miércoles, 25 de diciembre de 2024

“La red sanadora”, 1986. Pilisuk y Parks

  Puesto que somos seres sociales, una vida en sociedad armoniosa y fructífera es nuestro gran objetivo de desarrollo personal. La familia feliz suele ser el ideal a alcanzar. Pero no es tan sencillo.

La familia es más que un conjunto de vínculos de sangre. Es un estado de mente que reconoce los sentimientos muy especiales de cuidado y continuidad que mantenemos para ciertas personas, y es el reconocimiento de nuestras creencias culturales y en las instituciones sociales  (Capítulo 3)

Richard Sennet ha señalado que los horrores del capitalismo del siglo XIX fueron seguidos por la privatización de la familia como un esfuerzo para hacer de ésta un refugio cálido contra el exterior. El intento fracasaba constantemente porque el mundo exterior organiza tanto las relaciones personales dentro de las casas como las relaciones impersonales fuera  (Capítulo 8)

    Los psicólogos sociales Marc Pilsiuk y Susan Hilllier Parks parten de la idea de que, como mínimo, requerimos de “redes de apoyo”.

Nuestra intención cuando comenzamos este libro era reunir, bajo un titular, la multitud de visiones multidisciplinarias para el estudio de las conexiones de apoyo. (Prefacio)

  Nunca se señalará lo suficiente que la misma vida humana no puede existir sin la inserción del individuo en un entorno social de proximidad.

En una extensa revisión de la literatura científica, concerniente la referida a las altas tasas de mortalidad por todas las causas que se dan entre los pobres, el factor subyacente que en mayor medida pone la vida en riesgo es la marginalidad social (Capítulo 2)

  “Marginalidad social” indica el rechazo del individuo por el grupo. Tales situaciones no son, por desgracia, raras en la vida social civilizada. En cambio, se daban muy excepcionalmente en la vida del “ser humano en naturaleza”.  Puesto que somos genética y mentalmente seres prehistóricos, nunca está de más recordar que en el principio solo existía la familia, la familia extensa, el clan, dentro del cual el individuo desarrolla la totalidad de su experiencia vital. No había nada más. No se conocía siquiera la amistad entre extraños, no existían actividades por el bien común que reunieran a personas antes desconocidas. No existían las aficiones, los intereses compartidos, nada fuera de la familia. 

   En las sociedades modernas, en buena parte anónimas, muchas personas incluso carecen de unidad familiar “nuclear”, y esto hace tan importante la existencia de las redes o "conexiones de apoyo”, que pueden o no ser deliberadamente organizadas y a las que unos podrán acceder y otros no. La soledad sigue siendo una amenaza constante pero ahora contamos con más recursos en juego.

El apoyo social es la suma de los intercambios sociales, emocionales e instrumentales con los cuales un individuo está implicado, y que tiene la consecuencia activa de que uno mismo es objeto de una valoración continuada a los ojos de unos significativos otros (Capítulo 1)

  Por supuesto, también la comunidad puede volverse opresiva y el individuo fracasar por completo en su misma condición social, es decir, en su misma condición humana (aunque esto no era tampoco desconocido en la extensa y compleja vida familiar primitiva).

La atención de apoyo puede socavar el sentido personal de autocontrol (Capítulo 2)

  Sentido de autocontrol… ¿sentido de dignidad?, ¿de amor propio?, ¿pérdida del honor? Se trata de una visión cultural nueva, la del individuo soberano, dueño de su propio juicio y que afronta el desarrollo de su propio destino en un entorno que o bien puede apoyarlo o bien puede destruirlo. Ante una realidad semejante, las nuevas redes de apoyo deben mostrarse compatibles. Si la red comunitaria hemos de verla no tanto como un medio para satisfacer nuestros intereses individuales, sino como una fuente de gratificación de nuestra naturaleza social, de “realización” de nuestra propia vida, entonces la construcción de unas redes sociales eficientes, respetuosas de la soberanía individual a la vez que complementarias de esta en una extensión armónica se convierte en la base fundamental de todo cambio cultural por venir.

La búsqueda del placer personal o la autorrealización cualquiera que sea su contribución al bienestar humano no es adecuada (…) sin un cuerpo de otros seres amados y en quienes confiamos nuestra misma libertad (…) [Ello] nos hace esclavos de sentimientos que no pueden ser satisfechos sino por un modelo estándar que no sabemos si hemos alcanzado (Capítulo 1)

Hay un sentido de comunidad, de seguridad y confort [que obtenemos de] entre las personas que nos conocen. Este sentimiento es lo que una vez se ha sentido hacia el doctor de la familia que hace visitas a casa y el carnicero que recuerda las preferencias de la familia y nos pregunta cómo está mejorando el brazo roto de nuestro hijo (Introducción)

  Desde cierto punto de vista, no habría sucedido –o no habría de suceder- una pérdida del paraíso comunitario de las grandes unidades familiares, sino un enriquecimiento de la vida social en múltiples formas asequibles que aún pueden evolucionar más aún.

Cambios revolucionarios están teniendo lugar en [las estructuras de] apoyo (…) fuera de la familia tradicional, en forma de una asombrosa variedad de amistades, asistentes espontáneos y grupos de ayuda mutua. Estos, junto con muchos servicios públicos formales disponibles, son parte de la funcionalidad de las familias contemporáneas (Capítulo 3)

  Las redes sociales basadas en el altruismo son nuestra mayor esperanza: explotan las características más benévolas y lúcidas de la psicología human en formas sociales flexibles y se elaboran en las culturas socialmente más avanzadas.

Los grupos de voluntarios han sido vistos tradicionalmente como suplementarios al grupo basado en el parentesco familiar, la base más fiable para un apoyo social continuado (Capítulo 4)

Desde que el concepto fue primeramente popularizado con la formación de Alcohólicos Anóimos en 1935, los grupos de salud de autoayuda han sido organizados por pacientes, antiguos pacientes y finalmente miembros de la familia de un conjunto de individuos sufrientes de condiciones (…) que la medicina no ha sido capaz de curar o que están socialmente estigmatizados. (Capítulo 6)

  Los grupos de autoayuda, de los cuales el más famoso es AA, dieron lugar a la profesionalización del apoyo social, es decir, se ha abstraído este tipo de conductas altruistas de lo que antes eran las relaciones familiares de apoyo y confianza, y se ha generado una aceptación general institucionalizada. 

El facilitador de apoyo social es alguien que escucha. Una actitud de escucha atenta y no juzgamental a los clientes incluye un aseguramiento de que la visión del cliente está siendo atendida. El facilitador de apoyo social siempre comprueba la comprensión entre sí mismo y el cliente (Capítulo 6)

  Es importante que socialmente se haya llegado a la conclusión de que el comportamiento social de apoyo no se base en la corrección de la conducta bajo amenaza o que establezca una correlación de intercambio de prestaciones y bienes. Al contrario, lo que se promueve es el comportamiento altruista, benévolo y amable. La actuación externa anteriormente siempre se basaba en impartir justicia, castigos y recompensas. Ahora se ha profesionalizado la mera escucha, el comportamiento de confianza que no supone amenaza alguna, pero tampoco implica beneficios materiales. Es la integración social desde el punto psicológico lo que se aprecia.

El comportamiento altruista supone un problema para la teoría del intercambio (…) ¿Siempre hacemos algo por otros con esperanza de conseguir algo a cambio? Los teóricos del intercambio dicen que así es, que hay siempre una sutil compensación que refuerza el dar (…) Parece seguro que la gente es capaz de dar, de cuidar y de perdonar durante largos periodos con poca compensación visible por sus esfuerzos. La gente actúa así con sus hijos, con sus parientes ancianos, con alguien a quien ama y a veces con un total extraño (Capítulo 4)

   Los autores no consideran que las compensaciones morales de inserción en un entorno benévolo –tal vez imaginario, como en la religión- sean equivalentes a una compensación material. En este sentido siempre se puede discutir qué es realmente altruista. Pero la confianza mutua es difícil que pueda medirse como intercambio de prestaciones, sino más bien se establece un entorno habitable –red social- que por su mera existencia es gratificante.

Intercambios de cuidado mutuo pueden suceder a los niveles sociales más microscópicos. Una voluntad de escuchar, una palabra amable, o una mano de ayuda afirma a los otros y a nosotros mismos como parte de la comunidad humana  (Capítulo 8)

   Cultivar una determinada actitud interpersonal puede sr más importante que la institucionalización de redes sociales. El valor de las redes sociales que surgen a partir de la actitud comunitaria prosocial es cada vez más apreciado y ello puede llevar a nuevas fórmulas culturales. La misma idea de virtud moral como desarrollo del carácter benévolo puede implicar un cambio revolucionario en el contexto de una sociedad racional informada por la ciencia psicológica.

Lectura de “The Healing Web” en University Press de New England 1986; traducción de idea21

domingo, 15 de diciembre de 2024

“Nexus”, 2024. Yuval Noah Harari

   El popular historiador y divulgador Yuval Harari nos advierte de, entre otros peligros, el de la Inteligencia Artificial, pero lo hace cuestionando lo que considera la “hipótesis ingenua” sobre la divulgación de la información.

La idea ingenua (…) es que la información es esencialmente algo bueno y que, cuanta más podamos reunir, mejor. Con la información y el tiempo suficientes, estamos destinados a descubrir la verdad sobre asuntos que pueden ir de las infecciones víricas a los prejuicios racistas, con lo cual desarrollaremos no solo nuestro poder, sino también la sabiduría necesaria para emplearlo con acierto. (Prólogo)

Eliminar las barreras que obstaculizan el flujo de información no tiene por qué conducir al descubrimiento y la difusión de la verdad, sino que con la misma facilidad puede llevar a la divulgación de mentiras y fantasías, y a la creación de esferas de información tóxicas.  (Capítulo 4)  

  Al considerar que la amplia propagación de la información puede ser enormemente dañina para la convivencia, pone como ejemplo del pasado a la caza de brujas.

La imprenta desempeñó un papel fundamental en la rápida divulgación de la creencia en una conspiración satánica global (Capítulo 4)

  Y en el presente señala los riesgos de la Inteligencia Artificial dentro del marco de los riesgos que implican los algoritmos autónomos que ya existen en las redes sociales. Y aquí pone un ejemplo particularmente lamentable: la propagación, en parte gracias a un algoritmo informático ideado con fines comerciales, de movimientos políticos de odio y limpieza étnica.

En 2016-2017 (…) los algoritmos de Facebook contribuyeron a avivar las llamas de la violencia antirrohinyá en Myanmar (Capítulo 6)

Los creadores de contenido de YouTube que tenían especial interés en captar la atención se dieron cuenta de que, cuando publicaban un vídeo escandaloso y lleno de mentiras, el algoritmo los premiaba recomendándoselo a numerosos usuarios y aumentando la popularidad y las ganancias de los youtubers. En cambio, cuando moderaban el tono y se adherían a la verdad, el algoritmo solía ignorarlos. (Capítulo 8)

  Por su parte, los peligros de los algoritmos de la IA irían aún más allá. Serían supuestamente incontrolables.

Nos hallamos al borde de un colapso ecológico causado por el mal uso de nuestro propio poder. También nos afanamos en la creación de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial (IA), que tienen el potencial de escapar de nuestro control y de esclavizarnos o aniquilarnos. (Prólogo)

  Harari coincide con otros autores que no creen que la problemática humana actual tenga que ver con los cambios culturales, sino más bien con los cambios institucionales. Para Harari, el progreso social humano solo ha sido posible desde el momento en que se crearon mecanismos de autocorrección, y aparentemente la IA estaría más allá de tal recurso

Este libro afirma que el defecto no está en nuestra naturaleza, sino en nuestras redes de información. Debido a que favorecen el orden por encima de la verdad, a menudo las redes de información humanas han generado mucho poder pero poca sabiduría. (Epílogo)

La humanidad consigue un poder enorme mediante la construcción de grandes redes de cooperación, pero la forma en que se construyen dichas redes las predispone a hacer un uso imprudente del poder. Nuestro problema, por lo tanto, tiene que ver con las redes. (Prólogo)

En tanto que tecnología de la información, los mecanismos de autocorrección son el polo opuesto del libro sagrado. (Capítulo 4)

  La creación de ciertas instituciones sociales en particular podría ser un recurso contra la manipulación de la información. La democracia y la ciencia son nuestras mejores opciones. Sin embargo, no todos los ejemplos que pone son convincentes y a veces parece caer en un injustificado catastrofismo.

Tal como demostró la crisis financiera de 2007-2008, las estrategias y principios financieros más complejos, como los que hay detrás de los CDO, solo eran inteligibles para unos pocos magos de las finanzas. ¿Qué ocurrirá con la democracia cuando las IA creen estrategias financieras todavía más complejas y cuando el número de humanos capaces de entender el sistema financiero se reduzca a cero? (Capítulo 9)

  ¿Por qué no considera, por el contrario, que tal vez la IA podría evitar tales crisis financieras, si se le ordena que así lo haga? Las crisis financieras existen ya desde el siglo XVII. Para existir, no necesitan de los algoritmos informáticos.

Podemos llegar a un punto en el que los ordenadores dominen los mercados financieros e inventen herramientas económicas totalmente nuevas que escapen a nuestra comprensión. (Capítulo 6)

   La cuestión acerca de que la IA no podría ser programada para ayudar a la humanidad lo que muestra es que falta una idea de humanidad, que lo que quizá necesita la humanidad, más que control de la tecnología o tendencias luditas, es una formulación de los fines últimos a alcanzar.

Es probable que surjan dificultades económicas: ¿quién mantendrá a aquellos que han perdido sus antiguos trabajos mientras se encuentran en transición, aprendiendo un nuevo conjunto de habilidades? (Capítulo 9)

   Naturalmente, hay soluciones, y los inocentes algoritmos informáticos no tienen la culpa. Más bien se diría que la sociedad no ha madurado lo suficiente para afrontar estas tecnologías

Una salvaguarda podría consistir en adiestrar a los ordenadores para que sean conscientes de su propia falibilidad. (Capítulo 8)

Mientras la humanidad permanezca unida, podemos forjar instituciones que controlen la IA y que identifiquen y corrijan los errores algorítmicos. (Capítulo 11)

  Harari no olvida mencionar que en este periodo histórico, Occidente se ve azotado por un fenómeno social inquietante por su estupidez: el populismo. Puede que no esté necesariamente relacionado con las nuevas realidades del mundo de los algoritmos, pero, desde luego, estos no le ponen freno.

[El] populismo (…) [se ve] descrito como una «ideología que considera que la sociedad está dividida en último término en dos grupos homogéneos y antagonistas, “la gente pura” y “la élite corrupta”» (Prólogo)

  Tal vez las instituciones puedan hacer algo para controlar los peligros de la IA, pero difícilmente controlarán la degeneración de la democracia que el populismo supone. Poner la esperanza en las instituciones no parece demasiado esperanzador. Las instituciones se originan a partir de la sociedad, no surgen por mero voluntarismo y las mismas instituciones pueden tener efectos muy diferentes en otras sociedades, aunque eso no niega la importancia de valorarlas y sostenerlas cuando son benignas. La ciencia, una disciplina basada en la honestidad, la lógica y la falta de prejuicios (que también es lógica) supone la base de lo mejor de la sociedad contemporánea.

Las instituciones científicas son diferentes de las religiosas, puesto que premian el escepticismo y la innovación en lugar de la conformidad. (Capítulo 4)

Las instituciones de organización y conservación que desempeñaron un papel fundamental en la revolución científica conectaron a estudiosos e investigadores tanto en las universidades como fuera de ellas, lo que creó una red de información que se extendió por toda Europa y, finalmente, por todo el mundo. Para acelerar esa revolución, los científicos tuvieron que confiar en la información publicada por colegas de países distantes. La confianza en el trabajo de compañeros a los que nunca se había visto se manifestó en asociaciones científicas como la Royal Society of London for Improving Natural Knowledge, fundada en 1660, y la Académie des Sciences francesa (1666); en revistas científicas como las Philosophical Transactions of the Royal Society (1665) y laHistoire de l’Académie Royale des Sciences (1699), y en editores científicos como los artífices de la Encyclopédie (1751-1772). Estas instituciones organizaban y conservaban información sobre la base de la evidencia empírica (Capítulo 4)

  Pero evidencia empírica también parece la necesidad de que, con independencia de cuestiones como la amenaza de la IA, las redes sociales y el cambio climático, necesitamos innovaciones en el pensamiento social, avanzar más en la evolución civilizatoria, que es, en esencia, evolución moral. Y esto no puede verse fuera de una concepción de tendencias relacionadas con la naturaleza humana, con respecto a las cuales las instituciones son consecuencia y no causa.

Si nuestra regla de oro es «toda acción debe ajustarse a un objetivo superior», por definición no hay manera racional de definir este objetivo final. Así que ¿cómo podemos proporcionar a una red informática un objetivo final que bajo ningún concepto debe alterar o ignorar? Los ejecutivos e ingenieros que se apresuran a desarrollar la IA cometen un enorme error si piensan que existe una manera racional de decirle a la IA cuál ha de ser su objetivo principal. (Capítulo 8)

  Las advertencias están bien, incluso si están teñidas de catastrofismo, pero el error más grave parece encontrarse en que Harari no cree en el proceso civilizatorio. Afirmar que la especie humana carece de un “objetivo principal” cuando al mismo tiempo considera que la IA es capaz de comprender a la perfección la psicología humana es anunciar que estamos en un callejón sin salida. 

El hecho que la IA pueda hacerse pasar por un humano amenaza con destruir la confianza entre humanos y con desgarrar el tejido de la sociedad. (Capítulo 9)

  Por supuesto que la IA puede comprender el objetivo principal de la raza humana… una vez ésta sea capaz de formularlo (¡o podría dárnoslo ella misma!).

   Harari no considera que el progreso en la información y el progreso tecnológico vayan parejos al progreso cultural. Al fijarse solo en lo negativo se parece un poco a los luditas… 

Los luditas no iban tan desencaminados (Capítulo 9)

    El esfuerzo de cambio debemos ponerlo en el cambio cultural en el sentido de progreso moral y en el contexto del progreso de la civilización. ¿El “objetivo principal” de la raza humana? Obviamente se trata del perfeccionamiento de nuestras cualidades cooperativas –y el consecuente control de las agresivas y antisociales- con vistas a desarrollar una trascendencia cuya meta final será el control de la naturaleza. Qué si no. Ser “como dioses”. La IA lo comprendería perfectamente. Y también comprendería que el primer paso es buscar formas imaginativas para mejorar los controles culturales al comportamiento humano antisocial (civilización), controles que han de ser interiorizados en el individuo y no tanto depender de las instituciones.

Lectura de “Nexus” en “Debate” 2024; traducción de Joan Domenec Ros

jueves, 5 de diciembre de 2024

“Evolución cultural”, 2011. Kate Distin

     Que el Homo sapiens es un animal cultural implica que, si bien hay otros animales con cultura, la cultura humana tiene unas características extraordinarias que transforman por completo el comportamiento social de la especie de unos entornos a otros. El estilo de vida humano se ve espectacularmente afectado por los cambios culturales.

La cultura es (…) una red asociativa de estructuras de conocimiento específico (…) que determina cómo un individuo interpretará el mundo social (…) Los individuos pueden hacerse multiculturales e incluso adquirir elementos culturalmente contradictorios porque los nuevos elementos culturales más que reemplazar los existentes se mezclan con los anteriores, de modo que aspectos adquiridos de la cultura influencian el comportamiento hasta el punto de que son cognitivamente accesibles y relevantes a la situación (p. 82)

  ¿Hasta qué punto puede cambiar la cultura humana? La filósofa Kate Distin explora para averiguarlo los mecanismos de cambio cultural, el proceso evolutivo de las culturas.

La evolución cultural está fundamentada en la herencia persistente de información cultural mediante los mecanismos de lenguas naturales y artefactuales (p. 169)

  El lenguaje sería el mecanismo esencial para producir los cambios culturales. Bien es verdad que a veces se transmiten cambios culturales entre humanos sin expresarlos de forma directa (por ejemplo, un logro técnico sencillo que realiza un individuo durante el trabajo y que otros presencian; los animales no humanos suelen hacerlo así), pero en general los humanos transmiten los cambios culturales mediante diversas formulaciones simbólicas. Distin se refiere en particular a las “metarrepresentaciones”

Este tipo de pensamiento [la metarrepresentación] se funda esencialmente en el reconocimiento de patrones: la capacidad para notar las similitudes y diferencias en porciones variadas de información, y las formas en que son representadas (p. 170)

Los mecanismos de herencia cultural son sistemas de representación simbólica, que son únicamente humanos e incluyen no solo la lengua, sino también los sistemas simbólicos de matemáticas, música y demás (p. 37)

   (La “metarrepresentación” recuerda mucho a la capacidad para la abstracción y el lenguaje simbólico, o a la misma inteligencia en tanto que reconocimiento de patrones, pero el término es útil y no crea confusión a lo largo  de la exposición de este libro)

  Ahora bien, la actividad social –humana o no- se basa en el beneficio mutuo, y estando en juego el bienestar de todos, cualquier infracción al sistema es rechazable. Existe, por tanto, resistencia al cambio: el interés común exige conformismo. ¿Cómo entonces puede fructificar la evolución?

El comportamiento inconformista puede amenazar la aceptación del individuo por el resto del grupo. En este respecto, el ser dotado [para la innovación cultural] habría tenido una desventaja biológica (p. 177)

  Esta idea de la “dotación” es esencial: existiría un consenso inconsciente dentro de la sociedad que reconoce cuando un individuo o minoría ha hallado una nueva pauta de cambio cultural prometedora.

Los individuos altamente metarrepresnetacionales es probable que vean conexiones donde otros no las han notado, por virtud de la cual pueden crear nueva información cultural (p. 171)

La relación entre la metarreprsntación y la variación cultural da apoyo a la caracterización de que en la gente dotada como altamente metarrepresentacional  se da un vínculo entre  talento  e inconformismo (p. 172)

Los pensadores altamente metarrepresentacionales (…) tenderán a cuestionar y sintetizar la información antes de transmitirla a otros (p. 173)

  Por una parte puede ser socialmente problemático asumir que dependemos para el avance cultural de los individuos “dotados”, pero la duda  más importante se presenta ante la cuestión de si el cambio cultural –progresivo- tiene su origen en la invención de nuevas metarrepresentaciones por estos individuos. Esto podría ayudarnos a detectar el curso óptimo del avance social porque podemos hacer una comparación con el avance tecnológico que permite la mejora económica –mayor rendimiento del trabajo-; al fin y al cabo, ¡a alguien se le tuvo que ocurrir primero fijar una piedra afilada a un palo para hacer un hacha! De forma similar, aunque Freud pudiera estar equivocado en sus teorías sobre el complejo de Edipo o la histeria femenina… no cabe duda de que aportó al mundo el uso cotidiano de concepciones revolucionarias -¿metarrepresentaciones?- como “inconsciente”, “frustración” o “libido”. 

    Que haya invenciones “metarrepresentacionales” que afecten a la misma concepción de la vida social por parte de los mismos individuos que componen la sociedad –¿sabiduría, moralidad?- lleva además a colegir de ello que tales aportaciones en constante innovación se influyen unas a otras.

Un producto del desarrollo de su constitución genética es la capacidad de los individuos para aprender de sus experiencias. En una minoría de especies, los individuos pueden también aprender el uno del otro. En solo una especie, en base a lo que sabemos, pueden los individuos  aprender de lo que ellos mismos han aprendido (p. 220)

   Para comprender cómo se articulan las innovaciones culturales habremos siempre de tener en cuenta las motivaciones del entorno.

Un individuo puede adquirir unidades de información muy diferentes, algunas de las cuales incluso se contradicen entre sí, pero las que con más probabilidad se pondrán en efecto serán aquellas cuya atención es dirigida por estímulos externos, o primas  (p. 83)

  Ahora bien, aunque es obvio que los cambios culturales tienen su origen en las necesidades básicas de la sociedad (muchos, y muy importantes en general, se originan en las guerras), sucede que en el ser humano muchas veces la motivación no es meramente económica –como sí sucede, por ejemplo, en la cultura de los demás simios-. El ser humano se ve motivado, muchas veces de forma inconsciente, por la mera necesidad de interacción social entre individuos (gratificaciones afectivas, por ejemplo; aunque también relaciones de dominio).

Los humanos perciben que el resultado buscado de algunas acciones no es siempre la meta [aparente, sino que] también incorpora la forma en que estas acciones son llevadas a cabo (p. 53)

  Esto se ha visto en experimentos con bebés humanos, en que los pequeños individuos imitan acciones de los adultos no tanto para alcanzar un fin “animal” –obtener comida, por ejemplo- sino como reflejo social –empatía, afección-.

  Es decir, el cambio cultural no es meramente instrumental, sino sobre todo es social,  de relaciones humanas, y eso explicaría también su mecanismo de propagación. Aunque existen muchas teorías sobre el origen del lenguaje, es muy probable que su impulso fundamental estuviese en fortalecer los vínculos sociales entre individuos.

El lenguaje natural puede haber evolucionado primariamente para la comunicación pero el resultado eventual fue una expansión en información cultural más allá de la capacidad colectiva de los cerebros humanos (p. 126)

  Y esto nos puede dar también más pistas acerca de cuáles son las innovaciones culturales futuras más acordes con la armonía social buscada…

Lectura de “Cultural Evolution” en Cambridge University Press 2011; traducción de idea21