lunes, 18 de noviembre de 2013

“Un silencio inquietante”, 2010. Paul Davies

   Paul Davies es un científico dotado que además se ha convertido en un magnífico divulgador. Aunque físico de formación, Davies está perfectamente al tanto de las implicaciones humanistas de las ciencias puras. Y se ha visto comprometido en uno de los proyectos científicos más sugerentes a la vez que con menor valor práctico: el programa “SETI”, muy bien conocido por el gran público debido al film “Contact”, basado a su vez en una novela de otro famoso divulgador científico, Carl Sagan.

El programa internacional de investigación SETI nació en 1960. SETI son las siglas inglesas de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre 

   Supongamos que el programa SETI tuviera éxito y se localizara, en alguna parte, de algún modo, con radiotelescopios u otros instrumentos, el rastro de una civilización extraterrestre.

La mayoría de los científicos concuerda en que un descubrimiento como éste perturbaría y transformaría el orden de las cosas de múltiples maneras. (…) ¿Qué efecto tendrá sobre nuestra sociedad, nuestro sentido de la identidad, nuestra ciencia, tecnología y religiones? 

Pensar en SETI requiere que abandonemos todas nuestras presunciones sobre la naturaleza de la vida, la mente, la civilización, la tecnología y el destino de las comunidades. En suma, requiere que pensemos en lo impensable.

Si alguna vez descubrimos signos inconfundibles de una inteligencia alienígena, saber que no estamos solos en el universo acabará impregnando todas las facetas de la búsqueda humana del conocimiento. Alterará irreversiblemente nuestra forma de vernos a nosotros mismos y nuestro lugar en el planeta Tierra. El descubrimiento se situaría a la altura de los de Copérnico y Darwin como uno de los grandes eventos transformadores de la historia humana. Pero pasarían décadas antes de que la gente se acomodara a la idea y su verdadera significación quedase establecida en firme, tal como ocurrió con la cosmología heliocéntrica y con la evolución biológica.

   De modo que, aunque no nos tomemos esta posibilidad muy en serio (y Paul Davies mismo se muestra bastante escéptico, de ahí la alusión al “silencio” en el título de su libro), las implicaciones del mero planteamiento ya nos alcanzan a todos.

 “Un silencio inquietante” dedica muchos capítulos a digresiones sobre diversos avances científicos a la hora de explicar los métodos con los cuales se intenta descubrir vida extraterrestre (inteligente o no), pero a la hora de profundizar en la razón de ser del proyecto, uno tiene que empezar a preguntarse qué sentido tiene el mismo hecho civilizatorio y sus implicaciones técnicas. Porque para que encontremos una civilización extraterrestre, primero sería necesario que llegase a existir otra civilización que, como la nuestra, contara con un cierto nivel de desarrollo tecnológico.

La ciencia como tal surgió en la Europa del Renacimiento bajo la doble influencia de la filosofía griega y la religión monoteísta. Los filósofos griegos enseñaban que los seres humanos podían llegar a comprender el mundo mediante el ejercicio de la razón, que alcanzó su forma más sistemática en las reglas de la lógica y los teoremas matemáticos que se siguieron de aquéllas. (…) No obstante, la filosofía griega nunca alumbró lo que hoy entendemos como método científico, mediante el cual la naturaleza es «interrogada» mediante el experimento y la observación, a causa de la profunda creencia de los filósofos griegos de que las respuestas podían obtenerse con la sola razón.

El judaísmo nos cuenta una historia cósmica, la historia de un plan divino revelado en una secuencia histórica. Esto contrastaba enormemente con la visión dominante de que el mundo es cíclico: la rotación de los buenos y los malos tiempos, el auge y declive de las civilizaciones, la rueda de la fortuna.

  Aparte del hecho de la improbabilidad de que pudiéramos coincidir con una raza extraterrestre que hubiera dado pasos semejantes, esta reflexión nos lleva a valorar lo que de excepcional tiene para la misma especie humana la civilización contemporánea en el grado de desarrollo alcanzado, ya que no sólo hacía falta razonamiento y materialismo, sino que también se necesitaba el “método”.

  Aparte de la civilización grecolatina, existe otro gran ejemplo que nos muestra la excepcionalidad del conocimiento científico: el mundo chino

La cultura tradicional china no estaba imbuida en la idea monoteísta de un dador de leyes trascendente. Fuera del mundo monoteísta, la naturaleza era percibida como algo regido por la compleja interacción de influencias rivales en forma de dioses, agentes y tendencias místicas ocultas. En la China medieval no se establecía una distinción clara entre las leyes morales y las leyes de la naturaleza. Los asuntos humanos estaban inextricablemente vinculados al cosmos, formando una unidad indivisible

  Pero ¿y si, aun así, fuese inevitable la tendencia hacia el progreso infinito, por mucho que esta tendencia se dé primero en unas determinadas culturas antes que en otras?, ¿y si las condiciones excepcionales que llevaron al desarrollo científico acabaran finalmente por darse, más tarde o más temprano, en cualquier tipo de comunidad de seres inteligentes?

Tal vez exista un principio profundo, y todavía desconocido, de organización social que diga, más o menos, que dada una raza de seres curiosos (la curiosidad es ciertamente un rasgo biológico), con el tiempo la ciencia es inevitable. Podría darse el caso de que la historia humana haya sido encauzada hacia la ilustración y el descubrimiento por la mano invisible de esas leyes desconocidas de la complejidad y la organización. Sin embargo, a primera vista parece que son muchos los factores contingentes (políticos, religiosos, económicos y sociales) que intervinieron en el desarrollo del método científico moderno.

   Plantearse la inteligencia de los seres vivos a nivel cósmico nos pone, además, en la situación de especular de una forma sensata y realista acerca de cuál será la trayectoria de la misma humanidad en el futuro… o de cualquier otra especie de seres inteligentes en el Universo.

Muchos futuristas ya están pronosticando el principio del transhumanismo, que implica una combinación de mejora genética, prostética, prolongación de la vida y aumento neurológico. Mucho de esto ya está pasando. 

  Y considerar los avances tecnológicos actuales supone sopesar la trascendencia de estos a medio y largo plazo.

Si tomamos el cerebro como un todo, éste ejecuta alrededor de 10.000 billones de operaciones por segundo (una cifra todavía poco definida). La supercomputadora más rápida llega a 360 billones, así que la Madre Naturaleza todavía lleva la delantera. Pero no por mucho tiempo.

   La vida humana misma, ¿tiene sentido?, ¿es un hecho único, y así habrá de serlo por siempre?, ¿la vida evolucionada ha de llevar hacia la autoconciencia?

Uno de los misterios más profundos de la ciencia es la naturaleza de la conciencia; específicamente, ¿cómo consigue generarla el cerebro? ¿Qué hay que hacer con un remolino de pautas eléctricas para conseguir un pensamiento, un sentimiento o una sensación de auto conciencia? Nadie tiene la menor idea. Pero si la simulación es buena, entonces, por definición, la simulación computacional no sólo será inteligente; será un ser consciente, con sensaciones y sentimientos. 

Creo que es muy posible, incluso ineluctable, que la inteligencia biológica sea sólo un fenómeno transitorio, una fase efímera en la evolución de la inteligencia en el universo. Si alguna vez encontramos una inteligencia extraterrestre, creo que es muy probable que sea de naturaleza post biológica.

El mejor término que se me ocurre, aunque no suena nada bien, es «supersistemas autoteleológicos»; el adjetivo implica la propiedad de un autodiseño orientado a un fin. Como la manipulación por medio del diseño es mucho más eficiente que el darwinismo, cabe esperar que, una vez desencadenado, el proceso de autodiseño sea muy rápido

   Esta especulación, tan de ciencia-ficción, es, sin embargo, sensata, teniendo en cuenta los cambios culturales que han tenido lugar desde el pasado remoto del que todos provenimos.

  Y, por otra parte, la autoconciencia que en tanto valoramos, ¿es una necesidad intelectual o sería más bien un estorbo a la hora de desarrollar las capacidades de transformar el medio mediante la inteligencia (sistematización y organización)?

No hay ninguna razón objetiva para suponer que un SistemaAutoTeleológico deba poseer una identidad personal de algún modo parecida a la nuestra. El poder de las computadoras radica en que pueden enlazarse, sin protestar demasiado, para compartir tareas y juntar recursos. A diferencia de los cerebros, que son entidades discretas, las computadoras pueden enlazarse en redes, juntarse, reconfigurarse y expandirse, al parecer indefinidamente. (…)Una potente red de computadoras sin sentido de identidad personal tendría una enorme ventaja sobre la inteligencia humana porque podría rediseñarse «a sí misma», realizar cambios sin temor, unirse a otros sistemas y crecer. Sentir todo eso como algo «personal» sería un claro impedimento para el progreso.

  Y, de todas formas, en el caso de que la autoconciencia sí se conservase en un plano más elevado de la inteligencia, ¿en qué consistiría una vivencia  separada de las bajas pasiones animales (el ideal propio de las religiones que buscan la extrema virtud)?

Una civilización extraterrestre avanzada podría poseer la capacidad de construir una computadora cuántica casi perfecta y físicamente muy compacta (digamos que del tamaño de un coche), pero con una extraordinaria potencia de computación, tal vez creando de este modo en un solo laboratorio una máquina superinteligente que posea la misma capacidad que una computadora convencional que ocupe un planeta entero.(…) Lo que haga con su existencia supera completamente nuestra comprensión, aunque hay quien ha sugerido que los intelectos avanzadísimos de este tipo pasarían la mayor parte de su tiempo demostrando teoremas matemáticos cada vez más refinados. 

  Demostrar teoremas matemáticos es algo que nos parece hoy tan decepcionante como la contemplación en el paraíso de la belleza perfecta de Dios… o como les parecería estúpido a nuestros antepasados cazadores-recolectores el que el hombre de hoy tenga que estudiar quince o veinte años para poder después ir a trabajar en una oficina a fin de cobrar un salario con el que conseguir cobijo y comida.

  En cuanto a los problemas sociales que tanto nos obsesionan, un avance científico en el sentido transhumanista requeriría, obviamente, un cambio social previo a fin de facilitar un óptimo desarrollo de las capacidades intelectuales. Y la ciencia tendría también algo que decir al respecto.

Es muy posible que inteligencias más avanzadas hayan utilizado ingeniería genética para eliminar las conductas criminales y antisociales. Comparados con nuestras referencias, deberíamos considerarlos auténticos santos.

   ¿Otras inteligencias?, ¿equivalentes racionales de la humanidad que desciende de los simios? ¿Alterar la naturaleza para ir hacia dónde?

   Búsqueda de inteligencia extraterrestre no es en el fondo algo muy diferente de la búsqueda de nuestro propio futuro.

2 comentarios:

  1. La "Búsqueda de inteligencia extraterrestre no es en el fondo algo muy diferente de la búsqueda de nuestro propio futuro", no estoy muy seguro que así sean las cosas. Sin proyecto político/social el ser humano no logra nada importante.
    Ese es el problema de los enfoques positivistas, que creen que la ciencia per se puede darnos una mejor vida y que los político, lo moral o la conciencia pueden convertirse en obstáculos para el desarrollo humano basado en , supuestamente, neutrales y apolíticos, conocimientos duros. No es así.
    Si temas tan fascinantes como la IA no son conectados a proyectos sociales humanistas, todo será un desastre (al menos para la mayoría) ¿qué futuro puede brindarnos la ciencia en un mundo en el que cada vez son menos quienes tienen todo y cada vez más quienes tienen poco o nada? La ciencia puede desarrollarse todo lo que se quiera, pero si no beneficia a la humanidad en su conjunto, se convertirá sólo en un adorno de los poderosos.

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  2. "Sin proyecto político/social el ser humano no logra nada importante."

    Es verdad que los autores que abordan diversas especulaciones sobre el futuro de la humanidad (futurismo...) suelen limitarse a los avances tecnológicos (Ray Kurzweil es un buen ejemplo de esto), pero ésta es una tendencia parecida a la de los marxistas, que pensaban que el cambio de las estructuras económicas daba lugar a los cambios sociales. Y, al fin y al cabo, los cambios económicos también tendrían como origen los cambios tecnológicos.

    Otro punto de vista es que, sin olvidarnos de cómo pueden influir todo tipo de cambios (climáticos, también, por ejemplo) el factor esencial del "proceso civilizatorio" es la evolución moral. Aquí se consideraría que la creación de conceptos morales y sociales (por ejemplo: "honor", "espiritualidad", "justicia", "felicidad", "caridad", "derecho", "dignidad"...) permiten a las sociedades experimentar nuevas fórmulas de vida social que, mediante "prueba y error", dan lugar a nuevas concepciones de la vida social. El elemento básico sería la moralidad (cómo juzgamos las relaciones entre individuos) y después vendrían, a partir de ella, los cambios sociales.

    En mi blog hago lo que puedo por incorporar información al respecto de las posibilidades de cambio social, y se agradecen las sugerencias, las críticas y los comentarios.

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