lunes, 5 de octubre de 2020

“La nueva biología de la mente”, 2018. Eric Kandel

  ¿Qué es la mente, y qué somos nosotros con respecto a ella?

La mente es una serie de procesos desarrollados por el cerebro, un mecanismo computacional, extraordinariamente complejo, que construye nuestra percepción del mundo exterior, genera nuestra experiencia interior y dirige nuestras acciones. (Introducción)

El estudio de los trastornos cerebrales nos permite descubrir nuevos aspectos del funcionamiento habitual del cerebro. Lo que aprendemos acerca del autismo, la esquizofrenia, la depresión y el alzhéimer, por ejemplo, nos ayuda a comprender los circuitos neuronales que intervienen en las interacciones sociales, los pensamientos, los sentimientos, la conducta, la memoria y la creatividad, de igual modo que los estudios sobre esos circuitos neuronales nos ayudan a entender los trastornos del cerebro. (Introducción)

  Lo que el Premio Nobel de Fisiología Eric Kandel pretende es mostrarnos el funcionamiento de la mente humana como una formulación autónoma de un conjunto de instintos almacenados genéticamente en nuestra estructura neurológica. Lo que somos es el resultado de la función concertada de estos instintos y capacidades que se manifiestan en la actividad cerebral. La vida humana es un equilibrio entre esos instintos y precisamente cuando ese equilibrio se rompe y asistimos a las penosas manifestaciones de la enfermedad mental es cuando más apreciamos la armonía que echamos en falta.

Los trastornos psiquiátricos se caracterizan por una exageración del comportamiento normal, de modo que si experimentamos un cambio de actitud persistente e inusitado, o si lo observamos en otra persona, deberíamos preocuparnos. (…) Por ejemplo, la depresión es una forma extrema de melancolía o tristeza, acompañada de una falta de energía y emoción, en tanto que las manías son una forma extrema de euforia e hiperactividad (Capítulo 3)

  A muchos puede no agradar la imagen determinista de los impulsos neurológicos que nos convertirían en algo parecido a los artefactos mecánicos, pero eso solo es una falsa impresión, pues la complejidad de la actividad cerebral es tal que caben en ella todas nuestras concepciones tradicionales de sentimientos, creaciones y fantasías que cualquier cultura pueda elaborar. Lo importante es que hay también algo muy positivo en este punto de vista, y es que da una imagen más correcta, y también más solidaria, de las desigualdades entre los individuos a nivel social.

Pese a los progresos de la ciencia y la medicina, muchas personas siguen pensando que las alteraciones del ánimo se deben a una debilidad personal, a un mal comportamiento, y no a un conjunto de enfermedades.  (Capítulo 3)

  Una persona deprimida no es una persona tonta, ni una persona que fracasa en un esfuerzo intelectual es alguien de voluntad débil –debilidad personal. El amor propio de muchos y una cultura de agresividad y competitividad  incitan a despreciar a individuos que alcanzan menores logros o hace devaluar determinadas acciones simplemente por no coincidir con las metas convencionales del momento. Sin duda es mucho lo que la comunidad puede hacer para estimular a que cada uno mejore sus capacidades, pero la actitud generalizada es la de alimentar la propia arrogancia a costa de denigrar a otros por causa de una condición natural que no está en nuestra voluntad cambiar.

  Un estudio materialista de la mente nos aleja de tales sesgos y sin llegar al determinismo genético nos informa de la naturaleza de muchas causas del comportamiento. Así, por ejemplo, el libro de Kandel nos informa de lo que se sabe acerca de las emociones humanas en tanto que condición innata del individuo.

Del mismo modo que el clima varía mucho en todo el planeta, así también varía la actitud predominante en cada persona. A algunos les gusta mostrar una disposición estable y alegre, mientras que otros ven el mundo a través de una lente oscura. Esas variaciones en la forma de afrontar el mundo (los psiquiatras las llaman temperamento) forman parte del tejido del comportamiento humano. Así pues, estamos hablando de la biología del yo en su sentido más profundo y personal. (Capítulo 3)

  Incluso existe una conocida clasificación de pautas generales del temperamento, muy indicativa de nuestras capacidades sociales.

  También la capacidad intelectual puede estar determinada por diferentes tipos de memoria, variaciones diferentes y complementarias de las que observamos gracias a las mediciones de la inteligencia.

Hay dos grandes sistemas de memoria. Una es la memoria explícita o declarativa, que nos permite recordar conscientemente lugares, objetos y personas. Es a la que nos
referimos cuando hablamos de «memoria» en el lenguaje coloquial. Dicha memoria refleja nuestra capacidad consciente de recordar hechos y acontecimientos. (…) El segundo tipo de memoria(…) es la memoria implícita o no declarativa, la que usa el cerebro para las habilidades motoras que llevamos a cabo de manera automática, como conducir un coche o usar la gramática. Cuando hablas, por lo general, no eres consciente de la gramática, sino que simplemente hablas. Lo misterioso de la memoria implícita —razón por la cual casi nunca le prestamos atención— es su condición de inconsciente. La realización de tareas se perfecciona gracias a la experiencia, pero no somos conscientes de ella ni tenemos la sensación de estar usando la memoria al realizar una tarea. (Capítulo 5)

  Probablemente esta diferenciación está detrás de muchas confusiones acerca del valor de la inteligencia y la competencia cognitiva de las personas. Nos encontramos, por ejemplo, con personas intelectualmente poco inquietas que nos sorprenden por sus capacidades, como el camarero un tanto simplón pero que en poco tiempo aprende idiomas por su cuenta solo de atender con regularidad a los turistas extranjeros; y, por supuesto, junto al que “parece tonto, pero es muy listo”, también se puede dar su contrario. Para un científico cognitivo, tales casos no son extraños porque, como científico, parte del estudio objetivo de las funciones mentales.

  También es un ejemplo de esto el señalamiento de la capacidad visuoespacial

Los niños con síndrome de Williams tienen dificultades para establecer relaciones visuoespaciales, lo que explicaría su incapacidad para dibujar. (Capítulo 2)

El contraste entre el autismo y el síndrome de Williams sugiere que el cerebro utiliza redes específicas para tipos específicos de funciones, como por ejemplo la interacción social. El mal funcionamiento de la red social hace que el cerebro compense ese defecto adquiriendo práctica en una red no social, lo que da como resultado las raras habilidades de los savants autistas. (Capítulo 2)

  Sin duda un niño con este síndrome podrá hacer algunos progresos en una academia de dibujo y con un profesor atento e insistente, pero se trata de un condicionamiento parecido a los del autismo –el síndrome de Williams, por cierto, es un poco el contrario del Asperger-, la dislexia o la –terrible- psicopatía.

Si los científicos lograran identificar a los niños con tendencias psicopáticas, tal vez podrían desarrollar terapias para atajar futuras conductas violentas. Si se identifica el mal funcionamiento de alguna región del cerebro, es posible que otra región ocupe sus funciones y elimine los aspectos violentos del comportamiento. (Capítulo 8)

  El materialismo de la mente no debemos confundirlo, pues, con el determinismo fatalista; al contrario, mientras más conocimientos tengamos acerca de nuestras condiciones mentales, más podremos hacer para cambiarlas y mejorarlas. Porque la realidad es que los cambios emocionales e intelectuales también tienen una vertiente material…

Sabemos que la psicoterapia actúa sobre las funciones cerebrales, produciendo cambios físicos en el encéfalo (Capítulo 1)

El aumento de actividad en una zona concreta del cerebro se subsana al tratar con éxito la depresión. (Capítulo 1)

Los daños debidos a trastornos neurológicos (…) suelen ser claramente visibles en una autopsia o mediante la imagenología estructural. Los daños producidos por trastornos psiquiátricos suelen ser menos evidentes, pero, a medida que aumenta la resolución de las imágenes tomográficas, empezamos a detectar los cambios que se derivan de esos trastornos (Capítulo 1)

   Incluso el arte cabe dentro de esta concepción que aúna ciencia y humanismo.

La facilidad que tienen los enfermos mentales para acceder a la creatividad de su mundo inconsciente puede ser emulada, como intentaron demostrar los surrealistas(Capítulo 6)

    El individuo en sociedad puede asumir retos y superarlos, y se nos plantea la posibilidad de intervenir socialmente, construyendo un humanismo que, partiendo de la ciencia –la mayor honestidad posible-, vaya más allá de los prejuicios y sesgos de la cultura convencional.

El estudio de la biología cerebral forma parte del renovado intento de comprender de otra manera el pensamiento y las acciones humanas. Esa empresa nos conduce a un nuevo humanismo, un humanismo que se basa en el conocimiento de nuestra individualidad biológica con el fin de enriquecer nuestra experiencia del mundo y nuestra comprensión del prójimo. (Conclusión)

Si una persona se volvía obesa, las probabilidades de que a un amigo suyo le pasara lo mismo aumentaban en un 171%. (…)  El tabaquismo también se contagia. Si un amigo tuyo empieza a fumar, las probabilidades de que tú te enganches al tabaco aumentan en un 36%. Porcentajes similares son aplicables al alcohol, a la felicidad e incluso a los sentimientos de soledad. El estudio de la biología cerebral forma parte del renovado intento de comprender de otra manera el pensamiento y las acciones humanas. Esa empresa nos conduce a un nuevo humanismo, un humanismo que se basa en el conocimiento de nuestra individualidad biológica con el fin de enriquecer nuestra experiencia del mundo y nuestra comprensión del prójimo.(Capítulo 9)

  Por supuesto, es también una buena ocasión para profundizar en el estremecedor misterio de la subjetividad humana

La búsqueda de respuestas a por qué las enrevesadas interacciones neuronales dan lugar a la conciencia, al conocimiento que el ser humano tiene de sí mismo, es el gran misterio sin resolver de la neurología. (Introducción)

  El hecho de que seamos el resultado de la actividad mental, cuando va unido al conocimiento de que somos capaces de afectar nuestra misma estructura neuronal mediante el desarrollo de nuestras capacidades de inteligencia social, es el que nos da una gran oportunidad para el humanismo en los años que nos esperan. Nos esperan la Inteligencia Artificial, un progreso material acumulativo y las posibilidades del mundo virtual. Por encima de todo, necesitamos nuevos instrumentos sociales, una nueva moral y una nueva cultura.

Lectura de “La nueva biología de la mente” en Editorial Planeta, 2019; traducción de Fernando Borrajo

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