jueves, 25 de enero de 2018

“El camino a la autocompasión”, 2009. Christopher K. Germer

   A primera vista, nada bueno sugiere la idea de “autocompasión”. Hace pensar en debilidad y egoísmo. ¿Por qué la ocurrencia del psicoterapeuta Germer acerca de la autocompasión?

La autocompasión es una forma de aceptación

El objeto de tu amabilidad es menos importante que la actitud que estás generando. Tu cerebro es más probable que repita lo que está experimentando en cada momento. Si te sientes estresado, estás aprendiendo estrés. Si te sientes benevolente, estás aprendiendo benevolencia.

Una emoción es esencialmente un hábito que podemos o bien fortalecer o debilitar. No es una “cosa” o una “sustancia”. (…) El modelo hidráulico, en el cual la ira llena un depósito de emoción esperando a ser utilizado, no se ajusta a los datos reales.

  La aceptación implica un mayor contacto con la realidad. Y la generación de actitudes es en cierto modo la clave de la psicoterapia, mientras que el desacreditado "modelo hidráulico", sostenido por Freud y por buena parte del "sentido común", implica que las emociones tienen que ser aprovechadas en uno u otro sentido, de manera que "un exceso de compasión" en uno mismo llevaría a una falta de tal emoción en las relaciones con los otros. Así pues, lo que Christopher Germer nos enseña –o nos sugiere- es que la práctica de la compasión –autocompasión- genera una actitud positiva y benévola para afrontar las propias adversidades y para afrontar la vida en sociedad que podría extenderse casi indefinidamente. Porque lo importante, a la hora de generar la actitud, no es con quién seamos positivos y benévolos en primera instancia. Lo importante es que lo seamos con alguien. Y somos quienes estamos más a mano para nosotros mismos…

Cuando sufrimos intensamente podemos necesitar sentirnos sostenidos o abrazados por otra persona. Esa “otra persona” puede ser un ser humano real, físico o, no menos efectivamente, una parte compasiva de nosotros mismos

  Por otra parte, la “aceptación” implica una actitud realista frente a la inevitable tendencia a negar la realidad ante las adversidades. Si en lugar de actuar, nos compadecemos, ello no es necesariamente malo cuando es evidente que no hay actuación posible que mejore la situación. Además, la acción irreflexiva muchas veces no surge con el fin de alcanzar objetivos reales, sino que se trata de reacciones emocionales, que pueden estar motivadas por el amor propio o por las presiones del entorno. La aceptación que implica la autocompasión puede ser positiva a la hora de afrontar una realidad que no podemos manejar de forma reflexiva.

Podemos aprender a tratar nuestra miseria y estrés de una forma nueva y más saludable. En lugar de afrontar las emociones difíciles luchando duro contra ellas, podemos afrontar el testimonio de nuestro propio dolor y responder con amabilidad y comprensión. Esto es la autocompasión –tomar cuidado de nosotros mismos de la misma forma con que trataríamos a alguien a quien amamos 

  Esta estrategia de generar una actitud tampoco implica que la autocompasión nos lleve al egoísmo.

Autocompasión es el fundamento para la amabilidad para los otros. Cuando aceptamos nuestra propia idiosincrasia, nos aceptamos más aceptantes de los otros

En palabras de Simone Weil, “compasión dirigida hacia uno mismo es humildad”

    En cierto modo, lo que nos enseña la autocompasión es un recurso para combatir la soledad…

Un cliente mío dijo: “¡envidio a la gente de Dios!”. Metta [meditación de amor y cuidado] es una oportunidad tanto para teístas como para no teístas de cultivar amor incondicional situándose próximos a los deseos más profundos

  “Metta” es un concepto de la filosofía budista que Germer refiere como “meditación de amor y cuidado” y que encuentra muy conveniente para una actitud compasiva. Se trata de una técnica sencilla que recuerda mucho a las oraciones religiosas cristianas sin entrar en las dificultades propias de la técnica de la meditación propiamente dicha, y que también se relaciona con el concepto de “mindfulness”.

Repetir las siguientes frases silenciosa y suavemente: que esté seguro, que esté feliz, que esté sano, que pueda vivir en paz (…) Cuando tu atención se distraiga, retorna a darte amor a ti mismo. Sentarte contigo mismo es como sentarse con un querido amigo que no se está sintiendo bien

Mindfulness se considera un factor subyacente en la psicoterapia efectiva y en la cura emocional en general (…) Mindfulness tiende a centrarse en la experiencia de una persona, usualmente una sensación, pensamiento o sentimiento

  Con ser todo esto útil, nos queda la situación inequívoca de que el individuo necesitado ha de buscar sustitutos de la que sería la fuente natural del apoyo o consuelo, ¡sus semejantes!  Quizá no es peor la autocompasión que lo que hace la “gente de Dios”, porque al menos no exige que nos aferremos a antiguas tradiciones sobre seres sobrenaturales (la autocompasión es racional), pero, en cualquier caso, falta un terapeuta al que se le ocurra organizar estrategias múltiples de compasión y consuelo (e incluso de acción reparadora) que llenen tal vacío. La práctica de la psicoterapia parte del esquema del individuo en solitario que acude al especialista, de modo que, curiosamente, pese a que se describe al individuo como necesitado por encima de todo de apoyo social, la solución que se le ofrece se da en un marco solitario para que el individuo en solitario afronte la vida social.

  Mientras tanto, la propuesta de Germer es razonable si aceptamos -¡aceptación!- la soledad del individuo que sufre y su necesidad de obtener sensaciones consoladoras que refuercen la actitud positiva…

Cuando enfrentamos el dolor emocional, nos vemos atrapados en él. Las emociones difíciles se hacen destructivas y dañan la mente, el cuerpo y el espíritu

Las palabras forman nuestra experiencia (…) La idea es encontrar palabras que evoquen sentimientos tiernos, cálidos, dentro de ti (…) Es mejor que las frases sean simples y fáciles de repetir (…) Lo que más importa es la actitud detrás de las frases (…)Las frases deben ser dichas en un tono que refleje tus intenciones benévolas –suave y amablemente

  “Generar actitud” es una visión lúcida de la comprensión psicológica de la naturaleza humana. A lo largo del tiempo se le ha dado diversas denominaciones, como "formar el carácter" o "ganar entereza", pero lo principal es que podamos reflexionar y ver con claridad que la persona puede evolucionar y cambiar, adaptándose, con mayor o menor éxito, a tipos de personalidad coherentes y benéficas para sí mismo y sus semejantes.

  Algo también valioso es que este libro, siempre en la línea de autocompadecernos, también adopta una posición “pesimista” en el sentido de asumir el daño, en lugar de verlo todo en clave positiva.

Un ingrediente común [en muchos problemas psicológicos es la] resistencia al malestar. Luchar contra lo que nos incomoda solo empeora las cosas. Mientras más podemos aceptar la ansiedad, la incomodidad física, el insomnio y el dolor de la desconexión –y la inseguridad que va con todo ello- mejor nos irá.

  Fuera de estos posicionamientos anticonvencionales, se señalan también algunos detalles que pueden mejorar el estado emocional del individuo.

Nombrar las emociones –soledad, tristeza, miedo, confusión- hace más fácil nuestra coexistencia con las emociones difíciles (…) La habilidad para encontrar etiquetas exactas para los sentimientos subyace toda la industria de la “terapia del habla”. La investigación neurológica ha revelado que encontrar palabras para los sentimientos desactiva la parte del cerebro que inicia una respuesta de estrés

  Algunas estrategias de autoayuda pueden parecer ingenuas, pero suelen verse avaladas por los resultados de cuidadosos estudios estadísticos. Fomentar la autocompasión, en definitiva, puede ser una buena idea porque, lógicamente, cualquier tipo de estrategia que propague el afecto refuerza el comportamiento afectivo, y, como hemos visto, no es muy diferente el sentirse amado por Dios a sentirse amado por uno mismo (en ambos casos, en la realidad, estamos solos…).

  Quizá lo mejor de todo es que esta aproximación a la autocompasión supone una racionalización del fenómeno afectivo. Así no haría falta envidiar a la gente de Dios si podemos disponer de algún tipo de focalización afectiva que nos proporcione gratificaciones y consuelos en alguna medida equivalentes. Quizá la autocompasión no sea la mejor solución, pero va en el sentido correcto.

lunes, 15 de enero de 2018

“La psicología de la religión”, 2009. Hood, Hill y Spilka

   El manual sobre psicología de la religión de Ralph W. Hood, Peter C. Hill y Bernard Spilka tiene el inevitable defecto de tratar de ser puntillosamente conciliador entre diversas teorías y evaluaciones acerca de un fenómeno tan complejo como es la religión. Además, se centra casi del todo en las concepciones religiosas norteamericanas contemporáneas y excluye, lo que es gravísimo, el fenómeno moderno de las llamadas “religiones políticas” que estuvieron vigentes en los países del bloque soviético y todavía lo están en unos pocos estados. También hay otras ausencias como, en el importante apartado acerca de las conversiones religiosas, los notables casos de “renacimiento espiritual” de algunas personas de marcada trayectoria antisocial (delincuentes presos) que, tras el cambio, pasan a comportarse según pautas de conducta claramente prosociales.

  Estas manifestaciones en particular del fenómeno religioso bien merecen un estudio que todavía parece que no ha llegado. Con todo, es mucho también de lo que estos autores sí pueden informarnos.

Nuestro papel es la búsqueda en mente, sociedad y cultura acerca de la naturaleza del comportamiento y pensamiento religiosos. El contexto sociocultural es el fundamento externo de las creencias, actitudes, valores, comportamiento y experiencia religiosos. De nuevo, el punto psicológico esencial aquí es que los psicólogos de la religión no estudian la religión per se; estudian a la gente en relación con la fe y examinan cómo esta fe puede influenciar otras facetas de sus vidas 

  ¿Y qué es la religión? Si lo que nos interesa es cómo la fe puede influenciar otras facetas de la vida tenemos que considerar la religión en base a sus efectos, es decir, el conjunto de características de la religión que es responsable de tales efectos. Vemos entonces que la religión, esencialmente, es una ideología, una visión general del mundo que es aceptada emocionalmente por el individuo en un contexto social dado. Y que la necesidad de religión obedece a que el intelecto humano sitúa a este individuo en una situación de inevitable incertidumbre ante su destino.

La gente detesta depender de la suerte. El destino y la suerte son pobres referentes para la comprensión, pero la religión en todas sus posibles manifestaciones puede llenar el vacío de la falta de significado admirablemente

  Desde este punto de vista, la religión es una consecuencia inevitable de la psique humana pero ¿proporciona algún beneficio a la vida en sociedad? ¿Es algo que fomenta la prosocialidad o más bien un estorbo en el avance de la civilización?

Algunos autores están inclinados a concluir que a la luz de la investigación relevante, la religión debe causar una salud mental mejorada, disminuye las perversiones [e] incrementa el comportamiento prosocial. (…) Esto es de hecho plausible, pero uno debe considerar también otras posibilidades causales

   Los posibles beneficios se hacen más notorios cuando se da la conversión del estado no religioso al religioso

Los efectos benéficos y terapéuticos de la conversión han sido celebrados durante milenios. (…) La transformación espiritual puede crear cambios en los sistemas de significado que den lugar a un estado afectivo positivo mediante un nuevo o renovado sentido de propósito, valor, eficacia y propia estima. 

Un creciente número de investigaciones sugiere que existe alguna conexión entre religión y comportamiento de ayuda. Sin embargo, la relación es compleja e implica muchas cualificaciones

Podemos tener dificultad de encontrar el sentido de una situación o ser incapaces de dominarla. La religión es una forma de que estas necesidades sean cubiertas, y la prevalencia mundial de la religión podría justificarse en parte debido al éxito de la fe en alcanzar estos fines

  El análisis a partir de la filiación religiosa de los ciudadanos norteamericanos que ocupa mayoritariamente este estudio hace verlo de esta forma. La estadística es la estadística. Aunque es cierto que las naciones del mundo más prósperas y próximas al ideal humanista se caracterizan por porcentajes de ateísmo de los más altos, también es un hecho el que las prácticas religiosas se relaciona también con mejores datos con respecto a quienes no las siguen: no todos los ateos o indiferentes a la religión lo son debido a su elevado nivel cultural.

  En general, podríamos aventurarnos a convenir que la religión ha sido un importante factor de avance social a lo largo de todo el proceso civilizatorio, que no ha sido un “parásito”, como algunos pensadores han escrito.

Se puede argumentar que el ritual y oración religiosos son mecanismos para aumentar el sentido de autocontrol y de control sobre el mundo propio 

   Desde el punto de vista de sociobiología o psicología evolutiva:

Según E. O. Wilson, la religión suprime los intereses propios del individuo a favor de los grupos en los que el individuo se integra.

Extensos estudios han hallado que la presencia de creencias y actitudes religiosas son los mejores predictores de satisfacción en la vida y de un sentido de bienestar 

En un estudio de más de 3000 niños y adolescentes, los clérigos fueron clasificados como más fiables que los padres, sugiriendo el potencial de los sacerdotes como modelos positivos

La función “normativa” de la religion [es] la noción de que una religión proporciona un grupo de referencia que prescribe [por ejemplo] qué actitud debería ser la de cada uno hacia el alcohol u otras sustancias (…) La función “integrativa” de la religión [es] la noción de que el grupo religioso proporciona a un individuo un sentido de aceptación, y que tal apoyo social disminuye la dependencia en otros mecanismos de reducción de ansiedad, tal como [por ejemplo] el uso de alcohol o drogas.

   No puede ser casualidad que las naciones más desarrolladas del mundo (donde hay más riqueza, más igualdad, mayor nivel educativo y menos criminalidad) coinciden en que, previo a su ateísmo creciente hoy, su población profesaba en esencia la misma religión, el cristianismo reformado (o “protestantismo”). Esta religión surgió evolutivamente a partir de formulaciones religiosas anteriores: el catolicismo antes que el protestantismo, el cristianismo greco-latino anterior al catolicismo y, confluyendo hasta este cristianismo greco-latino inicial, el judaísmo de la diáspora del Imperio Romano Oriental (Jesús, Pablo y Filón, por ejemplo) y la filosofía helenística de mayor alcance ético, el estoicismo. Parecen escuelas de pensamiento, de filosofía ética práctica. En suma, escuelas de sabiduría o espiritualidad…

Espiritualidad implica las creencias de una persona, valores y comportamiento, mientras que la religiosidad denota la implicación de la persona con una tradición e institución religiosa

La individualidad asociada con la espiritualidad no es un narcisismo egoísta centrado en el yo, sino más bien una búsqueda de la autorrealización que incluye aceptación y preocupación por los otros sin una necesidad de imponer un solo conjunto consistente de creencias para encuadrar la propia espiritualidad.

Si una orientación de religion interiorizada refleja una cristalización integrada del propio esfuerzo para enfrentar las complejidades de la vida, la religiosidad puede ser determinante de la sabiduría.

   Es razonable pensar que hoy la religión debería ser ya innecesaria. Los individuos más prosociales, aquellos cuya conducta más ayuda al desarrollo social, coinciden hoy sobre todo en su nivel educativo (lectura de libros, capacitación profesional, familiarización con las artes, dominio de la tecnología…) y no tanto en la religión. En general, los individuos más prosociales suelen ser ateos en tanto que son racionalistas y materialistas (¿aunque podrían no dejar también de ser “espirituales”?). Sin embargo, no parece que la mera promoción del ateísmo ayude a la prosocialidad, y un buen ejemplo de ello es cómo se promovió el ateísmo en las dictaduras marxistas. Todavía hoy muchas de aquellas naciones, ya democratizadas, siguen siendo la excepción estadística entre ateísmo y desarrollo humanista (siguen siendo de las sociedades más ateas… pero no coincide con la mayor prosperidad, la mayor igualdad social, la menor violencia o el nivel educativo más alto).

  Quizá por eso sería inteligente tratar de identificar cuáles son las características psicológicas propias del pensamiento religioso o espiritual que han contribuido a la prosocialidad y cuáles las que no.

   Consideremos los factores de conversión, los que permiten cambiar en poco tiempo las pautas de conducta de un individuo tras la asimilación de una doctrina religiosa que incluya un mensaje social y moral.

Mientras que la investigación clásica sobre la conversión se centraba en lo que sucede a los conversos pasivos, la investigación contemporánea se centra en lo que hacen activamente los conversos para dar lugar a su conversión. Por ejemplo (…) se ha enfatizado cómo los individuos deben aprender a actuar como conversos al llevar a cabo determinados roles prescritos que se esperan de la gente que ha sido convertida. Así, el cambio de comportamiento sucede antes de que un individuo internalice las creencias y percepciones característicos del converso.

  El cambio de comportamiento, pues, podría no tener que ver directamente con las creencias…

    Otro elemento religioso importante: la aparición de subculturas como motores de cambio social en el conjunto de la sociedad convencional.

Una secta [no en el sentido peyorativo de “secta destructiva” o “culto”, según la terminología anglosajona] es una subcultura religiosa por definición. Las sectas son en general vistas como tolerables formas de desviación religiosa, creadas cuando los grupos religiosos difieren significativamente de su cultura huésped en valores destacados (…) Los “cultos” son inherentemente movimientos religiosos de protesta. Por otra parte, los “cultos” carecen de ataduras previas con los cuerpos religiosos y tienden a emerger “ex novo”. (…) Las sectas son formas aceptables de desviación subcultural, y los “cultos” son formas de desviación religiosa más problemática que desencadena represalias culturales

  Esta importante diferenciación –sectas o “cultos”- parte del conflicto con el mundo de lo convencional, pero en ambos casos de lo que se trata es de la evolución del pensamiento ético y social aplicado a grupos que pueden o no acabar influenciando la sociedad hasta dominarla. Tanto la conversión como el fenómeno sectario son expresión de tales cambios, mecanismos psicológicos también presentes en otros fenómenos sociales, como movimientos políticos o ideológicos que también implican cambios de comportamiento para los individuos que participan en ellos.

  Por otra parte, es preciso admitir los peligros de la religión como en cualquier otra ideología de grupo:

El prejuicio contra los grupos religiosos ajenos es persistente (…) Las relaciones religiosas intragrupo no son diferentes de otras formas de relación intragrupal y por una variedad de razones, las identificaciones de grupo pueden generar antagonismo intergrupal. 

Interesantemente, las personas que se identifican a sí mismas como ateas o no creyentes no muestran el mismo grado de persistencia de negatividad extragrupal hacia grupos religiosos

  Esto último tampoco es por desgracia cierto en todos los casos. Desde el Terror de la Revolución francesa no han faltado movimientos ateos muy hostiles hacia los grupos religiosos. Los autores del libro parecen referirse más bien a los resultados de algunas encuestas en los Estados Unidos de hoy… y en este caso en particular hay que señalar de nuevo que las personas ateas o no creyentes suelen ser también las personas de más alto nivel educativo.

    Finalmente, lo más grave en este libro es que se obvie el peligro de irracionalismo propio de toda creencia conectada con unas supuestas vivencias sobrenaturales.

  Por un lado se menciona el “sacrificio del intelecto”

Comúnmente, los grupos y doctrinas religiosos ofrecen a sus miembros significados que hacen la vida soportable, pero a un coste –propiamente, un sacrificio del intelecto (…) Asuntos complejos son con frecuencia simplificados en una dicotomía del bien contra el mal. A las cuestiones difíciles e intrincadas se les niega el intento de comprensión con referencia a clichés tales como “Dios obra de forma misteriosa”

  Pero luego viene lo que parece una pequeña cobardía…

Con el conocimiento medico actualmente disponible, la idea de que las creencias religiosas y la oración son todo lo que se necesita para la curación –sin considerar la condición de la persona- es una perspectiva que puede muy bien indicar alguna dificultad en manejar la realidad

  Muy bien en lo que se refiere a los grupos –tristemente célebres sobre todo en Norteamérica- que creen en la sanación por la oración, pero ¿por qué no se reconoce que la misma creencia en Dios indica “alguna dificultad en manejar la realidad”? Si Dios existe, es razonable que responda a nuestras oraciones, de modo que los que creen en la cura por la oración son coherentes y no tendrían que ser especialmente vilipendiados... o por lo menos no más que todos aquellos que, en general, crean en la intervención de los seres sobrenaturales en nuestras vidas.

  En conjunto, esta indagación más bien sociológica sobre el hecho religioso aunque no llega a determinar exactamente el origen de todo lo positivo que tiene la religión sí nos da suficientes elementos de juicio para, sobre todo, promover que se siga estudiando un fenómeno humano que, muy probablemente, es el principal responsable de la evolución ética que a la vez promueve el progreso de la civilización.

viernes, 5 de enero de 2018

“Cerdos para los antepasados”, 1967. Roy A. Rappaport

    Roy A. Rappaport ha sido uno de los más prestigiosos “antropólogos de campo” en la época en que los llamados “pueblos primitivos” abundaban más que hoy y aún no estaban tan aculturados por el contacto con el mundo convencional. Hacia la década de 1960 Rappaport elaboró sus observaciones de los tsembaga, un pueblo de la “nación” maring en las tierras altas de Nueva Guinea. Le interesaban sobre todo sus ritos religiosos y su conexión con la ecología en un sentido social.

El lugar del ritual en la ecología de los tsembaga [es] el objeto del presente estudio

  Al referirse a la ecología, Rappaport se refiere a algo muy específico.

Los tsembaga, a quienes hemos calificado de “población local”, han sido estudiados como una población en el sentido de la ecología animal, es decir, como una unidad compuesta por un agregado de organismos que tienen en común ciertos medios característicos gracias a los cuales mantienen un conjunto de relaciones tróficas [de alimentación] compartidas con otros componentes animados e inanimados de la comunidad biótica en la que subsisten juntos

  Tengamos en cuenta que las sociedades primitivas no se construían en oposición al resto del medio natural como sucede en la civilización. El ser humano no pretendía dominar la naturaleza, sino encajar dentro de ella como una variedad animal más. Los tsembaga, aunque practican cierto tipo de agricultura y ganadería, se limitan a la subsistencia y en ningún momento consideran posible aumentar sus recursos económicos alterando el medio. Ésta es la clave de este estudio acerca de los rituales en los que, entre referencias a antepasados, espíritus y otras entidades inefables, por encima de todo lo que se busca es proveer el bien común.

Podemos decir que el ciclo ritual se podría considerar como un mecanismo que, al responder a los cambios en las relaciones en un sistema, hace volver estas variables a niveles anteriores y más viables

  El sistema peligra por dos factores sobre todo: uno es la excesiva reproducción de sus valiosos animales domésticos, los cerdos, y el otro es la guerra más o menos permanente entre los pueblos vecinos.

    Veamos primero que, cuando se tienen demasiados cerdos, estos suponen un peligro ecológico.

La campaña a favor del kaiko [celebración de sacrificio de cerdos] comienza cuando la relación entre determinados cerdos y sus amos cambia, pasando de ser una relación de apoyo (provisión de proteínas de emergencia, conversión de tubérculos de calidad inferior, etc) a ser una relación de parasitismo 

Los informantes dijeron (…) que querían tener su kaiko pronto, porque los cerdos estaban arruinando los huertos

Los cerdos, por su número, por su contribución a la dieta y por el esfuerzo que requiere su crianza son con mucho los más importantes animales domésticos de los tsembaga. El ritual tsembaga, además, como el de otros muchos pueblos de Melanesia, está íntimamente relacionado con los cerdos. La mayoría de las ocasiones rituales están marcadas por la matanza de cerdos y por el consumo de su carne.

  La guerra también está relacionada con una abundancia costosa e indeseada

Si doblamos el número de los varones solteros y también el de mujeres solteras, se duplican quizá con creces las posibilidades de robos de mujeres y de otros incidentes conflictivos. De este modo se incrementan las fuentes de irritación a un ritmo mayor que el tamaño de la población. Si consideramos que el aumento demográfico es lineal, el incremento de ciertas causas de conflicto, cuando no de conflictos reales, puede ser considerado aproximadamente geométrico.

  Por supuesto, las guerras no se originan directamente por cuestiones ecológicas o demográficas. La motivación evidente, el impulso emocional agresivo, suele ser la venganza.

Una vez establecida una situación de enemistad, las exigencias de venganza desempeñan un papel importante en su mantenimiento. Se supone que ha de estar vigente un principio de reciprocidad absoluta: cada muerte a manos de un grupo enemigo exige la muerte de un miembro de ese grupo

  Mientras que la sabrosa carne del cerdo que se comparte en los festines rituales (sobre todo el llamado “kaiko”) parece una alegre consecuencia de la vida en común, la guerra toma la forma de una fatalidad basada en constantes venganzas a partir de incidentes equívocos cuyas consecuencias podrían ser evitables. Sabemos que lo son porque Rappaport y sus colegas se dan cuenta de que el que un incidente cualquiera (por ejemplo, tomar sin permiso alimento de un huerto ajeno) pueda acabar o no en violencia depende no tanto del hecho en sí sino de las antipatías previas entre los grupos a los que pertenecen los actuantes. El acto “delictivo” que comete un extraño puede llevar a una agresión y la agresión a una venganza, mientras que, si lo comete un pariente o un vecino medio-pariente, todo puede acabar en una reprimenda y posterior reparación y reconciliación. De modo que para los tsembaga la guerra no es algo que se quiera ni se pueda evitar, sino una consecuencia más o menos natural del indeseado contacto entre extraños.

  Con respecto a la guerra, la utilidad del ritual no pretende traer la paz… sino atenuar la violencia inevitable. Por ejemplo, en ciertos casos se da el “combate reducido" que

tiene una similitud (…) con las exhibiciones territoriales agonísticas de otras especies animales

  O incluso se puede decir que también guarda similitud con los deportes por equipos de nuestra sociedad convencional: no suele morir nadie. Pero, por desgracia, las cosas no quedan siempre ahí: la guerra puede ser letal y llevar incluso a la aniquilación de los no combatientes.

Se consideran equivalentes, para fines de venganza, todos los hombres, mujeres, niños o bebés, y la mayoría de los episodios bélicos terminan con deudas de sangre pendientes.

  Control de la población y control del territorio. Los pueblos derrotados, si no exterminados, pueden llegar a verse forzados a abandonar la zona…y entonces el entorno retoma su equilibrio.

  Por otra parte, los grandes banquetes “kaiko” cumplen una importante función política en este entorno conflictivo: las posibilidades de victoria en las guerras dependen de las alianzas entre grupos más o menos emparentados.

Parece ser que los contendientes esperaban el día en que sus enemigos se presentasen en el campo de batalla sin el apoyo de sus aliados. El día en que uno de los grupos se encontrase en clara ventaja numérica sobre el enemigo, en vez de continuar con la táctica estática usual atacaría. Cuando la lucha se prolongaba, parece que conservar el apoyo de los aliados se hacía cada vez más difícil.

La ocasión indica cuando un cerdo ha de ser sacrificado y también quién ha de comerlo. Los cerdos sacrificados durante los rituales asociados con el desarrollo real de la guerra son consumidos únicamente por los hombres que participan en la lucha. (…) [En un momento dado de la fiesta] se ruega a los visitantes que dejen de bailar y que se reúnan para escuchar el discurso de recepción de uno de los hombres responsables de la invitación (…) El hombre rememora las relaciones de ambos grupos: la ayuda mutua en las guerras, el intercambio de mujeres y bienes, y la hospitalidad mutua en tiempos de derrota. Luego señala los montones de comida donados a cada invitado

  La parte positiva de esta coexistencia entre pueblos parecidos pero a la vez diversos, es que los grandes banquetes son la ocasión para estrechar alianzas, realizar comercio e incluso concertar matrimonios. Y el cerdo es el gran manjar.

Es muy posible que se gastara más energía en obtener alimento para los cerdos que la que éstos restituyeron en forma de carne.  (…) [Pero] la cria de cerdos entre los melanesios no es antieconómica (…) El simple hecho de que a los cerdos se los alimente con plantas no consumidas por los humanos, hace de ellos, en cierto sentido, almacenes de excedentes vegetales. (…) No es probable que la cantidad de calorías que pueden ser extraídas de la carne de los cerdos criados según los métodos melanesios sea más de una quinta parte de la cantidad de alimentos que se les ha dado (…) La cría de cerdos debe ser considerada como una forma de convertir carbohidratos en proteínas y grasas de alta calidad, más que como un medio de almacenar vegetales.(…) [Por lo demás,] las frutas y las verduras componen aproximadamente el 99% en peso de las comidas diarias usuales de los tsembaga

  No demasiados cerdos, no demasiadas guerras, tener suficiente comercio y suficientes oportunidades para intercambiar esposas y emparentar. Incluso el equilibrio “natural” abarca las cuestiones internas dentro de la población.

Entre los más susceptibles de despertar sospechas secretas pero no generales de brujería, figuran aquellos que tienen numerosas mujeres, objetos de valor, cerdos y plantaciones, pero que no son generosos (…) El temor a brujerías y hechizos, y a ser considerado sospechoso de hechizos y brujerías, es un factor que mantiene la igualdad social y económica característica de la sociedad

   La cuestión es no ir a peor y que cada individuo dentro de la sociedad ejerza una constante vigilancia de sus semejantes (y de los pueblos vecinos) a fin de que haya  suficiente para todos y no demasiado para alguno. Pero esto que el antropólogo ve tan racional y explicable, el pueblo tradicional lo traduce en rituales religiosos. ¿Por qué?: porque la religión es más eficaz a la hora de imponer pautas de conducta.

Dado que los hombres son incapaces de controlar muchos de los acontecimientos y procesos de su entorno que son de crucial importancia para ellos, experimentan una sensación de desamparo. Este desamparo produce ansiedad, temor e inseguridad. La ejecución de los rituales suprime la ansiedad, disipa el temor y proporciona una sensación de seguridad.(…) A falta de un poder que repose en autoridades diferenciadas, el acatamiento de las convenciones queda garantizado, o al menos se ve estimulado, por la sacralización de éstas. Así, entre los maring, la sacralización es una alternativa funcional al poder político, y no hay duda de que lo es también entre otros pueblos  (…) Como quiera que lo sacro  es considerado por los creyentes como algo indiscutiblemente verdadero, los mensajes sagrados tienen más probabilidades de ser aceptados como verdaderos

La función reguladora del ritual entre los tsembaga y otros maring ayuda a conservar un medio ambiente no degradado, limita los conflictos bélicos a frecuencias que no ponen en peligro la existencia de la población de la región, ajusta las relaciones hombre-tierra, facilita el comercio, distribuye los excedentes locales de cerdos en forma de carne entre toda la población y garantiza a la población humana una proteína de alta calidad cuando más la necesita

    El origen de la religión no es probablemente tan pragmático. Sin duda que los individuos, en cualquier sociedad, tienen ocasión de sentirse estremecidos ante lo maravilloso e inexplicable pero precisamente por eso no parece haber mejor recurso disponible que la asignación de la categoría de sagrado a las conductas que más benefician al colectivo.

 En resumen

No sería incorrecto referirnos a los tsembaga y a las demás entidades con las que comparten su territorio como un “ecosistema ritualmente regulado” y a los tsembaga y sus vecinos humanos como una “población ritualmente regulada”

   Hay que recordar, por otra parte, que ni los cerdos han estado presentes siempre en la dieta de los pueblos de las Tierras Altas de Nueva Guinea ni tampoco los maring han sido siempre agricultores. Tampoco los rituales habrán sido siempre los mismos. Ni siquiera son igualmente eficaces siempre. Pero la fórmula de los rituales en general y del sacrificio del cerdo (que se sacrifica a los espíritus de los antepasados, pero que se consume por los mortales del aquí y el ahora) es bastante acomodaticia en los casos mencionados y en bastantes más. Por ejemplo, los rituales se utilizan para anular los tabúes.

Puede sugerirse que los tabúes sirvieron para definir áreas de comportamiento en las que pudieran ser expresadas la ira y la amargura causadas por los muertos y los heridos y al mismo tiempo permitieron la cooperación en la mayoría de las tareas importantes de la vida. (…) Los tabúes representaban un compromiso entre la necesidad de expresar y de  reprimir sentimientos socialmente peligrosos

La variedad de tabúes que se revocaron [en un ritual dado] fue grande, por lo que es conveniente dividirlos en tres clases: los relacionados con el luto, con los conflictos intralocales y con la guerra (…) [Por ejemplo,] los viudos suelen anunciar (…) que no se casarán ni tendrán relaciones sexuales durante un tiempo indefinido. Tales restricciones quedan (...) abolidas con la matanza del cerdo del tabú

  El ritual marca un equilibrio… y una limitación. Es una fórmula conformista propia de una cultura cuya única meta es la supervivencia.  Da sentido a las cosas y permite aceptar la fatalidad.