jueves, 25 de septiembre de 2025

“Un pequeño empujón”, 2008. Thaler y Sunstein

  El “pequeño empujón” (“Nudge”) al que se refiere el título de este libro de los eminentes autores Richard Thaler (premio Nobel de Economía) y Cass Sustein (doctor y profesor en Harvard de Derecho Constitucional) es la manipulación psicológica que todos conocemos del mundo de la publicidad. Pero en este caso, aplicada por el bien común y a cargo de los poderes públicos (o agencias humanitarias independientes). Esto se llama también “paternalismo libertario”.

Detalles pequeños, en apariencia insignificantes, pueden tener un importante efecto en la conducta de las personas. Una buena norma básica es dar por supuesto que «todo importa» (p. 9)

   Ejemplos fáciles de comprender de los “pequeños detalles”:

Si, el día antes de las elecciones, se le pregunta a una persona si piensa votar, se puede aumentar la probabilidad de que vote hasta en un 25 por ciento (p. 62)

El olor a líquido limpiador hace que las personas sean más pulcras mientras comen  (p. 63)

Un nudge, tal y como empleamos el término, es cualquier aspecto de la arquitectura de las decisiones que modifica la conducta de las personas de una manera predecible sin prohibir ninguna opción ni cambiar de forma significativa sus incentivos económicos. Para que se pueda considerar como nudge, debe ser barato y fácil de evitar (p. 10)

   Lo de ser “fácil de evitar” es necesario para que los “arquitectos de las decisiones” se puedan defender de la acusación de ser manipuladores. Pero, en realidad, no son tan fáciles de evitar.

Nuestro nuevo movimiento: el paternalismo libertario (…) El aspecto libertario de nuestras estrategias radica en la convicción de que, en general, las personas deben ser libres para hacer lo que desean, y para desvincularse de los acuerdos desventajosos si lo prefieren. (…) El aspecto paternalista radica en que pensamos que es legítimo que los arquitectos de las decisiones traten de influir en la conducta de la gente para hacer su vida más larga, más sana y mejor (p. 10)

Cientos de estudios confirman que las previsiones humanas son sesgadas y defectuosas. (p. 12)

   Los “arquitectos de las decisiones” no son diferentes a los publicistas. Y el que estén bien intencionados con respecto a la gente a fin de hacer su vida más larga, más sana y mejor … depende exclusivamente de para quién trabajen.

  El ejemplo inicial que se nos muestra en el libro no puede ser más paternalista..

[Una] directora del servicio de comedor del sistema escolar de una ciudad grande (…) [t]iene a su cargo cientos de colegios, y cientos de miles de niños utilizan sus comedores cada día. (…) Sin cambiar los menús, llevarían a cabo unos experimentos en los colegios para determinar si la forma en que se coloca y se presenta la comida puede influir en las decisiones de los niños. (…) La colocación de los distintos alimentos variaba de un colegio a otro. En algunos, lo primero que se veía eran las patatas fritas; en otros la zanahoria rallada. (…) Simplemente con reorganizar el comedor se podía aumentar o disminuir el consumo de muchos alimentos hasta en un 25 por ciento.  (p. 7)

Grabar una mosca en los urinarios redujo las salpicaduras en un 80 por ciento: un nudge de éxito extraordinario.  (p. 74)

  Pero después, las cosas no quedan tan claras como cuando se trata de que los pobres pequeños niños se coman sus verduras y su fruta. Porque de lo que se trata es de evitar que decidan por sí mismos aquellos que deberían hacerlo… pero que no es realista que estén en condiciones de ello.

Cuantas más opciones se dan, más ayuda hay que facilitar para tomar las decisiones. (p. 128)

Cuando las opciones son complejas y numerosas, exigir a la gente a que elija por sí misma podría no conducir a las mejores decisiones. (p. 186)

   En la sociedad moderna, el ciudadano común se encuentra completamente rodeado de complejidades para las que necesita asesoramiento. ¿No pueden elegir porque las propuestas son deliberadamente difíciles de comprender?

La crisis financiera de 2008 se produjo, en parte, porque mucha gente no tenía una idea precisa de los compromisos que estaba adquiriendo y su ignorancia fue explotada. (p. 183)

   ¿Faltó paternalismo público ante la manipulación privada?

  Todo esto se refiere a cuestiones como los tipos de seguro médico, las opciones fiscales, las hipotecas… ¿Es admisible el pretexto de que “todo es muy complejo” para imponernos la manipulación “paternalista”?

Muchas personas que están a favor de la libertad de elección rechazan cualquier tipo de paternalismo. Quieren que el gobierno permita a los ciudadanos escoger por sí mismos (p. 13)

Si usted diseña la papeleta que los votantes utilizan para escoger a sus candidatos, es un arquitecto de las decisiones. Si es médico y tiene que describir los tratamientos posibles a un paciente, es un arquitecto de las decisiones. Si diseña el formulario que los nuevos empleados rellenan para suscribir el seguro médico de la empresa, es un arquitecto de las decisiones. Si es un padre que está describiendo a su hijo o hija las opciones educativas posibles, es un arquitecto de las decisiones. Si es vendedor, es un arquitecto de las decisiones (pero eso ya lo sabía). (p. 8)

  Quizá una buena estrategia fuese hacer las cosas menos complejas o encontrar formas más asequibles de asesorar en la toma de decisiones. En muchos casos, lo que se muestra en este libro es que las autoridades, cuando dejan al público elegir, y considerando la dificultad insalvable que ello supone para muchos, le ofrecen también una opción “por defecto”. Y ahí entra también el “nudge”… para que, ante la complejidad, elijan esa opción y no cualquiera de las otras.

Por todas partes hay nudges, aunque no los veamos. La arquitectura de las decisiones, tanto la buena como la mala, es ubicua e inevitable, y afecta en gran medida nuestras decisiones (p. 194)

   Pensemos en los efectos de la influencia de la minoría para conseguir cambios que pueden ser muy importantes. ¿Es un “nudge”?

Supongamos (…) que las autoridades locales desean animar a la población a que haga más ejercicio para mejorar su salud. Si muchas  personas hacen ejercicio, simplemente con mencionar este hecho se podrían conseguir cambios significativos. Un número reducido de personas influyentes que muestren el comportamiento adecuado puede tener un efecto similar. (p. 53)

Un anuncio intenta corregir la percepción falsa de la norma en los campus universitarios con esta afirmación: «La mayoría (el 81 por ciento) de los estudiantes universitarios de Montana consume cuatro o menos bebidas alcohólicas a la semana». Montana aplica ese mismo enfoque al tabaco con un anuncio que indica que «la mayoría (el 70 por ciento) de los jóvenes de Montana no fuma» (p. 60)

  También se podrían difundir estadísticas acerca de que los que la mayoría de delincuentes, obesos y fracasados en general fuman…

  Por otra parte, es cierto que la divulgación de ciertas informaciones tiene también el efecto beneficioso de superar prejuicios. Por ejemplo, se considera que las tasas de préstamo muy elevadas equivalen a la usura, pero…

En los países en desarrollo, los microcréditos que condujeron a la merecida concesión del Premio Nobel de la Paz a Muhammad Yunus en 2006 con frecuencia tienen unos tipos de interés del 200 por ciento o más (p. 111)

  De todos modos, el factor más importante para hacer tolerable el paternalismo será siempre la buena intención del gestor… y la conciencia del individuo acerca de sus propias limitaciones.

Lectura de “Un pequeño empujón” en ebook Penguin Random House Grupo Editorial 2017; traducción de Belén Urrutia

lunes, 15 de septiembre de 2025

“Civilización o barbarie”, 1981. Cheikh Anta Diop

    Cheikh Anta Diop fue uno de los más notables intelectuales africanos con formación académica que polemizó sobre el origen de las civilizaciones. Lo más llamativo de su libro es su afirmación de que la base de la cultura de la Antigüedad clásica (Grecia) tiene su origen en una cultura africana negroide: el Imperio egipcio.

Uno puede ver cómo fundamentalmente impropia es la noción, tantas veces repetida, de la importación de las ideologías foráneas a África. Parte de una perfecta ignorancia del pasado africano. Del mismo todo que la tecnología moderna y las ciencias llegaron de Europa [a África], así lo hicieron, en la Antigüedad, el conocimiento general del Valle del Nilo al resto del mundo, particularmente a Grecia, que serviría como una vía de comunicación (p. 3)

Creta, a pesar de su supuesta herencia cultural, no conoció la escritura hasta la colonización por la 18 dinastía egipcia (p. 21)

  Hoy parece disputarse el que los antiguos egipcios fueran de aspecto de lo que hoy calificaríamos “subsahariano” (los "negroides" según un calificativo anterior), ya que el mismo Heródoto, que los calificaba de piel oscura (más oscura que la de los griegos, obviamente), también consideraba que aún más oscura era la piel de los "etíopes", los habitantes del actual Sudán… que en aquellos tiempos también contaban con una civilización avanzada y muy relacionada con la egipcia

Ramses II era un negro. Puede descansar en paz en su negra piel durante la eternidad (p. 67)

  Pero el grado de negritud de Ramsés II no afecta al hecho de que la egipcia se tratase, en efecto, de una cultura ciento por ciento africana.

En una cultura africana [contemporánea] reconcebida y renovada, Egipto jugará el mismo rol que la Antigüedad grecolatina juega en la cultura occidental (p.3)

  Y esto, manifestado en la época del nacionalismo africano, es una afirmación válida capaz de elevar los espíritus de las naciones en desarrollo.  En tiempos recientes se encontrarían rastros claros de la cultura egipcia en las de los pueblos del África Occidental (como Senegal, la patria de Diop), incluso en detalles insospechados.

La omnipotencia del número en los sistemas Dogon y Bambara, al igual que en el pitagorismo, está fuera de cuestión (p 318)

   Que este libro contenga numerosos errores (incluso referencias a supuestos fenómenos “paranormales”) no niega su valor contra el injusto desprecio a las culturas no occidentales. Y, desde luego, sigue siendo muy aceptada la afirmación de que la civilización egipcia es la base sobre la que se formó la sabiduría clásica.

El culto a Isis introdujo el universalismo, las nociones de la inmortalidad del alma y la salvación individual en el norte del Mediterráneo. La religión individual reemplazó el culto público y comunal de la ciudad.  (p 163)

La idea de Dios en su trono es un símbolo. Osiris fue el primer dios en la historia de las religiones que se sentó en el trono del Juicio Final, para juzgar las almas de los hombres. (p. 149)

Dionisos (…) no es otro que una réplica de Osiris en Grecia (p. 92)

La comunidad científica internacional sabe que dos mil años antes de Arquímedes los egipcios ya habían establecido las rigurosas fórmulas del área de la esfera (p 236)

El rigor en las fórmulas de la geometría egipcia no puede ser el resultado de fórmulas añadidas a lo largo de los siglos para resolver problemas prácticos: era obviamente el fruto de una ciencia altamente teórica y especulativa –tal como reconocían Aristóteles, Demócrito, Jámblico y Platón (p  267)

El papiro de Smith relata cuarenta y ocho casos de cirugía ósea y de patología externa. Su concisión científica se ha ganado la admiración de los estudiosos modernos. No es una colección de prescripciones, sino un auténtico tratado de cirugía ósea (p 284)

  En su reflexión sobre los orígenes africanos de la civilización, Diop se basa en buena parte en los postulados marxistas. Y ahí entra el concepto de AMP (“Modo Asiático de Producción”).

El tipo de estado conocido como de “tipo asiático” –AMP, nacido como resultado de las grandes obras hidráulicas, descrito por Marx y Engels, [tiene como] ejemplo más perfecto (…) el estado faraónico egipcio (…) La aristocracia militar no es el punto focal de la sociedad. La guerra tiene más bien una función defensiva (…) Egipto tuvo que ser invadido por los Hyksos a fin de embarcarse, como reacción, en la conquista de Asia occidental con Tutmosis III  (p. 129)

  El “AMP” –modo asiático de producción- parte de la suposición de que el origen de las civilizaciones es la necesaria cooperación en obras públicas sobre todo para la irrigación, y se adaptaría sobre todo a las antiguas civilizaciones de Egipto y China.

El modelo del AMP [modo asiático de producción] fue adoptado desde la época del antiguo Imperio, el periodo de las pirámides, casi en todas partes en el resto de África negra. (p. 172)

En el “Libro de los muertos” egipcio, la obligación de no dañar las obras de irrigación se considera un deber ético, cercano al de no matar y no cometer adulterio o sodomía (p 195)

   Como muestra del valor de la cultura egipcio-africana, Diop nos señala que, en el ámbito social, se daría un comunalismo africano y un individualismo griego. 

El auténtico modelo del estado indoeuropeo, la ciudad-estado, no fue viable. Condenado por múltiples ineficiencias, declinó y fue reemplazado por el modelo del Estado africano, particularmente el modelo egipcio, conocido como el estado AMP [modelo asiático de producción] (p 162)

El estado AMP, como los estados modernos, combina los intereses público y privado sobre una base nacional, no tribal (p 187)

  Sin embargo, Diop tampoco cae en el opuesto de considerar tales civilizaciones un paraíso perdido.

Las neurosis de las sociedades occidentales se deben al exceso de soledad, mientras que las de las sociedades o comunidades africanas en general se deben al mismo exceso de vida comunal (p.118)

  Como marxista, Diop, por lo tanto, plantea una visión moderna de la sociedad, por mucho que valore el relativo avance de la sociedad africana.

El estado es solo el instrumento legal de dominación de una clase sobre otra (p. 132)

  Sí se puede considerar que tal tipo de civilización pos-neolítica contenía principios modernos en el sentido de albergar presupuestos universalistas que no alentaban precisamente la guerra de clases.

El estado AMP –modo asiático producción-, surgido obviamente de una necesidad para la supervivencia de una colectividad completa e indiferenciada, precede el antagonismo de clase y no puede ser su consecuencia  (p 192)

Puede resultar paradójico, pero la filosofía imperial siempre tiene pretensiones universalistas y casi nunca es racista  (p. 133)

   Finalmente, Diop sí reconoce la originalidad del pensamiento griego  en algunos aspectos positivos que no pueden fundamentarse en el conocimiento egipcio.

El materialismo ateo es una creación puramente griega; Egipto y el resto de África negra no parecen haberlo conocido (p  328)

   Por lo tanto, no se trata de idealizar el modelo social egipcio, sino de dar una visión coherente del desarrollo de las civilizaciones que, de todas formas, supone un proceso dinámico, no prefijado por el pasado, y que puede verse afectado por fenómenos actuales. 

La idea del estado AMP [modelo asiático] sin revolución, sin convulsiones sociales, es un error al cual nos ha acostumbrado la teoría. (…) La rebelión campesina era casi endémica en China, y en Egipto la decadencia de la superestructura ideológica a partir del Imperio Antiguo se refleja en el diálogo de un hombre desesperado con su alma, donde se dice que “los dioses están interesados solo en los ricos, dejan el mal sin castigo y por ello los sacrificios ya no sirven de nada”  (p 186)

El sentido de la solidaridad tan querido para los africanos podría muy bien dar lugar al comportamiento individualista y egocéntrico de tipo Occidental, si las condiciones se modificaran (p 362)

 En esta visión, la lucha de los pueblos por la libertad y la igualdad debe fundamentarse en una visión moderna de la lucha de clases que no aparece representada ni en el individualismo occidental ni en el colectivismo tiránico africano. Diop señala, con mayor o menor acierto, la visión social de los tiempos pasados y él mismo se hace representante de la visión social de su propio tiempo.

Lectura de “Civilization or Barbarism” en Lawrence Hill Books 1991; traducción de idea21

viernes, 5 de septiembre de 2025

“El gran mito”, 2023. Oreskes y Conway

    Este libro de los historiadores Naomi Oreskes y Erik Conway nos ilustra acerca del “liberalismo económico” o “fundamentalismo de mercado”. Se trata, en apariencia, de una teoría económica que ha sido aceptada por muchos políticos, y que pretende retrotraerse a la “mano invisible” de Adam Smith. Pero sucede que ni es una teoría surgida de la especulación científica, ni se la debemos a Adam Smith. (Otra crítica anterior al liberalismo económico, desde otra perspectiva, es obra del economista y filósofo Karl Polanyi)

En la década de 1990, George Soros popularizó el nombre que consideramos más apropiado: fundamentalismo de mercado. Es una creencia cuasirreligiosa según la cual la mejor forma de cubrir nuestras necesidades —económicas o de cualquier tipo— es dejar que el mercado ejerza su magia, en lugar de recurrir al gobierno. El fundamentalismo de mercado trata «el Mercado» como un nombre propio: un ente único y autorreferencial que tiene voluntad e incluso inteligencia, que funciona mejor cuando no está constreñido ni se le molesta o perturba. (Introducción)

La ideología del fundamentalismo de mercado (…) niega los fallos del capitalismo y rechaza la mejor herramienta que tenemos para responder a esos fallos: el gobierno democrático. Tampoco reconoce el papel de otras herramientas, como la gobernanza corporativa. El fundamentalismo de mercado pregona los beneficios de la desregulación y el valor de la libertad económica, eclipsando casi totalmente cualquier otra consideración. (Introducción)

[Sin embargo,] los economistas liberales clásicos —Adam Smith incluido— reconocían que el gobierno desempeñaba funciones esenciales, como la construcción de infraestructuras para el beneficio de todos y también la regulación de los bancos, que, si se dejasen a su libre albedrío, podrían destruir la economía. Además, reconocían que necesitaba impuestos para desarrollar esas funciones. Pero a comienzos del siglo XX un grupo de autodenominados «neoliberales» cambiaron radicalmente el pensamiento político y económico. Argumentaron que cualquier intervención del gobierno en el mercado, aunque fuese bienintencionada, ponía en entredicho la libertad de los individuos de hacer lo que les plazca y, por tanto, nos pondría en el camino del totalitarismo. (Introducción)

  En realidad, el liberalismo económico tal como lo conocemos, y que llegó a convertirse en un hito cultural a partir de las políticas de los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en la década de 1980, no se origina ni en Adam Smith, ni tan siquiera en los prestigiosos economistas europeos Friedrich Hayek y Ludwig von Mises (muy citados en este libro) sino en Milton Friedman.

En la década de 1980, Friedman fue asesor del presidente Reagan y alabado como uno de los intelectuales públicos más poderosos del país (Capítulo 10)

  Milton Friedman ganó mucha popularidad con una serie de televisión y, desde luego, pese a la extravagancia de muchas de sus afirmaciones, no debe carecer de prestigio intelectual, puesto que le fue concedido el premio nobel de Economía.

  En este libro se discute que su teoría sea “solo una teoría”. Aparentemente, se trata del resultado de una activa conspiración por parte de los privilegiados del sistema económico capitalista que es anterior a Friedman y que decenios antes ya apoyó financieramente la publicidad a todos los niveles de teorizaciones similares contrarias al control estatal de la empresa privada.

La Asociación Nacional de Fabricantes (NAM) (…)  fue fundada en 1895 (…)  pasó a ser conocida principalmente por su oposición a la sindicación y a los impuestos federales. (…) La NAM insistía (…) en que el Gobierno federal debía dejar de obstaculizar los negocios y de regular los centros de trabajo. (Capítulo 1)

Se había creado una red de centros de pensamiento libertarios fuertemente financiados por industrias que vendían productos peligrosos, como tabaco y combustibles fósiles, para promover estas ideas en los colegios, las universidades y la vida estadounidense en general. (Introducción)

  Estas iniciativas empresariales en contra de la regulación pública de sus actividades (por ejemplo, para impedir monopolios, para proteger el medioambiente, para proteger a los trabajadores…), alcanzaba también el mundo de la cultura, hasta el mundo del cine –rechazo a películas como "Las uvas de la ira"- y promovía producciones como las obras de Ayn Rand e incluso la aparentemente inofensiva "La casa de la pradera".

   Desde la perspectiva actual, lejos de demostrarse que tal tipo de teorías son efectivas, a ellas se atribuye, entre otras, la catástrofe financiera de 2008 y la misma de 1929. En ambos casos, el disparador de la crisis habría sido la “desregulación” de los mercados financieros.

Tanto Carter como Reagan se esforzaron por desregular una gran parte de la economía estadounidense, pero Clinton, en cierto sentido, fue más lejos, con unas desregulaciones radicales de las telecomunicaciones y los mercados financieros. En 1996, declaró que «la era del gran gobierno ha terminado».(Capítulo 14)

En 2006, Larry Summers declaró que «todo demócrata honesto admitirá que ahora todos somos friedmanitas» (Capítulo 14)

No es sorprendente que siga el debate sobre las causas de la Gran Recesión. Pero muchos consideran que la derogación de la Ley Glass-Steagall, junto con otras iniciativas que disminuyeron la supervisión regulatoria y fomentaron las actividades fraudulentas, jugaron un papel significativo (Capítulo 14)

   Puede discutirse el que las políticas liberales y desreguladoras de Reagan y Thatcher tuviesen o no efectos catastróficos, pero, a diferencia de Friedman, los autores de este libro más bien defienden una aplicación pragmática y moderada de la confianza en el mercado, alejándose de maximalismos en cualquier sentido.

   Una de las peculiaridades de la teoría libertaria es que, en su propaganda, no solo se señala la eficacia de la mano invisible para crear riqueza, sino que se relaciona directamente con la libertad política. Solo es posible la libertad si hay libertad económica, y la libertad económica implica la libertad política.

  Sin embargo, hay pruebas sobradas de lo contrario.

Milton Friedman, el más famoso de los fundamentalistas norteamericanos del mercado, llegó incluso a afirmar que el voto no era democrático, porque podía ser distorsionado fácilmente por intereses especiales y porque, en cualquier caso, la mayoría de los votantes eran unos ignorantes. Pero, en lugar de pensar cómo se podría mitigar la influencia de esos intereses especiales o cómo los votantes podrían estar mejor informados, sostuvo su idea de que la verdadera libertad no era la que se manifiesta en la urna electoral. «El mercado económico proporciona más libertad que el mercado político», afirmó Friedman en Sudáfrica en 1976 (Introducción)

[Hacia 1920] los líderes de los empresarios y los sectores conservadores argumentaron que el trabajo infantil era una cuestión de libertad: la libertad de dirigir una empresa como su propietario lo considerase adecuado y de los padres de decidir qué era lo mejor para sus hijos (Capítulo 1)

Friedman [incluso] (…) ve los mercados como una alternativa al gobierno. (Capítulo 10)

Friedman insistía en que el mercado era mejor garantía de la libertad que el gobierno en una época en que unas normas restrictivas y otras formas de discriminación impedían que judíos como él pudiesen vivir en muchos vecindarios estadounidenses. (Capítulo 10)

No fue siempre ilegal arrojar productos químicos tóxicos en lagos y ríos, pero ahora lo es. Hubo una época en la que era legal comprar y vender personas. (Capítulo 15)

   Al abordar esta cuestión no pueden desecharse todos los argumentos liberales como manipulación interesada. Los partidarios del mercado inciden en causas lógicas por las que éste es más eficiente que la planificación estatal

Evocando a Mises, Hayek sostiene que el mercado debería entenderse como un medio de procesar información; el precio de un bien nos dice lo que vale ese bien para quienes lo tienen o lo quieren. (Capítulo 5)

   Esto hace pensar en la tentativa soviética post-stalinista de crear una alternativa al mercado basada en otro método para recoger información de los múltiples factores de la economía.

  En cualquier caso, en términos generales, los autores parecen tener razón: las naciones más prósperas son las que combinan estrategias de mercado con regulación estatal bajo control democrático.

Hay (…) una receta (…) general para crear ciudadanos altamente satisfechos: garantizar que las instituciones estatales sean de gran calidad, no corruptas, capaces de cumplir lo que prometen y generosas en el cuidado de sus ciudadanos en la adversidad (…) El Estados Unidos de las últimas décadas, con su énfasis en la decisión individual y la responsabilidad personal (y no social), sencillamente no se preocupa por sus ciudadanos como lo hacen estos otros países. (Capítulo 15)

Samuelson destacó que la experiencia de Suecia ofrecía una fuerte refutación [a las teorías libertarias de la Escuela de Chicago de Milton Friedman]: podías reducir la libertad económica y seguir sosteniendo toda una panoplia de libertades políticas. En unos pocos años, las experiencias de Chile y de China demostrarían que lo contrario podía ser cierto: podías incrementar radicalmente la libertad económica sin ganar mucha o ninguna libertad política. Sin embargo, Friedman nunca corrigió las siguientes ediciones de su libro. (Capítulo 10)

   Y, además, la intervención estatal ha sido imprescindible en el desarrollo de la industria, entre otras cosas porque la magnitud de las inversiones necesarias para la innovación tecnológica no suele estar al alcance de las empresas privadas, que buscan el beneficio a corto plazo.

Las compañías japonesas y coreanas podrían haber sido eficientes, pero su éxito estaba en gran medida dirigido desde el gobierno. Samsung, la compañía coreana que vendía con más éxito a los estadounidenses, había conseguido su posición gracias a exenciones fiscales, préstamos bancarios preferentes, créditos a la exportación y otras ayudas del Estado.  (Capítulo 13)

La creación de internet, el sistema de autopistas interestatales y la electrificación rural son ejemplos de un gobierno que asume un papel de liderazgo donde el mercado no llega. (Conclusión)

  En conjunto, debemos considerar la crítica al fundamentalismo libertario en el contexto de la crítica a todos los irracionalismos. Y, por encima de todo, una crítica a la violencia sistémica de una sociedad dividida en clases.

Bismarck instituyó las reformas sociales en la Alemania del siglo XIX: una reforma moderada era la mejor manera de detener un levantamiento social no precisamente moderado. Franklin Delano Roosevelt pensaba fundamentalmente lo mismo: que no estaba acabando con el capitalismo, sino preservándolo. (Capítulo 7)

  Hoy por hoy, el capitalismo es el mejor sistema económico conocido. Tampoco es que suponga muchas innovaciones con respecto al uso de la propiedad privada en general. Lo que sí supone una innovación es el control democrático de la economía privada por el bien común.

  Y hay que considerar lo que nos espera en el futuro, tras la llegada de Trump por segunda vez a la Casa Blanca desde enero de 2025, con un programa económico que, de momento, muy pocos economistas académicos de prestigio consideran razonable.

  Lectura de “El gran mito” en ediciones ebook Capitán Swing Libros 2024; traducción de Francisco Herreros