martes, 25 de abril de 2023

“Historias del futuro”, 2022. David Christian

[Este libro] explora la forma única en la cual nuestra propia especie piensa colectivamente, y con frecuencia conscientemente, sobre el futuro e intenta modelarlo. [También] describe algunos de los futuros que podemos imaginar hoy (Introducción)

  La importancia del “futuro” en el ser humano es capital. Vivimos para el “futuro”. Existir es contemplar el futuro en el que vamos a actuar, ya que el futuro se convierte enseguida en presente (y tampoco nos pasan desapercibidos los “futuros” menos inmediatos). Lo que nos humaniza, lo que nos hace diferentes a otros mamíferos superiores, es nuestra concepción de la existencia como proyectada en el futuro.

Puede ser que la memoria existe sobre todo para capacitarnos para pensar en el futuro. Estudios neurológicos recientes han mostrado que, en los organismos con sistema nervioso, la memoria y el pensamiento del futuro son manejados por las mismas zonas del cerebro, lo que explicaría por qué la gente que pierde la capacidad para recordar también pierde la capacidad para imaginar futuros alternativos (Capítulo 3)

Una mente es fundamentalmente un anticipador, un generador de expectativas (Capítulo 3)

  El libro del historiador David Christian aborda el futuro desde nuestra necesidad íntima y desde el punto de vista social y literario. Las antiguas civilizaciones muy gradualmente comenzaron a especular de forma organizada acerca del futuro. Por una parte, se trataba de una ayuda a la supervivencia (prever si la cosecha sería buena o si los enemigos atacarían) pero más adelante la previsión del futuro iba a llegar hasta el milenarismo (el destino de la Humanidad). Y estos cambios en la visión del futuro fueron trascendentes y corrieron paralelos a todos los demás avances de la civilización.

El ritmo de cambio se aceleró, erosionando la creencia en un universo estable. Las relaciones sociales fueron revolucionadas por la creación de las primeras ciudades y estados desde hace cinco mil años (Capítulo 6)

  En el neolítico no se daban muchos cambios y la idea general era que todos procedíamos de un pasado mítico (que pudo haber tenido lugar indistintamente hace cien años o hace diez mil años) que en general se consideraba ideal, una Edad de Oro perdida. Emular este pasado ideal era lo mejor que se podía esperar del futuro. Pero las cosas nunca cambiaban en lo esencial. Se consideraba que el mundo era cíclico, como las estaciones del año… hasta que los cambios pequeños se fueron acumulando haciéndose demasiado presentes y quedó claro que cada vez habría más cambios y que difícilmente el pasado iba a repetirse.

Cómo imaginemos la geografía del futuro es importante porque (…) las geografías imaginadas modelan nuestras acciones, y nuestras acciones de hoy modelarán los futuros que nos encontraremos mañana (Capítulo 2)

  Ante tanta incertidumbre, se solía recurrir a los adivinos. Y estos, fuesen deshonestos o fuesen locos, podían especular solo a partir de lo que ya conocían.

Nuestras únicas claves sobre el futuro están en el pasado (Introducción)

Como sucede con muchas formas de adivinación, la oscuridad es parte del proceso. Por una parte, es más difícil refutar una predicción [si esta se formula de manera oscura y ambigua]. Pero [la oscuridad] también forzaba a los que acudían a los adivinos a pensar cuidadosamente acerca de posibles significados ocultos y a hacer uso de sus propias intuiciones tanto como de los muchos comentarios disponibles, porque en la práctica la adivinación no era solo previsión, también ayudaba a abrir la mente de la gente a nuevas posibilidades (Capítulo 6)

  Paso a paso llegó el racionalismo. Mentes avisadas, los primeros filósofos, consideraron que el razonamiento lógico, menos espectacular que las visiones del esquizofrénico o epiléptico de turno, proporcionaba claves más valiosas.

¿Piensas, se preguntaba un escéptico Cicerón hace dos mil años, que un profeta podrá conjeturar si va a haber tormenta mejor que un marino?, ¿o que hará por conjetura un mejor diagnóstico que un médico, o que conducirá una guerra mejor que un general? (…) Cicerón insistía en que la adivinación no es aplicable en ningún caso donde el conocimiento pueda ganarse mediante los sentidos (Capítulo 6)

  Deducción e inducción a partir de los hechos constatables del pasado se convierten en los mecanismos usuales para especular acerca del futuro.

La deducción cuidadosa promete resultados perfectamente ciertos si sus axiomas son correctos.[Por su parte,]la lógica inductiva no promete el conocimiento perfecto, pero en la práctica es más útil que la lógica deductiva porque muy pocos axiomas son ciertamente correctos (Capítulo 2)

  Aún pasarán algunos siglos tras Cicerón para que, con la llegada de la era científica, las élites intelectuales se comprometan con la especulación racional acerca del futuro.

Las explicaciones científicas de las causas dependían de la asunción de que muchos, quizá la mayor parte, de los procesos [físicos] son regulares, mecánicos y mensurables. (Capítulo 7)

   Y así llegamos a los tiempos actuales.

Los teóricos sociales, desde Adam Smith a Auguste Comte y Karl Marx, buscaron leyes causales en la evolución humana similares a las leyes del movimiento de Newton (Capítulo 7)

  Marx, desde luego, tenía muy claro cómo evolucionaría la condición humana en base a las leyes de evolución histórica –materialismo histórico- que él creía haber descubierto. Sabemos que él se equivocó, pero no fue el único en equivocarse de entre los pensadores más ambiciosos del siglo XIX.

Hacia 1850, un crecimiento económico y una innovación tecnológica a una escala que Malthus no podía haber imaginado parecían imparables en los países industrializados, y un futuro mejor comenzaba a parecer el resultado inevitable de una explosión de progreso tecnológico, científico, económico e incluso moral que nadie había previsto (Capítulo 8)

  Malthus se equivocó con su pesimismo… como Marx se equivocaría después con su optimismo (el de que la lucha de clases habría de acabar en el espléndido comunismo futuro), pero el aparente progreso de la tecnología industrial se presenta pronto como una firme promesa de mejora social a gran escala.

  Tras Marx, no se han realizado muchas profecías populares de inspiración científica. El último célebre podría ser Francis Fukuyama, pero las predicciones del mundo futuro hoy, que Christian refleja al final de su libro, se refieren más a problemáticas puntuales, no tanto a desenlaces globales.

En los escenarios de crecimiento más optimistas, el crecimiento económico sostenido y las nuevas tecnologías mantendrán el crecimiento del consumo y los estándares de nivel de vida material para la mayor parte de la gente, mientras se resolverán los desafíos ecológicos más peligrosos (Capítulo 8)

  El problema es que no aparece ninguna estrategia actual que pueda resolver tan graves problemas, aparte de persistir en el desarrollo educativo, tecnológico y, aparentemente, democrático.

Tenemos algunas indicaciones de un lento crecimiento en el círculo de preocupaciones [de tipo moral], tanto a nivel individual como gubernamental. Sobre el papel, al menos, la mayor parte de los gobiernos modernos profesan respeto por los derechos humanos básicos de cada uno. Esto es nuevo. Lo mismo puede decirse sobre las ideas modernas de que son inaceptables instituciones antes consideradas como normales como la esclavitud y la desigualdad de género y raza (Capítulo 8)

  Casi cualquier opinión es viable. En el momento de escribirse esta reseña del libro de Christian -abril de 2023- nos vemos inmersos en la crisis de la invasión de Ucrania, especialmente preocupante porque constatamos que la mayoría de la población mundial (al incluirse las inmensas naciones de India y China), en pleno proceso de desarrollo económico y educativo, se ha posicionado en contra de los estándares de convivencia internacional pacífica. Esto no había sucedido antes y quizá en los años venideros pueda interpretarse como el comienzo de un nuevo periodo de la historia contemporánea. Recuérdese que la segunda guerra mundial comenzó con la invasión de Polonia, agresión abusiva muy similar a la invasión de Ucrania en 2022.

La turbulencia política está garantizada por los conflictos entre las necesidades del sistema global emergente y las de regiones, estados y otros grupos localizados de intereses. Los Estados Unidos, el poder global dominante de finales del siglo XX, están siendo desafiados por rivales emergentes. Los estados capitalistas democráticos que dominaron el mundo después del colapso de la URSS han perdido confianza, en parte debido al crecimiento descendente y a la creciente desigualdad que han socavado el optimismo y reducido el tamaño de su una vez próspera clase media. Mientras tanto, poderes emergentes como India y China se han convertido en más confiados y asertivos. (Capítulo 8)

  Si las naciones más pobladas del planeta, como India y China, que ahora cuentan con un gran poder industrial y armamentístico y han hecho extraordinarios avances económicos y educativos, toleran y tal vez incluso fomentan la agresión del gobierno ruso –que no parece tener otro fin que paralizar el proceso democrático en Ucrania por temor a que contagie a la sociedad rusa-, esto, sumado a otros fenómenos autoritarios recientes –el fundamentalismo islámico, el bolivarianismo latinoamericano-, hace pensar que se podría haber llegado al final del desarrollo político.

El futuro para dentro de cien años es político. Por primera vez en la historia humana, enfrentamos cuestiones globales incluyendo cambio climático, la amenaza de la guerra nuclear y nuevas pandemias que no pueden ser resueltas nación por nación o individuo por individuo. Afrontarlas requerirá cooperación planetaria (Capítulo 8)

  Lo que menos parece haber es indicios de cooperación planetaria y no sería impensable que los cambios futuros ya no fuesen de tipo político. Quizá el fracaso de la política incentive nuevos caminos no políticos.

  De momento, y según el libro de Christian, las especulaciones actuales, al basarse en el pasado reciente, imaginan fórmulas políticas que den lugar a tendencias de “sostenibilidad” o de “crecimiento”.

En los escenarios de sostenibilidad (…) las diferencias en riqueza serán limitadas (…) En los escenarios de sostenibilidad más atractivos habrá sistemas de gobierno efectivos pero no autoritarios y mucho poder se desarrollará a niveles regionales o locales. El crecimiento en consumo será lento pero habrá un espectacular crecimiento en conocimiento, ciencia y creatividad. El arte florecerá en formas y medios que no podemos imaginar hoy (Capítulo 9)

Los escenarios de crecimiento persistirán con los métodos del capitalismo competitivo que son característicos de la era moderna (…) El motor capitalista de este tipo de crecimiento hace más probable que el mundo será más desigual y esto puede crear inestabilidades y conflictos significativos entre y dentro de diferentes naciones y regiones (Capítulo 9)

  En ambos casos, se da por supuesto que se mantendrá el mismo sistema político y económico. Es un poco como si un escritor de utopías del siglo XVII diera por sentada la perpetuidad de las monarquías y la autoridad eclesiástica… cuando, en realidad, los autores utópicos de por entonces –los que siguieron al éxito de la obra de Thomas More- solían imaginar modelos republicanos vagamente inspirados por los casos excepcionales que se conocían, como la república romana o la república veneciana. Platón, por su parte, se inspiró en Esparta para diseñar su sistema autoritario donde los sabios habrían de gobernar.

Las amenazas más peligrosas para nuestro futuro vienen de nuestros excesos tecnológicos y económicos (Capítulo 8)

  En realidad, los excesos tecnológicos y económicos -¿modelo de crecimiento?- lo que demuestran es la imposibilidad de nuestra sociedad actual para controlar sus propios actos. Lo que ha de imponerse, más bien, es un sistema que aumente el autocontrol individual mediante la desaparición de la agresividad y la irracionalidad, un cambio cultural no político en el mismo sentido de todo el proceso civilizatorio: el control de la agresión y el fomento de la prosocialidad. Lo que comenzaron a hacer las “religiones compasivas” hace dos mil quinientos años ahora debería estar bajo el control de la mente racional, correctamente informada por el registro histórico. Entonces se podría llegar a prescindir del autoritarismo y la coerción, es decir, del sistema político.

Lectura de “Future Stories” en Hachette Book Group 2022; traducción de idea21

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