En cierto modo, en la época en que escribió este sencillo manual para los luchadores políticos no-violentos, Gene Sharp ya era un superviviente de un breve periodo de esperanza en los cambios democráticos mediante estrategias pacíficas.
El caso de Gandhi, y después el de Martin Luther King, de deslumbrante trayectoria, mostraron al mundo lo que parecían opciones realistas para el cambio político pacífico.
El empleo de las técnicas de la lucha noviolenta contribuye a democratizar la sociedad de varias maneras. (…) La lucha noviolenta le da a la población armas para la resistencia, que podrán usar para defender sus libertades tanto contra los dictadores que existen como contra los que puedan existir (…)La lucha noviolenta contribuye en forma importante a la supervivencia, renacimiento y fortalecimiento de los grupos e instituciones independientes de la sociedad (p. 50)
La lucha noviolenta es una técnica mucho más variada y compleja que la violencia. A diferencia de ésta, es una lucha que emplea armas políticas, económicas, sociales y psicológicas, aplicadas por la población y las instituciones de la sociedad. A estas armas se les ha conocido bajo diversos nombres, como protestas, huelgas, desobediencia o nocooperación, boicot, descontento y poder popular. (p. 42)
Es decir, lo que se propone no solo son medios incruentos de hacer política, sino también medios acordes con los fines de democracia y libertades.
Gene Sharp es uno más entre los muchos teóricos y prácticos que hicieron sus aportaciones en este sentido. Casi todos están olvidados hoy, como el español Gonzalo Arias, por ejemplo. Y eso es porque los tiempos cambiaron.
La resistencia noviolenta ha hecho avanzar el movimiento por la democratización en Nepal, Zambia, Corea del Sur, Chile, Argentina, Haití, Brasil, Uruguay, Malawi, Tailandia, Bulgaria, Hungría, Zaire, Nigeria y en varias partes de la antigua Unión Soviética (llegando a jugar un papel significativo en la derrota del intento de golpe de estado de línea dura de agosto de 1991). (p. 9)
El número de países en todo el mundo clasificados "libres" ha crecido de manera significativa en los últimos diez años. (p. 10)
Sin embargo, 30 años después de que el pueblo de Moscú saliera en defensa de las recientes conquistadas libertades, la sociedad rusa sometida actualmente a la dictadura de Putin es incapaz de movilizarse contra la guerra de agresión lanzada contra Ucrania. En estas últimas décadas, las tácticas no violentas no han tenido muchos éxitos y tampoco se están produciendo muchos avances en el modelo político democrático a nivel mundial.
(Con todo, merece reproducirse el prólogo sin firma para la edición digital de esta obra: “El politólogo Gene Sharp escribió este poderoso ensayo en 1993 para apoyar al movimiento de resistencia en Myanmar, donde el gobierno sentenció a siete años de prisión a quien tuviera este cuadernillo. Desde entonces, los opositores a la opresión –notablemente durante los levantamientos árabes del 2011 – han distribuido ampliamente este texto entre activistas políticos y sociales” Pero ni los sucesos de Myanmar ni los “levantamientos árabes” a los que se refieren han tenido, en general, un buen final)
Sobre la variabilidad del apoyo popular a las dictaduras, cabe considerar este juicio de Karl Deutsch.
Como los regímenes totalitarios requieren más poder que cualquier otro tipo de gobierno para relacionarse con sus gobernados, tienen una necesidad mayor de que los hábitos de sumisión estén más amplia y firmemente extendidos entre su pueblo. Más aún, tienen, en caso de necesidad, que poder contar con el apoyo activo de porciones significativas de la población. (p. 31)
¿Una referencia quizá al poder de la propaganda? Las dictaduras cuentan con medios a este respecto muy superiores a aquellos de los que puede disponer la resistencia clandestina. Pensemos además en que muchas estrategias de resistencia no violenta conllevan graves sacrificios no solo para los militantes políticos, sino también para la población en general.
Hay que cuidar que los malestares económicos de veras podrán remediarse luego de liquidada la dictadura. Si no, la desilusión y el descontento cundirán, a menos que se provean soluciones rápidas durante el período de transición a una sociedad democrática. Esa desilusión puede suscitar el ascenso de las fuerzas dictatoriales que prometan poner fin a los malestares económicos. (p. 69)
Demos por descontado que las condiciones para el éxito de una transición no-violenta de la dictadura a la democracia solo pueden darse excepcionalmente.
Confrontada con una fuerza firme y confiada en sí misma, con una estrategia concienzuda y de genuina solidez, la dictadura eventualmente se desmoronará. (p. 17)
El negarles a los agresores y dictadores la cooperación popular e institucional disminuye y puede anular el acceso a las fuentes de poder de las que dependen los gobernantes. Sin acceso a tales recursos, el poder de los gobernantes se debilita, y finalmente se disuelve. (p. 30)
Se requiere, por tanto, una gran difusión del ideario democrático, un gran compromiso de la mayoría de la población y una cierta capacidad de sacrificio. Nada fácil frente a la intimidación que supone la fuerza pública al servicio de los dictadores y del poder de la propaganda. Hay algunos autores que consideran que un apoyo popular de un 20 a un 30% es suficiente para mantener un poder dictatorial… siempre y cuando este poder dictatorial disponga de total control sobre las fuerzas armadas y de seguridad, total control de los medios de comunicación, el apoyo de importantes sectores sociales en posiciones dominantes –por ejemplo, la clase empresarial o la Iglesia-… y apoyo económico y político de fuerzas extranjeras. No son circunstancias que se den tan raramente.
Sharp enfatiza también que la acción democratizadora no-violenta requiere de una planificación exacta.
Algunos individuos o grupos (…) no ven que haya necesidad de una amplia planificación a largo plazo para un movimiento de liberación. En cambio, piensan ingenuamente que si ellos simplemente se abrazan a sus ideales con fuerza y tesón durante un tiempo suficiente, de alguna manera acabarán por realizarlos. Otros asumen que porque simplemente viven y dan testimonio de sus principios e ideales frente a las dificultades, están haciendo cuanto pueden para implementarlos. El compromiso con los objetivos humanitarios y la lealtad a los ideales son admirables pero inadecuados para acabar con una dictadura y conquistar la libertad. (p. 55)
Es lógico que quienes han tomado responsabilidades en la dirigencia de un movimiento de liberación exageren la importancia de una amplia planificación a largo plazo. A primera vista, sin embargo, lo más importante parece que es el que se den las circunstancias sociales extraordinarias que permiten a un pueblo unirse en una dura lucha no-violenta por la democracia.
¿Hay algún riesgo, alguna contradicción en enfatizar la importancia de una “amplia planificación”?
La pura brutalidad del régimen contra los activistas claramente noviolentos rebota políticamente contra la posición del dictador, causando disensión en sus propias filas (p. 44)
Aquí parece que, una vez más, lo más importante no es la efectividad de la estrategia sino el efecto moral de la actitud democrática no violenta. ¿Conforma todo esto más una alternativa cultural que una alternativa política?
Una consecuencia beneficiosa a largo plazo del empleo de la lucha noviolenta a fin de establecer un gobierno democrático, es que la sociedad estará más apta para manejar los problemas recurrentes y futuros. (p. 96)
En cierto sentido, queda claro que se afirma que los medios no violentos estarían vinculados a la iniciativa por alcanzar un sistema democrático. El problema es que sabemos que tácticas no violentas han sido utilizadas para fines no democráticos, como es el caso de la “Marcha Verde” de Marruecos. O, más recientemente, el gobierno de Myanmar.
Todo sistema político se basa en la coerción legal (promulgar leyes y hacerlas cumplir) por lo que la no-violencia es, en teoría, incompatible con la política. Sin embargo, la práctica de las estrategias políticas no-violentas ha supuesto una gran enseñanza a nivel cultural, ha tenido algunos efectos positivos y describe particularmente un periodo histórico de cierto optimismo en el que se trató de mostrar las posibilidades de un tipo de socialismo mucho más inocuo que el socialismo real de la lucha de clases.
Lectura de “De la dictadura a la democracia” en giovanni1905 (v1.0) ePub base v2.0 2012; traducción de Caridad Inda
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