Que el Homo sapiens es un animal cultural implica que, si bien hay otros animales con cultura, la cultura humana tiene unas características extraordinarias que transforman por completo el comportamiento social de la especie de unos entornos a otros. El estilo de vida humano se ve espectacularmente afectado por los cambios culturales.
La cultura es (…) una red asociativa de estructuras de conocimiento específico (…) que determina cómo un individuo interpretará el mundo social (…) Los individuos pueden hacerse multiculturales e incluso adquirir elementos culturalmente contradictorios porque los nuevos elementos culturales más que reemplazar los existentes se mezclan con los anteriores, de modo que aspectos adquiridos de la cultura influencian el comportamiento hasta el punto de que son cognitivamente accesibles y relevantes a la situación (p. 82)
¿Hasta qué punto puede cambiar la cultura humana? La filósofa Kate Distin explora para averiguarlo los mecanismos de cambio cultural, el proceso evolutivo de las culturas.
La evolución cultural está fundamentada en la herencia persistente de información cultural mediante los mecanismos de lenguas naturales y artefactuales (p. 169)
El lenguaje sería el mecanismo esencial para producir los cambios culturales. Bien es verdad que a veces se transmiten cambios culturales entre humanos sin expresarlos de forma directa (por ejemplo, un logro técnico sencillo que realiza un individuo durante el trabajo y que otros presencian; los animales no humanos suelen hacerlo así), pero en general los humanos transmiten los cambios culturales mediante diversas formulaciones simbólicas. Distin se refiere en particular a las “metarrepresentaciones”
Este tipo de pensamiento [la metarrepresentación] se funda esencialmente en el reconocimiento de patrones: la capacidad para notar las similitudes y diferencias en porciones variadas de información, y las formas en que son representadas (p. 170)
Los mecanismos de herencia cultural son sistemas de representación simbólica, que son únicamente humanos e incluyen no solo la lengua, sino también los sistemas simbólicos de matemáticas, música y demás (p. 37)
(La “metarrepresentación” recuerda mucho a la capacidad para la abstracción y el lenguaje simbólico, o a la misma inteligencia en tanto que reconocimiento de patrones, pero el término es útil y no crea confusión a lo largo de la exposición de este libro)
Ahora bien, la actividad social –humana o no- se basa en el beneficio mutuo, y estando en juego el bienestar de todos, cualquier infracción al sistema es rechazable. Existe, por tanto, resistencia al cambio: el interés común exige conformismo. ¿Cómo entonces puede fructificar la evolución?
El comportamiento inconformista puede amenazar la aceptación del individuo por el resto del grupo. En este respecto, el ser dotado [para la innovación cultural] habría tenido una desventaja biológica (p. 177)
Esta idea de la “dotación” es esencial: existiría un consenso inconsciente dentro de la sociedad que reconoce cuando un individuo o minoría ha hallado una nueva pauta de cambio cultural prometedora.
Los individuos altamente metarrepresnetacionales es probable que vean conexiones donde otros no las han notado, por virtud de la cual pueden crear nueva información cultural (p. 171)
La relación entre la metarreprsntación y la variación cultural da apoyo a la caracterización de que en la gente dotada como altamente metarrepresentacional se da un vínculo entre talento e inconformismo (p. 172)
Los pensadores altamente metarrepresentacionales (…) tenderán a cuestionar y sintetizar la información antes de transmitirla a otros (p. 173)
Por una parte puede ser socialmente problemático asumir que dependemos para el avance cultural de los individuos “dotados”, pero la duda más importante se presenta ante la cuestión de si el cambio cultural –progresivo- tiene su origen en la invención de nuevas metarrepresentaciones por estos individuos. Esto podría ayudarnos a detectar el curso óptimo del avance social porque podemos hacer una comparación con el avance tecnológico que permite la mejora económica –mayor rendimiento del trabajo-; al fin y al cabo, ¡a alguien se le tuvo que ocurrir primero fijar una piedra afilada a un palo para hacer un hacha! De forma similar, aunque Freud pudiera estar equivocado en sus teorías sobre el complejo de Edipo o la histeria femenina… no cabe duda de que aportó al mundo el uso cotidiano de concepciones revolucionarias -¿metarrepresentaciones?- como “inconsciente”, “frustración” o “libido”.
Que haya invenciones “metarrepresentacionales” que afecten a la misma concepción de la vida social por parte de los mismos individuos que componen la sociedad –¿sabiduría, moralidad?- lleva además a colegir de ello que tales aportaciones en constante innovación se influyen unas a otras.
Un producto del desarrollo de su constitución genética es la capacidad de los individuos para aprender de sus experiencias. En una minoría de especies, los individuos pueden también aprender el uno del otro. En solo una especie, en base a lo que sabemos, pueden los individuos aprender de lo que ellos mismos han aprendido (p. 220)
Para comprender cómo se articulan las innovaciones culturales habremos siempre de tener en cuenta las motivaciones del entorno.
Un individuo puede adquirir unidades de información muy diferentes, algunas de las cuales incluso se contradicen entre sí, pero las que con más probabilidad se pondrán en efecto serán aquellas cuya atención es dirigida por estímulos externos, o primas (p. 83)
Ahora bien, aunque es obvio que los cambios culturales tienen su origen en las necesidades básicas de la sociedad (muchos, y muy importantes en general, se originan en las guerras), sucede que en el ser humano muchas veces la motivación no es meramente económica –como sí sucede, por ejemplo, en la cultura de los demás simios-. El ser humano se ve motivado, muchas veces de forma inconsciente, por la mera necesidad de interacción social entre individuos (gratificaciones afectivas, por ejemplo; aunque también relaciones de dominio).
Los humanos perciben que el resultado buscado de algunas acciones no es siempre la meta [aparente, sino que] también incorpora la forma en que estas acciones son llevadas a cabo (p. 53)
Esto se ha visto en experimentos con bebés humanos, en que los pequeños individuos imitan acciones de los adultos no tanto para alcanzar un fin “animal” –obtener comida, por ejemplo- sino como reflejo social –empatía, afección-.
Es decir, el cambio cultural no es meramente instrumental, sino sobre todo es social, de relaciones humanas, y eso explicaría también su mecanismo de propagación. Aunque existen muchas teorías sobre el origen del lenguaje, es muy probable que su impulso fundamental estuviese en fortalecer los vínculos sociales entre individuos.
El lenguaje natural puede haber evolucionado primariamente para la comunicación pero el resultado eventual fue una expansión en información cultural más allá de la capacidad colectiva de los cerebros humanos (p. 126)
Y esto nos puede dar también más pistas acerca de cuáles son las innovaciones culturales futuras más acordes con la armonía social buscada…
Lectura de “Cultural Evolution” en Cambridge University Press 2011; traducción de idea21
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