sábado, 15 de junio de 2024

“Comportamiento prosocial”, 2002. Hans-Werner Bierhoff

   La visión del psicólogo Hans-Werner Bierhoff sobre la prosocialidad parte de una definición moderna bien afirmada en la observación del comportamiento humano: lo prosocial tenemos que verlo como un desarrollo específico de la “personalidad” humana y no tanto como una suma de comportamientos aislados en el sentido de altruismo, generosidad, compasión, empatía, benevolencia etc

Solo recientemente la noción de una personalidad altruista ha reaparecido en el debate científico como un concepto viable (Capítulo 16)

  En el libro se resumen algunos de los estudios experimentales más completos para definir las tendencias prosociales en la personalidad. Hay tests de diversos tipos para medir la empatía, la compasión, la actitud cooperativa.

The Empathy Scale (64 items) by Hogan (1969).

The Questionnaire of Emotional Empathy (33 items) by Mehrabian and Epstein (1972)

  ¿Cómo podemos alcanzar el más alto grado de prosocialidad? Por mucho que exista un elemento innato, es la evolución cultural la que ha marcado el avance de la personalidad generadora de confianza. 

  Desde el punto de vista subjetivo, llegamos a la prosocialidad por diversas motivaciones.

[Hay] tres caminos que llevan al comportamiento prosocial (Batson):

 –La motivación egoísta que incluye la autorrecompensa, el alivio del estado negativo, la culpa y el rechazo social [yo ayudo para no sentirme mal después por no haberlo hecho en su momento]; 

-la motivación egoísta que reduce los sentimientos desagradables del desasosiego personal [ayudo porque me hace sentir bien]; 

-la motivación altruista basada en la toma de perspectiva y la empatía [no puedo evitar el ayudar] (Capítulo 13)

   Pero si bien hay factores que predisponen a la prosocialidad que se originan por las circunstancias personales, como las experiencias propias o los vínculos con las personas a las que beneficiamos, la “instrucción” a la prosocialidad tiene un ámbito universal y aparece en la formación ética de los jóvenes en el contexto de las civilizaciones avanzadas (muchas veces se trata de un contexto religioso).

El observador es instruido por otros para que imagine lo que es la situación en estado de necesidad. Tal instrucción eleva directamente la toma de perspectiva y los sentimientos de empatía (Capítulo 13)

  El elemento básico de las tendencias prosociales primarias siempre es innato, y se atribuye a la empatía. Las reacciones de la conducta interpersonal siempre se cimentan sobre las reacciones emocionales.

Las emociones son funcionales en regular la adaptación del individuo a la interacción dada (Capítulo 10)

El sufrimiento de otra persona da lugar a la compasión que motiva intentos de acabar con la desgracia ajena. Tanto el propio desasosiego como la compasión parten de la empatía global, la compasión está basada en la comprensión de que la otra persona está sufriendo y necesita asistencia (Capítulo 9)

  (No conviene olvidar algunas opiniones críticas respecto a la empatía, como es el caso de la de Paul Bloom).

  Lo más valioso de cualquier libro que estudie el comportamiento prosocial es que nos proponga mecanismos para continuar potenciando estos comportamientos que favorecen la paz y la cooperación. Dando por buenos los estudios de autores como Daniel Batson, de este libro en particular se obtienen algunas observaciones sugerentes:

Debido a que las personas son seres sociales que necesitan apego social seguro, los mecanismos que promueven las relaciones benéficas son muy adaptativos, mientras que las tendencias que interfieren con la armonía interpersonal son problemáticas (Capítulo 10)

   Es decir, tenemos una guía para la conducta prosocial: desarrollar relaciones de apego, afectivas y benevolentes, como primado de las relaciones prosociales efectivas (véase el primado por "amabilidad" en wikipedia). Comportémonos como santos los unos con los otros y tendremos garantizada la caridad como resultado económico.

Un coste de la vida más alto en una comunidad se asocia negativamente con la voluntad de actuar prosocialmente (Poscripto)

   La riqueza material -o más bien, la no precariedad- ayuda a la prosocialidad. Evidentemente, es un factor a considerar.

La implicación a largo plazo en el comportamiento  prosocial varía ampliamente entre diferentes países (Capítulo 5)

  Podemos utilizar entonces los casos de algunas sociedades en particular como orientación. ¿Por qué se ha llegado a una prosocialidad mucho más alta en Suecia que en Guatemala?

Los voluntarios [en tareas humanitarias] que consideraban la religión como más importante tendían a estar más implicados que los voluntarios que no estaban tan interesados en religión. La investigación sobre los rescatadores de judíos en la Europa nazi también indicaba que el compromiso religioso estaba asociado con el rescate de judíos. (Capítulo 21)

  La religión judeocristiana, cuando menos, sigue siendo un factor de importancia. Esto lleva a cierta alerta que requiere una ponderación adecuada: las sociedades más prosociales –casi todas cristianas en origen- tienden a ser cada vez más ateas, pero los comportamientos religiosos no han perdido –a cierto nivel- su valor prosocial.

El concepto de identidad de rol expresa la idea de que los individuos que se comportan prosocialmente en muchas situaciones adquieren un correspondiente autoesquema que funciona como una guía que promueve el posterior desarrollo del hábito prosocial una vez ha sido adquirido (Capítulo 20)

  Importante: esto podría ayudar a explicar la importancia de la religión, que crea arquetipos de conducta prosocial –santidad-. La “identidad de rol” en la personalidad prosocial, por otra parte, nos señala el mecanismo ético más adecuado de entre los considerados tradicionalmente; no se trataría ni del utilitarismo, ni de la deontología, sino de la “ética de la virtud”.

El comportamiento prosocial abarca muchas categorías conductuales que incluyen el autosacrificio, la preocupación empática, compartir, protección, rescate y cooperación. (Capítulo 7)

   La prosocialidad puede descomponerse en conductas particulares, ¿y tal vez coordinarse después en un modelo de personalidad –identidad de rol- integrado en un modelo cultural?

El principismo es una orientación moral que tiene en cuenta valores morales y normas culturales que están relacionadas con la justicia como una acción básica (Capítulo 19)

  El principismo reforzaría el modelo cultural. Valores asimilables en la interioridad psicológica -¿ámbito de lo sagrado?- pueden impulsar las conductas prosociales que a su vez se basan en emociones compasivas y empáticas que son innatas. Los principios éticos alimentan el modelo de rol y señalizan una idea de virtud.

Las técnicas de socialización que construyen las decisiones positivas de un niño deberían centrarse en el niño como una persona en lugar de en la decisión específica que se haya hecho (Capítulo 8)

  Esta observación es valiosa… y acorde con el “principismo”: no se trata de alimentar la psicología del niño con una casuística sobre las cosas que son buenas o malas –y que son recompensadas o castigadas- sino de formar un carácter, una personalidad prosocial que el niño ha de ser capaz de reconocer a medida que vaya siendo guiado en tal dirección (identidad de rol, ética de la virtud).

El desprendimiento puede ser el resultado de normas interiorizadas (por ejemplo, la responsabilidad social) o de la empatía (Capítulo 11)

  Finalmente, la consideración del “desprendimiento” –una virtud que nos suena muy cristiana, al estilo de la humildad- implica una interiorización en el sentido de la empatía. Estas interiorizaciones de valores prosociales –asunción de rol- entran en el ámbito de “lo sagrado”, es decir, aquella enseñanza –didáctica u observacional- que, una vez interiorizada, actúa de forma refleja, parecida a la de un instinto.

  La personalidad altruista es, por tanto, el producto de una serie de condicionantes culturales de todo tipo a partir del desarrollo de unas cualidades innatas de empatía y afectividad. En un principio, al igual que sucede con nuestros primos simios, tales reacciones emocionales benevolentes están limitadas al entorno de la familia y a circunstancias muy precisas que son compatibles con un egoísmo general (reciprocidad). El añadido cultural (primado, identidad de rol, principismo, ética de la virtud, ámbito de lo sagrado…) es lo que potencia tales tendencias prosociales innatas, reprimiendo las antisociales, hasta dar lugar a personalidades prosociales cuyo desarrollo definitivo sin duda aún no se ha alcanzado. Este tipo de estudios nos orientan en tal sentido.

Lectura de “Prosocial Behaviour”   en Taylor & Francis e-Library, 2005; traducción de idea21

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