El psicólogo Daniel Nettle nos proporciona un buen resumen acerca de los “cinco grandes” factores, dimensiones o rasgos psicológicos de la personalidad humana. Estos cinco grandes rasgos se reúnen en el acrónimo inglés O-C-E-A-N (Openness, Conscientiousness, Extroversion, Agreeableness, Neuroticism: Apertura, Responsabilidad, Extroversión, Agradabilidad, Neuroticismo). ¿Qué son estos cinco rasgos –solo cinco-?
Tenemos un conjunto de conceptos de personalidad que podemos usar, que están firmemente basados en la evidencia y con los cuales los psicólogos nos mostramos de acuerdo. Este conjunto de conceptos es llamado el modelo factor-cinco de la personalidad, o los “cinco grandes”.(…) La idea del modelo es que hay cinco dimensiones importantes en base a las cuales varían todos los caracteres humanos. (…) Cada uno de los cinco grandes [rasgos de personalidad] debería ser considerado como una variación en algún circuito cerebral subyacente que afecta a una entera familia de funciones psicológicas relacionadas
Conocer acerca de cómo se activan estos cinco rasgos no solo nos ilustra acerca de nuestra propia naturaleza, sino que también nos puede ser muy útil a la hora de considerar cómo operar en las inevitables disfunciones del comportamiento del ser humano en sociedad… y en las posibles mejoras del comportamiento social en el futuro.
Este libro es sobre la psicología de la personalidad. Pretendo vindicar la idea de que la gente tiene una coherente disposición de la personalidad que en parte predice lo que hará, y que se origina a partir de la manera en que el sistema nervioso está conectado en cada individuo
La noción central de la psicología de la personalidad es el rasgo. Un rasgo es un continuum a lo largo del cual los individuos varían. El nerviosismo puede ser un rasgo, por ejemplo, o la velocidad de la reacción. (…) Se infiere el nivel de un rasgo en una persona a través de su comportamiento
La “apertura” podemos verla como una tendencia a la sensibilidad artística, a creencias peculiares y a pensamiento divergente; la “responsabilidad” sería una tendencia al orden y método, planificación, autocontrol y falta de espontaneidad en nuestras acciones; la “extraversión” sería una búsqueda constante de recompensas, de mejora de estatus social y acciones impulsivas; la “agradabilidad” sería la interacción interesada y benévola con los semejantes; el “neuroticismo” sería una tendencia a la extrema vigilancia por sentirse rodeado de amenazas, lo cual a veces lleva a la depresión.
A primera vista, los cinco rasgos mencionados pueden parecer incluso caprichosos (¿no hay muchísimos otros que son más definitorios de la personalidad?). Sin embargo, son propios de la forma de afrontar dilemas en situaciones de conflicto y es esta especificidad la que los convierte en cruciales a la hora de determinar las ventajas o desventajas adaptativas de la actuación de cada individuo. Se trata, por tanto, de rasgos "que marcan la diferencia" entre los individuos ante las situaciones extremas. También suelen ser los que hacen que recordemos mejor a una persona entre muchas.
Los rasgos de personalidad (…) [son] diferencias individuales estables en la reactividad de los mecanismos mentales diseñados para responder a especiales tipos de situación
La inteligencia no es un rasgo de personalidad en el mismo sentido que lo son el resto de los cinco grandes. Mi razón para decirlo es que la inteligencia, por lo que entendemos, tiene que ver con la eficiencia global en el proceso de todos los sistemas neuronales. La gente de gran inteligencia es buena en los problemas verbales y no verbales, y en la destreza manual, e incluso en cómo de rápido son transmitidos los impulsos nerviosos por sus brazos. Los cinco grandes, en cambio, no tratan de la eficiencia global en todo el sistema nervioso, sino más bien acerca de la actividad relativa de alguna específica familia de mecanismos
La meta final es explicar por qué alguna gente está más interesada en viajar que otros, o por qué alguna gente está más predispuesta a la depresión y a la ansiedad que otros. Este es el planteamiento realmente interesante, y es este desafío al que se está enfrentando el actual renacimiento en la psicología de la personalidad.
Lo del “renacimiento” tiene que ver con que la distinción de rasgos predeterminados de la personalidad (que, lógicamente, son consecuencia de causas hereditarias, genéticas) ha sido bastante impopular durante la segunda mitad del siglo XX, cuando se daba por supuesto que los factores ambientales (y no las pautas innatas) eran los determinantes en la psicología del individuo, y es cierto que, por otra parte, considerar las predisposiciones innatas en el temperamento recuerda un poco a los viejos cuentos de los horóscopos. No es raro que este determinismo parcial necesariamente encuentra resistencias en una sociedad que idealiza la capacidad de libre elección.
En cualquier caso, la ciencia actual encuentra posibles conexiones neurológicas con “los cinco grandes”. La “responsabilidad”, una tendencia a la planificación y el autocontrol, puede traducirse también como inhibición general a la respuesta ante el estímulo y se relaciona con el córtex prefrontal dorsolateral; el “neuroticismo”, tendencia a la vigilancia, a la ansiedad y hasta a la depresión, supone una respuesta a las amenazas y se relaciona con la amígdala y el sistema límbico… Todo este campo de conocimiento está aún pendiente de nuevos hallazgos y confirmaciones.
Puesto que no se trata tanto de un conjunto de comportamientos dentro del contexto social, sino de reacciones reflejas ante situaciones del entorno que pueden darse con independencia del contexto social (en todas las culturas, en todas las épocas), para que estos rasgos se hayan transmitido evolutivamente se hace inevitable que todos y cada uno hayan proporcionado ventajas e inconvenientes al éxito social del portador. La variedad de la activación de cada uno de los cinco rasgos en la dotación genética de cada uno de los individuos habría llegado a ser adaptativa en su conjunto.
Estudios fiables muestran que sobre la mitad de la variación en los cinco grandes rasgos de personalidad está asociada con la variación genética (…) En unos pocos casos, incluso tenemos alguna idea de qué genes están implicados
La selección natural mantiene una gran variedad de diferencias genéticas que son relevantes para los rasgos de personalidad en la población humana, y lo hace así porque no existe un nivel de estos rasgos que sea el adecuado para todos los lugares y ocasiones
A primera vista, algunos rasgos parecen mucho más positivos que otros. Por ejemplo, la agradabilidad y la responsabilidad. Pero es importante que no las veamos desde el punto de vista de la utilidad social dentro de nuestra cultura. Dependiendo del contexto, han sido útiles para lo único que importa al nivel de la selección natural dentro del sistema de vida ancestral de nuestros antepasados: la propagación de las características genéticas, el éxito reproductivo.
Así, cada uno de los rasgos ha tenido su influencia dependiendo de lo acusada que haya sido su incidencia en particular en cada individuo. Una persona con características de “responsabilidad”, si estas características se dan de forma moderada, puede resultar un individuo altamente eficiente en sociedad y en consecuencia prosperar y dejar descendencia, pero…
Hay un diagnóstico psiquiátrico llamado desorden de la personalidad obsesivo-compulsivo, que implica alta responsabilidad en una forma extrema.(…) Lo que choca en el trastorno obsesivo-compulsivo es la descoordinación entre medios y fines
Sin embargo, en una sociedad como la actual, estas características que son resultado de la selección natural para la supervivencia de nuestros lejanos antepasados cazadores-recolectores nos dejan todo tipo de situaciones e interacciones complejas que no tienen por qué obedecer a utilidad alguna dentro de nuestra cultura.
Lo que hacemos en las pequeñas interacciones, como la manera en que compramos, o nos vestimos o hablamos a un extraño en un tren, o decoramos nuestras casas, muestra la misma clase de patrones que pueden ser observados de examinar una vida entera.(…) Las propiedades autoconsistentes de la personalidad parece como si fueran generadas por alguna propiedad física del sistema nervioso de las personas en cuestión. En otras palabras, sentimos que hablar sobre la personalidad de alguien es una forma resumida de hablar sobre la manera en que está organizado el sistema nervioso particular de esa persona.
Por otra parte, una persona con características acusadas de “agradabilidad” sería una especie de “santo” cristiano… pero éste podría verse gravemente perjudicado si queda rodeado de incomprensión (desde luego, ése sería el caso en el mundo de los cazadores-recolectores).
En cuanto al “neuroticismo” (percepción acusada de las amenazas), dado que…
El neuroticismo es elevado en casi todos los problemas psiquiátricos
…podría pensarse que es una especie de malignidad hereditaria, pero, en realidad, la percepción de las amenazas nos resulta imprescindible. Es solo el caso extremo el que resulta siempre problemático.
El neuroticismo es a las emociones negativas lo que la extraversión es a las positivas (…) El neuroticismo parece medir la responsividad de los sistemas de emoción negativa. ¿Qué son las emociones negativas? Un grupo interconectado de emociones que incluye el miedo, la ansiedad, la vergüenza, la culpa, el asco y la tristeza, que son todas profundamente desagradables de experimentar. Su desagrado presumiblemente es un rasgo de diseño para enseñarnos cómo evitar experimentarlos.
Lo que tus antepasados necesitaban para sobrevivir no es lo que necesitas para tener una vida agradable, y esto es especialmente cierto para los que puntúan alto en neuroticismo
Sin duda, una población inclinada de forma innata a la “agradabilidad” sería mucho más cooperativamente eficiente en una cultura como la nuestra, donde se promueve la cooperación extrema y se rechaza toda agresión. Pero estas características no se dan tan a menudo como sería deseable, y la naturaleza no nos ha dotado más que con manifestaciones parciales de cada uno de “los cinco grandes” dentro del inevitable continuum: una vez más hemos de tener en cuenta que nuestra dotación genética es, casi en su totalidad, la propia de los cazadores-recolectores.
Los que puntúan alto [en agradabilidad] son descritos como cooperativos, dignos de confianza y empáticos, mientras que los que puntúan bajo son de corazón frío, hostiles y nada cooperativos. Aunque esto es claramente una dimensión de prosocialidad, curiosamente, nadie ha hecho hasta hace poco un enlace entre la agradabilidad y la “teoría de la mente” [capacidad para percibir deseos e intenciones ajenos].(…) Ser alto en agradabilidad es estar dispuesto a poner atención a los estados mentales de otros y, crucialmente, que esto dé lugar a elecciones de comportamiento.(…) Gente que puntúa alto en agradabilidad ayuda más a otros, tiene relaciones interpersonales armoniosas, disfruta de buen apoyo social y raramente se encoleriza o insulta a la gente.
La dimensión de agradabilidad es esencialmente la dimensión de cómo de atento a los demás eres
De hecho, parece que las reacciones empáticas propias del rasgo de “agradabilidad” son bastante recientes en el proceso evolutivo. A este respecto existen notorias diferencias con nuestros primos los chimpancés… En un experimento psicológico se ofrecía a un sujeto alimentarse moviendo una de entre dos palancas que se le daban a elegir. Accionando la primera palanca recibía el alimento que necesitaba pero…
La segunda palanca te trae una bandeja [con comida] a tu alcance, y adicionalmente causa que una bandeja similar quede a disposición de otro hombre que está situado enfrente [también deseoso de comida]. Si solo puedes mover una palanca, ¿cuál moverás? La respuesta parece obvia [la palanca que te da de comer a ti y al otro al mismo tiempo] (…) Parece lo natural que se hace. Pero ¿natural para quien? Lo interesante es que más o menos el mismo experimento se ha hecho con chimpancés y no hay señal de que tomen ningún interés en beneficiar al otro individuo.(…) Esto es parte del gran misterio de la vida humana que ha sido llamado, de forma variada, prosocialidad o ultrasocialidad (…) Interesantemente, algunos de los chimpancés en el experimento eran hermanos o medio hermanos, y esto no representó diferencia alguna en el comportamiento
Si la disposición a la empatía y el altruismo es algo novedoso en la evolución biológica, entonces tal vez no nos debería sorprender que tampoco esté tan extendida entre los humanos. Bastante con que la tenemos en algún grado.
Observemos ahora más de cerca la “teoría de la mente”, la capacidad de los humanos para percibir y actuar en consecuencia con respecto a las emociones y pensamientos de los semejantes con los que entramos en contacto…
La teoría de la mente humana puede ser dividida entre dos capacidades relacionadas: mentalizar y empatizar. Mentalizar es lo que hacemos cuando atribuimos un estado mental tal como una creencia o un deseo a otra persona. Mentalizar no es algo que sea posible desde el nacimiento (…) Empatizar implica representar el estado mental de otros, pero en este caso particular cuando ese estado mental es una emoción. Al empatizar con la emoción de otro, estamos potencialmente afectados por ella también (…) Las capacidades de mentalizar y empatizar convergen claramente. Sin embargo, hay algunas configuraciones de la personalidad en las que una está más implicada que la otra.
“Mentalizar” y “empatizar” nos permiten mejorar las relaciones humanas, desarrollar formas más eficientes de cooperación y construir el universo de reacciones emocionales de tipo afectivo dentro del cual nos movemos en sociedad. Probablemente también contribuyen a la creación de la autoconsciencia.
Si lo que queremos es aprovechar nuestros conocimientos sobre la naturaleza psicológica humana para mejorar la cooperación social, entonces tenemos que tener en cuenta los medios de control del comportamiento antisocial que nos ofrece nuestra capacidad para la interacción entre individuos.
Hay tres diferentes fuentes de restricción del comportamiento inmoral o antisocial. La empatía por los otros es la primera, quizá la más importante. La deliberación forma la segunda: cuando pensamos en las consecuencias de nuestra acción en lugar de responder directamente con frecuencia nos damos cuenta de que, a largo plazo, haríamos mejor dejando pasar una recompensa inmediata pero ganando una mayor que sea diferida. El miedo es la tercera.
En cualquier caso, los cinco rasgos de la personalidad que han sido observados no están enfocados directamente para el desarrollo del comportamiento prosocial (o restricción del antisocial) de acuerdo con nuestros hábitos culturales actuales en Occidente (propagados mundialmente por instituciones internacionales por el estilo de Naciones Unidas) sino que, como ya se ha dicho, significan tendencias psicológicas reflejas con respecto al entorno y las relaciones interpersonales que se originaron por selección evolutiva en el prolongadísimo Paleolítico.
No viene mal recordar también otras clasificaciones parecidas, como las de los valores o intuiciones morales que nos refieren autores como Jonathan Haidt: “Cuidado por los demás”, “Juego limpio”, “Respeto a la autoridad”, “Lealtad” y “Sentido de lo sagrado”. Estas clasificaciones (rasgos de personalidad e intuiciones morales) no están originadas por el contexto cultural y nos recuerdan que el comportamiento humano, a la manera de la gramática universal que nos permite disponer del lenguaje articulado, está limitado por la naturaleza, que es maleable, pero no de forma infinita, y que esta maleabilidad limitada puede beneficiarnos en el sentido de que nos indica posibilidades realistas de mejora en la prosocialidad que ahora, gracias al conocimiento sobre nuestra propia mente, se hacen más accesibles.
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