lunes, 20 de octubre de 2014

“Evolucionarios”, 2012. Carter Phipps

  Carter Phipps es propagandista de lo que se pretende que sea una nueva ideología capaz de promover el cambio social. A esta nueva ideología se le da el nombre de “evolucionismo”

Un nuevo tipo de conocimiento evolucionario puede cambiar nuestra visión del mundo, nuestra sensación de identidad y el lugar que, en el gran esquema de las cosas, le corresponde a la humanidad.

Estoy interesado en indagar en la influencia del pensamiento evolutivo en todos los aspectos de la cultura.(…) La evolución de la tecnología, la cooperación, la consciencia, las visiones del mundo, la información, la evolución de los valores, la espiritualidad y la religión.

   Sin embargo, estos “evolucionarios” admiten sus evidentes limitaciones a la hora de mejorar la vida social

Muchas de las ideas presentadas en este libro (…) aunque todavía no son completamente prácticas,  contribuyen a definir el espacio en el que, con el tiempo, puedan elaborarse manifestaciones más pragmáticas.

  Pero aunque no hay mucho de práctico ni pragmático en lo que, en este libro, se denomina “pensamiento evolutivo”, al menos sí se da una reflexión útil acerca de la importancia de la evolución en todos los aspectos. Algo que el mismo Darwin no habría negado. ¿Cuál es la esencia de la evolución como fenómeno?

Cuando Darwin hablaba de evolución, se refería a descendencia con modificación  (…) Su teoría de la selección natural giraba en torno a los mecanismos de esa modificación

  Esto supuso todo un cambio de paradigma, y aunque muchas interpretaciones erróneas resultaron desastrosas e incluso estúpidas (el “darwinismo social”, por ejemplo, en el que se privilegiaría al fuerte para eliminar al débil), a la larga el mundo ha aceptado  una visión lúcida de esta capacidad para identificar los mecanismos de la modificación mediante la selección. También en el pensamiento social.

El arte de la evolución es el arte de gestionar adecuadamente la dinámica de la complejidad

Al enfatizar la selección social, el foco evolutivo cambia hacia la supervivencia, no solo de los individuos más aptos, sino de las tendencias socialmente más eficaces. De esta forma, la ventaja adaptativa afecta a los más capaces de trabajar en equipo y a los más dispuestos a comprometerse con el tipo de cooperación que convierte a un colectivo de individuos en algo más que la suma de sus partes.

  Solo un necio es capaz de pensar que el ser humano, con sus muy peculiares dotes sociales, evoluciona mediante el egoísmo y el abuso de la fuerza. La evolución humana es, básicamente, la capacidad para desarrollar estrategias cooperativas. De hecho, la debilidad individual supone un buen incentivo para cooperar en comunidad. La evolución humana favorece, por tanto, a los débiles y a la larga fortalece a todos.

El botín de la evolución no se lo llevan los más rápidos y los más inteligentes, sino aquellos que encuentran el adecuado equilibrio entre individualidad creativa y sociabilidad cooperativa

La cultura está avanzando (…) podemos rastrear la evolución de la cultura teniendo en cuenta el aumento, a lo largo de la historia humana, de los juegos de “suma no cero” (…) Aumentan los arreglos del tipo yo gano-tú ganas para más personas en redes cada vez más amplias y formas cada vez más complejas (…) la tecnología se convierte en uno de los principales motores de este proceso (…) nadie sabe exactamente hacia dónde se está avanzando, pero la dirección es clara.

  El pensamiento evolutivo es especialmente pertinente en lo que se refiere a las cuestiones sociales. Y más propiamente si vemos la sociabilidad como una consecuencia directa de los cambios culturales que en un principio no son económicos ni tecnológicos: los cambios relacionados con nuestra “visión del mundo” a los que subordinan los avances en tecnología.

Una visión del mundo es (…) un sistema simbólico de representación que nos permite integrar todo lo que sabemos sobre el mundo y nosotros en una imagen global que ilumina la realidad (…) [Se trata del] conglomerado de conclusiones sobre el mundo

Las visiones del mundo están claramente definidas por la cultura en que vivimos

  Hegel [fue] uno de los primeros grandes filósofos de la evolución. (…) Las categorías de la vida  que hoy en día vemos no son estáticas, fijas e inmutables (…) sino la instantánea de un proceso que se halla en continuo movimiento. 

Científicos sociales y filósofos (…) están buscando los principios y pautas que informan sobre la trayectoria de la evolución cultural (…) las sociedades progresan (o regresan)

  Todo esto parece muy sensato, y por eso tenemos que

Los evolucionarios son grandes optimistas (...) un optimismo basado en el conocimiento de que la evolución está operando en el proceso de la consciencia y de la cultura

  Ahora bien, este optimismo es criticado por muchos  estudiosos, que consideran que el optimismo en ciencias sociales no es algo muy serio. La realidad es la que es, se dice, la evolución nadie puede negarla, pero eso no implica optimismo ni teleología en el sentido de que hay un progreso que apunta en una determinada dirección. ¿”Progreso” hacia qué?, ¿qué es lo que define que se progrese o se regrese? ¿Por qué la evolución no va a ser el fruto del mero azar?

   Al volverse “optimistas”, los “evolucionarios” pueden muy bien volverse supersticiosos, atribuyendo deseos humanos a la naturaleza al considerar que somos el resultado al que apunta toda la evolución. No solo que la vida apunte al ser humano inteligente, sino que la misma existencia de la materia tengo como fin alcanzar el nivel de la autoconsciencia. Demasiado optimismo, se dice, demasiado narcisismo del género humano. Muy bien podemos ser un mero accidente cósmico dentro de un universo sin sentido alguno. ¿O no? En este libro se asegura lo contrario.

No estamos moviéndonos simplemente a la deriva en un universo absurdo, estamos avanzando

La esencia del proceso evolutivo: despertar la materia infundiéndole inteligencia e información

  Vemos que en este libro se identifica como grandes emprendedores del “pensamiento evolutivo” a unos cuantos autores de los que se puede decir, como mínimo, que están pasados de moda. Por ejemplo

 Teilhard de Chardin utilizaba, para referirse a [el paso posterior a homo sapiens sapiens], la expresión “Homo progressivus” (..) una suerte de “yo” universalizado; un yo que había interiorizado el proceso mismo del universo (…) La evolución sigue una trayectoria clara hacia niveles de unidad y organización cada vez más elevados

   Otros nombres que aparecen en este libro son los de Sri Aurobindo y Pitirim Sorokin, autores más o menos de la misma época (mediados del siglo XX). Y no es tanto cuestión de nombres (en el libro se citan otros mucho más modernos), sino de ciertas exageraciones que no ayudan a centrarnos en las cuestiones de importancia.

  Y la idea de que el “Homo sapiens sapiens” puede evolucionar biológicamente parece hoy bastante abandonada. Las mutaciones fundamentales de los homínidos solían tener que ver con “cuellos de botella” genéticos en los cuales, según cierta lógica aritmética (la “deriva genética”), podían darse cambios de gran magnitud en la herencia de los individuos, pero esto exige una población de muy escaso número y, dada la enorme población humana en el mundo actual, semejante tipo de fenómenos parecen hoy casi imposibles (salvo que contemos detalles casi recientes como el de la tolerancia a la lactosa, por ejemplo). Así que, en lo que a la naturaleza se refiere, parece que el “Homo sapiens sapiens” se queda como está.

  Debemos por tanto centrarnos en lo que sí puede dar lugar a cambios: los cambios culturales. Ahí sí podemos ser optimistas, pero no será un optimismo derivado de nuestra convicción de que existe una especie de mano invisible en la naturaleza que apunte a un destino cosmológico que la humanidad va a protagonizar, sino que el optimismo se centraría en las posibilidades del progreso humano cultural y tecnológico futuro a partir de la situación del ser humano hoy.

  Por ejemplo, el transhumanismo:

Transhumanismo: el hombre sigue siendo hombre, pero, al actualizar nuevas potencialidades de su naturaleza humana, se trasciende a sí mismo

Singularidad: fusión entre seres humanos y máquinas

Nuestra evolución, según se dice, es fundamentalmente tecnológica… y siempre lo ha sido

  Según el futurista e ingeniero de vanguardia Ray Kurzweil :

En mi opinión acabaremos infundiendo inteligencia en la totalidad de la materia y energía de nuestra región del universo (…) Lo que llamamos materia estúpida se transformará entonces en materia y energía extraordinariamente inteligente. Ese es, a mi entender, el destino último del universo

  El transhumanismo tiene mucho de ciencia-ficción, pero, puesto que nuestra civilización actual se parece bastante a la que describía la ciencia-ficción de hace más de un siglo, ese planteamiento no tiene por qué ser desacertado. El problema del transhumanismo es que no parece tener en cuenta las consecuencias culturales de una tecnología futura capaz de transformar la misma mente humana.

  Tampoco lo hace el “evolucionismo”

No podemos tener paz global sin contar antes con instituciones económicas y un funcionamiento político global adecuado

  El mero hecho de dar por sentado que una cultura evolucionada necesitará de algo tan culturalmente específico como la política (es decir, la implementación de las normas coactivas que fuerzan que el interés particular no perjudique el interés social general) ya muestra una grave limitación. Un cambio cultural posible sería una cooperación que prescindiera de las normas coactivas. Un mundo sin política ni estrategias económicas; solo cooperación y tecnología de acuerdo con criterios de racionalidad.

La no violencia de Gandhi fue una respuesta hermosa y eficaz al colonialismo, pero sospecho que no lo hubiera sido tanto de haber tenido que enfrentarse a Gengis Khan.

  Phipps olvida que en tiempos de Gengis Khan ya existían renunciantes pacíficos y que en general se les respetaba por  consideración “supersticiosa” a la santidad. Más bien lo que habría que cuestionar sería la coherencia de Gandhi en tanto que hacía uso de medios no violentos para promover organizaciones políticas violentas (las facciones anticolonialistas y el futuro Estado indio independiente... con su policía y su ejército, por supuesto).

  Phipps no tiene en cuenta que los cambios culturales implican al conjunto de la sociedad porque afectan al conjunto de los individuos. Gengis Khan, en tanto que estadista, no podía (al menos, como norma) asesinar santos, pues eso hubiera ido en desdoro de su estatus. Lo que pasa es que los santos  tampoco deberían actuar políticamente en desdoro de su propio estatus (los santos también tienen “estatus”, en tanto que obran para ganarse la consideración ajena), y todo esto está relacionado con el progreso y evolución moral en sus aspectos sociales. Algo con lo que tendrían que ser consecuentes los “evolucionarios”, pues ellos mismos perciben el mecanismo evolutivo que incrementa la sociabilidad humana.

La evolución moral [nos hace] (…) cada vez más pacíficos (…) más cuidadosos y empáticos (…) más capaces de ampliar nuestra preocupación por los demás.

Ponderar el valor de la evolución a nivel cultural y social es identificar un determinado carácter del progreso. 

  Reconocer el valor del progreso también permite deshacer viejos mitos perjudiciales

El mito del Jardín del Edén (…) la convicción de que, en algún momento de nuestra prehistoria, hubo un periodo pacífico e idílico

  Por lo tanto, se puede concluir que un cierto pensamiento evolutivo logra fundamentar el optimismo en el progreso social. Esta idea del progreso (incluso el progreso en magnitudes “exponenciales”) no es nueva, pues, como se indica, la dialéctica de Hegel ya hacía pensar en ella (y el mismo cristianismo era un religión volcada hacia un Futuro “Reino de Dios en la Tierra”, en contraste con el “Eterno Retorno” de las religiones precristianas). Lo que ocurre es que el mecanismo del progreso, la concreción del fin específico al que apuntaría la evolución, no han sido hasta ahora correctamente identificados. Tampoco parece que Carter Phipps lo haga del todo. Pero plantea el asunto y le da una dimensión moral e incluso religiosa, lo cual no es incorrecto.

La religión debe haber evolucionado porque proporcionaba a nuestros ancestros alguna ventaja adaptativa (…) Esa ventaja evolutiva hay que buscarla en la extraordinaria cohesión grupal que el impulso religioso provoca en los creyentes

Una de las muchas funciones  de la espiritualidad y de la religión a lo largo de los tiempos ha sido la de conectar a los seres humanos con una sensación de algo que nos trasciende (…) Este impulso para trascender los confines del yo constituye una parte fundamental de la naturaleza humana

La religión [es] (…) el modo en que pensamos y nos relacionamos con la naturaleza última de la existencia

  Esto podría estar incompleto. La religión probablemente es bastante más que un pensamiento trascendente alejado de nuestras preocupaciones cotidianas y bastante más que un mecanismo de cohesión grupal. Esa función la cumple más específicamente el “grupalismo”: la capacidad de la sociedad de desarrollar mecanismos identitarios que permiten identificar a los propios a fin de enfrentarlos a enemigos exteriores, reales o imaginarios; la religión que conocemos es uno de esos mecanismos, pero no el único.

   La religión es, sobre todo, un sistema específico (hay otros) de control del comportamiento moral mediante la interiorización de valores simbólicamente expresados, y eso la convierte en el principal instrumento de transformación cultural conocido hasta ahora a lo largo de la historia humana.

La cultura consiste en el significado y las reglas con las que entendemos el mundo y actuamos en él

Los sistemas de valores no son distinciones estrictas y absolutas, sino generalizaciones significativas que nos ayudan a dar sentido a la experiencia humana

Si existiese una forma de entender más exactamente cómo y por qué se forman ciertas visiones del mundo, las relaciones que existen entre ellas y la dinámica de su estructura interna, la influencia de ese conocimiento en la evolución cultural de todo el globo sería incalculablemente positiva.

Mi consciencia siempre está condicionada por una perspectiva. Esta es una comprensión que contradice la creencia fundamental de las tradiciones meditativas y contemplativas, según las cuales, el conocimiento logrado a través de la introspección es merecedor de toda confianza.

  El desarrollo del “yo consciente” está, fuera de toda duda, relacionado tanto con el desarrollo religioso como con la capacidad cooperativa derivada de la empatía. Por lo menos, lo ha estado hasta ahora. Y lo constatamos hoy tanto en nuestra vida cotidiana como en el ámbito de las ciencias sociales como incluso en el de la neurología.

En una experiencia religiosa, en la que experimento un renacimiento que me lleva de ser un delincuente callejero a un cristiano íntegro y temeroso de Dios (…) Este despertar religioso supone un cambio en mi consciencia que modifica todo mi mundo interior (…) Es probable que entre a formar parte de un “nosotros” con quienes pueda compartir mi nueva visión del mundo. (…) El despertar religioso no solo afectará a mi consciencia, sino también a mi cerebro físico (…) Mi cambio de conducta establecerá nuevos caminos, provocando cambios correlativos en la estructura neurológica.

  Pero en lugar de profundizar en este aspecto de la evolución cultural y social (transformación de valores, de la perspectiva de la consciencia y de la visión del mundo), Carter Phipps, en su libro, parece más interesado en lo que denomina “desarrollo espiritual”. Y no queda claro en qué consistiría tal cosa en el tiempo presente.

El poder atemporal de la iluminación (…) [es] una condición (…) que transmite una paz indescriptible, un silencio extraordinario, un infinito de liberación y libertad (…) un estado nirvánico de consciencia

La iluminación no podía contenerse dentro de los estrechos cauces del yo. (…) La transformación espiritual debe tener implicaciones para nuestra vida moral filosófica, social y práctica compartida, no solo para el yo, también para la sociedad

  Muy próximo al budismo y a las técnicas de meditación, el autor da un gran énfasis a la supuesta efectividad de este tipo de ejercicios en el sistema nervioso, y les asigna una gran trascendencia de tipo místico. Phipps no es más que uno de entre muchos materialistas y ateos interesados en la religión que señalan este camino (otro sería Sam Harris)… pero ¿no son estas técnicas conocidas desde hace mucho, y hasta ahora no han dado grandes resultados a nivel de mejora en el comportamiento social?

La libertad espiritual, la liberación  de las pequeñas preocupaciones del ego, el narcisismo, el miedo y el deseo –nos abren a la libertad de participar en el gran evento creativo.

Es una enseñanza que no produce santos, monjes, ascetas y místicos, sino un tipo concreto de evolucionario, despierto a las profundidades del espíritu, pero vivo a la promesa del futuro y lo suficientemente libre para responder a un mundo que necesita evolucionar.

  A lo mejor sí necesitamos santos y monjes si esto nos permite obtener buenos resultados en el sentido evolutivo ya descrito (una sociedad más cooperativa), porque la descripción de los logros espirituales de los “evolucionarios” no sugiere, de momento, una estrategia factible. Desarrollar el espíritu en el sentido de las técnicas de meditación (iluminación) y contemplar intelectualmente la maravilla de la naturaleza evolutiva del cosmos (esto recuerda también al llamado “naturalismo religioso”) no impresionan en el sentido en el que los grandes descubrimientos religiosos del pasado lo han hecho.

  Y el mismo Carter Phipps parece aceptar estas limitaciones:

Todo el mundo quiere iluminarse, pero nadie está dispuesto a cambiar.

No debemos descartar la visión realista que reconoce que la evolución requiere tiempo y ocurre dentro del contexto de pautas históricas complejas y profundamente arraigadas

¿Cómo podemos alentar el proceso de cooperación tan esencial para el desarrollo y crecimiento de cualquier sistema?

  Pues eso, ¿cómo?

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