miércoles, 5 de marzo de 2025

“La gente de la montaña”, 1972. Colin Turnbull

   Este es probablemente uno de los más sorprendentes y polémicos libros de antropología de campo (o etnografía) que se conocen. También es el más amargo. Después de haber convivido con los pigmeos Mbuti, el antropólogo Colin Turnbull decide desplazarse de la selva africana a las zonas montañosas y áridas de una región fronteriza entre Sudán, Uganda y Kenia, donde se encuentra con el pueblo, poco numeroso, apenas desarrollado y muy empobrecido de los Ik

[Estas] gentes eran tan inamistosas, desconsideradas, inhospitalarias y mezquinas como ningún pueblo pueda ser. (p.32)

  Tal cual. Durante más de un año, Turnbull vive con ellos, aprende su lengua y recolecta datos individuales, muy personalizados y detallados sobre los habitantes de las pequeñas aldeas. La conclusión es terrible. El relato, los episodios narrados, las anécdotas, los sucesos dramáticos, es todo ciertamente espantoso.

  Pero siempre hay que tener presente un factor fundamental: el hambre. En plena sequía, las pobres cosechas fracasan y el recurso de la caza se ve limitado por las prohibiciones gubernamentales.

[Un leopardo mató a su hijo] y la madre estaba encantada. Se había librado del niño y no tendría ya más que llevarlo y alimentarlo, y todavía eso [suponía una buena noticia porque] quería decir que ahora sabían que había un leopardo [en la zona] e iba a ser fácil cazarlo. Los hombres encontraron al animal que había consumido todo el niño excepto parte de la cabeza, mataron al leopardo lo cocinaron y se lo comieron, con el niño y todo. Esta es la economía de los Ik (p. 136)

  También se cuenta de un hijo que pide comida para alimentar a su padre y una vez la obtiene se la queda para sí y deja morir a su padre de inanición. O unos padres que, fastidiados por las quejas de una hija por el hambre que pasa, la encierran hasta que finalmente muere igualmente de inanición. Y hay más. Mucho más. En la misma línea. 

Debo confesar que al principio de mi trabajo de campo escribí que no podía creer que estaba estudiando una sociedad humana, era más bien como estar observando a una singularmente bien organizada comunidad de babuinos (p. 236)

Los Ik (…) no valoran la emoción por encima de la supervivencia y viven sin amor (p. 237)

  ¿Hombres que se comportan como animales?, ¿seres embrutecidos? A Turnbull pronto se le ocurre relacionar lo que está viendo con los testimonios de los supervivientes de los campos de exterminio…

Es ciertamente difícil establecer cualquier regla de conducta mediante el estudio del comportamiento Ik que pudiera ser llamado social, siendo la máxima de todo principio Ik que cada uno haga lo que quiera y solo debería hacer aquello a lo que es forzado. Que la misma palabra que significa “querer” es la misma que “necesitar” ya ilustra bastante  (p. 183)

  Ni que decir tiene que, al igual que ha sucedido con otros relatos polémicos de antropólogos, el de Turnbull sería después muy contestado. Pobreza y lucha por la supervivencia es una cosa, pero la degeneración psicológica supone algo diferente.

La desgracia de los otros era su mayor alegría (p. 260)

 Sabemos que hoy los Ik siguen existiendo a pesar de que uno pensaría que un pueblo no puede sobrevivir si, entre otras cosas, no cuida de los niños.

A los niños no se les permite dormir en la casa después de que son echados de ésta, lo que sucede a los tres años, cuatro a lo sumo. De entonces en adelante deben dormir en el patio (p. 121)

  Al final de su relato, Turnbull nos informa de que la terrible sequía que dejó a los Ik al borde de la extinción (de la que los salvó la llegada de ayuda alimentaria) había sido sucedida por una época de buenas lluvias que hizo prosperar sus huertos, pero… 

Si ellos habían sido ruines, rapaces y egoístas antes, cuando no tenían nada, ahora que tenían algo habían alcanzado la excelencia en lo que para un animal habría sido un insulto llamar bestialidad (p. 280)

  Turnbull incluso aboga por la aniquilación de los Ik: que los niños sean llevados a orfanatos y los adultos dispersados por todo el país (¡recomienda un etnocidio!). 

  Supuestamente, al haber sido forzados por el gobierno a abandonar su antiguo modo de vida de caza y recolección, y no habiendo dado buenos resultados ni la agricultura ni la ganadería, el posterior periodo de desarraigo y hambruna los habría aniquilado como sociedad. En cuestión de unos pocos años habrían degenerado de forma irremediable y el residuo físico de la antigua sociedad resultaba ya solo una anormalidad biológica. 

En la crisis de supervivencia que enfrentaban los Ik, la familia fue una de las primeras instituciones en desaparecer, y [sin embargo] la sociedad Ik había sobrevivido. Insistían en vivir en pueblos incluso si los pueblos no tuvieran nada que pudiéramos llamar estructura social (p. 133)

  Es importante señalar que algunos interpretan este chocante testimonio en el sentido de que los seres humanos pueden vivir en sociedades “deshumanizadas”, pero Turnbull no lo considera así: los Ik tienen un pasado y, de hecho, su lengua es muy diferente a la de los pueblos vecinos, lo que demuestra su singularidad; hubo, pues, un tiempo en el que fueron una sociedad viable con costumbres que podríamos llamar acordes con los criterios universales de humanidad.

Por lo que he llegado a saber, su forma de vida había sido muy diferente del que era hoy (p. 20)

  Pero en el período en que Turnbull los conoce, ya no tenían religión, ni tradiciones, ni organización representativa…

  Ni siquiera los ritos funerarios se conservan.

En los viejos días, las posesiones personales a veces eran enterradas con [el cadáver], cosas que el muerto había amado en vida. Hoy nadie ama nada, y el cadáver es despojado de toda la ropa y ornamentos. (p. 196)

  Y a veces no hay entierro, se abandona los restos humanos entre los arbustos sin ceremonia alguna.  

   El relato es tan impresionante que inspiró una obra teatral y se ha leído en ámbitos literarios como una especie de ensayo de temática existencial.

Para toda la humanidad, el amor no es una necesidad en absoluto, sino un lujo, una ilusión. Y si no se da entre los Ik, quiere decir que, sea lujo o ilusión, la humanidad puede perderlo (p. 237)

Los Ik nos enseñan que nuestros muy alabados valores no son inherentes a la humanidad (p. 294)

   Algunas de las conclusiones de Turnbull resultan sospechosas, al relacionar esta descomposición moral con el individualismo de la sociedad urbana contemporánea. Uno puede pensar más bien que fue testigo de lo que parecía entonces el proceso de extinción de un pueblo. La historia nos cuenta acerca de muchos casos de pueblos que se extinguen, pero nadie nos había relatado la fase final de descomposición.

Lectura de “The Mountain People” en Simon and Schuster 1987; traducción de idea21

martes, 25 de febrero de 2025

“Manual de urbanidad”, 1875. Manuel Carreño

Llámase Urbanidad el conjunto de reglas que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás la benevolencia, atención y respeto que les son debidos. (p. 32)

La etiqueta es una parte esencialísima de la urbanidad. (p. 33)

  El de Manuel Carreño es uno de los muchos manuales de urbanidad y etiqueta que circulaban por el mundo en su época; este en concreto estaba destinado a la enseñanza escolar. El concepto de “urbanidad” recibe otras denominaciones en otros idiomas, mientras que el sentido de “etiqueta” es más generalizado. Como puede verse en la obra de Carreño, en ocasiones la “urbanidad” va más allá de la “etiqueta” y podría entrar en el ámbito de la enseñanza moral propia de la “paideia” griega. 

  Hoy los contenidos de “etiqueta” resultan un tanto cómicos pero no pueden dejar de vincularse a las concepciones sobre las relaciones humanas en un periodo histórico determinado. Aportan una visión ideal de la sociedad que coexiste con la negatividad cotidiana… y con sus propias contradicciones.

Nos encontramos constituidos en el deber de instruirnos, de conservarnos y de moderar nuestras pasiones. (p. 27)

  Vivir en sociedad impone obligaciones pero supone también aspirar a recompensas emocionales que valen mucho la pena. La urbanidad no es solo algo que nos ayuda a desenvolvernos en la vida social: supone en muchos sentidos la razón misma de ésta, las relaciones gratificantes de amabilidad y mutua asistencia entre los individuos, especialmente entre aquellos que son extraños entre sí, fuera del círculo familiar.

Los actos de benevolencia derraman siempre en el alma un copioso raudal de tranquilidad y de dulzura, y nos preparan al mismo tiempo los innumerables goces con que nos brinda la benevolencia de los demás. (…) Por el contrario, el hombre malévolo, el irrespetuoso, el que publica las ajenas flaquezas, el que cede fácilmente a los arranques de la ira, no solo está privado de tan gratas emociones y expuesto, a cada paso, a los furores de la venganza, sino que vive devorado por los remordimientos, y lleva siempre, en su interior, todas las inquietudes y zozobras de una conciencia impura. (p. 24)

Debemos emplear nuestra existencia entera en la noble tarca de dulcificar nuestro carácter, y de fundar en nuestro corazón el suave imperio de la continencia, de la mansedumbre, de la paciencia, de la tolerancia y de la generosa beneficencia. (p. 30)

  Benevolencia. A pesar de que es preciso trabajar e incluso competir con nuestros semejantes dentro de una sociedad burguesa dedicada a la consecución de bienes materiales y de ostentación pública, la benevolencia, si sabemos desarrollarla en nuestros actos, puede proporcionarnos una vida virtuosa, acorde con los valores sagrados.

¿Dónde hay nada mas conforme con el orden que debe reinar en las naciones y en las familias, con los dictados de la justicia, con los generosos impulsos de la caridad y la beneficencia, y con todo lo que contribuye a la felicidad del hombre sobre la tierra, que los principios contenidos en la ley evangélica? (p. 9)

  Supongamos que, inspirados por la ley evangélica, practicamos una vida de benevolencia. Sabemos que la estamos practicando porque nuestros actos son contenidos, cuidadosos, armoniosos… casi una expresión artística (¿o una liturgia?). Por ejemplo, cuando se nos invita a casa ajena, a la privacidad de un extraño.

Entraremos a la pieza que se nos designe, donde aguardaremos a que aquella [persona que vamos a visitar] se presente. Durante este espacio de tiempo, permaneceremos sentados a la mayor distancia posible de los lugares donde haya libros o papeles, y de manera que nuestra vista no pueda dirigirse a ninguno de los sitios interiores del edificio. (p. 94)

   Más allá de la liturgia de la benevolencia hay también ideales profundos de humildad, de comprensión y de lo que hoy llamaríamos “empatía”.

En las injusticias de los hombres no veamos sino el reflejo de nuestras propias injusticias: en sus debilidades, el de nuestras propias debilidades: en sus miserias, el de nuestras propias miserias. Son hombres como nosotros (p.31)

   Tal creación de una psicología prosocial –como se diría hoy- no es muy diferente a la que se exigía a los monjes. Pero ahora habría que practicarla en un mundo diferente. Y aquí es donde asoma la gravedad de las contradicciones.

La urbanidad estima en mucho las categorías establecidas por la naturaleza, la sociedad y el mismo Dios; así es que obliga a dar preferencia a unas personas sobre otras, según es su edad, el predicamento de que gozan, el rango que ocupan, la autoridad que ejercen y el carácter de que están investidas. (p. 36)

Nuestro acendrado amor [por nuestros padres] debe naturalmente conducirnos á cubrirlos siempre de honra, contribuyendo, por cuantos medios estén a nuestro alcance,  su estimación social, y ocultando cuidadosamente los extravíos, las faltas a que como seres humanos puedan estar sujetos, porque, LA GLORIA DEL HIJO ES EL HONOR DEL PADRE (…) aun cuando lleguemos a creerlos alguna vez apartados de la senda de la verdad y de la justicia (p. 16)

  Hay también referencias al amor a la patria, que se equipara nada menos que al amor a Dios. Pero es más grave que, junto a la consolidación de la desigualdad se dé también cierta tendencia a la falsedad y la hipocresía.

Nuestra atención debe corresponder siempre a las miras del que habla, o al espíritu de su conversación; manifestándonos admirados o sorprendidos cuando se nos refiera un hecho con el carácter de extraordinario y compadecidos si el hecho es triste ó lastimoso ; aplaudiendo aquellos rasgos que se nos presenten como nobles y generosos ; celebrando los chistes y agudezas (p. 92)

  Esto podría anular cualquier intercambio sincero entre personas con puntos de vista diferentes.

La más grave, acaso, de todas las faltas que pueden cometerse en sociedad, es la de desmentir a una persona, por cuanto de este modo se hace una herida profunda a su carácter moral; y no creamos que las palabras suaves que se empleen puedan en manera alguna atenuar semejante injuria. (p. 91)

  Y eso que se critica la afectación…

Si bien la mal entendida confianza destruye (…) la estimación y el respeto que todos nos debemos, la falta de una discreta naturalidad puede convertir las ceremonias de la etiqueta en una ridícula afectación. (p. 35)

    En este manual de urbanidad hay una descripción precisa de la psicología de la benevolencia, pero un desarrollo sospechoso. Hay referencias a cómo evitar situaciones graves que solo pueden darse si partimos de un mundo mucho más sórdido que los ideales evangélicos en los cuales este tratado se inspira.

Es tan solo propio de personas vulgares y destituidas de todo sentimiento de moralidad y pundonor, el pedir dinero prestado, o hacer compras a crédito en los establecimientos mercantiles o industriales sin tener la seguridad de pagar oportunamente. (p. 128)

Una persona de elevados principios no debe, es verdad, hacerse la injuria de admitir como posible que se le atribuya jamás una acción torpe; mas el que echa de menos una cosa de su propiedad, necesita poseer principios igualmente elevados para apartar de sí una sospecha indigna, y así, la prudencia nos aconseja ponernos, en todos los casos, fuera del alcance aun de la mas infundada y extravagante imputación. (p. 126)

   Son los años de la miseria urbana, de los abusos clasistas, de la rapacidad mercantil, de los burdeles, de la demagogia política y el nacionalismo violento y racista.

  El intento de promover la benevolencia se encuentra ante obstáculos que no se manifiestan directamente. La gente respeta las clases sociales, encubre las faltas de los mayores, se comporta hipócritamente. Apenas hay una ligera mención a tratar con cortesía a los sirvientes –durante las comidas en las que se tienen invitados- y nada con respecto a la generosidad con los que menos tienen.

  Es posible rastrear estas inconsistencias en lo que, de entrada, parece una relativa tolerancia para la informalidad.

Las chanzas no pueden usarse indiferentemente con todas las personas ni en todas ocasiones: ellas son privativas de la confianza, y enteramente ajenas de la etiqueta: rara vez es lícito a un hijo usarlas con sus padres, a un inferior con su superior, a un joven con una persona de edad provecta; y en ningún caso son oportunas en círculos serios (p. 132)

Excluyamos severamente la ironía y la sátira do toda discusión, de todo asunto serio, y de toda conversación con personas con quienes no tengamos ninguna confianza. (p. 88)

   La peligrosidad del humor está señalada pero el hecho de que se restrinja solo a las personas superiores ya demuestra asumir una imperfección para los inferiores.

  En cuanto al juego, no solo no se ve contrario a los buenos valores evangélicos, sino que ni siquiera se menciona que se hagan apuestas y la cuantía a las que estas pueden llegar. Y el hecho de que se quiera prevenir el apasionamiento del juego, es una vez más un reconocimiento del peligro que esta conducta prescindible supone.

Si no hemos adquirido el hábito de dominar nuestras pasiones, si no poseemos aquel fondo de desprendimiento, generosidad y moderación que es inseparable de una buena educación, imposible será que dejemos de incurrir en la grave falta de aparecer mustios y mortificados en los reveses del juego, y de ofender el amor propio de los contrarios, cuando los vencemos, manifestando entonces una pueril y ridícula alegría. (p. 115)

  Finalmente, algunas observaciones acerca de las relaciones de la urbanidad con la materialidad del cuerpo humano. Tal como han observado algunos autores, existe una progresión social en los cuidados higiénicos.

Nos lavaremos la cara con dos aguas, los ojos, los oídos interior y exteriormente, todo el cuello al rededor, etc., etc., nos limpiaremos la cabeza y nos peinaremos. (p. 41)

  No hay mención, por breve y discreta que sea, al cuidado que merece el resto del cuerpo, ni tan siquiera al riesgo del olor corporal. Y en 1875 se habían hecho ya grandes avances en las instalaciones higiénicas dentro de los hogares (bañeras y conducciones de agua).

  Y obsérvese lo que es una evidencia del lento cambio de las costumbres higiénicas…

Es imponderablemente asqueroso escupir en el pañuelo; y no se concibe cómo es que algunos autores de urbanidad hayan podido recomendar uso tan sucio y tan chocante. (p.45)

  Por lo demás, el cuerpo humano sigue viéndose como un enemigo potencial de la misma humanidad. 

Al despojarnos de nuestros vestidos del día para entrar en la cama, procedamos con honesto recato, y de manera que en ningún momento aparezcamos descubiertos, ni ante los demás ni ante nuestra propia vista. (p. 60)

Lectura de “Manuel de Urbanidad” en Benito Gil – Editor 1875

sábado, 15 de febrero de 2025

“Objetividad, relativismo y verdad”, 1991. Richard Rorty

   La tarea es interminable ¿cuánto podemos llegar a saber? Somos subjetivos y aspiramos al conocimiento objetivo. No es fácil. “Todo es relativo”… entonces, nunca podremos contar con certezas. Sobre todo si tenemos presente todo el tiempo nuestra incapacidad de alcanzar un conocimiento válido para todos nuestros semejantes…

La tradición filosófica nos ha acostumbrado a la idea de que cualquiera que esté dispuesto a atender a la razón —a escuchar todos los argumentos— puede ser persuadido a reconocer la verdad. Esta concepción (…) Kierkegaard [la] denominó «socratismo» (p. 256)

  Pero si se trata solo de una “tradición” no podemos darle siquiera nosotros el valor que lógicamente ha de asignarse a la “verdad”.

Fue un error intentar convertir al científico natural en un nuevo tipo de sacerdote, un vínculo entre lo humano y lo no humano. También lo fue la idea de que algunos tipos de verdades son «objetivas» mientras que otras son meramente «subjetivas» o «relativas» (…) También lo fue la idea de que el científico tiene un método especial que, con sólo que el humanista lo aplicase a los valores últimos, nos daría el mismo tipo de autoconfianza sobre los fines morales que la que tenemos sobre los medios tecnológicos (p. 60)

  El filósofo norteamericano Richard Rorty fue un pragmatista liberal. Desde su punto de vista, si la ciencia no nos aporta objetividad, menos todavía podrá hacerlo la filosofía –tanto peor para el “socratismo”-. Pero tampoco está tan mal vivir en el entorno social que nos es dado. Para Rorty, cuando menos, es suficiente para asentarnos en una comunidad moral de corte democrático. De esa forma nos ilumina en cuanto a que no creer en la verdad objetiva no supone ser relativista.

Puede funcionar la democracia liberal sin presupuestos filosóficos. (p. 244)

Hay una diferencia entre el nazi que dice «Somos buenos porque somos el grupo particular que somos» y el liberal reformista que dice «Somos buenos porque, más por la reflexión que por la fuerza, finalmente convenceremos a todos los demás de que lo somos». (p. 289)

  Pero si podemos convencer mediante la “reflexión” eso significa que contaríamos con una superioridad –un tanto socrática- sobre las culturas no liberales.

No podemos saltar fuera de nuestra piel democrática social occidental cuando encontramos otra cultura, y no deberíamos intentarlo. Todo lo que deberíamos intentar hacer es penetrar en los habitantes de esa cultura lo suficiente como para hacernos una idea de qué aspecto tenemos para ellos, y si ellos tienen ideas que podamos utilizar. Eso es también lo que es de esperar que ellos hagan cuando se topan con nosotros. Si los miembros de la otra cultura protestan diciendo que esta expectativa de reciprocidad tolerante es provincianamente occidental, sólo podemos encogernos de hombros y contestar que tenemos que actuar según nuestro criterio, igual que ellos, pues no existe una plataforma de observación supercultural desde la cual situarnos. (p. 287)

  No existe plataforma de observación supercultural  pero nosotros,despreciamos –encogiéndonos de hombros- a quienes desprecian la reciprocidad tolerante occidental. 

   Y esto podemos relacionarlo con que en el aspecto moral sí tenemos alguna capacidad para la certeza.

Quienes desean fundar la solidaridad en la objetividad (…) deben concebir una metafísica que diferencie las creencias verdaderas de las falsas. (p. 40)

El fracaso de la metafísica no nos impide realizar una distinción útil entre la persuasión y la fuerza (p. 294)

[Debemos] entender la ciencia natural simplemente como un instrumento de predicción y control en vez de como un ámbito normativo de la cultura (p. 224)

   La naturaleza humana implica, por tanto, algún determinismo. La ciencia –al menos, la de inspiración newtoniana- se basa en el mismo planteamiento. Es preciso que nos expliquen por qué la predicción y control no implica la posibilidad de normas morales.      

 Tomamos nota de la afirmación de que no hay metafísica ni “naturaleza humana” (y por lo tanto no hay determinismo).

La idea de naturaleza humana como estructura interior que lleva a todos los miembros de la especie a converger en el mismo punto, a reconocer como honorables las mismas teorías, virtudes y obras de arte, nos asegura que incluso si hubiesen ganado los persas, antes o después hubieran aparecido en algún lugar las artes y ciencias de los griegos (p. 52)

  Finalmente, hemos de encuadrar todo este minucioso discurso en las concepciones, ya cada vez más populares, del posmodernismo y la deconstrucción

En mi opinión, carece de utilidad señalar las «contradicciones internas» de una práctica social, o «deconstruirla», a menos que se pueda idear una práctica alternativa (p. 34)

  No aparece en el pensamiento actual, a ningún nivel, una alternativa.

La Ilustración había esperado que la filosofía justificaría los ideales liberales y fijaría los límites a la tolerancia liberal apelando a criterios de racionalidad transculturales. (…) Nosotros los liberales burgueses posmodernos no tachamos ya de «necesarios» o «naturales» nuestras creencias y deseos centrales y de «contingentes» o «culturales» los periféricos. (p. 281)

No hay nada malo en las esperanzas de la Ilustración, las esperanzas que crearon las democracias occidentales. Para nosotros los pragmatistas, el valor de los ideales de la Ilustración es precisamente el valor de algunas de las instituciones y prácticas que dichos ideales han creado. (p. 55)

La cuestión de si los filósofos pueden apelar a algo salvo a la manera en que nosotros vivimos ahora, aquello que nosotros hacemos ahora, a nuestra forma de hablar ahora —a cualquier cosa más allá de nuestro propio pequeño momento de la historia universal— es la discusión básica entre los filósofos del lenguaje representacionalistas y de la práctica social. (p. 216)

  “Representacionalismo” implica una visión del mundo en la cual el lenguaje humano reproduce una realidad objetiva –“Verdad”- de la cual los humanos no somos responsables. El antirrepresentacionalismo se define en oposición a esta convicción acerca de la objetividad.

Entiendo por explicación antirrepresentacionaíista una explicación según la cual el conocimiento no consiste en la aprehensión de la verdadera realidad, sino en la forma de adquirir hábitos para hacer frente a la realidad. (p. 15)

  Y las dudas que siempre quedan:

Creo que no podemos imaginar un momento en el que la especie humana pudiese recostarse y decir: «bien, ahora que finalmente hemos llegado a la Verdad podemos descansar». Deberíamos abandonar la idea de que tanto las ciencias como las artes siempre proporcionarán un espectáculo de feroz competencia entre teorías, movimientos y escuelas alternativas. El fin de la actividad humana no es el reposo, sino más bien la actividad humana más rica y mejor. (p. 62)

  ¿Quién determina lo que es “mejor”?

Lectura de “Objetividad, realismo y verdad” en Paidós 1996; traducción de Jorge Vigil Rubio

miércoles, 5 de febrero de 2025

“Perspectivas acerca de la influencia de las minorías”, 1985. Serge Moscovici (Editor)

  El psicólogo social Serge Moscovici fue el creador del concepto de “influencia de la minoría”  y algunos años más tarde se escribieron numerosos trabajos complementando sus hallazgos, varios de los cuales se recogen en este volumen editado por él mismo. 

La influencia representa para todos el poder de las ideas (p. xii)

  ¿Cómo surgen ideas nuevas, cambios sociales, científicos, artísticos? Lógicamente, primero el cambio se produce en una minoría… y después esa minoría logra influir en la mayoría, dando lugar a un nuevo fenómeno de creencias.  

Los procesos de influencia de la minoría están basados en dos nociones claves: los de conflicto y conversión (p. 8)

  El conflicto es fácil de entender, pues es constante entre los intereses particulares de todos los individuos que componen una sociedad y también tiene que darse conflicto entre corrientes de opinión opuestas. Pero la conversión… 

La conversión es un medio de resolver un conflicto que ha sido interiorizado (p. 35)

La interiorización (…) se refiere a actitudes o juicios que están incorporados al propio sistema de valores que en consecuencia actúan como guías del propio comportamiento sin la necesidad de supervisión (p. 76)

 En cierto modo, “interiorizar” lo ajeno es ceder en la propia personalidad. Allí donde hay interiorización cede el conflicto y la misma subjetividad se ve afectada. La armonía social sería posible hasta límites desconocidos si pudiéramos conocer los mecanismos de la interiorización.

  El ejemplo clásico son los movimientos religiosos y políticos, pero la influencia de las minorías se da en muchos otros campos: en el arte, en la ciencia, en la tecnología, en la economía… Primero suelen ser “cosas raras” que generan rechazo, burla o a lo menos indiferencia … y después… la gente empieza a ver las cosas de otra manera.

Inintencionadamente y con frecuencia inconscientemente, la gente incorpora creencias –y prácticas- de la minoría en sus experiencias concretas, sentimientos y juicios. Llamaremos a ésta la fase de incubación (p. 49)

  Porque, por razones obvias, la gente no gusta de evidenciar abiertamente que cambia de opinión. A nadie le gusta ceder en público, mostrarse maleable, así que el proceso de conversión suele comenzar de forma inconsciente... y el cambio inconsciente tiende lógicamente a la interiorización, lo que también asegura mejor el cambio. 

  Uno de los autores incluidos en esta colección de ensayos pone el ejemplo clásico de cómo muchos ciudadanos franceses, en la época del “caso Dreyfus”, fueron cambiando de opinión, tal como relata Proust en “En busca del tiempo perdido”. Es un ejemplo valioso porque quedaba reflejado en numerosos testimonios escritos a medida que pasaba el tiempo, especialmente en la prensa, que fue muy partidista durante aquella gran controversia.

La influencia recuerda mucho a una negociación tácita (p. 18)

  Y sin embargo, los trabajos en psicología social anteriores a Moscovici, lo que estudiaban era al ser humano como especialmente propenso a la conformidad con la mayoría. Tenemos el paradigma del famoso experimento de Asch… y las terribles conclusiones del experimento Milgram que lo sucedió. 

La psicología social continúa contemplando la influencia como lo que lleva a la conformidad. Ahora, en una sociedad como la nuestra, caracterizada por el cambio y la innovación, tal punto de vista parece bastante limitado. No nos permite comprender cómo son modificados las opiniones o comportamientos, por qué la gente llega a aceptar creencias o ideas que originalmente parecían incluso absurdas. Para superar esta limitación algunos investigadores han comenzado a tratar el fenómeno de la influencia desde un punto de vista menos tradicional, principalmente en términos de sus orígenes en la minoría. El interés se centra no en cualquier minoría sino en la minoría que socaba el orden y la visión de la mayoría. ¿Cómo tal minoría hace que sus ideas convenzan a los ojos de aquellos que de lo contrario las rechazarían como sin sentido? (p. xii)

  Seamos optimistas y creamos en que los fenómenos de influencia de la minoría nos llevarán siempre a un mundo mejor. Newton convenció. Darwin convenció. Martin Luther King convenció. Ellos y, por supuesto, sus partidarios.

  Seamos optimistas y planteemos que nos esperan más cambios sociales para mejor, que habrá otra minoría influyente que convencerá.

  ¿Cómo ha de actuar?, ¿qué sabemos acerca del éxito de tal fenómeno?

Para ejercer influencia una minoría debe emplear estilos de comportamiento, debe organizar y planear sus acciones en el espacio y el tiempo. La minoría debe ser, en una palabra, consistente; debe ser coherente, segura de sí misma, firme en la negociación. Estos estilos tienen el poder de crear conflictos en las circunstancias donde la uniformidad de otra manera prevalecería. Por su consistencia, la minoría introduce una alternativa en el campo social con la cual debe enfrentarse la mayoría. (p. 4)

Un factor clave en el éxito de la minoría es un estilo de comportamiento resuelto y consistente que sirva para ganar la atención de los miembros de la mayoría, que es entonces probable que atribuyan gran confianza y convicción a los miembros del grupo disidente (p. 171)

El origen de la influencia de una minoría es su estilo conductual. El concepto se refiere a la organización de respuestas según un patrón particular que tiene un significado reconocible para aquellos a quienes se refieren las respuestas (p. 28)

  Por supuesto, el contenido de la creencia es de lo que hay que convencer a la mayoría…pero muchas veces sucede que hay buenas ideas que no tienen éxito en propagarse y que, a lo mejor, cien años más tarde sí que lo logran.

  Los autores que colaboran con Moscovici en este libro apuntan algunos factores favorecedores.

La primera persona en un campo de fuerza social tiene más impacto que la número cien (p. 203)

  Es decir, en cualquier controversia, el primero que se expresa llega siempre a tener una ventaja. Suele suceder.

Los conjuntos de datos claramente indican que el impacto de las minorías en los individuos aislados puede ser tan importante como el impacto de las mayorías en un clásico paradigma de conformidad (p. 60)

  Es decir, una minoría puede tomar como estrategia para la propagación elegir sujetos aislados… Tampoco nos sorprende. 

Se alcanzó más influencia cuando se mostró más flexible en la negociación que cuando se mostró como rígido (p. 116)

  Flexibilidad y también maquiavelismo, disimulo…

Una mayor cantidad de tiempo podría contribuir a más influencia mediante los mismos mecanismos (p. 221)

  Lo del tiempo y la paciencia podría ser el caso del triunfo del cristianismo: en la Antigüedad, los casi trescientos años que necesitaron para imponerse a las otras religiones del Imperio Romano no supusieron, desde luego, un plazo breve; muchas religiones e ideologías políticas se desarrollaron en mucho menos tiempo.

Las minorías no siempre carecen de poder (p. 220)

   Poder de la minoría… puede ser una minoría con éxito económico. Puede ser incluso la violencia del terrorismo por parte de la minoría…

   Las minorías son ya un misterio por sí mismo. ¿Cómo se tolera su existencia? Por otra parte, en muchos casos hay individuos interesados en formar parte de una minoría y estos individuos motivados impulsan el que tales minorías lleguen a desarrollarse ante la inevitable hostilidad hacia lo diferente de la mayoría. ¿Por qué los judíos, tan perseguidos durante siglos, no se convirtieron al cristianismo pese a todo? No todo debía de ser tan malo para aquella minoría perseguida…

En cualquier circunstancia, una minoría puede cambiar un estigma en una ventaja por su consistencia y su resolución (p. 31)

Es de esperar que los miembros de la minoría tengan más en común unos con otros que los miembros de la mayoría, y por ello es de esperar que pasen más tiempo juntos. Mientras más tiempo pasen juntos, más probable es que se influencien unos a otros y se hagan más uniformes en opinión (p. 180)

Tanto para un grupo como para un individuo, la identidad consiste en la consistencia de lo que se hace y se piensa, y la consistencia es el carácter intelectual de una cosa, es decir, está expresando algo (…) Esta puede ser una de las razones por las que los disidentes son vistos como más dinámicos y firmes, e incluso más acertados que los conformistas (p. 30)

  Formar parte de una minoría puede suponer una ventaja. Y esas ventajosas peculiaridades pueden acabar relacionadas también con su capacidad para influir a la mayoría. Grupos pequeños, incluso acosados y perseguidos, desarrollan fuertes vínculos, incrementan la interiorización de sus valores propios. Una serie de factores psicosociales hacen posible el avance de las minorías.

  Por supuesto, son pocas las minorías que tienen éxito… pero los cambios se suceden rápidamente, no dejan de producirse en la historia de la evolución de las culturas. Y no siempre para bien. 

Lectura de “Perspectives on Minority Influence” en Cambridge University Press versión digital 2008 ; traducción de idea21

sábado, 25 de enero de 2025

“Psicología moral”, 1996. Daniel Lapsley

  EL psicólogo Daniel Lapsley desarrolla su estudio crítico sobre todo a partir de la obra de Piaget y Kohlberg. Lawrence Kohlberg en particular, y basándose en la idea de etapas de desarrollo psicológico según Jean Piaget –de la infancia a la adultez-, diseño un modelo que parece que va a perdurar.

La teoría de desarrollo por estadios de Kohlberg del juicio moral, y sus afirmaciones sobre las estructuras morales disfrutan de un considerable apoyo empírico (Capítulo 4)

  Las etapas de Kohlberg no están relacionadas, como las de Piaget, en el desarrollo individual del niño. Simplemente, hay visiones morales más o menos limitadas que pueden o no desarrollarse en el individuo a medida que va madurando (no suele haber retroceso): moral preconvencional, convencional y posconvencional. La preconvencional sí recuerda a la de un niño: haz el bien para evitar el castigo; la convencional se adapta a las costumbres del lugar y el momento; la posconvencional implica los juicios éticos independientes del individuo.

  Lo mejor, claro está, es ser posconvencional.

Ahora es posible [en el estadio 5 de Kohlberg], desde este punto de vista moral, criticar los marcos legales existentes (Capítulo 4)

  En la ética posconvencional (etapas 5 y 6), es el individuo su propio juez, si bien cada individuo puede llegar a conclusiones diferentes ante los mismos hechos.

  Lo que Kohlberg no indica es cómo sacar adelante el progreso moral hasta el estadio posconvencional, cómo lograr que se alcance la autonomía moral del que es capaz de obrar justamente en base a su propia capacidad para evaluar los hechos ateniéndose a principios morales.

El pensamiento basado en principios es un discurso filosófico autorreflexivo en el sentido de que los principios son articulados autoconscientemente a fin de fundamentar la reflexión moral (Capítulo 4)

  Un elemento indicativo: los principios de conducta interiorizados

El recorrido del desarrollo mueve el razonamiento prosocial en una dirección interna (…) Hay un cambio que va desde una consideración de las ganancias personales que uno podría incrementar como consecuencia de ayudar hasta un deseo más basado en principios para ver las ganancias de la otra persona: un autorrespeto llega a activarse si uno vive valores prosociales fuertemente interiorizados que respetan la dignidad y el derecho de otras personas (Capítulo 8)

  La interiorización es un proceso que no tiene tanto que ver con la legislación de una sociedad dada o con la capacidad innata para evaluar los hechos, sino con un aprendizaje de índole cultural. Por ejemplo, se señala el efecto de algo relativamente abstracto como es la “atribución e carácter”.

Los niños a los que se daban atribuciones de carácter era más probable que se implicaran en un comportamiento prosocial consecuente. Es probable que su autoconcepto, su comprensión de ellos mismos como niños que hacen cosas buenas y que ayudan afectaran sus actividades prosociales reales. (Capítulo 9)

  En cambio, está muy extendida la opinión de que a los niños se les enseña a obrar bien mediante premios o alabanzas. Parece sin embargo que los niños ya son capaces de interiorizar una cierta imagen de sí mismos atribuida por su entorno, la “atribución de carácter”. Esto conecta también con lo que es, en general, la integración en el mundo moral adulto.

Presumiblemente, las charlas familiares sobre emociones orientan al niño a una apreciación más aguda de los estados emocionales de otros y proporcionan un adiestramiento valioso en la sensibilidad empática (Capítulo 9)

  Encontramos algo de esto en un conocido estudio sobre las personas que arriesgaron sus vidas para salvar a otros durante el Holocausto: una formación emocional no relacionada con el sistema legal o las tradiciones religiosas, sino con la asimilación de abstracciones morales por vínculos emotivos (¿desarrollo de la sensibilidad empática?).

  Es muy diferente al llamado realismo moral:

El realismo moral está marcado por al menos tres rasgos: 1) el deber es heterónomo; obediencia a una regla, o a cualquier cosa que es ordenada por un adulto es buena; 2) lo que ha de ser obedecido es la letra de la ley, no el espíritu; 3) los actos son juzgados no según los motivos o intenciones sino en términos de las consecuencias objetivas o en términos de la conformidad exacta con las reglas (Capítulo 2)

  Y es diferente a la visión de moralidad como reglas prácticas de convivencia

¿Cuáles son las preocupaciones de la justicia? La justicia se preocupa por cómo mejor adjudicar los conflictos interpersonales y cómo equilibrar adecuadamente los intereses en competición, y con cómo distribuir bienes y derechos en una forma basada en principios que se juzgan justos por los cánones de imparcialidad. En resumen, cómo distribuir de buena fe los beneficios y las cargas de la cooperación (Capítulo 3)

 Esta es la visión de Rawls sobre la justicia distributiva: parece que choca con la idea anterior del comportamiento ético como una sintonía con el entorno social –principios de justicia y empatía- más que con un enfrentamiento entre intereses particulares. 

  La conclusión aparente es que la moralidad es un estilo de convivencia, y por lo tanto el criterio debería ser desarrollar una personalidad prosocial.

El razonamiento moral [según Kohlberg] es el proceso consciente de usar el lenguaje moral ordinario. La actividad moral está motivada por la deliberación moral consciente guiada por principios (lo que se opone a Freud [en su idea de que se guiaría por el inconsciente]) y por consideraciones fenomenológicamente relevantes expresadas en el lenguaje moral ordinario (lo que se opone a los conductistas) (Capítulo 3)

     Esto puede interpretarse como que interiorizamos una concepción racional de las relaciones entre individuos, pero no basada en la competencia de intereses particulares, sino en una concepción de armonía.

Un estudio mostró (…) que engañar es menos probable con un razonamiento moral más avanzado (Capítulo 4)

  Es decir, el desarrollo racional no llevaría a una defensa más astuta de los propios intereses, sino a asimilar un modelo cultural de principios de justicia basados en la empatía.

En contra de la imagen popular de desapego, la imparcialidad a veces requiere que nos hagamos más apegados o más propiamente apegados a las preocupaciones, intereses y perspectivas de otros a fin de alcanzar juicios justos y apropiados (Capítulo 7)

  ¿Atenernos a las leyes que nos son dadas o prepararnos intelectual y emocionalmente para evaluar principios de equidad flexibles?

La ética de las reglas orienta a las obligaciones de la ley moral universal. La ética de las virtudes orienta al cultivo de las disposiciones virtuosas. Mientras que la ética de las reglas intenta describir una moralidad universal que trasciende la comunidad y la tradición, la ética de las virtudes dirige nuestra atención a los fundamentos comunitarios de nuestra identidad moral (Capítulo 7)

  En suma, en la ética de las virtudes nos asimilamos a una cultura que puede ser más prosocial y en la cual nuestra capacidad racional estará al servicio de la armonía y no tanto a la competencia y el regateo entre intereses en conflicto.

  Finalmente, conviene hacer una precisión sobre “altruismo” y “prosocialidad”. Lo prosocial no se refiere tanto a la actitud moral sino al resultado de la acción que pueda ser beneficioso para otros. Sin embargo, el altruismo siempre busca un resultado prosocial.

Si bien el comportamiento altruista es necesariamente prosocial (pretende beneficiar a otros), no todo el comportamiento prosocial es altruista (ya que beneficiar a otro puede hacerse por razones egoístas de propio beneficio) (Capítulo 9)

  Lectura de “Moral Psychology” en Routledge 2018; traducción de idea21

miércoles, 15 de enero de 2025

“Irracionalidad”, 1992. Stuart Sutherland

  Los seres humanos somos racionales, pero nuestra razón es bastante irracional –ilógica-  si la comparamos, por ejemplo, con la de un computador. La irracionalidad de la razón humana se suele demostrar de forma sencilla e inequívoca con la tarea de Wason.

  La irracionalidad humana y la tendencia a las heurísticas parece originarse en la adaptación de la conducta humana para las relaciones sociales y no tanto para el análisis objetivo de la realidad no humana que nos rodea. Pero si sabemos que la razón no siempre es lógica, estamos contando ya con una gran ventaja para reparar este defecto.

  El psicólogo Stuart Sutherland nos ilustra sobre estas y otras realidades similares para que no nos fiemos demasiado de nuestro propio uso de la razón. Sobre todo, no debemos fiarnos del instinto, de las primeras impresiones. Tenemos recursos mucho mejores.

[Se dice que] “todo puede probarse con las estadísticas”, pero esto solo es verdad si se utilizan incorrectamente (Capítulo 15)

  Por ejemplo, las “entrevistas de trabajo”, algo tan acostumbrado y valorado, no tienen fiabilidad alguna.

La gran mayoría de las entrevistas de selección son inútiles, y pueden de hecho disminuir las oportunidades de seleccionar al candidato correcto (Capítulo 2)

  Porque nos guiamos por meras apariencias y quedamos en poder de nuestro inconsciente, cuyos tortuosos entresijos se alejan mucho de la razón lógica.

La intuición humana es notoriamente mala (Capítulo 20)

La espontaneidad (…) tiene sus problemas. Si bien admiramos las buenas acciones espontáneas, igualmente desaprobamos las malas que también son espontáneas (Capítulo 23)

  Las falsas creencias a veces han ido unidas a destellos de brillantez intelectual, pero luego se ha comprobado que no por esta asociación de buen gusto dejan de ser falsas creencias.

Hasta hace poco, existía una creencia extendida de que aprender clásicas era un entrenamiento para pensar que subsecuentemente nos capacitaría para afrontar otras cuestiones. Desgraciadamente, la fluidez en latín y griego no ayudarán a ser un físico o incluso un historiador competente. Si uno cree que parte del propósito de la educación es enseñar a la gente a pensar, entonces los métodos de exámenes tanto en Reino Unido como en Estados Unidos son irracionales (Capítulo 23)

  Es decir, si quieres enseñar a pensar de forma lógica, sensata y ponderada, conviene que enseñes a pensar directamente (ciencias sociales, estadística, psicología cognitiva…), y no que enseñes sabiduría clásica…

  Mejor noticia es que el sentido del cumplimiento del deber –del obrero, del estudiante- parece ser de por sí un estímulo suficiente para una actuación eficiente, y que en cambio resulta un prejuicio irracional la idea que generalmente tenemos a ese respecto sobre castigos y recompensas….

Toda la evidencia sugiere que si los trabajadores han de llevar a cabo bien su trabajo, esto puede ser motivado por el orgullo de hacerlo así, no por convencionales palos y zanahorias (Capítulo 8)

  Otra forma de garantizar las actuaciones fiables es el compromiso público:

Cualquier decisión que es anunciada públicamente es más probable que se ejecute que una que sea tomada privadamente (Capítulo 4)

  Y aunque los descubrimientos de Bolwby sobre el apego fueron en general bien aceptados, todavía hay resistencia a creer en otras informaciones acerca de la educación no represiva de los niños.

Estudios en el hogar han demostrado que cuando menos se castiga a un niño, más obediente es tanto en presencia de sus padres como cuando está solo. Además, los niños que son descuidados cuando lloran, lloran más que aquellos cuya madres acude en cuanto los oyen llorar (Capítulo 8)

  Finalmente, una enumeración de los numerosos irracionalismos que afectan nuestros juicios resulta muy útil para estar siempre alerta de nuestros propios errores a la hora de hacer uso de la razón.

  Uno de los primeros y más importantes es que nunca podemos dejar de juzgar.

La incapacidad de poner el juicio en suspenso es una de los aspectos más relevantes de la irracionalidad  (Capítulo 1)

  Y otro por el estilo es el de que, cuando buscamos una solución, nuestro interés inconsciente es finalizar la búsqueda… y no tanto hallar lo buscado

La persona que toma una decisión importante cesa su búsqueda entre las posibles opciones cuando ha encontrado una opción que es “lo suficientemente buena”, pero no necesariamente la óptima (Capítulo 19)

  En general, puede decirse que la mayor parte de los irracionalismos derivan del “error de disponibilidad”: la razón humana busca “la salida fácil”… quizá porque no hay siempre mucho tiempo para llevar a cabo reflexiones bien sólidas.

Juzgar por la primera cosa que viene a la mente es llamado el “error de disponibilidad” (Capítulo 2)

   Y

El efecto [de] ser más fuertemente influenciado por los primeros términos que por los segundos [en una enumeración cualquiera de calificativos] se llama el “error de primacía” (…) El error de primacía puede ser considerado como una forma del error de disponibilidad: los primeros términos están inmediatamente disponibles en nuestras mentes (Capítulo 2)

La mayor parte de la gente (…) no ve que cualquier cosa que es excepcional en una ocasión es probable que revierta hacia el promedio a la próxima (Capítulo 19)

  Esto último se denomina “efecto de reversión al promedio”: nos fijamos siempre en lo extraordinario de tal manera que nos cuesta constatar la realidad proporcionada de las cosas.

  Y algo que todos sabemos pero nunca tenemos lo suficientemente en cuenta:

La autoestima también juega su papel porque nadie gusta de estar equivocado (Capítulo 17)

  No se puede dejar de observar en este mismo libro lo que parecen excesos del escepticismo del autor. Nos fijamos en estos excesos en buena parte siguiendo sus propios consejos.

Los sistemas de ingeniería se están haciendo cada vez más complejos, de ahí que es cada vez más difícil tener en cuenta todas las posibles interacciones entre sus componentes (Capítulo 18)

La estimación de los riesgos por el público es (…) irracional (…) Ha habido muy pocas muertes por la energía nuclear en Occidente donde las plantas nucleares están sujetas a cuidadosa inspección y control (…) El único argumento válido contra la energía nuclear es que su producción puede contener riesgos  más desconocidos que los de la energía fósil (Capítulo 18)

  Esto es falaz. Por un lado, la complejidad de la obra de ingeniería no implica necesariamente su peligrosidad: los accidentes en carretera causan muchas más víctimas que los accidentes aéreos pese a que en el transporte aéreo está implicada una tecnología mucho más compleja; y el problema de la energía nuclear, demostrable, se halla en lo irreversible del peligro de la radiación, como se demostró en Chernóbil, y no tanto en que, en base a su peligrosidad, se tomen o no grandes precauciones para evitar accidentes.

  La razón, correctamente usada, siguiendo la metodología lógica en la medida de lo posible, es nuestra gran aliada. Lo es en todos los aspectos, incluso en nuestra vida emocional y en la realización del más exquisito idealismo social. A veces es fácil descubrir los errores basados en prejuicios y percepciones sesgadas, y otras veces no lo es tanto, pero siempre podemos tenerlos en cuenta.

Lectura de “Irrationality” en PinterandMartin 2007; traducción de idea21

domingo, 5 de enero de 2025

“Entrenamiento de habilidades comunicativas”, 2015. Ian Tuhovsky

   Ian Tuhovsky es un coach, seguidor de la estrategia psicológica PNL, desprestigiada por los psicólogos ortodoxos. Un coach prepara a los ejecutivos para triunfar en la vida competitiva de la gran empresa capitalista. Así, entre otras cosas, prepara a la gente para dar una imagen falsa de sí mismos y de esa forma manipular a sus oponentes. Tuholvsky no es una excepción en esto, pero de su libro, de fácil lectura, pueden extraerse indicaciones útiles y terminologías orientativas porque se centra en criterios prácticos de estrategia conductual, de forma en ocasiones no muy diferente a como puede hacerse en un manual de urbanidad.

En lugar de soltar un «¡Sé bueno!» carente de significado, dile a tu hijo exactamente lo que esperas que haga, como, «Pon los carritos en el estante donde están los otros juguetes». En lugar de decir «¡Compórtate !» , di: «Baja un poco la voz, por favor». No le exijas “motivación” a nadie, porque esto no ofrece ninguna solución y no apunta a nada en particular. En su lugar, podrías decirle a alguien que enderece la espalda, hable más alto y comparta un objetivo o situación específica que le entusiasme. Todo lo que digas debe ser formulado con precisión  (Capítulo 3)

La comunicación efectiva es una de las habilidades más importantes en la vida, pero no la enseñan en la escuela. (Introducción)

Debes asegurarte de que la información que estás enviando sea la misma que recibe el receptor. (Parte I) Introducción

  En un diálogo constructivo y enriquecedor buscar fórmulas decisivas, esclarecedoras, bien definidas y precisas nos puede ayudar mucho a aislar las causas del desacuerdo (y no tanto por el efecto momentáneo que puedan causar). Citar ejemplos, referencias de prestigio o recurrir a arbitrajes va en el sentido argumentativo y constructivo de intercambio y cooperación. Igualmente, cuando hay una confrontación, es vital aislar el núcleo de la disensión para contar con una visión clara de cuál es el problema real.

Regla de la comunicación consciente: describe siempre hechos mensurables en lugar de tratar de leerle la mente a los demás. (Capítulo 3)

Nuestro cerebro no reconoce realmente las negaciones: la propuesta de no pensar en un elefante rosado terminará en fracaso, porque lo que oyes (a pesar de la negación) será procesado por el cerebro de todos modos. Así que si alguien te dice: «No es mi intención molestarte, pero...» sabrás que lo más probable es que su intención es molestarte. En lugar de decirle a tu empleado: «No le respondas a los clientes de esa forma», explícale exactamente cómo quieres que responda. (…) Lo que dices debe ser formulado positivamente. (Capítulo 3)

  Expresarse con precisión coincide con lo que nos trae a la cabeza la idea de “comunicación efectiva”. Es un apunte valioso y puede guiarnos hacia relaciones humanas más sinceras y profundas. Sin embargo, el autor otras veces no es tan preciso a la hora de señalar la comunicación realmente efectiva.

¿Alguna vez has considerado cuántas veces sentiste de forma intuitiva que quizá perdiste algo importante o crucial simplemente porque, sin saberlo, dijiste o hiciste algo que desanimó a los demás?   ¿Tal vez se debió a la palabra incorrecta , un mal planteamiento, una broma inapropiada, un nombre olvidado , un gran malentendido, una conversación incómoda o un tono extraño en tu voz?  (Introducción)

   Esto es muy cierto, como todos podemos experimentar en la vida en numerosas ocasiones. Ahora bien, aquí el problema no está tanto en la persona que, de manera natural, puede no tener a mano la frase o concepto adecuado… el problema reside en un entorno social que valora una “falta” tan insignificante, donde pesan más las apariencias que la realidad efectiva.

   El autor, lógicamente, aborda la realidad social tal como está… incluyendo la lucha competitiva dentro del mundo de la empresa en el que se mueve (y a lo largo del libro demostrará que la falsedad, la intimidación y la manipulación también son estrategias que él favorece), pero si abordamos la cuestión desde el punto de vista de la mejora de las relaciones humanas, encontramos que, precisamente, el que se valoren tales faltas demuestra lo defectuoso del medio social convencional. Si el autor nos señala, a veces, un ideal de relaciones conductuales auténticas y sinceras, no está de más señalar lo inauténtico e irracional del medio en el que tenemos que actuar.

  Así, se nos presenta que, por un lado, la empatía nos puede resultar útil, pero, por el otro, que no hemos de contar con ella en el trato con los demás. Cometer un error superficial puede tener fatales consecuencias y sin embargo eso no ha de ser así cuando eres tú quien responde a los actos ajenos. 

Intenta ponerte en el lugar o la situación de tu interlocutor y reflexiona sobre cómo te sentirías si te sucediera algo similar.  (Capítulo 6)

Dale a tu interlocutor la oportunidad de expresar sus creencias, aún si son muy diferentes a las tuyas. No muestres desaprobación de forma moralista, como «No está mal, pero yo a tu edad...» (Capítulo 6)

  Estas son aproximaciones válidas a una mejora de las relaciones humanas, muy en la línea de la “urbanidad”. En general, la urbanidad se concebía como una forma de mostrar consideración con el semejante, lo que extendería el agrado y la confianza, pero esta mera cortesía contiene un mensaje más profundo de empatía y benevolencia.

Al cambiar tu forma de expresarte habitúas a tu cerebro (…)  Cambiar tus patrones verbales también cambia tus patrones mentales. (Capítulo 9)

Lo más importante, tus creencias acerca del mundo. Estas construyen la forma en que ves el mundo, tu propia vida, las oportunidades y las relaciones con otras personas. Si crees que el mundo es un lugar cruel y traicionero, te comportarás como si esa fuese la única verdad absoluta. Eso te acarreará muchas emociones y experiencias desagradables. Si crees que el mundo es un lugar maravilloso y lleno de personas amables, tus pensamientos, tus emociones, tu diálogo interno, tus relaciones y tu vida entera serán completamente diferentes. (Capítulo 1)

  Y he ahí lo positivo de todo lo que supone una reflexión consecuente acerca de lo que es el comportamiento mutuo que favorece la cooperación.

La compenetración es la habilidad de relacionar el lenguaje corporal y el tono de voz con los de la persona con quien te estás comunicando. Hasta cierto punto, se trata de imitar el comportamiento de tu interlocutor. (Capítulo 14)

Los objetivos pueden ser diferentes: acercarte a la otra persona, ganar su confianza, consolar a la persona o intercambiar puntos de vista, entre muchos otros. Cualquiera que sea el objetivo, la compenetración te ayudará a lograrlo al establecer un mejor contacto con otras personas. Crear armonía y concordancia de forma efectiva es algo hermoso y, además, brinda grandes beneficios para ambas partes en el proceso de comunicación. (Capítulo 14)

  Claro está que, en este último caso, se presenta la “compenetración” como un mecanismo manipulador, en la que se imita un comportamiento que no es propio... pero también podemos interpretar esta estrategia como una forma de establecer un mejor contacto con otras personas   algo que favorece mucho la confianza y la benevolencia.

   Algunas estrategias son desacertadas

El mundo de las metáforas es realmente fascinante y te exhorto a comenzar a descubrirlo. El dominio de esta estructura lingüística particular durante las conversaciones conduce la comunicación hacia un nivel totalmente nuevo. (Capítulo 15)

Si quieres agradarle más a alguien, pídele que te ayude con alguna pequeña tarea.(…) Cuando expresas estos sentimientos, provocas emociones positivas en los demás y los haces sentirse necesitados (Capítulo 9)

   Lo manipulativo, lo que se obra con “segunda intención” es lo contrario de la comunicación precisa y directa que también se promueve. Lo mismo en cuanto a la ambigüedad de metáforas, refranes o frases hechas…

 Otras estrategias, en cambio, parecen acertadas

Contraejemplos. Encuentra un ejemplo concreto que anule una creencia. (Capítulo 10)

  La formulación positiva y consciente del lenguaje podría englobarse dentro de una estrategia general de relaciones humanas constructivas y, por tanto, no agresivas. Y lo agresivo lo encontramos en toda estrategia comunicativa donde prime el prejuicio y se elimine una benévola “presunción de inocencia” con respecto a los actos ajenos.

Si eres propenso a juzgar a los demás, es posible que tengas una tendencia a interpretar los mensajes de tus interlocutores a través de filtros mentales de estereotipos o de tus propias creencias y experiencias. (Capítulo 6)

Los mensajes con doble significado, en los que el contenido expresado difiere de las verdaderas intenciones del orador, disminuyen el nivel de confianza de un interlocutor adulto y la mayoría de los niños no los entienden. Y, ya que es imposible construir una relación si no hay confianza, cuanto más directos sean tus mensajes, mayor será la probabilidad de que lo que deseas transmitir sea recibido de manera adecuada y positiva. Por supuesto que al decir “directo” no me refiero a ser hostil o tajante. Deben tomarse en consideración la corrección social, la inteligencia emocional , la empatía y la sensibilidad. [Hay que] decir directamente lo que quieres comunicar. (Capítulo 3)

   No a la ironía, a la ambigüedad, a la ocultación deliberada… todo lo cual expresa agresión y antisocialidad. Por desgracia, tales hábitos de conducta están arraigados en nuestros hábitos convencionales. Pero pueden corregirse.

  El autor nos da ejemplos de algunas formulaciones agresivas evitables.

[La frase hecha de] «tenemos que hablar». (…) crea una gran tensión innecesaria, incluso antes de que la conversación dé inicio.  (Capítulo 9)

 Las contradicciones de un coach que prepara individuos para el éxito profesional en una sociedad competitiva son inevitables, pero el realismo de las estrategias de comportamiento es del mayor interés si queremos mejorar las relaciones humanas en un sentido prosocial. Es un acierto comprender que los conflictos humanos no son tanto sobre “ideas”, sino sobre creencias relacionadas con el comportamiento.

Puedes cambiar tus creencias acerca del mundo que te rodea y de los demás. Incluso puedes cambiar tus valores profundamente arraigados y tu declaración personal. Estos ajustes causan los más grandes y más profundos cambios en tus emociones, hábitos y conductas comunicativas. Te permiten llegar a lo más profundo de tu conciencia y realizar una verdadera transformación. En lugar de cambiar un comportamiento en particular puedes comenzar por cambiar tus creencias. (Capítulo 1)

  Esto viene a decir que el comportamiento mismo puede llegar a ser una creencia si somos capaces de formularlo como tal (¿no es un poco esto a lo que se refiere la “ética de las virtudes”?). Un ideal de comportamiento, en el fondo, es a lo que lleva el comportamiento religioso, que es el mecanismo ancestral más profundo para el cambio moral.

Cada emoción es el resultado de nuestros pensamientos. La causa de cada estado emocional reside en nuestra forma de pensar. Este es uno de los supuestos básicos de la terapia cognitivo-conductual. (Capítulo 4)

 No tenemos aún “coaches” para el perfeccionismo moral… porque ni siquiera contamos aún con un ideario conductual de perfeccionismo moral. Pero, al menos, sabemos que, para cuando exista, contaremos con medios para emprender su realización en un estilo de vida no agresivo, prosocial y, con ello, más propiamente “humano”.

Lectura de “Entrenamiento de habilidades comunicativas” en Ian Tuhovsky Amazon 2019; traducción de Paola Hernández