domingo, 25 de agosto de 2024

“La máquina del conocimiento”, 2020. Michael Strevens

  ¿Cuándo y cómo surge la ciencia? La ciencia nos ha permitido el formidable progreso tecnológico de los últimos doscientos años. El pensamiento científico, la lógica razonada basada en datos empíricos comprobables también ha llevado aparejado un impresionante cambio en la cultura universal –la Ilustración-. El filósofo Michael Strevens nos da una convincente visión de este fenómeno humano.

  El sabio Aristóteles, materialista, escéptico y agudo observador de la naturaleza no inventó la ciencia. Entre los muchos ejemplos que se nos ofrece en este libro, contamos con uno especialmente descriptivo. Para empezar, sabemos que  Aristóteles coexistió con otros filósofos de su tiempo, todos ellos interesados en la llamada “filosofía natural” –precedente de la ciencia moderna-… y resultaba que algunos de ellos eran especialmente escépticos acerca de la presencia de la divinidad. Demócrito es un buen ejemplo. Para Demócrito, la naturaleza era fruto del caos y el azar. No existía presencia divina alguna, no existía “creación”.

Todo lo que vemos, enseñaron [los escépticos materialistas como Demócrito y Empédocles], es causado por las leyes ciegas de la física que actúa sobre la materia inerte. [Pero según Aristóteles] si esto fuera así, encontraríamos monstruosidades y errores en todas partes (…) Mirad a esta vida. Ved que hermosamente organizada está (Capítulo 6)

  La objeción el maestro Aristóteles recuerda a algunas teorías naturalistas extravagantes actuales como las del “diseño inteligente”. En la discusión de la Antigüedad, el materialismo escéptico de Demócrito quedará como una anécdota ante la objeción de Aristóteles. Del caos no puede surgir el orden.

  Evidentemente, ni Demócrito ni Aristóteles tuvieron la ocurrencia de la evolución: el que el caos se transforma en orden por mera sucesión estadística de acontecimientos a lo largo de prolongadísimos periodos de tiempo. Una idea que hoy nos parece sencilla pero que resultaba inconcebible entonces.

  Y es que el problema es que los más sabios autores de obras de “filosofía natural” no podían, obviamente, dejar de ser filósofos, y toda filosofía implica un contenido de sabiduría, una explicación del mundo que guíe al desconcertado observador.

El único mayor obstáculo para el éxito de la ciencia es la dificultad de persuadir a las mentes brillantes a que renuncien a los placeres intelectuales de la continua especulación y debate, a teorizar y argumentar, y en lugar de ello pasar a una vida que consiste enteramente en la producción de datos experimentales (Capítulo 1)

  ¿Cuál fue el primer gran científico moderno? Francis Bacon y Descartes se acercaron mucho a la ciencia empírica moderna, pero el verdadero primer científico fue el más intelectualmente aburrido de todos: Isaac Newton.

Newton buscó un poder explicativo superficial, esto es, la capacidad de derivar descripciones correctas de los fenómenos propios de los principios causales de una teoría, sin consideración de su naturaleza esencial y de hecho sin consideración de su misma inteligibilidad (…) Por ello el poder predictivo supera la visión metafísica  (Capítulo 6)

Aristóteles pero no Newton sometía sus hipótesis a rigurosas tesis filosóficas. Newton pero no Aristóteles sometía sus hipótesis a rigurosas pruebas cuantitativas (Capítulo 9)

Apartándose de los asuntos fundacionales, el ejemplo de Newton parecía urgir a dedicar los días a la construcción de principios causales que, en sus predicciones, siguieran precisamente los contornos del mundo observable. (Capítulo 6)

  No hay metafísica, sino la mera superficialidad de los datos empíricos y la observación detallada… de aquello que es lo suficientemente accesible para ser observado. Newton formula, entre otros muchos principios, la ley de la gravedad.

Mientras que Descartes mantenía que toda la causación física es por contacto directo, Newton apelaba a la fuerza de la gravedad que empuja a un objeto hacia otro, aparentemente sin ningún mecanismo interviniente. Muchos de sus contemporáneos vieron en la nueva fuerza de Newton un agujero teórico (Capítulo 6)

  Veamos: para que masas materiales se influyan las unas sobre las otras, deben de tener un medio para ejercer tal influencia. Para Descartes es lógico que, por lo tanto, exista un contacto causal. Un éter o alguna “cosa” que actúe sobre los astros. Pero Newton no observó nada de eso, igual que Descartes tampoco. Newton solo observó la regularidad y causalidad de tales movimientos. Le llamó “gravedad” y describió una regla matemática. Era todo lo que podía hacer con los medios que tenía (todavía hoy se debate, por ejemplo, si la gravedad es una dimensión).

  Para Aristóteles, semejante chapuza sería una absoluta inutilidad. Los astros se atraen entre sí, muy bien ¿y por qué?, ¿y cómo? ¿y con qué fin?

  Pero la ciencia no necesita responder a tales cuestiones.

Es por esto que [la revolución científica] llegó tan tarde en la historia humana: parecía (…) un ejercicio de deliberado empobrecimiento intelectual (Capítulo 9)

   La ciencia es lo que hizo Newton. Y Newton fue el primero de los grandes. Y cuando Newton muere, en el siglo XVII, sorprendentemente, se le hace un funeral de Estado, se le considera un héroe nacional. Exactamente igual que se homenajea hoy su memoria.

  La ciencia moderna surge entonces en el noroeste de Europa (Gran Bretaña y Países Bajos, especialmente) a mediados del siglo XVII. Coincide con el fin de la devastadora guerra religiosa de los Treinta Años.

Cuando la paz de Westfalia llevó al fin de la guerra en 1648, esta separación de la identidad política y religiosa estaba lejos de completarse. Pero los nuevos principios organizadores eran claros y eran vigorosamente discutidos por la intelligentsia (Capítulo 11)

  Es cuestión de décadas de que surja un nuevo tipo de intelecto.

La Royal Society inglesa (fundada en 1660 y que todavía existe) (…) diseñó la idea de un registro objetivo de observación empírica, la forma embrionaria del boletín científico (Capítulo 8)

  Se pueden hacer definiciones más o menos detalladas de las características del método científico. Pero podemos concluir por un lado el empirismo, la relación con la tecnología… y la modestia científica. Newton no tiene teorías sobre la naturaleza, algo que para Aristóteles era imprescindible y que seguía inquietando profundamente a Descartes y a Bacon.

La regla de hierro dice a los científicos que persigan la verdad buscando la teoría que mejor explica los hechos observables (Capítulo 5)

La mayor parte del trabajo científico es más como la contabilidad (Capítulo 9)

El argumento científico, a diferencia de la mayor parte de otras formas de disputa, tiene un subproducto valioso, y este subproducto son los datos (Capítulo 4)

En una revolución científica con minúsculas, una forma de hacer ciencia es reemplazada por otra. En la Revolución Científica con mayúsculas, algo que no era ciencia –la he llamado filosofía natural- era reemplazado por una forma mucho más efectiva de investigación empírica, la ciencia moderna misma (Capítulo 1)

  El autor tiene el acierto de demostrarnos que el ideal científico no es nada fácil de alcanzar. Parece fácil imaginar cómo una ideología –religiosa, por ejemplo- puede alterar la objetividad del “filósofo natural” que cree encontrar en la observación de la realidad una confirmación de sus previas creencias. Pero resulta que este tipo de sucesos también se dan entre los científicos. Aunque el ideal es la objetividad basada en los datos empíricos, a veces la tendenciosidad es fácilmente detectable. El autor pone el ejemplo del famoso experimento astronómico de Eddington que confirmó las teorías de Einstein –cuestionando la física newtoniana- y le dieron fama mundial. Parece ser que las observaciones se vieron manipuladas deliberadamente. 

Hubo 18 fotografías del telescopio astrofísico brasileño que mostraban el cambio predicho por la teoría de Newton. La estrategia de Eddington fue argumentar que había algo sistemáticamente erróneo con este último conjunto de fotografías (Capítulo 3)

  Y es interesante resaltar que incluso puede rastrearse un cierto primitivismo en los informes de Eddington, en el sentido de que, si bien no era un “filósofo natural”, tampoco su estilo de escritura coincide exactamente con los informes científicos más modernos.

El relato del informe del eclipse de Eddington hace un siglo relata un número de detalles narrativos no esenciales, como los nombres de las naves en las cuales Eddington navegaban y el clima y vegetación de la isla del Príncipe (muy húmeda, pero saludable). Los escritos científicos contemporáneos, en contraste, proclaman su objetividad con la exclusión radical de tales elaboraciones (Capítulo 7)

  Esto demuestra la resistencia que se presenta al pensamiento científico por parte de la mente humana. Los humanos somos “narradores”, “autobiógrafos”, con sesgos subjetivos, dependientes de prejuicios… siempre tenderemos a ser filósofos naturales.

La ciencia tiene (…) un problema de motivación (…) es el problema de motivar la extraordinaria intensidad y el compromiso a largo plazo con el cual la experimentación empírica debe ser llevada a cabo para hacer la ciencia más valiosa (Capítulo 1)

  El que hoy se considere a los científicos casi como quintaesencia de la virtud humana es algo que ha ayudado enormemente. Porque la recolección de datos para conseguir que encajen en una teoría parcial que nada explica acerca de las grandes cuestiones de la naturaleza humana, el mundo material y su esperado destino, no resultaban muy atractivos.

  Hoy, sin embargo, vemos a la ciencia en el contexto de un avance social universal, también algo que era más difícil de concebir en la Antigüedad.

[Se produjo un] gran salto hacia delante en el periodo entre los años 1600 y 1700, durante el cual la investigación empírica evolucionó desde la extravagancia especulativa antigua en algo con poder del descubrimiento a un nivel enteramente nuevo –la máquina del conocimiento-. Dirigir esta máquina fue un proceso organizado que sujetó las teorías a una interrogación despiadada por la evidencia observable, construyendo algunas y destruyendo otras, ocasionalmente cambiando su curso o yendo hacia atrás pero a largo plazo siempre haciendo un inconfundible progreso (Introducción)

Lectura de “The Knowledge Machine” en W. W. Norton & Company Ltd 2020; traducción de idea21   

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