jueves, 25 de junio de 2020

“Inteligencia intuitiva”, 2005. Malcolm Gladwell

  El periodista y divulgador científico Malcolm Gladwell es el autor de este libro sobre el pensamiento intuitivo, sobre las decisiones acertadas que se toman en un instante. La intuición existe y en ocasiones es en extremo efectiva. ¿Por qué es así? ¿Y qué enseñanza podemos extraer de ello?

Las decisiones tomadas muy rápidamente pueden ser tan buenas como las decisiones tomadas precavida y deliberativamente  (Introducción)

Darnos sentido a nosotros mismos y a nuestros comportamientos requiere que reconozcamos que puede haber tanto valor en la decisión tomada en un pestañeo como en meses de análisis racional (Introducción)

  Nos “da sentido” porque las intuiciones reflejan la adaptación natural de nuestra psicología a la vida social humana. Estamos dotados de capacidades naturales no solo para las funciones “animales” que compartimos con todos los mamíferos, sino también para nuestra vida propiamente humana, con su riqueza conductual y su complejidad cognitiva. De lo que se trata es de desenredar esa complejidad de comportamientos instintivos para adaptarla a nuestra cultura. Podemos hacernos cargo de estas capacidades y ponerlas al servicio de un estilo de vida racional.

  De los muchos ejemplos que el autor nos da en su libro, uno de los más sencillos es el de un entrenador de tenis profesional que, observando el saque errado de un tenista, sabe cuándo cometerá después un segundo error –lo que da lugar a una “doble falta”, una pérdida de puntuación.

El entrenador de tenis se sentía frustrado por el hecho de que él sabía cuando alguien iba a cometer una doble falta pero no sabía cómo lo sabía. Después hizo equipo con algunos expertos en biomecánica que filmaron y analizaron digitalmente a los jugadores de tenis profesionales en el acto de servir, de modo que pudieron averiguar precisamente qué era lo que en el saque de los jugadores el entrenador había percibido inconscientemente. (Capítulo 6)

  Es decir, lo valioso no es tanto que haya disponibles unos individuos con “talento innato” para percibir lo que casi nadie más es capaz de percibir. Lo valioso es que, a partir de tales casos, sabemos que existen capacidades que nos pueden permitir aumentar la eficacia de todos a la hora de emitir juicios y a las que podemos acceder si desentrañamos cómo se originan esas intuiciones.

Nuestras reacciones inconscientes salen de una habitación cerrada con llave, y no podemos mirar dentro de esa habitación. Pero con experiencia y adiestramiento nos capacitamos para interpretar –y decodificar- lo que está detrás de los juicios instantáneos y las primeras impresiones. Es un poco lo que la gente hace cuando está en psicoanálisis: se pasan años analizando su inconsciente con la ayuda de un terapeuta adiestrado hasta que comienzan a comprender cómo trabaja su propia mente. (Capítulo 5)

   Lo del deportista mencionado es muy gráfico, pero más importante es la capacidad de detectar las reacciones emocionales más sutiles en lo referente a la conflictividad o no conflictividad de las relaciones humanas. Un conocimiento que en buena parte es innato, como demuestra el hecho de que los autistas, que carecen de la constitución nerviosa al respecto, no pueden desarrollar las “habilidades sociales” que para la mayoría son comprendidas de forma automática y sin esfuerzo. Y también este conocimiento innato puede ser decodificado, cultivado y ampliado por psicólogos como, por ejemplo, John Gottman y sus colaboradores.  Estos llevan muchos años observando interactuar parejas o matrimonios y han llegado a desarrollar conocimientos avanzados acerca de la predisposición humana a la conflictividad.

Cuando contemplan el video de un matrimonio [que se presta a mantener una breve discusión en el experimento], asignan un código a cada segundo de la interacción de la pareja, de modo que una discusión conflictiva de quince minutos acaba siendo traducida a una hilera de 1800 cifras -900 para el marido, 900 para la esposa (Capítulo 1)

A un nivel técnico, [el especialista] está midiendo la cantidad de emoción positiva o negativa, porque uno de los hallazgos alcanzados es que para que un matrimonio sobreviva, el promedio de emoción positiva a negativa en un encuentro dado ha de ser al menos de cinco a uno. (Capítulo 1)

Todos los matrimonios tienen un patrón [de conducta] distintivo, una especie de DNA marital, que sale a la superficie en cualquier interacción significativa. Es por esto que [el científico social] le pide a las parejas que cuenten la historia de cómo se conocieron debido a que ha descubierto que cuando un marido y una esposa cuentan el episodio más importante en su relación, ese patrón aparece inmediatamente (Capítulo 1)

Si Gottman observa que uno o ambos integrantes de la pareja muestran desprecio hacia el otro, considera que es el signo aislado más importante de que el matrimonio está en problemas (Capítulo 1)

[Incluso] si miraban solo durante tres minutos a una pareja mientras hablaba, podían predecir con impresionante exactitud si iban a divorciarse y quien iba a causarlo  (Capítulo 1)

   En estos estudios sobre las relaciones humanas destacan también los trabajos de Tomkins y Ekman acerca de las expresiones faciales, una de las manifestaciones humanas para las cuales más predispuestos estamos todos en cuanto a llevar a cabo “cogniciones rápidas” efectivas.

Una microexpresión (…) es un tipo de expresión muy particular y crítica (…) [Se trata de] expresiones de las que no tenemos control consciente (Capítulo 6)

   Las expresiones faciales son incontrolables, hasta el punto de que Tomkins las comparó, en la fiabilidad de las reacciones, al órgano sexual masculino. Por lo tanto, estamos hablando una vez más de un conocimiento que hace referencia a indicadores biológicos muy precisos.

  El conocimiento intuitivo almacena experiencias a las que en el futuro se les podrá dar un uso cada vez más relevante, ya que se trata del equipamiento que nos ha dado la propia naturaleza para afrontar numerosos problemas cuya solución no puede esperar a largas deliberaciones.

   Este tipo de conocimientos, especialmente lo que se refiere a la interacción social, podría llegar a ser en extremo valioso para mejorar las relaciones humanas. ¿Y si en lugar de preocuparnos por detectar interacciones negativas –prevención del conflicto-, trabajásemos en detectar –y promover- pautas de comportamiento prosocial –interacciones positivas? Esto podría contribuir enormemente al desarrollo de relaciones humanas de extrema confianza, que son la base del éxito social.

[Se constata] la habilidad de nuestro inconsciente para hallar patrones en situaciones y comportamientos basados en capas muy finas de experiencia (Capítulo 1)

Nuestros juicios instintivos y primeras impresiones pueden ser educados y controlados (Introducción)

Con demasiada frecuencia nos resignamos a lo que sucede en un pestañeo. No parece que tengamos mucho control sobre lo que asoma a la superficie desde nuestro inconsciente. Pero sí lo tenemos, y si podemos controlar el  entorno en el cual tiene lugar la cognición rápida, entonces podemos controlar la cognición rápida. (Conclusión)

  Finalmente, el autor, como no podía ser menos, nos ofrece numerosos ejemplos de decisiones rápidas desastrosas. ¿A veces falla el instinto?

Parte de lo que quiere decir tomar las primeras impresiones y los análisis de pequeños muestreos seriamente es aceptar el hecho de que a veces podemos saber más sobre alguien o algo en un pestañeo de lo que podemos saber después de meses de estudio. Pero también tenemos que reconocer y comprender aquellas circunstancias en las que las cogniciones rápidas nos llevan al error  (Capítulo 3)

   En realidad, si consideramos el instinto estrictamente como la evaluación inconsciente de referentes precisos, biológicamente determinados, la intuición no habría de fallar nunca. Y sin embargo, las decisiones tomadas a la ligera suelen ser desastrosas, y el avance de la civilización y el pensamiento universales se basa precisamente en la elaboración cuidadosa y metódica del recto juicio, de lo cual es paradigma el método científico.

   En la inmensa mayoría de los casos, la rapidez en la toma de decisiones no implica que estén basadas en criterios inconscientes precisos, y por lo tanto no son intuiciones. “Cognición rápida” es casi siempre lo mismo que cognición defectuosa, normalmente basada en prejuicios o en condicionamientos externos inconscientes, mientras que el instinto procede de una base innata de pautas de comportamiento. Es por ello que descifrar los marcadores de los juicios instintivos genuinos está en la línea del pensamiento científico.

Lectura de “Blink” en Penguin Books Ltd 2006; traducción de idea21

2 comentarios:

  1. Buenos días querido Idea21,
    Gracias por tu reseña! Como siempre puntual, precisa y ecuánime. Te comentaré brevemente dos cuestiones al respecto. La primera, es muy interesante que a lo largo de mi vida consciente, la primera impresión que tengo de una persona, -en el bien y en el mal-, siempre termina siendo la clave para relacionarme con ella. Y aunque casi nunca le presto atención a ese brevísimo instante, al final cuando algo ocurre siempre lo recuerdo; la segunda, que estoy leyendo el libro de Matthieu Ricard, "En defensa de la felicidad", y en uno de sus capítulos donde discurre sobre las emociones hace una crítica al pensamiento psicológico occidental que le ha dado demasiada importancia a analizar las conductas y emociones negativas del ser humano y ha dejado de lado promover la emociones positivas que como dice Ricard: "engendran comportamientos flexibles, cordiales, creadores y receptivos". Gracias nuevamente por esta reseña. Feliz comienzo de verano! Leandro.

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  2. Gracias Leandro por tu atención.

    Hay que tener cuidado con no confundir lo que el estudio científico encuentra de cierto en las capacidades intuitivas y lo que suponen los juicios precipitados, "primeras impresiones", "sentido común" y "cogniciones rápidas" que muchas veces suponen la acción en el inconsciente de los prejuicios. Por delante de todo, siempre el análisis, la objetividad y la racionalidad.

    Y sí, ciertamente, podríamos poner a buen fin muchos de los hallazgos de la psicología, pero eso exigiría que la ciencia tomará partido por el bien común. Algo que sucede, por ejemplo, en la geología o la química, pero no en la ciencia de la conducta. Y es porque quienes analizan la conducta no se atreven a dictaminar cuál es la conducta prosocial que ha de promoverse. Son quienes mejor podrían saberlo... pero lo dejan al azar de los convencionalismos culturales y sus prejuicios.

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