miércoles, 15 de junio de 2022

“La reforma del pensamiento y la psicología del totalismo”, 1961. Robert J Lifton

    A mediados de la década de 1950 el psicólogo Robert Lifton tuvo la oportunidad de entrevistar a diversos prisioneros (chinos y extranjeros) que habían sido liberados de las cárceles chinas o que habían huido del régimen comunista chino recientemente instaurado. Así pudo conocer de cerca un fenómeno psicológico –la reforma del pensamiento- que parece revelarnos una siniestra realidad acerca de la manipulación de las mentes.

Otros países comunistas han usado elaboradas técnicas de propaganda y diversas presiones psicológicas, pero nunca con la meticulosa organización de la reforma del pensamiento, su profundidad en la experiencia psicológica o su escala nacional. En ninguna otra parte ha habido tal vertido de energía en las masas dirigida a cambiar a la gente. En Rusia las confesiones han estado asociadas generalmente con las purgas –o ritual de liquidación-; en China, la confesión ha sido el vehículo de la reeducación individual.  (p. 389)

  La peculiaridad de la “reforma del pensamiento” del maoísmo puede que tenga como origen ciertas cualidades de la cultura intelectual china, pero Lifton lo relaciona con un fenómeno universal que denomina “totalismo”.

[El] totalismo [es] una tendencia hacia los alineamientos emocionales de todo o nada  (p. 129)

  Este sería un rasgo que puede revelarse en el comportamiento de cualquier individuo pero que se ve exacerbado en ocasiones por un movimiento ideológico (fuerte presión del entorno social).

En el entorno de la reforma del pensamiento, como en todas las situaciones del totalismo ideológico, el mundo experiencial está agudamente dividido entre lo puro y lo impuro, entre lo absolutamente bueno y lo absolutamente malo. (p. 423)

  El término “totalismo” no parece haberse consolidado en el ámbito de la psicología social, pero Lifton insiste en precisar lo que lo diferencia del más extendido concepto de “totalitarismo” ideológico.

Mientras que el totalitarismo es un fenómeno del siglo XX que requiere de la tecnología moderna y de redes de comunicaciones, el enfoque totalista de la mente no. De hecho, era probablemente mucho más común en los siglos previos (p. ix)

  Porque, básicamente, el totalismo sería un fenómeno religioso

La reforma del pensamiento tiene muchos parecidos con prácticas de la religión organizada y con varios tipos de reeducación religiosa (p. 454)

Un programa así es en absoluto completamente nuevo: dogmas impuestos, inquisiciones y movimientos de conversiones en masa han existido en todos los países y durante todas las épocas históricas. (p. 5)

El totalismo religioso puede reconocerse por (…) las siguientes tendencias: un control y manipulación exagerados del individuo, el cubrir el entorno con culpa y vergüenza, el énfasis sobre la depravación y ruindad del hombre y en su necesidad de someterse abyectamente a una deidad vengativa –todo dentro del entorno de un sistema exclusivo y cerrado de verdad definitiva-  (p. 456)

  Lifton dedica bastante espacio al examen de los casos particulares de las personas que él conoció y que fueron sometidas, en las cárceles chinas, a la reforma del pensamiento en un sentido de totalismo ideológico. Algunas de estas personas eran misioneros occidentales, personas, por tanto, previamente comprometidas en la religión lo que, en apariencia, las hacía más vulnerables a los métodos maoístas de manipulación mental.

Rasgos psicológicos característicos para el aparente converso: fuerte susceptibilidad a la culpa, confusión de identidad y, lo más importante de todo, un patrón de totalismo duradero y estable (p. 131)

El sentido de culpa y el sentido de vergüenza se hacen altamente valorados, son formas preferentes de comunicación, objetos de competición pública y base para los vínculos eventuales entre los individuos y sus acusadores totalistas (p. 424)

  Con todo, es de justicia que se tenga en cuenta que, en buena lógica, el mensaje maoísta tiene un fondo altruista innegable: los ideólogos chinos razonan la necesidad de desarraigar el sustrato cultural de la civilización opresora.

La vieja sociedad en China (…) era maligna y corrupta (…) todo el mundo ha sido expuesto a ese tipo de sociedad y en consecuencia retiene “restos malignos” o “venenos ideológicos”. Solo la reforma del pensamiento puede librarte de ello y convertirte en un hombre nuevo en una nueva sociedad (p. 14)

  Y dada la importancia de poner en marcha tal hombre nuevo en tal nueva sociedad, los dirigentes hacen uso de todos los medios disponibles para el mejor de los fines.

Los totalistas ideológicos (…) se ven impelidos por un tipo especial de mística que no solo justifica (…) las manipulaciones, sino que las hace obligatorias. Se incluye en esta mística un sentido de altos propósitos, de haber percibido directamente alguna ley inminente de desarrollo social y de ser ellos mismos la vanguardia de ese desarrollo. Al convertirse en el instrumento de su propia mística, crean un aura alrededor de las instituciones manipuladoras –el Partido, el Gobierno, la Organización  (p. 422)

  A partir de la importancia de tal mensaje, toda violencia se ve justificada.

La reforma del pensamiento en particular muestra las complejidades de la interactuación entre exhortación y coerción: el uso de coerción para estimular una culpa y vergüenza excesivas a fin de que a su vez creen una exhortación interna; y el uso de la exhortación para estimular una conciencia negativa tan poderosa que se convierta, en efecto, en una forma de autocoerción (p. 441)

  En un principio se ejerce una violencia directa sobre el prisionero que, al cabo, una vez la víctima comienza a demostrar la actitud adecuada (es indiferente que se trate, en inicio, de fingimiento para escapar del maltrato), se va atenuando gradualmente (el viejo sistema del poli malo/poli bueno).

[Albergas el] sentimiento de que miras a ti mismo desde el punto de vista del pueblo, y de que eres un criminal. No todo el tiempo –pero sí en algunos momentos- piensas que tienen razón  (p. 30)

Cuando [el prisionero] (…) después de dos meses de emprisionamiento, de repente encontraba amabilidad y consideración en lugar de cadenas y acoso, no hubo cese de presión para que confesara. De hecho, el efecto de la mejora de trato era empujarlo a mayores esfuerzos de confesión. [El prisionero es] capaz de hacer estos esfuerzos debido a que la mejora va acompañada por un guía; tuvo una oportunidad de aprender y actuar sobre lo que se esperaba de él  (p. 72)

El procedimiento era simple: un prisionero lee material de un periódico, libro o panfleto comunista, y cada uno por turno se espera que exprese su propia opinión y critique la visión de los otros. Todo el mundo es requerido para participar activamente y cualquiera que no lo haga es criticado severamente  (p. 26)

El prisionero debe, como un hombre bajo un tratamiento psicológico especial, analizar las causas de sus deficiencias, trabajar sus resistencias (o problemas de pensamiento) hasta que piensa y siente en términos de la verdad doctrinal a la cual se reduce toda su vida. En el proceso, puede ser guiado por un “instructor” particular (p. 78)

  Confesión, autodegradación, sentimiento de culpa, sumisión ante la autoridad y esfuerzo de autocorrección…

La reforma del pensamiento consiste de dos elementos básicos: confesión, la exposición y renuncia del mal pasado y presente; y reeducación, el rehacer a un hombre a la imagen comunista  (p. 5)

Los problemas humanos de mayor complejidad y largo alcance se comprimen en frases breves, altamente reduccionistas, que suenan a definitivo y que se expresan y memorizan fácilmente. (…) En la reforma del pensamiento, por ejemplo, la frase “mentalidad burguesa” se usa para abarcar y desechar críticamente preocupaciones perturbadoras ordinarias como la búsqueda de la expresión individual, la exploración de ideas alternativas y la búsqueda de la perspectiva y el equilibrio en los juicios políticos. (p. 429)

  ¿Cuál es el origen de este peculiar movimiento ideológico, tan diferente del sistema soviético que, en teoría, los comunistas chinos habrían debido imitar? 

Los reformadores chinos parecen asumir una extrema maleabilidad del carácter humano. Ellos van más allá de la visión convencional del marxismo-leninismo en su convicción de que incluso aquellos que han sido expuestos a las influencias más perniciosas de las clases explotadoras pueden cambiar de clase y personalmente convertirse [recordemos el famoso caso de Puyi] (p. 462)

   Aparentemente, la filosofía china confucianista no es totalista, pues la China tradicional era muy tolerante con los diversos movimientos religiosos en tanto que respetasen la estructura política del Estado (un poco como la Roma pagana). Pero el confucianismo sí contaba con una concepción determinada del comportamiento social.

El confucianismo comparte con el comunismo la asunción de que los hombres pueden y deben rehacerse a sí mismos, primero como parte de un proceso de cambiar su entorno y después como un medio de adaptarse ellos mismos a su entorno. (…) Uno primero aprende los requerimientos más o menos formales para el pensamiento y comportamientos, y solo mucho más tarde se convierte en su esencia (p. 391)

  Es decir, primero se asimila el ritual y por el ritual el individuo se ve condicionado intelectual y emocionalmente. Es al revés del modelo occidental, en el cual la libre conciencia elige el pensamiento.

El confucianismo y el comunismo (…) ambos cubren todos los aspectos de la existencia humana al subrayar la lealdad y la ortodoxia. Además, ambos tienen una tradición de liderazgo benevolente a cargo de una pequeña élite dentro de un entorno fuertemente autoritario. También comparten un énfasis en la responsabilidad del individuo para el grupo, así como de la impotencia cuando se está solo y los peligros de la iniciativa individual desviada. En ambos existe la convicción de que la naturaleza humana es esencialmente buena, si bien la extensión en la que se busca controlar el comportamiento humano hace que uno se pregunte si quienes lo abogan realmente lo creen. La confianza de los comunistas rusos en los eslóganes emocionalmente cargados tiene una analogía en el estilo chino tradicional de pensar en todos más que en partes y de usar proverbios y metáforas para alcanzar al sujeto tanto emocional como intelectualmente.  (p. 393)

  De esa forma, se combina la aparente tolerancia con una intolerancia efectiva: no se puede forzar a alguien a creer, luego solo se le puede hacer creer si ese “alguien” es previamente transformado en otra persona.

El concepto de autoeducación es distintivamente confuciano, como lo es que Liu Shaoqi [ideólogo comunista] promueva que los cuadros del Partido se vigilen a sí mismos cuando estén solos  (p. 390)

  El planteamiento no puede ser más hipócrita: tú debes cambiar por ti mismo a fin de que tu adhesión sea efectiva y creíble. El poder solo puede “ayudarte” a cambiar por ti mismo.

  Por otra parte, hay importantes diferencias entre el contenido de la filosofía tradicional china, relacionada con el amor filial, la obediencia y el control de las pasiones (hasta cierto punto equiparable al estoicismo greco-latino) y la filosofía revolucionaria maoísta. Aparte del reduccionismo científico –materialismo-, el maoísmo se caracteriza por un ethos que para nada nos evoca las tradiciones asiáticas de imperturbabilidad, paciencia y contemplación.

La reforma del pensamiento tiene el ethos opuesto [al calmo autocontrol confuciano y taoísta, porque se trata de] un culto de entusiasmo (entusiasmo en el sentido religioso de pasión y experiencia emocional excesiva) (…) El espíritu del entusiasmo parece haber entrado en China desde el exterior, llevado por las alas ideológicas del nacionalismo occidental, el comunismo internacional y las exigencias judeocristianas para el arrepentimiento extático y el remordimiento histriónico  (p. 397)

  Conviene recordar que, previa a la revolución marxista en China, durante el siglo XIX tuvo lugar un gran movimiento político revolucionario que también fue de inspiración judeocristiana (la rebelión Taiping). Así pues, la ideología china tradicional y milenaria resultó muy vulnerable a las herejías extranjeras. Parece que los sistemas ideológicos más efectivos son bastante universales.

Una de las principales causas para la confusión sobre la reforma del pensamiento subyace en la complejidad del proceso mismo. Alguna gente considera que es un despiadado medio de socavar la personalidad humana; otros lo ven como un intento profundamente “moral” –incluso religioso- de instilar una nueva ética en el pueblo chino. Ambas visiones son en parte correctas (…) Era la combinación de fuerza externa o coerción con un llamado al entusiasmo interno mediante la exhortación evangélica lo que le daba a la reforma del pensamiento su poder y amplitud emocional  (p. 13)

Casi de la noche a la mañana el estudiante [chino] moderno pareció llegar a una identidad que le permitió ser activo en lugar de pasivo, que le ofreció un sentido de lógica y propósito más que aceptación insignificante de la tradición, y una oportunidad para la autorrealización más que la autonegación. Tan fuerte fue la reacción contra el confucianismo (…) que el movimiento estudiantil chino durante el periodo transicional  alcanzó un poder y una influencia incomparable a cualquier otro movimiento similar del mundo moderno (p. 371)

  La base del pensamiento maoísta es que la mayor virtud se encuentra en la acción política en un sentido altruista… pero necesariamente vinculada a la organización según las reglas del socialismo científico. Tiene sentido que se considere que solo el altruismo efectivo es verdadero altruismo. Y solo el maoísmo sería efectivo.

  Este condicionamiento acaba generando automatismos. Después de haber sido liberado (por presiones de la comunidad internacional, en tanto que extranjero en China) un misionero que había sido sometido a estas experiencias durante varios años y que solo gradualmente se hacía consciente de las coacciones sufridas, aún así hacía comentarios como este:

Anoche fui a ver un film. Me sentí molesto. Molesto porque no era un film educativo –era solo muchos disparos y violencia-  (p. 35)

  Lo mismo le podría haber sucedido a alguien sometido a un absorbente proceso de conversión religiosa: todo le parece vacuo y vano fuera del ámbito de la fe mística.

  La conclusión:

La vulnerabilidad a la conversión está hasta cierto punto presente en todo el mundo (nadie queda libre de susceptibilidad a la culpa, confusión sobre identidad y cierto grado de totalismo)  (p. 132)

El totalismo ideológico puede ofrecer a un hombre una intensa experiencia cumbre: un sentido de trascendencia de todo lo que es ordinario y prosaico, de liberarse a uno mismo de todos los inconvenientes de la ambivalencia humana, de entrar en una esfera de verdad, realidad, confianza y sinceridad más allá de lo que cualquiera haya imaginado  (p. 435)

    Por una parte, hay cierta lógica en la convicción de las bondades del comunismo (igualitarismo y democracia); por otra parte, la reforma del pensamiento solo es posible mediante la presión constante, ya que la experiencia demuestra que, una vez en otro contexto, poco a poco las víctimas recobraron su soberanía.

   Finalmente, la rápida expansión de una ideología novedosa y de origen extranjero en una civilización en apariencia tan sólida como la china nos hace reflexionar acerca de que muchos cambios culturales rápidos son posibles a escala universal. Hoy en día vemos que el maoísmo ha fracasado en la misma China, pero tanto de su fracaso histórico como de su rápido y muy peculiar éxito previo hay mucho que puede aprenderse.

Lectura de “Thought Reform and the Psychology of Totalism” en The University of Norh Carolina Press  1989; traducción de idea21 

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