanzadas es notable y decisivo. Además, Dennett no menciona en absoluto el funcionamiento religioso de algunas sociedades de ideología marxista, aunque sí recuerda que

El resurgimiento de la religión en la Rusia post URSS nos sugiere que la religión tiene algunos roles que jugar y algunas fuentes de que nutrirse que jamás fueron siquiera soñados por esta perspectiva tan simplista.

  No es tanto que la religión resurgiera tras el fin de la URSS, sino que la desaparición de la ideología de masas marxista dejó un hueco que las antiguas religiones enseguida rellenaron “por defecto”. Eso no quiere decir que el culto civil del socialismo científico fuese un equivalente exacto de la iglesia ortodoxa, de la misma forma que la iglesia protestante no es el equivalente exacto de la católica, pero en todos los casos se daban los ingredientes ya vistos del fenómeno (los ingredientes del “hechizo”): lenguaje simbólico, estrategias psicológicas, efecto emocional, creencia y cambio del comportamiento.

¿Por qué una religión sin Dios podría tener futuro? (…) Si no hay seres sobrenaturales, entonces no habría milagros, entonces no habría salvación, la oración no tendría objeto, los mandamientos no serían más que sabiduría antigua, y la muerte sería el fin.

  Y en cuanto a que la “salvación” que ofrece la religión tiene que ver con que la muerte sea o no el fin, eso contradice la experiencia de que las creencias en la supervivencia tras la muerte no aparecen en todas las religiones. Los antiguos judíos no creían en ello (los antiguos egipcios sí) y Platón tenía que defender esta creencia ante sus contemporáneos, lo que demuestra que tampoco la religión griega tenía una idea clara del mundo de ultratumba más allá de las leyendas sobre fantasmas (más o menos como en la antigua China).

   El mismo Dennett, cuando define los “propósitos” de la religión se acerca más a una definición funcional del hecho religioso.

Los tres propósitos o raisons d’être favoritos para la religión son:
Consolarnos en nuestro sufrimiento y aquietar nuestro temor a la muerte.
Explicar cosas que no podemos explicar de otros modos.
Promover la cooperación grupal cuando se enfrentan duras pruebas y enemigos.

  Todo esto se puede aplicar al budismo o a la variedad marxista del maoísmo, y el temor a la muerte puede ser también el objetivo de la propaganda y el adoctrinamiento (estrategias psicológicas) de las religiones políticas: los soldados soviéticos morían a miles (a millones) en la segunda guerra mundial y, en teoría, su temor a la muerte se veía aquietado por el consuelo de que estaban construyendo el socialismo y luchando por la dignidad humana. Los hechos demuestran que, ante la amenaza  real de una muerte violenta y prematura, las promesas de supervivencia en la ultratumba no han funcionado mucho mejor.

  Eso no quiere decir que las religiones no hayan evolucionado haciendo uso del recurso de consuelo de la ultratumba, pero el asunto no es tan simple como lo plantea Dennett, pues estos ofrecimientos "mágicos" parecen más propios de las religiones evolucionadas y no de todas las religiones en general. Así pasó con las religiones griega, judía y japonesa, que pasaron del escepticismo originario sobre la ultratumba a las promesas concretas más adelante.

  Por una parte, prometer la vida eterna es barato, más quizá que otros recursos de falsos milagros, pero al mismo tiempo parece que exige cierta evolución cultural intelectualmente  más costosa. No es que los pueblos primitivos fuesen más incrédulos (al contrario: la magia domina su mundo) sino que de alguna forma la idea de una vida eterna tras la muerte queda fuera de su imaginación. Y eso no quiere decir que no teman a la muerte y no busquen “aquietar” ese temor.

   (Por cierto, que los marxistas soviéticos podían haber ofrecido alguna esperanza de vida más allá de la muerte sin abandonar por ello su supuesto racionalismo: en Rusia era relativamente conocida la obra de Nikolai Fyodorov, fallecido en 1903, un escritor ruso espiritualista que especuló con que una sociedad humana futura de altísima tecnología e inspirada por principios humanitarios igualmente avanzados podría resucitar a toda la humanidad fallecida por pura compasión y darles así la vida eterna. Sin embargo, y pese a que la ciencia-ficción siempre es más convincente que la literatura de fantasía, los propagandistas soviéticos nunca utilizaron este recurso para prometer un paraíso marxista más allá de la muerte, pese a que el hacerlo hubiera sido, como se ha dicho, muy barato, tanto como para los judíos de antes de Jesucristo hubiera sido muy barato también emular a los egipcios en sus complicadas promesas del mundo de ultratumba. Si no lo hicieron fue por alguna razón. Y entre estas razones estaría la de que este asunto no es realmente esencial para hacer que una religión funcione.)

  Las religiones pueden, pues, creer o no creer en dioses, y pueden creer o no creer en el paraíso de ultratumba, pero todas las religiones se reconocen por el efecto emocional  y el cambio psicológico que producen en las masas o, para ser aún más exactos, en cualquiera de los individuos que componen la masa y en la suma total de todos ellos. El error de Daniel Dennett está en que, en su deseo de combatir las religiones irracionalistas actuales, pretende adjudicar al concepto "religión", de forma necesaria, los irracionalismos del mundo de lo sobrenatural.

Lo que aparentemente fundamenta el difundido respeto que se tiene por todas las religiones es la sensación de que las personas religiosas son bien intencionadas, que tratan de llevar vidas moralmente buenas, que son serias en su deseo de no hacer el mal y que hacen enmiendas por sus transgresiones.

Hay muy pocas fuerzas en el mundo tan potentes, tan influyentes, como la religión.

Para el trasiego diario, probablemente no haya nada tan efectivo como la religión: hace más humilde y paciente a la gente poderosa y con talentos, hace que la gente común y corriente se supere a sí misma, provee de un firme soporte a las muchas personas que necesitan desesperadamente de ayuda para mantenerse alejadas de la bebida, las drogas o el crimen. Personas que de otro modo estarían totalmente ensimismadas, o que serían superficiales, o toscas, o que simplemente se darían por vencidas con facilidad, con frecuencia son ennoblecidas por su religión, pues les da una perspectiva de la vida que las ayuda a tomar esas difíciles decisiones que todos estaríamos orgullosos de tomar. (…)Sin duda, la religión hace todas estas cosas buenas e incluso más, pero alguna otra cosa que fuéramos capaces de idear podría llegar a funcionar tan bien, o incluso mejor.

  Esta sería la gran tarea que Dennett ni esboza siquiera en su libro y a la que tendrían que dedicarse cerebros tan buenos como el suyo. Todavía hoy los proyectos humanitarios siguen estando en una buena parte en manos de organizaciones teístas. Está muy bien acabar con los efectos negativos de la religión, pero queriendo destruir estos efectos negativos estamos eliminando también los efectos positivos que nadie parece capaz de reemplazar. Entre otras cosas porque nadie parece siquiera interesado en intentarlo…

Quizás un estudio podría mostrar que, como grupo, los ateos y los agnósticos respetan más la ley, son más sensibles a las necesidades de los otros y tienen un comportamiento más ético que el de las personas religiosas. Lo cierto es que hasta ahora no se ha realizado un estudio fiable que muestre lo contrario.

   Es muy posible que tras Dennett, Dawkins y los otros autores que se esfuerzan en acabar con las religiones teístas (ardua tarea, dado que todavía ni siquiera hemos acabado con los astrólogos ni con los adivinos) aparezcan por fin pensadores que investiguen seriamente cómo emular los efectos beneficiosos de la religión sin poner en riesgo en absoluto la racionalidad (¿por qué no van a poder llegar a existir religiones racionales?). Hasta entonces, podemos seguir poniendo nuestras esperanzas en la ciencia, la educación y el humanismo democrático… pero no conviene que olvidemos que ninguno de estos fenómenos sociales habría tenido lugar si la religión cristiana no hubiera ido evolucionando hasta los extremos del protestantismo del norte de Europa…

    Aunque, por otra parte, ¿y si la religión hubiera ya cumplido su recurrido, al desembocar por fin en el racionalismo? Sin duda que, a este respecto, el estado ideal de la comunidad humana a nivel planetario sería el de un mundo sin religión, igual que lo sería un mundo sin naciones y un mundo sin propiedad privada, pero todo parece indicar que al comportamiento humano, pese a sus mejoras últimas, le queda todavía alguna etapa más que superar hasta que se alcance el estado de extrema cooperación a nivel planetario que simbólicamente se llamaba “Reino de Dios en la Tierra”, según la religión cristiana, o “Comunismo”, según la religión marxista. La religión tal vez todavía sea útil para poder llegar por fin a un mundo que ya no necesite de ella.
 
   Para quienes sostengan que ya podemos prescindir de la religión y que cuanto antes lo hagamos, mejor, está disponible la interesante teoría de que la religión podría ser solo un parásito cultural y que sus efectos beneficiosos no serían tales.

Las religiones pueden ser parásitos: replicadores perjudiciales sin los cuales estaríamos mucho mejor —al menos en lo relativo a nuestros intereses genéticos—, pero que son muy difíciles de eliminar, ya que han evolucionado sumamente bien para hacer frente a nuestras defensas y para aumentar su propia propagación.  (…) Parásitos manipuladores similares infectan a los peces y a los ratones, entre otras especies. (…) Con frecuencia encontramos a seres humanos que dejan de lado sus intereses personales, su salud, sus oportunidades de tener hijos, y dedican sus vidas enteras a fomentar los intereses de una idea que se ha alojado en sus cerebros.

Es posible que la religión popular haya jugado un papel importante en la propagación del Homo sapiens, pero aún no lo sabemos. (…) Todas las poblaciones humanas han tenido una u otra versión de religión popular. Todas las poblaciones humanas conocidas han tenido también el resfrío común, que, por lo que sabemos, no es mutualista.

  En tal caso, el progreso humanista (o “civilizatorio”) no habría tenido nada que ver con las religiones (teístas o no). A muchos, esto puede parecer no muy evidente, sobre todo si tenemos en cuenta el contenido ético de las religiones y el que la sofisticación religiosa suele ir acompañada de progreso social.

  En el libro encontramos esta afirmación un tanto extraña…

Hubo un tiempo en el que ni las creencias ni las prácticas religiosas se le habían ocurrido a nadie. Después de todo, en el pasado hubo un momento en el que no había ningún creyente sobre el planeta, aun antes de que hubiera creencia alguna sobre algo

  ¿De qué tiempo habla Dennett? Todos los pueblos, y especialmente los de hace mucho tiempo, han tenido creencias acerca de la naturaleza que les rodea y de las relaciones humanas. Esas creencias se reflejaban en mitos, en conocimiento que nosotros llamaríamos “mágico”… y en la identificación de falsas e intrincadas relaciones de causa-efecto (supersticiones). Eso sí, no eran creencias religiosas modernas. Por eso el mismo Dennett habla de “religiones populares”…

¿Acaso la religión misma es una subespecie de la medicina popular, en la que nos recetamos medicinas a nosotros mismos para aliviarnos, usando terapias que han sido refinadas por miles y miles de años de desarrollo a través de ensayo y error?

Religiones  populares son aquellas que no tienen credos escritos, ni teólogos, ni una jerarquía de funcionarios (…) Lo que llamo aquí religión popular con frecuencia es denominado religión tribal o primitiva (...) Más adelante, la religión popular se convirtió en religión organizada

  Por otra parte, es discutible la crítica a determinadas estrategias psicológicas de las religiones:

Piénsese, por ejemplo, en aquellos monjes contemplativos, principalmente en las tradiciones cristianas y budistas, quienes, contrariamente a las monjas que trabajan en las escuelas y en los hospitales, dedican la mayor parte de sus horas de vigilia a la purificación de sus almas, y el resto a mantener el modo de vida contemplativo al que se han acostumbrado. ¿De qué modo, exactamente, son ellos moralmente superiores a las personas que dedican sus vidas a mejorar sus colecciones de estampillas o sus golpes en el golf? Me parece que lo mejor que puede decirse acerca de ellos es que se las arreglan para mantenerse alejados de los problemas, lo cual es algo.

  Hablando del golf, era el antropólogo Clifford Geertz (antropología simbólica) el que comentaba que Se puede decir que un hombre es "religioso" respecto del golf, pero no si tan sólo lo practica con pasión y lo juega los domingos; ese hombre debe también ver el golf como simbólico de alguna verdad trascendente. Y lo mejor que se puede decir del movimiento monástico es que surge al mismo tiempo que las llamadas religiones compasivas (los primeros monjes eran budistas) y que el sentido del monasticismo es el de desarrollar estrategias del control del comportamiento mediante la selección de condiciones ambientales muy especiales.  Esto, naturalmente, no se hace (por desgracia) de una forma racional sino en base a antiguas tradiciones, pero el resultado es evidente: un monasterio es una fábrica de santos, igual que una academia militar puede ser (más o menos) una fábrica de psicópatas. Los avances en el control del comportamiento que han tenido lugar en los monasterios han sido fundamentales a la hora de alcanzar innovaciones éticas. Por ejemplo, en la regla de los monjes de San Benito (siglo VI)  se encuentran precedentes del comportamiento humanista que tardó más de mil años en triunfar en la sociedad civil: práctica de la no-violencia, resolución razonada de conflictos, contención de los impulsos fisiológicos, etc…

  En realidad, ha habido pocas creaciones culturales tan útiles como el monasticismo… Y eso por no hablar del papel jugado por los monasterios en la preservación –y en la creación- de numerosas innovaciones culturales más prácticas. Aunque esto  también resultaba ser una consecuencia necesaria del empeño en “fabricar santos”.

  En lo que hemos todos de mostrarnos de acuerdo con Daniel Dennett, sin ningún género de dudas, es en esto:

La única prescripción que formularé de manera categórica y sin ninguna reserva: hay que hacer más investigación.