viernes, 5 de junio de 2020

“Teoría del aprendizaje social”, 1976. Albert Bandura

  Uno de los aparentes propósitos del psicólogo Albert Bandura al escribir este libro debió de ser el contestar a los excesos de la psicología conductista. El conductismo psicológico era no solo una tendencia científica sino también una de tipo cultural bastante en auge durante las décadas de 1950 y 1960. Para el conductismo, el comportamiento humano se compone de respuestas automáticas a los estímulos del entorno.

  La teoría del aprendizaje social no negaba el condicionamiento por el entorno, pero rechazaba una simplificación que obviara la capacidad de los procesos cognitivos para dar respuesta a los cambios.

La teoría del aprendizaje social enfatiza los roles prominentes que juegan los procesos vicarios, simbólicos y autorreguladores en el funcionamiento psicológico (p. vii)

No es la existencia del comportamiento motivado lo que es cuestionado, sino si tal comportamiento lo explica todo al ascribirlo a la acción de los impulsos (p.3)

  Subrayar la importancia de la cognición sobre el comportamiento impulsivo se parece un poco a defender el libre albedrío, e incluso un poco a tratar de dignificar la condición humana.

La gente aprende y retiene comportamientos mucho mejor usando ayuda cognitiva generada por ellos mismos, que mediante mero refuerzo repetitivo (p. 10)

Como ciencia preocupada por las consecuencias sociales de sus aplicaciones, la psicología debe promover la comprensión pública de las cuestiones psicológicas para asegurar que sus hallazgos se usan al servicio de la mejora humana (p. 213)

  La base de toda psicología es considerar que no tenemos un pleno control sobre nuestros actos, pero la pretensión conductista de que una sucesión repetida de estímulos puede acabar condicionándonos más allá de nuestra capacidad autoconsciente parece exagerada. Muy al contrario, bien pudiera ser que lo que hacen los estímulos es motivarnos a utilizar la capacidad de evaluar y juzgar las circunstancias por nosotros mismos.

Aprender mediante refuerzo se considera normalmente como un proceso mecánico en el cual las respuestas están moldeadas automática e inconscientemente por sus consecuencias inmediatas. (…) Sin embargo, las capacidades cognitivas de los humanos nos capacitan para aprovechar más extensivamente la experiencia de lo que sería el caso si solo fuésemos organismos no pensantes  (p. 17)

  Los animales también evalúan las experiencias y actúan de forma acorde con estas. Es posible que los humanos simplemente lo hagamos de forma más compleja, pero un factor especial se suma a nuestra evaluación de los cambios en el entorno: el simbolismo.

Mediante los símbolos, experiencias transitorias de observaciones de modelos pueden ser mantenidas en la memoria permanente. Es la avanzada capacidad para la simbolización lo que capacita a los humanos a aprender mucho de su comportamiento mediante la observación  (p. 25)

Los símbolos proporcionan los instrumentos del pensamiento; las representaciones internas de las experiencias sirven como fuente para las construcciones simbólicas que constituyen los pensamientos  (p. 172)

La capacidad para la acción intencional está arraigada en la actividad simbólica. Las imágenes de un futuro deseable impulsan el curso de la acción diseñado para llevar a metas más distantes (…) Sin capacidades simbólicas, los humanos serían incapaces del pensamiento reflexivo. Una teoría del comportamiento humano, en consecuencia, no puede permitirse negligir las actividades simbólicas  (p. 13)

  Un símbolo es un “signo” que representa una idea. Almacenando concepciones simbólicas la mente humana puede evaluar no solo lo que tiene ante sí, sino enlazarlo con la memoria y sus expectativas, y realizar todo tipo de extrapolaciones acerca de actuaciones futuras o imaginarias.

Las experiencias pasadas crean expectativas de que ciertas acciones traerán valorados beneficios (…) Al representar los resultados predecibles simbólicamente, la gente puede convertir las consecuencias futuras en motivadores actuales del comportamiento  (p. 18)

   Hasta qué punto podemos aplicar la capacidad cognitiva a las entidades simbólicas y hasta qué punto podemos utilizar nuestra misma capacidad para elaborar simbolismos propios (es decir, que no nos sean dados por el entorno) determinará nuestra autonomía para salir de los condicionamientos. Somos irracionales y estamos condicionados, pero podemos prevenir las situaciones negativas derivadas de este hecho y podemos incluso modificar nuestros condicionamientos futuros. Ya que nunca seremos libres, podemos elegir cómo dejar de serlo. Somos predeciblemente irracionales.

El condicionamiento es simplemente un término descriptivo para el aprendizaje a partir de una estimulación diádica [yo estimulo-tú respondes], no una explicación de cómo suceden los cambios. Originalmente, el condicionamiento se asumía que resultaba automáticamente de los sucesos que ocurrían al momento. Un examen más atento revela que de hecho está mediado cognitivamente  (p. 67)

  El conductismo enseñaba que el aprendizaje puede ser inconsciente (manipulación) pero esto solo puede darse de forma muy limitada.

El aprendizaje (…) puede tener lugar sin consciencia de ello, pero muy despacio y con bastante ineficiencia (p. 19)

  Eso no niega que determinados condicionamientos del entorno sí pueden ser duraderos. Precisamente en las particulares situaciones que menos favorecen la actividad cognitiva del sujeto. Por ejemplo, en el comportamiento defensivo, que se halla detrás de la mayoría de las tendencias antisociales.

El comportamiento defensivo (…) se mantiene por su éxito en detener o reducir los sucesos aversivos. Una vez establecido, el comportamiento defensivo es difícil de eliminar incluso cuando los riesgos ya no existen (p. 62)

  Su origen suele ser de tipo traumático y es precisamente la cognición la que puede ponerle fin.

El miedo inducido por el pensamiento desaparece con el conocimiento de que la amenaza física ya no es de esperar. Por contraste, las respuestas de temor originadas por experiencias dolorosas persisten durante algún  tiempo, pese a la consciencia de que la amenaza física ya no existe  (p. 70)

  Finalmente, otra consecuencia valiosa de la teoría del aprendizaje social es la teoría de la atribución

Según la teoría de la atribución, las percepciones de la gente acerca de las causas de su comportamiento influencian en cómo se comportan en ocasiones futuras (…) Si llevan a cabo actividades por recompensas externas, infieren de ello falta de interés personal, mientras que si las hacen sin inducción externa, se juzgan a sí mismos interesados en las actividades (…) Las recompensas reducen la motivación intrínseca al crear la impresión de que el comportamiento está incitado externamente y al debilitarse los sentimientos de competencia y autodeterminación. Un número de estudios muestran que los niños a los que se les prometían recompensas por hacer determinadas cosas, más tarde se implicaban en ellas menos tiempo que aquellos que eran recompensados de forma no planeada o que no eran recompensados. (p. 107)

  Esta “teoría de la atribución” es importante no solo para la educación infantil –la motivación materialista sería menos efectiva que la que cuenta con argumentación más profunda- sino también para las relaciones sociales en general. La atribución fija la motivación en el resultado de la propia cognición –hago esto porque es bueno, porque es mi deber, porque me interesa a largo plazo- y esta motivación queda interiorizada. En realidad, se trata de la base psicológica de los modelos éticos más avanzados.

  La buena noticia es, por tanto, que los factores cognitivos son más determinantes que los condicionamientos inmediatos

La mayor parte del comportamiento humano se mantiene por consecuencias anticipadas más que por las de tipo inmediato  (p. 109)

La capacidad para representar las consecuencias futuras en el pensamiento proporciona una fuente de motivación cognitivamente fundamentada  (p. 161)

Según la teoría del aprendizaje social, las personas funcionan como agentes activos en su propia automotivación (p. 165)

  No hemos de confundir la teoría del aprendizaje social con una refutación del conductismo en general, sino solo de sus excesos. La consideración de nuestra cognición no nos devuelve el “libre albedrío”, simplemente nos capacita para actuar de forma mucho más efectiva en base a nuestros intereses como seres sociales. Intereses que son, por tanto, tanto individuales como colectivos.

Lectura de “Social Learning Theory” en Prentice-Hall Inc 1977; traducción de idea21

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