Un conjunto de ideas bajo el nombre de “largoplacismo" mantiene que las consideraciones acerca del lejano futuro –escalas de tiempo de miles, millones o miles de millones de años- son altamente significativas para la toma de decisiones [altruistas] actuales (…) Un episodio dado de sufrimiento [en el futuro] (…) no es menos significativamente importante que un episodio idéntico de sufrimiento presente, simplemente por motivo de su localización temporal (p.1)
El planteamiento largoplacista por parte de la comunidad humanitaria de “Altruismo Eficaz” -los autores de esta compilación son en su mayoría activistas del movimiento con formación en filosofía- no carece pues de lógica. En apariencia, esta consideración de la mínima posibilidad actual de auxiliar a un número casi infinito de beneficiarios futuros recuerda un poco, en sus matemáticas, a la “Apuesta de Pascal” (la mínima posibilidad de alcanzar una infinita recompensa).
Independientemente de esto, el principal obstáculo para aceptar la lógica de esta concepción del altruismo es la incertidumbre con respecto al mundo futuro y, por tanto, cómo podría verse afectado por las decisiones que tomáramos hoy.
Simplemente no hay muchos datos sobre la exactitud de las predicciones causales, incluso a corto plazo. Esto sugeriría la importancia de la humildad epistémica con respecto al largoplacismo: no tenemos mucha evidencia sólida, a favor o en contra, sobre la exactitud predictiva de los efectos causales a largo plazo (p. 177)
Por lo tanto, cualquier decisión que se tome al respecto habrá que ponderarla con esta limitación. Pero no en todos los ensayos recopilados en este libro sucede esto.
¿Quién sabe qué clase de confiscaciones gubernamentales, guerras, revoluciones y colapsos civilizatorios pueden producirse durante el próximo millón de años? (p. 268)
¿Deberían en consecuencia los largoplacistas favorecer más o menos la coordinación o centralización internacional, y de qué tipo? (p. 483)
Este planteamiento presupone que durante el próximo millón de años habrá gobiernos, “centralización internacional” (naciones, por tanto), luchas políticas y guerras. ¿Es eso razonable? Hace diez mil años no había gobiernos ni naciones ni revoluciones. ¿Y los seguirá habiendo dentro de un millón de años? Cualquier suposición de ese tipo no parece muy predictiva.
Tanto la tecnología como la organización social pueden transformar el futuro a largo plazo de forma que nos resulte inasequible. Si queremos hacer una apuesta largoplacista –futurológica- es probable que sería mejor hacerlo ateniéndonos a lo que sabemos de la psicología evolutiva, ya que la naturaleza humana no va a variar mucho… en lo que se refiere a las actividades humanas mismas. Y siempre teniendo en cuenta que a muy largo plazo el ser humano puede modificarse a sí mismo utilizando estrategias por completo culturales (tecnológicas) y ya no evolutivas desde el punto de vista biológico.
Hay una oportunidad de que los valores de la humanidad queden establecidos en alguna etapa de nuestro desarrollo, de manera que acciones para mejorar nuestros valores ahora puedan llevarnos a ser guiados por valores mejores durante millones de años (p. 212)
Aparentemente, el movimiento “Altruismo eficaz” se basa en la oportunidad de continuar el proceso cultural del “círculo expansivo” de la moral. El largoplacismo mismo deriva de esta concepción, ya que el círculo de la empatía no solo llega a personas que viven en lugares lejanos, sino también a quienes vivirán en tiempos lejanos. Si partimos de que siempre habrá un incremento del círculo de la empatía, esto nos dará alguna orientación sobre cuáles deberían ser las tendencias sociales a promover hoy con vistas a un futuro mejor para todos (presentes, futuros… ¿y pasados?).
Sin embargo, en este volumen resulta chocante que se eluda la consideración de que es la evolución moral humana el principal impulso del cambio social. En ocasiones resulta inevitable que se reconozca de forma implícita… pero nunca figura entre los objetivos principales del pensamiento largoplacista. Nunca expresamente.
El desarrollo hacia una mayor moralidad puede esperarse que continúe en el futuro (p. 269)
El campo de la evolución cultural proporciona un conjunto de herramientas y visiones que pueden informarnos sobre el futuro a largo plazo (p. 238)
Si esto es así, en tal caso esto tendría que ser una prioridad largoplacista más que cualquier otra. Y se desecha absurdamente haciendo referencia a los cambios políticos, cuando es evidente que la política –el poder coercitivo a cargo de las autoridades- es un medio de orden social del que un estado moral superior –autonomía moral- puede prescindir.
Algunos largoplacistas han argumentado que podemos en gran medida mejorar las expectativas del futuro lejano trabajando en mejorar permanentemente tanto los valores morales de la civilización humana (por ejemplo, mediante la expansión del círculo moral) (…) o mediante la mejor calidad de nuestras instituciones políticas (…) Un gran número de personas motivadas y con talento han estado intentando durante miles de años influir en los valores humanos e instituciones, en centenares de diferentes direcciones. No hay tampoco mecanismos claros para la persistencia a largo plazo de mejoras culturales o institucionales (…) Además, quizá más que cualquier cosa que hayamos considerado hasta ahora, parece casi imposible dar una estimación remotamente objetiva del valor esperado de perseguir tales proyectos (p. 324)
En todo el pormenorizado libro de colección de ensayos, no hay ninguno que se centre en esta posibilidad, así que nada sabemos de los “largoplacistas” que supuestamente “han argumentado” al respecto de la evolución moral. Nos quedamos sin una seria reflexión documentada a partir de las ciencias sociales y la experiencia histórica acerca de la posibilidad de mejorar los valores morales de la civilización como recurso para constituir hoy los fundamentos de un mundo futuro mejor incluso a muy largo plazo.
También hay factores predictivos inequívocos más asequibles… aunque menos relevantes.
Hay factores que, al menos a primera vista, parecen contribuir de forma directa al progreso de la humanidad, incluyendo la financiación de la investigación científica junto con el gasto en mejorar la salud y la alfabetización de la gente (p. 136)
Investigación científica, cuidados médicos y educación son inequívocos. Pero también debería serlo la promoción de la benevolencia y el altruismo, y el control de la agresión… consecuencias del incremento del círculo expansivo de la empatía. Promover la mejora moral requiere de estrategias hasta ahora inéditas, puesto que habrá que superar las limitaciones de la educación y el cambio político.
Aclarados estos puntos, algo bueno siempre encontraremos en el largoplacismo, ya que, según ciertas encuestas que se revelan en este libro
La gente está más inclinada a priorizar los intereses de la humanidad en su conjunto cuando consideran cuestiones relacionadas con el futuro más distante (p. 570)
Esto podemos verlo en el sentido de que, en general, todo debate ideológico imaginativo y en profundidad debe ser favorecido. Roy Baumeister menciona la importancia de diferenciar entre “procesos mentales de alto y de bajo nivel”, y Robert Bellah considera la existencia de una “reflexividad de segundo orden”, la reflexión sobre la misma capacidad de reflexionar. Proyectar nuestro altruismo del presente al lejano futuro es una buena ocasión para cultivar nuestro cuestionamiento de la realidad más allá de las apariencias del convencionalismo.
De hecho, en esta colección de ensayos se abordan todo tipo de cuestiones, incluida la consideración de que el mero hecho de alargar la existencia de la humanidad podría ser cuestionable desde un punto de vista altruista.
Nuestras razones morales para asegurar la supervivencia de la humanidad puede entenderse como de naturaleza conservadora (p. 100)
No hay argumentos definitivos acerca de la necesidad de prolongar la existencia de la humanidad. Si el altruismo promueve el fin del sufrimiento, la apacible extinción de la humanidad –cesando la reproducción- sería también la extinción del sufrimiento, cuando menos, humano.
Pero ¿y el sufrimiento no humano? Hay bastante en este libro sobre el bienestar animal. Incluso sobre el bienestar animal en condiciones de vida salvaje (¿es la felicidad un objetivo de la evolución?... probablemente no). Si la humanidad altruista prospera, esto podría entonces ser bueno para todos.
Las acciones para mejorar el bienestar humano pueden ser la prioridad correcta ahora mismo, ya que asegurar el bienestar humano es también la mejor forma de crear un futuro en el que los animales serán cuidados (p. 453)
Puesto que la sensibilidad del altruismo más extendida se centra en el sufrimiento humano presente, sin embargo, muchos pueden considerar críticamente tanto el énfasis en el bienestar no humano como la preocupación por los seres de un futuro remoto de los que nada podemos conocer hoy.
El largoplacismo ha sido (…) acusado de distraer la atención del sufrimiento actual, y de justificar a las tecnologías y políticas que profundizan las asimetrías de poder entre los detentadores de éste y los pobres y marginados (p. 141)
Todo lo que no sea centrar el bien en el alivio de los sufrientes que nos son más próximos implica un relativo abandono de estos. Lo mismo se puede decir de quienes promueven dedicar recursos altruistas a cultivar las artes o a la protección del medio ambiente: cada recurso dedicado a tales fines priva necesariamente de ayuda a nuestros semejantes que sufren.
Y una reflexión…
Tanto el sentido común y la investigación sobre la felicidad sugieren que más allá de cierto punto, el continuo progreso económico hace poca diferencia con respecto al bienestar individual (…) [Por ello] parece que acelerar hoy el crecimiento económico no rendiría ganancias exponenciales sobre un futuro indefinido (p. 323)
Lo mismo podría decirse del avance científico y tecnológico, de la educación y de los cambios políticos. ¿Una vez más se está negando reconocer la realidad de que es el progreso moral el auténtico factor decisivo del progreso en la lucha contra el sufrimiento?
Lectura en “Essays on Longtermism” en Oxford University Press; traducción de idea21
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