Puesto que somos seres sociales, una vida en sociedad armoniosa y fructífera es nuestro gran objetivo de desarrollo personal. La familia feliz suele ser el ideal a alcanzar. Pero no es tan sencillo.
La familia es más que un conjunto de vínculos de sangre. Es un estado de mente que reconoce los sentimientos muy especiales de cuidado y continuidad que mantenemos para ciertas personas, y es el reconocimiento de nuestras creencias culturales y en las instituciones sociales (Capítulo 3)
Richard Sennet ha señalado que los horrores del capitalismo del siglo XIX fueron seguidos por la privatización de la familia como un esfuerzo para hacer de ésta un refugio cálido contra el exterior. El intento fracasaba constantemente porque el mundo exterior organiza tanto las relaciones personales dentro de las casas como las relaciones impersonales fuera (Capítulo 8)
Los psicólogos sociales Marc Pilsiuk y Susan Hilllier Parks parten de la idea de que, como mínimo, requerimos de “redes de apoyo”.
Nuestra intención cuando comenzamos este libro era reunir, bajo un titular, la multitud de visiones multidisciplinarias para el estudio de las conexiones de apoyo. (Prefacio)
Nunca se señalará lo suficiente que la misma vida humana no puede existir sin la inserción del individuo en un entorno social de proximidad.
En una extensa revisión de la literatura científica, concerniente la referida a las altas tasas de mortalidad por todas las causas que se dan entre los pobres, el factor subyacente que en mayor medida pone la vida en riesgo es la marginalidad social (Capítulo 2)
“Marginalidad social” indica el rechazo del individuo por el grupo. Tales situaciones no son, por desgracia, raras en la vida social civilizada. En cambio, se daban muy excepcionalmente en la vida del “ser humano en naturaleza”. Puesto que somos genética y mentalmente seres prehistóricos, nunca está de más recordar que en el principio solo existía la familia, la familia extensa, el clan, dentro del cual el individuo desarrolla la totalidad de su experiencia vital. No había nada más. No se conocía siquiera la amistad entre extraños, no existían actividades por el bien común que reunieran a personas antes desconocidas. No existían las aficiones, los intereses compartidos, nada fuera de la familia.
En las sociedades modernas, en buena parte anónimas, muchas personas incluso carecen de unidad familiar “nuclear”, y esto hace tan importante la existencia de las redes o "conexiones de apoyo”, que pueden o no ser deliberadamente organizadas y a las que unos podrán acceder y otros no. La soledad sigue siendo una amenaza constante pero ahora contamos con más recursos en juego.
El apoyo social es la suma de los intercambios sociales, emocionales e instrumentales con los cuales un individuo está implicado, y que tiene la consecuencia activa de que uno mismo es objeto de una valoración continuada a los ojos de unos significativos otros (Capítulo 1)
Por supuesto, también la comunidad puede volverse opresiva y el individuo fracasar por completo en su misma condición social, es decir, en su misma condición humana (aunque esto no era tampoco desconocido en la extensa y compleja vida familiar primitiva).
La atención de apoyo puede socavar el sentido personal de autocontrol (Capítulo 2)
Sentido de autocontrol… ¿sentido de dignidad?, ¿de amor propio?, ¿pérdida del honor? Se trata de una visión cultural nueva, la del individuo soberano, dueño de su propio juicio y que afronta el desarrollo de su propio destino en un entorno que o bien puede apoyarlo o bien puede destruirlo. Ante una realidad semejante, las nuevas redes de apoyo deben mostrarse compatibles. Si la red comunitaria hemos de verla no tanto como un medio para satisfacer nuestros intereses individuales, sino como una fuente de gratificación de nuestra naturaleza social, de “realización” de nuestra propia vida, entonces la construcción de unas redes sociales eficientes, respetuosas de la soberanía individual a la vez que complementarias de esta en una extensión armónica se convierte en la base fundamental de todo cambio cultural por venir.
La búsqueda del placer personal o la autorrealización cualquiera que sea su contribución al bienestar humano no es adecuada (…) sin un cuerpo de otros seres amados y en quienes confiamos nuestra misma libertad (…) [Ello] nos hace esclavos de sentimientos que no pueden ser satisfechos sino por un modelo estándar que no sabemos si hemos alcanzado (Capítulo 1)
Hay un sentido de comunidad, de seguridad y confort [que obtenemos de] entre las personas que nos conocen. Este sentimiento es lo que una vez se ha sentido hacia el doctor de la familia que hace visitas a casa y el carnicero que recuerda las preferencias de la familia y nos pregunta cómo está mejorando el brazo roto de nuestro hijo (Introducción)
Desde cierto punto de vista, no habría sucedido –o no habría de suceder- una pérdida del paraíso comunitario de las grandes unidades familiares, sino un enriquecimiento de la vida social en múltiples formas asequibles que aún pueden evolucionar más aún.
Cambios revolucionarios están teniendo lugar en [las estructuras de] apoyo (…) fuera de la familia tradicional, en forma de una asombrosa variedad de amistades, asistentes espontáneos y grupos de ayuda mutua. Estos, junto con muchos servicios públicos formales disponibles, son parte de la funcionalidad de las familias contemporáneas (Capítulo 3)
Las redes sociales basadas en el altruismo son nuestra mayor esperanza: explotan las características más benévolas y lúcidas de la psicología human en formas sociales flexibles y se elaboran en las culturas socialmente más avanzadas.
Los grupos de voluntarios han sido vistos tradicionalmente como suplementarios al grupo basado en el parentesco familiar, la base más fiable para un apoyo social continuado (Capítulo 4)
Desde que el concepto fue primeramente popularizado con la formación de Alcohólicos Anóimos en 1935, los grupos de salud de autoayuda han sido organizados por pacientes, antiguos pacientes y finalmente miembros de la familia de un conjunto de individuos sufrientes de condiciones (…) que la medicina no ha sido capaz de curar o que están socialmente estigmatizados. (Capítulo 6)
Los grupos de autoayuda, de los cuales el más famoso es AA, dieron lugar a la profesionalización del apoyo social, es decir, se ha abstraído este tipo de conductas altruistas de lo que antes eran las relaciones familiares de apoyo y confianza, y se ha generado una aceptación general institucionalizada.
El facilitador de apoyo social es alguien que escucha. Una actitud de escucha atenta y no juzgamental a los clientes incluye un aseguramiento de que la visión del cliente está siendo atendida. El facilitador de apoyo social siempre comprueba la comprensión entre sí mismo y el cliente (Capítulo 6)
Es importante que socialmente se haya llegado a la conclusión de que el comportamiento social de apoyo no se base en la corrección de la conducta bajo amenaza o que establezca una correlación de intercambio de prestaciones y bienes. Al contrario, lo que se promueve es el comportamiento altruista, benévolo y amable. La actuación externa anteriormente siempre se basaba en impartir justicia, castigos y recompensas. Ahora se ha profesionalizado la mera escucha, el comportamiento de confianza que no supone amenaza alguna, pero tampoco implica beneficios materiales. Es la integración social desde el punto psicológico lo que se aprecia.
El comportamiento altruista supone un problema para la teoría del intercambio (…) ¿Siempre hacemos algo por otros con esperanza de conseguir algo a cambio? Los teóricos del intercambio dicen que así es, que hay siempre una sutil compensación que refuerza el dar (…) Parece seguro que la gente es capaz de dar, de cuidar y de perdonar durante largos periodos con poca compensación visible por sus esfuerzos. La gente actúa así con sus hijos, con sus parientes ancianos, con alguien a quien ama y a veces con un total extraño (Capítulo 4)
Los autores no consideran que las compensaciones morales de inserción en un entorno benévolo –tal vez imaginario, como en la religión- sean equivalentes a una compensación material. En este sentido siempre se puede discutir qué es realmente altruista. Pero la confianza mutua es difícil que pueda medirse como intercambio de prestaciones, sino más bien se establece un entorno habitable –red social- que por su mera existencia es gratificante.
Intercambios de cuidado mutuo pueden suceder a los niveles sociales más microscópicos. Una voluntad de escuchar, una palabra amable, o una mano de ayuda afirma a los otros y a nosotros mismos como parte de la comunidad humana (Capítulo 8)
Cultivar una determinada actitud interpersonal puede sr más importante que la institucionalización de redes sociales. El valor de las redes sociales que surgen a partir de la actitud comunitaria prosocial es cada vez más apreciado y ello puede llevar a nuevas fórmulas culturales. La misma idea de virtud moral como desarrollo del carácter benévolo puede implicar un cambio revolucionario en el contexto de una sociedad racional informada por la ciencia psicológica.
Lectura de “The Healing Web” en University Press de New England 1986; traducción de idea21