lunes, 25 de noviembre de 2019

“Juntos”, 2012. Richard Sennett

   El sociólogo Richard Sennett centra su estudio en el comportamiento cooperativo que tiene lugar dentro del mundo del trabajo. Incluso en las tradiciones del mundo de los talleres de trabajo, que es anterior a la revolución industrial.

Cada taller contenía tres niveles de obreros que vivían todos en las instalaciones: aprendices cuyos contratos duraban normalmente siete años, nómadas cuyos contratos duraban tres y los maestros que permanecían como dueños (p. 110)

  Esta estructura resultaba armoniosa y algo más que funcional: establecía relaciones comunitarias de confianza y gratificación afectiva que iban a tener grandes consecuencias sociales. Parece ser que todo esto se basaba –como tantas otras cosas de la Edad Media europea- en el sistema de trabajo dentro de los monasterios, y no se olvida Sennett de hacer referencia a que tales cambios en el mundo del trabajo estaban vinculados a un precedente y esencial cambio del comportamiento en la misma época por parte de las clases superiores, no menos relacionado, a su vez, con el monasticismo, que es la caballerosidad (esto tiene mucho que ver con la clásica obra de Norbert Elias)

La caballerosidad se centraba de hecho y en gran medida en domar el comportamiento sexual violento, particularmente la violación (…) Los códigos de cortesía marcaron un hito a partir del fenómeno de la caballería al expandir el autocontrol en otros ámbitos de experiencia (…) Más tarde, los libros de cortesía del siglo XVII subrayaban la importancia de comportarse correctamente con personas a las que no se conoce (p. 116)

El caballero es modestamente cortés con sus sirvientes o empleados tanto como con los de su clase. Ciertamente no hay pensamiento de igualdad implicado en tal comportamiento (…) pero las transacciones entre caballeros y sus supuestos inferiores se hicieron menos conflictivas (p. 118)

  La organización del trabajo como comunidad armoniosa y emocionalmente productiva parece por tanto heredera de esta previa organización del comportamiento que, según el patrón habitual, pasa de estilos de vida de las clases altas hasta los de las clases bajas.

Las relaciones informales consistían en tres elementos que componen un triángulo social. En un ámbito, los trabajadores extendían un renuente respeto a los jefes decentes que retornaban igualmente un renuente respeto a los empleados fiables. En un segundo ámbito, los trabajadores hablaban libremente sobre problemas mutuos significativos y también protegían en el taller a los compañeros con problemas, tanto si se trataba de una resaca como de un divorcio. En un tercer ámbito, la gente se esforzaba, haciendo horas extra o los empleos de otros, cuando algo iba temporal y drásticamente mal en el taller. Los tres aspectos del triángulo social consistían en una autoridad merecida, respeto mutuo y cooperación durante una crisis (p. 148)

  Es decir, relaciones sociales vivenciales, tanto como funcionales. El lugar de trabajo es un escenario para experiencias humanas de todo tipo. Incluso parece que Sennett echa de menos esta concepción con respecto a los lugares de trabajo actuales, donde la interacción humana es meramente funcional.

La cooperación está conectada a las experiencias de confianza y autoridad. Estas conexiones pueden ser hechas informalmente, superando hasta alguna extensión las desigualdades formales y el aislamiento entre personas en el lugar de trabajo (p. 191)

   Se puede considerar que la cooperación laboral surge de forma no planeada, que es una consecuencia de la predisposición social que el individuo adquiere en una cultura determinada. En tal caso, sería la predisposición a la cooperación la que habría permitido el desarrollo de relaciones de trabajo más productivas, incluso de las relaciones industriales.

¿Es la vergüenza el único impulsor del esfuerzo [para autocontrolar la violencia y fomentar la cooperación]? ¿Es el miedo a perder el control realmente lo que nos hace civilizados? [Norbert] Elias subestima los aspectos placenteros de la civilidad, y se niega a ver su carácter cooperativo (…) La civilidad es más que un rasgo de personalidad, es un intercambio en el cual ambas partes hacen sentir bien al otro con el que se encuentran (…) Es un intercambio de mutuo beneficio (p. 120)

   La cultura que es capaz de despertar la capacidad para la cooperación económica compleja evoluciona, a su vez, a partir de unas capacidades innatas.

La cooperación está enmarcada en nuestros genes, pero no puede quedar circunscrita al comportamiento rutinario, necesita desarrollarse y profundizarse. Esto es particularmente cierto cuando estamos tratando con gente diferente a nosotros; con ellos la cooperación se convierte en un esfuerzo exigente. En [mi libro] me centro en nuestras capacidades para responder a los demás, tales como las habilidades de escuchar en una conversación y en la aplicación práctica de nuestra capacidad de respuesta en el trabajo en comunidad. (p. ix)

   Sennett pone énfasis en lo que denomina “habilidades dialógicas”

Hay habilidades sociales de un tipo más serio. La gama incluye escuchar bien, comportarse con tacto, encontrar puntos de acuerdo y gestión del desacuerdo o evitar la frustración en una discusión difícil. Todas estas actividades tienen un nombre técnico: se llaman “habilidades dialógicas” (p. 6)

Escuchar cuidadosamente produce dos clases de conversaciones, la dialéctica y la dialógica. En la dialéctica (…) el juego verbal de opuestos debería construir gradualmente una síntesis; la dialéctica parte de la observación de Aristóteles en su Política de que “si bien podemos usar las mismas palabras, no podemos decir que estamos diciendo las mismas cosas”; el objetivo es llegar finalmente a una comprensión común. La habilidad en practicar dialéctica está en detectar qué podríamos establecer como término medio (…) El buen escuchador detecta el término medio más de lo que otra persona asume. El escuchador elabora esta asunción poniéndolo en palabras. Tú recoges la intención, el contexto, lo haces explícito y hablas sobre ello. Otra clase de habilidad aparece en los diálogos platónicos, cuando Sócrates pone a prueba a un buen escuchador al restablecer en otras palabras lo que declara el discutiente –pero el restablecimiento no es exactamente lo que ellos han dicho, o de hecho pretendido-. El eco realmente es un desplazamiento. Es por esto que la dialéctica en los diálogos de Platón no parece una discusión, un duelo verbal (…) Dialógica [en cambio,] es (…) una discusión que no se resuelve encontrando el término medio. Incluso si no se puede encontrar acuerdos compartidos, mediante el proceso de intercambio la gente puede hacerse consciente de sus propias visiones y expandir su comprensión mutuamente. (p. 19)

   Sennett es optimista y, pese a poner en cierto modo su ideal en los talleres de la Edad Media, cree que el futuro nos depara aún mejores invenciones.

Las capacidades humanas para la cooperación son mucho mayores y más complejas de lo que las instituciones les permiten ser  (p. 29)

  Y el sentido de estos desarrollos futuros parece no coincidir con algunos de los valores que hoy supuestamente se promueven, como, por ejemplo, la asertividad.

Mirar hacia fuera hace más por un vínculo social que imaginar que los otros están reflejados en uno mismo (p. 278)

Una conversación casual requiere habilidad para convertirse en un encuentro significativo; refrenarse de la asertividad es una disciplina que da espacio para mirar dentro de la vida de otra persona y, para ellos, igualmente, mirar en la nuestra (p. 23)

   Igualmente, hay una valoración individualista del altruismo

Normalmente la gente necesita y disfruta la alabanza por las buenas obras; el altruismo propiamente comienza cuando uno haría la buena obra incluso si no recibiera reconocimiento de los otros, y más bien se expone el comportamiento [prosocial] a un yo en la sombra (p. 75)

  Lo que explica por qué el altruismo se ha desarrollado especialmente en religiones que creen en la presencia de un Dios que todo lo ve

  Finalmente, una importante distinción:

Tanto los banqueros como los ladrones de bancos se integran en colusión, que es el ángel oscuro de la cooperación (pag 5)

   Trabajar para un mutuo beneficio no equivale siempre, pues, a cooperación… Por eso, cuando muy bien podemos decir que Homo Sapiens es un mamífero social en extremo cooperativo  -sin duda, el más cooperativo- estamos implicando con ello el desarrollo de capacidades psicológicas únicas que nunca hubieran podido arraigar en el comportamiento íntimo de no ser tales capacidades no un medio, sino un fin en sí mismo.

   La mirada al mundo del trabajo nos lleva siempre fuera de éste: es la interacción intencional la que satisface nuestra demanda primordial y no tanto el producto material de la actividad económica en común.

   El mundo moderno, con su alta tecnología y su estilo de vida enfocado al ocio (no al trabajo ni a la devoción religiosa, como en otros tiempos) ha creado una situación nueva e incierta. Algunos pretenden responder a ésta con un retorno a las antiguas fórmulas de relaciones sociales dentro del entorno laboral, pero no es ése necesariamente el punto de vista de Sennett, que más bien quiere hacernos reflexionar sobre cómo las relaciones humanas parten de estructuras de conducta diádicas –relaciones entre parejas de individuos- que, dialécticas o dialógicas, persisten más allá de la vida familiar y afectiva y alcanzan el ámbito no íntimo de la actividad económica. Esta coincidencia entre la predisposición psicológica a la interacción apacible y gratificante entre individuos y nuestra capacidad para cooperar en el mundo económico y social a mayor escala puede sugerirnos aplicaciones nuevas para tales capacidades.

   Las relaciones económicas complejas dentro de la sociedad humana se ha considerado que tienen como origen un interés egoísta inteligentemente regulado por leyes coactivas para el interés común. No es cierto: estas relaciones económicas en particular se originan a partir de las capacidades psicológicas para la cooperación, relaciones no materialistas, sino emocionalmente gratificantes. El desarrollo de tales capacidades psicológicas es en lo que consiste la civilización.

Lectura de “Together” en Yale University Press, 2012; traducción de idea21

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