viernes, 25 de agosto de 2017

“Cazadores, campesinos y carbón”, 2015. Ian Morris

  Ian Morris es un historiador y arqueólogo que, como algunos otros autores, se ha atrevido a formular una especie de “teoría general de la civilización”.

Mi tesis esencial sostiene que (…) los modos de captura de energía determinan el tamaño y la densidad poblacional, que en gran medida determinan a su vez los sistemas de organización social que mejor funcionan. Eso implica que algunos conjuntos de valores tengan más éxito y resulten más atractivos para la sociedad que otros.

  Cuando hablamos de “valores” nos estamos refiriendo a criterios morales generalmente aceptados en una cultura determinada.

Si analizamos la historia del planeta durante los últimos veinte mil años, detectaremos tres grandes sistemas de valores humanos sucesivos. Cada uno está asociado con una forma particular de organización social, y cada una de estas formas viene determinada por una manera concreta de capturar la energía del mundo que nos rodea. (…) Al primero lo denomino “valores de cazadores-recolectores” (…) Los cazadores tienden a valorar la igualdad por encima de casi todos los tipos de jerarquía y toleran la violencia.  El segundo sistema es el de “valores agrícolas o campesinos” (…) Los campesinos y granjeros tienden a valorar la jerarquía por encima de la igualdad y no toleran bien la violencia. El tercer sistema [lo] llamo “valores de combustibles fósiles” (…) Los usuarios de combustibles fósiles suelen valorar de manera general la igualdad por encima de casi todos los tipos de jerarquía y no toleran nada bien la violencia. 

Si tengo razón y el modo de captura de energía determina los valores de un grupo humano, quizá se deduzca que (1) los filósofos morales que tratan de identificar un sistema perfecto de valores, una talla única para todos, están perdiendo el tiempo, y que (2) los valores que nosotros (…) hoy defendemos algún día probablemente –quizá bastante pronto- perderán su utilidad. 

  Determinismo económico. Hasta cierto punto, como el viejo Don Carlos Marx. Aunque con aplicaciones filosóficas y políticas muy diferentes. Véase cómo se justifica (“necesidad funcional”) la esclavitud en las primeras civilizaciones agrarias que suceden al mundo de los cazadores-recolectores.

El problema básico es que el bajo rendimiento de la mano de obra premoderna significaba que el producto marginal del valor, es decir, el beneficio para el empleador de contratar a un trabajador adicional, a menudo era demasiado reducido como para que el salario fuera atractivo para los trabajadores que tenían otros medios para mantenerse. De ahí el interés por la segunda gran alternativa al parentesco como método de movilización de obreros más allá de la unidad familiar: el trabajo forzado.  (…) El trabajo forzado, al igual que el patriarcado, fue una necesidad funcional de las sociedades agrarias que generaban más de 10.000 kilocalorías por persona y día.

El trabajo forzoso fue indispensable para las sociedades agrarias durante miles de años, pero los combustibles fósiles eliminaron esta necesidad en menos de un siglo

   Es decir, que para Marx la división en clases (oprimidos y opresores) era una consecuencia de la inmadurez política de las masas (porque los oprimidos se dejaban embaucar por las tradiciones y mitos religiosos que justificaban la explotación por la clase propietaria), mientras que para Morris la división en clases era la única fórmula viable para el progreso económico dada la tecnología de captura de energía de entonces.

  Sin embargo, ambos aceptan que los oprimidos se sentían descontentos. Las rebeliones se producían con cierta periodicidad… aunque no implicaban el cuestionamiento del sistema.

A menudo, la rebelión en las sociedades agrarias adopta la forma de los “buenos viejos tiempos” e insiste en que su objetivo solo es restaurar el Viejo Contrato

  Es decir, que los desposeídos añoraban –a veces, con ira- los “buenos viejos tiempos” en los que, supuestamente, había buenos amos –el “Viejo Contrato”. Si existieron tales “buenos viejos tiempos” quizá eso explique por qué abandonaron la caza y recolección… y quizá eso quiera decir que no siempre las primeras civilizaciones agrícolas se basaron en la explotación de unos por otros…

  Sin embargo, ya hemos visto que el libro que nos ocupa afirma que solo la explotación garantizaba el progreso económico. Porque, según afirma Ian Morris,

cada era tiene el pensamiento y las ideas que necesita

  No resulta convincente. Suena panglossiano… No parece cierto que solo fuese rentable el trabajo forzado. Se cuenten como se cuenten las kilocalorías, el hecho es que un agricultor romano podía alimentar con su trabajo a cinco personas, y un agricultor de la Europa Medieval, al doble. Con eso se puede vivir más o menos bien sin necesidad de que un Gran Señor te obligue a trabajar en régimen de esclavitud o servidumbre.

Entre el 4000 ac y el 1 ac (…) la captura de energía se triplicó, pero la desigualdad política y económica quedó fuertemente arraigada

  Pues claro. Y así se está reconociendo que el autoritarismo de las sociedades agrarias tradicionales (algunos lo llaman también “violencia sistémica”) no existía tanto en función del rendimiento del trabajo, sino en base a otros factores, igualmente presentes tanto si se duplicaba, como si se triplicaba o cuadruplicaba el rendimiento del trabajo. Por su parte, Marx enseñó que lo que estaba detrás de la aceptación social de la explotación era el poder de la religión/superstición al servicio de los astutos opresores; lo cual tampoco es cierto, tal como demuestra la volubilidad de las creencias religiosas en todas las épocas: cualquier nuevo profeta hubiera podido presentar creencias más conformes a los intereses de los oprimidos.

  La solución es más simple y más clara… aunque no es la que prefiere Morris que creamos.

Cada vez más antropólogos reconocen que en el siglo XX el cazador-recolector medio se enfrentaba a una probabilidad del 10%, como mínimo, de sufrir una muerte violenta. (…) Estos niveles de violencia eran también normales en la prehistoria (…) mientras que según mis cálculos, dichas tasas en las sociedades agrarias giran en torno a un 5%

  Exacto: para eso servía tener un amo, un rey, un señor feudal. No tanto porque solo pudiera trabajarse a golpe de látigo, sino porque el amo y señor era quien protegía a los siervos de la violencia innata del Homo Sapiens. El monopolio de la fuerza ayudaba a la pacificación. La limitada “violencia sistémica” de la cultura agraria era mejor que la violencia constante e ilimitada del cazador-recolector.

    Por otra parte, Ian Morris se enfrenta a otros muchos teóricos imaginativos -como él mismo- que afirmaban que no había justificación lógica para que los cazadores-recolectores abandonasen su forma de vida por una miserable existencia agrícola…

Los esqueletos excavados sugieren que los campesinos de la prehistoria sufrían de lesiones que forzaban sus articulaciones de forma repetida con más frecuencia que los cazadores-recolectores; tenían una pobrísima salud dental, debido a que sus dietas eran muy altas en carbohidratos azucarados; y en cuanto a la estatura (…) descendió ligeramente con los inicios de la agricultura

    Sí, estaban subalimentados y trabajaban mucho, pero habían ganado dos cosas. Primero, vivían sometidos a menos violencia que las bandas de cazadores-recolectores, enzarzados en constantes rencillas con otras bandas en busca de territorios de caza o de mujeres, y, segundo, vivían juntos, en poblados, en comarcas agrícolas densamente habitadas y finalmente en ciudades; esta abundancia en relaciones sociales no implicaba solo un medio para “capturar más energía” gracias a la cooperación económica, también satisfacía una demanda natural del “Homo Sapiens”, cuyo desarrollo cognitivo se relaciona directamente con la sociabilidad, que es para nosotros un fin en si mismo. Construir un santuario religioso para dar rienda suelta a las inquietudes espirituales, por ejemplo, era una motivación para el sedentarismo.

  Otra posible explicación del origen de la agricultura quizá estuviera en el mero aumento de la población: las mejores condiciones meteorológicas y el desarrollo de mejores armas de caza hizo inevitable este aumento. La caza empezaría a escasear y se habrían buscado otros recursos. Las necesidades de la agricultura habrían exigido medidas pacificadoras, como el monopolio de la fuerza por la clase superior.

  Ian Morris tiene la buena idea de incluir textos de algunos de sus críticos en su libro. Varios de ellos plantean la cuestión fundamental:  "¿Podemos admitir la idea de un progreso moral, distinguible del material?" 

   Morris tiene una respuesta tajante:

[La] distinción entre valores morales reales y valores positivos no tiene sentido.  (…) Los humanos no pueden tener valores a menos que capturen energía de sus entornos (…) Los valores humanos (…) son por definición valores positivos

  Pero el factor esencial de cambio social no es la tecnología (o "sistema de captura de energía"). Entre otras cosas porque la tecnología depende a su vez de otros factores. Morris reconoce –qué remedio- que la tecnología básica de la Revolución Industrial, del siglo XVIII y XIX, ya la conocían los romanos (fuerza del vapor, engranajes, mecánica de fluidos…). Los romanos eran capaces de construir maravillas como el mecanismo de Anticítera y los juguetes de Herón de Alejandría, así que el factor esencial del desarrollo económico no es la tecnología de “captura de energía”, sino la tecnología de la mente, los “valores”, conceptos simbólicos de aplicación a la vida social –por ejemplo: justicia, honor, libertad, dignidad, caridad…- que evolucionan muy muy lentamente a lo largo de siglos.

  Véase el caso griego, el “milagro” ateniense:

Atenas (…) carecía de la reducida élite altamente estratificada (…) , separada de una gran masa de campesinos (…) Algunos atenienses eran muy ricos, incluso para los estándares griegos, pero el salario real medio era también inusualmente elevado [Sócrates era albañil] (…) [Sin embargo, ] Atenas contaba con uno de los sistemas de esclavitud más estrictos del que tenemos constancia, con muy bajas tasas de manumisión. (…) Ninguna mujer obtuvo jamás la condición de ciudadana en una ciudad de la Grecia clásica. (…) El milagro de las ciudades-estado consistió en una ampliación de las élites. En la Atenas clásica (…) alrededor de un tercio de la población residente (los varones libres y sus hijos) pertenecía a esta clase dirigente.

   Los atenienses se habían hecho ricos gracias al comercio, lo cual permitió aumentar el número de integrantes de la "clase opresora". No fueron los primeros ciudadanos de la Antigüedad que gozaron de esa suerte (pensemos en Troya), pero una serie de circunstancias históricas llevaron a que los atenienses emplearan buena parte de esa riqueza en realizar asombrosos descubrimientos cognitivos en el ámbito de la sociabilidad –la filosofía, la ética, la historia, el razonamiento lógico, el Dios ideal de Platón y la ciencia de Aristóteles. Y ésta fue la tecnología importante que a la larga llevó al cambio definitivo. Con la llegada del cristianismo, mil años más tarde, las ciudades libres del fin de la Edad Media están ya a punto de igualar y superar a Atenas. Estas nuevas “Atenas” cristianas –Florencia, Rotterdam, Ginebra- ya serán imparables. La libertad de las ciudades acabará también generando medios de enriquecimiento ya no tan violentos, ya no tan opresivos.

  Así que sí existen “valores morales reales”, ellos son el motor del desarrollo civilizatorio, y permiten, entre otras cosas, que el artesano se convierta en industrial, el comerciante en empresario y el usurero en banquero.
 
    Cabe concluir que el determinismo económico de Morris es casi tan peligroso como el de Marx, y hace bien uno de sus críticos en subrayar que  "Supongamos que fuera cierto que, como algunos dicen, el autoritarismo unipartidista de China produzca un mayor crecimiento económico que una democracia liberal (…) La cuestión es que pueden existir buenas razones para defender la idea de que la valoración moral debería aspirar a una mayor independencia de las circunstancias particulares  de lo que Morris puede querer permitir".
                         
  Marx enseñaba que para conseguir el progreso definitivo del ser humano había que destruir las supersticiones, sobre todo la superstición económica de la propiedad privada de los medios de producción. Los marxistas llevaron a cabo auténticas locuras en su tarea de destrucción a fin de liberar al ser humano “rousseauniano”, “bueno” por naturaleza, de las supersticiones instigadas por la clase opresora. Pero los marxistas no liberaron nada… más que la sempiterna tendencia humana a la violencia que, pese al sueño rousseauniano, persiste en nuestra naturaleza innata, sea quien sea el propietario de los medios de producción...

  Morris, con su principio panglossiano de que Cada era tiene el pensamiento y las ideas que necesita dice a todo que sí, justifica más allá del mero conformismo. Asegura que la democracia funciona porque los países más ricos son democracias. ¿Y China, entonces?

El mayor reto de China para mantener su crecimiento económico en la década de 2010 probablemente radique en cómo hacer frente a su propia liberalización. Es muy posible que la sociedad más democrática de India derive en la obtención de una mayor ventaja frente a China en las próximas décadas.

  Eso es, en el mejor de los casos, optimismo injustificado. De momento, la India no lleva camino de alcanzar a China. Y el régimen chino no parece desear una liberalización que los acabe llevando a lo que pasó con la Unión Soviética a partir de 1991. Si no tenemos “valores”, si solo nos preocupamos por el rendimiento económico, los tecnócratas chinos pueden durar mucho tiempo aún…

  Además, Morris no solo especula gratuitamente sin base alguna –¡y eso que defiende mucho lo que llama “el sentido común”!-, sino que también falsea el pasado.

Cuando Stalin revirtió la Nueva Política Económica de Lenin unos años después [de la muerte del primer líder soviético] en nombre del verdadero socialismo, los resultados fueron catastróficos

  Desde un punto de vista de valores éticos, las atrocidades de Stalin sin duda fueron una catástrofe, pero desde un punto de vista meramente económico, la desaparición de la “Nueva Política Económica” de Lenin –un episodio breve en el tiempo- sí que fue un éxito. Stalin logró poner en marcha una infraestructura de industria pesada impresionante que fue capaz de derrotar a Hitler en la segunda guerra mundial, y que más adelante pondría al primer hombre en el espacio. Sin libertades, sin libre empresa, sin incentivos económicos, sin libre mercado y sin nada más que el viejo principio autoritario de las civilizaciones de la Antigüedad: pura violencia sistémica.

  Decir que la democracia es buena porque los países ricos –hoy- son democracias es arriesgarnos a que cualquier tiranía tecnocrática pueda un día decir: “mi sistema es bueno porque gracias a él somos ricos”. Hitler pudo ganar la segunda guerra mundial y apoderarse de medio mundo, construyendo un imperio tecnocrático riquísimo con racismo, genocidios y esclavitud, ¿no hubiera eso llevado a muchos intelectuales influyentes a escribir entonces que Cada era tiene el pensamiento y las ideas que necesita?  

lunes, 14 de agosto de 2017

“Psicoterapia espiritualmente integrada”, 2007. Kenneth I. Pargament

  El psicoterapeuta Kenneth Pargament ha escrito un libro no acerca de la relevancia psicológica de la espiritualidad en el comportamiento humano, sino más bien acerca de cómo abordar la cuestión espiritual en la práctica de la psicoterapia.

La psicoterapia espiritualmente integrada es una visión del tratamiento que reconoce y se refiere a la espiritualidad del cliente, la espiritualidad del terapeuta y el proceso de cambio (…) Descansa en la asunción de que la espiritualidad es una dimensión vital para muchos clientes.

  Pero la visión práctica de este terapeuta tiene un interés mayor, dado que, si bien la mayoría de los pacientes “espirituales” que acuden al terapeuta desarrollan vivencias de “espiritualidad convencional” (la que es de esperar en los fieles de iglesias cristianas), cuando el psicólogo aborda la cuestión, muchas más características propias de la “existencia espiritual” salen a la luz.

Podemos encontrar lo espiritual en una pieza de música, la sonrisa de un extraño que pasa, el color del cielo al oscurecer, o una oración diaria de gratitud al despertar  (…) Somos más que seres psicológicos, sociales y físicos, somos también seres espirituales (…) ¿Cómo el terapeuta comprende la espiritualidad? ¿Cómo se dirige el terapeuta a la dimensión espiritual en la psicoterapia? Estas cuestiones son el centro de este libro.

  También es cierto que la dimensión espiritual abarca demasiadas cosas como para limitarla a una serie de estrategias prácticas en el desempeño de la psicoterapia, pero el autor sabe que escribir sobre la naturaleza de la espiritualidad y su futuro sería una tarea de una amplitud colosal.

Durante buena parte de mi carrera, he estado buscando el equivalente de una teoría del campo unificado en la psicología de la religión, una perspectiva que pudiera proporcionar unidad a la teoría, investigación y práctica clínica

  Baste con saber que existe esta pretensión.

La espiritualidad habla a lo mejor de la naturaleza humana (…) Gran número de estudios empíricos e informes clínicos señalan la misma conclusión: la espiritualidad juega un papel positivo en las vidas de mucha gente (…) Las expresiones de espiritualidad reflejan un deseo natural humano: el deseo de conocer algo trascendente, algo ilimitado, y algo de valor y verdad definitivos.

La espiritualidad habla de las asunciones más fundamentales de la vida, las creencias más profundas y los asuntos más sagrados.

Las cualidades de trascendencia, de carencia de límites y de lo definitivo son normalmente asignadas a lo divino, pero pueden también ser vistos dentro de otros aspectos de la vida.

  Decir que la espiritualidad se refiere a las “asunciones más fundamentales” quiere decir que

los símbolos de fe no pueden ser reemplazados por otros símbolos, tales como los artísticos, y no pueden ser desplazados por el criticismo científico. Tienen una posición propia en la mente humana, de la misma forma que la tienen la ciencia y el arte

    Aquí aparece una cuestión que interesa especialmente al terapeuta que se enfrenta a los problemas de conducta humanos. Si lo espiritual es lo definitivo, la razón última, ¿implica la solución a toda la problemática humana?

  Por una parte:

La espiritualidad con más frecuencia está implicada en resolver problemas psicológicos que en producirlos.

  Pero también:

“Espiritualidad” no es un sinónimo por “bondad”. A lo largo de la historia, la gente ha justificado las conversiones forzadas, los suicidios, tortura y genocidio en el nombre de cualquier cosa que se mantuviera como sagrada

La investigación muestra que la espiritualidad es generalmente beneficiosa, pero no invariablemente

La espiritualidad puede ser una fuente de problemas tanto como de soluciones; no es inherentemente positiva

  Pero ¿debería seguir siendo así? Pargament cree que hay “espiritualidades erróneas”, la espiritualidad “no integrada”. Por ejemplo, cuando menciona los “dioses pequeños”

Los dioses más pequeños representan un problema porque no logran aportar luz a los más profundos dilemas de la vida

  Entendemos por “dioses pequeños”, por ejemplo, a aquellos que se limitan a imponer mandatos y prohibiciones a cambio de favores materiales, pero Pargament podría también haber mencionado las imperfectas ideologías que pretenden crear alternativas a la religión, como el marxismo, también “un pequeño Dios”.

Diría que la espiritualidad más efectiva es una espiritualidad bien integrada, una cuyas partes componentes funcionan juntas en sincronía las unas con las otras.

  Estas partes componentes en sincronía suponen que los beneficios de hallar la razón última, la guía moral y el refuerzo emocional correspondiente no implicarían, como en muchos casos sucede, sacrificios terribles en la vida social.

  En conjunto, visto desde la perspectiva del “desarrollo civilizatorio”, se diría que la espiritualidad ha impulsado el progreso moral (y por tanto social) de la humanidad, pero que no todas las manifestaciones espirituales han sido siempre efectivas. Por otra parte, Pargament no plantea la cuestión de si puede hacerse una buena vida sin componente espiritual. Aparentemente, sí: uno puede mantener buenas relaciones privadas y públicas en el ámbito humano sin preocuparse mucho por las respuestas últimas, por las asunciones más fundamentales de la vida, las creencias más profundas y los asuntos más sagrados. Pero no parece que esto pueda ser la norma general. Hasta el momento no parece haberlo sido.

La espiritualidad ayuda a la gente a afrontar las limitaciones humanas. Ofrece soluciones a los problemas que no son meramente sustitutos de las soluciones seculares

     Aparentemente, un enfoque espiritual de la problemática humana, en tanto que se refiere a las “causas últimas”, a aquello que no puede ser sustituido por nada, a lo “sagrado” (aquello que instintivamente nos dirige hacia el bien o nos lleva a evitar el mal), tendría la ventaja de lo inequívoco. E incluso otra probable ventaja: el razonamiento de las “causas últimas” ("pensamiento de alto nivel") parece estar relacionado con la mejora de las habilidades cognitivas en general.

Recurriendo a la dimensión espiritual en el proceso de ayuda, los psicoterapeutas podrían aumentar su capacidad para la esperanza y las soluciones a los problemas más profundos de la vida

“Lenguaje psicoespiritual” [se refiere a] conceptos psicológicamente significativos que portan connotaciones ricas, emocionalmente poderosas, que invitan a la exploración espiritual  (…) Palabras que contienen cualidades sagradas tales como “paz”, “valor”, “solaz”, “sostenimiento”, “devoción”, “fe”, “esperanza”, “amor”, “dejarse ir”, “perdón”, “lamentación”, “desesperación” y “sufrimiento”. Incluso si bien ninguno de estos términos es explícitamente religioso, algunos especialistas clínicos pueden encontrar esta clase de indagaciones acientíficas y meramente sentimentales.

    Ahora bien, Pargament, como terapeuta, solo atiende las cuestiones espirituales si sus clientes así lo solicitan. El terapeuta no debe afrontar toda cuestión desde el punto de vista espiritual (eso sí lo hace el sacerdote), sino que debe estar dispuesto a ser receptivo al enfoque espiritual que le plantea la persona necesitada.

Una psicoterapia espiritualmente integrada asume que los clientes con frecuencia traerán cuestiones espirituales a la consulta, y anima a los clientes a dar voz a lo que puede ser difícil de expresar

  Otra cosa sería si existiera una visión de la espiritualidad propia de la psicoterapia misma, un recurso de ayuda puramente psicológico y expresado desde la característica honestidad de la ciencia. Pero ese tipo de espiritualidad basada en la racionalidad altruista no existe hoy aún. La espiritualidad de la que disponemos hoy tiene orígenes tradicionales, heterogéneos… y reveladores.

El afrontamiento espiritual de la problemática vital parece ayudar particularmente a la gente con menos recursos personales y sociales. Los mayores beneficios del afrontamiento espiritual han sido descubiertos en los miembros de los grupos minoritarios, los ancianos, la gente menos educada y más pobre

    Los más humildes y los que más sufren son los más necesitados de “consuelo espiritual” (también son los que más difícilmente pueden pagarse un psicoterapeuta). ¿Eso quiere decir que los más inteligentes, afortunados y capacitados pueden llevar una vida superficial y materialista con más comodidad?

  Sin embargo, resulta curioso que las sociedades más prósperas, donde más abundan las personas ateas y aparentemente sin preocupaciones espirituales, sean también las sociedades donde se da una mayor preocupación moral en beneficio de los desfavorecidos. Esto podría quedar explicado si nos fijamos en que en todas estas naciones coincide el mismo origen histórico de ser sociedades donde hace un par de siglos prosperó una determinada tradición espiritual (el cristianismo reformado). Así, resulta que las sociedades parecen alcanzar la riqueza, y con ella el distanciamiento de las tradiciones espirituales, a partir de su propia evolución espiritual. Y que es el consuelo a los desfavorecidos la marca característica determinante.

   Sea por el consuelo psicológico alcanzado gracias a las tradiciones a las que recurren los que carecen de bienes materiales, sea por el consuelo que las sociedades que han absorbido la pasada tradición espiritual proporcionan materialmente a los más desfavorecidos, la cuestión es que en el progreso moral (y material) se ve implicada la naturaleza espiritual del ser humano.  Todos los desposeídos suelen recurrir al consuelo de la espiritualidad, pero solo ciertos tipos de espiritualidad (¿”integrada”?) llevan a la mejora moral (y material)… y con ella a un claro distanciamiento de las tradiciones espirituales más antiguas.

  Y la estrategia general de la psicoterapia coincide con la de la espiritualidad “compasiva”, de las religiones moralistas aparecidas desde hace tres mil años en adelante

La narrativa religiosa da forma al significado y, para muchos, es la influencia cognitivo-afectiva predominante que organiza la experiencia, influencia la emoción, construye el significado y gobierna el comportamiento

Cambiar las imágenes y significados de los sucesos traumáticos al reexperimentarlos en un contexto más benevolente es una parte central de la terapia cognitivo-conductual

  Quedémonos al final con la evocación de una curiosa experiencia en la psicoterapia: un cliente acude preocupado porque su esposa no comprende la dimensión espiritual de una afición tan sencilla como el gusto de un hombre adulto por entrenar a niños a jugar al fútbol.

El fútbol era parte de la belleza, no solo un juego sino una forma de poesía que lo conmovía al nivel más profundo. Recordaba jugar como un niño y los momentos que entonces experimentaba de pura alegría, como si hubiera dejado que sus pies lo transportaran al cielo. El podía a veces volver a experimentar estos sentimientos cuando su equipo del colegio [que el sujeto analizado entrenaba] jugaba bien conjuntado. Al enseñar a jugar a otros niños, él creía que estaba pasando un don que se le había dado. Resultaba que tanto [el entrenador como su esposa] estaban hablando el lenguaje de lo sagrado, si bien no mencionaban a Dios (…) Era un conflicto espiritual, una lucha sobre diferencias con respecto a sus sueños sagrados. Este reconocimiento fue un punto crucial en la terapia. Su conflicto de pareja [esposa y marido, acerca de la pasión de él por el futbol] había crecido como un problema espiritual, y eso llevaba a una solución espiritualmente sensible.

viernes, 4 de agosto de 2017

“La vida que florece”, 2011. Martin E. P. Seligman

   Martin Seligman  es uno de los psicólogos más prestigiosos que se ha dedicado a profundizar en la “psicología positiva”, visión de la psicoterapia y de la misma vida cotidiana que ha recibido muchas críticas por sus supuestas exageraciones.

La psicología positiva hace más felices a las personas. (…) Los elementos de la misma –felicidad, fluir, sentido, amor gratitud, logros, crecimiento, mejora de las relaciones- constituyen la base del crecimiento personal. 

  En el momento de escribir este libro para el gran público, Seligman quería corregirse un poco a sí mismo, pues antes propugnaba la teoría de la “auténtica felicidad” y ahora sostiene la del “bienestar” o “crecimiento personal”. El error en la búsqueda de la felicidad (“auténtica” o no) estaría en la habitual complicación de la ética utilitarista (“el mayor bien para el mayor número”).

La visión de la felicidad basada en el estado de ánimo relega al 50 % de la población mundial que tiene “afectividad con baja positividad” al infierno de la infelicidad (…) La decisión de construir un circo en vez de una biblioteca basándose en la felicidad que puede proporcionar tiene más en cuenta a quienes son capaces de disfrutar de un estado de ánimo alegre que a quienes no lo son tanto.

  La “afectividad con baja positividad” no es una enfermedad, y lo que se mantiene en toda visión de la “psicología positiva” es la intención de utilizar los conocimientos de la ya más que centenaria psicología académica para ayudar a todas las personas.

Este libro le ayudará a crecer a nivel personal. Ya está, por fin lo he dicho. En el ejercicio de mi profesión me he pasado la vida evitando hacer promesas imprudentes como ésta. 

   Nada que objetar a tan magnífica intención viniendo además de alguien que ha llegado a ser presidente de la Asociación Estadounidense de Psicología. E igual que el buen médico nos recomienda alimentarnos bien, hacernos nuestras revisiones y practicar un poco de deporte, lo que propone Seligman es que, a fin de alcanzar el crecimiento personal y el bienestar, tengamos en cuenta

los cinco elementos [que] son la emoción positiva, la entrega [flujo], el sentido, las relaciones positivas y los logros 

  Estos elementos pueden agruparse en el acrónimo inglés “P-E-R-M-A” (Positivethinking-Engagement-Relationship-Meaning-Accomplishment):

  A esto se suman las veinticuatro “fortalezas” (algo así como “virtudes”) que apuntalan los cinco elementos. 

Una fortaleza personal presenta las siguientes características: -la sensación de que se trata de algo propio y auténtico; -la sensación de emoción al mostrarla (…); -una curva de aprendizaje rápida cuando la fortaleza se practica por primera vez; -el anhelo de encontrar nuevas formas de utilizarla; -la sensación de inevitabilidad para emplear esa fortaleza(…); -al utilizar la fortaleza se siente más enérgico en vez de agotado; -la creación y búsqueda de proyectos personales que giran a su alrededor; -alegría, emoción, entusiasmo, incluso éxtasis al utilizarla

  La relación de las “veinticuatro fortalezas”:

Curiosidad/ Amor por el conocimiento/Pensamiento crítico/Originalidad/Inteligencia emocional/ Perspectiva/ Valor y valentía/ Laboriosidad/ Honestidad/Bondad y generosidad/ Amar y dejarse amar /Lealtad/ Imparcialidad y equidad/ Liderazgo/ Autocontrol/ Prudencia/ Humildad y modestia/ Disfrute de la belleza y la excelencia/ Gratitud /Optimismo/ Espiritualidad/ Perdón y clemencia/ Sentido del humor /Entusiasmo

  Todo esto parece complicado a primera vista (y recuerda un poco a las clasificaciones de las virtudes aristotélicas), pero se complica mucho más a la hora de emprender una tarea concienzuda de ejercitación psicológica en busca del bienestar.

Escriba tres cosas que salieron bien durante ese día [en el que se realiza un ejercicio para mejorar el bienestar] y por qué fue así.(…) Al lado de cada acontecimiento positivo,  responda a la pregunta “¿por qué se ha producido?” (…) Lo más probable es que se deprima menos, esté más contento y acabe siendo adicto al ejercicio en el plazo de seis meses.

Dedique un momento concreto para ejercitar una o más de sus fortalezas personales de una forma nueva, ya sea en el trabajo, en casa o en su tiempo libre (…) Por ejemplo: -si su fortaleza personal [más asequible] es la creatividad, una noche podría dedicar dos horas para empezar a trabajar en un guión; (…) –si considera que el autocontrol es una de sus fortalezas, podría ejercitarse en el gimnasio algún día por la tarde en vez de ver la tele

    Esto son solo ejemplos. Uno puede emprender, con la ayuda del terapeuta, toda una organización personal de actividades centrada en el desarrollo de sus “fortalezas” y los elementos del bienestar.

  Y no hay porqué dudar de que se obtengan buenos resultados…

[En] el estudio de “Consumer Reports” (1995) sobre la eficacia de la psicoterapia (…) empleando herramientas estadísticas complejas en un estudio multitudinario, [se] llegó a la conclusión de que la psicoterapia daba buenos resultados en general pero que, sorprendentemente, los beneficios no eran específicos de un tipo de terapia concreto ni de un tipo de trastorno especial.

  Así que casi todo vale, lo cual explica por qué coexisten tantos sistemas diferentes de terapia e incluso por qué funcionan tan bien muchos sistemas de ayuda psicológica no profesionales (por ejemplo, Alcohólicos Anónimos… o las congregaciones religiosas). Y a lo mejor Seligman es el mejor, pero desde luego no es el único que puede ayudarnos a buscar el bienestar.

  Sin embargo, Seligman ha sido atacado por fomentar en exceso el optimismo del “pensamiento positivo”, al que se atribuirían demasiados beneficios, por ejemplo, sobre la salud y el éxito social.

¿Hasta qué punto (…) el optimismo predice la mortalidad general, las enfermedades cardiovasculares, la función inmune y el cáncer? (…) Las personas más optimistas tienen mejores resultados, con un nivel de contraste sólido. (…) El pesimismo y la hostilidad cínica fueron indicadores importantes de cáncer. 

  Esto ha sido muy criticado, por ejemplo, por Barbara Ehrenreich. El peligro sería que se atribuyesen demasiados beneficios al optimismo y muchas personas descuidaran otros controles de su salud más efectivos.

  Y no podría tampoco quedar sin crítica la opinión de Seligman sobre la inesperada crisis económica del 2008, que se atribuyó a un exceso de optimismo ante el imparable crecimiento económico (la burbuja que luego habría estallado).

La afirmación de que el optimismo ha causado la crisis es una sandez. Lo que ha ocurrido es todo lo contrario (…) El pesimismo vírico provocó la crisis económica

  En cualquier caso, el éxito comercial de autores como Seligman (y otros de muchísimo menor prestigio profesional) se hace inevitable porque todos queremos ser felices o, cuando menos, mejorar nuestro “bienestar”. En su libro, se nos ofrecen algunas visiones del comportamiento humano en sociedad que parecen útiles para mejorar nuestra vida. Sobre todo lo parecen porque se relacionan con tendencias ya conocidas en otros tiempos.

Hay cuatro formas básicas de reacción, y solo una fortalece las relaciones (…) Activa y constructiva (…) Pasiva y constructiva (…) Activa y destructiva (…) Pasiva y destructiva

  La buena es, claro, la “activa y constructiva

Reaccionar de forma activa y constructiva (…) [consiste en que, por ejemplo,] escuche con atención cada vez que una persona que le importe le cuente algo bueno que le haya sucedido. Desvíese de su camino para reaccionar de forma activa y constructiva. Pida a la persona que reviva el acontecimiento con usted (…) Dedique mucho tiempo a reaccionar (ser lacónico es malo) (…) Si descubre que no se le da demasiado bien, planifíquelo con antelación

Las empresas con una ratio superior a 2,9:1 entre las frases positivas y negativas experimentan crecimiento económico. (…) [Por ejemplo,] los abogados [se pasan] el día peleando. Seguro que [sus] ratios son muy negativos, quizá de 1:3. Forma parte intrínseca de los litigios. (…) La abogacía es la profesión con los índices más elevados de depresión, suicidio y divorcio. (…) Las mismas estadísticas escuchando conversaciones de parejas durante fines de semana entero [dan los resultados de que] un 2,9: 1 significa que están abocadas al divorcio. Se necesita una ratio de 5:1  para predecir un matrimonio sólido

    Ya existían manuales de urbanidad de hace varios siglos (de inspiración cristiana, impensables, por ejemplo, en el pensamiento grecolatino) que se referían a actuar de forma receptiva a las emociones ajenas (desarrollando el “ama a tu semejante como a ti mismo”). Quizá sea difícil controlar conscientemente la “ratio” que se refiere a las frases positivas y negativas (llamada “ratio de Losada”, y que ha sido objeto de fuertes críticas por otros especialistas), pero cualquiera puede observar estos fenómenos como síntomas evidentes de prosocialidad o antisocialidad (los vemos, por ejemplo, en el lenguaje agresivo de los delincuentes y en cómo contrasta con el lenguaje más propio de las personas de amplia cultura y alto cociente intelectual). Y algo que nos descubre la psicología es que el cambiar los “síntomas” afecta al origen de estos. Sonreír, aunque sea forzadamente, ayuda al optimismo. Otra cosa es que sea suficiente para obtener cambios decisivos…

  Otra aportación valiosa de este libro es lo que se nos explica sobre la “indefensión aprendida”

Averiguamos que los animales (perros, ratas, ratones e incluso cucarachas) que se han visto indefensos en circunstancias perjudiciales luego se vuelven pasivos y se dan por vencidos en situaciones adversas. (…) Los animales humanos hacen lo mismo (…) En el experimento humano más paradigmático (…) los sujetos se dividen de forma aleatoria en tres grupos (…) Un grupo  (el evitable)  es víctima en una situación perjudicial pero no dañina, como por ejemplo un ruido ensordecedor. Cuando aprietan un botón que tienen delante el ruido desaparece, con lo cual su propio acto evita el ruido.  Un segundo grupo (el inevitable)  es impotente [para actuar y evitar el ruido] (…) La indefensión aprendida se define por el hecho de que nuestros actos no cambian la situación. (…) El tercer grupo (el de control) no experimenta esa situación.  (…) En la segunda parte [del experimento] los tres grupos se encuentran con una “caja lanzadera”. Cuando una de las personas toca un lado de la caja, el ruido ensordecedor se activa. Si la persona desplaza la mano hasta el otro lado, el ruido se apaga. (…) Las personas del grupo inevitable tienden a permanecer inmóviles. Se quedan quietos y soportan el ruido hasta que se apaga solo.  En la primera parte habían aprendido que sus actos no cambiaban la situación así que en la segunda parte, creyendo que sus actos tampoco cambiarían nada, no intentan apagar el ruido.

  Este tipo de experimentos los podemos relacionar con la teoría del apego, e incluso con el surgimiento de muchos ritos religiosos, en los cuales el emprender cualquier acto deliberado e intencionado (una oración, un sacrificio, una liturgia) ya proporciona bienestar en el sentido de que se está convencido de que se ejerce control sobre lo que antes parecía incontrolable.

  Como anécdota, Seligman menciona que algunas de sus aportaciones sobre este tipo de comportamientos inducidos parece que fueron de aprovechamiento para los psicólogos que asesoraban a los torturadores de Guantánamo. Esto no debe sorprendernos mucho: la psicología es una técnica como otra cualquiera, a pesar de que Seligman parece un poco preocupado por no parecer demasiado conformista.

Impartir cursos de ética a los estudiantes de [economía y finanzas] (…) a quienes lo único que les importa es hacerse ricos rápidamente, no servirá de nada (…) Si se enseñara un curso nuevo (…) sería (…) sobre psicología positiva (…) Si buscamos el bienestar no lo conseguiremos si solo nos interesan los logros 

  Lo cual no resulta convincente. El ambicioso puede decir que sí que le interesan los valores de crecimiento personal, pero también los logros