miércoles, 25 de diciembre de 2024

“La red sanadora”, 1986. Pilisuk y Parks

  Puesto que somos seres sociales, una vida en sociedad armoniosa y fructífera es nuestro gran objetivo de desarrollo personal. La familia feliz suele ser el ideal a alcanzar. Pero no es tan sencillo.

La familia es más que un conjunto de vínculos de sangre. Es un estado de mente que reconoce los sentimientos muy especiales de cuidado y continuidad que mantenemos para ciertas personas, y es el reconocimiento de nuestras creencias culturales y en las instituciones sociales  (Capítulo 3)

Richard Sennet ha señalado que los horrores del capitalismo del siglo XIX fueron seguidos por la privatización de la familia como un esfuerzo para hacer de ésta un refugio cálido contra el exterior. El intento fracasaba constantemente porque el mundo exterior organiza tanto las relaciones personales dentro de las casas como las relaciones impersonales fuera  (Capítulo 8)

    Los psicólogos sociales Marc Pilsiuk y Susan Hilllier Parks parten de la idea de que, como mínimo, requerimos de “redes de apoyo”.

Nuestra intención cuando comenzamos este libro era reunir, bajo un titular, la multitud de visiones multidisciplinarias para el estudio de las conexiones de apoyo. (Prefacio)

  Nunca se señalará lo suficiente que la misma vida humana no puede existir sin la inserción del individuo en un entorno social de proximidad.

En una extensa revisión de la literatura científica, concerniente la referida a las altas tasas de mortalidad por todas las causas que se dan entre los pobres, el factor subyacente que en mayor medida pone la vida en riesgo es la marginalidad social (Capítulo 2)

  “Marginalidad social” indica el rechazo del individuo por el grupo. Tales situaciones no son, por desgracia, raras en la vida social civilizada. En cambio, se daban muy excepcionalmente en la vida del “ser humano en naturaleza”.  Puesto que somos genética y mentalmente seres prehistóricos, nunca está de más recordar que en el principio solo existía la familia, la familia extensa, el clan, dentro del cual el individuo desarrolla la totalidad de su experiencia vital. No había nada más. No se conocía siquiera la amistad entre extraños, no existían actividades por el bien común que reunieran a personas antes desconocidas. No existían las aficiones, los intereses compartidos, nada fuera de la familia. 

   En las sociedades modernas, en buena parte anónimas, muchas personas incluso carecen de unidad familiar “nuclear”, y esto hace tan importante la existencia de las redes o "conexiones de apoyo”, que pueden o no ser deliberadamente organizadas y a las que unos podrán acceder y otros no. La soledad sigue siendo una amenaza constante pero ahora contamos con más recursos en juego.

El apoyo social es la suma de los intercambios sociales, emocionales e instrumentales con los cuales un individuo está implicado, y que tiene la consecuencia activa de que uno mismo es objeto de una valoración continuada a los ojos de unos significativos otros (Capítulo 1)

  Por supuesto, también la comunidad puede volverse opresiva y el individuo fracasar por completo en su misma condición social, es decir, en su misma condición humana (aunque esto no era tampoco desconocido en la extensa y compleja vida familiar primitiva).

La atención de apoyo puede socavar el sentido personal de autocontrol (Capítulo 2)

  Sentido de autocontrol… ¿sentido de dignidad?, ¿de amor propio?, ¿pérdida del honor? Se trata de una visión cultural nueva, la del individuo soberano, dueño de su propio juicio y que afronta el desarrollo de su propio destino en un entorno que o bien puede apoyarlo o bien puede destruirlo. Ante una realidad semejante, las nuevas redes de apoyo deben mostrarse compatibles. Si la red comunitaria hemos de verla no tanto como un medio para satisfacer nuestros intereses individuales, sino como una fuente de gratificación de nuestra naturaleza social, de “realización” de nuestra propia vida, entonces la construcción de unas redes sociales eficientes, respetuosas de la soberanía individual a la vez que complementarias de esta en una extensión armónica se convierte en la base fundamental de todo cambio cultural por venir.

La búsqueda del placer personal o la autorrealización cualquiera que sea su contribución al bienestar humano no es adecuada (…) sin un cuerpo de otros seres amados y en quienes confiamos nuestra misma libertad (…) [Ello] nos hace esclavos de sentimientos que no pueden ser satisfechos sino por un modelo estándar que no sabemos si hemos alcanzado (Capítulo 1)

Hay un sentido de comunidad, de seguridad y confort [que obtenemos de] entre las personas que nos conocen. Este sentimiento es lo que una vez se ha sentido hacia el doctor de la familia que hace visitas a casa y el carnicero que recuerda las preferencias de la familia y nos pregunta cómo está mejorando el brazo roto de nuestro hijo (Introducción)

  Desde cierto punto de vista, no habría sucedido –o no habría de suceder- una pérdida del paraíso comunitario de las grandes unidades familiares, sino un enriquecimiento de la vida social en múltiples formas asequibles que aún pueden evolucionar más aún.

Cambios revolucionarios están teniendo lugar en [las estructuras de] apoyo (…) fuera de la familia tradicional, en forma de una asombrosa variedad de amistades, asistentes espontáneos y grupos de ayuda mutua. Estos, junto con muchos servicios públicos formales disponibles, son parte de la funcionalidad de las familias contemporáneas (Capítulo 3)

  Las redes sociales basadas en el altruismo son nuestra mayor esperanza: explotan las características más benévolas y lúcidas de la psicología human en formas sociales flexibles y se elaboran en las culturas socialmente más avanzadas.

Los grupos de voluntarios han sido vistos tradicionalmente como suplementarios al grupo basado en el parentesco familiar, la base más fiable para un apoyo social continuado (Capítulo 4)

Desde que el concepto fue primeramente popularizado con la formación de Alcohólicos Anóimos en 1935, los grupos de salud de autoayuda han sido organizados por pacientes, antiguos pacientes y finalmente miembros de la familia de un conjunto de individuos sufrientes de condiciones (…) que la medicina no ha sido capaz de curar o que están socialmente estigmatizados. (Capítulo 6)

  Los grupos de autoayuda, de los cuales el más famoso es AA, dieron lugar a la profesionalización del apoyo social, es decir, se ha abstraído este tipo de conductas altruistas de lo que antes eran las relaciones familiares de apoyo y confianza, y se ha generado una aceptación general institucionalizada. 

El facilitador de apoyo social es alguien que escucha. Una actitud de escucha atenta y no juzgamental a los clientes incluye un aseguramiento de que la visión del cliente está siendo atendida. El facilitador de apoyo social siempre comprueba la comprensión entre sí mismo y el cliente (Capítulo 6)

  Es importante que socialmente se haya llegado a la conclusión de que el comportamiento social de apoyo no se base en la corrección de la conducta bajo amenaza o que establezca una correlación de intercambio de prestaciones y bienes. Al contrario, lo que se promueve es el comportamiento altruista, benévolo y amable. La actuación externa anteriormente siempre se basaba en impartir justicia, castigos y recompensas. Ahora se ha profesionalizado la mera escucha, el comportamiento de confianza que no supone amenaza alguna, pero tampoco implica beneficios materiales. Es la integración social desde el punto psicológico lo que se aprecia.

El comportamiento altruista supone un problema para la teoría del intercambio (…) ¿Siempre hacemos algo por otros con esperanza de conseguir algo a cambio? Los teóricos del intercambio dicen que así es, que hay siempre una sutil compensación que refuerza el dar (…) Parece seguro que la gente es capaz de dar, de cuidar y de perdonar durante largos periodos con poca compensación visible por sus esfuerzos. La gente actúa así con sus hijos, con sus parientes ancianos, con alguien a quien ama y a veces con un total extraño (Capítulo 4)

   Los autores no consideran que las compensaciones morales de inserción en un entorno benévolo –tal vez imaginario, como en la religión- sean equivalentes a una compensación material. En este sentido siempre se puede discutir qué es realmente altruista. Pero la confianza mutua es difícil que pueda medirse como intercambio de prestaciones, sino más bien se establece un entorno habitable –red social- que por su mera existencia es gratificante.

Intercambios de cuidado mutuo pueden suceder a los niveles sociales más microscópicos. Una voluntad de escuchar, una palabra amable, o una mano de ayuda afirma a los otros y a nosotros mismos como parte de la comunidad humana  (Capítulo 8)

   Cultivar una determinada actitud interpersonal puede sr más importante que la institucionalización de redes sociales. El valor de las redes sociales que surgen a partir de la actitud comunitaria prosocial es cada vez más apreciado y ello puede llevar a nuevas fórmulas culturales. La misma idea de virtud moral como desarrollo del carácter benévolo puede implicar un cambio revolucionario en el contexto de una sociedad racional informada por la ciencia psicológica.

Lectura de “The Healing Web” en University Press de New England 1986; traducción de idea21

domingo, 15 de diciembre de 2024

“Nexus”, 2024. Yuval Noah Harari

   El popular historiador y divulgador Yuval Harari nos advierte de, entre otros peligros, el de la Inteligencia Artificial, pero lo hace cuestionando lo que considera la “hipótesis ingenua” sobre la divulgación de la información.

La idea ingenua (…) es que la información es esencialmente algo bueno y que, cuanta más podamos reunir, mejor. Con la información y el tiempo suficientes, estamos destinados a descubrir la verdad sobre asuntos que pueden ir de las infecciones víricas a los prejuicios racistas, con lo cual desarrollaremos no solo nuestro poder, sino también la sabiduría necesaria para emplearlo con acierto. (Prólogo)

Eliminar las barreras que obstaculizan el flujo de información no tiene por qué conducir al descubrimiento y la difusión de la verdad, sino que con la misma facilidad puede llevar a la divulgación de mentiras y fantasías, y a la creación de esferas de información tóxicas.  (Capítulo 4)  

  Al considerar que la amplia propagación de la información puede ser enormemente dañina para la convivencia, pone como ejemplo del pasado a la caza de brujas.

La imprenta desempeñó un papel fundamental en la rápida divulgación de la creencia en una conspiración satánica global (Capítulo 4)

  Y en el presente señala los riesgos de la Inteligencia Artificial dentro del marco de los riesgos que implican los algoritmos autónomos que ya existen en las redes sociales. Y aquí pone un ejemplo particularmente lamentable: la propagación, en parte gracias a un algoritmo informático ideado con fines comerciales, de movimientos políticos de odio y limpieza étnica.

En 2016-2017 (…) los algoritmos de Facebook contribuyeron a avivar las llamas de la violencia antirrohinyá en Myanmar (Capítulo 6)

Los creadores de contenido de YouTube que tenían especial interés en captar la atención se dieron cuenta de que, cuando publicaban un vídeo escandaloso y lleno de mentiras, el algoritmo los premiaba recomendándoselo a numerosos usuarios y aumentando la popularidad y las ganancias de los youtubers. En cambio, cuando moderaban el tono y se adherían a la verdad, el algoritmo solía ignorarlos. (Capítulo 8)

  Por su parte, los peligros de los algoritmos de la IA irían aún más allá. Serían supuestamente incontrolables.

Nos hallamos al borde de un colapso ecológico causado por el mal uso de nuestro propio poder. También nos afanamos en la creación de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial (IA), que tienen el potencial de escapar de nuestro control y de esclavizarnos o aniquilarnos. (Prólogo)

  Harari coincide con otros autores que no creen que la problemática humana actual tenga que ver con los cambios culturales, sino más bien con los cambios institucionales. Para Harari, el progreso social humano solo ha sido posible desde el momento en que se crearon mecanismos de autocorrección, y aparentemente la IA estaría más allá de tal recurso

Este libro afirma que el defecto no está en nuestra naturaleza, sino en nuestras redes de información. Debido a que favorecen el orden por encima de la verdad, a menudo las redes de información humanas han generado mucho poder pero poca sabiduría. (Epílogo)

La humanidad consigue un poder enorme mediante la construcción de grandes redes de cooperación, pero la forma en que se construyen dichas redes las predispone a hacer un uso imprudente del poder. Nuestro problema, por lo tanto, tiene que ver con las redes. (Prólogo)

En tanto que tecnología de la información, los mecanismos de autocorrección son el polo opuesto del libro sagrado. (Capítulo 4)

  La creación de ciertas instituciones sociales en particular podría ser un recurso contra la manipulación de la información. La democracia y la ciencia son nuestras mejores opciones. Sin embargo, no todos los ejemplos que pone son convincentes y a veces parece caer en un injustificado catastrofismo.

Tal como demostró la crisis financiera de 2007-2008, las estrategias y principios financieros más complejos, como los que hay detrás de los CDO, solo eran inteligibles para unos pocos magos de las finanzas. ¿Qué ocurrirá con la democracia cuando las IA creen estrategias financieras todavía más complejas y cuando el número de humanos capaces de entender el sistema financiero se reduzca a cero? (Capítulo 9)

  ¿Por qué no considera, por el contrario, que tal vez la IA podría evitar tales crisis financieras, si se le ordena que así lo haga? Las crisis financieras existen ya desde el siglo XVII. Para existir, no necesitan de los algoritmos informáticos.

Podemos llegar a un punto en el que los ordenadores dominen los mercados financieros e inventen herramientas económicas totalmente nuevas que escapen a nuestra comprensión. (Capítulo 6)

   La cuestión acerca de que la IA no podría ser programada para ayudar a la humanidad lo que muestra es que falta una idea de humanidad, que lo que quizá necesita la humanidad, más que control de la tecnología o tendencias luditas, es una formulación de los fines últimos a alcanzar.

Es probable que surjan dificultades económicas: ¿quién mantendrá a aquellos que han perdido sus antiguos trabajos mientras se encuentran en transición, aprendiendo un nuevo conjunto de habilidades? (Capítulo 9)

   Naturalmente, hay soluciones, y los inocentes algoritmos informáticos no tienen la culpa. Más bien se diría que la sociedad no ha madurado lo suficiente para afrontar estas tecnologías

Una salvaguarda podría consistir en adiestrar a los ordenadores para que sean conscientes de su propia falibilidad. (Capítulo 8)

Mientras la humanidad permanezca unida, podemos forjar instituciones que controlen la IA y que identifiquen y corrijan los errores algorítmicos. (Capítulo 11)

  Harari no olvida mencionar que en este periodo histórico, Occidente se ve azotado por un fenómeno social inquietante por su estupidez: el populismo. Puede que no esté necesariamente relacionado con las nuevas realidades del mundo de los algoritmos, pero, desde luego, estos no le ponen freno.

[El] populismo (…) [se ve] descrito como una «ideología que considera que la sociedad está dividida en último término en dos grupos homogéneos y antagonistas, “la gente pura” y “la élite corrupta”» (Prólogo)

  Tal vez las instituciones puedan hacer algo para controlar los peligros de la IA, pero difícilmente controlarán la degeneración de la democracia que el populismo supone. Poner la esperanza en las instituciones no parece demasiado esperanzador. Las instituciones se originan a partir de la sociedad, no surgen por mero voluntarismo y las mismas instituciones pueden tener efectos muy diferentes en otras sociedades, aunque eso no niega la importancia de valorarlas y sostenerlas cuando son benignas. La ciencia, una disciplina basada en la honestidad, la lógica y la falta de prejuicios (que también es lógica) supone la base de lo mejor de la sociedad contemporánea.

Las instituciones científicas son diferentes de las religiosas, puesto que premian el escepticismo y la innovación en lugar de la conformidad. (Capítulo 4)

Las instituciones de organización y conservación que desempeñaron un papel fundamental en la revolución científica conectaron a estudiosos e investigadores tanto en las universidades como fuera de ellas, lo que creó una red de información que se extendió por toda Europa y, finalmente, por todo el mundo. Para acelerar esa revolución, los científicos tuvieron que confiar en la información publicada por colegas de países distantes. La confianza en el trabajo de compañeros a los que nunca se había visto se manifestó en asociaciones científicas como la Royal Society of London for Improving Natural Knowledge, fundada en 1660, y la Académie des Sciences francesa (1666); en revistas científicas como las Philosophical Transactions of the Royal Society (1665) y laHistoire de l’Académie Royale des Sciences (1699), y en editores científicos como los artífices de la Encyclopédie (1751-1772). Estas instituciones organizaban y conservaban información sobre la base de la evidencia empírica (Capítulo 4)

  Pero evidencia empírica también parece la necesidad de que, con independencia de cuestiones como la amenaza de la IA, las redes sociales y el cambio climático, necesitamos innovaciones en el pensamiento social, avanzar más en la evolución civilizatoria, que es, en esencia, evolución moral. Y esto no puede verse fuera de una concepción de tendencias relacionadas con la naturaleza humana, con respecto a las cuales las instituciones son consecuencia y no causa.

Si nuestra regla de oro es «toda acción debe ajustarse a un objetivo superior», por definición no hay manera racional de definir este objetivo final. Así que ¿cómo podemos proporcionar a una red informática un objetivo final que bajo ningún concepto debe alterar o ignorar? Los ejecutivos e ingenieros que se apresuran a desarrollar la IA cometen un enorme error si piensan que existe una manera racional de decirle a la IA cuál ha de ser su objetivo principal. (Capítulo 8)

  Las advertencias están bien, incluso si están teñidas de catastrofismo, pero el error más grave parece encontrarse en que Harari no cree en el proceso civilizatorio. Afirmar que la especie humana carece de un “objetivo principal” cuando al mismo tiempo considera que la IA es capaz de comprender a la perfección la psicología humana es anunciar que estamos en un callejón sin salida. 

El hecho que la IA pueda hacerse pasar por un humano amenaza con destruir la confianza entre humanos y con desgarrar el tejido de la sociedad. (Capítulo 9)

  Por supuesto que la IA puede comprender el objetivo principal de la raza humana… una vez ésta sea capaz de formularlo (¡o podría dárnoslo ella misma!).

   Harari no considera que el progreso en la información y el progreso tecnológico vayan parejos al progreso cultural. Al fijarse solo en lo negativo se parece un poco a los luditas… 

Los luditas no iban tan desencaminados (Capítulo 9)

    El esfuerzo de cambio debemos ponerlo en el cambio cultural en el sentido de progreso moral y en el contexto del progreso de la civilización. ¿El “objetivo principal” de la raza humana? Obviamente se trata del perfeccionamiento de nuestras cualidades cooperativas –y el consecuente control de las agresivas y antisociales- con vistas a desarrollar una trascendencia cuya meta final será el control de la naturaleza. Qué si no. Ser “como dioses”. La IA lo comprendería perfectamente. Y también comprendería que el primer paso es buscar formas imaginativas para mejorar los controles culturales al comportamiento humano antisocial (civilización), controles que han de ser interiorizados en el individuo y no tanto depender de las instituciones.

Lectura de “Nexus” en “Debate” 2024; traducción de Joan Domenec Ros

jueves, 5 de diciembre de 2024

“Evolución cultural”, 2011. Kate Distin

     Que el Homo sapiens es un animal cultural implica que, si bien hay otros animales con cultura, la cultura humana tiene unas características extraordinarias que transforman por completo el comportamiento social de la especie de unos entornos a otros. El estilo de vida humano se ve espectacularmente afectado por los cambios culturales.

La cultura es (…) una red asociativa de estructuras de conocimiento específico (…) que determina cómo un individuo interpretará el mundo social (…) Los individuos pueden hacerse multiculturales e incluso adquirir elementos culturalmente contradictorios porque los nuevos elementos culturales más que reemplazar los existentes se mezclan con los anteriores, de modo que aspectos adquiridos de la cultura influencian el comportamiento hasta el punto de que son cognitivamente accesibles y relevantes a la situación (p. 82)

  ¿Hasta qué punto puede cambiar la cultura humana? La filósofa Kate Distin explora para averiguarlo los mecanismos de cambio cultural, el proceso evolutivo de las culturas.

La evolución cultural está fundamentada en la herencia persistente de información cultural mediante los mecanismos de lenguas naturales y artefactuales (p. 169)

  El lenguaje sería el mecanismo esencial para producir los cambios culturales. Bien es verdad que a veces se transmiten cambios culturales entre humanos sin expresarlos de forma directa (por ejemplo, un logro técnico sencillo que realiza un individuo durante el trabajo y que otros presencian; los animales no humanos suelen hacerlo así), pero en general los humanos transmiten los cambios culturales mediante diversas formulaciones simbólicas. Distin se refiere en particular a las “metarrepresentaciones”

Este tipo de pensamiento [la metarrepresentación] se funda esencialmente en el reconocimiento de patrones: la capacidad para notar las similitudes y diferencias en porciones variadas de información, y las formas en que son representadas (p. 170)

Los mecanismos de herencia cultural son sistemas de representación simbólica, que son únicamente humanos e incluyen no solo la lengua, sino también los sistemas simbólicos de matemáticas, música y demás (p. 37)

   (La “metarrepresentación” recuerda mucho a la capacidad para la abstracción y el lenguaje simbólico, o a la misma inteligencia en tanto que reconocimiento de patrones, pero el término es útil y no crea confusión a lo largo  de la exposición de este libro)

  Ahora bien, la actividad social –humana o no- se basa en el beneficio mutuo, y estando en juego el bienestar de todos, cualquier infracción al sistema es rechazable. Existe, por tanto, resistencia al cambio: el interés común exige conformismo. ¿Cómo entonces puede fructificar la evolución?

El comportamiento inconformista puede amenazar la aceptación del individuo por el resto del grupo. En este respecto, el ser dotado [para la innovación cultural] habría tenido una desventaja biológica (p. 177)

  Esta idea de la “dotación” es esencial: existiría un consenso inconsciente dentro de la sociedad que reconoce cuando un individuo o minoría ha hallado una nueva pauta de cambio cultural prometedora.

Los individuos altamente metarrepresnetacionales es probable que vean conexiones donde otros no las han notado, por virtud de la cual pueden crear nueva información cultural (p. 171)

La relación entre la metarreprsntación y la variación cultural da apoyo a la caracterización de que en la gente dotada como altamente metarrepresentacional  se da un vínculo entre  talento  e inconformismo (p. 172)

Los pensadores altamente metarrepresentacionales (…) tenderán a cuestionar y sintetizar la información antes de transmitirla a otros (p. 173)

  Por una parte puede ser socialmente problemático asumir que dependemos para el avance cultural de los individuos “dotados”, pero la duda  más importante se presenta ante la cuestión de si el cambio cultural –progresivo- tiene su origen en la invención de nuevas metarrepresentaciones por estos individuos. Esto podría ayudarnos a detectar el curso óptimo del avance social porque podemos hacer una comparación con el avance tecnológico que permite la mejora económica –mayor rendimiento del trabajo-; al fin y al cabo, ¡a alguien se le tuvo que ocurrir primero fijar una piedra afilada a un palo para hacer un hacha! De forma similar, aunque Freud pudiera estar equivocado en sus teorías sobre el complejo de Edipo o la histeria femenina… no cabe duda de que aportó al mundo el uso cotidiano de concepciones revolucionarias -¿metarrepresentaciones?- como “inconsciente”, “frustración” o “libido”. 

    Que haya invenciones “metarrepresentacionales” que afecten a la misma concepción de la vida social por parte de los mismos individuos que componen la sociedad –¿sabiduría, moralidad?- lleva además a colegir de ello que tales aportaciones en constante innovación se influyen unas a otras.

Un producto del desarrollo de su constitución genética es la capacidad de los individuos para aprender de sus experiencias. En una minoría de especies, los individuos pueden también aprender el uno del otro. En solo una especie, en base a lo que sabemos, pueden los individuos  aprender de lo que ellos mismos han aprendido (p. 220)

   Para comprender cómo se articulan las innovaciones culturales habremos siempre de tener en cuenta las motivaciones del entorno.

Un individuo puede adquirir unidades de información muy diferentes, algunas de las cuales incluso se contradicen entre sí, pero las que con más probabilidad se pondrán en efecto serán aquellas cuya atención es dirigida por estímulos externos, o primas  (p. 83)

  Ahora bien, aunque es obvio que los cambios culturales tienen su origen en las necesidades básicas de la sociedad (muchos, y muy importantes en general, se originan en las guerras), sucede que en el ser humano muchas veces la motivación no es meramente económica –como sí sucede, por ejemplo, en la cultura de los demás simios-. El ser humano se ve motivado, muchas veces de forma inconsciente, por la mera necesidad de interacción social entre individuos (gratificaciones afectivas, por ejemplo; aunque también relaciones de dominio).

Los humanos perciben que el resultado buscado de algunas acciones no es siempre la meta [aparente, sino que] también incorpora la forma en que estas acciones son llevadas a cabo (p. 53)

  Esto se ha visto en experimentos con bebés humanos, en que los pequeños individuos imitan acciones de los adultos no tanto para alcanzar un fin “animal” –obtener comida, por ejemplo- sino como reflejo social –empatía, afección-.

  Es decir, el cambio cultural no es meramente instrumental, sino sobre todo es social,  de relaciones humanas, y eso explicaría también su mecanismo de propagación. Aunque existen muchas teorías sobre el origen del lenguaje, es muy probable que su impulso fundamental estuviese en fortalecer los vínculos sociales entre individuos.

El lenguaje natural puede haber evolucionado primariamente para la comunicación pero el resultado eventual fue una expansión en información cultural más allá de la capacidad colectiva de los cerebros humanos (p. 126)

  Y esto nos puede dar también más pistas acerca de cuáles son las innovaciones culturales futuras más acordes con la armonía social buscada…

Lectura de “Cultural Evolution” en Cambridge University Press 2011; traducción de idea21

lunes, 25 de noviembre de 2024

“Los exámenes de empatía”, 2014. Leslie Jamison

   Esta obra de la autora Leslie Jamison no es un libro de ciencias sociales, sino un ensayo de gran valor literario que suma diversos testimonios de experiencias límite. Desde graves sucesos de índole homicida como el caso de los "West Memphis Three"  a cuestiones de profunda implicación psicológica como la enfermedad "Morgellons" (supuestamente "imaginaria") o las irónicas implicaciones del "endulzamiento de la vida".

Oscar Wilde [opinaba que] (…) un sentimentalista es simplemente alguien que desea tener el lujo de una emoción sin pagar por ello (…) Esto no es decir que los edulcorantes son lo mismo que el sentimentalismo –o incluso un símbolo perfecto para ello- sino simplemente sugerir que un miedo similar es operativo en estas diferentes esferas de gusto (In Defense of Saccharin(e)

  Estas reflexiones son propias de la misma naturaleza de la literatura de ensayo, porque no podemos participar en la crítica de nuestra convivencia emocional sin vivir propiamente la desazón y melancolía que el hecho literario libera. El “ensayo literario” es la base motivacional del ensayo científico. El científico social puede ser crudo, escéptico o distante del dolor humano, pero el contenido del ensayo literario supone la materia prima de su intento de comprender las contradicciones del hecho social humano que llevan a un sufrimiento evitable. Y, si el trabajo está bien hecho, la ciencia social retorna a la base motivacional originaria en forma de sabiduría…

  Emociones y sentimentalismo, cuando son considerados como tales, suelen generar un rechazo en tanto que alejamiento de la vida. La experiencia de las actividades de mejora social no ha podido expandirse sin la ayuda de la literatura –nuestra misma naturaleza cognitiva es de tipo narrativo- pero la reflexión oportuna señala el grave peligro de que por la literatura nos alejemos de la realidad. No será buena literatura si está en exceso endulzada, pero tampoco podemos evitar ese deseo de encontrar la solución en los afectos inmediatos. En la Antigüedad, los sabios no pudieron descubrir la ciencia moderna (con sus fríos datos estadísticos) porque preferían la “filosofía natural” endulzada de divinidad y contemplación estética…

La empatía no es solo algo que nos sucede –una lluvia de meteoros de sinapsis que se encienden en el cerebro- es también una elección que hacemos: poner atención, extendernos a nosotros mismos (The Empathy Exams)

  Una escritora no puede obviar la empatía, concepto surgido en su momento como terminología sociológica, pero lo que falta al hecho literario al enfrentarse a su propia capacidad para expandir su benevolencia es la misma acción empática, es decir, altruista. En una época de escepticismo no hay literatura comprometida, y esto es una falta del comportamiento humano… que no puede dejar de ser literario.

  Veamos el caso de la victimización de la mujer: de la crónica de sucesos a la exaltación literaria… pasando por el compromiso feminista.

Podemos haber convertido la mujer herida en una especie de diosa, romantizado su enfermedad e idealizado su sufrimiento, pero eso no quiere decir que no exista. Las mujeres todavía tienen heridas: corazones rotos y huesos rotos y pulmones rotos. ¿Cómo hablamos de estas heridas sin glamourizarlas? (Grand Unified Theory of Female Pain )

  Desde el punto de vista de la empatía, no toda obra de ficción es propiamente literatura. Puede haber relatos que funcionen solo como entretenimiento. El razonamiento humano se basa en el relato, pero no todo relato implica empatía. La empatía implica una actitud emocional de compasión, benevolencia y altruismo.

  Veamos este otro caso: una asociación de personas que sufren por una enfermedad llamada  Morgellons    … que muchos especialistas de la medicina consideran “imaginaria”. Si la enfermedad es imaginaria ¿el sufrimiento es real?, ¿la empatía es posible?

¿Es equivocado llamarlo empatía cuando confías en el hecho del sufrimiento pero no en la fuente? ¿Cómo habito en el dolor de alguien sin habitar en su particular comprensión de ese dolor? (Devil´s Bait)

  Porque puede haber personas que sufran y por las que no sintamos afinidad, que no consideremos que sufran con motivo (no el motivo por el que sufriríamos nosotros). Personas que sufren por cuestiones muy diferentes.

  ¿Y la “trampa” de la empatía? Al abordar el caso de los "West Memphis Three" basta un determinado enfoque de los documentalistas profesionales (medios de comunicación) para generar emociones que en otro caso, ante un tratamiento más somero de los mismos hechos, no se despertaba.

Este trabajo de la cámara tan bien expresado fuerza empatía en todas direcciones, incluso hacia donde no se pretende ir. Estás tan próximo a cualquiera, que puedes sentir compasión por cualquiera. (Lost Boys)

  Hasta el punto de que puedes considerar la empatía como una debilidad (algo  de lo que la psicología social nos ha alertado con detalle). Podemos detenernos en lo inmediato, en el sufrimiento próximo, e ignorar un mayor sufrimiento más alejado. Pero ¿sin la sensibilidad de lo inmediato podríamos despertar a la sensibilidad de lo más lejano?, ¿no son inevitables la debilidad, la ingenuidad, la emotividad cuando se trata de predisponernos a la empatía?

  Cuando menos, el ensayo literario nos da una visión lúcida del valor de las contradicciones. Una visión aséptica de la ciencia social puede ponernos en una actitud cínica porque lo que se busca es sobre todo los resultados del juicio crítico. ¿Al servicio de qué bien se pone el resultado del juicio crítico?, ¿del éxito académico de los profesionales de la ciencia social? Si el juicio crítico se debilita al empatizar, al menos estamos promoviendo la actitud compasiva, socialmente constructiva (“prosocial”, según un término moderno… que la ciencia nos ha proporcionado).

  Y finalmente, queda la cuestión de la autenticidad de la experiencia literaria en su intento de unir juicio y emoción empática.

En física lo llaman el efecto del observador: no puedes observar un proceso físico sin afectarlo (Lost Boys)

  No hay progreso moral sin subjetividad. Pero no hay altruismo efectivo sin lógica ecuanimidad para evaluar el sufrimiento real y paliarlo de la forma más apropiada. Lo observado que se ve afectado por la actitud del observador podrá conservar todavía suficiente rasgos propios para que la acción subsiguiente no deje de ser efectiva en el sentido buscado. Si empatizamos, no podemos negarnos a observar.

  Lectura de “The Empathy Exams” en Graywolf Press 2014; traducción de idea21

viernes, 15 de noviembre de 2024

“Hechos naturales éticos”, 2003. William Casebeer

   El filósofo William Casebeer no cree en el relativismo ético. En realidad, el relativismo implica la inexistencia real de la ética. Una ética relativa que puede ser cambiada constantemente no nos proporciona un criterio moral fiable, mientras que el propósito de este libro es 

la empresa de naturalizar la ética por el camino de la biología evolutiva y la ciencia cognitiva (p. 160)

Este libro podría  leerse como un argumento extendido para una nueva y potencialmente fructífera metáfora moral: la de la moralidad como un fenómeno ecológicamente evolutivo  en esencia (p. 110)

Decir a alguien que la moralidad es “ilusoria” o “meramente un asunto de estado emocional” pero urgirle que él debe actuar sin embargo moralmente es una posición  repleta de una considerable tensión psicológica (p. 157)

  Hoy las ciencias sociales nos ayudan a encontrar una ética sólida justo cuando han desaparecido los mandatos religiosos como fundamento moral. La visión evolutiva aparenta ser una perspectiva asequible para fijar criterios éticos factuales, no relativistas. Si podemos establecer criterios de la naturaleza humana, también podremos establecer criterios óptimos para el comportamiento moral a un nivel universal. Pero para conseguir esto –coherentemente con el planteamiento científico, evolutivo- debemos librarnos de los prejuicios de nuestra época, y eso no es tan fácil.

  Recordemos una vez más las tres tradicionales visiones de la ética: deontología (kantismo), utilitarismo (consecuencialismo), ética de la virtud.

Los kantianos ven las prohibiciones morales como una uniformidad a partir de las exigencias del imperativo categórico. Los utilitarios ven las prohibiciones y obligaciones morales como funciones de la cantidad de placer producido (y que previene el dolor) por actuar en base a ellos. Los teóricos de la virtud ven la moralidad como un asunto referido a encarnar los estados de carácter apropiados de modo que se  alcance la eudaimonía (p.  127)

  El camino más acertado parece ser la búsqueda de la virtud aristotélica en tanto que es el más vinculado al desarrollo psicológico humano. 

La teoría de la virtud considera qué estados de carácter debemos cultivar en nosotros   (p. 12)

  Pero también es el más vulnerable de todos al relativismo, pues los criterios de virtud cambian con los tiempos… cosa que no debería ser así, pues la constitución psicológica del comportamiento no cambia (y aquí es donde un punto de vista evolutivo podría ayudarnos).

En cuanto al tipo de vida que  lleva a la eudaimonia. [Aristóteles] desecha rápidamente la vida de placer, centrándose en lugar de ello en dos obvios contendores: una vida de servicio público y una vida de contemplación intelectual  (p. 43)

Aristóteles intenta dar una comprensión reflexiva del bienestar humano y la buena vida. Sugiere que el desarrollo humano consiste en una actividad excelente (como la contemplación intelectual y la acción virtuosa) que surge de un carácter apropiadamente estructurado (p. 42)

  El ideal aristotélico de la vida para el servicio público es similar al del estoicismo posterior (incluso se parece bastante al confucionismo chino), pero presenta el problema de que la valoración de tal servicio cambia con los tiempos, lo que implica al relativismo ético. Ahora bien, tenemos el otro camino de la virtud posible, el de la contemplación intelectual, y aquí lo que se implica no es tanto el tipo de servicio público que la sociedad exija en un momento dado, sino la constitución psicológica innata del ser humano. La “contemplación intelectual” abarca el razonamiento lógico, la liberación de los prejuicios y, en las relaciones humanas, la búsqueda de la sabiduría.

Una ética pragmática  informada por la biología y la neurobiología mantiene la mayor esperanza de ser el pegamento procedimental unificador que puede mantener unido con éxito las visiones  de una vida moral que de otra forma serían inconectables y mutuamente antagonistas (p. 161)

  Eso no quiere decir que en este libro el autor haya hallado el contenido correcto de la virtud según la ciencia social… o según el juicio virtuoso del individuo informado que se entrega a la contemplación intelectual.

Trabajos recientes en antropología moral (…) argumentan que la variación entre códigos morales citados con frecuencia por quienes apoyan el relativismo y el escepticismo no existen realmente. Un cuidadoso examen de la evidencia antropológica e histórica sugiere que de hecho hay un gran número de valores universales (p. 40)

   Sería conveniente establecer la base de la virtud universal, de tales valores, y no solo en el sentido negativo de no matar, no torturar, no engañar, etc. En eso, no estamos tan lejos del modelo de virtud deontológico.

El imperativo categórico (…) nos dice lo que no podemos hacer a medida que seguimos nuestros proyectos de vida (p. 132)

  La virtud no puede ser solo el “no hacer”, exige un estilo de vida, un modelo de comportamiento que pueda garantizar una vida social armoniosa. La actitud de Aristóteles sigue siendo válida porque nos invita a razonar el sentido de la existencia en sociedad.

La respuesta esencialista de Aristóteles: nuestra capacidad para una razón robusta (p. 43)

  La razón ética es “robusta” cuando ejerce la lógica a largo plazo y considera la evolución humana –evolución de las civilizaciones- con la misma objetividad que los fenómenos naturales.

  El imperativo categórico de Kant resultó más frustrante que la idea de la virtud del carácter de Aristóteles. Al fin y al cabo, Kant era incapaz de sacar consecuencias lógicas de su imperativo más allá de los prejuicios de su época. No pudo deducir que la “norma aplicada como máxima universal” o el “no usar a la persona como medio” son incompatibles con el mundo burgués del que formaba parte, con violencia política institucionalizada (guerras justas), desigualdad arbitraria y gravosos prejuicios contra mujeres y esclavos. Su ética no era universal, tal como pretendía, sino que pertenecía a su época y a su clase social.

  La racionalidad robusta de Aristóteles puede llevarnos, en cambio, al pensamiento científico, a la visión evolutiva y, por tanto, a una ética que sí podría ser universal. Es cierto que Aristóteles se limita al modelo de virtud propio de la Atenas de su tiempo pero él no ignoraba la existencia de otras sociedades con otros modelos éticos. De la misma forma, hoy podemos plantearnos, desde una visión evolutiva,  si una humanidad futura -naturalmente evolucionada- de dentro de mil o dos mil años tendrá multimillonarios, un mundo dividido en fronteras y lenguas incomprensibles, creencias en lo sobrenatural, presidiarios y alcohólicos. Una razón robusta sin prejuicios nos hace pensar que no.

  Finalmente, y entre otros muchos asuntos relacionados, el autor nos llama la atención sobre un tema importante en cuanto a cómo podemos transformar evolutivamente la cultura ética: la imaginación moral.

Mi imaginación moral me causa transformar un fin a la vista (consumir helado [que es malo para mi salud]) en un fin diferente (consumir manzanas [que es bueno para mi salud]), lo cual concibo primero meramente como un medio para un fin (…) para mi salud, pero lo cual se transforma eventualmente en un fin en sí mismo. Finalmente, ello se convierte en costumbre  (p. 31)

   A lo que se están refiriendo el autor es a la creación evolutiva de nuevos presupuestos morales. La fuente de toda moralidad –aparte de las emociones morales innatas básicas o valores universales - es la presión de las costumbres. Pero las costumbres se van creando en un proceso en el que necesariamente han de participar los individuos.  La imaginación moral es uno de los recursos cognitivos para ello (los “estímulos supernormales” podrían ser otro).

  Se trata de que podemos proponernos cambiar nuestras creencias y afinidades. Pensemos en el individuo que ve que sus vecinos cristianos llevan una vida familiar feliz. Él no cree en la existencia de seres sobrenaturales, pero aspira a esa forma de felicidad familiar. Puede decidir participar en la congregación religiosa esperando que “por contagio” él adquiera la fe en lo sobrenatural… que a su vez le llevará a la felicidad familiar.

  La antigua sabiduría ya conocía este tipo de transformaciones psicológicas y ello es por completo coherente con la visión moral aristotélica –no con la kantiana ni la utilitarista-.

  Buscamos la felicidad… pero hay muchas formas de ser felices. Podemos elegir un tipo particular de búsqueda de la felicidad acorde no solo con la moralidad de nuestro medio, sino incluso acorde con la moralidad de otro medio que nos resulte extraño en un principio. Las manzanas no están mal de sabor, al fin y al cabo… y el llevar una vida sana aporta otras recompensas aparte de lo que se refiere a la salud misma; por ejemplo, el llevar una vida sana nos puede producir la sensación de estar haciendo lo correcto, de ser una persona elegante, educada. Los políticos actuales o las personas públicas que buscan la popularidad, todos, suelen gustar de presumir de ser no obesos, deportistas y no fumadores… Es posible construir una personalidad acorde con un ideal racional y prosocial, cultivar un “estado de carácter” gratificante para nuestra propia subjetividad y al mismo tiempo integrado en un sistema social de elevada moralidad. De esa forma, ideales morales racionalmente robustos pueden abrirse paso a través de la maraña de los prejuicios convencionales de las costumbres de un momento dado.

Lectura de “Natural Ethical Facts” en The MIT Press 2003; traducción de idea21

martes, 5 de noviembre de 2024

“Pensamiento y lenguaje”, 1934. Lev Vygotski

   El trabajo de Lev Vygotski, a partir del de Piaget y otros investigadores que él mismo nombra en su obra, trata de esclarecer el misterio del pensamiento social humano. Lógicamente, consideramos que todo pensamiento es social, de ahí que lo expresemos como lenguaje, pero Vygotski descubre que, más allá del lenguaje hablado, social, existe un lenguaje interior, un mundo interior de pensamiento humano. 

El habla interna no es el aspecto interno del habla externa: es una función en sí misma. Sigue siendo habla, es decir, pensamiento conectado con palabras. Pero, mientras que en el habla externa el pensamiento se materializa en palabras, en el habla interna las palabras mueren cuando dan a luz el pensamiento. (p. 20)

La especulación de la lingüística psicológica [considera que] el pensamiento es «habla sin sonido» (…) Quienes identifican el pensamiento con el habla cierran, sin más, la puerta al problema  (p. 39)

  Es un planteamiento extrañamente espiritual, pues anuncia la existencia de una realidad humana que, surgida del mundo exterior, no se haya limitada por nuestra relación con éste. La aparición de los “conceptos”, por otra parte, implica la creación de una realidad intermedia entre lo humano y lo material.

Una palabra no se refiere a un objeto aislado, sino a un grupo o una clase de objetos. Cada palabra es ya, por tanto, una generalización. La generalización es un acto verbal de pensamiento y refleja la realidad de un modo radicalmente diferente a como la reflejan la sensación y la percepción. (p. 41)

Un concepto sólo aparece cuando los rasgos abstraídos son sintetizados de nuevo y la síntesis abstracta resultante se convierte en el principal instrumento del pensamiento. (p. 128)

   Serán autores posteriores los que trabajarán sobre la posibilidad de que un desarrollo deliberado del lenguaje pueda ayudar a promover estados de pensamiento. Si el ser humano puede crear conceptos y abstracciones también puede manipularse a sí mismo haciendo uso de su propia creatividad lingüística.

El desarrollo del pensamiento está determinado por el lenguaje, es decir, por los instrumentos lingüísticos del pensamiento y por la experiencia sociocultural del niño. El desarrollo del habla interna depende fundamentalmente de factores externos; el desarrollo de la lógica del niño es (…) una función directa de su habla socializada. El crecimiento intelectual del niño depende de su dominio de los medios sociales del pensamiento, esto es, del lenguaje. (p. 98)

Si se dejara abandonado a sí mismo, un niño desarrollaría sólo un pensamiento delirante. La realidad nunca le enseñaría lógica alguna.[Según Piaget] (p. 70)

El pensamiento verbal no incluye en modo alguno todas las formas de pensamiento ni todas las formas de habla. Hay una extensa área de pensamiento que no tiene directa relación con el habla. El pensamiento manifestado en el uso de instrumentos pertenece a esta área, como el intelecto práctico en general.(…) El pensamiento puede funcionar sin imágenes verbales ni movimientos de habla detectables mediante autoobservación. (…)  No hay correspondencia directa entre el habla interna y los movimientos de la lengua o la laringe del sujeto. (p. 94)

Normalmente nos decimos a nosotros mismos lo que vamos a escribir; esto también es un borrador, aunque sea sólo mental.(…) Este borrador mental es habla interna. El habla interna no sólo funciona como borrador en el habla escrita, sino también en el habla oral. (p. 196)

  Conocer la naturaleza de nuestro pensamiento y nuestro lenguaje nos proporcionaría instrumentos para la mejora social. Las realidades privadas, en apariencia incomunicables –solo cada uno puede experimentar la propia sensación-, pueden dar lugar a vínculos valiosos entre individuos gracias a las elaboraciones del lenguaje. Estos vínculos pueden ser más perfectos, más efectivos, más gratificantes.

La función primaria del lenguaje, tanto en niños como en adultos, es la comunicación, el contacto social. (p. 59)

  Es una conclusión muy diferente a la que existía en un principio, del lenguaje como herramienta práctica para el trabajo en grupo. En el origen de nuestra especie, el gran cerebro –enorme, en relación con el tamaño de los cerebros de otros simios- tenía la función de mejorar las funciones sociales (cognición para comprender conductas ajenas complejas;  memoria para recordar nombres, rostros y comportamientos; imaginación para prever los actos ajenos…). Al ser las consecuencias del ejercicio de estas funciones de mayor ámbito -la inteligencia social lleva al desarrollo de la cognición lógica, capaz de cuestionarlo todo- podemos olvidarnos de que nuestra fuerza está precisamente en el desarrollo de los vínculos sociales, no tanto como medio práctico de la vida económica –trabajo- sino como vivencia y fin en sí mismo.

  La inteligencia humana, basada en el desarrollo e las relaciones personales, era inevitable que tuviese también consecuencias prácticas en la competencia con otras especies, ya que una mejora de las relaciones personales siempre mejora todo tipo de actividad social. El aprendizaje se da en todo tipo de situaciones que suponen un dilema, pero las condiciones para resolver los dilemas  dentro de un grupo social dependen del vínculo entre los individuos.

La psicología comparada ha identificado varios indicios que pueden ayudar a distinguir la imitación inteligente y consciente de la copia automática. En el primer caso, la solución llega instantáneamente en forma de intuición que no requiere repetición. Dicha solución afecta a todas las características de la acción intelectual. Implica la comprensión de la estructura del campo y las relaciones entre los objetos. Por el contrario, la imitación ejercitada sistemáticamente se lleva a cabo mediante series repetidas de ensayo y error; no muestra signos de entendimiento consciente ni incluye comprensión de la estructura del campo. En este sentido, puede decirse que los animales no son susceptibles de enseñanza. (p. 160)

   Dadas las problemáticas que subsisten hoy, una vez que se ha alcanzado un gran desarrollo tecnológico e intelectual, ¿en qué medida el manejo del lenguaje puede ayudarnos a mejorar estas capacidades imitativas propias de la inteligencia? 

  Una valiosa sugerencia sería lo que se refiere  a la expansión del instrumento del lenguaje dentro de la subjetividad humana: trabajar el subtexto, las motivaciones, las intenciones ocultas… Hacernos soberanos de nuestros procesos cognitivos menos conscientes mediante la sofisticación del lenguaje, acercándonos al “habla interna”.

En nuestra habla hay siempre un pensamiento oculto, un subtexto. (p. 201)

Stanislavski, al dar instrucciones a los actores, enumeraba las intenciones ocultas tras las palabras de sus papeles  (p. 202)

Para entender el habla de otro, no es suficiente entender sus palabras: debemos entender su pensamiento. Pero ni siquiera eso basta: debemos conocer además su motivación. (p. 203)

 El pensamiento científico, la creatividad intelectual, la introspección propia del arte y la lucha de la racionalidad contra el prejuicio son instrumentos cognitivos que se desarrollan gracias al lenguaje y que pueden liberarnos de nuestras limitaciones propias del mundo prehistórico del que procede la mente Homo sapiens.

Lectura de “Pensamiento y lenguaje” en Espasa Libros, S. L. U., 1995   (Conversión a libro electrónico: Newcomlab, S. L. L.); traducción de José Pedro Tosaus Abadía

viernes, 25 de octubre de 2024

“Evolución, comportamiento humano y moralidad”, 2017. Lagerspetz et al Editores

  Este libro es un compendio de ensayos que buscan conectar los primeros hallazgos de la antropología con el posicionamiento moderno de la psicología evolutiva. Se centra sobre todo en la figura de Edvard Westermarck, maestro de Malinowski y contemporáneo de Durkheim, Tylor y Levy-Bruhl

Westermarck (…) desarrolló la visión de que la moralidad en general estaba basada en la emoción, esencialmente derivada del instinto (Capítulo 2)

Los psicólogos evolutivos generalmente piensan que la moralidad se hace posible solo por el crecimiento de la inteligencia. La inteligencia se ve como la fuente de libertad y es así la condición de posibilidad de la moralidad (Capítulo 15)

   Esta visión se oponía a la que considera que el comportamiento moral es arbitrariamente fijado por la cultura del momento. Es decir, el planteamiento de la “tabula rasa”.

La visión tradicional de las ciencias sociales sobre la moralidad [la considera una] convención sobre deber y obligación que deriva de la costumbre social (Capítulo 8)

   El concepto de “tabula rasa” no se refiere solo a la imposición efectiva de unos convencionalismos sociales; implica, en el célebre caso de Freud y la prohibición del incesto, considerar que unos impulsos innatos antisociales –la disputa por las hembras- dan lugar a unos condicionamientos sociales inamovibles derivados de la imposición necesaria del tabú del complejo de Edipo.

Funcionalistas y freudianos se inclinaban por una visión de la sociedad como una fuerza independiente –para los freudianos, una fuerza represiva- que ejerce control sobre las mentes de los individuos, mientras los evolucionistas tendían a pensar de las normas sociales como más o menos directas expresiones de la psicología individual (Capítulo 2)

  Y si se habla de Westermarck, hay que hablar del famoso “efecto Westermarck”, la contestación, casi sin duda acertada, al extraño y en su momento escandaloso “complejo de Edipo” freudiano, en el cual el doctor vienés fundamentaba el origen mismo de la civilización humana.

Para Freud (…) la lujuria originaria por el sexo entre miembros de la familia es tan fuerte que la sociedad tuvo que construir tabús para mantener la integridad de la institución familiar (Capítulo 8)

   Westermarck, por el contrario, daba por sentado que existe un instinto natural que se opone al incesto. Y ahí aparece la oposición entre lo instintivo y lo cultural. Oposición que no es necesariamente tan estricta: una prohibición puede ser instintiva –el incesto, según Westermarck- y al  mismo tiempo tener un apoyo cultural –la prohibición legal del incesto-.

Hoy el ámbito de comportamientos a los que se da una explicación evolutiva se ha expandido (y probablemente mucho más allá de lo justificable), pero la explicación de por qué evitamos el incesto de Westermarck fue uno de los primeros intentos (Capítulo 6)

  No cabe duda de que en su momento, Westermarck se vio favorecido por la repugnancia generalizada de la teoría de Freud acerca de una lujuria originaria imparable. Por su parte, la idea del instinto natural contra el incesto era lógico que  su vez despertara objeciones fáciles de comprender.

Frazer argumentó que no habría necesidad de una prohibición del incesto firme y universal si hubiese una aversión instintiva y natural a cometer actos incestuosos (Capítulo 3)

  La contestación a su vez se hacía inevitable.

Westermarck [sostiene que] (…) un tabú social es improbable que extinga un deseo existente. Como es el caso de las normas proscribiendo e incluso prohibiendo la homosexualidad (Capítulo 7)

   Es decir, el incesto tendría que seguir siendo algo frecuente que tendría lugar, cuando menos, en la clandestinidad. Y no parece que eso suceda muy a menudo, como sí es el caso de la homosexualidad en aquellas sociedades donde está severamente prohibida. Otra forma de explicarlo es el caso de la prohibición del canibalismo ¿se prohíbe porque existe una tendencia natural al canibalismo que solo un tabú social podría contener?  

  Con todo, Westermarck reconocía ser incapaz de detectar el mecanismo de la repugnancia al incesto.

Las propias teorías de Westermarck no eran sin tacha. No identificaba claramente la base instintiva de la aversión innata contra el incesto (Capítulo 3)

  Sea cual sea el mecanismo, parece en general probado que esta aversión existe y que las objeciones en contra no tienen mucho peso.

  La idea de que estamos programados en nuestros deseos sexuales incluso al punto de contar con mecanismos innatos de evitación del incesto va unida a una concepción de la moralidad que ciertamente parece relacionada con los modelos evolutivos más modernos.

Westermarck (…) era un relativista moral que intentó mostrar cómo y por qué los seres humanos en general se comportaban como si los hechos morales objetivos sí existieran (Capítulo 16)

  La idea de una racionalidad ilógica con pretensiones lógicas podemos relacionarla con la tarea de Wason. Y tendría sentido en el ámbito de la moral: lo que son tendencias sociales innatas de origen evolutivo suelen hacerse pasar por leyes lógicas.

L a consecuencia que Westermarck extrae de su idea de que todos los conceptos morales están al cabo basados en emociones, es que no puede haber objetividad moral ya que no puede obtenerse objetividad de una emoción (Capítulo 12)

  Los planteamientos de apariencia evolutiva en Westermarck aparecen también en su visión de la religión.

[Westermarck] creía que la religión estaba basada en sentimientos instintivos de recogimiento y maravilla. Su ambición general era crear una visión de la naturaleza humana que fuera subyacente a todas las culturas, desde las salvajes a las civilizadas. (Capítulo 2)

Westermarck (…) argumentaba que la idea de lo sagrado se basa en emociones de sobrecogimiento y respeto, un sentido de lo misterioso (…) La distinción entre religión y magia se basaría meramente en la actitud del practicante (Capítulo 4)

La prohibición y el tabú marcan los límites entre lo profano y lo sagrado (Capítulo 4)

  Tratándose del debate acerca de la naturaleza humana, es inevitable que la consideración evolutiva tenga interpretaciones ideológicas. Aquí se nos refleja la visión evolutiva conservadora: 

Desde el punto de vista de James Q Wilson, Westermarck habría argumentado muy convincentemente la universalidad y naturalidad de los apegos emocionales no racionales entre los miembros de la familia y en consecuencia sus estudios podían ser usados para contrarrestar la influyente y extraña visión de que el “amor a los niños” es una invención moderna (Capítulo 16)

  A esto también se le llama “darwinismo conservador”. La importancia de la familia, la religión y la propiedad privada en las relaciones humanas podría concluirse del estudio comparativo de las culturas humanas a nivel universal.

La teoría de Westermark era, según Fukuyama, una de las mejores ilustraciones de cómo los instintos naturales pueden modelar las normas sociales en una forma directa. De hecho, el tabú del incesto mostraría que las normas evolucionan irracionalmente y espontáneamente; en otras palabras, sin organizaciones jerárquicas como el estado. (Capítulo 16)

  Y es cierto que las ideologías sociales conocidas convencionalmente como progresistas –socialistas- parecen más relacionadas con la idea de una sociedad controlada por convencionalismos sociales de los que pueden librarnos los cambios políticos, capaces de hacer “tabula rasa” de las instituciones opresivas como la propiedad privada, las clases sociales y la familia patriarcal.

  Pero la teoría evolutiva es mucho más optimista que quedar a la arbitrariedad de los cambios históricos. La idea de que la moralidad tiene su origen en emociones innatas –la simpatía de Hume y Adam Smith- supone un aseguramiento de nuestras mejores expectativas sociales. Y esto tampoco deja de ser compatible con la existencia de la agresividad. Sabemos que en el ser humano coexisten tendencias prosociales y antisociales, y que todas tienen por origen la forma de vida humana “en estado de naturaleza” (prehistoria); lo que hace la civilización es reprimir unas tendencias y estimular otras mediante mecanismos culturales. 

Darwin (…)[con respecto a] los instintos sociales, enumera cuatro rasgos característicos: 1) placer que los animales sociales tienen en la compañía común; 2) su tendencia a sentir simpatía, esto es, la capacidad de compartir y ser afectado por los sentimientos de otros; 3) su disposición altruista a llevar a cabo varios servicios para los individuos del mismo grupo y, especialmente en los seres humanos, 4) el fuerte deseo de ganar la aprobación de los otros y evitar su desaprobación (Capítulo 10)

   El poder de la cultura es enorme, pero los postulados culturales no son arbitrarios. No podemos inventarnos una cultura, por ejemplo, que haga de la práctica del incesto o de la homosexualidad presupuestos de la vida cotidiana. Sin embargo, tuvimos una civilización caníbal en México y durante algún tiempo las clases altas de Egipto practicaron sistemáticamente el incesto. Tales excepciones debieron de requerir una fuerte manipulación cultural (como también fue el caso de los niños soviéticos que denunciaban a sus padres por ser herejes políticos) que sirve también para darnos la medida de la capacidad del cambio civilizatorio… siempre dentro de la consideración correcta de nuestros instintos sociales específicos e innatos.

Lectura de “Evolution, Human Behaviour and Morality” en Routledge 2017; traducción idea21

martes, 15 de octubre de 2024

“La naturaleza del prejuicio”, 1954. Gordon Allport

   El libro del psicólogo Godon Allportr sobre los prejuicios es justamente célebre. Escrito con numerosas referencias a la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, intenta comprender el origen de los mecanismos que llevan a estorbar la convivencia a partir de creencias infundadas, así como los medios posibles para remediar esta situación. El prejuicio es inútil, torpe y agresivo, no sirve para nada. Entonces, ¿por qué existe?

[La] utilidad [de las categorías] parece consistir en facilitar la percepción y la conducta; en otras palabras, en hacer más rápidos, fáciles y adecuados nuestros ajustes a la vida. (p.  37)

  Categorías y heurísticas, ciertamente, facilitan la acción ante situaciones de urgencia y la prehistoria sin duda era una época en la que el individuo se hallaba constantemente en estado de alarma, y en situaciones críticas la cohesión del grupo podía ser vital. Parte importante de esta forma de vida grupal –propia, en cierto modo, de todos los mamíferos sociales- es el tribalismo, la comprensión de la vida individual en el contexto de un grupo diferenciado por marcadores identitarios en oposición constante a los grupos de extraños. Prejuicios y estereotipos se adaptan bien al tribalismo al expresar emocionalmente las diferencias entre los diversos integrantes de unos y otros grupos enfrentados. En realidad, el prejuicio era útil en los tiempos primitivos durante los cuales fue codificada nuestra herencia genética.

Se  espera que uno actúe con mayor rectitud  frente a quienes pertenecen al propio grupo que con los exogrupos. Entre los pueblos primitivos  se aplican  por lo común solamente sanciones contra la deshonestidad con los miembros de la  propia  tribu. [Por el contario, ] es correcto y laudable burlar a un extranjero (p. 170)

  Es en nuestra época cuando el prejuicio y el tribalismo se vuelven antisociales, al igual que sucede con otros rasgos de conducta hereditarios como la agresión, el deseo de supremacía o la conciencia de la masculinidad. ¿En qué consiste el prejuicio exactamente?

Quizá la definición más breve que puede darse del prejuicio es la siguiente: pensar mal de otras personas sin motivo suficiente (p.21)

Los pre-juicios se hacen prejuicios solamente cuando no son reversibles bajo la acción de conocimientos nuevos (p. 24)

  Hay casos extremos en los que podemos reflexionar sobre cuándo el prejuicio puede llegar a ser razonable como precaución…

Cerrarle la puerta a un hombre solamente porque tiene antecedentes criminales es una actitud que cuenta con alguna  probabilidad de acierto, puesto que muchos  no cambian jamás; pero hay en ello también u n elemento de prejuicio inmotivado. Tenemos aquí  un verdadero ejemplo limite.(p. 23)

  Naturalmente, primero debemos ocuparnos de los casos más claros de prejuicio injustificable, como es el de la discriminación racial. En el libro, los más comentados son los prejuicios contra los afroamericanos y los judíos. Para luchar contra ellos, Allport propone actuaciones que son muy coincidentes con las que se han llevado a cabo en los decenios posteriores a la publicación de su libro.

Una  acción enérgica y rectilínea  que venga “de arriba” —comisiones oficiales pro -rectitud, gerentes o directo rio  etcétera— es generalmente aceptada , después de un período inicial de alboroto, el hecho consumado suele ser bien recibido si va de a cuerdo con los dictados de nuestra conciencia. (p. 304)

  Pero el factor fundamental es el declive de la ignorancia en general. En el caso del siglo XX en los Estados Unidos, el mero paso del tiempo ya implicaba un aumento de la educación y esto se notaba cuando se comparaban encuestas acerca del racismo, unas realizadas en 1932, y otras en 1950.

En el caso de los negros, los principales estereotipos en ambas ocasiones fueron los de supersticiosos y haraganes, pero estos rasgos fuero n señalados en el segundo estudio  por menos de la mitad del número d e estudiantes que lo había hecho en el estudio primitivo .  (p. 227)

  Estas encuestas fueron extraordinariamente reveladoras. Chocante fue la que mostraba que el origen de la ignorancia procedía en buena parte de la incomunicación entre los grupos raciales.

Solo una décima parte de los soldados procedentes del Sur y un séptimo de los del Norte dijo “la mayoría de [los negros] están insatisfechos” (…) [mientras que] tres cuartas partes de [los negros] están convencidos de que “los blancos han de mantener oprimidos a los negros” (p. 166)

   Contra el prejuicio, por tanto, parecía fundamental alentar el conocimiento de proximidad con las comunidades discriminadas. Sin embargo, este efecto no siempre produce buenos resultados.

Es obvio que los efectos del contacto  dependerán de la clase de asociación que se establezca y del tipo de las personas involucradas. (p.290)

  Una estrategia más efectiva es la enseñanza explícita contra el prejuicio. Esto corresponde más al adoctrinamiento o incluso al sermoneo… pero nunca carece de sentido y, unido a otros factores, se espera de ello un cambio de perspectivas.

Donde se da (…) enseñanza específica [contra el prejuicio] deberíamos esperar que la ganancia en  cuanto a tolerancia sea mayor. Y existe alguna evidencia de que así es. (p. 468)

Los propiciadores de la educación moderna piensan que es mejor no limitarse a impartir el conocimiento de hechos, sino que conviene más brinda r a los estudiantes una experiencia directa con otros grupos. Como resultado, la educación intercultural ha creado muchos ingeniosos recursos. (p. 293)

  Claro que parece que incluso la enseñanza sin adoctrinamiento tiene efecto, y esto es así porque afecta en general a la racionalidad del individuo; previene la aparición de la “personalidad prejuiciosa” que, al fin y al cabo, no viene a ser otra cosa que una forma de antisocialidad.

Los procesos cognitivos dc las personas con prejuicios son en general diferentes de los procesos cognitivos de las personas tolerantes. En otras palabras, el prejuicio de una persona no se limitará de ordinario a ser una actitud específica con respecto a un grupo específico; es más probable que sea un reflejo de toda su naturaleza habitual de pensar sobre el mundo en el que vive (…) Dicotomiza a al pencar en la naturaleza, en las leyes, en la moral, en hombres y mujeres, lo mismo que cuando piensa en grupos étnicos (…) Sus hábitos de pensamiento son rígidos. No cambia su configuración mental fácilmente  (,,,). Tienen  una  notable necesidad de que las cosas sean definidas; no puede tolerar que sus perspectivas sean ambiguas. (p.197)

  Que surja este tipo de personalidad no debe extrañarnos, por lo que sabemos del comportamiento primitivo… pero es precisamente ese tipo de tendencias las que la cultura más avanzada tiene que controlar. Y en ejercer este control cultural es donde debemos aplicarnos. Está claro que la educación –específica contra los prejuicios o meramente formal- juega un importante papel. Pero también hay otros  condicionamientos de tipo psicológico.

   En este sentido es revelador un experimento en el que se expuso a unos jóvenes a una experiencia frustrante (en el último momento se les suspendió una actividad de ocio para que cumplimentaran una encuesta) y luego se comparó el resultado con el obtenido en circunstancias normales, no frustrantes.

Después de la frustración, (...) atribulan un número menor que antes de rasgos deseables a los japoneses - a los mexicanos. (p. 376)

  Lo que parece válido en una experiencia trivial también lo es cuando se coligen datos biográficos.

Los niños que reciben un tratamiento demasiado duro, a los que se castiga con severidad  o se critica continuamente manifiestan una tendencia mayor  a  desarrollar personalidades en las que el prejuicio contra grupos humanos tiene un papel importante  (p. 328)

  La conclusión de todo esto es que la “personalidad prejuiciosa” es algo más que un caso concreto para unas circunstancias puntuales: puede englobarse dentro de los rasgos agresivos de la personalidad y Gordon Allport admite que “curar” este tipo de comportamiento no puede ser más fácil que cualquier otro trastorno antisocial de la personalidad.  

Quizá el mejor de todos los métodos para cambiar actitudes  consista en la psicoterapia individual porque, como hemos visto, el prejuicio suele estar insertado en el funcionamiento de la personalidad entera. (p. 530)

  Finalmente, nos encontramos con algo muy curioso. Aunque la mayor parte de los ejemplos de prejuicio que aparecen en este libro tienen que ver con el racismo contra negros y judíos, también se señalan otros casos, como el de los católicos, la fiebre anticomunista del macartismo y la discriminación contra las mujeres… Pero no hay ni rastro sobre el prejuicio contra los homosexuales, pese a que el hoy célebre “Informe Kinsey” es de unos pocos años antes de la publicación de este libro. ¿Un prejuicio del señor Allport esta omisión, o tal vez temía enfrentarse a los prejuicios ajenos?

Lectura de “La naturaleza del prejuicio” en Editorial Universitaria de Buenos Aires 1962; traducción de Ricardo Malfé

sábado, 5 de octubre de 2024

“La psicología del comportamiento prosocial”, 2010. Stürmer y Snyder Editores

   No hay duda de la conveniencia social del comportamiento altruista. Pero al llevarse a cabo los actos correspondientes surgen dudas y conflictos de todo tipo, ya que lo altruista, lo benévolo –lo prosocial- choca inevitablemente con el natural interés egoísta de cada sujeto.

Se necesita una investigación futura para explorar cómo las percepciones de las características de las situaciones de ayuda pueden verse afectadas por las percepciones de potenciales voluntarios y el prejuicio hacia los individuos que necesitan ayuda en esas situaciones  (p. 119)

  Percepciones erróneas, prejuicios pasados por alto… a la vez que el desarrollo del altruismo es la mejor esperanza de la mejora social, las decepciones son muchas cuando de la voluntad altruista no obtenemos los resultados esperados en la sociedad como conjunto.

  La recopilación de ensayos llevada a cabo por los profesores de psicología social Stefan Sturmer y Mark Snyder es bastante heterogénea, pero su importancia radica en la dificultad general que se evidencia en los casos señalados. Al fin y al cabo, la conducta altruista o prosocial es hasta cierto punto ilógica, pues cada realidad subjetiva se encuentra encerrada en sí misma. ¿Por qué esforzarse en ayudar a otros a cambio de nada, si todo lo que tenemos es nuestra propia vida?

El comportamiento prosocial puede ser generalmente definido como las acciones propias que benefician a otros  (p. 59)

Si comprendemos mejor los determinantes de las acciones prosociales (cuando y porqué ocurren, y  si no ocurren) entonces, idealmente, podemos ser capaces de diseñar intervenciones para promover un gran número de comportamientos benéficos que son vitales para el bienestar de los individuos y de toda la sociedad (p. 3)

  La primera conclusión que obtenemos es que, siendo tan subjetivos, contamos, cuando menos, con una especie de instinto para favorecer a nuestra familia, que puede ser una familia extensa, que puede ser un intragrupo… Si la conducta prosocial se manifiesta es porque es tan humana como la conducta egoísta y antisocial. Pero su origen se encuentra en el comportamiento entre los miembros de nuestro grupo social, en oposición a los grupos extraños. Ésa es la fuente, el punto de partida de toda acción prosocial.

Bajo las circunstancias apropiadas los límites psicológicos que definen la pertenencia al intragrupo pueden ser expandidas para incluir a los individuos que normalmente quedan fuera de él (…) El rol de la identidad moral es expandir el círculo de la visión moral (…) La evidencia muestra que la toma de perspectivas puede tener el mismo efecto (p. 180)

  La toma de perspectivas es más o menos equivalente a la “simpatía” que describía Adam Smith: el imaginarse en la situación de otro. El razonamiento moral, por otra parte, crea la identidad moral: pensemos en la idea cristiana de que todos tenemos un alma inmortal que es igualmente apreciada por Dios, cualquiera que sea nuestra condición mundana.

  Y de todo ello surge una valiosa concepción en la manipulación cultural, la recategorización

Recategorización (…) [Su] meta es reducir sesgos mediante la alteración sistemática de la percepción de los límites intergrupales, redefiniendo quién es concebido como miembro del intragrupo (p. 193)

  La fórmula más simple de reconocer esto es cómo los frailes se llaman a sí mismos “hermanos”. No son hijos de los mismos padres en absoluto… pero los mecanismos culturales han recategorizado a los individuos antes extraños como miembros de un nuevo intragrupo.

  Naturalmente, la pregunta es hasta qué punto podemos recategorizar a los individuos con el fin de favorecer el altruismo universal. Son muchos los factores culturales que pesan al respecto, como es la educación recibida, la tradición, la evolución moral general. En general, se habla del “círculo expansivo” por el cual se daría, de forma lineal, una evolución moral en el transcurso de la cual cada vez más sujetos fuera del “intragrupo” –nuestra familia, nuestra nación…- son recategorizados como miembros de un intragrupo más inclusivo –los poseedores de alma inmortal, la clase obrera, el género humano, por ejemplo-.

  El libro también enfoca las debilidades y las fortalezas de la actitud altruista en un sentido más práctico y general.  Por ejemplo, nos confirma que la acción altruista es, beneficiosa para la salud mental e incluso física.

Cuando uno se compromete en actividades sociales o hobbies, se experimenta un bienestar hedónico, un sentido del disfrute. Pero en actividades orientadas  a otros como el voluntariado, uno puede disfrutar la actividad misma pero también sentir un juicio de satisfacción de que uno está viviendo  sus valores al ayudar a otros en la sociedad. Es el poner el foco fuera de uno mismo lo que proporciona el mayor beneficio para la salud interna, quizá en parte mediante la ampliación de la autoestima y el sentido de la propia importancia. Este sentido de la propia importancia puede ayudar a combatir la alienación y la anomía, y al bienestar psicológico   (p. 162)

Numerosos estudios revelan efectos  protectores del voluntariado en la salud mental y física (p. 158)

   Y aborda la cuestión de los incentivos para ayudar, para formar parte del voluntariado…. lo cual pondría en duda el altruismo en sí (nos comprometemos en actividades que nos benefician socialmente). En general, se considera que hay ciertos incentivos de tipo social.

El voluntariado también construye comunidad (p. 233)

  Sin embargo, se ha comprobado que esto es menos importante de lo que se piensa.

La integración social en la organización de voluntarios y las relaciones con los co-voluntarios son menos importantes para la motivación y el compromiso de los trabajadores voluntarios de lo que se asume con frecuencia (p. 264)

  La motivación parece tener más bien que ver con un condicionamiento previo. En el caso el voluntariado en Estados Unidos, existe una antigua tradición.

Los factores que llevan a una participación social a largo plazo están arraigados en la familia de origen y en la participación extracurricular en la enseñanza secundaria  (p. 158)

  De esta preparación previa surgen unas motivaciones derivadas y éstas sí parecen relacionarse propiamente con la experiencia altruista en tanto que rol social.

El orgullo y el respeto ayudan a comprender la motivación de los voluntarios existentes (p. 258)

  La gran tradición del voluntariado en los Estados Unidos se encuentra incluso institucionalizada cuando se valora positivamente en los expedientes académicos.

  Por otra parte, el estudio sobre el altruismo nos puede llevar a explorar lo que es contrario a la benevolencia.

[Un estudio psicológico] encontró que la gente que culpa a quienes están enfermos de Sida (“tienen lo que se merecen”) también es más probable que culpe a quienes tienen SARS, a pesar de que el medio de contraerla es muy diferente (p. 67)

  A primera vista, esto indica que tales “antisociales” son personas irresponsablemente poco perspicaces. Pero también puede ser el indicio de algo más.

Los programas educativos que caracterizan la enfermedad mental como “enfermedad del cerebro” pueden reducir el estigma público al enfatizar que la enfermedad mental es incontrolable (p. 67)

  El primer caso, sobre el Sida y el Sars, es importante porque demuestra que, en contra de lo que ellos mismos pretenden, las personas prejuiciosas son irracionales. En el segundo caso abordamos la cuestión de la “enfermedad” como comprensión empática de las circunstancias que crean la diferencia no deseada. Incluso uno puede sospechar que quizá el primer paso para la tolerancia hacia la homosexualidad pudo encontrarse al equiparar lo que antes se consideraba una malévola perversión o una debilidad del carácter con una enfermedad (más adelante, la homosexualidad también deja de considerarse una enfermedad); pero esto dice algo más sobre los individuos que sostienen prejuicios: lo que los caracteriza es la agresividad y no tanto la precaución. Al estigmatizarse a las personas enfermas como objeto de rechazo simplemente se elige un blanco para una agresividad ya preexistente en el individuo antisocial.

  Finalmente, otra cuestión que se aborda en esta colección de ensayos es la de los que se sienten ofendidos por ser ayudados. Parece que es inevitable que las personas receptoras de ayuda perciban esta situación como propia de una desigualdad que los hace vulnerables y dependientes de otros. Se abordan posibles estrategias para paliar este grave inconveniente de la acción altruista.

El estilo didáctico consiste en buscar una solución al problema, mientras que en el estilo de negociación, los acuerdos de ayuda se consiguen en colaboración con el que ayuda.  En un estilo de negociación el que recibe es un socio igual, más que un receptor dependiente (p. 283)

Negros que recibían una ayuda (no solicitada y dada en ausencia de necesidad personal evidente) de un blanco experimentaban un afecto negativo y se disminuía su autoestima, pero no era ese el caso cuando la ayuda venía de otro negro (p. 124)

  Para los verdaderamente altruistas, lo esencial es conseguir que la ayuda llegue a quienes lo necesitan, por lo que cuestiones que hieran el amor propio, como, por ejemplo, la aparente ingratitud y desconsideración, siempre tendrán que quedar en muy segundo plano.

Lectura de “The Psychology of Prosocial Behavior” en Blackwell Publishing 2010; traducción de idea21

miércoles, 25 de septiembre de 2024

“Un simio mejor”, 2022. Kumar y Campbell

    Cada tanto se publican libros muy bien documentados con información procedente de las ciencias sociales (psicología evolutiva, antropología, sociología, ética…) acerca de la naturaleza humana. Aunque no todos son igual de buenos, todos son útiles para ayudarnos a cuestionar cómo afrontamos la fastidiosa contradicción entre nuestra necesidad de cooperar eficientemente y nuestras individualistas tendencias agresivas y egoístas.

  Este libro, obra de los filósofos Victor Kumar y Richmond Campbell, empieza, como es habitual, por las peculiaridades conductuales de tipo social del simio (o hominino) Homo sapiens con respecto a los otros animales similares (similares hasta cierto punto, pero de especies diferentes) que, sin embargo, no lograron salir de las selvas que aún habitan.

La sociabilidad compleja fue posible solo porque los humanos tenían sentimientos y pensamientos morales que estabilizaron las relaciones sociales dentro de sus comunidades (Introducción)

Emociones, normas y razonamiento son tres núcleos diferenciados de moralidad. Cada núcleo, complejo en sí mismo, proporciona capacidades para el pensamiento y motivación para el comportamiento moral (Introducción)

El conocimiento basado en el razonamiento parece único a los humanos (Capítulo 5)

  Sociabilidad compleja que nos ha permitido construir grandes núcleos de población económicamente eficientes que han superado con mucho los de las hormigas, las abejas y otros insectos sociales.

La autodomesticación favoreció cerebros preparados para sentir emociones morales y adaptados para aprender a interiorizar normas heredadas culturalmente (…) Mediante la larga evolución gen-cultura, cambiamos nuestra propia biología moral (Introducción)

  Autodomesticación y coevolución gen-cultura parecen haber sido los dos mecanismos utilizados por nuestra especie para salir adelante del difícil reto de desarrollar una eficiente cooperación social pese al incremento de la subjetividad individual propia de una mayor inteligencia. En la autodomesticación, los miembros del grupo social van eliminando –por presiones culturales- a los individuos conflictivos –egoístas, violentos- de modo que los rasgos de comportamiento hereditario –genética- se van pareciendo cada vez más al ideal armonioso que la cultura diseña. 

  Por ejemplo: la cultura puede implicar una mitología acerca de que en tiempos de los dioses los individuos vivían en armonía. El que contradice ese ideal con su conducta, va contra los intereses de todos. Los cambios culturales van corrigiendo la herencia genética.

  En coevolución gen-cultura, un hábito cultural -por ejemplo, criar ganado para tener carne- acaba favoreciendo un cambio genético, como se ve en el efecto Baldwin aplicado al caso de la tolerancia a la lactosa. El comportamiento moral también se ve seleccionado de esta forma, pues los individuos más afines a la sociabilidad compleja cuentan con ventajas para sobrevivir y propagar sus genes.

   El resultado favorece, en conjunto, la prosocialidad: más cooperación como resultado de una mayor confianza y una menor agresión dentro del grupo social.  El grupo se hace inclusivo -mejor integrado- y más igualitario -disminuye la lucha constante por la supremacía, propia de los chimpancés, por ejemplo-.

Cuando la gente forma creencias exactas sobre el mundo que los rodea y aquellos que lo habitan, tienden a reevaluar sus sentimientos y normas morales de forma que los lleva racionalmente hacia una mayor inclusividad e igualdad (Capítulo 8)

  Pero esto habría tenido éxito solo hasta cierto punto, claro está.

A pesar de la importancia de la reciprocidad y la igualdad en la moralidad, los humanos nunca perdieron sus relaciones de tipo simio de dominio físico y sumisión (Capítulo 7)

  Es decir, el proceso evolutivo gen-cultura, con su función de autodomesticación, ha tenido límites. Los ideales de reciprocidad e igualdad nunca se han realizado del todo ¿por qué? Bueno, primero de todo, porque llevar a cabo lo difícil nunca ha sido fácil, pero también porque la agresividad y la ambición personal cuentan con aspectos positivos para el desarrollo económico que acaban beneficiando a todos.

  Es el caso de las jerarquías y sus inevitables clases sociales.

La gente en roles de tomar decisiones dentro de varias instituciones sociales están segregadas de los pobres, tanto en el espacio físico como en los roles sociales. En consecuencia, tienden a modificar las instituciones de forma que continúe la desventaja sistemática de los pobres. Esto a su vez refuerza la segregación en todas sus formas, lo cual refuerza la ideología clasista, lo que lleva a la evolución de las instituciones que son todavía menos igualitarias. Un bucle irracional se desarrolla debido a la coevolución entre la ignorancia, las actitudes inmorales y la estructura social segregacionista. Es lo inverso del bucle racional que es responsable del progreso moral (Capítulo 10)

  Esta parece la conclusión de los autores, pero se parece bastante a la teoría de la lucha de clases (llámesele marxista, socialista o rousseauniana): cambiemos el instrumento político de la toma de decisiones y éstas serán acordes con los ideales de igualdad y reciprocidad.

  Hay que considerar, sin embargo, que ese instrumento político –la sociedad clasista- no ha surgido de la nada, sino que tuvo como origen una necesidad social a partir del neolítico, cuando el aumento de población requirió una nueva organización del trabajo en común más allá de los ¿felices? tiempos de la caza y recolección en pequeñas bandas –no muy diferente del estilo de vida actual de los chimpancés-. Había que conseguir más comida y había que defender la cosecha del saqueo por parte de otros grupos de Homo.

Tras la aparición de la agricultura y la urbanización, los humanos emprendieron un retorno a una jerarquía social persistente, familiar entre la especie de los grandes simios (Capítulo 8)

  ¿Por qué el retorno a la jerarquía, después de que precisamente los Homo sapiens se diferenciasen de los chimpancés por ser más igualitarios y no vivir dependiendo de las luchas por la supremacía entre los aspirantes a macho alfa?

Las instituciones sociales dependían de elaboradas divisiones del trabajo coordinadas por estructuras de autoridad jerárquicas. En el pasado estas estructuras aumentaron nuestra capacidad colectiva para sobrevivir. Por desgracia, aquellos que estaban en posiciones de poder utilizaron estas estructuras también para su propia ventaja, creando divisiones sociales injustas que persisten hasta este día y ponen una amenaza a la supervivencia colectiva (Conclusión)

  La jerarquía era útil para coordinar el trabajo en común, sobre todo una vez que la necesidad económica enseñó la importancia de la división del trabajo –braceros, capataces, ganaderos, herreros, queseros, constructores…-. De ahí la necesidad de las instituciones.

Las instituciones familiares amplificaron los sentimientos de lealtad y las normas de parentesco e introdujeron una nueva categoría de normas de autoridad entre hombres y mujeres. Las instituciones religiosas promovieron aplicaciones más inclusivas de emociones y normas morales mientras que también ayudaron a construir normas de pureza que designaron algunas actividades e individuos como impuros. Las instituciones militares regimentaron antiguas normas de reciprocidad y nuevas normas de autoridad para una violencia intergrupal más efectiva (Capítulo 7)

  En el neolítico surgieron sociedades civilizadas complejas organizadas por instituciones que dieron cauce a las emociones morales ya existentes. La población siguió aumentando y la humanidad consolidó su poder absoluto sobre el planeta. Pero desde nuestro punto de vista actual todo parece acabar en un fracaso.

  Para los autores, el previsible desastre medioambiental representa este fracaso de forma evidente, pero otros podrían verlo aún más evidente en la enorme desigualdad  económica que persiste: mientras que se han creado cantidades enormes de riqueza –por el gran aumento de la productividad del trabajo-, cientos de millones de seres humanos siguen viviendo en la precariedad. ¿Cómo es que no se ha logrado perfeccionar la moralidad cuando se han alcanzado tales hitos en la erudición y la tecnología?

  Quizá el desarrollo cultural, del que depende el desarrollo moral, requiere de condiciones especiales aún no alcanzadas.

El núcleo de las emociones morales permitía [en la prehistoria] el antagonismo entre grupos y la subordinación de las mujeres ya que la moralidad era hasta cierto grado exclusiva y desigual (…) Las emociones morales eran favorecidas por la selección natural porque capacitaban la cooperación –pero solo entre un número limitado de individuos- (…) Sin embargo (…) las emociones morales son plásticas (Capítulo 2)

   La necesidad del antagonismo entre grupos está determinada por la escasez de recursos económicos. Nadie podía haber previsto la abundancia de recursos que surge con el gran desarrollo de las civilizaciones. ¿Qué sentido tiene entonces una moralidad exclusiva y desigual?  Si de verdad la moralidad es plástica, éste sería el momento de desarrollarla hasta sus últimas consecuencias en un sentido igualitario e inclusivo. 

   La realidad es que la plasticidad moral requiere de estrategias especiales. Algunas han sido efectivas en algunos campos, mientras otras no se han intentado aún siquiera. A día de hoy, las culturas más avanzadas –las que han derivado del cristianismo reformado y la Ilustración- parecen apostar por la educación académica y el reformismo político de tipo democrático. Para muchos, este proceso lleva ya demasiados decenios estancado, a pesar de que el desarrollo económico –consecuencia de la tecnología- sigue produciéndose.

  Si bien los autores del libro parecen un tanto conservadores en cuanto a nuevas estrategias morales, al mismo tiempo nos documentan bien acerca de cómo funcionan éstas. Por ejemplo, cuando mencionan la “empatía profunda”.

Los humanos son los únicos que poseen empatía profunda. Esto es, están preparados para emprender un proyecto conjunto porque otros comparten la misma meta. La empatía profunda es una adaptación afectiva y cognitiva vital (…) La empatía profunda y el razonamiento social capacitaban la cooperación para el momento y el aprendizaje social acumulativo para el futuro (Capítulo 5)

  Tales capacidades siguen siendo útiles, pero la visión del futuro y la elaboración de proyectos no pueden sino depender de los datos reales del entorno, ¿y son los mismos hoy que cuando se elaboraron las concepciones aún vigentes sobre respeto a las tradiciones, individualismo competitivo o nacionalismo?

Típicamente, el progreso moral a gran escala comienza con experimentos de vida a pequeña escala. En lugar de intentar rediseñar la cultura de una sociedad en su conjunto, los pequeños grupos de gente usan el razonamiento moral para rediseñar la subcultura de sus tribus locales (Capítulo 9)

  ¿Y por qué no hacer entonces un uso moderno y acorde con el racionalismo ilustrado de la antigua y efectiva estrategia del monasticismo -experimentos de vida a pequeña escala-, es decir, el “cultivo” controlado de nuevas fórmulas morales de vida social?  

  Las vías al progreso moral se basan en el desarrollo de pautas como el razonamiento moral (que incluye el adoptar las perspectivas de otros y reflexionar sobre causas y consecuencias), la empatía, el cultivo del conocimiento y la interiorización de las normas morales (como sucede en el ámbito de lo “sagrado”, en el que las normas culturalmente elaboradas funcionan como instintos, sin necesidad de imponerse por coacción legal).

La clave para el progreso moral futuro es promover el pensamiento moral racional y también cultivar las condiciones culturales bajo las cuales tal pensamiento puede promover más evolución cultural: el cambio moral racional se alimenta a sí mismo (Capítulo 8)

Para expandir de forma fiable y durable los círculos morales, los humanos deben cultivar la simpatía por las víctimas de la exclusión y comprometerse en razonamientos que señalen una similitud fundamental entre los de dentro y los de fuera (Capítulo 9)

  Hay, por lo tanto, un gran campo libre para el progreso moral, pero quizá sea una buena idea intentar sacarlo adelante en experimentos de vida a pequeña escala a la vista de que siempre nos vamos a ver enfrentados al mundo de lo convencional. Propiamente, una moral más prosocial, plenamente altruista, ya no requerirá mucho de las instituciones.  

Lectura de “A Better Ape” en Oxford University Press 2022; traducción de idea21