Ray Kurzweil es un exitoso empresario e ingeniero de vanguardia. Sin ser propiamente un científico, sus conocimientos acerca de las aplicaciones prácticas de la tecnología de ultimísima generación lo sitúan en una posición privilegiada para especular acerca del porvenir de la humanidad, una especie animal que está necesariamente vinculada a la tecnología.
Una vez la evolución de las formas de vida se pone en marcha, la emergencia de una especie que cree tecnología se hace inevitable. La evolución de la tecnología es entonces una continuación por otros medios de la evolución que dio lugar primeramente a la especie de creadores de la tecnología. El siguiente estadio es la computación.
La creación de tecnología computacional supone, pues, un cambio radical con respecto a las creaciones tecnológicas anteriores, pero es, ciertamente, a la vez inevitable y necesaria. Y sin duda que los computadores que hoy conocemos son muy útiles, pero está claro que la cosa tampoco va a quedar ahí.
Alcanzar la complejidad básica y la capacidad del cerebro humano no resultará automáticamente en que los computadores igualen la flexibilidad de la inteligencia humana. La organización y contenido de estos recursos –el software de la inteligencia- es igualmente importante.
Y tenemos que comenzar por entender primero, aunque sea a un nivel básico, la diferencia entre la inteligencia humana (neuronal) y la de los computadores actuales.
Mientras la recursión es eficiente en la búsqueda a través de vastas combinaciones de posibilidades, tales como secuencias de movimientos de ajedrez, la red neural es un método de elección para el reconocimiento de patrones. Los humanos son mucho más hábiles en reconocer patrones que en pensar mediante combinaciones lógicas, así que confiamos en esta aptitud para casi todos nuestros procesos mentales. De hecho, el reconocimiento de patrones comprende la mayor parte de nuestros circuitos neurales. Estas facultades son las responsables de la extrema lentitud de las neuronas humanas. El tiempo de encendido de la actividad neuronal es de aproximadamente cinco milisegundos, permitiendo solo aproximadamente doscientos cálculos por segundo en cada conexión neuronal. No tenemos tiempo, en consecuencia, para pensar demasiados nuevos pensamientos cuando estamos presionados para tomar una decisión. El cerebro humano funciona en base a precomputar sus análisis y almacenarlos para futura referencia, de modo que usamos nuestra capacidad para reconocer patrones a fin de reconocer una situación como comparable a aquella sobre la que hemos pensado, y entonces sacamos nuestras previamente consideradas conclusiones. Somos incapaces de pensar sobre asuntos que no hemos pensado muchas veces antes.
Para los problemas que se benefician del paralelismo masivo, tales como el reconocimiento de patrones basado en redes neurales, el cerebro humano lo hace muy bien. Para problemas que requieren extenso pensamiento secuencial, el cerebro humano es solo mediocre.
Así pues, es posible perfeccionar la mente humana haciendo uso de las capacidades que ya poseen los computadores, sumadas a las capacidades específicas de nuestros propios cerebros: esto podría lograrse al fusionarnos con ellos gracias al uso de prótesis neurales o a la manipulación bioquímica. Y también los computadores pueden mejorar en el sentido de adquirir las cualidades específicas del cerebro humano sumadas a sus propias capacidades… o a nuevas capacidades que puedan adquirir en el futuro en base a nuevos avances tecnológicos.
Hay actualmente una formulación más poderosa llamada computación cuántica. Promete la capacidad para resolver problemas que incluso los computadores digitales masivamente paralelos no pueden resolver.
El Santo Grial en el campo de adquisición del conocimiento es automatizar el proceso de aprendizaje a fin de dejar que las máquinas salgan al mundo y reúnan conocimiento por su cuenta
Pero la pregunta que todos nos hacemos es si podría equivaler esta inteligencia artificial a la misma idea que hoy tenemos de nuestra propia naturaleza consciente.
La inteligencia es la habilidad para usar óptimamente recursos limitados, incluido el tiempo, para alcanzar metas.
A medida que crucemos la divisoria para materializarnos en nuestra tecnología computacional, nuestra identidad estará basada en nuestro archivo mental evolutivo. Seremos software, no hardware. Y evolucionaremos. Hoy, nuestro software no puede crecer. Está limitado en un cerebro de apenas 100 trillones de conexiones y sinapsis. Pero cuando el hardware sea trillones de veces más capaz, no hay razón para que nuestras mentes sigan siendo tan pequeñas. Ellas podrán crecer y crecerán. Como software, nuestra mortalidad no será ya dependiente de la supervivencia de nuestros circuitos computacionales. Habrá todavía hardware y cuerpos, pero la esencia de nuestra identidad pasará a la permanencia de nuestro software.
Comprender la inteligencia es un poco como pelar una cebolla: penetrar cada capa solo revela otra cebolla. Al final del proceso, tenemos un montón de peladuras de cebolla, pero no cebolla. En otras palabras, la inteligencia –particularmente la inteligencia humana- opera a muchos niveles. Podemos penetrar y comprender cada nivel, pero el entero proceso requiere que todos los niveles trabajen juntos de la manera correcta. (…) La cuestión clave en el diseño de máquinas inteligentes (hasta que ellas nos libren de esa tarea) será diseñar arquitecturas adecuadas para combinar los métodos relativamente simples que comprenden la construcción de bloques de inteligencia.
Desde un punto de vista celular, cambiamos la mayor parte de nuestras células (aunque no nuestras células cerebrales) a lo largo de un periodo de varios años. Desde un punto de vista atómico, el cambio es mucho más rápido, y sí que incluye nuestras células cerebrales. No somos una agrupación permanente de partículas.(…) Esto implica que no deberíamos asociar nuestra identidad fundamental con conjuntos específicos de partículas, sino más bien con los patrones de materia y energía que representamos.
Sí, esto es ciencia-ficción, pero recordemos cuántas veces la ciencia-ficción ha sido superada por la realidad durante el siglo XX. Para Ray Kurzweil, la evolución de la mente humana gracias a la tecnología computacional es algo simplemente inevitable. Invenciones actuales como los implantes cocleares en los cerebros de los sordos (de manera que los sordos “oyen” con el cerebro, sin necesidad del oído) demuestran que no existe ninguna frontera insuperable entre la mente humana y las computadoras avanzadas. Y esto puede seguir progresando en un sentido acumulativo, sin más obstáculo posible que –lo que Kurzweil más teme- los prejuicios culturales antitecnológicos.
La filosofía ludita permanece muy viva como inclinación ideológica, aunque como movimiento político y económico permanece por debajo de la superficie del debate contemporáneo
Recordemos que los “luditas” eran un antiguo movimiento contrario a la tecnología que se desarrolló durante la revolución industrial: destruían máquinas que privaban a los obreros manuales de sus empleos. Pero los nuevos avances tecnológicos podrían poner en riesgo algo más que los empleos de algunos trabajadores. Lo que estaría en juego sería la misma naturaleza humana.
La evolución basada en el DNA tendrá que ser abandonada. La evolución basada en el DNA es buena para reparar y extender sus diseños, pero es incapaz de crear un diseño completo y ponerlo en marcha. Los organismos creados mediante evolución basada en el DNA están obstaculizadas con un tipo de circuitería extremadamente lenta y pesada.
De momento, todavía no está desarrollada la tecnología computacional definitiva, aunque ya se da por seguro que los actuales microchips de silicio son tan solo una etapa tecnológica que pronto se verá superada. Kurzweil, en base a sus conocimientos, sugiere una preponderancia futura de la nanotecnología, es decir, la creación de estructuras microscópicas de tecnología computacional que se regirían ya en el ámbito de la física cuántica. Se le ocurren algunas posibilidades, todas ellas, por supuesto, basadas en trabajos de científicos de vanguardia en el momento en el que escribió su libro.
Los nanotubos están formados de átomos de carbono, de los que abundan en el mundo natural. Los mismos nanotubos pueden ser usados para computación extremadamente eficiente, así que la tecnología estructural y computacional del siglo veintiuno será verosímilmente construida de la misma materia. De hecho, los mismos nanotubos usados para formar estructuras físicas pueden usarse también para computación, de modo que las futuras nanomáquinas pueden tener sus cerebros distribuidos en todo su cuerpo.
Una de las ocurrencias más impactantes de esta futurología es la aparición de los “nanobots”, computadores microscópicos capaces de agruparse y autorreplicarse: enjambres de nanobots con todo tipo de funciones…
Los nanobots lanzados dentro de nuestro sistema sanguíneo podrían suplementar nuestro sistema de inmunidad natural y buscar y destruir patógenos, células cancerígenas, placas arteriales y otros agentes de enfermedad.
Un “Foglet” sería un robot hipotético que consistiría en un mecanismo del tamaño de las células humanas con doce brazos señalando en todas direcciones. Al final de los brazos hay sujeciones a fin de que los “Foglets” puedan fijarse unos a otros formando estructuras más grandes. Estos nanobots son inteligentes y pueden fusionar sus capacidades computacionales para crear una inteligencia común.
Esta maravilla de la nanotecnología le parece a Kurzweil muy adecuada para desafiar la relación íntima del ser humano con la realidad del entorno natural, reemplazándola por algo más conveniente a nuestros propios deseos.
Hay una variedad de propuestas para enjambres de nanotecnología en los cuales el entorno real sería construido por la interacción de multitud de nanomáquinas. En todas estas concepciones de enjambre, la realidad física se convierte en algo equivalente a la realidad virtual. Puedes estar durmiendo en tu cama un momento, y tener la habitación transformada en tu cocina al despertar.
Por supuesto, la realidad virtual propiamente dicha estaría también al alcance de la tecnología futura.
Una vez los implantes neuronales sean algo común, tendremos la habilidad de producir no solo experiencias sensoriales virtuales, sino también los sentimientos asociados con esas experiencias.
Muchas personas usan hoy drogas para crear y ampliar ciertos sentimientos deseables, pero el método químico viene unido a muchos efectos indeseables. Con la tecnología de implante neuronal seremos capaces de ampliar nuestros sentimientos de placer y bienestar sin las secuelas indeseables.(…) La habilidad para controlar nuestros sentimientos será solo otra de nuestras vertientes resbaladizas del siglo veintiuno.
Para ilustrar todas estas posibilidades, Kurzweil nos ofrece en su libro diversos ejemplos y predicciones concretas para los años por venir: años 2009, 2019, 2029 y 2099 (el libro se escribió en 1999). Lo más espectacular de todo sería que la nanotecnología podría permitir la inmortalidad al utilizar réplicas nanotecnológicas de nuestros propios cuerpos y mentes, y que el control de la realidad virtual nos ofrecería todos los paraísos que queramos, ya que se dispondría incluso del control de las sensaciones táctiles. Esta predicción está fechada para el año… 2019:
El entorno virtual de percepción táctil sería ampliamente disponible y totalmente convincente. Su resolución igualaría o excedería el de la sensibilidad humana y podría simular todas las facetas del sentido del tacto, incluyendo los sentidos de presión, temperatura, textura y humedad.(…) Esta tecnología sería popular para los exámenes médicos, tanto como para las interacciones sensuales y sexuales con otros seres humanos, reales o simulados.
"Máquinas espirituales" puede referirse tanto al sorprendente parecido de estas posibilidades futuras con muchas ensoñaciones religiosas, como al alcance, por parte de las máquinas, de las mismas capacidades intelectuales y trascendentes que siempre se han considerado propias de la mente humana.
Y llega por tanto el momento de reflexionar al cabo de tan alucinante viaje…
Kurzweil plantea el futuro en el sentido de que la humanidad se verá inevitablemente afectada por el desarrollo tecnológico, pues considera que la evolución tecnológica sigue su propio ritmo acumulativo. Es decir, que estamos en un sistema de “determinismo tecnológico”: no podemos evitar vernos afectados por un fenómeno (la tecnología) que sigue sus propias leyes e impulsos.
Consecuencia de este planteamiento es que Kurzweil ve un mundo futuro de forma parecida a como lo veían los escritores de ciencia-ficción de los años 1950: se trata, desde el punto de vista cultural, de nuestra misma forma de vida (mismos vicios, virtudes y costumbres), pero con inmortalidad, máquinas voladoras, realidad virtual y viajes por el espacio. No se le ocurre considerar que el desarrollo tecnológico está condicionado por el desarrollo cultural, y que el desarrollo tecnológico, a la vez, acabará dando lugar a nuevos desarrollos culturales. Por poner un ejemplo que nos es familiar, fue la demanda de conocimiento al final de la Edad Media lo que permitió la aparición de la imprenta, un tipo de tecnología que estaba perfectamente al alcance de la Roma clásica... pero una vez inventada la imprenta, y alcanzado un tan alto grado de difusión del pensamiento, este desarrollo tecnológico conllevó formidables consecuencias en el desarrollo cultural. El mundo ya no pudo volver a ser el mismo.
Sin embargo, en las predicciones de este libro tenemos un mundo futuro con familias felices que practicarán sexo virtual lúdico y gratificante, mientras crían a niños traviesos y juguetones con acceso a extraordinarias aplicaciones informáticas de efectos parecidos a la magia, siempre protegidos todos por una tecnología que nos proporcionará grandes comodidades muy por encima de los electrodomésticos actuales, con mentes artificiales que se convertirán en asistentes amables y altruistas… y puesto que la tecnología generará más riqueza, el capitalismo y las empresas privadas continuarán con su magnífico juego de economía global solo que manejando ahora cantidades inmensas de trillones de dólares. El único posible problema sería la aparición de sectas luditas que siguieran el ejemplo del profeta "Unabomber"…
Aquí, por lo tanto, toca hacer un par de advertencias:
La primera, es que las predicciones que Kurzweil hace en este libro de 1999 para los años 2009 y 2019 no parecen haberse cumplido, a pesar de que se alardea de no precipitarse en ellas, como habrían hecho sus antecesores.
Se dice que la gente sobreestima lo que puede llegar a cumplirse a corto plazo y subestima los cambios que pueden ocurrir a largo plazo. Con el ritmo de cambio continuo acelerándose, podemos considerar que la primera década del siglo veintiuno constituirá un periodo a largo plazo.
Pero de la misma forma que se reconoce que los programas informáticos tardaron treinta años más de lo que se pensaba en derrotar al campeón mundial de ajedrez, también ha resultado que ni hoy hemos suprimido los teclados de los computadores, muy pocos de los cuales usan sistema de reconocimiento de voz, ni la educación de los niños se lleva a cabo en los hogares mediante medios informáticos, ni hemos automatizado las autopistas, ni los parapléjicos caminan y suben escaleras gracias a prótesis, ni parece viable la realidad virtual táctil, ni hemos curado el cáncer con bioingeniería, ni…
La segunda advertencia, más grave, es que, en cierto modo, ya deberíamos estar viviendo en un paraíso tecnológico, porque la tecnología de 1999 (y la de 1950) ya podía habernos proporcionado niveles de confort universales. Todos podríamos vivir ya en chalets con piscina, trabajar tres horas al día y vivir apaciblemente hasta los cien años rodeados de todas las seguridades y con acceso a placeres sanos gracias a la tecnología derivada de la electricidad, el acero, el carbón y el petróleo... pero no es posible porque persisten los conflictos políticos, la corrupción, las neurosis sociales, la criminalidad y otras muchas miserias del comportamiento social humano.
Hoy tenemos, en lugar de millones y millones de jóvenes estudiando alta tecnología para desarrollar grandes programas científicos que permitan la cura del cáncer y todo lo demás, millones y millones de jóvenes estudiando derecho, marketing, finanzas, psicología, publicidad y cientos de otras ramas de disciplinas académicas que nada tienen que ver con la economía productiva. El paraíso tecnológico ya ha llegado, pero no podemos acceder a él debido a problemas culturales, de psicología social.
El capitalismo, nuestro sistema de desarrollo económico más eficaz, sigue basándose en principios de codicia y competitividad individualistas claramente antisociales que llevan a un altísimo despilfarro de recursos. Y, de momento, no aparecen alternativas viables.
Una humanidad socialmente organizada de esta forma ¿estará en condiciones de sacar provecho de las mejoras tecnológicas que nos esperan?
A pesar de correcciones ocasionales, los diez años que llevarán hasta el 2009 habrán visto una expansión económica y una prosperidad continuadas debidas al dominio del contenido de conocimiento en los productos y servicios. Continuará habiendo grandes ganancias en el mercado de ganancias bursátiles.
Evidentemente, Kurzweil no previno el desastre bancario del año 2008 y la crisis mundial subsiguiente…
Quizá no sería una mala cosa que un poquito del talento que se está aplicando al desarrollo de alta tecnología (y no digamos el talento que se despilfarra en litigios, mercadotecnia, publicidad e “ingeniería financiera”) se dedicara a buscar mejoras en la organización social y en el desarrollo de pautas culturales más cooperativas mediante el uso de técnicas psicológicas eficientes. La auténtica materia prima de la alta tecnología es la capacidad humana para trabajar eficientemente en condiciones de mutua confianza y cooperación, y el trabajo intelectual no puede hacerse si previamente no se ha llevado a cabo un trabajo eficiente en el ámbito de lo emocional.
Y acabamos con un detalle simpático: Ray Kurzweil, puesto que piensa que el desarrollo de la vida inteligente debe necesariamente conducir al desarrollo de la más alta tecnología, y puesto que piensa que la ciencia tenderá a sacar provecho de las posibilidades de la nanotecnología (tecnología microscópica), ha encontrado una ingeniosa respuesta a la inevitable objeción de por qué no hemos entrado aún en contacto con inteligencia extraterrestre:
Es verosímil que las naves espaciales sean más pequeñas que un grano de arena, posiblemente de tamaño microscópico. Quizá ésa es una razón de por qué no nos hemos apercibido de su presencia.
Predecir el futuro de la tecnología y los avances científicos es algo ciertamente complicado, y son muy pocos los autores o visionarios que han logrado acertar los aspectos más destacables del desarrollo que se ha producido en las décadas siguientes a sus predicciones.
ResponderEliminarLos avances tecnológicos rara vez siguen el curso que sería más recomendable para un desarrollo equilibrado de la sociedad humana. Al contrario, se producen por un mezcla de factores de lo más variopinto. Tal vez el principal factor que impulsa el desarrollo de nuestro mundo sea el presupuesto para investigación de los principales gobiernos de países desarrollados (especialmente el Departamento de Defensa de EEUU, la NASA, y otras Agencias gubernamentales de EEUU, que han estado en el origen e impulso inicial de los grandes avances desde la Segunda Guerra Mundial, como la electrónica, la informática, Internet, la comunicación y observación mediante satélites artificiales, el perfeccionamiento de la aviación, etc.). El interés de los gobiernos va cambiando continuamente, debido a exigencias de presupuesto, interés de políticos por ganar votos, rivalidad política entre diversos países,...
Además, en el desarrollo influye bastante la investigación de las empresas, que depende sobre todo de dos factores: el éxito comercial de los diversos productos y el interés de los inversores en determinados sectores. Si algo se vende bien, las empresas dedican grandes recursos a investigar como mejorarlo y sacar variantes, y si los inversores se interesan por algo, el dinero fluye al sector, acelerando la innovación. Tanto el interés de los consumidores como el de los inversores son realmente difíciles de predecir. Los propios fabricantes se sorprenden continuamente ante el éxito inesperado de ciertos productos y el fracaso estrepitoso de otros que parecían de lo más prometedores. Y entre los inversores, los éxitos y fracasos inesperados son mucho más comunes que los previsibles, de ahí las tremendas oscilaciones en los mercados financieros, las burbujas y crash que se van sucediendo desde que capitalismo existe, todos ellos provocados por errores de predicción sobre el comportamiento futuro de la demanda y los beneficios.
Otro factor importante en el desarrollo es la casualidad, ya que muchos de los descubrimientos se realizan cuando se estaba buscando otra cosa. Y otro es la inspiración de los propios investigadores, ya que la chispa de genialidad que se produce en el interior de una única mente humana puede marcar la diferencia entre que muchos millones gastados en investigación produzcan algún resultado interesante o no sirvan absolutamente para nada.
Como el progreso tecnológico es algo acumulativo, el orden en el que se vayan produciendo los imprevisibles avances cambiará por completo el curso de la historia tecnológica futura.
Aunque estoy seguro de que la tecnología seguirá avanzando, no tengo ni idea de cómo lo hará en el futuro, aunque sí me atrevo a hacer una predicción: El 99% de los "expertos" que escriban libros sobre el futuro tecnológico se equivocarán en la mayoría de sus predicciones.
Los avances de la tecnología suelen depender de cambios culturales previos. Hoy sabemos que en el Imperio Romano tenían conocimientos de sobra para haber emprendido la revolución industrial
ResponderEliminarhttps://es.wikipedia.org/wiki/Her%C3%B3n_de_Alejandr%C3%ADa
https://es.wikipedia.org/wiki/Mecanismo_de_Anticitera
Por lo que no es exacto decir que el "avance tecnológico es acumulativo". El avance tecnológico depende de revoluciones o cambio de paradigma, causados por cambios de tipo cultural. Los cambios sociales, políticos y económicos también dependen de este tipo de cambios.
Por lo demás, lo más interesante de Kurzweil es que nos hace pensar que el ser humano, animal tecnológico, evoluciona sin duda hacia aplicar la tecnología a su propia existencia biológica. El futuro de la humanidad está sin duda en la inteligencia artificial.
https://es.wikipedia.org/wiki/Transhumanismo
Futurismo o transhumanismo nos lleva a una curiosa paradoja. Puesto que parece que puede cuantificarse la inteligencia humana y la propia "humanidad" de cualquier ser (es decir, medir si es "más" o "menos" humano) es casi seguro que la tecnología logrará crear inteligencias artificiales "más humanas" que el Homo Sapiens, aparte de más inteligentes desde el punto de vista cognitivo y, sin duda, asociadas a una muy superior capacidad tecnológica general (producción de energía). Es decir, que desde nuestra escala podremos asistir a la aparición de un ser con una inteligencia que nos parecerá omnisciente, asociado a una capacidad tecnológica que nos parecerá omnipotente. Así que si Dios no ha creado al ser humano, es muy probable que el ser humano cree a Dios...
Una asociación fructífera entre seres superiores e inferiores no es imposible. Así sucede entre el ser humano y el perro doméstico...