martes, 5 de enero de 2021

“Historia de la moral europea desde Augusto a Carlomagno”, 1869. William Lecky

  William Lecky fue un erudito victoriano que escribió un buen libro sobre la evolución de la moralidad que todavía hoy es de gran interés, entre otras cosas porque, al fin y al cabo, las fuentes con las que contamos para informarnos sobre las concepciones morales de los europeos desde los tiempos de Augusto hasta los de Carlomagno eran ya conocidas a mediados del siglo XIX. 

[Se dice que] algunas acciones que eran admitidas como legítimas en cierta época han sido vistas como inmorales en otra. Todo esto queda sin valor cuando se percibe que en todas las épocas la virtud ha consistido en el cultivo de los mismos sentimientos, si bien los estándares de excelencia alcanzados han sido diferentes (Vol I- p. 53)

  Importante reflexión sobre la existencia de una base universal de la moralidad. Actos morales e inmorales serían básicamente los mismos, y lo que cambiaría son los “estándares de excelencia”. Ésta es una cuestión que no estaba resuelta en los tiempos de William Lecky y sigue sin estarlo hoy.

Mi objetivo presente es simplemente mostrar la acción de las circunstancias externas sobre la moral, examinar cuáles han sido los tipos morales propuestos como un ideal en diferentes épocas, en qué grado han sido realizados en la práctica y por qué causas han sido modificados, alterados o eliminados  (Vol I -p. 78)

  Si partimos de la Roma de Augusto, tenemos que considerar que con Augusto culmina la adaptación del pensamiento griego a las concepciones morales de la cultura romana. Y aquí se señala al núcleo ideológico de todo el sistema moral romano (de antes y de después de Augusto): el estoicismo.

El estoicismo (…) se convirtió en la verdadera religión de las clases educadas [romanas]. Proveyó de los principios de virtud, dio contenido a la literatura más noble de su época y guio todo el desarrollo del impulso moral (Vol I-p. 105)

Los estoicos enseñaban que solo la virtud es un bien, y que todas las otras cosas son indiferentes, y de esta imposición se infería que nacimiento, rango, país o riqueza eran meros accidentes de la vida y que solo la virtud hacía a un hombre superior a otro. Se enseñaba también que la deidad es un espíritu siempre presente que anima el universo y que es revelado con especial claridad en el alma del hombre, y se concluye que todos los hombres son miembros semejantes de un mismo cuerpo, unidos por la participación en el mismo espíritu divino  (Vol I- 112)

  El triunfo del cristianismo es el triunfo sobre el estoicismo romano a la hora de desarrollar las cualidades humanas virtuosas (esencialmente, las que hacen armoniosa la convivencia dentro de una nutrida y compleja sociedad). Pero el estoicismo romano, adaptado del pensamiento griego, había evolucionado ya hasta adoptar una forma particular en la época de Augusto y el periodo imperial que con él comienza.

  Ante todo, hemos de considerar los aspectos de la moralidad que ocupan a William Lecky. Para éste, la evolución de la moralidad es una evolución del pensamiento acerca de las emociones humanas en el contexto social.

Los cambios morales (…) que se efectúan en la civilización pueden ser adscritos sobre todo a causas intelectuales, porque estas quedan como la raíz de la completa estructura de la vida civilizada. A veces (…) las causas intelectuales actúan directamente, pero con más frecuencia tienen solo una influencia indirecta, produciendo hábitos de vida que a su vez producen nuevas concepciones del deber (…) Un tipo de virtud se forma primero por las circunstancias y los hombres después la convierten en el modelo dentro del cual se encuadran sus teorías (Vol I- p. 73)

  Todas las sociedades de la Antigüedad son de tipo guerrero y hasta cierto punto se pueden considerar como sociedades patrióticas en tanto que la élite guerrera defiende la comunidad. El guerrero civilizado no lucha simplemente por su supervivencia o por su gloria, lucha sobre todo por su nación, trátese de la polis griega o de una entidad política más extensa y compleja (Grecia o Roma).

La guerra (…) era la escuela de las virtudes morales más que en el presente. El patriotismo, en ausencia de cualquier otra fuerte pasión teológica, había asumido un poder trascendental. El ciudadano, pasando continuamente de la vida política a la militar, mostraba que había de perfeccionarse en los efectos morales de ambas (…) El pueblo romano tendía inevitablemente a la producción de un cierto tipo de carácter que, en sus características esenciales, era el tipo del estoicismo  (Vol I- p.84)

  Esta virtud buscada implica resistencia solitaria frente al mal y encuentra en la satisfacción por el deber cumplido y el reconocimiento público su recompensa. La idea de servicio público no es un mero “el fin justifica los medios”: siendo un patriota, el guerrero-filósofo alcanza una excelencia espiritual.

Platón dijo que nadie ha nacido solo para sí mismo, pero que él se debía en parte a su país, en parte a sus padres y en parte a sus amigos. Los estoicos romanos, tomando una visión más amplia, declaraban que el hombre ha nacido no para sí mismo sino para el mundo entero  (Vol I- p.113)

Durante el periodo entre la importación [desde Grecia] de los argumentos estoicos en Roma y el ascenso del Cristianismo, una transformación extremadamente importante de las ideas morales se había efectuado por causa de los cambios políticos, y se debatía sobre cómo podrían fundirse los elementos de éstas con el ideal estoico y cómo tendían éstas a ser reemplazadas por un tipo esencialmente diferente. Estos cambios (…) consistían en la creciente prominencia de lo benevolente o amable, diferenciado de las cualidades heroicas   (Vol I- p.107)

  Y ésta es la cuestión: para defender la ciudad necesitamos guerreros que garanticen no solo la victoria, sino también el buen gobierno. La ciudad –o la nación- no podrá ganar las guerras si internamente no está bien constituida por buenos ciudadanos con leyes justas y administradores honestos. Así pues, a las virtudes propiamente marciales –valor, ferocidad, autosacrificio, inteligencia, disciplina- hay que sumar virtudes que garanticen una vida social armoniosa. Ello exige la confianza mutua, y la confianza mutua solo puede nacer de la benevolencia demostrable.

Los hombres llegan al mundo con sus afecciones benevolentes muy inferiores en poder con respecto a las egoístas, y la función de la moral es invertir este orden (Vol I- p.49)

  Lecky nos describe la evolución de la benevolencia en el pensamiento grecolatino. Los estoicos, en tanto que maestros de la calma del espíritu, también estimaban la benevolencia en tanto que opuesta a la ira –y garante, por tanto, de la confianza cívica. Ahora bien, los estoicos, que consideraban que el servicio público era la mayor realización humana, también apreciaban la severidad. El hombre ejemplar debía ser severo, pero también benévolo, y aquí encontramos una tensión que da lugar a una evolución.

La clemencia [dice Séneca] es una disposición habitual de amabilidad en la aplicación del castigo. (…) La piedad, por otra parte, tiene con respecto a la clemencia el mismo tipo de relación que la superstición con respecto a la religión. Es la debilidad de una mente frágil que cede a la vista del sufrimiento. La clemencia es un acto de juicio, pero la piedad perturba el juicio (Vol I- p. 90)

  Esta importante diferencia señala quizá el conflicto moral que abre la puerta al cristianismo: la relevancia de la compasión. Para el estoico severo, la compasión es un exceso, es ceder lo racional a lo emocional.

Si comparamos las diferentes virtudes que han florecido entre paganos y cristianos, invariablemente encontramos que el tipo prevalente de excelencia entre los primeros es aquel en el que rigen la voluntad y el juicio, y entre los últimos es aquel en el que las emociones son más prominentes. La amistad antes que el amor, la hospitalidad antes que la caridad, la magnanimidad antes que la ternura, clemencia antes que simpatía, son las características de la antigua bondad.(Vol I- p. 91)

  Esta evolución en la mente moral queda marcada por diversos hitos de la legalidad civil. Por ejemplo, la actitud ante distintos rasgos de crueldad -¿o es severidad?- como puede ser el infanticidio, las ejecuciones, los juegos de gladiadores, el suicidio y, por supuesto, la guerra.

Las obras de Eurípides han sido en el mundo antiguo la primera gran revelación de la suprema belleza de las virtudes amables. Entre las muchas formas de adoración que florecieron en Atenas, había un altar solitario, conspicuo y honrado más que cualquier otro. Los oferentes se postraban ante él pero no había imagen de un dios, ningún símbolo o dogma. Estaba dedicado a la compasión y era venerado en todo el mundo antiguo como la primera gran afirmación entre la humanidad de la suprema santidad de la misericordia  (Vol I- p.107)

La noción de que hay algo impuro y despreciable, incluso en una ejecución, puede ser rastreada a lo largo de diversas épocas, y los verdugos, como los agentes de la ley, han sido considerados desde tiempos muy antiguos como impuros. Tanto en Grecia como en Roma la ley los obligaba a vivir fuera de los muros de la ciudad y en Rodas nunca se les permitía siquiera entrar en la ciudad (Vol II- p. 21)

Séneca, que enfáticamente abogaba por el suicidio, admite que había quienes lo condenaban y él mismo intentó moderarse al señalar “la pasión por el suicidio” que había surgido entre sus discípulos. Marco Aurelio titubea un poco sobre el tema, inclinándose a veces hacia la doctrina platónica que dice que el hombre es un soldado de Dios, ocupando un puesto que sería criminal abandonar. Plotino y Porfirio argumentaban con fuerza en contra.  (Vol I –p.101)

Cuando el círculo creciente de la simpatía había hecho que los romanos contemplaran a los esclavos como una clase de segunda naturaleza humana, [los filósofos] percibieron la atrocidad de exponerlos en los juegos y un edicto del emperador lo prohibió (Vol I- p.133)

Plutarco destaca sobre todo en recoger motivos de consuelo; Séneca en formar caracteres que no necesitan consuelo (Vol I- p.114)

Grecía fue en cierto grado una excepción [en la difusión de los juegos de gladiadores en el Imperio romano]. Cuando se hizo un intento de introducir el espectáculo en Atenas, el filósofo cínico Demonax apeló con éxito a los mejores sentimientos de la gente al exclamar: ”deberíais primero derribar el altar de la Piedad” (Vol I- p.129)

El cambio en el tipo de virtud se muestra en la influencia de los moralistas eclécticos y en la mayor parte de platónicos cuya influencia estaba dirigida contra la condena estoica de las emociones y en el gradual ablandamiento del tipo estoico. En Séneca, la dureza de la secta, si bien muy aparente, es rota por preceptos de una benevolencia real y extensa, si bien la benevolencia procede más bien de un sentido del deber que de la ternura del sentimiento. En Dion Crisóstomo la benevolencia práctica no es menos prominente, pero hay menos orgullo y dureza. Epicteto encarna el estoicismo más severo en su “Manual”, pero en sus disertaciones exhibe un profundo sentimiento religioso y un amplio espectro de simpatías. En Marco Aurelio los elementos emocionales se han incrementado mucho y las cualidades amables comienzan a predominar sobre las heroicas.  (Vol I- p.154)

  Todo ello testimonia la evolución moral en el sentido de exaltar las emociones compasivas que es previa al triunfo del cristianismo.

  Por otra parte, William Lecky acepta el cliché de la “decadencia moral de Roma” que iría paralela a la evolución moral de sus pensadores más críticos.

El sistema imperial, la institución de la esclavitud y los espectáculos de gladiadores (…) cada una de estas [causas] ejerció una influencia de lo más amplia y perniciosa en el carácter de la moral del pueblo [romano]  (Vol I- p.121)

  Y, al valorar la influencia cristiana, encuentra que en la consideración de los juegos de gladiadores se halla uno de los principales rasgos distintivos.

La proscripción de los juegos de gladiadores es toda obra [del cristianismo]. Los filósofos [paganos], de hecho, podían deplorarlos, las naturalezas amables podían rechazar su contagio, pero para la multitud poseían una fascinación que nada sino una nueva religión podía superar  (Vol I- p.132)

  Como ya hemos visto, los griegos no aceptaron los juegos de gladiadores romanos. Pero solo los cristianos los rechazaron por completo, así como mantuvieron una postura pacifista que negaba el valor del militarismo, reemplazándolo por otras formas de heroísmo (martirio, santidad, ascetismo). El pacifismo, por otra parte, no era algo completamente nuevo en la Roma de Augusto, donde ya se idealizaba una paz universal.

Lucano se expansionaba con todo el fervor de un cristiano acerca de los tiempos venideros cuando la raza humana rechazará las armas y cuando todas las naciones aprenderán a amarse unas a otras. (Vol I- p.113)

   Los paganos disponían, pues, de una elevada moral y si bien los cristianos en muchos aspectos habrían profundizado en ésta, en otros los cristianos supusieron una aparente reacción. 

Debe admitirse que el código de los esclavos de la Roma imperial se compara no desfavorablemente con los de algunas naciones cristianas  (Vol I- p.142)

  Y es que, a diferencia de la tajante repulsa cristiana a los juegos de gladiadores, los cristianos no solo no rechazan la esclavitud, sino que incluso podrían favorecerla.

La esclavitud fue clara y formalmente reconocida por el cristianismo y ninguna religión trabajó tanto para alentar el hábito de docilidad y pasiva obediencia (Vol I- p.141)

 Ahora bien:

Aunque [la manumisión de los esclavos] no se proclamó una cuestión de deber o necesidad, fue siempre considerada uno de los modos más aceptables de expiar pasados pecados  (Vol II- p.34)

Nacer esclavo no descalificaba para entrar en el sacerdocio (Vol II- p.33)

La práctica de la manumisión, como acto de devoción, continuó hasta el final (…) En el siglo XII, los esclavos eran muy raros en Europa. En el siglo XIV, la esclavitud era casi desconocida (Vol II- p. 35)

  Es decir, aceptando no tanto la esclavitud como a los esclavos, estos reciben la aceptación social que a la vez acaba por hacer indeseable el maltrato. Llega un momento en el que se hace evidente que la mejor manera de no maltratar a un esclavo es convirtiéndolo en hombre libre… Pero no es la libertad el ideal buscado, el ideal buscado es la benevolencia. Una vez más, frente a la política, la moral, y frente a la filosofía, la religión…

La ética del paganismo era parte de una filosofía. La ética del cristianismo era parte de una religión. La primera era la especulación de unos pocos individuos altamente cultivados, y ninguno tenía influencia directa sobre las masas de la humanidad. La segunda estaba indisolublemente conectada con la adoración, esperanza y temores de un vasto sistema religioso que actúa al menos tan poderosamente sobre los más ignorantes como sobre los más educados. (Vol II- p. 5)

Como todas las grandes religiones, [el cristianismo] estaba más preocupado por los modos de sentir que por los modos de pensar (Vol II- p.164)

  La limitación ética del paganismo era, pues, que se basaba en una filosofía –el estoicismo, principalmente- , mientras que la ética cristiana se basaba en una religión. Religión es, usando una útil definición contemporánea, la “educación de las emociones”. No será hasta que lo intelectual tenga efecto emocional que alcanzaremos el cambio ético definitivo –es decir, cuando tengamos una religión ética de índole racional-. Por otra parte, en la predicación ética cristiana –religiosa- se parte del precedente de ciertas derivaciones del estoicismo –filosófico-, como es el caso de los a veces extravagantes “cínicos”, ascetas errantes que recuerdan en parte a los “sadhus” de la India, pero también al estilo socrático de ejemplaridad ética.

Es la misión [del filósofo cínico] ir entre los hombres como el embajador de Dios, denunciando, en todo momento, su frivolidad, su cobardía, sus vicios. Debe detener al hombre rico en la plaza del mercado. Debe predicar al populacho en la calle. No debe conocer el respeto ni el miedo. Debe mirar a los hombres como a sus hijos, a las mujeres como a sus hijas. En medio de una multitud furiosa, debe exhibir una calma tan plácida que los hombres pensarán que es de piedra. El maltrato, el exilio y la muerte no deben causar terror en sus ojos; y cuando es golpeado, debe amar a quienes lo golpean porque es él el padre y el hermano de todos los hombres (Vol I –p.143)

  El cristianismo que deja atrás la gran Antigüedad pagana no resulta, como bien sabemos, una edad de oro. “Desde Augusto a Carlomagno” la mitad del tiempo transcurre en la Alta Edad Media, una etapa violenta e incluso siniestra, de ignorancia y atraso económico. ¿Valió la pena, entonces, el cristianismo? 

El periodo del ascenso católico fue en conjunto uno de los más deplorables en la historia de la mente humana. Las energías del cristianismo se desviaron de cualquier estudio útil y progresivo, y se gastaron en disquisiciones teológicas. (Vol II- p.6)

La evidencia más prominente de la influencia eclesiástica en el código de Teodosio es la que más debe ser lamentada. Se trata de la inmensa masa de legislación que pretendía por una parte convertir al clero en una casta aparte y sagrada, y por la otra perseguir de toda forma y con todo grado de violencia a los que se desviaran de la ortodoxia católica (Vol II- p.23)

  Si bien, por otra parte…  

[En Bizancio] había más falsedad y traición que bajo los Césares, pero había mucha menos crueldad, violencia y desvergüenza. Había también menos espíritu público, menos independencia de carácter y menos libertad intelectual  (Vol II- p.70)

  En conjunto, vemos al cristianismo no exactamente como una “revolución” con respecto a la sabiduría grecolatina, sino como un salto cualitativo necesario dentro del proceso de evolución.

A diferencia de las religiones paganas, [el cristianismo] hacía de la enseñanza moral la principal función de sus clérigos, la disciplina moral era el objetivo principal de sus servicios y las disposiciones morales la condición necesaria del debido desempeño de los ritos (Vol II- p. 5)

Combinando la doctrina estoica de hermandad universal, la predilección griega por las cualidades amables y el espíritu egipcio de reverencia y sobrecogimiento religioso, [el cristianismo] adquirió desde el principio una intensidad y universalidad de influencias a las que ninguna de las filosofías a las que superó se había aproximado (Vol I- p.155)

El tipo [moral] cristiano es la glorificación de la benevolencia como el tipo estoico lo era de las cualidades heroicas, y ésta es una de las razones por las que el cristianismo es mucho más adecuado que el estoicismo para regir la civilización (Vol I- p.76)

  La reflexión sobre el monasticismo pondera los aspectos críticos del movimiento: la creación de comunidades de hombres santos cristianos apoya los puntos esenciales de la mejora conductual cristiana en el sentido de control de la agresión y fomento de la benevolencia, particularmente importantes cuanto que la sociedad europea que sucede a la caída de Roma es, de forma inevitable (por la falta de autoridad), caótica y violenta.

Los cuerpos monásticos que aparecían en todas partes formaban asilos seguros para las multitudes que habían sido perseguidas por sus enemigos, constituían un valioso contrapeso para las rudas fuerzas militares de la época, familiarizaban la imaginación de los hombres con tipos religiosos que podían suavizar el carácter en algún grado y conducían a hábitos de trabajo pacífico (Vol II- p.108)

La transición del eremita a la vida monástica implicó no solo un cambio de circunstancias, sino también un cambio de carácter. El hábito de la obediencia y la virtud de la humildad asumieron una posición que nunca antes habían ocupado (Vol II- p.84)

Los monjes benedictinos [siglo VI] al hacer del trabajo un elemento esencial de su disciplina, hicieron mucho para hacer desaparecer el estigma que la esclavitud había fijado en él  (Vol II- p.84)

El hábito de la obediencia no era algo nuevo en el mundo, pero la disposición a la humildad era preeminentemente y casi exclusivamente una virtud cristiana; y es posible que nunca haya habido una esfera en que fuese tan en gran medida y tan exitosamente inculcada como en el monasterio. Toda la disciplina penitencial, todo el tenor de la vida monástica, estaban diseñados para domar el sentimiento de orgullo y para dar a la humildad un lugar predominante en la jerarquía de virtudes. (Vol II- p. 85)

   Transformaciones psicológicas que asomaban a lo largo de la evolución del pensamiento grecolatino –principalmente en el estoicismo- culminan en el surgimiento de una religión de masas fuertemente emocional y de una gran carga ética. La ética de las masas ya no es la ética de contenido político, patriótico, del Imperio romano; se trata de una ética arraigada en las sensibilidades más íntimas de cada individuo y ya no solo en aquellos intelectualmente formados.

  El cristianismo que eliminó al elegante paganismo de los estoicos no trajo un paraíso en la tierra pero supuso un cambio cultural sobre el que hoy nos conviene reflexionar si queremos seguir dando pasos hacia un ideal estable de excelencia moral.

Lectura de “History of European Morals from Augustus to Charlemagne”, volúmenes I y II  (New York: D. Appleton, 1921) en “The Online Library of Liberty”; traducción de idea21

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