sábado, 15 de junio de 2019

“Etnicidad sin grupos”, 2004. Rogers Brubaker

    El sociólogo Rogers Brubaker lleva a cabo un estudio de la etnicidad (o más bien presenta una colección de estudios sociológicos independientes) a partir, sobre todo, de algunos conflictos originados en Centroeuropa durante la década de 1990. Sin embargo, esta observación sociológica hace referencia necesaria a cuestiones menos contingentes. Partiendo de la innegable existencia del “sesgo endogrupal” (la tendencia innata del “Homo Sapiens” a asociarse en grupos opuestos a otros grupos), se trata de averiguar más acerca de la naturaleza de la etnicidad y sus consecuencias en la vida social. Incluso más allá de la organización en grupos.

El libro no busca eliminar a los “grupos” del estudio de la etnicidad, busca, más bien, abrir ese estudio a otras formas en las cuales la etnicidad “funciona”. Grupos delimitados y solidarios son una modalidad de etnicidad (y de la organización social más general). Pero son solo una modalidad

  Es decir, que la etnicidad no habría de verse necesariamente como algo negativo. Habría formas de etnicidad “que funcionan” y otros casos en los que se originarían fenómenos de ”grupismo”.

“Grupismo” lo entiendo [como] la tendencia a formar grupos discretos, delimitados, como constituyentes básicos de la vida social, protagonistas principales de los conflictos sociales y unidades fundamentales del análisis social. (…) Entidades sustanciales para los cuales pueden ser atribuidos intereses y agencia

    Podemos entender la “etnicidad” como marcadores de individuos que, al ser clasificados estos en categorías, quedan, entre otras cosas, habilitados para integrar grupos, aunque el agrupamiento operativo no tiene por qué darse. Ahora bien, una vez una sociedad es consciente de los marcadores “étnicos”, automáticamente parece que tienden a generar grupismo, y el grupismo supone una disposición necesariamente conflictiva.

   Lo que hoy llamamos “nacionalismo” es una elaboración histórica del sesgo endogrupal -grupismo. En los últimos años, y en buena parte como consecuencia del rechazo universal al racismo, la idealización de la etnicidad por parte de determinadas tendencias políticas busca formulaciones más atractivas. Pero ¿estas nuevas formulaciones son algo más que un camuflaje de la discriminación supremacista propia del “grupismo”?, ¿la etnicidad puede ser otra cosa que antisocial? En este libro no se valora esa cuestión, pero algo que sí se valora es que nuestra idea común de etnicidad, como características innatas –raciales- no corresponde con lo que se observa en las relaciones sociales entre grupos.

La etnicidad es, en una parte importante, un fenómeno cognitivo, una forma de ver e interpretar el mundo y que, como tal, funciona mediante categorías y conocimiento de sentido común basado en categorías. Las categorías étnicas moldean la cognición tanto institucional como informal. No solo estructuran la percepción y la interpretación con la evolución de la interacción cotidiana sino que canalizan la conducta mediante clasificaciones oficiales y rutinas organizativas.

Etnicidad, raza y nación deberían ser conceptualizados no como sustancias o cosas, o entidades u organismos, o individuos colectivos –tal como la imaginería de grupos duraderos, discretos, concretos, tangibles y delimitados nos anima a hacer- sino más bien en términos relacionales, procesuales, dinámicos, de hecho y no agregados. (…) Implica pensar en etnización, racialización y nacionalización como procesos políticos, sociales, culturales y psicológicos

   La distinción importante está en que la etnicidad es la “materia prima” del grupismo, y el grupismo es acción social… Y hoy en día, ahora que contamos con un ideario universal humanista que la Antigüedad desconocía, la acción social grupista siempre resulta antisocial.

    Por otra parte, la observación directa hace ver que existe una tendencia política para promover un etnicismo “bueno” que pretende especialmente diferenciarse del racismo (o “nacionalismo étnico”, supuestamente, la variación más antisocial del grupismo).

Se ha acostumbrado a sugerir que hay, fundamentalmente, solo dos clases de nacionalismo: nacionalismo cívico, caracterizado como liberal, voluntarista, universalista e inclusivo; y nacionalismo étnico, considerado como iliberal, adscriptivo, particularista y exclusivo (…)  El nacionalismo étnico podría ser interpretado de forma estrecha como que implica un énfasis en la descendencia y, al cabo, en la biología (…) En la estricta comprensión de etnicidad, la retórica nacionalista que enfatiza la cultura común, pero no la descendencia común habría de ser codificada como un tipo de nacionalismo cívico (…) [Pero] incluso los casos citados con más frecuencia como paradigmáticos de nacionalismo cívico –Francia y América- implican un crucial componente cultural  o (…) un fuerte sentido de “poblacionismo” separado. Una comprensión puramente acultural de nacionalidad no se mantiene. Es un modelo de nacionalidad que nunca ha tenido lugar, que existe solo como un tipo conceptual ideal. Incluso como tal tipo ideal, es problemático.(…) Una comprensión más sociológicamente realista de la nacionalidad [incluso para el nacionalismo “cívico”] lleva (…) a reconocer la importancia de “valores comunes”, “costumbres”, “recuerdos históricos” y un “sentido de identidad común”. Sin embargo, ahí están exactamente la clase de particularistas, sólidos, factores objetivos señalados por una amplia comprensión culturalista de etnicidad.

  La realidad es que

Las organizaciones, no los grupos étnicos como tales, son los principales protagonistas del conflicto étnico y la violencia étnica

   Esto puede tener una lectura positiva y otra negativa. Los grupos étnicos no organizados pueden ser inocuos… pero cabe preguntarse si pueden existir grupos sociales no organizados, o si no tienden naturalmente a organizarse, de la misma forma que los marcadores cognitivos de la etnicidad no tienden naturalmente a formar grupos.

  El hecho es que el sesgo intragrupal siempre está activo en la naturaleza humana, y siempre es agresivo…

La mera percepción de dos grupos diferenciados –esto es, la categorización social per se- es suficiente para disparar discriminación intragrupal favoreciendo al intragrupo

  Algunos pensarán que es un poco duro decir que toda percepción étnica lleva al grupismo y, por tanto, al conflicto. Sería casi tan grave como considerar que la fe en Dios siempre va a llevar a la intolerancia… Sin embargo, reconozcamos que un ateísmo humanista se va expresando cada vez con más frecuencia en ese sentido. No sucede lo mismo, por desgracia, con un antietnicismo humanista. Y esto se debe, probablemente, a que hoy, en Occidente al menos, el etnicismo es mucho más útil para el juego político que el teísmo (aunque no ocurre así en los países islámicos) y por eso se busca preservarlo de los mismos ataques de los que son objeto los teístas.

    Un enfoque sociológico nunca va a entrar en una valoración semejante, pero las evidencias parecen ir en ese sentido. Etnicismo no es racismo, pero supone inevitablemente lo que hoy se conoce como “supremacismo”… Veamos, por ejemplo, los conflictos lingüísticos

Cuando “étnico” es comprendido ampliamente como etnocultural o simplemente como cultural sin cualificación, entonces conceptualizar la nación como una comunidad de lengua, exigiendo autonomía o independencia en nombre de tal comunidad, limitando el acceso a la ciudadanía a las personas que conozcan la lengua y promoviendo o requiriendo la enseñanza, la publicación, emisión radiotelevisiva, administración o publicidad en esa lengua debe ser considerado como manifestaciones centrales, de hecho paradigmáticas, de nacionalismo étnico

    Pero los conflictos no requieren siquiera de estas complejidades. El grupismo, mucho más simple que el etnicismo, siempre acecha tras la disociación en grupos diferentes… e inevitablemente opuestos. Ideales como “internacionalismo” o “todos unidos, todos diferentes” acabarán quedando descartados como ingenuidades bienintencionadas o incluso como estrategias políticas al servicio del sesgo endogrupal y sus grandes posibilidades de manipulación por parte de las clases políticas que, por su propia naturaleza, siempre aspirarán a más amplias cotas de poder.

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