domingo, 15 de diciembre de 2019

“Tiempo moral”, 2011. Donald Black

    El filósofo Donald Black presenta una visión completa del conflicto social –es decir del “problema humano” en su conjunto- digna de la estratificación racionalista de la Antigüedad clásica: todos los conflictos entre los seres humanos pueden entenderse como derivados de los cambios en el “tiempo moral”.

El tiempo es la dimensión dinámica de la realidad, y el tiempo social es la dimensión dinámica de la realidad social. El tiempo social incluye la fluctuación de cada dimensión de espacio social. El tiempo relacional es un incremento o disminución  de intimidad (distancia relacional). El tiempo vertical es un incremento o disminución de igualdad (distancia vertical). El tiempo cultural es un incremento o disminución de diversidad (distancia cultural). Cualquier cambio de este tipo es un movimiento de tiempo social, tanto si se trata de una violación, como de un divorcio, logro, pérdida, contacto con un extranjero o la creación de algo nuevo (p. 4)

Propongo un nuevo y enteramente sociológico concepto del tiempo: el tiempo social –la dimensión dinámica del espacio social. (…) El tiempo social incluye el tiempo relacional, el tiempo vertical y el tiempo cultural. Además, he descubierto que la causa fundamental del conflicto es el movimiento del tiempo social. Y porque el mismo conflicto es un movimiento de tiempo social, el conflicto causa todavía más conflicto. El tiempo social es el tiempo moral. El propósito de la teoría del tiempo moral es científico: explicar el conflicto (…) Explica la gran mayoría de los conflictos que he examinado a lo largo de los años, no solo en las sociedades modernas si no también a lo largo de todo el mundo y de toda la historia (p. xii)

Cada movimiento de tiempo social que causa conflicto es un incremento o disminución de cercanía social. El conflicto es una función directa de la sobreproximidad. Y el conflicto es una función directa de la infraproximidad. Pero lo que es demasiada proximidad depende de cuánta proximidad existía en un primer momento.  (p. 6)

  A diferencia de los clásicos griegos, que todo lo veían desde la dimensión originaria de la “polis” o, a lo más, de las guerras homéricas, Black parte de la psicología evolutiva: nuestras pautas de conducta se originaron cuando se codificó nuestra herencia genética y éramos bandas de cazadores-recolectores, solo un poco más evolucionados que nuestros contemporáneos chimpancés.

La lealtad y la amistad son virtudes relacionales que preservan la proximidad de las relaciones. El respeto y la modestia son virtudes verticales que preservan la distribución del estatus social. La reverencia es una virtud cultural que preserva lo que es sagrado. La gente virtuosa no se acerca demasiado a quienes están distanciados o permanece demasiado lejos de los que están próximos. Consiguen tanto como cualquiera, pero no significativamente más o menos (…) La virtud a veces requiere hacer activamente lo que es mejor- lo que sea que se necesite para mantener la forma del espacio social. La gente virtuosa defiende su grupo y cultura, posiblemente con valentía y autosacrificio  (p. 15)

El espacio social es un juego de suma cero: cuando incremento mi proximidad a ti, reduzco mi proximidad a los otros y viceversa (p.4)

El honor es una forma de estatus social basada en la fuerza. Un despliegue de falta de respeto desafía a un hombre de honor a fin de defenderse a sí mismo en una forma apropiada, o perderá su honor (p. 71)

Los perdedores tribales pueden echarle la culpa a una bruja. Los perdedores modernos pueden echarle la culpa a la sociedad o a parte de la sociedad (p. 71)

Lo que es peligroso es la movilidad hacia abajo: ser pobre. Tampoco es que el pobre robe meramente porque es pobre, lo que causa el robo y los crímenes predatorios relacionados como el asalto a casas y atracos no es la pobreza sino la pérdida (p. 74)

   Esto no es tan absurdo como parece. Sabemos lo suficiente sobre los “pueblos tradicionales” –o “primitivos”- y sobre los “grandes simios” para comprobar que es cierto que existe entre ellos un constante control mutuo con el fin de sostener un equilibrio consistente, sobre todo, en evitar la supremacía –la desigualdad- y eludir las reyertas.

El espacio social es multidimensional, con dimensiones relacionales, verticales y culturales. Cada dimensión tiene su propia geometría, medida por su propia clase de distancia social. La distancia relacional es un grado de intimidad, tal como la implicación de una persona o grupo en la vida de otra. La distancia vertical es un grado de desigualdad, tal como la diferencia en riqueza o autoridad. La distancia cultural es un grado de diversidad, tal como una diferencia en religión o etnicidad.(p. 4) 

   Estas geometrías pueden muy bien existir en nuestro subconsciente, pueden ser innatas y tener una influencia capital en nuestras relaciones humanas, con independencia de que se puedan describir con tal exactitud. Implican un claro relativismo moral: el problema del conflicto no es la ofensa al individuo, sino cómo se alteran las relaciones de equilibrio que garantizan la paz social con el individuo siempre en función de su posición social. Tan conflictivo sería un robo como un golpe de suerte que enriquece solo a uno y no a los demás… Y ni siquiera podemos tener como meta una situación estable o inamovible, porque la vida social implica también una dinámica.

Cada conflicto tiene una historia, surge con un movimiento de tiempo social, que puede ser un incremento o disminución de intimidad, desigualdad o diversidad. Si el espacio social quedara congelado por siempre, el conflicto nunca tendría lugar. Pero el espacio social fluctúa constantemente. El movimiento del tiempo social es la causa de todo conflicto. (p. 5)

  El conflicto es inevitable pero de lo que se trata es de reducirlo a un mínimo. Uno entiende entonces el poder de las fuerzas conservadoras, la fuerza represiva necesaria para salvaguardar la seguridad de todos. Sin embargo, hoy contamos con sistemas sociales extraordinariamente productivos en lo material que se basan en la libertad individual.

[Las personas del mundo contemporáneo] exigen un derecho a acumular y a disfrutar más que otros –ganar y heredar más dinero y otras propiedades que otros y tener una adecuada protección de cualquier cosa que posean. Tampoco cuestionan las muchas formas de autoridad que subordinan a algunos a otros, tales como ciudadanos a autoridades gubernativas, empleados a empleadores y estudiantes a maestros. (…) La moralidad moderna preserva y defiende lo que la moralidad tribal condena (p. 147)

La moralidad global es una moralidad distintivamente moderna, pero algo parecido se ve a veces en las sociedades tradicionales, entre los monjes y místicos itinerantes y entre los ermitaños y hombres santos que viven solos en la naturaleza salvaje (p. 151)

   Es decir, se trata del desarrollo de una moralidad abstracta, independiente de los movimientos del “tiempo social”, en la cual los individuos asumen pautas autónomas de autoequilibrio, en lugar de someterse a las fuerzas sociales que, mediante el control y represión constantes, tratan de estabilizar el orden lo suficiente como para permitir sobrevivir al grupo. La referencia a los “hombres santos” no puede más que referirse a esa autonomía moral basada en principios racionales, presuntamente eternos y emocionalmente interiorizados. Una aspiración del mismo hecho civilizatorio.

  Otra mención valiosa, bien conectada con los testimonios antropológicos de los “pueblos tradicionales” es la de que los pueblos civilizados [no] cuestionan las muchas formas de autoridad que subordinan a algunos a otros. Esta aceptación de la autoridad (no mera obediencia a la fuerza)  implica reconocer categorías abstractas de organización social basadas en elaboraciones racionales con vistas al bien común. “Hombres santos” y también “buenos ciudadanos” logran eludir en alguna medida lo que Black llama las “fluctuación del tiempo moral”. Y pueden eludir asimismo –aunque Black no lo menciona- el condicionante terrible de la “suma cero”, que limita el progreso social y hace imposible la “moralidad global” (el que toda ventaja de uno haya de traducirse en desventaja para otro).

La ley formal [de hoy] ignora la realidad sociológica [ancestral] de casos particulares de crimen y otras ilegalidades. Define cada violación con los elementos técnicos del crimen tales como relación sexual y falta de consentimiento, por ejemplo, mientras ignora quién viola a quien. Sin embargo debido a que las violaciones de extraños son movimientos mayores de tiempo social que las violaciones de marido u otros íntimos (donde ya estaba presente la proximidad), las violaciones de extraños atraen más castigo que los dados en intimidad. (p. 13)

  Así era en la Antigüedad: matar a una esclava podía ser una leve falta, pero ofender a una mujer noble se castigaba con la muerte. Es más: castigar a un inocente puede ser algo bueno si el pueblo exige una inmediata retribución y el auténtico culpable no está disponible. Los conflictos morales están basados no tanto en hechos objetivamente dañinos, sino en actitudes psicológicas dentro de un complejo sistema de relaciones interpersonales que constituye la sociedad real

Varias formas de rudeza, como mirar fijamente, indiscreción, preguntar abiertamente cuestiones personales o tocarse los dientes en público, pertenecen a la misma familia de la violación, robo con fractura, masturbación e invasiones militares. Todos son movimientos de tiempo relacional que causa conflicto por la misma razón: sobreimplicación (p. 36)

Cada fluctuación [cultural] es un movimiento de tiempo cultural. Un movimiento de tiempo cultural puede ser cualquier cosa, desde un desacuerdo en una conversación a un contacto con una tribu extranjera o la aparición de una nueva religión (p. 101)

  Para la sociedad, el individuo es un descubrimiento reciente. De la misma forma que asumimos que en cualquier momento podemos ser víctimas de un rayo, un incendio o el ataque de un animal salvaje, la dinámica del tiempo social puede caer sobre nosotros. La idea de justicia en la que el individuo se hace responsable de su propia libertad supuso una enorme innovación.

  Ahora bien, ¿no es también cierto que seguimos siendo víctimas inocentes de los azares de la vida social? Unos nacen pobres y otros ricos. Unos tienen buenos padres y otros los tienen tiránicos o indiferentes. Unos tienen la suerte de encontrar el gran amor y otros sufren agresiones. Unos nacen inteligentes y otros no. Unos nacen enfermos y otros no. La capacidad individual para el sufrimiento y el autoanálisis no nos garantizan la felicidad ni la armonía social. Y nuestro libre albedrío se ve muy limitado por nuestras circunstancias.

  Estas descripciones del individuo inserto en dinámicas de tiempo social y moral, de condiciones de proximidad o alejamiento, de constantes fracturas de equilibrios y de equilibrios imposibles de por sí nos son útiles a la hora de contemplar nuevas posibilidades sociales.

Lectura de “Moral Time” en Oxford University Press, 2011; traducción de idea21

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