lunes, 15 de febrero de 2021

“La máquina de los memes”, 1999. Susan Blackmore

    El término “meme” es una invención del gran biólogo Richard Dawkins. En el prólogo de este libro de la psicóloga y fisióloga Susan Blackmore, el mismo Dawkins define el “meme” como elemento de una cultura que puede considerarse transmitido por medios no genéticos, especialmente imitación. Puesto que los Homo Sapiens somos los animales más capaces de transformar nuestra forma de vida mediante la adquisición de habilidades culturales la importancia de este concepto es evidente.

Los memes residen en el cerebro humano (o en los libros, en los inventos) y se propagan gracias a la imitación.  (p. 33)

   El saber cada vez más sobre los “memes” –cómo se originan, cómo se transmiten, cómo se seleccionan, cómo perduran- puede proporcionarnos todo tipo de ventajas a la hora de mejorar nuestra forma de vida, ya que las aportaciones más valiosas de una cultura en particular –tecnología, conceptos morales y sociales, instituciones- nos llegan y se modifican en forma de “memes”.

   Para empezar, el proceso imitativo sería una característica propiamente humana.

Seguimos disponiendo de muy poca evidencia de imitación auténtica en el entorno de los animales no-humanos. Obviamente, el canto del pájaro es una excepción  (p. 89)

Es casi imposible que un animal aprenda por el método imitativo.  Es probable que creamos que una madre gata enseña a sus hijos a cazar, a atusarse el pelo o a abrir la trampilla de la puerta con sus demostraciones y que sus hijos la imitan, pero no es cierto. Los pájaros padres «adiestran» a volar a sus hijos porque les empujan a abandonar el nido y de esta forma les dan la oportunidad, y no por medio de sus esfuerzos demostrativos para que los polluelos les imiten. (p. 30)

Los primeros indicios de imitación evidente son los utensilios de piedra que el Homo habilis empezó a construir hace dos millones y medio de años. (p. 122)

  Blackmore está segura de que, al igual que los genes, los “memes” siguen su propia trayectoria de supervivencia independiente del bienestar humano. Para el “meme” lo básico es replicarse, y lo que sucede es que los seres humanos nos hemos adaptado a este fenómeno de transmisión

Al parecer, el hecho de imitar es de por sí gratificante (p. 168)

  Somos, en ese sentido, “seres meméticos”, imitadores natos.

Desde el punto de vista memético el deseo de una persona de transmitir su experiencia y sus posesiones es una oportunidad que debe ser explotada (p. 207)

  Eso lleva a la teoría meme-gen

Desde que evolucionó la imitación, hace unos dos y medio o tres millones de años, nació el meme o segundo replicante. A medida que los humanos se fueron imitando, los memes de mayor calidad fueron los que prosperaron más, es decir, los memes con más fidelidad, fecundidad y longevidad. De ahí nació el lenguaje gramatical, del éxito de los sonidos copiables que disponían en abundancia de estos tres elementos. Los primeros individuos que utilizaron este lenguaje habían copiado a los mejores habladores de su entorno además de aparejarse con ellos, con lo que se crearon una serie de presiones naturales sobre los genes para que produjeran cerebros cada vez más hábiles en su cometido de transmitir memes nuevos.  (p. 160)

   Mientras más expongas tu conducta, más posibilidades habrá de que te imiten. Los memes se enriquecen a partir de estas cualidades psicológicas heredables, incluyendo el lenguaje hablado que, recordemos, implica un alto coste evolutivo: la laringe eleva en mucho la posibilidad de ahogarse o atragantarse, por lo que si esta característica tan original del Homo sapiens con respecto a los demás primates ha llegado a heredarse genéticamente debe ser porque proporciona grandes ventajas que compensan sus inconvenientes… y la transmisión de información es la ventaja más clara. La selección genética da lugar a generaciones futuras de humanos cada vez más adaptados a reproducir memes por observación e imitación.

Todo lo que se transmite de una persona a otra de este modo es un meme. Ello incluye el vocabulario que utilizamos, las historias que conocemos, las habilidades que hemos adquirido gracias a otros y los juegos que preferimos. También hay que tener en cuenta las canciones que cantamos y las leyes que acatamos. (p. 34)

   La transmisión de memes implica algo más que el fenómeno de la imitación. A diferencia de los genes, que no cambian por la experiencia de un individuo antes de transmitirse a otro individuo –que era lo que suponía la antigua teoría lamarckista-, los memes son maleables por el individuo que los asimila. 

Sin ningún género de dudas la variación es un atributo de los memes: nunca se cuenta una historia dos veces de la misma manera, no existen dos edificios absolutamente idénticos y cada conversación es única (…) La selección memética también existe: algunos memes atraen la atención  (p. 44)

  Los criterios de la evolución darwiniana para los genes son variación, selección y herencia. En esto, los memes funcionan igual, pero siempre considerando que la variación genética se produce por mera mutación, no como consecuencia de la acción interesada del individuo portador. Una mutación genética favorable –la inmensa mayoría no lo son- puede ser seleccionada por el entorno, pero, en cambio, una variación memética –por ejemplo, una mejora en una herramienta de trabajo- es seleccionada primero por el individuo y después, probablemente, lo será por el entorno.

  Los memes pueden ser muy complejos. Un meme puede englobar otros muchos: la religión católica, por ejemplo, es un meme lleno de costumbres, textos sagrados, instituciones, moralidad y elementos sobrenaturales. Un meme complejo es un memeplex. La misma personalidad humana, nuestra idea subjetiva, biográfica de la propia existencia, sería un memeplex.

La memética nos proporciona la novedad de entender el yo de otra forma. El yo es un enorme memeplex, posiblemente el más tenaz y persistente entre todos ellos. Voy a llamarle «yo-plex». El yo-plex permea nuestros pensamientos y nuestras acciones hasta tal punto que nos impide reconocer con claridad lo que es: un puñado de memes. Su existencia se debe a nuestro cerebro que facilita los mecanismos ideales para construirlos mientras que la sociedad representa el selecto entorno donde prosperan.  (p. 313)

  Una característica a destacar es que la coevolución meme-gen puede tener aspectos prosociales.

Cuando un meme se introduce en una persona altruista o amable (…) tiene mayores probabilidades de ser copiado  (p. 233)

El meme que hace que una persona parezca más amable y más generosa, incrementará las probabilidades de ser imitada con lo que dicho meme se transmitirá a otros, sin incurrir en grandes costes. (p. 233)    

  En la medida en que los genes son realidades materiales muy específicas (moléculas) y el meme es solo un concepto que engloba todo tipo de conocimientos y experiencias transmisibles culturalmente, se podrá pensar que la equivalencia “gen”-“meme” sea poco menos que una metáfora pero resulta muy explicativa porque en ambos casos se trata de un fenómeno de transmisión y evolución que determina la característica humana de progreso mediante el cambio y perfeccionamiento. Blackmore especula que la utilización de memes, es decir, la tendencia a la imitación mutua entre los antepasados directos del Homo sapiens, al implicar una gran capacidad intelectual, pudo haber favorecido la selección de los cambios genéticos que dieron lugar al asombroso desarrollo del cerebro humano moderno.

La coevolución del meme-gen podría haber producido el gran cerebro. (p. 151)

  Una comprensión del “fenómeno memético” puede ayudarnos a flexibilizar los cambios culturales. Pero recordemos que, al igual que sucede con los genes, sus mecanismos de propagación no se basan directamente en el bienestar humano. Los memes mejores no son siempre los que más se propagan, pero si, por ejemplo, deseamos que prosperen concepciones sociales más favorables –prosociales: que den lugar a relaciones cooperativas armoniosas y de plena confianza- quizá no sea lo más favorecedor lograr un diseño óptimo o argumentación convincente acerca de los mejores valores morales o de vida social, sino que convenga más buscar mecanismos de replicación más eficaces para tales valores o ideas. Por ejemplo, muchos de los avances en la prosocialidad se deben al éxito de obras literarias, y no tanto de obras eruditas de grandes pensadores o decisiones ponderadas de estadistas.

  En el mundo antiguo, la religión tenía una capacidad mucho mayor de expandir ideales éticos y fórmulas novedosas de relaciones humanas de las que tenían los filósofos académicos. La filosofía estoica mostraba un gran ideal ético, pero estaba bastante restringida a las élites intelectuales del mundo grecolatino; el cristianismo, que se inspiró en el estoicismo y el platonismo, contaba, sin embargo, con características mucho más apropiadas para propagarse rápidamente entre las masas, incluidas las más incultas: historias fantásticas, personajes sagrados emotivos, fábulas, parábolas, arte pictórico sencillo, milagros y profecías…    

Lectura de “La máquina de los memes” en Ediciones Paidós Ibérica, S. A., 2000; traducción de Montserrat Basté-Kraan    

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